Capítulo 23 {2ª Parte}
Beth Latimer llega a casa cerca de las 21:45. Ha pasado la tarde con Paul, comiendo y ayudándolo a planificar cómo va a abandonar la vida eclesiástica para dedicarse a la profesión que desea. Lo ha ayudado a planificar la carta a redactar a la diócesis para pedirles que lo dejen abandonar el sacerdocio, además de encargarse de buscar candidatos para que asuman su puesto como lideres de la parroquia de Broadchurch. Casualmente, han encontrado el teléfono de un joven de veintiocho años que busca trabajo, no muy lejos del pueblo. Lo que ha extrañado a la castaña, sin embargo, ha sido el hecho de que ese joven se apellide Taylor-Harper, puesto que la única Harper a la que ha conocido y conoce, es a Cora. Se pregunta si tendrán alguna relación familiar. Tras cerrar la puerta de la casa a su espalda, piensa en hablar con ella para preguntárselo lo antes posible. Nada más atravesar el umbral de la puerta que da a la sala de estar, escucha que hay alguien en la cocina preparando algo de cenar. Deja que una sonrisa tierna aparezca en sus labios al imaginar que Chloe ha decidido cocinar algo para sorprenderla. Una vez deja el bolso en una silla de la sala de estar, da unos tentativos pasos hacia la cocina.
—¿Chloe?
—Está en casa de una amiga —la voz de Mark es la que responde, apareciendo a los pocos segundos por el umbral de la cocina, llevando un trapo de cocina al hombro. Beth inmediatamente se queda quieta, sorprendida de verlo allí—. Lizzie está dormida arriba —le comenta, antes de suspirar—. Mira, sé que he sido un idiota redomado estos días... Tienes razón: estoy estancado en el pasado, pero creo que sé cómo puedo avanzar y ser feliz. Sé que nuestro matrimonio está acabado, y lo único quiero es que seas feliz, pero con mis acciones no te lo estoy poniendo nada fácil —habla rápidamente, impidiendo que la matriarca de la familia diga algo para interrumpirlo—. Quiero que intentemos ser amigos, si te parece bien... —la asesora en delitos sexuales asiente lentamente, pues ella también quiere que ambos mantengan una buena relación, no solo por ellos, sino por las niñas—. Y como dijiste que podía venir a cenar si lo necesitaba, he pensado que quizá esto sería una buena idea —se explica, percatándose de que una sonrisa amigable y tierna aparece en el rostro de su todavía mujer—. Considérame el chef invitado de esta noche.
—¿Estás cocinando? —se maravilla, dejando que el aroma de la comida llegue a sus fosas nasales, antes de sonreír: si algo echará de menos de Mark es su maña en la cocina.
—Sí, estoy haciendo pescado con aceitunas, mi especialidad —hace un gesto hacia la cocina, y Beth siente que le rugen las tripas al momento—. He ido esta mañana al mercado y he comprado una lubina fresca.
—¿No huele a quemado? —pregunta de pronto la castaña, olfateando el ambiente.
—Sí, puede que se me haya quemado un poco, como a un idiota —ambos se ríen—. Pero tranquila, he abierto la ventana, y de momento, la cocina no está en llamas...
—Aún recuerdo cuándo fue la última vez que cocinaste pescado: fue por mis 28...
—Sí, y te regalé ese vestido tan bonito —responde él con una sonrisa—. Lo que es un milagro es que acertase con la talla, teniendo en cuenta que no soy un experto en lo que se refiere a escoger ropa para mujeres... —nuevamente, ambos ríen—. Hablemos mientras cocino.
—De acuerdo —afirma Beth, siguiéndolo a la cocina—. Podemos hablar de lo que quieras: de Danny, de nosotros... Incluso de Joe Miller —ofrece, y su todavía marido asiente en silencio, dejándola continuar—. Todavía lo echo de menos, ¿sabes? No hay día en el que no piense en él al menos un minuto —le confiesa con un tono lleno de amor, de añoro—. Pienso que en cualquier momento va a entrar por la puerta, y que lo voy a abrazar, preguntarle qué tal el instituto, y él me va a contar lo poco que le gustan las clases, porque son aburridas.
