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Capítulo 48 [2ª Parte]

Alec Hardy está de pie frente a la pizarra blanca en la que suelen detallar los datos de la investigación en curso. Se ha asegurado de reunir a todos sus efectivos en esta ocasión, pues el caso amerita que estén atentos. Pero nada más advertir que su prometida sale del despacho de Ava Stone, con la hoja en sus manos, le dirige una mirada ladeada, antes de continuar con su sermón matutino. La pelirroja se apoya en una columna cercana, contemplándolo: nunca se cansará de verlo hablar en estas ruedas informativas. Es algo que siempre le ha gustado de él, desde que era una novata. Tiene un control de su voz y gestos, y la forma en la que proyecta la información... Adora ver esa faceta profesional suya.

—Bien, escuchad todos —el escocés continúa hablando, sintiendo que su querida protegida se ha colocado cerca de ellos para contemplar cómo se desenvuelve esta reunión. Advierte cómo Ellie sonríe por unos breves instantes, intercambiando una pequeña comunicación no-verbal con su amiga, mediante gestos, indicándole que, para variar, él lleva la voz cantante—. Antes de empezar con los pormenores del caso, debo comunicaros que la Inspectora Harper no va a ocuparse del trabajo de campo durante un tiempo, así que todos tendréis unas nuevas funciones en su lugar... —un inmediato murmullo y unos cuantos lamentos se escuchan como respuesta a sus palabras, pero el escocés los acalla al momento con un gruñido raspado que sale de su garganta—. Y que quede muy claro porque sólo voy a decir esto una vez —todos sus efectivos intercambian miradas preocupadas, pues la poca paciencia y el ánimo algo irascible del inspector son de sobra conocidos en la comisaría—. Esta baja no es una invitación para que alguno de vosotros intente hacerse con el puesto de la Inspectora Harper —deja clara su postura al respecto de manera concisa, provocando que muchos de los novatos, ansiosos por hacerse un nombre en el cuerpo, comiencen a temblar ligeramente. Katie Harford, que está sentada entre la multitud, no puede evitar esgrimir una sonrisa tras intercambiar una mirada significativa con la pelirroja: si no va a tomar parte en el trabajo de campo, puede que a alguno le toque emparejarse con Miller o Hardy, teniendo en cuenta que necesitan a alguien muy experimentado—. Hacedlo y sufrid las consecuencias, ¿¡me habéis entendido!? —coloca las manos en sus caderas, en una postura capaz de intimidar a cualquiera que lo contradiga, y consigue el efecto deseado, pues los pocos policías con algún ánimo de postularse para el puesto, agachan el rostro, temerosos.

—Sí, señor... —responden todos de manera colectiva al ver la furia protectora que arde en sus ojos. La verdad es que nadie se hubiera atrevido. Además, nadie más quiere trabajar tan de cerca con el Inspector Alec Hardy.

De hecho, muchos se preguntan a diario lo que la Inspectora Coraline Harper ve en él.

—Ahora que hemos dejado zanjado este tema, metámonos en faena —el escocés da la vuelta al panel blanco de la pizarra, donde ha escrito varios datos —Alec traga saliva, pues siempre ha odiado esta parte de las ruedas informativas: la explicación de la muerte de la víctima—. Tenía las manos atadas, con las muñecas cruzadas frente al pecho, y cortes profundos por todo el cuerpo por un objeto lacerante, probablemente un cuchillo. Se le habían extirpado los pechos y el corazón, antes de abrir a la fuerza la parte posterior de su caja torácica para extraer los pulmones, colocándolos a su espalda.

Ellie observa como todos los presentes intercambian miradas aterradas, pues todos son conscientes de lo que ello significa: la menor fue torturada antes de morir.

