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Capítulo 49 [1ª Parte]

Ellie Miller conduce su coche hacia el pueblo de Windy Storm, que se encuentra a varios minutos de Broadchurch, siguiendo la carretera del norte. Gira el volante en una intersección, incorporándose a la pequeña autovía que conduce a su lugar de destino. Alec está sentado a su lado, con el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla del coche, al tiempo que se tapa la boca con el puño en un gesto pensativo. Está claro, que le está carcomiendo la cabeza el hecho de haberle autorizado a su prometida el intervenir en la investigación, pese a sus directrices estrictas de no hacerlo. Siempre consigue salirse con la suya... Bien sea saltándose las normas, o bien ignorando sus órdenes. No niega que es una excelente investigadora por ello, pero no significa que sus acciones no la pongan en peligro. Y eso es precisamente lo que lo hace entrar en una vorágine de ansiedad y preocupación.

—¿Se encuentra bien, señor? —inquiere Katie desde la parte trasera del coche, logrando sobresaltar por un ínfimo instante a ambos veteranos inspectores, quienes ni siquiera han reparado en su presencia. Están tan acostumbrados a que sea Cora la que se encuentre atrás, que no esperaban escuchar la voz de su oficial a su espalda—. No quiero incomodarlo o meter las narices donde no me llaman, pero no he podido evitar notar que parece consternado...

—Sinceramente, no estás desencaminada, Harford —suspira Hardy con un tono resignado, antes de cruzarse de brazos, posando su mirada parda en el espejo retrovisor interior, a fin de poder mirar a su subordinada a los ojos—. Me preocupa la Inspectora Harper.

—¿Le ha pasado algo? —inmediatamente como respuesta a sus palabras, Katie no puede evitar realizar esa pregunta, preocupándose por su superiora, dado que gracias a ella no solo ha aprendido a ser una analista en potencia, sino que de no ser por su insistencia, y su recomendación, no estaría en el cuerpo de policía.

—No te preocupes: se encuentra bien —la informa, contemplando cómo su oficial de cabello negro suspira con evidente alivio. Alec no puede evitar sentir cierta calidez en su pecho al comprobar lo mucho que Katie parece estimar a su querida Lina. Aprecia que sus subordinados recurran a ella en busca de consejo, pero aprecia mucho más el hecho de que la consideren alguien en extremo importante en el cuerpo—. Es solo que... —hace una pausa, buscando las palabras adecuadas, y cuando finalmente lo hace, suspira con pesadez—. Supongo que no hace falta que me ande con rodeos respecto a nuestra relación, ¿verdad? —decide cortar por lo sano, contemplando cómo la joven asiente desde la parte trasera del vehículo, pues todos en la comisaría son conscientes de que están prometidos—. El caso es, como sabes, que he decidido apartarla del trabajo de campo por... —traga saliva, pues es consciente de que no es precisamente un gran comunicador en lo que se refiere a sus sentimientos, y relaciones personales, pero esta situación empieza a rozar el límite de lo absurdo: ¡es su subordinada, por el amor de Dios! ¡Tendría que estar acostumbrado a tratar con ella tras tiempo trabajando a su lado! Se fuerza a continuar hablando, intentando ignorar el leve rubor que ha aparecido en sus mejillas, para regocijo de Ellie, quien sigue adorando ver cómo su compañero y amigo se mete él solo en camisas de once varas—. Verás Harford, Cora está embarazada —le revela, y la oficial negra abre los ojos como platos por unos segundos, evidentemente sorprendida, aunque pronto parece recuperar su expresión neutral en el rostro, pues ahora que lo piensa bien, había notado indicios de que su superiora y jefa de analistas del comportamiento tenía algo distinto, además del evidente brillo en su piel—. No tenemos la intención de hacerlo público hasta que empiece a notársele —le comenta, y la joven con piel canela asiente al momento, comprendiendo que quieran mantener su privacidad intacta el máximo tiempo posible, pues está segura de que cuando los demás miembros de la comisaría lo sepan, se armará una fiesta—. De hecho pocas personas lo saben, así que te pido discreción.

—Por supuesto —Katie no puede sino respetar sus límites. Además, sabe de buena tinta, por algunas amigas suyas, que los embarazos no son especialmente cómodos durante los primeros meses, y ante todo, quiere que Cora pueda estar tranquila en su lugar de trabajo, antes de que todos empiecen a bombardearla con preguntas y consejos. Y teniendo en cuenta el carácter protector y algo irascible del escocés... Está por jurar que dentro de unos meses lo verá vociferar por la comisaría para que dejen a su mujer en paz—. Imagino que está preocupado porque haya querido participar en la investigación, a pesar de que la haya apartado del trabajo de campo, ¿no es así?

—¿Cómo has deducido eso? —inquiere Ellie, deteniendo el vehículo en un semáforo. Está positivamente sorprendida, pues esa forma de hablar es sin duda reminiscente de la cadencia de la taheña analista del comportamiento.