Ambos se carcajean por su ocurrencia.
—Sí, eso era muy de Danny... —afirma él mientras le da la vuelta a la lubina en la sartén—. Comprendo cómo te sientes... Yo sigo viéndolo en mis sueños y en mis pesadillas. Lo veo tan claro como te veo a ti: jugando a videojuegos, a fútbol... Echo todo un hombrecito, pero entonces me despierto, y me doy de bruces con la realidad, y pienso en lo injusto que es todo esto —le confiesa con un tono melancólico impregnando sus palabras—. No dejo de pensar en cómo pudo sucederle algo así de terrible, mientras que yo... —no es capaz de continuar, de modo que Beth posa una mano en su hombro, intentando apoyarlo y calmarlo—. Mientas que yo estaba a tan solo unos metros de él, enfrascado en una aventura estúpida y sin sentido —comienzan a picarle los ojos debido a las lágrimas que se originan en ellos—. Podría... Podría...
—Ninguno lo sabíamos —Beth intenta consolarlo mientras solloza—. No podríamos haber cambiado las cosas. Hiciéramos lo que hiciéramos, estoy segura de que esa noche, Danny se habría escapado igualmente, y se habría reunido con Joe en la cabaña...
—Necesito escucharlo de sus labios, Beth —le confiesa en un tono apenado—. Necesito que me mire a los ojos y me diga cómo y por qué murió nuestro hijo... —los ojos pardos de su exmujer se tornan compasivos a la par que comprensivos: puede que ella no necesite escucharlo, pero está claro que Mark sí lo necesita—. Quizás consiga pasar página después de eso... —supone, sintiendo que hay una leve esperanza en su interior—. En cuanto a nosotros...
—¿Sí?
—Sé que nunca nos recuperamos de aquello, y mis acciones no ayudaron: nos fuimos distanciando cada vez más, y nuestros caminos se separaron hace tiempo —suspira tras unos segundos, bajando la intensidad de la fritura de la lubina—. Pero me alegra que podamos seguir presentes en las vidas del otro, como amigos al menos... Como te he dicho, solo quiero que las niñas y tú seáis felices.
—También yo quiero que seas feliz.
—Y por eso mismo, he estado pensando —le dice tras darle la vuelta al pescado—. No creo que mi mente vaya a estar bien durante mucho tiempo: necesitaré tiempo para calmarme y curarme, y no creo que pueda hacerlo mientras siga pensando que te mantengo atada a mí...
—Mark, eso no es...
—Por eso, he pensado que lo mejor sería divorciarnos —él la interrumpe, pronunciando las palabras que no esperaba oír en esta conversación—. Mientras sigas casada conmigo, vas a sentirte atada a mí, conectada con mi sufrimiento, y también yo me sentiré atado a ti, dependiente de ti, y no puedo permitirlo... —apaga el fuego, dejando que la lubina termine de freírse con el calor que queda en la sartén—. También es lo mejor para las niñas: no sé cuánto tiempo necesitaré para curarme, y teniendo en cuenta nuestra situación, creo que lo mejor es que Lizzie y Chloe tengan una figura presente en sus vidas —asevera, haciendo alusión a Paul Coates de manera indirecta, siendo captado por Beth al instante, quien siente una intensa culpa en el interior de su pecho por haberse atrevido a buscar algo de felicidad mientras su exmarido aun sufre de esta ingente manera.
—Yo... También estaba pensando en eso —es lo único que es capaz de articular, antes de que la estancia se quede en un completo silencio, con Mark emplatando la lubina en una gran fuente, antes de echarle por encima la salsa que ha preparado con las aceitunas y las patatas.
