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Capítulo Ocho

Flor con espinas.

Gracie Fotsis.

No ha respondido y a pesar que me da cierto temor su respuesta, estoy segura que un hombre tan agresivo como lo es él no cambiará, mucho menos solo por el hecho de que me hizo una promesa a mí, su simple esclava, no debería ser eso pero no puedo evitar pensarlo, porque esa es mi realidad. No quería que este fuera mi futuro, pero esto es lo que me toca vivir y afrontar. No puedo y me niego a mostrarles debilidad y sumisión a estas personas. Eso sería admitir que soy menor a ellos en poder. Lo cual es verdad pero no puedo hacerlo, no por mí, no por el bebé que llevo en mi vientre y no porque simplemente ellos no se lo merecen.

No se merecen mi miedo, aunque ya lo haya tenido. No se merecen mis lagrimas, aunque ya haya llorado, no se merecen siquiera que piense en ellos, pero lo hago cada día desde que estoy aquí. Y aunque todos se empeñen en decir que este es mi nuevo hogar y estas personas mi nueva familia. No lo acepto, nunca lo haré. Nadie que este del lado de esta monarquía lo es. Mi hijo o hija por supuesto no entra en ese circulo, puesto a que ni siquiera a nacido. Y aunque quisiera mostrarle en un futuro que nada de lo que hay aquí no es bueno, ni sano para los dos, sé que harán todo porque no este de mi lado, sino del suyo.

Aun así no puedo adelantarme a los hechos. Haré todo lo posible, por alcanzar mi libertad aunque tenga que atravesar fuego ardiente en el proceso. No dejaré que nadie, aunque sea el mismísimo Sultán se interponga en ello. Seré feliz cuésteme lo que me cueste.

-Gracie... -murmura, no presto atención. Entonces su mano toma de mi mentón y hace que lo mire -. No te haré daño de nuevo, estés o no estés embarazada. Ni a ti, ni al resto de mis concubinas -me asegura.

- ¿Debería creerle? -esa pregunta sale de mis labios completamente sola y sin previo aviso -, ¿realmente puedo tomar sus palabras enserio? -él en lugar de reaccionar como la noche en la que me tomo, asiente lentamente, con elegancia y en verdad odio que su rostro sea hermoso. Lo odio, pero no niego que sea hermoso.

-Puedes hacerlo, Gracie -sus pulgares acarician mis mejillas -. Desde ahora y en adelante aprenderé a tratarte bien, a distinguir lo que te gusta y lo que no te gusta.

- ¿Porqué haría eso por mí? Solo soy una esclava, todos e incluso usted lo dijo -cuestiono poniendo una distancia significativa entre ambos.

-Eres a la mujer que quiero -vuelve a acercarse a mí, pero esta vez sus manos alejan las mías de mi vientre -. Ya no tendrás que protegerte de mí. Me aseguraré de tu bien todo el tiempo -sus manos delinean mi pequeño y recién abultado vientre perfectamente -. Mi hijo -sonríe, sus ojos se encuentran con los míos y sonríe aun más -. Mi Sultana, mí Gracie.

- ¿No debía irse? -pregunto, el ambiente se volvió bastante incomodo de un momento al otro.

-Querrás decir debemos, vienes conmigo, ¿recuerdas? -suspiro y asiento rápidamente. Él me extiende su mano y la tomo con desconfianza, aunque él realmente cambie no dejaré de temerle nunca -. Vamonos -asiento.

Él toca la madera de las puerta y los guardias que están en la parte de afuera las abren enseguida. No tomo la mano de él, solo salgo detrás de él, sin embargo se detiene y me espera, colocándose a mí lado. Casi en cada esquina de los pasillos del palacio por donde caminamos se encuentran mujeres, limpiando los pisos, las ventanas de las habitaciones o las paredes. Algunas parecen no quejarse, mientras que otras están notablemente enojadas. En una de las esquinas el Sultán se detiene para platicar con una de las subencargadas del harén. Mientras que yo me dedico a observar por una ventana el exterior del palacio, la vista da directamente hacia el pueblo, es totalmente bello.

Sin embargo una voz interrumpe mi esplendida vista al pueblo...

- ¿Quién eres? -me volteo y la miro. Lleva puesto un vestido color naranja claro, con detalles amarillos y purpuras. No es la mejor combinación pero le queda bien con su color de piel -, ¿porqué me observas tanto, te pregunte algo?

-No tengo porque decirle mi nombre, señorita -digo de manera respetuosa, cosa que a ella le falto -. Con su permiso, me están esperando.

-Lo sé, la madre del Sultán, ¿cierto? -frunzo el ceño. No sé porque me da una vibra peligrosa. Su mira está llena de molestia y de odio -. Disfruta tu momento. Alguien podría hacer que el Sultán se olvide de ti y se ella quien críe a tú hijo -cubro mi vientre.

-Nadie más que yo verá crecer a mi hijo, señorita. Le pido que se retire o que me permita marcharme -ella se ríe y niega con la cabeza.

-Recuerda lo que te digo, no serás eterna en el corazón de su Majestad, esclava - la última palabra lo dice de manera despectiva.

- ¿Acaso no eres una concubina? -ella asiente -. Entonces también eres una esclava, ten cuidado -sus ojos se oscurecen.

- ¿Me estás amenazando? -niego con la cabeza.

-Por supuesto que no. Es un consejo...

- ¿Sabes quien soy y de dónde provengo? -me encojo de hombros -. Yo vengo de una familia real, soy la séptima en lugar para la línea de sucesión de mi familia. Provengo de una familia muy poderosa -sonrío.

-No lo creo. De otra manera no estarías ahora aquí -ella parece ofendida -, quizás con suerte te regresen con tu "poderosa familia" y sino estás destinada a limpiar pisos para siempre...

- ¿Cómo te atreves a hablar de esa manera? -respiro profundamente -, no puedes hacer eso esclava... Cuando me convierta en Sultana me encargaré de destruirte y de que te corran del palacio.

- ¿Tú? ¿Serás Sultana? -ella asiente muy segura -, ¿quien lo dijo? ¿Acaso fue su Majestad?

-No, yo ni siquiera he...

-Ni siquiera has estado con él -me río -. No deseo que lo hagas tampoco y no porque él me importe, no querrás estar en un cuarto a solas con él.

- ¿Te crees mucho porqué llevas un hijo suyo? -niego.

-Solo estoy diciéndote la verdad, puedes creerme o no. Además en pocos meses daré a luz al primer hijo del Sultán y, ¿quieres adivinar que pasará si resulta ser un varón? -ella frunce el ceño.

-...

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