—Bueno, no ha sido muy difícil —empieza a explicarse Katie, rememorando cómo suele exponer sus análisis la pelirroja con piel de alabastro—. Al momento de darnos la información del caso, he podido ver a la Inspectora Harper apoyada en una de las columnas, y no solo parecía atenta a la información, sino que estaba claro, por la forma en la que entrecerraba los ojos y apretaba los labios en una delgada línea, que estaba analizando la escena del crimen. Ha fruncido el ceño en un momento dado, y su postura se ha tornado tensa, pero relajada a los pocos segundos, al término de la reunión, lo que me ha dejado saber que estaba decidida a ayudarnos con la investigación, aunque se la hubiera apartado del trabajo de campo —ambos inspectores intercambian una mirada y no pueden evitar sonreír de manera disimulada, pues ahora mismo, es como si estuvieran escuchando hablar a su querida novata con ojos cerúleos. Sin duda, Katie se ha esforzado por aprender de ella en estas últimas semanas tras la resolución del caso de Trish Winterman—. Por si fuera poco, he advertido su lenguaje corporal en su despacho, y he visto los claros signos de una disconformidad y determinación, por no hablar de cómo se ha impuesto usted frente a ella, sujetándola firmemente por los brazos, como si intentase que cambiase de idea —describe, y el escocés emite un breve y bajo sonido para dejar claro que ha interpretado correctamente los datos—. De ahí que, al marcharnos de la comisaría, haya advertido que el ademán de la inspectora fuera más calmado, porque había conseguido su objetivo, mientras que el suyo era tenso, probablemente porque a pesar de querer protegerlos, al bebé y a ella, no ha tenido más remedio que acceder a sus demandas.

—Es cierto, Harford, tienes buen ojo para interpretar las señales —admite el inspector con una sonrisa orgullosa hacia su oficial. Sabe que Katie ha aprendido mucho de Cora y de Ellie, y eso la ha convertido en una valiosa incorporación al equipo—. La Inspectora Harper tiene un fuerte sentido de la justicia y un empeño inquebrantable. A veces, es como tratar de detener un tren en marcha cuando se propone algo —Alec suspira, recordando algunas situaciones previas en las que Lina se ha lanzado a la acción sin pensarlo dos veces.

—Estoy segura de que eso es lo que la ha llevado a querer involucrarse —asevera Ellie al momento, comprendiendo el talante del que hace gala su amiga, siendo capaz, como en tantas ocasiones anteriormente, de tirar el libro de normas por la borda con tal de hacer su trabajo—. Y, para ser honesta, agradezco tenerla en el equipo, incluso si es en una capacidad más limitada. Su experiencia y habilidades son valiosas, y nadie conoce mejor cómo funciona su mente que ella misma —la veterana inspectora posa su mirada en su jefe y compañero, esperando que sus palabras puedan tranquilizarlo, al menos un poco.

—No puedo negar que su presencia puede ser beneficiosa, pero también temo por su seguridad y la del bebé. No quiero que corra riesgos innecesarios. Ya ha pasado por momentos difíciles, y me da miedo que algo salga mal. Además, todavía hay muchas incógnitas en este caso, y la situación en Windy Storm es tensa.

—Entiendo que la proteja, señor, pero también sé que la Inspectora Harper es lo suficientemente inteligente y cuidadosa, como para no exponerse a situaciones peligrosas —les comenta Katie, rememorando cómo se desenvuelve su compañera de análisis del comportamiento en la comisaría y fuera de ella, habiendo trabajado codo con codo en el caso de Trish Winterman—. Si se lo ha propuesto, buscará la manera de contribuir desde un lugar seguro.

Alec asiente levemente, admitiendo que la confianza de Katie en Lina es reconfortante.

—Tienes razón, Harford. Me cuesta soltar el control, pero confío en ella y en su juicio. Además, siempre ha sido una persona muy centrada y profesional en el trabajo.

—Ella estará bien —insiste la inspectora de cabello rizado recogido en una coleta, antes de comenzar a conducir nuevamente, pues el semáforo se ha abierto—. Y no estamos solos en esto, tenemos un equipo competente que nos respalda y ayuda en todo lo que puede —argumenta, a fin de acabar con sus temores, pese a saber que, como padre y como prometido, especialmente de Coraline, Alec no dejará de preocuparse en estas primeras etapas. Lo admite: se le hace extraño verlo así de descolocado y nervioso, pero es una prueba más de lo humano que es en el fondo, y de lo mucho que quiere a su amiga pelirroja—. Katie es una prueba flagrante de ello, y por eso estoy segura de que Cora estará bien con Frank: cuidará de ella.

Katie sonríe de forma genuina, agradecida por las palabras de la inspectora que conduce el vehículo y por el reconocimiento de su labor. Aunque es joven y aún está aprendiendo, se siente valorada en el equipo y comprometida con la investigación. Cuando habla, lo hace con calma, habiéndosele ocurrido una idea.

