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3. Estás viviendo, es normal

Un nuevo día llegó, el segundo en Nordkapp y cayó en cuenta de eso cuando al despertar quiso quitarse las cobijas pero pudo sentir sin siquiera moverse al frío de la mañana contra las cálidas telas, consiguiendo alcanzar un poco su cuerpo que al momento adquirió posición fetal, claro, debía esperarse eso de aquel lugar. Las plantas de sus pies intentaban conseguir calor al frotarse entre ellas al igual que sus manos contra sus brazos.

Entonces entendió que si esperaba un momento de calidez tendría que quedarse ahí por días. Así que, adquiriendo valor terminó por salir de la cama para poder vestirse rápido, la pijama salió y su piel se erizó al momento de sentir el frío, eran esos momentos donde odiaba más a Jisung y claro que lo haría pagar cuando regresara.

Tomó una chamarra grande, unos guantes y orejeras que había en el armario para clientes. Felix le había explicado que irían a Cabo Norte, y que como muchas veces la ropa de los turistas no era adecuada para el frío los hoteles tenían algunas prendas para que usen mientras salían a explorar. Chris agradeció eso pues definitivamente había una diferencia entre su chamarra del día anterior a esta que ahora usaba.
Se encontró con Felix a unos minutos del pueblo, irían en helicóptero pues seguir la ruta terrestre les haría tomar gran parte de su día y lo más seguro es que para cuando regresaran hiciera más frío debido a la noche, no quería empeorar la imagen que el mayor tenía sobre el lugar así que consideró que eso lo haría más fácil. Aunque Christopher tampoco tenía tantas expectativas.

Pero por primera vez agradeció estar equivocado respecto al lugar.

Solo podía sentir como el helicóptero se elevaba cada vez más y más, como si fueran capaces de tocar el espacio en cualquier momento, mirar hacia abajo le hacía sentir el vértigo y la adrenalina que se mezclaban en una agradable danza de cosquilleo por todo su cuerpo al ver como bajo el sol, Nordkapp lucía demasiado lindo, las casas coloridas y juntas dando la sensación de unión que claro, tenían todos sus habitantes al conocerse desde hace mucho tiempo. Sonrió. Tan pronto como aterrizaron pudo bajar a sentir el aire golpear su rostro pero esta vez no se sentía tan desagradable porque la vista frente a él lo hacía caminar casi en automático, como si sus piernas lo llevaran hacia el punto más cercano del final, tomó aire, lo más que pudo y lo dejó salir con un suspiro de admiración.

— Es hermoso, ¿No? —escuchó a Felix, quien se paraba a su lado con una sonrisa que demostraba satisfacción.

— Es... Es realmente precioso.

Se limitó a responder sin apartar la mirada, se sentía en lo más alto del mundo y como si estuviera en el final del mismo. No había nada más que mar frente a ellos, sintió una extraña emoción en la boca de su estómago además de las cosquillas que iban de su nuca hacia su espalda, las comisuras de sus labios se elevaron en una sonrisa, una pequeña sonrisa muy sincera cargada de paz, podía respirar el aroma del océano y escuchar el sonido de las olas de forma muy lejana, se sentía tan cerca de las nubes que eran grandes las ganas de estirar su mano para confirmar que podía tomarlas, todo eso le daba una sensación desconocida, se sentía, se sentía... Tan poderoso.

— ¿Cómo pude vivir sin saber qué existía un sitio así? —murmuró.

— Bienvenido a Cabo Norte, un gran acantilado de 307 metros, aunque parece que más adelante no hay nada ahora mismo miras directamente hacia el Polo Norte. Durante el verano puedes ver el famoso sol de medianoche, cuando el sol baja lo suficiente para beber un poco de agua de mar antes de volver a ascender al cielo sin dar paso a la noche; sin embargo, en invierno cuando la noche reclama demostrar también su belleza, puedes ser testigo de la maravilla que son las auroras boreales —Felix hablaba casi escuchándose enamorado del lugar y Chris sintió envidia de nunca haber mirado con tanto amor un sitio, ni siquiera su hogar—. Atrás, la famosa escultura del globo terráqueo, muy popular en las fotos de los turistas, puedo tomarte una si quieres.

El mayor sonrió mientras volteaba a mirar la gran e imponente escultura antes de regresar su mirada hacia el océano, se sentía tan embelesado que no deseaba apartar los ojos de ella.

—Creo que tuviste un flechazo, eh.

—Se siente extraño.

—Estás viviendo, es normal —habló Felix manteniendo una sonrisa en su rostro—. Cuando vivía en Australia los grandes edificios y el ritmo de vida no me permitían apreciar ni siquiera un atardecer común, cuando llegué aquí y vi este... Supe que no quería cambiarlo por un sitio gris de cuarenta pisos donde todo lo que podías ver era cortinas monótonas y la mierda de algún ave.

—Me siento tan... Pequeño. Empiezo a pensar si siempre he sido ignorante de mi tamaño en el mundo o si solo decidía ignorarlo.

—Ven, hay una tienda de recuerdos, podrías llevar algo lindo al chico que te estafó y presumir esta vista.

Chris asintió con una sonrisa hasta que cayó en cuenta que Felix se estaba burlando, pero cuando iba a reclamar, el chico ya había avanzado de forma rápida en dirección a una pequeña estructura cercana a lo que no dudó en correr para alcanzarlo.

