10. Sin pena ni gloria (FINAL)
Minho recuerda pocas veces en las que ha sentido un miedo profundo, tan profundo como las cuevas a las que solía entrar al fondo del mar, dónde los rayos de luz no llegaban y dónde los peces dejaban de ser coloridos para tener tonos neutros, pero aún así eran inofensivos comparado a lo que podrían parecer al menos para los humanos y los comentarios que había escuchado al respecto, juzgando la apariencia incluso de un pez, diciendo que son peligrosos mientras ellos sostienen la red y un cuchillo muy filoso para sacar las tripas de aquellos animales que consideraban lo peor.
Minho no entendía del todo a los humanos, aunque no por eso dejaban de parecerle interesantes. Eran tan... Curiosos, tenían tantas posibilidades, él estaba atado al océano, a las limitaciones que le asignaba no solo el depender del mar para vivir, sino del estar oculto para sobrevivir, no podía destacar en nada y por ende, no intentar cosas nuevas. En cambio, ya había escuchado alguna vez a los humanos pensar como si fuera el fin del mundo porque una cosa de miles no les salió bien. Siente, que de pensar como ellos, hace años que se habría rendido porque hay muchas cosas que no le han salido bien, pero en cambio intenta ver el lado positivo a las cosas. Sí, tiene limitaciones pero eso no le impide vivir bien y por ende, vivir feliz. El mar era enorme y había cosas nuevas por descubrir cada tanto, además nada se compra a la emoción que siente cuando puede reunirse de nuevo con sus hermanos y la sensación en sus brazos cuando nada a toda la velocidad que su cuerpo le permite, como si fuera infinito.
Pero, ¿Por qué pensaba en eso? Ah, sí. Minho recuerda pocas veces en las que ha sentido un miedo profundo.
Una de esas veces fue cuando era más joven y una red de pesca estuvo a punto de atraparlo, no era intencional, los hombres a bordo del barco solo deseaban atrapar peces para sobrevivir pero Minho tenía presente el tiempo de caza que terminó con muchos de sus hermanos y hermanas. Esa vez, sentirse tan cerca de morir hizo que sus sentidos se pusieran alerta al menos tres semanas, días en los que algo pasaba junto a él y huía pensando que era alguna red, solo para darse cuenta al final que era cualquier pez desorientado. Había sido un tiempo en verdad horrible porque en el océano, siempre hay cualquier cosa pasando cerca, incluso si es una basurita.
Otra de esas ocasiones fue cuando escuchó esa voz luego de tanto tiempo, gritando su nombre seguido de una promesa de no irse jamás, cuando Minho asomó su cabeza pudo ver a Christopher en el muelle, se sintió confundido pero al mismo tiempo muy feliz, porque había vuelto, no lo había abandonado y ahora gritaba a los cuatro vientos que ya no se iría, pero toda la felicidad que lo embriagó en ese momento se fue cuando lo vió saltar al agua. En vez de eso el pánico se apoderó de él porque Christopher, sin su beso, era frágil y el agua podría matarlo. No recuerda haber nadado tan rápido antes, ni siquiera cuando sintió que su vida terminaría con aquella red cercana, nunca había sentido un pavor tan horrible como el miedo que lo dominó el pensar que no llegaría a tiempo a su lado.
Pero lo hizo.
Minho tomó entre sus brazos a Christopher y unió sus labios para poder darle aire y la posibilidad de respirar de nuevo, en cuanto vió de nuevo esos ojos brillantes de emoción mirarlo, se sintió aliviado, también pudo sentir algo, algo que Chris quería decir con esa sonrisa amplia y esa ternura que no necesitaba palabras, como si ningún beso que le diera pudiese entender ese idioma que había ahora entre ellos dos y que no requería palabras. Y cuando el castaño unió de nuevo sus labios fue la señal que necesitaba, los brazos del chico ahora lo abrazaban por la cintura y en medio del helada agua de Nordkapp, Minho se sintió cálido. También pudo sentir una presión en su abdomen que recorría su cuerpo ascendiendo hasta llegar a su garganta y así, en medio del beso, Minho le pasó a Chris una pequeña perla brillante y rosada que el chico aceptó sin titubeos.
