Capítulo 42 {1ª Parte}
En la comisaría de Broadchurch, en la sala de interrogatorios número cinco, Michael Lucas deja escapar una solitaria lágrima, al terminar de relatarles a los inspectores lo que sucedió aquel fatídico día. Aquel horrible día en el que se vio obligado a abusar sexualmente de una mujer. Aquel día en el que no fue valiente. En el que debería haberlo detenido. Haberlo denunciado. Pero no lo hizo. Fue un cobarde.
Y ahora debe afrontar las consecuencias. Ni siquiera es capaz de mirar a los adultos de la habitación a los ojos.
Cora se ha acercado a su prometido, posando su mano derecha en su hombro izquierdo a modo de consuelo, pues el solo hecho de imaginarse que este chico hubiera podido hacerle algo así a Daisy, motivado por Leo Humphries, la estremece y la hace querer vomitar. No podría haberlo soportado si así hubiera sido. Cree que se habría vuelto loca de dolor, encontrándose dispuesta a todo para conseguir justicia. Y aunque no es un consuelo propiamente dicho, especialmente dadas las circunstancias, el hecho de que Michael solo distribuyese una foto subida de tono de su hija, demuestra que aún tiene algo de humanidad, por rocambolesco y retorcido que suene eso. Si lo analiza fríamente, como la analista experta que es, Leo Humphries se valió de su carisma y su capacidad para manipular a las personas para incidir en la mente, ya de por sí débil y vulnerable de Michael, incitándolo a realizar actos en contra de su voluntad.
Lo estaba manipulando psicológicamente, anulando su voluntad por completo para que no pensase en nada más salvo en obedecer sus órdenes. Y la pelirroja con piel de alabastro sabe exactamente el horror que se siente con ello. Sabe cómo es la impotencia que te recorre de arriba-abajo, en el mismo instante en el que te das cuenta de que ya no eres dueño de tu cuerpo, de tu mente, sino que hay alguien más moviendo los hilos. Como un titiritero. Y por mucho que te empeñes en recuperar el control, estás tan metido dentro de la dinámica de poder, que eres incapaz de salir por tu propio pie. A menos que alguien te ayude. Y Michael no tuvo ningún tipo de ayuda.
Cerrando los ojos, tratando de acompasar su respiración para calmarse y procesar lo que acaba de escuchar, piensa en los hechos del caso. Una vez más, desdichadamente para ella, ha dado en el clavo con el perfil psicológico del culpable. En este caso, del instigador de la violación. Ahora no tiene ninguna duda acerca de que Leo Humphries debe ser el violador en serie que agredió a Laura Benson y a la tercera superviviente. Y piensa hacer todo lo que esté en su mano para probarlo y asegurarse de que acabe derecho en la cárcel. No solo como mujer, no solo como analista del comportamiento, sino como superviviente de una agresión.
Alec se mantiene en silencio, incapaz de procesar por el momento lo que acaba de escuchar de los labios de este joven. La mano que su apreciada compañera y prometida ha posado en su hombro le propina algo de consuelo. Pero no puede dejar de pensar en que este chico tuvo la fotografía de su hija en su teléfono móvil. No quiere ni pensar en lo que podría haber hecho con ella. Si hubiera llegado a enseñársela a Leo Humphries... Se siente enfermo solo de pensarlo, con escalofríos recorriendo todo su cuerpo. ¿Cómo ha podido este chico llegar a este punto? No lo comprende. Y no cree que sea capaz de comprender jamás lo que motiva a un hombre a propasarse de esta manera con una mujer.
Por fortuna, ha intentado ser listo, y ha cometido un error. ¿Pero qué habría pasado de no haberse deshecho de la bolsa con la cuerda? Probablemente, habrían acabado inculpando a Ed Burnett, Clive Lucas o Jim Atwood, y él habría salido de rositas. Se habría asegurado de vengarse de Trish, Laura y la otra superviviente por atreverse a hablar y... Dios, no quiere ni pensar en esa posibilidad. Lo que importa es que lo han atrapado, y van a hacer que todo el peso de la ley caiga sobre sus hombros.