Para su sorpresa, todo aquello fue más cálido de lo que podría esperar. Empezaba a disfrutar de la sensación hogareña que abundaba en cada espacio de ese lugar helado. Había comprado un par de cosas en la tienda, dos llaveros de lobo, uno para él y otro para Rosé, y un peluche pequeño de oso polar para su madre. También bebieron algo en el bar junto a la tienda, pero no se tomaron mucho tiempo pues pasada una media hora, Chris empezaba a sentir nuevamente los efectos del frío, así que terminaron si tarde con ello y decidieron regresar.

El atardecer empezaba a bañar el reflejo del océano helado de Nordkapp, los hombres terminaban de guardar todo lo del puerto, finalizando otro día de jornada ardua antes de dirigirse a comer y beber algo mientras se divertían en grupo. Las mujeres terminaban de cerrar las puertas de su hogar, antes de que las ráfagas de la noche se llevaran el calor arduamente ganado durante la tarde, aunque las chimeneas aportaban su grano de arena a mantener el ambiente lo más confortable posible. Era entonces cuando el aroma a mar cedía, siendo dominado por la cerveza y algún trozo de filete grande y humeante, en algunas calles el aroma a galletas o pasteles de manzana creados con la única finalidad de llenar con algo dulce y caliente los estómagos hambrientos de los hombres agotados, de los niños cansados de otro día de diversión y de las mujeres felices.

Chris se había despedido de Felix cuando el helicóptero los dejó nuevamente en "casa", le dijo que podía regresar sólo pues no quería alterar más el horario del chico, que aceptó aquello antes de dirigirse a guardar unos reportes en su lugar de trabajo. Fue entonces cuando aprovechó en quedarse solo con sus pensamientos mientras recorría las calles, había pocas personas pasando de un establecimiento a otro, las lámparas iluminaban permitiendo tener algunas zonas amarillas en medio de esa oscuridad atemorizante, estaban tan expuestos. No supo ni el momento en que sus pies lo llevaron a caminar hacia el muelle, solo lo notó cuando dejó salir un suspiro sorprendido al notar el escenario, los primeros metros frente a él podía ver el reflejo del agua moverse, pero más hacia adelante era como si todo fuera vacío, dudaba que sería consciente del final de no ser por la luna y las estrellas, iluminando apenas el borde de las montañas más lejanas.

Entonces sonrió, definitivamente se sentía pequeño.

Pero de pronto escuchó un chapoteo.

Su mirada que permanecía fija a la luna poco a poco fue bajando hasta donde, justo al bordo del muelle, se encontraba un chico de cabellos naranjas mirándolo. Solo su cabeza salía del agua, pero podía ver sus ojos fijos en él y unas orejas entre rosadas y anaranjadas con la forma de una aleta dividida en tres, eran amplias y parecían moverse en paz con el agua. Dejó caer su bolsa al mismo tiempo que él mismo perdía fuerza en su cuerpo hasta que de pronto, sus rodillas estuvieron contra la madera húmeda. No podía creerlo, era real, todo eso era real.

—No estoy loco —susurró, esbozando una sonrisa por breves segundos que posteriormente se transformó en una mueca—. Oh, Dios, no... Es real.

El chico hizo una expresión de confusión, Chris pensaba seriamente en correr pero sus piernas no reaccionaban, mucho menos cuando aquel ser puso sus manos en el muelle para ayudarse a salir. Entonces pudo verlo mejor, de la cintura hacia arriba parecía humano a excepción de sus orejas, mientras que la parte inferior del cuerpo era una cola de sirena de igual color, entre rosado y anaranjado. Pareció titubear también, pero de pronto empezó a acercarse mientras Chris solo podía pensar en su cercano final. La sirena tomó su rostro con sus manos y el castaño se estremeció, estaban heladas; sin embargo, se entretuvo unos segundos, acariciando las mejillas mientras parecía inspeccionar su físico.

Entonces dijo algo, una cosa que no pudo entender en un idioma que dudó haber escuchado alguna vez. Pero parecía esperar una respuesta. Chris sintió un nudo en su garganta del tamaño de una pelota de béisbol, pero como pudo, pasó saliva con dificultad antes de tartamudear un "por favor, déjame ir". El contrario solo se mostró aún más confundido antes de acercarse hasta que sus labios se tocaron haciendo de esos los segundos más efímeros y largos de su vida, pudo sentir la suavidad en ellos, el débil sabor salado en ese tacto estático y al mismo tiempo, lo fría de su piel.

Entonces el chico se apartó un poco antes de regresar de un salto al agua. Chris sentía su corazón latir con la fuerza de un caballo trotando, podía escucharlo en sus oídos y juraba que si no tenía cuidado, saldría por su garganta en cualquier momento. Llevó su diestra hacia su pecho, intentando calmarse y regular su respiración hasta que el chico volvió a salir, esta vez solo apoyando sus brazos en el muelle mientras el resto de su cuerpo permanecía en el agua; apoyó su mentón en sus brazos y con una sonrisa, habló nuevamente.

—Me llamo Minho.

Permaneció unos segundos en ese trance, intentando asimilar todo lo que estaba ocurriendo y aunque una parte de él todavía quería salir corriendo, otra se limitó a quedarse en su lugar, solo dejando caer su cuerpo hasta que se sentó sobre sus talones y respondió.

— Me llamo Christopher.

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