—Aún estamos a la espera del análisis forense, pero es indudable que Abby murió a consecuencia de la pérdida de sangre y a la extirpación de sus órganos internos —por un momento, varias de las voces se elevan, dejando clara su consternación por lo sucedido. Pero Hardy las acalla con un gesto de la mano, llamando la atención de todos—. Las muñecas de Abby estaban atadas con una cuerda de escalada, la misma que esa misma mañana se había llevado para su excursión. No hay indicios de que el cuerpo de Abby haya sido arrastrado hasta ese sitio, por lo que se cree que la menor fue llevada ahí por el asesino. Los investigadores no han encontrado huellas ni marcas en el cuerpo de Abby —al ver la mirada interrogadora de Ellie, Hardy continúa explicándose—. A pesar de los claros indicios de lucha encontrados, no se ha hallado ninguna huella en el cuerpo de la menor. Es posible que el asesino se cubriera con algún tipo de guante, pero se descarta que la menor no haya luchado en absoluto —nadie habla, pero las miradas de todos los presentes dejan claro que no creen esa versión y que, por supuesto, la menor luchó por su vida hasta el final. Ellie está convencida de que, si el asesino hubiera querido, la menor habría muerto sin luchar, aunque ni siquiera tienen pruebas para demostrarlo—. Pero el cadáver de Abby no ha sido lo único que se ha encontrado en Deer Creek —se esfuerza por no mirar a Cora, pues advierte cómo se muerde el labio inferior en un esfuerzo por retener las lágrimas. Sabe que está a un paso de sollozar, pero la ve enjugarse las lágrimas de manera disimulada, puesto que no quiere que su equipo se desmoralice—. Los equipos de montes han encontrado el cuerpo de otra joven, de apariencia y rasgos similares a los de Abby —él mismo no puede evitar estremecerse al ver la imagen que se presenta en la pizarra: una joven colgada de un árbol cerca del puente de Siren High Bridge, con las mismas características que Abby Williams. Alta, de cuerpo atlético, joven, negra, de cabello moreno—. El modus operandi del asesino es el mismo en ambos casos. Las niñas fueron torturadas, mutiladas y colgadas de un árbol cerca del puente.

La Oficial Harford no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas al ver la imagen de la joven desconocida, pues es demasiado gráfica e impactante para ella. Preferiría no haber asistido a esta reunión informativa. Aunque a Ellie tampoco le resulta fácil asimilar la imagen de las dos jóvenes muertas. Todavía no ha podido apartar de su mente la imagen de Abby Williams, y ahora, con la imagen de la joven desconocida, sus ojos se llenan de lágrimas. Pero no puede permitirse llorar ahora, no delante de los demás. No en estos momentos.

—Se ha identificado a esta segunda víctima como Sharon Holloway, de 16 años, de Windy Storm. Sharon fue vista por última vez en casa de su madre, el 11 de junio de 2017 a las 5:00 pm, antes de salir a escalar por el monte. No había llevado consigo ningún tipo de móvil con ella —Hardy señala la fotografía de la joven, hasta hace unos segundos desconocida, en la pizarra—. Que sepamos, no hay una denuncia por desaparición referente a Sharon Holloway, por lo que realizaremos un interrogatorio aclaratorio con su familia, a fin de esclarecer el motivo —les notifica a sus subordinados, provocando que varios de ellos intercambien miradas sorprendidas, pues están seguros de que, si desapareciera un familiar suyo, no les faltaría tiempo para denunciar su desaparición—. Aunque el perfil de Sharon Holloway no coincide con el de Abby Williams, consideramos que el hecho de que ambas parecieran seguir el mismo camino, y que los dos cuerpos fueran encontrados en el mismo sitio, es un claro indicio de que se trata de un asesino en serie —muchos de los presentes intercambian miradas aterradas: nunca han tenido un asesino en serie en Broadchurch, y ahora que lo tienen, no saben cómo reaccionar—. Nuestro objetivo principal en este momento es identificar al asesino, además de localizar a Libby German —agacha la mirada, pues le duele saber que, de las dos jóvenes, sólo se ha encontrado un cuerpo, y no tiene ni la más remota idea de si la adolescente está viva, o si también ha muerto a manos del asesino—. Si Libby German está viva, es nuestra única oportunidad de atrapar al perpetrador de estos horribles crímenes—alza el rostro, pasando su mirada castaña por su equipo, y lo observa contemplar con ojos vidriosos las fotografías de las jóvenes muertas.

