Capítulo Siete
Motivo para florecer.
Gracie Fotsis.
El cobarde con poder que es como yo le diré siempre no ha dejado de mirarme, se ha quedado aquí desde que Defne y Zahra vinieron a arreglarme, no se ha movido más que para sentarse en mi cama, bueno que también es su cama, porque este es su palacio, ¿cierto? Bueno como sea. Me incomoda demasiado que este allí mirándome como si fuera lo único en el mundo y la única persona, aunque hayan dos más presentes en esta habitación. Es como si le gustara ver como Defne y Zahra me arreglan y aun más escuchar como me alagan por ser la madre del primer hijo del Sultán.
Creo que no he dejado lo suficientemente claro que no me interesa nada de esto, no me interesa ser la favorita del Sultán, por más "beneficios" que eso me traiga, tampoco me interesaba ser madre, al menos no aun y no con este hombre, no me interesa ser Sultana, no me importa quien sea el Sultán y la autoridad que tenga, siempre lo odiaré y por último no me interesa conocer a su madre. Eso sería como aceptar lo que estoy viviendo y me niego a hacerlo.
Sí, efectivamente hoy conoceré a madre del hombre que me desgració la vida, del padre de mi hijo. Supongo que si acepto conocerme es porque está al tanto de que su hijo tiene un harén y ni siquiera respeta a las mujeres del mismo, sino que las obliga a hacer lo que a él le de la gana y no cooperan lo que hace es golpearlas o abusar de ellas, como lo hizo conmigo y luego no solo no se arrepiente sino que puede volver a repetirlo las veces que sean necesarias, sin importarle lo que la mujer sienta.
¿Cómo una mujer puede saber de tales cosas y no intervenir y pararlo?
A menos de que ella también haya sido victima de las tradiciones de este imperio tan extraño y por ello solo le toco apegarse los reglamentos, crecer y ser una madre y Sultana obligada. Entendería que fuera así, de otra manera no. Creería que solo es una cómplice más de las asquerosidades que se cometen en este palacio, es tan bonito por fuera pero por dentro esta podrido, igual que las personas que lo dirigen.
Defne termina de colocarme perfume, mientras que Zahra termina de colocarme un bonito collar. Sonrío con tristeza, en otros momentos un collar bonito me hubiera puesto de buen humor y hubiera hecho alegrar, especialmente su venía de él, mi Dustin, el amor de mi vida, mi fiel compañero. A pesar de que han pasado algunas semanas, recordarlos aun duele como su hubiera sido ayer. Dustin sobre todo tenía una vida completa por delante y quería vivirla conmigo, hasta que nos hiciéramos viejitos. Pero no pudimos lograrlo, pero estoy segura de que si nos encontramos en un segunda vida, seremos inmensamente felices y tendré más tiempo con mis padres, estoy segura.
-Ya esta lista, señorita Gracie -señala Defne, con su sonrisa de siempre. Me pongo de pie y puedo ver como el hombre detrás de mí también lo hace.
-¡Se ve hermosa! -exclama Zahra. El Sultán se acerca a mí, ellas hacen una reverencia y se alejan.
-Su Majestad -dicen al unisono, como muestra de respeto.
-¿Desea que hagamos algo más por la señorita? -pregunta Zahra. Él niega. Ella asiente, satisfecha con sus respuesta.
-Pueden retirarse, quiero hablar solo con la madre de mi hijo -ordena él, mirándolas, de inmediato ellas miran hacia el suelo y asiente.
-Como usted desee, Sultán -escucho la puerta cerrarse y el pánico se apodera de mí. A pesar de que anteriormente prometió no volver a tocarme, ni a golpearme.
-Gracie... -susurra colocando su barbilla sobre el hueco cercano a mi hombro -, te ves hermosa. Tienes la belleza digna de una Sultana, incluso los vestidos te quedan a la perfección -me aparto.
-Eso puede deberse a que comenzaré a ganar peso -él sonríe de cualquier manera, no le importa lo que diga -. ¿Por qué sigue aquí? -su sonrisa se borra cuando pregunto aquello.
-¿No puedo pasar tiempo con mi futura Sultana? -trago grueso. No tengo idea de como responder a eso.
-¿No es el Sultán? -asiente -, entonces estoy segura de que debe de tener que hacer trabajo, ¿verdad? -él repite el gesto, pero no se inmuta.
-¿Estás tratando de correr disimuladamente? -no digo nada. En verdad me incomoda que me mire tan fijamente, como si quisiera ver a través de mi cuerpo -. Ven aquí, acércate -suspiro y me acerco lentamente, cuando me tiene lo suficientemente cerca, tira de muñeca y hace que siente sobre sus piernas -, no tienes porque tenerme miedo, no te haré daño otra vez -su mano izquierda se posa en mi vientre -. Llevas a mi heredero en tu vientre.
-¿Solo por ello no me haría daño? -él asiente -. ¿Qué pasará cuando tenga al bebé? -pregunto.
-...
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