8. Trabajo para vivir
Chris no pudo verse en paz con sus pensamientos desde las palabras de Felix, en un parpadeo, la tarde lo había alcanzado y era irónico ya que deseaba más minutos para seguir pensando cómo decirle a Minho que debía irse, pero antes de conocerlo deseaba que las horas se volvieran segundos. Terminó por colocarse algo más cálido para salir y se dispuso a bajar a la recepción en espera de que Felix llegue para poder ir a comer como habían acordado.
En el lugar, como siempre, solo estaba Enok tras el mostrador mientras leía un libro, la madera en la chimenea crujía, siempre encendida y brindando la calidez que necesitaba el lugar, más como un abrazo al interior que al cuerpo. Sabía que más personas se quedaban ahí, gente de paso que visitaban en su mayoría Cabo Norte o que deseaban vivir la experiencia de una aurora boreal, pero rara vez coincidía con ellos, tal vez porque solían tener horarios de turistas más marcados.
Se acercó hasta el hombre adulto y apoyó sus manos en el mostrador, Enok desvió su mirada hacia él, elevando un poco su ceja izquierda mientras Chris sonríe, espera que diga algo pero al no ser así, regresa su mirada al libro. El chico tamborilea un poco sus dedos sobre el mostrador, abultados sus labios antes de hablar.
— Sé que no me entiendes pero siento que debo decirlo, ¿Cómo haces para vivir aquí todo el día? Es decir, en todo momento que paso por aquí te veo, no pareces aburrido, ni fastidiado, ¿Cómo haces para no sentir que la vida se te va de las manos sin hacer nada al respecto? —suspira, mirando con atención hacia el techo pues siente que de mirar al hombre la vergüenza no lo dejará seguir—. Creo que a veces solo quiero algo de paz, pero por mi agitado ritmo de vida con el que crecí siento que si no estoy haciendo algo no soy productivo y por ende, no soy útil.
Cuando Chris miró a Enok, lo vió aún atento al libro y anotando unas cosas en su libreta, sonrió de medio lado, no esperaba que le entendiera pero tal vez un poco de atención, aún así era agradable saber que podía hablar tanto sin esperar una respuesta.
— ¿Cómo le dices adiós a alguien que deseas seguir viendo cada día? Pero las condiciones de ambos lo hacen imposible.
Murmura antes de suspirar, se sentía tan confundido y desesperado, había vivido tanto de forma automática que era la primera vez que sentía el tiempo encima de esa forma y no era bueno tomando decisiones bajo presión. Entonces, Enok dejó el libro sobre el mostrador, Chris fue curioso y miró la portada del mismo, era un diccionario de traducción a su idioma. El hombre tomó la libreta donde anotaba y tras un par de segundos asintiendo, habló.
— La vida no pasar solo corriendo, ser diferente para cada gente, elegir el ritmo de vida para ti y ya, no es obligación correr para sentir vida, mirar al cielo sentado también es vivir. Idioma ser difícil.
Enok bajó la libreta antes de volver a tomar el libro sin siquiera mirar a Christopher, quién sí lo miraba con notoria sorpresa, Enok había estado leyendo un diccionario para comunicarse con él y no podía hacer más que sentirse extrañamente agradecido, aunque también terminó riendo por lo dicho al final.
— Takk! —respondió Chris, satisfecho cuando el hombre lo miró con una sonrisa aprobatoria.
— Trives du her?
— ¿Cómo..? ¿Glad?
Y Enok lo miró como si en esa palabra Christopher se hubiese dado la repuesta que necesitaba. El castaño sonrió, sintiéndose agradecido, entonces escuchó la voz de Felix que se acercaba con una sonrisa mientras frotaba un poco sus manos.
— Hace un buen clima, eh. God kveld, Enok! —el hombre asintió a modo de respuesta—. ¿Nos vamos?
Felix hizo un movimiento de cabeza discreto para decirle a Chris que avance, el chico se despidió antes de salir del lugar junto al pecoso. Se dirigieron al restaurante de junto, era curioso para el castaño como el frío ya no se sentía quemando su piel, todavía era más de lo que podría soportar, pero ya no lo comparaba como un millón de agujas atravesando su piel. Eso le recordó también cuando saltó al agua, bueno, en realidad había sido arrastrado por Minho, en ese momento sentía que moriría por la sensación del agua helada contra su piel, ese tipo de cosas consiguen replantear cuánto frío puedes soportar. Sonrió ante el recuerdo.
— ¿Algo gracioso? —escuchó a Felix.
Cuando notó, ya habían tomado asiento en una de las mesas cercanas a la barra. Se sintió avergonzado por haberse perdido así en su mente pero terminó asintiendo con una sonrisa.
— Recordé algo agradable, es todo.
— Algo de la amada Australia, imagino.
El castaño se sorprendió, pero terminó por sonreír de medio lado mientras elevaba un poco sus hombros.
— No, en realidad sucedió aquí.
— Oh... En ese caso, me alegra que puedas llevarte un recuerdo lindo del lugar.
— Definitivamente me llevo varios recuerdos lindos de aquí. Es curioso, ¿No? Pensé que me iría decepcionado, ahora me avergüenzo un poco de mi actitud inicial.
— Está bien, Chris, las emociones te hacen humano, no es malo sentirte frustrado, no hay emociones buenas o malas, solo unas que desearíamos no sentir pero siguen siendo importantes. Te ayudan a crecer, a entender a otros, a ti.
— ¿Seguro que tenemos casi la misma edad? Suenas como un viejo sabio.
El chico soltó una breve risa hasta que una mujer se acercó a pedir su orden. Ambos optaron por pedir una gran pizza y zumo de manzana, Felix comentó que el invitaría para celebrar el buen viaje, Chris dijo que no era necesario porque su comida era pagada por la empresa, entonces dijo que él invitaría la comida pero Chris debería invitar el desayuno del día siguiente. El chico aceptó con una sonrisa mientras no se pidiera cangrejo y con ello, Felix volvió a reír.
— ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí? —preguntó Chris.
— Algunos años, sí, pero el tiempo se siente que ha volado.
— ¿Cómo fue que decidiste quedarte aquí?
— En realidad no recuerdo, solo sé que no era feliz en un empleo que me hacía olvidar que trabajo para vivir y no que vivo para trabajar, un día se presentó la oportunidad de venir aquí y decidí que no quería irme.
— Suena a que fue una decisión muy apresurada, no sé si tendría la misma valentía de elegir vivir el día y ya.
— Seguro que sí, todos tenemos un poco de valentía que nos hace tomar decisiones que acaban siendo muy buenas o un poco estúpidas.
Ambos chicos rieron un poco por ello y continuaron comiendo, algunos comentarios banales saliendo de forma ocasional, ya sea sobre la comida del lugar o el amado ambiente cálido de Australia y como Felix ya había olvidado lo que era estar de noche sin una chamarra que le evite morir de hipotermia, pero que no cambiaría las noches con auroras boreales por un cielo opaco de contaminación.
Al terminar hicieron sobremesa un poco antes de decidir que continuarían con su charla al día siguiente. Entonces, Chris aprovechó en ir a comprar unos cuantos dulces para comer más tarde con Minho, necesitaría mucho chocolate para compensar la noticia amarga que ni siquiera él sabía cómo comentar, le estaba costando la idea de saber que sería su última noche de charla con Minho y no sabía exactamente la razón, pues tenían poco de conocerse y había tantas diferencias entre ellos. Aunque, pensándolo mejor, tal vez eran esas diferencias las que hacían que todo fuera más llamativo. La personalidad, la inocencia e historias de Minho hacían que se sienta embelesado, no es que extrañaría mucho el lugar, sino que se encontraba aún fascinado por la idea de la fantasía que rodeaba el lugar, tal vez cuando regrese a casa volvería a su ritmo de vida y consideraría una tontería haberse sentido tan mal por dejar Nordkapp.
O eso esperaba.
Esta vez no se dirigió al muelle, ahora que lo pensaba, era muy arriesgado. En cambio se dirigió a la zona donde Minho lo dejó esa mañana pues era menos visible y acompañado de los tonos naranjas y azules del anochecer, se sentó en espera del chico mientras sacaba un bollo que compró para poder comer mientras tanto. Había algo en lo que le daba la razón a Felix y era que ese cielo no podría verse en la ciudad, era tan limpio, tan irreal, como si estuviera viendo uno de esos vídeos de internet de fondos mágicos con canciones top en las aplicaciones.
— ¿Espera a alguien, caballero?
Escuchó de pronto, Minho se acercaba a la orilla con una sonrisa y Christopher le sonrió mientras asentía.
— Sí, es muy grosero en dejarme esperando tanto tiempo, tal vez no merece lo que hay en la bolsa.
— ¿Traes chocolate? —fue lo primero que preguntó Minho mientras se acerca hacia la bolsa, sonriendo cuando empezó a hurgar en ella encontrando muchas cosas coloridas—. ¡Hay demasiado aquí!
— Claro, pensé que tal vez había muchas cosas que no habías probado porque no caen mucho al agua, así que traje un poco de todo lo que identifiqué. Pero aquí puede ser un poco raro, ¿Puedes creer que en la sección de dulces había tiras de carne seca? —el chico hizo una mueca mientras sacaba una bolsa de chocolates en bolita, una que abrió para después pedirle a Minho que extienda una mano y poder servirle unas cuantas.
Minho comió los chocolates con entusiasmo, asegurándose de saborearlos lo más que podía en su boca, Chris tomó también unos cuantos para poder comer. Adoraba esa tranquilidad que había cuando nadie decía nada, con cualquier otra persona sería incómodo, pero estaba bien porque se trataba de Minho. Las estrellas brillaban entre los vibrantes colores de las auroras boreales empezando a destacar y no pudo evitar recordar las palabras de Felix sobre el amor que sintió mirando una noche en ese lugar comparado al estrés que le producía seguir viendo un cielo oscuro opacado por los edificios que parecían querer ocultarlo, como si quisieran que nadie recordara esos pequeños placeres de la vida.
Entonces escuchó de nuevo la bolsa, Minho había tomado unas papitas y ahora intentaba abrir el bote donde venían, Chris sonrió al verlo batallar con quitar la tapa hasta que se apiadó de la situación pese a darle gracia y termina por quitarla él. Minho sonríe de nuevo mientras saca una papita y en cuanto puede comerla suelta un pequeño sonido de alegría.
— ¿Te gustan? Son de queso.
— ¡Son deliciosas! Jamás las había probado, ¡Suenan cuando las muerdes!
— Es porque son crujientes, es diferente al chocolate, ¿Cierto?
Minho asiente, disfruta la sensación de triturar en su boca, así que toma dos papas y las mete a su boca juntas, sonriendo entre mordidas por el ruido crujiente y el sabor del queso en su boca. Entonces Chris tuvo una idea, sacó su celular y como le había prometido al chico, le enseñó cómo era uno. Minho se mostraba muy emocionado conforme el castaño pasaba las fotos e incluso vídeos, ¡Era increíble! ¿Cómo podía esa cajita guardar gente tan pequeñita? Entonces Chris se dirigió hacia la función de la cámara y tras explicarle a Minho cómo funcionaba, se acercó otro poco a él, lo suficiente para que ambos pudieran enfocarse y tomó una foto. El de cabellos naranjas quedó fascinado al ver como esa cajita guardaba su imagen y terminó comiendo otro poco de las frituras sintiéndose maravillado por esas cosas.
— ¿Puedes traer otra de estas mañana? —pregunta Minho, señalando el bote de papitas antes de tomarlo, decidido a no compartirlas con Chris.