Minho le había contado un poco a Christopher cuando éste se sorprendió de saber que podría vivir eternamente con él.
Solo basta de comer una pequeña perla que las sirenas pueden generar en su cuerpo, para quedarte por siempre en el mar. Aunque al escuchar eso siglos atrás las personas intentaron abrir el abdomen de las sirenas con tal de conseguir la anhelada perla y volverse así inmortales, esta solo podía generarse si el portador lo deseaba de corazón, por lo que muchas de esas horribles muertes por la codicia humana fueron en vano y eventualmente se consideró que la perla era un rumor, ya que nunca nadie había podido conseguirla.
Lo que Christopher nunca esperó es que, tras disminuir el efímero brillo que se generó en sus ojos tras comer la perla, ahora tendría una cola color celeste, ahora también tenía escamas como el cuerpo de Minho. Pero la idea no le disgustó, ahora podría seguirle el paso y pensar en alguna vez superar su velocidad lo emocionaba.
Explicar eso a Felix una vez que la adrenalina pasó fue lo más difícil, el chico seguía en shock al pie del muelle. Pero no fue complicado, Christopher solo debía ser sincero y contar las cosas como ocurrieron, y para suerte de ellos, Felix comprendió.
O al menos empezó por intentarlo y eso ya se apreciaba.
Y ahora, mientras nadaba junto a Minho, deteniéndose de forma ocasional para abrazarse, supo que había tomado la decisión correcta. Su mente se sentía de alguna forma más ligera sabiendo que no debe preocuparse más por el trabajo, por las cuentas, por lo que tendría que hacer de su vida, pues ahora puede vivir un día a la vez. Pero también quería dar indicaciones porque había cosas que sabría necesitarían, de este modo, al día siguiente cuando el atardecer estaba en su punto, Felix fue de nuevo al muelle y Chris se acercó para pedirle un favor, uno que sabía era mucho pero no pierde nada con intentarlo.
"Cada tanto tiempo, por favor, trae algo dulce para nosotros, alguna fritura. En mi maleta hay dinero, no es mucho, pero alcanzará para un tiempo. Y, si no es mucho pedir, también traje mi laptop, ¿Podrías traerla algunos días cerca del muelle con algún dvd dentro? Quiero que Minho pueda ver muchas películas y vea las cosas maravillosas que hay."
No sabía qué respuesta esperar, Felix no les debía nada ni tenía responsabilidad con ellos. Pero lo hizo, cada dos días llevaba alguna fritura a la orilla del muelle, a veces cuando tenía viajes con turistas, también incluía algo de la tienda de recuerdos, algún peluche o juguete que no se dañe con el agua y Christopher lo agradecía demasiado porque la expresión alegre de Minho y su curiosidad siendo saciada de forma temporal era algo que llena de goce a su alma. Chris está seguro que con el pasar de los meses, el dinero que tenía en la maleta dejó de existir para sus chuches, pues no esperaba que Felix fuese tan constante con ello, pero las golosinas nunca dejaron de llegar. A veces, cuando el día era agradable, Felix traía tres raciones de comida, como hamburguesas, tomaba asiento a la orilla del muelle junto a ellos, se ponían a comer y conversar un rato antes de tener que regresar a casa.
Minho era el más feliz con eso, en ese tiempo había empezado a probar cosas nuevas y bastante ricas, ahora sabía más por las películas aunque estaba seguro que los humanos no podían dar vueltas así como cuando giraban en sus vehículos, al menos Chris no podía ni levantar tanto un pie cuando lo conoció, pero no se oponía a ese conocimiento.