Coraline no puede evitar imaginar lo que estarán pensando. "No son más que niñas, niñas inocentes que no merecen morir de esta forma. No merecen ser torturadas, mutiladas y colgadas de un árbol como si fueran un burdo animal de feria", piensa para sus adentros, antes de intentar ponerse en el lugar del asesino, para así, adelantar algo de la investigación, buscando sus motivaciones. "Ha extirpado el corazón y sus pechos, lo que me indica que, además de querer torturarlas y matarlas, este asesino quiere castigar a las niñas, quienes considera, han cometido un acto impío, digno de ser condenado. De ahí también, que haya abierto de manera brutal y forzosa su espalda para sacar sus pulmones. Ha colocado éstos como si fueran alas a su espalda, indicando que, en su opinión, han sido conducidas a la salvación, convirtiéndose en ángeles tras haber sufrido en su cuerpo mortal. Considera que al exponerlas de esta manera ha salvado sus almas, y por ello, también ha colocado sus manos en posición de rezo: porque tanto Abby como Sharon han muerto en la gracia de Dios", piensa para sus adentros, terminando su análisis preliminar de la escena del crimen. "Pero ¿por qué ha elegido a Abby Williams y a Sharon Holloway? ¿Qué tienen en común las víctimas? ¿Por qué ha elegido a Libby German? ¿Y por qué no hemos encontrado su cuerpo? ¿Sigue viva, y si es así, por qué?", reflexiona para sus adentros, claramente confusa por las motivaciones del asesino, así como el vínculo entre las dos asesinadas. "¿Hay una conexión más allá de las niñas? No conozco las vidas de las menores, ni tampoco las vidas de sus familiares, pero tal vez una de ellas haya hecho algo para ofender a este asesino. Es posible que este asesino tenga algo personal contra la familia de Abby Williams o Sharon Holloway, algo que la familia German no tiene, y por ello, probablemente no la haya matado. Pero ¿qué puede ser? ¿Qué puede haber hecho la familia para ofender al asesino? ¿Quién es este asesino? ¿Y qué tiene en común con estas familias?", la pelirroja consigue volver a la realidad, saliendo de sus pensamientos antes de que su prometido advierta que se ha sumido en ellos. Sí, puede que la haya apartado del trabajo de campo, pero no puede evitar que siga analizándolo todo. Es una analista del comportamiento, al fin y al cabo.

—Esto es lo que sabemos de las familias de Abby Williams y Sharon Holloway —Ellie toma el relevo de su jefe al momento de dar los siguientes detalles del caso, pues ha notado lo incómodo y ciertamente atormentado que se encuentra. Normal, se dice, teniendo en cuenta que detalles escabrosos como estos no son habituales en su trabajo. No han tenido que enfrentarse nunca a un asesino en serie. Y a saber qué les deparará este caso—. Abby Williams vivía con sus padres, Tom y Laura Williams, y su hermana menor, Sarah, de 13 años. Abby era una niña inteligente y responsable, con un buen expediente académico. Era una buena amiga, y una buena hermana. Según su perfil de redes sociales, Abby y Libby German eran inseparables, y se pasaban la mayor parte del tiempo juntas. Aunque Libby era un año menor que Abby, ambas estaban muy unidas. El padre de Abby, Tom Williams, es el propietario de una tienda de bicicletas en Windy Storm, mientras que su madre, Laura Williams, es enfermera en el hospital local. Su hermana menor, Sarah, es estudiante de secundaria —Ellie pasa su mirada castaña por la sala. Todos los presentes escriben los datos en sus cuadernos—. Sharon Holloway, por su parte, vivía con su madre, Courtney Holloway y su padre, John Holloway, en Windy Storm. Sharon era estudiante de secundaria, y por lo que sabemos de sus redes sociales, era considerada una buena estudiante, además de una persona en extremo sociable, que nunca tuvo problemas de conducta o con sus amistades. A diferencia de Abby Williams y Libby German, Sharon no tenía una mejor amiga, pero sí tenía un buen grupo de amigos. Su madre, Courtney Holloway, es enfermera en el hospital local, y su padre, John Holloway, es un magnate empresarial.

