Capítulo Dos
El Sufrimiento de una Flor
Gracie Fotsis
No comprendo para nada donde puedo encontrarme, escucho pasos, susurros, voces que no conozco.
No, no sé donde puedo estar.
No quiero quedarme aquí.
No quiero conocer a estas personas.
No puedo, ni quiero olvidar lo que ellos le hicieron a todo aquel al que quise.
¿Qué dónde estoy? Ya se los dije no tengo la menor idea. Lo que sé es que nadie a osado tocarme, absolutamente nadie me ha dañado. Eso lo he llegado agradecer.
¿Por qué? Bueno, no para nada es bueno. A todo joven, sobre todo las muchas puras son tomadas a la fuerza y no, no me refiero a que los hombres de estas tierras a las hagan sus esposas a las fuerza, no. Estos señores, solo están tomando de ellas los que les interesa, su pureza, su virginidad, no todas pero si la mayoría de las señoritas, excepto cuatro de nosotras incluida, las cuales hemos sido encerradas en una habitación sin decirnos nada.
El en cuarto donde estamos ya habían otras mujeres, vestidas con ropas algo, muy apretadas y demasiadas cortas para mí gusto, las otras féminas nos observaron con cierta lastima en sus ojos y miedo a la vez, tanto así que sentí que algo aún peor que ser abusada nos esperaba a aquellas que nos encerraron aquí.
Una de las mujeres se acerca a mí con un traje del que ellas usan pero este a diferencia de las demás era de color blanco azulado, antes de que pudiera darme cuenta otra de las jóvenes que llego conmigo se coloca a mi lado, en realidad es puesta a mí lado. Miro la ropa ahora en mis manos y observo a la mujer, sin decir palabra se va junto a las otras mujeres de esa habitación.
De pronto otra mujer se acerca amabas, me refiero a la otra muchacha y yo, nos toma del mentón y nos hace mirarla fijamente, asiente con la cabeza, se voltea, cruza sus brazos detrás de su espalda y entonces comienza a hablar.
- Ustedes dos deberán cambiarse y estar lista antes de las nueve y presentarse en el gran salón - trato de decir que no sabemos donde estamos, pero...
- Se le mostrará como llegar hasta el luego - asiento - Allí se encontrarán con el señor de este palacio - hace silencio y todas las mujeres dicen al unisono.
- ¡Larga vida a nuestro señor! El poderoso Sultán.
- Una de ustedes se convertirá en lo más cercano que un Sultán puede tener...
- Seré Sultana - dice la chica a mi lado. Con ilusión. Lo que me lleva preguntarme, cómo le puede gustar esto.
- No, eso no pasará ni dentro de cien años muchacha. Tú o ella - me señala - Servirán de otra manera al Sultán.
- ¿Hace falta que le de tantas vueltas?. Esta lo suficientemente claro lo que él puede llegar a querer de nosotras - suelto sin ningún respecto.
- Veo que te enseñaron, espero que no te sobrepases con el señor - recomienda ella - De cualquier manera una de las dos será la escogida y tendrá que acostumbrarse al estilo de vida que eso conlleva.
- Karla, muestrales su habitación que las preparen con lo necesario y que estén listas para esta noche - una mujer, alta, morena y de cabellos cobrizos sale de entre las otras - Enséñales lo necesario, deben estar a la altura de su Majestad - la mujer morena, de nombre Karla asiente.
Rodea a la chica a mi lado y llega a la puerta, abriéndola para después regresar hasta nosotras y llevarnos hacia el exterior. La emoción que tenía la joven a mi lado parece haber desaparecido, ahora sólo se mantiene con la mirada gacha. Sí pienso lo correcto ya entendió el por qué estamos aquí y para qué. Karla, gira a la izquierda por un largo pasillo y se detiene al llegar a séptima habitación.
Abre la puerta con una llave la cual lleva dentro de la manga de su vestido. Se hace a un lado y nos pide entrar y nos es que tengamos opción. ¿Ya mencioné que dos guardias nos esperaban al salir del primer cuarto? Sí, se toman muy enserio esto. En fin, al entrar a la estancia, es muy diferente al anterior cuarto en el que estábamos. Este tiene paredes de color rojo vino, blancas y doradas, dos de las paredes están decoradas con flores negras. El resto son tocadores, armarios, estantes llenos de zapatillas y varios burlas.
- Estarán aquí hasta esta noche - menciona Karla, al entrar en la habitación - Seré la encargada de arreglarlas en todos los sentidos - toma la mano de la otra muchacha, la guía hasta una silla afelpada al costado derecho del cuarto - Ven - a mí me deja en una silla del lado izquierdo.
- ¿Para qué se supone que debemos prepararnos? - pregunta mi acompañante más joven.
- Lo sabrá cuando llegue la hora, señorita - responde Karla, tomando algunos implementos de belleza del toca principal.
- Necesito saberlo - insiste ella. ¿En serio es tan difícil de ver?
- No te gustará el resultado esta noche si eres escogida por el "Sultán" - digo haciendo énfasis en la última palabra.
- Debe respetar a nuestro señor, señorita Gracie - ruedo los ojos - Si alguien llegase a escucharla estaría en problemas - advierte.
- ¿Peores a los que puede causar su señor? - asiente.
- Es mucho mejor tener al señor de nuestro lado, sería realmente malo tenerlo de enemigo.
- ¿Gracie, cierto? - nombra la otra mujer en la estancia. Asiento - Mantente callada - suspiro pero accedo porque de nada sirve que me canse hablando.
- Ensayaran una danza para esta noche. Los más nobles del reino, incluyendo al Sultán estarán aquí - informa - Una de ustedes se quedará en el palacio y otra se irá con su nuevo señor.
- ¿Qué...? ¿Una de nosotras se irá? - ante mi pregunta Karla asiente - ¿A dónde, es seguro? - absurdo, ¿verdad? Ningún sitio en donde te puedan lastimar será seguro.
- No se sabe, pero algunas delas chicas que han salido del palacio han regresado durante las visitas de sus señores.
- ¿Eso debería aliviarnos? - ella niega y forza una sonrisa.
- Ven las batas a su lados - indica Karla, giro mi vista a uno de los muebles que hay a mi lado - Se darán un baño y se vestirán con ellos.
- Luego qué - pregunta la joven frente a mí. Esta vez diría que tiene miedo.
- Luego tenemos que esperar a que llegue la hora de nuestra condena - contesto por Karla.
- Luego señoritas, vendrán mis ayudantes para prepararlas para su debut - aclara la mayor de todas.
- ...
Todo esto me hace sentir que he llegado a mí límite y que lo que sea que pase por más fuerte que sea no lo podré detener o terminaré como todos los miembros de mí familia y la de mi prometido. Por mucho que me gustaría no puedo ir con ellos, no aún.
No estoy dispuesta a morir, no cuando soy la única sobreviviente de la caza de esos asesinos y sí aunque no haya sido intencional, el hecho de que me dejaran con vida sólo fue con el fin de servir al dichoso Sultán.
No nací para servir de esa manera, mi madre siempre citaba una frase que me parece muy real. Ella decía que para tener sirvientes de todo tipo primero era necesario saber mandar sobre nosotros. Y yo tengo la suficiente estabilidad como para soportar lo que venga...
No seré la mejor mujer del mundo, pero tengo un propósito y este es demasiado grande. Confío en que me permitirá superar la muerte de mi familia, sobrellevar lo que me espere al lado del Sultán o quien sea que trate de destrozarme.y llegar a mí libertad, la cual no sabía que necesitara tanto hasta que me trajeron aquí.
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