Y con cada platillo y noche de anécdotas, los años empezaron a pasar. Mientras Christopher y Minho se mantenían idénticos al día que se conocieron, Felix dejó una pequeña bolsa con gomitas en el muelle mientras toma asiento con un poco más de dificultad, ahora tenía barba pero aún así, a sus recientes cuarenta años, lucía guapo ante los ojos de Chris y Minho.
— Me alegra que regresaron ya, ¿Cómo están tus hermanos, Minho? —pregunta Felix.
— Están muy bien, gracias.
— ¿Cómo ha estado todo por aquí? —pregunta Christopher, abriendo la bolsita para Minho.
— Todo ha estado muy tranquilo, demasiado desde lo de Enok.
Christopher hace una expresión de tristeza, hace tres meses que el hombre que siempre permanecía en silencio en su puesto de trabajo había fallecido debido a la edad, para ambos fue un golpe duro, sobre todo para Felix, ya que Enok había sido su compañero desde que llegó a Nordkapp. Incluso si para muchos el hombre silencioso no representaba la mejor compañía, Felix encontraba consuelo en su sola presencia, en su forma peculiar de decir que todo estaría bien. Chris se sintió culpable, desde su regreso se había encargado de hacer llegar unas cuantas cartas que supuestamente él escribía desde Australia solo para comunicarse con él, nunca le dijo que siempre estuvo ahí, no quiso arriesgarse pues aunque Enok era un buen hombre, ya era riesgoso que Felix los visite cada tanto tiempo ahí, no quería poner en peligro a Minho.
— El tiempo pasa demasiado rápido —dice Chris.
— Bastante.
— ¿Has pensado en lo qué te dijimos?
— No quiero convertirme también, Christopher.
— Lo haces sonar como una secta.
El pecoso se ríe por la comparación antes de suspirar, mirando el cielo colorido por las auroras boreales y se siente aliviado con la calma de la noche.
— Amo la vida y es porque sé que en algún momento acabará, intento hacer todo lo que pueda hasta ese momento, disfrutar, quiero cumplir mi ciclo aquí. Irme en calma luego de haber dejado mi huella que eventualmente será cubierta hasta que el viento se lleve consigo los recuerdos de Lee Felix. Cada que tengo miedo de arruinarlo y que alguien juzgue mis acciones, recuerdo que en algún momento nadie recordará si lo arruiné, si hice algo malo, solo quedará en el olvido. Quiero irme, sin pena ni gloria, quiero solo existir para en algún momento fundirme con la tierra y ser uno mismo con el lugar que alguna vez me enseñó tanto.
— Hombre para, si sigues así querré mis pies de vuelta y ya tiré todos mis zapatos —bromeó Bang.
Minho sonrió divertido por ello.
— Pero traemos una buena noticia también —dice Chris.
— Christopher ha pedido mi mano, al parecer es una tradición importante entre humanos, al inicio me asusté, pensé que en serio quería cortarla, pero puso un anillo bonito ahí —dijo Minho, enseñando su mano con un pequeño anillo de algas en él—. Tendremos algo llamado matrícula.
— Matrimonio, Minnie —corrige Chris, dejando un beso en la frente de Minho antes de mirar de nuevo hacia Felix—. No es que podamos alquilar un salón, así que solo diremos nuestros votos mañana aquí, en el muelle donde nos conocimos, significaría mucho que nos acompañes, no lo sé, ¿Padrino?
— Será un honor estar aquí con ustedes.
Y entre conversaciones sobre el matrimonio y cómo suelen ser las bodas de las personas, Minho esperó con entusiasmo que el día siguiente llegue. Claro, aunque las historias eran de una forma, sabía que no podrían tener mucho de todo aquello que le decían, pero eso no evitaba que se sienta por completo emocionado de pasar algo así con Chris.
Felix consiguió jugo de uva para simular unas copas con vino ya que no sabían si Minho podía beber algo de alcohol y al no querer arriesgarse, decidieron ir seguros con algo que ya había probado, después de todo, seguro el vino no le habría gustado tanto como el jugo de uva.
Y ahí, entre el agua, siendo solo iluminados por la luz de la luna y los colores de las auroras boreales, la noche volvió a caer. Felix estaba sentado en el borde del muelle, sosteniendo una pequeña vela para dar lo que él llamaba un ambiente romántico.
Minho y Chris se miraban, sentados en el muelle también y manteniendo las aletas en el agua. Felix se sentía conmovido, todo aquello que alguna vez fue raro para él ahora era tan familiar, sí, ellos dos junto a Enok eran su familia.
— Querido Minho, no tengo palabras para describir las mil formas en las que salvaste mi vida. Me sentía perdido antes de encontrarte, hay muchas cosas que nunca pensé que existían, hadas, minotauros, sirenas, pero tu sola existencia vino a darle sentido a todo lo que podía escucharse absurdo. Llegaste para hacerme saber que había mucho de la vida que no conocía y que gracias a ti, poco a poco puedo conocer. Quiero pasar cada uno de mis días a tu lado, conociendo el mundo, huyendo cuando vemos alguna ballena aunque esté muy lejos. Antes pensaba que el mundo era enorme porque yo era insignificante, ahora sé que es grande porque todavía queda mucho por descubrir.
Felix sonrió enternecido de aquellas palabras, Minho igual, tras unos segundos de silencio, Chris suelta una breve risa mientras palmea un poco la mano de Minho.
— Debes hablar también, Min.
— Oh, debo hacerlo —el chico carraspea un poco—. Christopher, gracias por permitirme comer muchas cosas ricas y saber más de las personas a través de las películas, aún dudo que puedan saltar de un edificio a otro y perseguirse en esos vehículos, pero confío en tu conocimiento. ¿Así está bien?
Chris asintió con una sonrisa, diciendo que eso estaba mejor que bien. Entonces Felix habló.
— Antes de declararlos marido y mujer, permítanme darles un regalo —habló, sacando después un par de collares para entregar uno a cada uno—. Mis padres eran muy pobres para costearse anillos de matrimonio, así que usaron estos relicarios como símbolo de unión. Significaría mucho para mí que los acepten como una versión extra a esos bonitos anillos de alga.
— Felix, nosotros no podemos...
— Por favor, el matrimonio nunca ha sido lo mío y no quiero que estos pequeños se queden en la nada, solo guardados una vez que yo no esté.
Christopher aceptó ante la insistencia de Felix, por lo que tomó ambos collares y ayudó a Minho a colocarse el suyo, que rápido se mostró alegre por lo bonitos que eran.
— Entonces, los declaro marido y marido. Pueden besarse, aunque ya conocen su idioma.
Felix bromeó con aquello último, sacando unas risas a la pareja antes de besarse. Christopher sabía que aquello significaba mucho para él, nunca pensó casarse porque su ritmo de vida no le permitía siquiera tener citas decentes, pero estaba seguro que también significaba demasiado para Minho, que no dejaba de hablar con emoción de la tradición humana que podría hacer. Así que, como idea a raíz de eso, Christopher y Felix decidieron incluir en más eventos y traiciones a Minho tanto como sus limitaciones se los permitían, entonces Minho pudo experimentar navidad y hacer un intercambio de regalos, él disfrutó su bolsita de papas, Felix por su parte... Encontró curioso y adorable la bolsita de camarones, algo podría hacer. También el día de las bromas, donde recibió una lata de maní que hizo reír mucho a Christopher y Felix cuando saltaron los pequeños gusanitos falsos que asustaron a Minho.