Nuevamente, la veterana inspectora pasea su mirada castaña por la sala, observando a todos los presentes anotar los datos. Sí, Ellie también se pregunta qué tienen en común ambas familias, y por qué el asesino ha elegido a las dos adolescentes específicamente. Cuando posa su mirada parda en su amiga pelirroja, la contempla observando la pizarra de datos con una mirada penetrante: está claro que está realizando análisis preliminares de la escena del crimen, intentando encontrar las motivaciones del asesino en serie.

—Bien —el escocés carraspea, pues tras esta rueda inicial de información, es hora de ponerse manos a la obra—. A trabajar —indica, habiéndoles repartido a todos sus tareas antes del inicio de la reunión. Inmediatamente, todos se dispersan al escuchar su firme orden—. Harford —el hombre trajeado de vello facial castaño apela a su oficial negra con un tono sereno, y ésta se acerca a él—. Miller y yo vamos a investigar la escena del crimen y a interrogar a las familias de ambas víctimas —le comunica con un tono profesional—. Ven con nosotros —al momento puede ver cómo la joven parece achantarse ligeramente ante la perspectiva de trabajar a su lado, y al de la veterana inspectora de cabello castaño—. ¿Hay algún problema?

—No, señor —responde Katie al momento, adquiriendo una postura más erguida. Aún tiene demasiado reciente el recuerdo de cómo metió la pata en el caso de Trish Winterman, y no quiere volver a repetir esa experiencia—. Pero estaba preguntándome... —decide ser sincera, mordiéndose de manera disimulada el labio inferior—. ¿Por qué yo, señor? —finalmente hace la pregunta que le estaba carcomiendo la cabeza desde que Hardy se ha dirigido a ella—. Seguro que hay personas más cualificadas que yo para esta investigación.

—¿Quién te ha dicho que no estás cualificada? —el escocés frunce el ceño, claramente contrariado porque la muchacha piense así de sí misma—. Harford, eres una buena detective. Tienes que empezar a creer en tus capacidades y a mostrarte firme, o de lo contrario, los demás no lo harán y te pisotearán sin consideración alguna —la alecciona levemente con un tono severo, como un hermano a una hermana, antes de suspirar con pesadez, pues el relato de este caso lo ha dejado con mal sabor de boca—. Siendo sinceros, necesitamos a una analista del comportamiento mínimamente competente con nosotros, dado que la Inspectora Harper deberá estar de baja del trabajo de campo—le explica, haciéndola suspirar de manera leve, aliviada porque no tenga en cuenta sus anteriores errores—. Y dado que has aprendido de ella, tú eres nuestra mejor opción.

—Gracias, señor —le responde de manera sincera, pues aún no tiene claro si ese leve comentario es un halago, o una crítica tajante a su persona—. No se arrepentirá de esta decisión —le asegura, antes de verlo alejarse hacia su despacho, a ultimar los detalles con su mano derecha y su prometida de cabello carmesí, quien los sigue al momento, intercambiando una mirada orgullosa con su mejor estudiante.

—Esperemos que no —susurra Alec entre dientes mientras camina.


Los tres investigadores principales de los casos de Danny Latimer y Sandbrook entran al despacho del escocés de cuarenta y siete años. El hombre trajeado es quien se adentra primero en el lugar, seguido por Ellie y por Lina, con ésta última cerrando la puerta a su espalda.

—¿Y bien? —inquiere nada más se sienta en la silla frente a su escritorio, apelando a su prometida y madre de su bebé—. ¿Alguna idea hasta ahora? —no le ha pasado desapercibido que su querida analista ha estado atenta en todo momento a la explicación del caso, por lo que, a la fuerza, debe haber analizado algo.

—La escena del crimen —responde la pelirroja de manera inmediata, haciendo que él asienta de manera leve con la cabeza. Es una persona práctica, y admite que el trabajo de campo no es lo suyo. No puede, ni quiere, analizar este tipo de cosas—. Los cuerpos de Abby Williams y Sharon Holloway fueron hallados cerca de Monon High Bridge, la carretera de acceso a la Reserva Natural de Delphi, en el bosque. Ambas fueron torturadas con vida, con el asesino extirpando su corazón y pechos, antes de atar sus manos en posición de rezo, y colocar sus pulmones como alas a su espalda —inmediatamente como respuesta a sus palabras tan certeras sobre los métodos del asesino, contempla a su pareja y su amiga fruncir el ceño.

—¿Cómo alas, has dicho? —inquiere Ellie, habiéndose sentado en el sofá de cuero negro de la estancia, cruzándose de brazos.

—Así es —afirma Coraline con un tono decidido mientras asiente con la cabeza—. Ya habéis visto cómo ha colocado sus pulmones —ante sus palabras, sus dos compañeros de profesión castaños cierran los ojos con fuerza, claramente asqueados por esa visión—. Por otro lado, mediante la extirpación del corazón el asesino quiere decirnos que las niñas han cometido un pecado tan ingente, que no tienen derecho a la vida. La extirpación de sus pechos por otro lado, simboliza que no merecen la oportunidad de ser madres, pues considera que las han llevado por el camino equivocado. Las han mancillado de alguna forma que él considera ofensiva.

—¿Estamos seguros de que se trata de un hombre siquiera? —inquiere Alec tras reflexionarlo por unos instantes—. También podría tratarse de una mujer...

—Estoy segura de que es un hombre —lo interrumpe su prometida con severidad—. Por estadística, las extracciones de pecho son realizadas por hombres que, o son fanáticos religiosos, o consideran a las mujeres un simple accesorio sin valor humano, o que han deseado ser mujeres en algún punto de su vida, pero se les ha impedido. Aunque en este caso, diría que no se trata de eso. Al menos no exactamente... —detalla con un tono factual, antes de continuar con su explicación de aquello que ha podido analizar—. Este asesino considera a las mujeres como algo puro, cercano a la divinidad. De ahí que, después de que hayan muerto al extraer sus órganos estando conscientes, haya abierto de manera brutal y forzosa su espalda para sacar sus pulmones. Ha colocado éstos como si fueran alas a su espalda, indicando que, en su opinión, han sido conducidas a la salvación, convirtiéndose en ángeles tras haber sufrido en su cuerpo mortal. Considera que ha salvado sus almas, conduciéndolas al Paraíso  —es capaz de imaginar los gritos desesperados de las niñas, sus lamentos de dolor mientras las abren en canal, y se pregunta cómo pueden existir personas tan crueles en este mundo—. Ha colocado sus manos en posición de rezo y las ha colgado de los árboles, porque una vez acabada su obra, debía elevar su estatus: debían dejar de ser unas pecadoras, convirtiéndose en almas puras, salvadas por la gracia de Dios, que ha visto en él a su mensajero más devoto.

—¿Y Libby German? —inquiere Ellie, pues no entiende por qué la adolescente no ha sufrido el mismo destino. Está inquieta por no haberla encontrado aún, a ella... O su cadáver—. Si fue junto a Abby Williams a esa excursión, tal y como sabemos por la foto, por lógica, debió encontrarse con el perpetrador... ¿Pero qué ha sido de ella?

—De momento, no lo sé —responde Coraline con un tono de frustración. Sí, puede que haya analizado la escena del crimen, pero aún no tiene las respuestas a todas las preguntas que se hace. No sabe por qué Libby German ha desaparecido, o al menos, espera que lo haya hecho. No quiere siquiera imaginar que puedan encontrar su cuerpo sin vida en las siguientes horas. Si lo piensa con calma, no sabe por qué el asesino ha elegido a esas dos familias en concreto. No sabe por qué el asesino ha elegido a Abby Williams y Sharon Holloway como sus víctimas. Tiene que haber una conexión—. Tal vez, Abby Williams y Sharon Holloway hayan hecho algo para ofender al asesino, algo que Libby German no ha hecho. Es posible que este asesino tenga algo personal contra la familia de Abby Williams o Sharon Holloway, algo que sepa que la familia German no tiene, y por ello, no la ha matado —explica con precisión, antes de ver a su prometido y a Ellie fruncir el ceño—. O tal vez Libby German ya esté muerta, y aún no haya aparecido su cadáver.

—Bien —dice Ellie con un tono suave, intentando mantenerse al pie del cañón. Ha intercambiado una mirada con su jefe, y sabe que ambos piensan lo mismo: su hipótesis es acertada. El asesino tiene todas las papeletas para ser un fanático religioso o un simple capullo machista con complejo de Dios. Por otro lado, puede que Libby German ya esté muerta, y aún no hayan podido encontrar su cuerpo. No quieren ser pesimistas, pero deben ser realistas—. Hardy y yo iremos a interrogar a las familias de las víctimas —informa, a su querida amiga taheña, quien asiente en silencio—. Katie vendrá con nosotros para analizar a las familias en busca de alguna pista significante... Es la segunda analista más capacitada que tenemos, al fin y al cabo.

—Podría ir a interrogar a la familia de Libby German... —ofrece Cora, antes de que su querido protector y padre de su bebé intervenga.

—Ni hablar, Lina —sentencia con un tono férreo, poniéndose en pie prácticamente de un salto, antes de dirigirse hacia ella, sujetándola por los antebrazos en un agarre lleno de ternura y preocupación—. Estás apartada del trabajo de campo, y Stone, por lo que veo en el papel —toma éste en su mano izquierda—, ha aprobado mi solicitud —ve cómo su querida novata rueda los ojos sutilmente ante sus palabras, pues está claro que no considera peligroso el interrogar a la familia de la única joven cuyo cuerpo aún no ha aparecido. Pero él no piensa así—. De modo que, no vas a ir a ninguna parte, ni siquiera a interrogar a la familia de Libby German —repite con un tono severo, y no puede evitar sentirse frustrado cuando ella se cruza de brazos, contemplándolo con evidente desilusión en la mirada—. Lina —la llama por su nombre de pila, intentando hacerla comprender que lo está haciendo por su bien, y ella lo sabe. Lo sabe, pero eso no significa que no se sienta rabiosa. Siente que su libertad está siendo restringida, y no le gusta nada—. Lo hemos hablado esta mañana —le recuerda, y ella asiente en silencio—. No quiero que te pongas en peligro de nuevo... Ni siquiera para este trabajo —le dice con un tono suave, y ella suspira pesadamente, antes de dar un paso hacia atrás, liberándose de su agarre.

—Lo sé —responde a regañadientes, apretando los dientes con fuerza—. Sé que estás haciendo esto por mí, Alec, y por nuestro bebé... —añade con un tono comprensivo, e inmediatamente puede ver cómo él asiente con la cabeza, cruzándose de brazos—. Pero no soporto estar aquí sentada, sin hacer nada —confiesa, con un tono de frustración en la voz. Quiere salir a buscar a Libby German. Encontrar a la joven antes de que sea demasiado tarde. No quiere imaginar la reacción de la familia de la joven si encontraran su cuerpo—. Solo iría a hablar con la familia —intenta convencerlo para que la deje, al menos, ir allí a recabar datos—. Me acompañaría Frank en todo momento, si eso te consuela —argumenta, advirtiendo al momento cómo los engranajes en la mente de su querido inspector empiezan a girar, valorando los pros y los contras—. Soy una analista del comportamiento, pero si no tengo datos con los que trabajar, no puedo hacer mi trabajo —le recuerda con severidad, y el escocés suspira con pesadez, porque sabe que tiene razón. Como siempre. Ante su suspiro, Ellie esboza una sonrisa divertida, pues su querida amiga siempre es capaz de convencer a Alec de dejarla hacer y deshacer a su antojo—. Si quieres saber por qué Libby German no ha sufrido el mismo destino que Abby Williams y Sharon Holloway, necesito hablar con la familia de la joven.