—Como bien ha dicho la Inspectora Miller, estoy aquí para ayudar en lo que pueda, señor, al igual que muchos otros en la comisaría —le recuerda en un tono factual, advirtiendo cómo el escocés de cabello castaño asiente al momento, pues de lo contrario, no la habría incluido en la investigación, y por ende, no estarían manteniendo esta conversación ahora—. Por lo que, si me lo permite, también me gustaría ofrecer mi ayuda para vigilar y cuidar de la Inspectora Harper en este periodo tan delicado...

Ellie y Alec intercambian una mirada llena de gratitud y aceptación.

—Gracias, Katie. Lo tendremos en cuenta —responde Ellie con una sonrisa cálida.

Ellie retoma la conducción, continuando el camino hacia Windy Storm. En el interior del coche, la atmósfera parece más tranquila y reconfortante, como si el equipo hubiera encontrado una nueva forma de enfrentar los desafíos que se les presentan.


El sol ni siquiera ha dado muestras de presencia en el firmamento, pues está oculto tras unas nubes y cielo gris, que amenaza con una llovizna cálida de verano. Coraline Harper y el sargento Frank Williams llegan en ese momento a la vivienda de la familia German. La casa, ubicada en una tranquila calle al norte de Windy Storm, tiene una apariencia acogedora pero, en este momento, parece teñida de una sombra inquietante debido al espeluznante caso que tienen entre manos. Tras estacionar el vehículo en la calzada de la vivienda, Coraline se apea del mismo, sujetando en sus manos su bolso, en cuyo interior se encuentra su confiable bloc de notas. Frank, que se apea del coche y camina tras ella, tiene una bandolera en la que guarda guantes, mascarillas, pinzas y bolsas forenses, a fin de recoger cualquier evidencia que encuentren.

Al acercarse al umbral de la puerta principal, la pelirroja de ojos azules toma una profunda bocanada de aire para centrarse antes de tocar el timbre. Poco después, la puerta se abre de par en par, revelando a un hombre y una mujer de mediana edad, los padres de Elizabeth "Libby" German. El padre, de cabello pelirrojo ligeramente canoso, ojos verdes y gesto serio, se llama David, mientras que la madre, de ojos celestes preocupados y cabello castaño, se llama Karen.

—Buenas tardes, señor y señora German. Soy la Inspectora Coraline Harper y este es el Sargento Frank Williams —los presenta tras enseñarles su identificación policial. A los pocos segundos les estrecha las manos con efusividad, intentando hacer más amena esta visita que no es de ninguna forma, de cortesía—. Hablamos por teléfono —les indica, pues antes de personarse en la vivienda, ha creído conveniente ponerse en contacto con ellos para ponerlos sobre aviso. Contempla para su alivio que ambos progenitores asienten al momento—. Como saben, estamos aquí por la investigación del caso de Abby Williams y Sharon Holloway, además de la desaparición de su hija, Elizabeth.

Los padres intercambian una mirada que mezcla nerviosismo y tristeza.

—Por supuesto, pasen, adelante —dice David con una voz entrecortada—. Haremos todo lo que podamos para ayudar con la investigación.

Harper y Williams entran en la casa con pasos delicados, como si tuvieran miedo de romper la paz que hay en el lugar. Es casi como poner los pies en un lugar sagrado, y no es para menos en estas circunstancias: una chica ha desaparecido, y por el momento, sus padres están en la más profunda de las incertidumbres, incapaces de averiguar si su hija está viva o muerta. Una vez en el interior, Cora advierte que la atmósfera se siente más tensa. La inspección visual del lugar deja claro que la familia German está pasando por un momento difícil: hay fotos de Libby por todas partes, desde su niñez hasta la actualidad.

"Como es lógico, se aferran a lo que tienen ahora mismo: sus recuerdos. Necesitan mantenerla con vida el máximo tiempo posible... Aunque estos mismos recuerdos solo intensifiquen el dolor de no poder hablar con ella, o tan siquiera estrecharla entre sus brazos", piensa para sus adentros la analista, habiendo realizado un examen preliminar de la estancia, no sorprendiéndose en absoluto por lo que está presenciando. Y quizás sean las hormonas del embarazo, pero no puede evitar sentir cómo una sensación de opresión y tristeza se instala en su garganta, formándole un nudo que, momentáneamente le impide hablar. "Ahora que tengo a Daisy y estoy esperando nuestro primer hijo en común, comprendo ese miedo que te atenaza desde el interior del cuerpo, esa desesperación de que algo le haya pasado a lo más preciado que tienes en la vida..." no puede evitar pensar que, así es como Alec se siente cada vez que ella hace caso omiso a sus palabras y decide actuar por su cuenta.

—Lamentamos mucho tener que hacerles preguntas personales, pero necesitamos comprender la vida de Libby en su totalidad, además de recabar cualquier información que pueda ayudarnos a encontrar pistas sobre su desaparición —explica Coraline con una ingente cantidad de empatía, habiéndose sentado en una de las sillas que le han proporcionado, mientras que Frank se sienta a su derecha. David y Karen están sentados frente a ellos, en el sofá de la estancia. "Es como volver a hablar con Mark y Beth Latimer..." rememora la analista del comportamiento con acritud, pues esta pareja y esta situación, así como la posición en la que se han sentado, le recuerdan demasiado a aquel primer caso de asesinato que investigó.

Karen asiente, agradecida por el enfoque comprensivo de la inspectora que tiene delante. Estaría mintiendo si dijera que ni su marido ni ella saben quién es la joven de ojos azules. Han oído hablar de ella gracias a los casos de Danny Latimer y Sandbrok, por lo que están al tanto de sus habilidades. Sinceramente, es un alivio que ésta capacitada joven esté a cargo de encontrar a su querida niña.

—Por supuesto, hagan lo que necesiten —afirma David tras rodear los hombros de su mujer en un afectuoso gesto, aparentemente listo para enfrentar las preguntas.

—Para empezar, ¿podrían hablarnos un poco sobre su situación económica? —quiere saber la inspectora de cabello carmesí y piel pálida, habiendo sacado su bloc de notas con el fin de apuntar cada respuesta—. ¿Ambos trabajan? —inquiere, a fin de confirmar la información que se le ha dado en la comisaría.

El señor German es quien se decide a responder a la pregunta.

—Sí, ambos trabajamos de manera activa —asiente mientras su mirada se fija en dos diplomas que hay colgados en la pared tras la analista, quien sigue su mirada, contemplándolos: David se graduó en la universidad de Chicago en Magisterio, y Karen se graduó en la universidad de Manchester en Medicina. Esto indudablemente le deja claro a la joven analista en qué ámbito trabajan ambos—. Yo soy maestro y mi esposa es médico.

—Entiendo. Y sus horarios laborales, ¿son estables?

—Sí inspectora, por lo general tenemos horarios fijos —responde Karen en esta ocasión, rememorando los múltiples turnos que ha tenido que hacer en las últimas semanas, así como su larga lista de pacientes—. Al menos mi marido, puesto que mi horario es más impredecible, dada la demanda en el hospital.

Coraline asiente, apuntando sus respuestas, habiéndose concentrado de manera precisa en su entonación y vocalización, además de en su parpadeo. Para su buena suerte, ambos han dicho la verdad, pues han desviado sus ojos en cada pregunta arriba a la derecha, y por cómo puede ver sus manos, ambos son diestros. Además, a pesar de la situación en la que se encuentran, su voz no se ha tornado temblorosa o su tono esquivo. Le alivia que cooperen de manera genuina.

—¿Podría contarnos, si no es indiscreción, a qué se dedica exactamente como médico?

—No es indiscreción inspectora... Verá, me especialicé en psicología y endocrinología a fin de trabajar con jóvenes, principalmente adolescentes, que tengan problemas en esa etapa de la vida, o bien sean transexuales —se explica Karen al momento con una sonrisa suave, nada molesta por la curiosidad de la muchacha de piel de porcelana—. Sí, sé que puede parecer chocante, y más en una comunidad religiosa como la que hay en Windy Storm, pero todo el mundo tiene derecho a ser feliz, y estoy segura de que Dios aprueba eso.

"Comprendo. De modo que es una doctora que se dedica a tratar pacientes en edad adolescente, mediante el manejo y el tratamiento hormonal además del psicológico..." reflexiona para sus adentros la inspectora de treinta y dos años, antes de anotar una nueva pista en su pequeño y confiable bloc de notas. "De modo que esta es una comunidad religiosa, ¿eh? Entonces, teniendo en cuenta mi análisis inicial sobre el posible culpable, me temo que la mayoría de personas en este pueblo podrían ser sospechosas".

—¿Cómo es vivir en Windy Storm? Ha mencionado que se trata de una comunidad religiosa.

—Sí, es una comunidad bastante religiosa —afirma el padre de Libby con un tono factual, antes de cruzarse de brazos en una actitud ligeramente a la defensiva, algo que la taheña advierte al instante: sin duda hay algo que no le gusta sobre esta comunidad, aunque por el momento no parece que quiera compartir nada sobre ello—. Nos mudamos aquí antes de que naciera Libby, y ha sido una experiencia interesante adaptarnos a la comunidad, especialmente el acudir a misa los domingos, y el confesarnos con el sacerdote local, Walter Green —Coraline apunta de inmediato el nombre del reverendo, pues sin duda alguna, será una fuente de información útil y fiable, especialmente si ha tenido que confesar a varias personas del pueblo. Aunque claro, lograr que rompa el secreto de confesión, incluso para ayudarlos a resolver un caso de asesinato, no parece tarea fácil.

—Sinceramente, no compartimos todas sus creencias, pero hemos hecho un esfuerzo por respetar sus normas. Por ello, hemos criado a Libby de acuerdo con nuestros valores —añade Karen en un tono añorante, rememorando cómo su niña desde bien pequeña era realmente compasiva y generosa con el prójimo. Siempre ha estado orgullosa de ella, y que el reverendo Walters la haya alabado tanto, no ha hecho sino aumentar su orgullo.

La analista del comportamiento centra su atención en Libby.

—Lamento ser tan directa pero... ¿Cuándo vieron a su hija por última vez?

—A las... 12:05 pm —responde el señor German en un tono levemente indeciso, como si necesitase rememorarlo con más claridad—. Sí, a las 12:05 pm —repite en esta ocasión con mayor determinación—. Recuerdo que Libby vino a la sala de estar, vestida con ropa de deporte, con sus deportivas rojas de senderismo, habiéndose colgado la mochila al hombro, para despedirse.

—Según el informe policial del que disponemos en comisaría, denunciaron su desaparición sobre las 8:30 pm, ¿es correcto?

—Sí, así es —afirma la madre de la joven, asintiendo con vehemencia—. Llamé a Laura, la madre de Abby a las 4:00 pm, pues nuestras hijas ya deberían haber vuelto, pero concordamos en que, probablemente se hubieran retrasado, o incluso habrían parado a tomar algo en alguna de sus cafeterías favoritas del pueblo... Así que llamamos a las dueñas —le relata con un tono serio, recordando cada detalle de cada conversación que mantuvo el sábado: el día de la desaparición de su niña—. Nos dijeron que no habían pasado por allí en ningún momento, así que empezamos a impacientarnos. Llamamos a sus amigos, y ninguno sabía dónde podían estar. No estaban con ellos —la desesperación que sintió aún es palpable en su voz, y los ojos de Coraline se dulcifican al comprender el miedo que la está atenazando desde entonces—. Y cuando llegaron las 8:30 pm, no pudimos soportarlo más, así que Laura y yo llamamos a la policía y pusimos la denuncia de su desaparición.

—Al cabo de tres horas encontraron a Abby y a Sharon... —un escalofrío recorre a David de arriba-abajo, incapaz de detallar que las encontraron muertas. Es demasiado horrible e impactante imaginar algo así—. Pero ni rastro de nuestra niña.

—¿Conozco a la madre de Sharon, sabe? —intercede Karen de pronto, habiendo tomado la mano que su esposo tiene libre, a fin de calmar sus temores: deben confiar en que encontrarán a su hija. Lo harán. Deben hacerlo—. Courtney Holloway —la nombra, y Harper ya tiene una persona más a quien incluir en su mapa de conexiones—. Trabaja en el mismo hospital que yo, junto a Laura.

—Gracias por darme estos detalles tan importantes, señor y señora German —les agradece, de manera genuina, el esfuerzo que han hecho para sobreponerse momentáneamente a todo el dolor que los invade, a fin de ayudarla con la investigación—. En cuanto a Libby... ¿Cómo la describirían? ¿Es una chica extrovertida o más bien introvertida?

La señora German responde con una sonrisa, ahora más tranquila.

—Es una chica dulce y amable, pero también ligeramente introvertida. Le gusta pasar tiempo sola leyendo o dibujando.

—¿Es una buena estudiante? ¿Tiene algún problema o conflicto con sus compañeros?

El señor German niega con la cabeza.

—Libby siempre ha sido una buena estudiante y se lleva bien con sus compañeros. No hemos tenido ningún problema serio en el instituto. Es una chica responsable y comprometida con todo lo que hace.

—¿Conocía Libby a Abby Williams? ¿Eran amigas? ¿Cercanas?

—Sí. Conocimos a la familia de Abby al poco tiempo de mudarnos aquí, y rápidamente nos hicimos amigos. Su madre y yo prácticamente nos quedamos embarazadas al mismo tiempo, aunque las niñas nacieran con menos de un año de separación —responde Karen con un tono nostálgico en cierta forma, rememorando su pasado, y cómo, pese a ser forasteros en tierra extraña, los Williams los acogieron con los brazos abiertos—. Abby y Libby han sido inseparables desde que eran niñas: Abby llevaba a Libby de la mano todo el tiempo, claro que es la mayor y más alegre... Aunque últimamente parecían discutir con más frecuencia —rememora alguna de las conversaciones con su hija, en las que ésta parecía triste o molesta, expresándole que Abby estaba haciendo tonterías—. Nuestra hija mencionó que parecían tener ideas distintas sobre algunos temas, aunque no me dijo cuales, y que discutían porque Abby estaba cometiendo errores cada dos por tres —niega con la cabeza de un modo apesadumbrado, pues solo ahora empieza a preguntarse si no debería haber hablado con ella. Ahondado más en el tema. Quizás si lo hubiera hecho, habría descubierto algo significativo que hubiera evitado que desapareciera—. Imaginamos que esta clase de discusiones son comunes, como cualquier amistad, así que no lo consideramos nada fuera de lo común.

"¿Común? Las palabras que ha usado para relatarme lo que dijo Libby sobre su relación con Abby no me dejan duda alguna: hay algo que subyace a esas discusiones. Lo bastante como para fragmentar levemente su amistad, de ahí que se distanciasen levemente. Probablemente, al ser Abby la extrovertida de la relación a juzgar por el tono de Karen, fue idea suya el salir de excursión por la montaña, a fin de arreglar sus asuntos... Pero lamentablemente, nada ha salido como esperaban", piensa Lina con un ademán suspicaz, pues quizás le convenga investigar la relación entre las chicas. Solo espera que, cuando Alec, Ellie y Katie interroguen a la familia de Abby, saquen algo en claro.

—Ahora que lo pienso bien, Libby parecía antagonizar con Reginald.

—¿Reginald?

—Reginald Walters, el novio de Abby —responde David con un tono ligeramente molesto, dándole a la inspectora una indicación no verbal acerca de lo que piensa de ese joven—. Desde hacía un tiempo, cuando Libby se encerraba en su habitación, la escuchaba discutir por teléfono con Abby: por lo visto, nuestra pequeña creía que Reginald era demasiado ambicioso, con un ego desmesurado, y que nunca anteponía a su amiga en ninguna circunstancia. Le importaba más su carrera que su pareja, imagínese. Libby parecía tener el propósito de abrirle los ojos a Abby, a juzgar por lo que le aconsejaba —continúa explicándose, rememorando las múltiples ocasiones en las que, al pasar frente a la puerta de su dormitorio, la escuchaba caminar de un lado a otro, casi vociferando por teléfono—. Le decía que debía dejarlo, pasar página, porque nunca pensaría en ella, sin importar lo que sucediera.

—Pero no pensamos que esas discusiones tuvieran nada que ver —niega Karen con la cabeza, claramente sobrecogida porque esas conversaciones entre Abby y Libby pudieran tener una relevancia trascendental ahora—. Eran como hermanas: siempre acababan por arreglar sus diferencias, aunque últimamente estuvieran más distantes —expresa, deseosa porque las circunstancias fueran distintas—. Es devastador pensar que Abby... —al hablar es consciente de que tiene los ojos llenos de lágrimas, por lo que se frota los ojos con fuerza, esforzándose por secarse las lágrimas antes de que caigan por sus mejillas.

—Tómese el tiempo que necesite para recomponerse, señora German —le indica la avezada investigadora con un tono conciliador y suave, antes de dirigirse a David, quien frota los antebrazos de su mujer, a fin de calmar su llanto—. ¿Podrían decirme si Libby tiene o ha tenido una pareja estable?

—Hasta donde sabemos, no ha tenido una relación sentimental estable. Es más bien reservada en ese aspecto: solo cuenta con algunos amigos cercanos, incluyendo a Abby.

—Y en cuanto a salir a hacer senderismo con Abby, ¿era algo frecuente?

—No era muy habitual, ahora que lo pienso, porque eran pocas las ocasiones en las que salían a hacer senderismo juntas —rememora David antes de negar con la cabeza—. Era más común que lo hicieran cuando eran pequeñas, ya que nos juntábamos las dos familias para subir la montaña cercana y almorzar en Deer Creek —le cuenta, y Frank, quien durante todo este interrogatorio se ha mantenido silencioso, desvía su mirada al bloc de notas de su superiora: es increíble la cantidad de información que está extrayendo con tan solo unas preguntas—. Aunque sí que les gustaba tomarse fotos: las subían a esa cuenta de Instagram, o como se llame...

Coraline les agradece las respuestas que le han dado, antes de realizar una solicitud que considera ciertamente delicada, y hasta cierto punto, intrusiva.

—Me gustaría registrar la habitación de Libby para buscar cualquier evidencia que nos ayude a encontrar al responsable. ¿Les importa?

—Por supuesto, si eso puede ayudar a encontrar a mi hija, no duden en hacerlo —responde la madre de la joven desaparecida con determinación.

—Antes de finalizar, me gustaría pedirles que me entreguen una muestra de ADN, y que cuando el equipo forense venga a asegurar todo aquello que encontremos, accedan a tomarse unas huellas de descarte —les pide en un tono suave, consciente de que no es una petición fácil de cumplir—. Es un procedimiento rutinario, para asegurarnos de descartar sus huellas o ADN si lo encontramos en algún lugar comprometedor.

—Haremos lo que sea para encontrar a nuestra Libby —asevera David, corroborando que piensan entregarles las muestras de ADN solicitadas, así como las huellas dactilares.

Ahora que cuentan con el permiso explícito de los padres de la joven, Coraline y Frank se levantan de sus respectivos asientos y se dirigen a la habitación de Libby. La analista del comportamiento se coloca unos guantes que su compañero de faena le entrega, a fin de no dejar huellas en la escena, y con un hondo suspiro, abre la puerta de la estancia.


La habitación de Libby está llena de libros, fotos, dibujos y detalles que reflejan su personalidad y pasiones. Coraline camina con pasos lentos, observando y analizando todo aquello que contempla con meticulosidad, buscando cualquier indicio que pudiera darles una pista sobre la desaparición de la joven. La habitación de Libby German refleja claramente su personalidad y sus intereses. Coraline observa con atención los libros cuidadosamente colocados en el estante. Entre ellos, encuentra novelas de romance adolescente, algunos clásicos, unos sobre psicología y una serie de libros sobre fotografía. "Sin duda era una joven amante de las novelas, la psicología y la fotografía", piensa la inspectora de treinta y dos años.

En la pared, hay varias fotografías que llaman su atención. En una de ellas, Libby está sonriendo junto a Abby y un par de amigos en lo que parece ser una excursión a la playa. Otra foto mostraba a la joven con sus padres en la montaña, haciendo senderismo. También hay una imagen en la que Libby está haciéndose una autofoto con su cámara, inmortalizando su instituto. "Vive la vida acompañada de sus amistades más significativas y sus padres... Es alguien que aprecia a sus seres amados profundamente, que haría lo que fuera por ellos, y sin embargo, como ha aseverado Karen, Abby apenas aparece: se ve que las rencillas aún no habían sanado del todo", reflexiona la analista del comportamiento, antes de posar sus ojos celestes en la cama en la cual hay multitud de peluches. "Apostaría unas diez libras a que todos estos son regalos de Karen", Lina sonríe levemente, antes de posar su mirada en el escritorio: está cubierto de material escolar y algunos folletos de clubes extracurriculares. Al parecer, Libby tenía interés en el club de fotografía y en un equipo de futbol femenino. "Sin duda alguna, posee un espíritu activo y comprometido con sus aficiones, tal y como han asegurado sus padres", se dice la inspectora mientras inspecciona la ropa que hay sobre una silla: prendas cómodas y casuales, perfectas para un día al aire libre.

En medio de la tarea, la analista del comportamiento encuentra una nota en la mesita de noche. La toma en sus manos con delicadeza, y la lee con atención.

Querida Libby:

No sé siquiera si leerás esta carta, o si la encontrarás en tu casillero, pero quiero darte las gracias. Pese a todo lo ocurrido, has estado ahí para mí, y me has ayudado cuando todo parecía hacerse cuesta arriba. Nunca podré pagártelo, así que, empecemos por esta carta. Espero que podamos seguir quedando como hasta ahora, en nuestro lugar secreto.

Tuya siempre,

A

"Por lo que parece, Libby tenía una amistad o algo mucho más estrecho con esta misteriosa persona llamada 'A'", la taheña está tentada a conectar que la inicial pertenece a Abby, pero las palabras que hay en la carta no parecen consistentes con las peleas y el distanciamiento en su relación, a menos claro, que la carta sea de hace tiempo. Pero por lo marcado del papel y la poca decoloración que tiene, es evidente que, como máximo, esta nota tiene una semana. "El trazo es limpio, muy limpio de hecho, y se ha escrito con una estilográfica. No creo que haya muchos adolescentes en este pueblo que tengan una, así que será un punto importante a tomar en cuenta. En cuanto a la escritura... Es difícil saberlo por los trazos de las letras, y la estilográfica no lo hace más sencillo, pero estoy tentada a pensar que se trata de una letra masculina. Aunque necesito que el grafólogo de la comisaría le eche un vistazo... Ni siquiera yo puedo estar segura de esto al cien por cien", reflexiona para sus adentros, antes de recibir una bolsa precintada por parte de Frank, introduciendo la carta con sumo cuidado en su interior, antes de dejarla de vuelta, donde la ha encontrado, a fin de preservarla para los forenses.

Sin embargo, lo que más captura la atención de Lina es el ordenador portátil que descansa en el escritorio de la adolescente. Sabiendo que las pistas digitales son cruciales en la investigación, la taheña decide revisar el contenido del dispositivo. Tras sentarse en la silla frente al escritorio, abre el ordenador y lo enciende. Sin embargo, al intentar acceder al contenido del mismo, se encuentra, nada sorpresivamente, con que está bloqueado con una contraseña. Coraline pasea su mirada por la habitación, antes de detenerse en la estantería de libros de la adolescente. "Le encantan los libros... Un momento: ¿y sí...?" acaba de tener una idea. "¡Pues claro! Libby estaba aquí sentada mientras pensaba en una contraseña para su cuenta en el ordenador: ¿y si tiene relación con alguno de los títulos? Oh, como diría Poirot: '¡bien hecho, mis pequeñas células grises!'" Sonríe para sus adentros, antes de levantarse de la silla del escritorio, para así, revisar los libros con la mirada. La mayoría de ellos son extremadamente nuevos, tanto que las solapas apenas se han doblado o descolorido. Pero hay uno de ellos en concreto, una novela de romance adolescente, que llama su atención: "Las Espinas del Bosque Rojo" de Elizabeth Gillingham. El año de publicación, según las páginas iniciales, es el 2009. La inspectora se pregunta para sus adentros si esa puede ser la clave.

Con una mezcla de intriga y esperanza, la mujer embarazada se sienta nuevamente en la silla de escritorio, antes de teclear "EspinasBosqueRojo2009" como contraseña. Lamentablemente, en la pantalla aparece un error, indicando que esa no es la contraseña correcta. A juzgar por el método de desbloqueo, así como el mensaje de error que ha aparecido en la pantalla, apenas tiene unos cuatro intentos para desbloquearlo, antes de que deba pasar una hora o dos para volver a intentarlo. Debe ser precisa. Por ello, prueba otras tres contraseñas, todas ellas erróneas: "EspinasBosqueRojoElizabeth2009", "EspinasBosqueRojoGillingham2009", y "EspinasBosqueRojoElizabethGillingham2009". La taheña suspira pesadamente, preguntándose cuál debe ser la contraseña que Libby eligió para proteger los secretos de su vida adolescente. Tras unos segundos de duda, saca su smartphone, buscando el libro en internet. No tarda en encontrar una página de compra, en la que varias reseñas indican que la autora tiene un blog, donde responde a comentarios de fans. La analista del comportamiento busca el blog entonces, y no tarda en encontrarlo. Una vez lo tiene en la pantalla, se percata de que siempre que responde a preguntas sobre su libro, la autora de la novela escribe el título intercalando guiones, antes de firmar la respuesta como Lizzie09.

"Probablemente, el número al final de su apodo haga referencia al año de publicación de su novela", piensa para sus adentros la prometida del escocés de carácter taciturno. La joven de piel de alabastro cierra los ojos con pesadez, deseando que la contraseña que está tecleando, "Espinas_Bosque_Rojo_Lizzie09" sea correcta. Traga saliva y pulsa la tecla de envío. Para su sorpresa y alborozo, el ordenador se desbloquea con éxito.

La emoción se refleja en su rostro mientras empieza a explorar los archivos.

Dentro del ordenador, encuentra una carpeta con el mismo título del libro. Al abrirla, descubre que Libby ha estado escribiendo una especie de diario, en el que ha plasmado sus pensamientos y emociones más íntimas. También hay una serie de fotografías, entre las que se encuentran algunas de ella junto a Abby Williams, su amiga fallecida. Las entradas más recientes se remontan al sábado a la 1:20 pm. Antes de que saliera con Abby a Deer Creek.

Este diario puede ser una pieza clave para resolver el caso.

—Frank, hemos encontrado algo importante. Necesitamos investigar más a fondo este diario y descubrir qué más puede revelarnos sobre Libby y su relación con Abby y la misteriosa 'A' —le comunica Coraline, emocionada por el avance que han logrado gracias a su intuición.

El sargento asiente al momento, y tomó nota de la información, antes de precintar el ordenador de Libby, para posteriormente delimitar la entrada a la estancia con una cinta policial, a fin de preservar la integridad de las pruebas hasta la llegada de los forenses. Una vez hecho esto, descienden al piso bajo, a fin de que los padres de Libby firmen un consentimiento por el cual pueden adueñarse del ordenador mientras el caso siga abierto.

El interrogatorio y la inspección en la casa de la familia German han sido de lo más fructíferos. La inspectora agradece a los padres de la muchacha por su cooperación y comprensión, prometiendo que harán todo lo posible para encontrar a su hija, además de hacer justicia por las víctimas de este truculento caso.

Mientras abandonan la vivienda, Frank contempla a su compañera de trabajo con una evidente preocupación por su estado, pues está al corriente de lo difícil que es para ella el estar involucrada en el caso estando embarazada, y más con Alec Hardy preocupado por su seguridad.

—¿Está bien, Inspectora Harper? —le pregunta con amabilidad.

Coraline asiente, tratando de mantener la calma.

—Sí, estoy bien. Es un caso complicado, pero tenemos que encontrar respuestas para la familia de Libby y para todos los afectados por esta tragedia... Cuanto antes —asevera, antes de internarse en su coche, una vez han dejado las pruebas que han obtenido en el maletero, a buen recaudo—. Es hora de hacerle una visita al vicario de esta comunidad —masculla más para sí misma que para su compañero, pues si Alec llegara a enterarse de que se ha desviado de su plan original para investigar más allá por su cuenta, la pondría en arresto domiciliario en lo que queda de embarazo.

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