Ellie siente que intensos escalofríos la recorren de pies a cabeza sin parar. No puede creer que un hombre pueda llegar a un punto de corrupción tal, de deshumanización tal, que sea capaz de no pensar en las consecuencias de sus actos. En pensar en cómo sus acciones afectan a las personas que son víctimas de ellos. Leo Humphries no le daba precisamente buena espina, porque a todas luces parecía el típico joven chulito, lleno de prepotencia y hormonas. Pero la realidad es mucho más aterradora. Ese chico... No. Ese monstruo, se ha ocultado en todo momento tras una fachada de chulería y orgullo, porque sabía que, a pesar de que resultase sospechoso, puede que con suerte, nunca lo relacionarían con el crimen de Trish.
Siente un ligero ramalazo de simpatía por Michael, pues a pesar de todo lo que ha revelado, él sigue siendo una víctima de la manipulación del universitario. Si no hubiera sido por sus ponzoñosas y engañosas palabras, nunca habría hecho daño a nadie. Pero lamentablemente, al no oponer resistencia, al no haber hablado antes, se ha convertido en un cómplice, y en el culpable de la agresión. Van a tener que culparlo a él junto a Leo Humphries por la violación de Trish, y por desgracia, esto conllevará que pase varios meses, quizás algunos años, en la cárcel o en un correccional de menores.
—Gracias por decirnos la verdad, Michael —es la pelirroja con ojos azules quien rompe el brutal y terrible silencio que se ha instalado en la estancia, contemplando cómo las lágrimas caen sin cesar desde los ojos del chaval. Tras suspirar, le acerca una caja de pañuelos para que seque sus lágrimas y se suene la nariz—. Interrogatorio finalizado a las 02:55h —detiene la grabación de la cinta de casete pulsando el botón, y se levanta junto a sus compañeros de profesión, saliendo de la sala de interrogatorios número cinco. En cuanto cierran la puerta tras ellos, los sollozos de Michael se hacen más pronunciados, logrando escucharse desde el interior—. Tenemos que decírselo a Clive.
La joven embarazada ha adoptado una actitud mucho más calmada que su mejor amiga y su prometido, quienes parecen tener dificultades para mantenerse serenos. Está claro que están deseando irrumpir en la sala de interrogatorios número cuatro, rompiendo la puerta si es necesario, para darle de tortas a Leo hasta en el carnet de identidad. Pero logran contener sus impulsos y se limitan a asentir en silencio, caminando a su son.
Los agentes responsables de la investigación entran a la sala de interrogatorios número tres, con Clive alzando el rostro de entre sus manos. Inmediatamente, con solo ver sus expresiones faciales, sabe que la suerte está echada. Sabe que los inspectores han interrogado a su hijo, y que éste les ha contado todo lo que sucedió. Pero aún hay un rayo de esperanza: si puede convencerlos de que no lo culpabilicen, de que hagan que el peso de la ley caiga sobre sus hombros, podrá evitar que Michael tenga que sufrir un terrible destino. Al fin y al cabo, ¿qué importa si su vida se trunca? Si es por ayudar a su hijo, haría lo que fuera. Se mantiene silencioso, a la espera de las palabras de los inspectores. Contempla a la castaña de cabello rizado cruzarse de brazos, apoyándose en un pilar de la estancia, contemplándolo en todo momento con una mirada llena de compasión y lástima. La pelirroja vestida de marino está de pie a su derecha, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, en una actitud serena, nada defensiva, con sus ojos fijos en su persona, igualmente llenos de lástima y compasión. El jefe de ambas es quien no lo observa con una mirada compasiva, sino decidida. Se ha adelantado unos pasos frente a ellas, y toma aire antes de colocar sus manos tras su espalda. Está listo para hablar.
—Michael está detenido —sentencia sin contemplaciones el escocés, no alzando la voz en absoluto. Comunica los hechos con una voz suave, llena de neutralidad, a fin de que al taxista le sea más fácil procesar la noticia—. Ha confesado haber violado a Trish Winterman, y nos ha contado lo de su amistad con Leo Humphries.