—Bien —responde entre dientes, rindiéndose ante su petición, pese a que la inspectora de treinta y dos años puede ver la frustración en sus ojos—. Pero Frank irá contigo —asevera con un tono severo, y ella asiente en silencio, aliviada porque, pese a sus directrices, haya accedido a dejarla ayudar de esta manera—. No quiero que te pongas en peligro, Lina —repite, mientras la acerca a él, envolviéndola en un abrazo lleno de amor y protección. Ella suspira con suavidad, antes de rodear su cintura con los brazos, abrazándolo con fuerza—. No quiero perderte —le susurra con un tono dolorosamente sincero, y ella puede ver un brillo en sus ojos, cuando sus miradas se cruzan. No quiere imaginar lo que sentiría si le pasara algo a ella, o a su bebé. No puede soportar la idea de que algo malo le suceda a su familia, y cuando lo piensa, siente que se ahoga. No puede soportar la idea de que algo malo le suceda a ellos. Es todo lo que tiene—. Prométeme que tendrás cuidado, por favor —le ruega, pues la idea de no estar con ella, de estar a tantos kilómetros de distancia de su amada y su bebé, lo hacen estremecerse.

—Te lo prometo —responde ella, con un tono suave, sintiendo la necesidad de tranquilizarlo—. No tengo ninguna intención de ponerme en peligro, Alec —añade con un tono de franca sinceridad, y él asiente en silencio, antes de romper este abrazo íntimo entre ambos.

—De acuerdo —parece satisfecho con sus palabras, antes de apretar sus hombros, posando su mirada parda en su vientre, oculto por la fina camisa blanca que lleva sobre la chaqueta azul marino—. Ahora, ve a descansar un poco, y después irás con Frank a interrogar a la familia, ¿entendido? —ordena en un tono autoritario, y ella asiente en silencio—. Mándame un mensaje cuando estés allí y cuando vuelvas a la comisaría —le exige, y ella asiente de nuevo—. No puedo soportar la idea de que no te pongas en contacto conmigo a lo largo del día.

—De acuerdo.

—Tranquilízate, Alec —sentencia Ellie, quien hasta ese momento se ha mantenido silenciosa, contemplando la conversación entre sus dos amigos. Si bien es cierto que su amiga no debe volver a ponerse en peligro, tampoco puede mantenerse al margen—. No le pasará nada... —añade, asegurándose de que él la ha escuchado, y puede ver que sus ojos se iluminan un poco, antes de que asienta con la cabeza—. Además, de nosotros tres, es la mejor cualificada para defenderse, ya sea con armas o sin ellas —hace alusión a la pelea que presenciaron en la playa hace ya días, recordando lo expertamente que se manejaba la joven incluso en inferioridad numérica.

—Sí, supongo que tienes razón —responde él a regañadientes, antes de posar sus labios contra los de su prometida en un gesto de despedida, lleno de cariño—. Nos vemos aquí dentro de unas horas, querida —le susurra, antes de posar su mano derecha en su vientre, acariciándolo con delicadeza y cuidado—. Cuida de Mamá, ¿eh, pequeño Hardy? —dice con su acento escocés a su bebé, pese a saber que ni siquiera puede comprender sus palabras, lo que hace sonreír a la taheña. Ellie por su parte está tentada a sacar una foto de este tierno momento, pero se contiene: ya habrá más ocasiones cuando el bebé nazca—. Ten cuidado —repite como si al hacerlo, ella fuera a estar a salvo.

—Lo tendré, siempre que tú lo tengas.

—Ya sabes que sí —responde a sus palabras, correspondiendo su sonrisa tiernamente.

—Te quiero —dice con un tono lleno de dulzura, antes de que él vuelva a rodear su cintura con sus brazos, atrayéndola hacia él, para posar un beso en su frente.

—Yo también te quiero, Lina —responde con un tono ronco, antes de romper este abrazo—. Hasta luego —se despide, antes de dirigirse hacia la puerta, seguido de Ellie y Katie, quien, cuando se da cuenta de que sus superiores se marchan, los sigue.

La inspectora de treinta y dos años contempla cómo los tres se marchan de la comisaría, y suspira, antes de dirigirse a una de las salas de observación para descansar un poco, como su prometido y jefe le ha ordenado.

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