DIA 4: DIFERENCIA DE EDAD/ANGST/REENCARANACION AU
Sukuna sabia que su vida seria una mierda desde que recordó su pasado. Su vida vil e inhumana.
Suponía que el universo le estaba dando una especie de karma con todo lo que sucedía a su alrededor.
Estaba bien con eso.
A pesar de ser nuevamente un débil humano, escalaria a la cima con la fuerza de su voluntad. El universo se podía poner en su contra de mil maneras, como perder a unos padres que poco conocía a muy corta edad, como saber que en un futuro tendría que lidiar con la responsabilidad de un poderoso nombre a sus espaldas.
Ser un débil mocoso no le impediría llegar a la cima, pisaría a quien se atravesara con tal de tener éxito. Después de todo él era quien é era.
No importaban las muchas lecciones, el exhausto trabajo que aprender para poder administrar su fortuna en cuanto tuviera ola mayoría de edad, siendo aun un niño, la infinidad de tutores le decían que se relajara, pero no Ryomen Sukuna había renacido de nuevo y aun en el estado de "humano" reinaría de nuevo.
—Sukuna, el es Itadori Yuuji y será quien te cuidará por las tardes en lugar de Jogo— le había dicho Uraume una tarde.
Jogo era ya un hombre cansado, por lo que la familia había decidido darle ya la jubilación que tanto deseado. Sin embargo, había un lugar que llenar para cuidarlo, pues Sukuna aún tenía 9 años.
—Un gusto conocerte Ryomen-kun, espero que podamos llevarnos bien—
Fue... como un terremoto, una violenta sacudida de hechos pasando por su mente. Ahí estaba el, su antiguo portador. Un Yuuji sonriente, libre de recuerdos, sin la carga que había puesto sobre sus hombros, sin dolor, ni muerte, un Yuuji siendo feliz. Tal como lo había sido antes de que consumiera su dedo en esa vida fatídica y pasada.
Como nunca antes el joven Sukuna se quedó callado, acatando las palabras de Uraume, otra que por cierto no recordaba. Se concentro en Yuuji, en la poca información que le fue dada.
Yuuji era un joven estudiante que iniciaba la preparatoria, que se había postulado para el trabajo de cuidarlo a medio tiempo ya que su abuelo se hallaba enfermo y su hermano mayor Choso no podía solventar todos los gastos.
Sukuna quería alejarlo de todos, protegerlo, tener su atención 24/7, tenerlo a su lado, que le perteneciera. Pero no podía, no siendo un niño. Pero se volvió posesivo, puesto que la luz de Yuuji era vista por cualquiera, porque se había reencontrado con Megumi, con Nobara. Tenia como mejor amigo al chico al que le había pedido salvar en aquella ocasión en la que se burlo cruelmente de su sufrimiento, estaba el matón de Mahito; habiendo este acabado como hermano de Junpei, lo que consideraba una patada en él trasero.
Además; estaba Gojo, quien era otro mocoso que cuidaba los fines de semana, Nanami era su sempai en la preparatoria porque el parecer seguía siendo igual de idiota en la escuela.
Sukuna ardía en ira al saber todos esos aspectos de la vida de Yuuji, aspectos de los cuales no tenía ningún control. ¿Ya había dicho que consideraba al karma una perra? Pues si no lo hizo, sí que lo comprobó.
Aprovechaba cada segundo estando juntos, lo obligaba a tenerlo entre sus brazos a pesar de que ya no tenia el tamaño para estar cargado, aferrándose a él como si fuera a escaparse.
Y aunque lo hiciera, con seguridad lo encontraría.
Un par de días a la semana le exigía hasta el punto del llanto a que se quedara a dormir, usando su poder persuasivo para que durmieran en la misma cama.
—No deberías de ser quisquilloso con la comida Ryomen-kun, no crecerás adecuadamente— le regaño Yuuji cuando esa tarde, aparto las verduras en la comida de su plato.