—Digan que fui yo —ruega el taxista, temblándole el labio inferior—. No lo hagan pasar por esto: es solo un crío —su preocupación va in crescendo conforme contempla las miradas serenas y determinadas de los policías, quienes ni siquiera están respondiendo a sus súplicas. Esto es lo más escalofriante de todo, pues significa que, con casi toda probabilidad, no van a permitir que él tome el lugar de Michael—. Debería haber cuidado de él... —está convencido de ello. Debería haber dejado de comportarse como un capullo, tanto con Lindsay como con él. Debería haber sido el padre y el marido que juró que sería. Si lo hubiera hecho, ahora no estarían en esta situación—. Digan que fui yo... Por favor.
La voz de Clive ha sonado temblorosa. Es el último intento de un padre, desesperado por ayudar y proteger a su hijo, y los inspectores no pueden evitar empatizar mínimamente con él. Un padre haría lo que sea por sus hijos, inclusive ir al infierno mismo por ellos. Pero lamentablemente, Michael debe aprender que sus errores, su inacción, tiene consecuencias. Y no pueden exculparlo de esto. Por mucho que quieran hacerlo, pues saben lo injusto que es todo esto. Leo Humphries fue el instigador, y Michael solo una víctima, pero frente a un jurado, no hará diferencia alguna. Para ellos, el estudiante de instituto será tan culpable como el universitario. Porque ambos tomaron parte en esta violación.
—Lo ha sabido, ¿no es cierto? —Coraline deja que su pregunta salga de sus labios, pues conforme Lucas ha ido hablando, exponiendo su petición ante ellos, el grado de culpa en sus palabras ha ido aumentando. Esto ha sido el indicativo máximo de que, debido a que lo sabía, debido a que no pudo hacer nada por evitarlo, quiere ahora tomar el lugar de su hijo—. Durante todo este tiempo... Lo ha sabido.
Las palabras de la analista del comportamiento son lapidarias para el taxista, pues se ve obligado a enfrentarse con la realidad de lo sucedido. Tiene que aceptar que no pudo proteger a Michael, que le ha fallado, que no lo ha cuidado como debía... Y ahora, debe rendirse ante el hecho de que no va a poder evitarle el destino que le espera. No puede evitar que sea juzgado por un jurado. Que vaya a la cárcel por lo que ha hecho. Lo único que puede hacer ahora, es desahogarse en lágrimas, volver a casa con Lindsay, consolarla, y apoyar a Michael en todo momento, mientras dure el juicio que se llevará a cabo. Tiene que ser una mejor persona. La que debería haber sido. Y lo tiene que hacer por su hijo.
Una vez finalizan el interrogatorio de Clive Lucas, aproximadamente a las 3:00h, proceden a subir las escaleras hasta el piso en el que se encuentran sus mesas de trabajo. El escocés de cabello castaño ha mandado un mensaje a la Inspectora Jefe Nish Desai, comunicándole quién es el artífice intelectual de la violación, así como el responsable de llevarla a cabo. Nada más obtener dicha información, Nish se lo ha comunicado a Ava Stone, aún en su despacho, y ésta ha destinado inmediatamente una unidad a la casa y al lugar de trabajo de Leo Humphries.
Unas dos horas y media más tarde, han llegado los efectivos, y Alec, que se encuentra en su despacho, sentado en su sofá junto a una dormida Coraline, alza el rostro de su rostro para contemplar a Ellie, quien acaba de entrar por la puerta. Le hace un gesto silencioso, indicándole que Nish Desai quiere verlos, porque parece que han encontrado algo relevante. El escocés asiente al momento, y su amiga abandona la estancia para darles algo de privacidad a los futuros cónyuges. Cuando están nuevamente a solas, el Inspector Hardy planta varios besos afectuosos en la frente de su prometida, al mismo tiempo que la zarandea suavemente, susurrando su nombre. La mentalista abre los ojos lentamente, levantando su cabeza del regazo de su protector y confidente, masajeándose las cuencas de los ojos. Tras bostezar, parece finalmente despertarse por completo, intercambiando una rápida sonrisa con el hombre que ama, quien le indica que deben reunirse con Ellie y la Inspectora Jefe en la mesa de la primera.
Cuando ambos salen de su despacho, encuentran a su querida amiga de cabello rizado acompañada no solo por Nish Desai, sino por Ava Stone. La primera tiene evidentes ojeras en los ojos, vestigio de una noche en vela, y está ataviada con un jersey de color rojo, vaqueros grises, y botas negras. La segunda por su parte, tiene su cabello rubio recogido en un moño improvisado, y se ha despojado de su chaqueta de trabajo, quedando únicamente con la camisa blanca, los pantalones negros, y sus zapatos de tacón del mismo color. Ambas se han cruzado de brazos, y los reciben con miradas llenas de significado.
—Acabamos de recuperar las imágenes de un teléfono con cámara, pegado a la parte de atrás del escritorio de Leo Humphries —les comunica Desai con un tono grave, y solo en ese momento, los futuros padres se percatan de que hay un portátil gris en el escritorio de Ellie. Es evidente que se trata del ordenador personal de su jefa directa—. Parecen ser las grabaciones de las violaciones de Laura Benson y Trish Winterman, junto con otras dos de las que no tenemos registros oficiales —solo escuchar que esas imágenes han estado ahí todo este tiempo, los pone enfermos. Si tan solo hubieran registrado antes ese maldito sitio... Pero ahora no vale la pena soliviantarse por ello. Tienen que ver el contenido de las grabaciones para poder acusarlo formalmente de esas violaciones, y así poder enchironarlo, preferiblemente, de por vida—. Imagino que, una de ellas será la mujer que habló con su asesora en delitos sexuales.
—No es agradable —comenta Stone con un tono apesadumbrado, pues tanto Nish como ella ya han visto el contenido de la grabación en su despacho, instantes después de haber procesado la orden de reincorporación de Katie a la comisaría, gracias al testimonio de Coraline de hace varias horas, mientras interrogaba a Ed Burnett—. Pero es la prueba fehaciente de que Leo Humphries violó a dos mujeres más —añade, contemplando cómo su inspector de cabello castaño saca sus gafas de cerca del bolsillo exterior de su chaqueta de trabajo, colocándoselas. A su vez, Ellie traga saliva, mientras que Cora se limita a cruzarse de brazos bajo el pecho.
Nish se inclina hacia el portátil, haciendo clic en el botón de reproducción. Inmediatamente, el vídeo se pone en marcha. En un principio apenas se ve demasiado, pero pronto queda claro que el entorno está lleno de hierba. Es un campo, a juzgar por la vegetación. Y los tres saben perfectamente dónde se ha filmado este vídeo, puesto que han ido a ese mismo lugar, con la mujer que, escasos segundos después de que empiece la grabación, aparece en la pantalla del portátil.
—Es Laura Benson... —Ellie tiene que obligarse a mantener la vista fija en la pantalla, pues su primer impulso es la de apartarla. No puede evitar querer escapar de esto. Es horrible e inhumano.
Alec contempla la grabación con los labios presionados en una delgada línea, y el ceño fruncido. Es simplemente asqueroso. No puede creer que Leo haya sido capaz de hacerles esto a estas pobres mujeres. Solo por el puro hecho de poder hacerlo. De que nadie se lo haya impedido. Si por él fuera, lo obligaría a someterse a castración química para evitar que vuelva a hacerlo, pero es perfectamente consciente de que eso sería salirse del marco legal, de modo que, lamentablemente, solo pueden interrogarlo, conseguir su confesión, acusarlo formalmente, y llevarlo a juicio para que lo condenen. Y una vez hecho esto, piensa asegurarse de que no salga de la cárcel en mucho tiempo.
Coraline contempla la grabación con toda la impasividad de la que es capaz, teniendo en cuenta que visionar el contenido del que Leo es propietario, le infunde una de sobra conocida sensación en la boca del estómago. Su pulso se acelera brevemente, y no puede evitar pensar en si ella misma se vio así al momento de ser agredida sexualmente: tan indefensa, tan impotente. Es evidente que así es. En cuanto ese pensamiento aparece en la parte más recóndita de su mente, siente unas irrefrenables ganas de vomitar, pero logra contenerse, colocando su mano derecha en su boca. Cierra los ojos con fuerza durante unos instantes para recomponerse, pues aunque le disguste aquello que está reproduciéndose en pantalla, debe ver las grabaciones para poder interrogar a Leo, consiguiendo así que admita haber cometido esas violaciones. Tiene que condenarlo. Y piensa hacerlo cueste lo que cueste.
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