Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Trece

Cuidados para una Flor. 

Gracie Fotsis. 

Tanto el Sultán como yo caminamos en completo silencio por el camino que lleva a sus aposentos. No tengo ganas de hablar o de siquiera escucharlo. Sí, él no tiene la culpa de lo que su madre quiere hacer con nuestro bebé, pero esto solo paso porque él abuso de mi y antes de ello me rapto. Es decir, es una cadena de hechos:

Primero, mato a todos mis seres queridos.

Segundo, me secuestro y saco de mi país.

Tercero, me trajeron aquí a su palacio, para ser su criada.

Cuarto, me otorgó el bendito pañuelo y me violó.

Cinco, a causa de la violación resulté embarazada de su primer hijo.

Seis, mi embarazo causó la ira de todas aquellas que anhela convertirse en Sultanas.

Siete, la madre del Sultán, abuela de mi próximo hijo o hija, quiere alejarlo de mi, sin hacer valer que es su sangre y miembro de su dinastía, por el simple hecho de que será un hijo que yo, una esclava traeré al mundo.

Es cierto que no entiendo bien y nunca lo haré, las normas de el estilo de vida y de gobierno que llevan estás personas. Porque separar a un ser indefenso de sus únicos apoyos en el mundo, solo porque yo no soy de una clase alta dentro de su imperio o porque no vengo de una familia influyente en el mismo, eso es absurdo.

El Sultán ingresa a sus aposentos mientras yo ni siquiera pongo por dentro de esta. Sigue trayendome recuerdos y además ahora solo quiero pensar cómo hacer para quedarme con mi hijo después de que este nazca.

—Gracie, ¿Qué pasa? Entra. —señala el interior de su recámara con la cabeza.

—Si me lo permite quisiera regresar a mis aposentos, creo que necesito descansar. —su expresión se vuelve dura y termina negando con la cabeza.

—Tu pedido es negado, entra ya. —solo me quedo parada allí frente a él y a los guardias que están entre nosotros dos.

—Su majestad, por favor déjeme... —mis palabras son interrumpidas cuando me obliga a ingresar a sus aposentos jalandome del brazo. Cierra la puerta con fuerza detrás de nosotros.

—Gracie. Mira comprendo que... —hasta aquí llegó mi paciencia.

—¿Qué comprende según usted? ¡Qué es lo que cree comprender! —exclamo alterada—. ¿Sabe lo que es llevar un bebé dentro de usted? —él frunce el ceño y me mira con dureza, el llanto no tarda en llegar—, ¿Sabe lo que significa para una madre que le quiten a su bebé? ¿Permitirá que se lleven a nuestro hijo? —las lágrimas que ruedan por mis mejillas hablan por sí solas en representación a lo que siento.

—Gracie... —niego con la cabeza.

—No, no diga mi nombre si no siquiera será capaz de proteger al primer ser que llevará su sangre. —expreso sentándome en el suelo y tapando mi rostro con mis manos.

—¿Acaso ya olvidaste como le hablé a mi madre? ¿Cómo la enfrente por ti y por mi hijo? —se sienta frente a mi.

—Pero su madre, estoy segura que hará todo lo posible inclusive para que esté bebé no nazca. —murmuro entre llanto.

—¿Gracie...? No te reconozco. En qué momento perdí aa mujer que me gritaba y maldecía a cada segundo. —cuestiona.

—Sigue estando aquí, solo que esta escondida. Eso era lo que todos aquí querían, que obedeciera a ojos y oídos cerrados. Y no lo hago por ustedes. Lo hago por mi hijo, porque en el primer ataque que sufrí entendí que no puedo hacer las cosas sin pensar. Porque podría costarle la vida a mi hijo y si eso pasará juro que me quito la vida en ese mismo instante. —él me abraza y me dejó llevar.

Lloro en los brazos del ser despiadado que asesinó todo lo que yo amaba, lloro en los brazos de mi depredador, lloro ante la primera persona que me mostró que el mundo siempre arderá en llamas y que puedo quedarme o ser quién las produzca. Pero sobre todo lloro y me permito verme débil frente al padre de mi hijo, frente a la parte de este hombre en la que creo poder confiar.

—Mi Sultana. Mi pequeña e indomable Sultana... —susurra.

—Hableme de las costumbres. ¿Porque mi hijo no debería llegar al trono? Hipotéticamente hablando, en caso de que sea niño. —pido, él se levanta del suelo y me ayuda a levantarme también.

—Toma asiento... —indica, me siento a mi lado en la cama—, según las leyes y costumbres tanto dentro del palacio como dentro del harem. Un príncipe será quién nazca de una Sultana, se supone que no deberían de nacer de concubinas, es decir, los príncipes pueden nacer de criadas sean concubinas normales o bien sean favoritas, pero según una de las normas principales del harem para que un príncipe heredero no se vea débil frente al resto de sus hermanos y las autoridades del imperio debe nacer exclusivamente de una Sultana y para que eso sucede yo debo casarme con una buena, hermosa y saludable mujer. Lo que mi madre decía es que ella ya ha escogido a mi futura esposa... —frunzo el ceño.

—¿No dijo que yo seré su esposa?

—Eso sería en caso de que efectivamente des a luz a un príncipe para mí dinastía, caso contrario serás alguien con influencia en el harem, pero no tendrás derecho a opinar en los asuntos oficiales y políticos del imperio. —explica.

—¿Pero igual se casará con esa mujer? ¿Se le permite casarse con más de una mujer? ¡En mi país eso era delito! —exclamo enojada.

