Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31 {1ª Parte}

Mark Latimer despierta de su apacible sueño en su cama, en casa. Parpadea rápidamente, ajustando su vista a la oscuridad de la estancia. Para su sorpresa, no está solo. Advierte al momento la respiración de otra persona a su espalda, de modo que se gira para mirar. Se sorprende momentáneamente al encontrar a Beth durmiendo tranquilamente. Tras comprobar que la madre de sus hijas continúa durmiendo a pesar de cómo se ha despertado él tan sorpresivamente, Mark sale de la cama. En el pasillo de las habitaciones contempla cómo la luz del cuarto de Danny está apagada, pero aun así, hay una tenue luz azul que sale por la rendija baja de la puerta. Caminando lentamente hacia ella, se detiene una vez la tiene de frente. Alarga la mano derecha al manubrio de la puerta, girándolo para abrirla. La empuja con suavidad al interior de la habitación, con el cuidado de no hacer el más mínimo ruido, pues no quiere despertar a Chloe o Lizzie.

En cuanto la tiene abierta, se percata de que Danny está despierto. Aún viste el pijama, habiéndose colocado únicamente la chaqueta del chándal del instituto. Tiene en sus manos el mando inalámbrico de la PS4, y está jugando al FIFA, como es costumbre. Se ha asegurado de bajar el volumen de la televisión casi al mínimo para no molestar a sus padres y hermanas. En cuanto el estudiante de quince años advierte que su padre ha abierto la puerta de su habitación, desvía sus ojos azules hacia él, antes de morderse el labio, claramente avergonzado por haber sido pillado jugando a deshoras. El fontanero no puede evitar esgrimir una mueca de amonestación.

—Colega, ya hemos hablado de esto.

—Papá, no puedo dormir —se justifica el adolescente de cabello moreno, rodando los ojos.

—¿No? —cuestiona su padre, arqueando una ceja—. Pero eso no creo que ayude...

—¿Quieres jugar? —cuestiona el adolescente en un tono tentador, agitando el mando de la videoconsola en sus manos, pues sabe de buena tinta lo mucho que a su padre le gusta jugar con él a videojuegos, especialmente al FIFA—. Podemos jugar un partido rápido... —añade, consciente de que no podrá resistirse al cebo de demostrarle su superioridad técnica.

El fontanero desvía la mirada hacia el pasillo de las habitaciones, fijándola en su dormitorio, donde Beth descansa sin ser consciente de nada a su alrededor. Deja que una sonrisa aparezca en su rostro antes de suspirar con pesadez, asintiendo lentamente unos segundos después.

—No se lo digas a tu madre —le ruega en un tono confidente, el cual el adolescente capta al momento, sonriendo con dicha, antes de asentir, moviéndose brevemente hacia la izquierda para dejarle un sitio donde sentarse—. Vale, ¿qué tenemos aquí? —cuestiona tras cerrar la puerta del dormitorio, antes de sentarse junto a su hijo, posando su mirada en la pantalla en la que está reproduciéndose el videojuego: es un partido del Real Madrid vs el Barcelona, dos equipos españoles que han ganado gran notoriedad en la Liga y la Champions League—. ¿Te preocupan tus exámenes? ¿Por eso no puedes dormir? —cuestiona una vez contempla cómo Danny le entrega el otro mando de videojuegos, continuando con el partido de fútbol.

—Puede... —musita el adolescente, encogiéndose de hombros.

—No merece la pena que te preocupes por eso —sentencia el hombre de cabello castaño y ojos azules, comprendiendo hasta cierto punto cómo los exámenes y la incertidumbre del futuro, pueden provocar un desequilibrio en la mente de un adolescente como Dan—. Tú hazlo lo mejor que puedas y listo. Eso es todo lo que te pedimos, ¿vale?—le aconseja, pues no es necesario ni para Beth ni para él que su hijo saque un excelente o notable en todas las asignaturas. Con que apruebe las asignaturas les basta, siempre que aprenda algo de ellas, claro—. Nadie podrá decirte nada si te esfuerzas: todo irá bien —le asegura, comenzando a utilizar los joysticks derecho e izquierdo para controlar a los jugadores del equipo del Real Madrid, mientras que Danny controla a los jugadores del equipo contrario—. Tienes toda la vida por delante —le asegura en un tono sereno mientas uno de sus jugadores hace una finta, provocando que Danny le propine un codazo amistoso en el brazo izquierdo a modo de felicitación—. Vas a tener una vida estupenda...

Danny detiene sus pulgares, los cuales utiliza para controlar los joysticks, y gira su rostro hacia la derecha, contemplando el rostro sereno y feliz de su padre. Sonríe con cariño y amabilidad, pues sabe que su padre siempre estará ahí para ayudarlo y protegerlo. Nunca lo abandonará ni dejará en la estacada, porque así es él. A pesar de todos los conflictos del pasado, a pesar de las riñas, siempre será su padre. Dispuesto a hacer lo que sea por ayudarlos, tanto a él, como a sus hermanas. En el mismo momento en el que Danny se inclina hacia su padre para propinarle un abrazo, Mark se despierta de sopetón.

Son las 2:30h de la madrugada del lunes 6 de junio. El fontanero se ha quedado dormido en el interior de su furgoneta, la cual no ha movido desde que Joe se marchase de su puesto de trabajo. Parpadea rápidamente, intentando ajustarse a la realidad de que no está durmiendo en su casa, y a que Danny no está vivo. El sueño no era más que una utópica versión de sus sueños más desesperados, mientras que la realidad es la pesadilla constante y terrible en la que tiene que continuar viviendo. Las lágrimas saladas se le agolpan en los ojos, de modo que las deja caer libres por sus mejillas. Se desahoga allí mismo, dando rienda suelta a su desesperación. Tras tomar aliento en varias ocasiones para calmar el rápido latir de su corazón, el fontanero de ojos celestes sale de la furgoneta, contemplando las negras aguas que golpean contra los adoquines y paredes de piedra del astillero. El aire frío de la noche le seca las lágrimas restantes.


Beth Latimer está durmiendo en su cama, dejándose llevar por el mundo de los paisajes oníricos de sus sueños. Ayer, domingo, tras despedirse de los Hardy y los mellizos, habiéndole tomado por sorpresa que la pelirroja tuviera hermanos, aprovechó para hablar con Ellie, quien la ha puesto al corriente sobre todo. En sus sueño ahora, influenciados por ese reciente descubrimiento, de pronto se encuentra cara a cara con un hombre joven de cabello moreno y ojos azules, que parece la viva imagen de Danny, pero quien asegura ser su hermano de otra madre. La coincidencia es tan terrible que, al sonido del primer tono de llamada, la joven madre despierta con un sobresalto en su cama. Se coloca la mano en la frente, desviando la mirada al despertador: son las 6:45h de la madrugada. Y como si fuera un horrible déjà vu, Beth inconscientemente recuerda la mañana en la que se despertó. La mañana en la que Danny ya no estaba con ella. La mañana en la que lo perdió todo. Se obliga a despejarse, a dejar de lado esos pensamientos, siendo consciente por primera vez desde su despertar, que el teléfono está sonando en su mesilla de noche. Se pregunta si será Mark, a quien dejó un mensaje de voz el día anterior, preocupada por él, expresándole su apoyo, tal y como Paul le aconsejó que hiciera. Toma el teléfono en sus manos y contesta sin siquiera reparar en el nombre que aparece en pantalla.

—¿Diga?

—¿Beth? —la voz de Trish al otro lado de la línea telefónica la despierta como una bofetada que corta el aire, y se incorpora en la cama, apoyándose en el cabecero—. Lo siento —las disculpas llegan después, pues claramente no esperaba hablar con ella a horas tan intempestivas, lo que es lógico—. No quería despertarte: pensaba que lo tendrías apagado, e iba a dejarte un mensaje —argumenta, y la asesora inmediatamente advierte por el temblor leve de su voz que algo no va del todo bien.

—Trish, ¿estás bien? —cuestiona directamente, pues si necesita que se persone en su casa, eso hará. Lo que sea. Es su asesora al fin y al cabo. Su deber es ayudarla en lo que necesite. Y ahora mismo, parece que necesita hablar con alguien.

—Siento que me estoy hundiendo, Beth —responde Patricia de manera concisa, sintiendo que cada acción, incluso respirar, la hunden más en esa espiral de autodestrucción que es la depresión y la autocompasión. Siente que apenas está apegada a su familia, que distancia a todos de ella, y no lo puede soportar, pues siempre ha sido alguien muy sociable.

—No es un camino recto —afirma Beth aún adormilada—. Algunos días serán más duros que otros —añade, pues sabe por propia experiencia que eso es cierto. Hubo días en los que, sin fuerzas para hacer nada, gustosamente ese habría tirado del acantilado para estar con Danny, pero también hubo muchos otros en los que se sentía fuerte, llena de energía para seguir viva por sus hijas—. Pero eres fuerte Trish... —intenta animarla, pues es cierto según su punto de vista: es una mujer que, a pesar de haberle sucedido algo tan horrible, es capaz de intentar seguir adelante—. Estoy muy impresionada contigo, y de lo mucho que has logrado en estos días.

—Me odio a mí misma —las palabras salen de su boca antes siquiera de poder evitarlo. Se odia por haber hecho daño a Cath. Se odia por haberse acostado con Jim. Se odia por haber permitido que la violaran. Se odia por no haber luchado con más fuerza. Se odia por ser débil. Se odia por ser ella—. No quiero estar en mi cuerpo, no quiero estar en mi mente.

—No te tortures.

—¿Cuánto tiempo durará esto, Beth? —está claro que la desesperación la embarga—. ¿Va a ser así durante el resto de mi vida, como a Coraline le pasó? —cuestiona, rememorando las declaraciones que se hicieron públicas del juicio—. No puedo... No sé cómo sacármelo de la cabeza —le revela, y Beth opta por mantenerse silenciosa y escuchar, pues es lo que ahora mismo necesita su clienta—. Me paso el día aterrada, y no es justo.

—Lo sé —responde la madre de Danny en un tono comprensivo—. No lo es.


El día llega más pronto de lo que esperaban los inspectores de policía. Cora y Alec se han desplazado hasta la comisaría de policía una vez han desayunado y acompañado a Daisy a su clase de defensa personal. Ahora que la estudiante no tiene que esconderse de su padre, la idea de que ambos la acompañen la alegra. Se ha despedido de ellos con relativa normalidad, pero los tres saben que no hay nada de normal en su actual situación. Nada más llegar a comisaría, Ellie los informa de que la Inspectora Jefe Nish Desai ha llegado, y los espera en el despacho del escocés junto a la Comisaria Stone. Tras despojarse de sus chaquetas de trabajo, Coraline y Alec entran a la estancia, saludando a ambas mujeres con un tono respetuoso, antes de colocarse tras el escritorio del escocés. Ellie hace lo propio, apoyando su espalda den una de las paredes del despacho, cruzándose de brazos. Ava Stone intercambia una mirada serena y un gesto de asentimiento con Coraline, indicándole que deben hablar en privado más tarde.

Los inspectores de cabello castaño y ojos pardos han observado ese intercambio entre la taheña y su jefa, lo que los hace preguntarse qué demonios está pasando y por qué parece que la relación entre ambas es más estrecha de lo que debería. Deciden hablar con la analista del comportamiento más tarde para preguntárselo, pero primero, deben abordar el tema de Katie Harford.

—Señora, me temo que la Oficial Harford está comprometida personal y emocionalmente con uno de los sospechosos del caso, por lo que hemos debido apartarla de la investigación con efecto inmediato —es Cora quien empieza a informar a su superiora sobre lo transcurrido en la comisaría la noche del sábado 4 de junio—. No compartió con nosotros hasta el sábado por la noche, el hecho de que es una pariente consanguínea directa del sospechoso, y habló con él en cuanto se percató de que formaba parte de nuestras listas, compartiendo con él detalles de la investigación.

—¿Harford? ¿Katie Harford? —Nish parece sorprendida por ese dato, pues la joven prometía mucho—. Pero forma del grupo de agentes que destiné para...

—Prometía mucho, sí —afirma Ava Stone al interrumpirla, habiéndose cruzado de brazos, pues esta información no es buena. Suspira con pesadez: no puede creer que esta joven haya cometido semejante error, pudiendo costarles la investigación, y por tanto, el juicio—. ¿Por qué se la incluyó en el caso a pesar de su inexperiencia? —quiere saberlo, pues quizás deberían empezar a filtrar mejor a sus internos.

—Dada la recomendación de la Inspectora Jefe, señora —responde Alec en un tono factual.

—Oh, así que es culpa mía...

—Dudo que el Inspector Hardy haya querido insinuar eso, Inspectora Desai —intercede la Comisaria Stone con un tono férreo, negándose a permitir que su subordinada achante a sus mejores inspectores. Bastante presión tienen con el caso como para que les añada alguna más.

—Si sirve de consuelo, creo que ha sido estúpida, no corrupta —indica Miller con esperanza.

—De acuerdo —Ava se mantiene serena, cavilando para sus adentros antes de carraspear—. Si yo estuviera en su lugar, y no digo que esto sea lo que tengan que hacer, celebren la reunión multidisciplinar, pero no entren en detalles con el resto del equipo —parece habérsele ocurrido algo, comenzando a elaborar un plan, pues ante todo, deben saber qué es lo que Katie habló con Ed para así hacer el control de daños pertinente—. Y luego, antes de emitir un comunicado de prensa, salgan un momento a tomar el aire, quizás un café. Si resulta que se encuentran con Katie Harford, algo que podría ocurrir, aclaren las cosas —Alec intercambia una mirada con sus subordinadas, comprendiendo el plan de la Comisaria Stone, pues estando fuera de la comisaría, en un ambiente informal, nadie podría decir que se está involucrando a Katie Harford nuevamente en la investigación. Solo sería una charla entre personas que se conocen fuera del lugar de trabajo—. Averigüen qué ha hecho y qué le ha dicho al sospechoso, para saber a qué nos enfrentamos. Tienen una hora aproximadamente —finaliza en un tono autoritario y profesional, antes de descruzar los brazos—. Después, la Inspectora Desai y yo deberemos informar al Comité de Ética para tomar medidas disciplinares —asevera, contemplando cómo el trio de inspectores asiente en silencio ante sus palabras. Ella por su parte, hará lo que esté en su mano para evitar que sean muy duros con la oficial, pues a pesar de su error, es una brillante analista, de lo cual Coraline ha dado fe en sus múltiples informes.

—¿Qué probabilidades hay de que ese tipo sea el culpable? —cuestiona la Inspectora Nish en un tono curioso, alabando en su mente la intervención de la Comisaria Stone, pues ella misma iba a proponer semejante plan. No quiere truncar la carrera de Harford, de modo que piensa hacer lo que sea por ayudarla a salir de este atolladero, y por lo que parece, según sus informes, Coraline podría mediar en el asunto, aseverando su gran capacidad analítica y profesional.

—Es nuestro principal sospechoso —dice Alec, habiendo guardado las manos en el bolsillo.

—Cómo no... —asevera la Inspectora Jefe con un tono sarcástico, negando con la cabeza—. Cualquier abogado nos machacará en los tribunales, si es que se llega a eso —supone con certeza, rememorando vívidamente lo sucedido con Sandbrook y el caso de Danny Latimer.

—No permitiré que esto nos comprometa —asegura Alec con un tono férreo—. Ningún agresor va a librarse por su error —solo de pensar nuevamente en cómo Katie les dijo el sábado que era la hija de Ed Burnett, lo pone furioso. Le encantaría zarandearla para hacerle ver lo que su indiscreción les podría costar.

—No se machaquen por esto —asevera Stone—. No es culpa suya —niega con la cabeza, comprendiendo perfectamente las ansias del Inspector Hardy por evitar cometer los mismos errores que en Sandbrook o el caso Latimer—. Pero asegúrense de que no sale de aquí, y céntrense en encontrar a nuestro violador en serie.

—Sí, señora —afirma el Inspector Hardy al momento, antes de salir de su despacho, dispuesto a celebrar la reunión multidisciplinar, para organizar a sus subordinados y trabajar en el caso de manera más eficiente. Una vez el escocés llama la atención de todos, siendo consciente en todo momento de que Stone y Desai los observan, comienza a hablar—. Además de las agresiones a Trish Winterman y Laura Benson, una asesora independiente nos ha informado sobre la existencia de una tercera superviviente. La mujer en cuestión aún no quiere hablar con nosotros —ve a sus subordinados tomar nota en sus blocs de notas, tal y como antaño hiciera su prometida—. Sin embargo, gracias a la información proporcionada a la asesora, ahora tenemos tres escenas del crimen que comparar.

—La Agente Harford no vendrá hoy por motivos personales, de modo que la Inspectora Miller y yo nos ocuparemos de sus funciones una vez se haga pública la rueda de prensa —es la taheña quien toma el relevo a la explicación de su jefe y futuro marido, utilizando un tono calmado y conciso, de manera que no haya dudas al respecto—. También seguiremos interrogando a Ed Burnett, que sigue detenido.

—Bien, todos tenéis vuestras tareas —afirma Hardy en un tono factual, dando por terminada la reunión—. A trabajar —añade, y los agentes se dispersan al momento, murmurando entre ellos sobre los recientes avances del caso, y por fortuna, sin mencionar la ausencia de Harford. El escocés de cabello y vello facial castaño se interna en su despacho para tomar su chaqueta y la de su pareja. Al fin y al cabo, ahora deben reunirse con Katie Harford.


Beth Latimer ha acompañado a su supervisora a la tienda en la que trabaja la otra mujer de la que ha hablado a la policía, a varios kilómetros de Broadchurch. Sahana Harrison recuerda exactamente dónde se encuentra la tienda, y aunque Nira ha expresado una y mil veces que no quiere hablar con la policía, puede que la presencia de Beth y el posterior comunicado de la policía la hagan cambiar de idea. Es una muchacha de origen hindú, con una familia conservadora y estricta, lo que explica que, en su momento, decidiera no denunciar la agresión. Las habladurías, la marginación dentro de su propia familia y el estigma de ser una mujer a la que violaron, es algo muy duro, especialmente en las comunidades indias. Beth y Sahana la contemplan reponer unas estanterías a través del escaparate. Cuando advierte sobre su persona le inequívoca sensación de que alguien la observa, algo de lo que ahora se percata mucho más rápido debido a su agresión, la muchacha alza el rostro, posando su mirada en las dos mujeres que hay en el exterior de la tienda. Nira desvía la mirada al exterior de la tienda, vigilando que nadie de su familia o amigos camine por la calle a estas horas.

Una vez termina de reponer las estanterías, sale de la tienda, pues era lo último que le tocaba hacer esta mañana. Debe volver al mediodía, pasada la hora de comer.

—Me alegro mucho de verte, Nira —dice Sahana en un tono amigable, deseando ser lo menos directa posible para no amedrentar a la muchacha que camina a su izquierda, hacia un parque cercano. Pero Nira sabe perfectamente cuándo la gente intenta ganar tiempo, de modo que chasquea la lengua, y la interrumpe con un tono firme.

—¿Qué quieren?

—Parece ser, que el hombre que te agredió podría haber agredido a otras mujeres.

—¿Cuándo? —Nira detiene su caminar. No parece dispuesta a cooperar per se, pero sin duda parece interesada en saber en qué momento se han sucedido esos ataques a otras mujeres. Saber que no fue la única es un extraño consuelo, y un terrible honor.

—La policía sigue todavía intentando recomponer el puzle, pero violaron a una mujer hace dos años, y a otra hace tan solo una semana —responde Harrison en la misma directa manera en la que Nira ha realizado la pregunta. Sabe que necesita respuestas concisas y concretas, pues no soporta la ambigüedad.

—Eh, ¿quieres sentarte aquí? —Beth, que contempla cómo Nira parece reflexiva de pronto, le ofrece sentarse en un banco cercano para poder charlar con tranquilidad. Sin mediar palabra, la joven se dirige hacia el primer banco vacío que encuentra.

—Quería preguntarte si reconsiderarías compartir algunos detalles con la policía —Harrison se sienta a su lado, mientras que Beth se mantiene de pie, observándolas. Ha decidido sincerarse con Nira, pues ante todo, quiere evitar que piense que la coacciona para hacer algo.

—No —la respuesta sale de sus labios al momento—. No me obliguen a revivirlo.

—Sería de gran ayuda para la investigación —intercede Beth, intentando convencerla de que cambie de idea, a pesar de saber lo duro y doloroso que debe ser esto—. Podrías impedir que agredan a más mujeres...

—No me responsabilice de eso —la interrumpe Nira, evidentemente molesta porque intente hacerla cambiar de idea, cuando sus pensamientos al respecto con inamovibles— ¿Quién es usted para juzgarme? —cuestiona a la defensiva, sintiéndose atacada, a pesar de reconocer a la madre de Danny Latimer. Hoy en día, es difícil que nadie no la reconozca, especialmente con el revuelo que causó el caso y el posterior juicio.

—No te juzgo, Nira...

—¡Claro que sí! —rebate la joven hindú—. Está pensando: «¿cómo puede ser tan egoísta?» —Beth guarda silencio, pues aunque no estaba pensando eso, es indudable que Trish o los inspectores podrían pensarlo, de llegar a hablar con ella. Por eso es importante que Harrison y ella sean quienes lo hagan. Son más objetivas, pues la policía está involucrada directamente en el caso, y ellas no—. No le debo nada a nadie. Cuando necesité ayuda, estuve sola —rememora cómo, en conversaciones con algunas amigas, muchas relataron que la policía las ignoró al presentar una denuncia por violación—. Nadie me ayudó.

—Estuvimos ahí, Nira —rebate Sahana, intentando persuadirla, recordándole cómo la asesoró y ayudó en el pasado—. Yo estuve contigo —la muchacha hindú asiente en silencio, pues sabe que tiene razón en lo que dice—. Lo sigo estando, como todos nosotros —asevera, desviando su mirada momentáneamente a su empleada, quien asiente en silencio, contemplando a la chica con evidente compasión.

—¿Qué te pasó, Nira? —cuestiona la madre de Danny, arrodillándose en el pavimento, para así, estar al mismo nivel ocular que la superviviente. Necesita hacerla sentirse tranquila. Que puede confiar en ellas. Y no lo hará mientras Beth mantenga una posición dominante.

—Iba caminando a casa —responde Nira, luchando por contener las lágrimas, porque, da igual el tiempo que pase: el hecho de contarlo sigue doliendo igual. Sigue clavándole esa espada en la espalda. Y sigue provocándole escalofríos e indefensión—. Se me estropeó el coche, y tuve que llamar a asistencia en carretera, pero no vinieron, así que empecé a caminar —aún recuerda cómo caminaba por la esquina delineada de la carretera, con el teléfono agotando su batería a cada minuto—. Crucé aquel campo con la intención de llegar a un lugar donde pedir ayuda, y... —inmediatamente siente que la bilis se le sube a la garganta, y cómo las lágrimas saladas le queman los ojos. Sus labios empiezan a temblar entonces, antes de negar de manera vehemente con la cabeza—. Si lo denuncio, tendré que contárselo a mi familia, y se disgustarán —empieza a llorar, deslizándosele varias lágrimas por las mejillas—. Entonces se lo contarán a otros y... —los sollozos y el estremecimiento que la recorre de arriba-abajo la hacen interrumpirse—. Para esas personas siempre seré esa chica india a la que violaron.

—No tienes por qué hacerlo público —argumenta Harrison en un tono suave, intentando que su clienta vea la posibilidad de no pasar por ese tormento—. Solo será una conversación con los inspectores...

—No quiero una conversación: quiero que desaparezca —asevera Nira con firmeza, negándose a hacer lo que su asesora le ha aconsejado. No es su madre. No manda en su cuerpo ni su mente. No puede decirle lo que debe o no debe hacer. Ella lo sabe mejor que nadie.

—Cuanta más ayuda recibas, más fácil te resultará dejarlo atrás, de verdad lo creo.

—No pienso cambiar de opinión —Nira no da su brazo a torcer—. No hablaré con la policía.

Abandona el parque tras decir esas palabras, despojándose de las lágrimas en un intento porque no se le hinchen los ojos. No quiere tener que explicar a su familia por qué ha estado llorando. Beth y su jefa en materia de abusos sexuales la observan marchar impotentes. Podría haber ido mejor, pero la información que les ha dado es mejor que nada, aunque la joven madre está convencida de que, si bien no es su responsabilidad el hablar para ayudar a otras mujeres, bien debería hacerlo en caso de tener algo de humanidad. No puede seguir engañándose a sí misma, fingiendo que todo va bien, y que lo ocurrido no existe. Ella misma lo intentó tras la muerte de Danny. Intentó convencerse de que aquello no era más que un mal sueño, pero no le sirvió de nada. Y sí, puede que Nira tenga miedo de hablar, del qué dirán, pero la matriarca de los Latimer piensa que, si Coraline pudo hacerlo, y era más joven que Nira cuando sufrió la agresión, si ella pudo encontrar el coraje para hacerlo, ¿por qué no ella? No le parece justo para las otras supervivientes, especialmente para Trish, que tanto está sufriendo.


Joe Miller conduce su coche de camino a casa. Ha girado en varias intersecciones, y justo cuando se detiene en uno de los semáforos, contempla una furgoneta azul justo detrás de él. Está a punto de hacerle un gesto con las luces traseras para que lo adelante, puesto que su vivienda está en el siguiente cruce y no piensa acelerar la marcha, cuando se percata de quién conduce esa furgoneta. No es que pueda ver a su ocupante precisamente, pero el rótulo de la furgoneta azul de fontanero de Mark Latimer es inconfundible, especialmente a esta distancia. Siente que se le sube el corazón a la garganta, y que empieza a sudar. El semáforo se pone verde, y pisa el acelerador. Se dice que tiene que calmarse: probablemente Mark ni siquiera reconozca su coche, y probablemente esté de vuelta a Broadchurch tras hacer un arreglo, o puede que haya ido a visitar a su familia. Pero cuando tuerce en el cruce que lleva a su casa, Joe siente las manos heladas del miedo sujetando su corazón: Mark no tiene hermanos, y la furgoneta sigue su misma trayectoria. Se detiene cuando él lo hace, y acelera cuando él lo hace. Está siguiéndolo. ¿Pero cómo ha logrado encontrarlo? ¿Cómo sabe que es él? Joe no tiene ni idea, pero no piensa quedarse quieto para averiguarlo. Sigue conduciendo, y pronto avista su pequeño apartamento. Siente que el alivio lo invade mientras estaciona el coche en la acerca junto a la puerta principal. Pero el miedo de que Mark haya parado el coche y se abalance sobre él para terminar lo que empezó aquel día en la cabaña del acantilado, cuando creyó que iba a morir, hace que empiece a sentir que su pulso se acelera. Se apresura en recoger su chaqueta y bolsa de trabajo, antes de salir del coche, caminando rápidamente hacia la puerta del apartamento. Está tan nervioso que se le caen las llaves al suelo, escuchando el rugir del motor de la furgoneta acercándose a su posición. Finalmente, encuentra la llave correcta, y abre la puerta, entrando a su casa. Cuando la cierra a su espalda, inmediatamente pone el seguro y cierra con llave. Es entonces cuando, respirando agitadamente, se asoma a la ventana de la sala de estar, y para su horror, Mark está ahí: ha dejado la furgoneta quieta frente a la ventana de su casa, y ahora es capaz de verle la cara. La expresión iracunda y desesperada de su rostro hacen que Joe empiece a sentir que le sobreviene un ataque de ansiedad.


Son las 12:21h, y Cora ha conseguido contactar con Katie para concertar una reunión de manera informal. La ha llamado a su casa, y la que hasta hace dos días fuera su oficial a cargo no ha tardado en contestar, habiendo recordado su número de móvil. La pelirroja camina por el paseo de la playa acompañada por su prometido y su amiga. Ambos tienen expresiones contrariadas en sus rostros, pues aún no perdonan a Katie su error. Necesitarán más tiempo para procesarlo y perdonarla. La taheña, aunque comparte cierta molestia por la forma en la que su oficial ignoró sus consejos, no siente esa aversión por ella. Probablemente, se deba a que lleva trabajando con ella más estrechamente que sus compañeros veteranos. Ella está más que dispuesta a darle otra oportunidad, pues sabe reconocer que Katie ha cometido un error, aunque sea de novato. No quiere ser tan dura con ella, pues sabe en sus propias carnes lo que es que un superior te la tenga jurada, y desee ponerte las cosas difíciles. Ella lo vivió con la excomisaria Jenkinson. Alza el rostro, contemplando a Katie a lo lejos, sentada en uno de los bancos de piedra, junto al muro de piedra que los separa del mar y la playa. Lleva la misma ropa que el sábado, exceptuando su camisa, la cual es rosa ahora, lo que le indica a la analista del comportamiento que apenas ha dormido, y en su rostro se ven claramente las ojeras de una noche de insomnio.

—Hola, Katie —la saluda la taheña de ojos celestes en un tono amigable y suave, esforzándose porque este encuentro sea menos incómodo para la muchacha.

—Hola, Coraline —responde la aludida en un tono equiparable, apreciando su esfuerzo por mantener una conversación informal y amena. Sin embargo, Alec Hardy no parece tener a bien darle la misma consideración, pues su voz resuena firme, autoritaria y poco amigable.

—Solo quiero saber qué te dijo Ed Burnett y qué le dijiste tú a él —prescinde del trato formal, puesto que ahora mismo no están en la comisaría, él no es su jefe, ella no es su subordinada, y no quiere perder el tiempo con nimiedades protocolarias.

—Nada —responde Katie mientras se encoge de hombros, poniéndose a la defensiva automáticamente—. De verdad —asegura en un tono igual de desesperado que el del sábado, pues es perfectamente consciente de lo que el comité disciplinario podría hacer para obligarla a pagar por su error. Podría perder su trabajo, y no está cualificada para hacer nada más durante el resto de su vida—. Fui a hablar con él en cuanto Cora me dio la lista, en cuanto me enteré de que había estado en la fiesta... Y me juró que él no había tenido nada que ver.

—¿Y te pareció bien hacer eso? —indaga Alec en un tono decepcionado y molesto.

—No es lo que creéis —niega la joven de piel canela y ojos oscuros—. Apenas le he visto los últimos doce años: no estamos muy unidos —explica rápidamente y de manera algo ambigua, pues no quiere entrar en detalles acerca de su relación paternofilial. Es evidente que hay ciertos resquemores del pasado, escollos que aún deben superar.

—Pero te dice que no es un violador, te lo crees a pies juntillas, y decides no compartirlo con nadie —rebate Ellie, para quien resulta difícil creer que Katie quiera hacer ver que, a pesar de tener una mínima relación con su padre, no intentó protegerlo.

—Sigue siendo su padre, Ell —dice la pelirroja en un tono sereno, intentando calmar las aguas, pues ella comprende que, como hija que desea congraciarse con su padre distanciado, intente hacer lo que sea por ayudarlo, incluso cometiendo algunas estupideces, aunque no sea consciente de ello. Seguro que ella y Ellie harían lo mismo si se tratase de Daisy o Tom.

—Nunca te he caído bien, ¿verdad, Ellie? —cuestiona la oficial de policía en un tono irónico.

—En realidad, empezaba a soportarte contra todo pronóstico —responde sinceramente la veterana agente de policía—. Todo gracias a cómo Cora estaba supervisándote y guiándote. Al menos empezabas a hablar sin que pareciera que tenías el manual metido por el culo —añade en un tono despectivo, provocando que la hija del vendedor de comestibles ruede los ojos al escucharla—. Te incorporaste, sin formación, creyendo saberlo todo, y sí, puede que en eso te parecieras a Cora cuando llegó con nosotros, incorporándose nada más salir de la academia, pero al menos ella tuvo la decencia de ir aprendiendo de los demás, y de seguir las normas —compara apelando a los primeros días en los que tuvo que trabajar con la pelirroja, llegando a pensar en ese entonces que jamás lograrían entenderse—. En ocasiones seguía las normas al dedillo de manera desquiciante, pero ese no es el punto —niega con la cabeza antes de suspirar pesadamente—. Esa actitud tuya, llena de prepotencia, haciendo comentarios inapropiados y fuera de tono, me hizo ponerme cada vez más furiosa. Porque yo trabajé muy duro para entrar en el departamento, no sabes cuánto —asegura en un tono severo y amonestante—. Tanto Cora como yo hemos tenido que tragar mucha mierda, por ser nuevas, por ser mujeres... Libramos todas esas batallas de las que tú te beneficias —la idea de que Katie entrase al departamento de esa manera tan fácil la enerva—. La gente como tú entra en el cuerpo con solo seis meses de experiencia, cero formación, y os creéis que el mundo es vuestro.

—Lo que Ellie quiere decir, con un increíble tacto y empatía, es que esa misma falta de formación y experiencia, es la que ha provocado toda esta situación —intercede Coraline en un tono calmado, a diferencia del de su amiga, quien está lívida, y probablemente a un paso de perder los estribos. De hecho, la castaña le dedica una mirada fulminante por su interrupción.

—Fue una metedura de pata.

—Entiendo que fue un error, Katie —intenta que vea que comprende cómo es que llegó a cometerlo, utilizando un tono sereno para expresarse—. Pero fue un error de manual, básico e irresponsable —deja las cosas claras de manera categórica, antes de suspirar, cruzándose de brazos bajo el pecho—. Lo peor es que has intentado pasarte de lista, rozando el egoísmo, ¿me explico? —Katie se mantiene silenciosa, agachando el rostro, pues comprende que su supervisora tiene razón al decir eso—. Querías comprobar que él no tenía nada que ver, y eso hiciste... —aunque no quiere ser muy dura con ella, no puede suavizar más sus palabras, ni tratarla como si estuviera entre algodones: tiene que ver la realidad de los hechos, para así afrontarlos—. Pero, ¿sabes lo único que un agente de policía y un inspector no pueden ser? Egoístas.

—¿Hay algo que quieras decirnos? ¿Algo que debamos saber? —Alec, quien ha presenciado los rapapolvos que su futura mujer y su amiga le han dado a la muchacha, habla con un tono incluso más suave que antes. Al fin y al cabo, la regañina ya está dada—. Este es el momento.

—No... Nada más —la joven de cabello moreno niega con la cabeza tras reflexionar, intentando recordar algo que pueda serles de utilidad. Tras unos segundos traga saliva, intentando deshacerse del nudo que le oprime la garganta, pues se siente fatal por haber decepcionado a sus superiores—. Por favor, no me apartéis del caso —ruega con desesperación, pues ahora que lo ha visto iniciar, quiere verlo concluir, a pesar de que sabe perfectamente que no puede entrometerse—. Tiene que haber algo que pueda hacer para arreglar esto... —verbaliza el pensamiento que la lleva atormentando desde que abandonó la comisaría hace dos días.

—¿No has oído nada de lo que te hemos dicho? —Hardy está incrédulo—. Se acabó.

—Vete a casa, Katie —le aconseja la pelirroja en un tono más amale, instándola a calmarse.

Ella misma hará lo que esté en su mano para evitar que la echen del cuerpo, incluso mediar con el comité disciplinario de ética, pues es capaz de ver que aún tiene futuro como agente de policía, pero claro, no es algo que pueda decir en voz alta, y menos delante de Ellie o Alec. La observan caminar lejos de ellos hacia el centro del pueblo, donde tiene su casa. Por un momento, los ojos de la mentalista se desvían hacia la playa del acantilado, donde todo empezó para ella, para ellos. Y no puede evitar pensar que, si Alec no hubiera intercambiado con ella su secreto, probablemente la habría apartado del caso con efecto inmediato. Ella misma cometió un error al no mencionar que tenía TEPT, pero a diferencia de lo que pensó hasta el momento del juicio, su asaltante no era alguien desconocido, sino el asesino de Danny. Siente la mano de su pareja en su espalda, y posa sus ojos en él.

—A partir de ahora os dejaré al mando de los rapapolvos.

—Me parece bien —afirma la mujer trajeada con piel de alabastro—. ¿Ellie?

—A mí también.

—Será mejor que volvamos a comisaría: te toca hacer el comunicado en breve —asevera la analista del comportamiento en un tono divertido, contemplando la expresión molesta a la par que mortificada de Ellie, quien independientemente del tiempo que pase, sigue odiando hablar en público.

—No me lo recuerdes... —se exaspera la veterana agente de policía, comenzando a caminar junto a sus compañeros y amigos—. ¿Por qué no podéis hacerlo alguno de vosotros? —se queja con un mohín propio de una niña pequeña—. ¿Por qué tengo que ser yo?

—Yo apenas tengo experiencia con ruedas de prensa, y ahora mismo, necesitamos que alguien de mucho peso en la comunidad y en el cuerpo de policía, dé la noticia —responde la mujer de treinta y dos años, disfrutando de lo lindo con la expresión nada exultante de su amiga.

—Sí, de mucho peso, claro...

—Y yo ya he salido en demasiados comunicados...

—Y teniendo en cuenta la fama de Alec en la comunidad, no me extraña que quieran que una cara más amigable lo haga —apostilla su futura mujer y madre de su bebé, carcajeándose sin poder evitarlo, provocando que el escocés resople y ponga los ojos en blanco, antes de darle un pequeño y furtivo beso en la cabeza, sin que la castaña lo note—. ¿En serio te parecí tan horrible en cuanto llegué de la academia? —dirige su pregunta a su amiga, quien cesa al momento su carcajada, contemplando la comisaría a lo lejos.

—Bueno, no horrible, más bien exasperante —rectifica la castaña, explicándole a su compañera y amiga sus primera impresiones sobre ella, algo que nunca ha hecho en todo el tiempo que llevan trabajando juntas. Ante sus palabras, Alec no tiene más remedio que disimular una risotada, contemplando cómo los ojos azules de la mujer que camina a su izquierda se abren con pasmo y sorpresa—. Sinceramente, en ocasiones era insoportable: tenías una respuesta para cada cuestión, y siempre te guiabas por el libro de normas, como si... —se interrumpe momentáneamente, buscando la palabra adecuada—. Como si fueras un robot —añade, antes de echarse a reír ante la expresión estupefacta de la pelirroja, quien no se había imaginado ni en un millar de años semejante revelación—. Pensé que nunca nos llevaríamos bien y que no llegaríamos siquiera a ser buenas amigas... Y fíjate ahora —resume rápidamente, antes de rodear el cuello de su amiga con su brazo derecho en un ademán cariñoso—. No solo somos amigas, sino que además voy a ser la madrina de tu bebé: la de vueltas que da la vida, ¿eh?

Los tres investigadores comparten una sonrisa cálida, realmente dichosos por tener la oportunidad de seguir trabajando codo con codo. Saben que pocos obstáculos son difíciles de superar si están unidos, como ha demostrado el tiempo y la experiencia. Cuando finalmente llegan a las puertas de la comisaría, los investigadores pueden ver las camionetas de los reporteros, así como el cordón de seguridad que separa la calle del pequeño espacio reservado para los periodistas y sus cámaras. Van a televisarlo todo en directo, de modo que Ellie, que ha guardado en su bolso el pequeño manuscrito con apuntes para dar el informe, lo saca para tenerlo delante. Se coloca en los peldaños que conducen a la comisaría, advirtiendo cómo los reporteros se apelotonan frente a ella, extendiendo sus grabadoras, micrófonos y teléfonos con el fin de grabar todo lo que diga. Entre todos ellos distingue con claridad a Maggie Radcliffe, quien aún trabaja para el conglomerado corporativo que paga la permanencia y local del Eco de Broadchurch. Las cámaras de noticias apuntan ahora a su rostro, y la veterana agente, que no está para nada acostumbrada, siente que le entran sudores fríos que reptan por su espalda. Carraspea, desviando momentáneamente su mirada parda a su espalda, contemplando que sus dos amigos se mantienen cerca, brindándole su apoyo incondicional. Consigue tranquilizar sus nervios gracias a esto, a pesar de que desearía que fuera cualquiera de ellos el encargado de informar a la prensa.

—La noche del sábado, 28 de mayo, una mujer de 49 años acabó inconsciente y fue violada en los alrededores de la Casa Axehampton. Ahora mismo estamos siguiendo varias líneas de investigación. Como resultado de la publicidad que rodea nuestro caso, hemos recibido dos supuestas denuncias más por violación. Es posible que las tres agresiones las llevase a cabo la misma persona —Ellie habla en un tono sereno, profesional. Hace las pausas debidas entre las palabras para que éstas tengan el efecto deseado de concienciación. En todo momento sujeta su bloc de notas con firmeza, deseando terminar con esta rueda de prensa lo antes posible—. Pedimos a todas aquellas personas que tengan información relacionada, tanto con el incidente de Axehampton, como con cualquier otra agresión sexual no reciente, que por favor se pongan en contacto con la policía de manera confidencial —apela de esta forma a la conciencia y la responsabilidad colectiva, instando a todas aquellas personas que vean la noticia, a que hablen con ellos lo más pronto posible—. También nos gustaría pedir a todas aquellas mujeres que hayan sido víctimas de alguna agresión sexual, o violadas en el pasado y que decidieron no denunciarlo, que por favor hablen con nosotros. Os creeremos, y os trataremos con dignidad y respeto —recuerda las palabras de su jefe, así como de las razones que llevaron a su buena amiga a no denunciarlo en su momento, de modo que apela a cualquier superviviente de alguna agresión a que dé el paso y acuda a ellos. Que hable con ellos. Porque a diferencia de lo que puedan pensar, la policía no las va a dejar de lado. Esta vez no—. Mientras tanto, le pedimos a toda la comunidad que permanezca alerta y que vele por su seguridad. Actualmente estamos siguiendo varias pistas. Si creen conocer o haber visto u oído algo relevante... Por favor, comuníquenoslo. Como les he dicho, toda información será tratada de forma absolutamente confidencial. El agresor tiene que ser familiar de alguien. Un marido, un hermano, un hijo, un amigo o un colega —deja claro que cualquier persona del pueblo o en Dorset puede ser el responsable de estos horrendos incidentes. No puede evitar pensar, en lo similar que resulta esta rueda de prensa a la que Alec hizo hace tres años, cuando se ocupaba del caso de Danny. Casi lo ha repetido palabra por palabra. Pidió a la comunidad que se concienciase, y recibieron una buena respuesta, pero claro, el asesinato de un niño de once años y una violación a una mujer de cuarenta y nueve, no es equiparable. Y para más inri, ella misma tenía en su casa al culpable del primer caso. A saber en casa de quién se hallará el culpable de este caso—. Haremos todo lo que sea posible por atrapar al responsable y llevarlo ante la justicia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro