Capítulo Catorce
Un Futuro Incierto.
Ares Zidan.
Me preocupa mucho la salud de Gracie.
Sí, hice una promesa y la rompí. Pero ni ella ni nadie, puede pedirme que de un momento para otro olvide mi terrible pasado solo porque ella no es capaz de apegarse a las leyes del imperio. Sí, ella será la primera de las mujeres con las que me uní que me dará un hijo. Y lógicamente si el embarazo se concluye, dándome un hijo varón y un príncipe para mi imperio, le correspondería ser una Sultana.
Pero hay ciertas normas, normas que ni yo, siendo el mismísimo Sultán, puedo romper, sin embargo, no me molestaría modificar algunas para asegurar la vida, la posición, estatus y poder, tanto de mi próximo hijo, como de su madre. No obstante, ella deberá tener en claro que esto también tendrá sus contras. Al aceptar a nuestro hijo como un príncipe, se convierte legalmente en el príncipe heredero de mi dinastía, porque ser mi primer hijo, pero por ese mismo motivo, en el futuro puede sufrir y mucho. No aseguro que los hijos que tendré con Gracie mismo, o con otras concubinas, sepan respetar el puesto que por derecho de nacimiento le corresponde a su hermano.
Me sucedió a mí. Y aunque no lo quisiese, aunque no me gustará la idea. Tuvieron que ser juzgados como lo que eran, traidores del imperio, criminales que intentaron asesinar al legitimo y nuevo Sultán, después de la desafortunada muerte de nuestro padre. Mi madre por supuesto lloró sus muertes, al menos las de sus hijos, y no estuvo de acuerdo al principio, pero luego entendió que lo hice para cuidar de nuestro imperio, mis hermanas, por otro lado todavía no lo han entendido por completo, al menos dos de mis cinco bellas e inteligentes hermanas.
Es cierto, el niño no ha nacido aun. Pero tengo que pensar en todo, Gracie puede con esto, sé que no se dejará morir. Quiere demasiado al niño en su vientre, como para convertirse en la culpable de que no pudiera mirar el mundo y su imperio con sus propios ojos.
Me atormenta saber que mis decisiones en parte fueron lo que orillaron a Gracie a tomar la decisión de acabar con su vida y la de nuestro hijo. Y como si no fuera suficiente eso, reaccioné tarde. Pero a cualquiera le pasaría eso, no todos los días veo como mi mujer intenta matarse frente a mí.
Camino desesperado frente a mi lecho, donde esta siendo atendida Gracie. La doctora no dice nada, solo la revisa y aplica un par de medicamentos, pero no me habla y mi mujer sigue sin despertar. Mi vista cae sobre las muñecas vendadas de Gracie y me es inevitable no hacer una mueca, así como no puedo evitar que un sentimiento de culpa me invada.
—Por favor, doctora, dígame algo. —ruego, me he acostumbrado a su presencia, a su calor, a todo de ella en el tiempo que ya lleva aquí. No sé que haría si llegase a irse de mi lado.
—No puedo asegurar nada, mi señor. Realmente no llegó a perder sangre como para decir que podría estar al borde de la muerte, pero la señorita esta embarazada, y si no le afecta a ella, lo más probable es que la criatura sufra las consecuencias. Pero no podemos saber nada por el momento, el tiempo nos dirá. —ella hace una leve reverencia y sale mis aposentos.
Me encamino a mi lecho, donde se encuentra Gracie, a pesar de que no puede decirme nada, su rostro refleja dolor y sufrimiento. Y me duele saber que eso es exactamente lo que debe de estar sintiendo ahora mismo.
Sonrío con pesar, ella realmente era un alma libre antes de llegar aquí, hasta donde las leyes y las normas se lo permitían, pero ahora ya no lo es más. Ha perdido tanto su vitalidad como para pensar en quitarse la vida. Y aunque no me guste reconocerlo, es mi culpa, mía y de nadie más. Ella misma lo dijo, por mi culpa perdió todo lo que conocía y amaba.
— ¡Déjenme entrar! —reconozco la voz y el tono de inmediato—. ¿No me han escuchado? ¡Debo ver al Sultán! —entonces las puertas de mis aposentos se abren de maneras brusca.
—Madre, por favor...
— ¿Perdiste la razón? ¿Qué te sucede? —el tono que utiliza me hace molestar.
—Sultana, aunque sea mi madre, y aunque sea la persona a la que más respeto en el mundo y en mi imperio, no puedo permitirle, ni siquiera a usted este tipo de tratos.
— ¿Aun eres mi hijo, Ares? —su mirada se dirige a mi cama—, desde que ella llegó eres un desastre. Te enseñé bien desde pequeño, te dije que el mundo estaría a tus pies y en tus manos en algún momento, te ayudé a llegar a donde estas. —respira profundo—. No es momento de que este pongas en mi contra y de que pierdas el rumbo de tu mandato solo por una muchacha.
—Gracie no ha hecho más que traerle paz y alegría a la vida monótona que llevaba aquí. —ella frunce el ceño—, gracias a ella hemos sido bendecidos con un bebé para que continúe con el linaje de nuestra dinastía, no entiendo y nunca entenderé su necesidad de culparla por nuestras disputas. Antes de que ella apareciera en nuestras vidas, usted sabía muy bien que no pensaba, ni pienso casarme con ninguna sobrina de ese rey, por más princesa que sea, por más que una nuestras familia, por más que traiga paz entre nuestros reinos. —niega con la cabeza.
—Necesitas una mujer a tu lado que pueda dirigirlo todo contigo, que no dependa de ti, alguien a quien no vayan a menospreciar en este palacio, alguien que te hijos con sangre poderosa mezclada con la tuya. —cierro los ojos con fuerza.
—Usted sabe mejor que nadie que Gracie también tiene sangre poderosa, madre. —ella suspira.
Comienzo a creer que esa es una de las razones por las que no acepta a Gracie, por ella conoce sus orígenes. Y porque proviene del lugar de donde era nacida la única mujer que tuvo el poder de quitarle la atención de mi padre, a quien mi padre amo hasta que ella falleció.
Pero debe de entender que ese no es mi problema, Gracie lleva dentro de ella a mi descendiente, mi heredero. Y si de algo estoy más que seguro ahora, es de que no hay manera en la que nuestro hijo —en caso de que sea varón— no pueda llevar a ser mi heredero y tomar el trono cuando el momento llegue.
—Ares, conoces mejor que cualquiera de tus hermanas lo que viví, como me sentí y aun así quieres tener a una mujer de ese lugar a tu lado, como tu sultana, esposa legitima y madre del hijo al que piensas designar como heredero a tu trono. —asiento y le sonrío para tratar de tranquilizarla, aunque sea inútil.
—...
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