Y así, entre festejos y risas los años fueron pasando hasta que una noche, Felix ya no los esperó en el muelle. Ambos esperaron cerca por días hasta que lo que más temían se confirmó cuando una mujer que nunca habían visto llevó la urna con las cenizas del australiano para dejarlas a la orilla del muelle, tal como les había comentado alguna vez que pidió en su testamento. Y aunque querían nadar rápido hasta estar cerca tuvieron que controlarse hasta que la noche cayó y la gente volvió a sus hogares. Cuando se acercaron pudieron ver el nombre "Lee Felix" grabado en la urna. Christopher quiso llorar, sintió un nudo en su garganta tan grande que en algún momento temió que ya no podría respirar, pero no quería asustar a Minho con el tema y hacerle sentir que aquello era malo, no cuando éste se acercó con curiosidad para acariciar las letras grabadas.
— ¿Felix está aquí?
— Uhm... ¿Recuerdas lo que él habló contigo alguna vez?
— ¿Sobre el día que tendría que dejarnos? ¿Es eso? —preguntó, haciendo una mueca se tristeza cuando Chris asintió—. Pero yo todavía quería estar con él.
— Yo también, pero recuerda muy bien lo que te dijo al respecto.
— "Tendré que dejarte a medias, Minho, no podrás verme pero estaré cerca en todo momento vigilando que no te acabes la bolsa de gomas dulces de un puñado".
Christopher sonrió de lado, Felix se había tomado la molestia se explicar todo de modo que no sea doloroso o difícil para Minho y lo agradecía mucho.
— Así es, y nosotros tendremos que irnos ya a seguir explorando. Hemos descansado mucho aquí, ¿No crees?
El chico asintió y Christopher tuvo una idea. Con cuidado abrió la urna y tomó poca ceniza, colocando con cuidado en sus relicarios.
— Esta vez ese viejo terco tendrá que acompañarnos.
Minho asiente con una sonrisa, feliz respecto a que Felix los siga. Sostiene por un momento su relicario en su mano antes de ponerlo en su cuello, ahora sí sería un buen viaje. Dejaron todo en su lugar y tras mirar el cielo oscuro, Christopher sonrió, recordando como hace años fue justo en ese muelle con una noche oscura cuando se sintió estafado y tonto, como si su vida fuera la peor y que estaba destinado al fracaso. Pero ahora siendo la misma escena, el diferente contexto hacía que vea esa noche como la más hermosa de todas. Miró al cielo sintiéndose lleno, feliz, dichoso de la vida que le había tocado, no, de la vida que eligió. "Gracias por enseñarme eso", susurró al cielo, sabiendo que Felix escuchaba. Cuando Minho preguntó si le había dicho algo él negó, sumergiéndose en el agua para que no vea que sus ojos y mejillas ya estaban húmedas.
— ¿Listo?
Preguntó, Minho no respondió y en vez, sonrió con malicia antes de empezar a nadar con rapidez, Christopher sonrió empezando a nadar también para alcanzarlo y disfrutando del camino, de la sensación a la que no terminaba de acostumbrarse, de la emoción en su abdomen ante lo desconocido y la felicidad de saber que no está sólo en ese viaje. Se cuestionó por un tiempo porqué su vida debía ser tan difícil sin saber que la opción del cambio siempre la tuvo él, ahora solo tenía que disfrutar y por suerte, tenía tres personas maravillosas para ayudarle con eso.
Enok, que le enseñó que no tenía que estar siempre ocupado para sentirse útil y que estaba bien tomar un descanso.
Felix, que le ayudó a darse cuenta que puedes empezar de cero en sitios que no encajan en tu estándar.
Y Minho, que le seguía enseñado que vivir es hermoso porque nunca dejas de conocer más.
Christopher entendió también que la vida es hermosa, y es hermosa porque es finita, porque el día de mañana puedes ya no estar aquí y por eso había que aprovechar cada risa, cada llanto, cada golosina y cada atardecer. Porque existimos por un momento y luego nos evaporamos, porque podemos actuar de forma tonta y reír hasta el cansancio. Equivocarnos, porque luego nadie lo recordará, y empezar a formar una vida de la que estemos orgullosos de contar en un futuro. Pero con Minho a su lado, podía ser un poco caprichoso y elegir la inmortalidad, después de todo, aún hay mucho por descubrir.
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