—Creceré fuerte sin necesidad de estas porquerías— le había dicho enojado.
Yuuji solo rio por sus palabras, sintiendo Sukuna la ira reptar por todo su cuerpo cuando acaricio su cabello. Pero no era porque lo odiaba, era porque deseaba más, Yuuji se le acercó para tomar su plato y llevarlo a donde correspondía, cosa que uso para tomar desprevenido al adolescente, tomándolo de la ropa para así poderle plantar un sonoro beso en los labios. Cuanto había deseado Sukuna hacerlo desde el primer día en que volvió a verlo. Triunfante, espero ver una cara sonrojada, pero lo que se encontró fue completamente diferente.
Los ojos de su Yuuji estaban anegados en lágrimas, que por pura fuerza de voluntad no bajaban por sus mejillas. Intento recomponerse ante su mirada y siguió con su trabajo, pero Sukuna no dejaba dejarlo pasare.
—Cuando sea mayor, te casaras conmigo— exigió
—Eso... no es algo posible Ryomen-kun—
La ira furia de Sukuna no era calmada por nada, ninguna acción o palabra apaciguaba su demonio interior.
Hacia una semana que Yuuji no se presentaba a trabajar y aunque entendía la razón detrás de ello, su dependencia cobraba factura. ¿Qué estaba haciendo? ¿Quién mas estaba a su lado? ¿Le sonreía a alguien más?
No lo sabía, porque de hacerlo encontraría la manera para hacer que el pobre diablo al lado de Yuuji desapareciera.
—Sabes que su abuelo falleció, esta triste Sukuna, Yuuji puede que no vuelva—
Si tan solo Sukuna fuera la maldición todo poderosa que había sido antes, había curado al anciano, le habría devuelto la vitalidad con tal de que Yuuji estuviera a su lado, pero no podía, seguía siendo un débil humano... no; era uno.
Y ese odio hacia si mismo creció aún más, al sentirse inferior.
—Yuuji, volverá. Lo hará— dijo mientras admiraba su obra. Sillones en el suelo, lámparas, vidrios rotos —Volverá—
Pero no lo hizo.
Todos en la casa Ryomen pensaron que con el tiempo el apego en contra del adolescente se olvidaría en pos de alguna actividad u otra cosa que le llamara la atención, y eso pensaron cuando Sukuna dejo de pedir por el chico, de mencionarlo.
Yuuji estaba cansado, preparar niños para el futuro si que era un reto, sobre todo cuando los había por demás mal educados. Le dolía la cabeza, hacia días que no se iba esa sensación de olvidar algo, en los recovecos de sus recuerdos se encontraba una mirada, una voz.
Salió de su aula de clases al termino de su jornada, saludando a sus compañeros y un par de padres con sus hijos que se habían rezagado. Desde muy pequeño odio el transporte, la sensación de ahogo al estar bajo tierra de los subterráneos. Por lo que ni bien pudo, se compró un coche. No era un ultimo modelo, pero al menos le servía para lo que era, moverse.
Avanzo en este un par de cuadras de la escuela, cuando de pronto comenzó a salirle humo al motor. Asustado, bajo con rapidez para ir a levantar la tapa del cofre, ignorante de la razón por la que había sucedido ese hecho, pues quien se encargaba de revisar esa clase de cosas seguía siendo su hermano.
Con el cofre abierto, viendo el humo salir aun, sin saber que podía hacer, quizá llamar a Megumi o a su hermano.
—¡Necesitas ayuda? — escucho a sus espaldas
—¡Por favor, no sé qué hacer! — dijo mientras le daba la cara a la voz del extraño viendo un apuesto hombre de lo que estaba seguro sería un traje caro.
Yuuji sintió que conocía esa mirada de algún lugar, no sabía de donde, ni cuando, pero eso era lo que sentía en su corazón. Se puso nervioso, puesto que donde estaba por alguna razón a pesar de ser una calle muy transitada, es esos momentos se hallaba vacía. Vio al hombre mover aquí y allá, notando como el humo se iba disipando.
—Vuelve a encender el coche— le dijo
Yuuji soltó su ropa, a la cual se había aferrado en su nerviosismo, obedeciendo. Pero el resultado no fue satisfactorio. A pesar de que para ese entonces el humo ya no estaba, por mas que giro la llave del coche, este no encendió.
—El motor esta muerto...— le dijo el extraño — Puedo llevarte donde gustes y llamar una grúa—
—Umh, agradezco tu oferta, pero llamare a mi hermano— le contesto Yuuji, sintiéndose empequeñecido por la fuerte aura que soltaba el desconocido.
—No es ninguna molestia, se hace tarde—
Yuuji quería negarse, meterse a su coche, llamar a su hermano y esperar. Pero la sensación que tenia en su cuerpo, le decía que se aceptara. Llevo una de sus manos a su nuca, rascando su cabeza como método para distraerse, viendo como por mas que sonaba la línea de su hermano este no le contestaba. Buena hora para no hacerlo.
—Bueno... creo que aceptare— respondió al fin
El extraño sonrió, sacando su teléfono del bolsillo de su saco, guiándolo hacia donde estaba su lujoso coche. Yuuji pensó que subiría al asiento del conductor, más ahí había ya un hombre. Un chofer.
Dentro del auto, Yuuji no pudo evitar sentirse nuevamente sofocado, intentando evitar y no lográndolo, que su salvador se diera cuenta.
—¿Qué te paso en el rostro? — le pregunto el extraño
—Oh... esto— dijo mientras tocaba la cicatriz que atravesaba el puente de su nariz y de ahí la cercana a sus labios— Casi tenía 18 años cuando mi abuelo falleció, como éramos de una provincia, mi hermano y yo decidimos sepultarlo ahí. Hubo un accidente en el trayecto de regreso a Tokio...—
—Así que si fue eso...—
—¿Perdón? — pregunto Yuuji, aunque no había escuchado del todo bien lo que había dicho el hombre —Es verdad... No te he dicho mi nombre ¡Itadori Yuuji! Un junto conocerte y gracias por tu ayuda— Yuuji le sonrió avergonzado, siendo un profesor que enseñaba esa clase de modales a sus alumnos y el mismo lo había olvidado.
—Mi nombre es Ryomen — le dijo mientras veía como se acercaba demasiado —Un gusto volver a verte...—
La presión del hombre a su lado no le dejaba respirar con facilidad, dentro de ese auto sentía que el oxígeno poco a poco escaseaba, su cuerpo se sentía entumecido, cansado, mareado. Quiso intentar alejarse, realmente lo quiso, pero Ryomen se acerco para sostenerle de las mejillas, acariciando sus labios con la punta de sus dedos, sonriéndole. Y cuando lo hizo lo noto, unas especies de almohadillas casi imperceptibles taponeando sus narinas.
—Y esta ves no vas a marcharte—
Y mientras se desvanecía entre los brazos de ese hombre Yuuji recordó.
Los días soleados junto al niño al que mimaba.
Pero también la sangre y la pena.
Un niño malcriado a quien le llevaba la cena a la cama.
Pero también la risa macabra mientras asesinaba con su cuerpo.
Un niño cargado entre sus brazos, que no deseaba separarse de su lado.
Pero también los cadáveres, el dolor, los dedos consumidos, perder el control.
—Cuando sea mayor te casaras conmigo, te había dicho y voy a cumplirlo—
Sukuna estaba radiante de alegría, con su Yuuji entre sus brazos, siendo el hombre de negocios poderos que era. Graduado con honores, el más joven en manejar una poderosa empresa y también el mas poderoso en el bajo mundo. Sukuna todo lo gobernaba.
Poder, poder y mas poder, sin signos de debilidad.
Y que mejor que teniendo a su amado Yuuji a su lado. Porque por fin la había extirpado, esa repugnante debilidad que cuando niño lo había ahogado. Ya no más.
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