Cuatro
Amaris.
Mis gemidos son tan altos qué hacen eco por todo el baño, quiero decirle lo mucho que duele, pero tengo miedo que se detenga y esta sensación de hormigueo qué siento desaparezca, note el leve cambio del color del agua por un segundo, mi virginidad se rompió de manera abrupta, pero el gruñido qué salió de su pecho opaco el dolor que sentía.
—Cada guardia y empleado fuera de este baño te esta escuchando —muerde mi hombro —escucha como tu sultán te esta follando, sin delicadeza, sin pudor —me mira un segundo y lame una lagrima de mi mejilla —toda tu fiereza de hace unos días, ahora esta concentrada en mi polla manchada con tu sangre.
Quería golpearlo, gritarle qué lo detestaba por esto, pero solo mentiría, pues mis pezones sensibles se estimulaban al rozar su pecho desnudo, mis manos se aferraron a su cabello húmedo.
—Puedo decir que ambos estamos acabados entonces — mordí su labio —el sultán pierde poder ante una humilde concubina.
Sonrió y sus manos sujetaron mi trasero para moverse tan rápido como el agua le permitía.
—¿Cuánto tiempo crees que serás solo una concubina querida?
Iba analizar sus palabras cuando empujó hacia arriba rozando mi ya sensible clítoris, haciéndome llegar a mi primer orgasmo ocasionado por un hombre…
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