—Aquí nuestras leyes son distintas y aunque duela, debes olvidarte de lo que creías entender y saber sobre leyes y costumbres, harás más aquí y serán completamente diferentes. —aunque me duela tiene razón, no gano nada aferrándose a mis costumbres. Sin embargo no olvidó a mis seres queridos—, y sí, podría casarme con más de una mujer. Pero en este caso mi madre ya escogió a mi esposa y debo seguir lo que ella ha elegido para no causar un descontento entre nuestros negociantes y aliados más poderosos. —suspiro con descontento.

—Osea que hizo promesas vacías. —su mirada se vuelve oscura por mi manera de hablarle.

—¿Qué quieres decir? —me cruzó de brazos con cuidado de no hacer presión sobre mi vientre.

—Me prometió una buena vida, me prometió un buen futuro para nuestro hijo y me prometió que se casaría conmigo. ¡Todas fueron solo palabras! No hará nada de lo que dijo. —me levanto de la cama y camino hasta la puerta.

—Comportate, Gracie. No olvides que apesar de que prometí algo, soy tu superior. Su tu Sultán y me debes respeto. —me río.

—¿De que le sirve su poder si no puede proteger a su hijo y no es un hombre de palabra? —declaro muy molesta.

—Gracie, tú me pediste que te explicará nuestras costumbres, no es mi culpa que las cosas sean así. Si tan solo fueras hija de uno de los miembros más importantes o sin tan solo obtuviéramos la aceptación de mi madre para que seas mi esposa oficial y principal antes de que nuestro hijo nazca. —me volteo cuando dice eso.

—Hagamos eso, casémonos antes de que nuestro hijo nazca. Yo sería Sultana, por lo que mi hijo no sería exiliado y yo podría tenerlo conmigo, además de que ya tendría a su heredero con usted. —mi voz sale como si lo estuviera suplicando.

—Es probablemente imposible que mi madre vaya a aceptar algo así. No después de que ella misma es hija de uno de los más altos funcionarios del imperio y la mujer que escogió seguramente viene de alguien cercano a su familia de soltera. —vuelvo a darle la espalda—. Gracie, entiéndelo, a pesar de que sea la mayor de mis alegrías que estés embarazada y que sea ala madre de mi primer hijo, habrán muchas complicaciones para poder hacer que seas alguien activa dentro del imperio y poder hacer que nuestro hijo tenga tanto derecho al trono como sus futuros hermanos. —cierro mis manos con fuerzo, pero trato de calmarme.

—Cada vez que dice algo, se refiere a las otras mujeres que tendrá. Esto es simple y sencillamente su culpa. ¿Cómo que ahora se le hace tan difícil arreglarlo? —interrogo respirando pesadamente—. Yo sería feliz, te diría un hogar. Seguramente esté hijo llevaría la sangre del amor de mi vida, mis padres estarían con vida y nada habría pasado. ¡Porque demonios tenía que invadir mi país y asesinar a mis seres amados! ¡Por que tuvo que alejarme de todos ellos! —odio sentir tantas emociones al mismo tiempo.

—Tu eres propiedad del imperio griego. Perteneces a la séptima dinastía de este imperio, eres y serás la mujer, concubina y criada del Sultán Ares, eres mía y como mi criada tienes que regirte por las mismas reglas que todas las demás, eres mi favorita pero recuerda que así como te favorecí entre todas las demás, de es misma manera puedo expulsarte de mi palacio y arrancarte de mi corazón. —asiento escuchando cada una de su palabras.

—Lo ve. Este es usted, no tiene y no conoce otra manera de ser. Es despiadado, es cruel, es sanguinario, no le importa a quien daña, no importa a quien quiebra por dentro. Solo importa usted, ¡Solo importa su estúpida dinastía, orgullo e imagen! —grito sintiendo luego el dolor de su mano contra mi mejilla—. Esto es lo que es y no es más. Otra promesa rota, ¿Preguntarse su Majestad, es usted una persona honorable?

—Gracie. Retírate a tus aposentos y no salgas de ahí. —niego.

—No. Soy un ser humano, soy alguien libre. No un animal... —camino hasta un pequeño espejo que hay sobre una mesa, lo estrelló con la pared y levanto una de los vidrios. Lo tomó sin importarme si me hago daño o no. Ya no puedo sentir más dolor.

—¿Qué estás haciendo? Gracie, vuelve a tus sentidos... —pide él con cuidado.

—Quizás si muero se acabe todo. Si muero ninguno de los sentirá más dolor, seremos libres y con suerte Dios entenderá mi decisión y me permitirá corregir mis errores en otra vida. —acerco el pedazo de vibrio a mi cuello—. Ya no le daré más problemas, ni a usted ni a su dinastía... —alejo el vibrio de cuello y rápidamente hago dos cortes sobre mis muñecas, sintiendo la calidez sangre correr después sobre mi piel y caer en el suelo.

—¿Qué has hecho? —pregunta el Sultán espantado mientras evita que caiga al suelo.

—Por favor, déjeme morir. Se lo ruego, deje que me vaya... —mi vista pronto se nubla, pero lo escucho pidiéndome que sea fuerte.

—¡Guardias! ¡Llamen a la doctora! ¡Estoy perdiendo a mi Sultana! —grita con verdadera desesperación en la voz—, escúchame, Gracie, mi Sultana, quédate aquí conmigo. No nos dejes, dale una oportunidad a ese niño de conocer a la mujer que tiene como madre. No cometas el mismo error que mis ancestros. Te lo ruego.

—...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro