Uno
Amaris.
Soy hija de mercaderes, con tres hermanos mayores que se han casado y viven con sus esposas de manera acomodada en pueblos cercanos, sobra decir que soy la menor.
Recién cumplí los dieciocho años, por lo que las propuestas por mi mano han empezado a llegar, yo no deseo casarme aun, pero no esta en mis manos del todo el decidir, entre mas hombres llegan a casa, mas me convenzo que quiero huir.
Le ofrecen poder, dotes impresionantes, pero mi padre se niega pues su hija es lo mas preciado que tiene, esto me ayudado bastante a conservar mi libertad por mas tiempo.
Todo estaba perfecto, yo era feliz, hasta que un día llego él.
El nuevo sultán, que se le ha dado el titulo por una muerte temprana de su padre. Cuando entro a el puesto de mis padres, supe que todo había terminado, por mas que mi padre deséeme postergar mas el salir de casa si el sultán lo pedía era inevitable.
Yo me negué, pero no importo nada, la bestia del sultán me llevo por la fuerza, por mas que grite que pelee, por mas que me resistí, en menos de una hora, estaba formando parte de su harem.
—Es un honor enorme, deberías de sentirte feliz, muchas mujeres pelean por pertenecer al harem de su majestad, tu fuiste traida por él, eso te posiciona en lo alto en este lugar —mi doncella cepillaba mi cabello, yo me veía con horror convertida en algo que nunca pedí.
—No es un honor, cuando no lo deseas, no conozco al sultán, no se puede anhelar a un desconocido.
—Difiero de ello, se puede desear a la distancia, sin que ninguno de los dos se trate de manera directa.
—No me interesa y tampoco me quedare averiguarlo.
Aunque mi primer intento de escapar fallo por completo y ahora tengo este estúpido grillete en él pie…
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