Estaba tan ensimismado en comer que no prestó atención a la mirada triste con la que el castaño lo miraba ahora. Era un tema que no deseaba tocar pero estaba seguro que de no hacerlo, Minho se preguntaría todos los días dónde estaba él y no quería ser tan cruel.
— De hecho, Minho... ¿Recuerdas Australia?
— ¿La amada tierra calurosa? De allá viene Chris.
— Sí, ahí es donde nací... Y recuerdas que vine por un premio, ¿Cierto?
Minho deja de sacar papitas, empieza a entender hacia dónde va la conversación y le resulta curioso cómo puede sobrevivir a temperaturas realmente bajas en el agua pero en ese momento sentía mucho frío, expectante a las palabras de Chris.
— Lo recuerdo...
— Bueno, mi premio era por cinco días y esos días terminan mañana, yo debo partir temprano hacia el aeropuerto que me llevará de regreso...
— ¿Te vas? —pregunta Minho, sin mirar al chico mientras sujeta con fuerza el bote de papas.
— Sí, pero no debería ser sorpresa, nosotros sabíamos que este día llegaría.
— Sí, pero... No recordaba que el tiempo era tan corto...
— Pero no pongas esa cara triste, Minho... Podría regresar el próximo año en mis vacaciones laborales, ¿Te gustaría eso?
El de cabellos naranjas asintió con suavidad, mirando con atención el bote entre sus manos.
— No parece que te agrade la idea —dice Christopher, picando con suavidad el abdomen de Minho—. ¿No quieres verme otra vez?
— Claro que sí, lo que no quiero es que te vayas —responde mientras arruga su entrecejo—, ya no tengo ganas de comer.
— Pero Minho...
— No vas a volver, odias aquí —dice, dejando el bote a un lado—, todos odian aquí, por eso nadie regresa.
— Minho, por favor, yo no te mentiría.
— Basta, ya no puedo pasar otro amanecer esperando ver a alguien que no volverá jamás... Te deseo suerte en tu viaje, Christopher.
Y sin decir más ni esperar una respuesta, Minho saltó de regreso hacia el agua. Chris le gritó y se levantó esperando detenerlo pero si Minho no estaba ahí para recibirlo al entrar al agua, moriría. No quiso arriesgarse. Terminó suspirando con frustración mientras se sentaba de nuevo en el piso, no deseaba que la situación termine de esa forma pero entendía por completo la reacción de Minho, debía ser aterrador esperar por alguien cuando has vivido por tantos años, y muchos de ellos con decepción por promesas vacías.
Christopher acomodó de nuevo las papas dentro de la bolsa y dejó esta cerca de la orilla con una piedra sobre una parte para evitar que el agua o viento la arrastre, entonces pensó que Minho ya no saldría por esta noche, no cuando se sentía abrumado, así que regresó hacia su habitación para poder descansar.
A la mañana siguiente, antes de que Felix pase por él, Chris terminó de arreglar sus cosas y salió hacia el muelle esperando ver a Minho, pero los minutos pasaron y el chico nunca salió. El castaño sintió un extraño vacío en su pecho, esperaba al menos poder despedirse de él, pero el tiempo de volver llegó. Felix estuvo en el lugar a la hora acordada, no quería atrasar al chico, Chris se despidió de Enok, quien con un asentimiento de cabeza respondió a la despedida. Era extraño, había pasado poco tiempo ahí pero sentía que se estaba mudando, ni siquiera había compartido mucho con Enok pero algo le decía que extrañaría su presencia que parecía no dormir ni hacer otras cosas que estar en el mostrador, incluso bromeó un poco sobre eso en el camino con Felix hasta que llegaron al helicóptero que lo llevaría hacia el aeropuerto.
Christopher subió el avión de regreso a casa y como prometió, lo primero que hizo al ver a Jisung fue darle un puñetazo.
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