—Perdóname: esta cena iba a ser una disculpa por darte quebraderos de cabeza, y solo lo estoy empeorando —sentencia Mark tras unos segundos, sonriendo con amabilidad y serenidad—. ¿Por qué no me ayudar a poner la mesa, y hablamos de algo más animado...? —la matriarca de los Latimer asiente en silencio, sacando platos y cubiertos, antes de colocarlos en la mesa del comedor—. ¿Qué tal si hablamos de nuestras vacaciones en España? Fueron muy divertidas.
—Sí, recuerdo que Danny no paraba de gritar «¡Olé!» por todas partes, y eso que le dijimos que no lo hiciera, porque es un estereotipo que podría considerarse ofensivo... —se carcajea la joven madre, recordando esos momentos felices en familia—. ¿Y qué me dices de Chloe? ¿Recuerdas cuando se apuntó a clases de flamenco?
—Oh, aquello fue un despropósito muy divertido —concuerda el fontanero de ojos azules, ayudándola a terminar de poner la mesa, antes de depositar la fuente con la lubina en el centro—. Al final terminamos todos bailando...
La conversación entre los Latimer se mantiene animada durante la cena, reviviendo recuerdos felices, algunos melancólicos, y otros desternillantes. Danny es el centro de sus conversaciones, pero por primera vez en mucho tiempo, ambos pueden hablar de él sin sentirse culpables por dejar que sus sentimientos salgan a la luz. No habían tenido la oportunidad de sentarse adecuadamente y charlar, como solían hacerlo, durante mucho tiempo. Su dolor y su duelo se lo impedía, pero ahora, que ambos parece que están empezando a superarlo realmente, pueden conectar una vez más. Pueden comprender lo que el otro siente, y apoyarse, como deberían haber hecho.
Katie Harford está sentada en el interior de su coche aproximadamente a las 21:50 de la noche. Su compañero de vigilia, Steve, ya se ha bebido cuatro vasos enteros de Coca-Cola, y va por el quinto. No le extraña, teniendo en cuenta que han estado vigilando la casa de Aaron Mayford desde las 20:16, y no ha pasado nada interesante o digno de mención. No ha salido de la casa, pero sí su mujer, quien ha llevado a su hijo a la guardería, y ha ido a hacer unas compras. Para ser un agresor sexual convicto, no se comporta de manera muy sospechosa, pero según lo que le dijo Cora, un agresor sexual puede ser impredecible u organizado. Puede que Aaron Mayford sea consciente de que lo están vigilando, y por eso, evite hacer cualquier movimiento que pueda hacerlo mínimamente sospechoso para la investigación que se lleva a cabo. O podría estar planeando la forma de salir de la casa sin que ellos lo adviertan, pero esta suposición es más típica de las películas de acción, donde hay persecuciones en coche. En ese preciso momento, el sonido de su compañero sorbiendo los últimos litros de la Coca-Cola, llama su atención, girando su rostro para observarlo.
—¿Ya te la has acabado? —apenas se sorprende: había oído rumores acerca del estómago sin fondo de Steve, pero no pensaba que fueran tan veraces. Sería capaz de comerse todo un restaurante, y probablemente, seguiría con hambre. Lo que no comprende es cómo se mantiene tan delgado—. Se suponía que debía durarte toda la noche —lo amonesta, rememorando que alguien del departamento le ha comentado que, si bien su compañero bebe y come mucho, se ejercita con frecuencia, lo que explicaría su masa corporal tan delgada.
Los ojos de ambos agentes de policía se posan en Aaron Mayford, quien acaba de aparecer en la ventana de la habitación superior de la casa. Ha encendido la luz, de manera que puedan verlo allí, y sus ojos están fijos en su coche. Está claro que es consciente de que lo observan, pero no parece importarle demasiado. De hecho, como si se tratase de un exhibicionista, parece disfrutar con la atención que recibe por parte de la policía de Wessex. Katie entrecierra los ojos: si lo que Cora dijo es certero, deben andarse con cuidado. Aaron Mayford no parece gran cosa, pero sería capaz de actuar calculadoramente de verse arrinconado, y no pueden arriesgarse.
La Inspectora Ellie Miller camina por los callejones suburbiales del pueblo de su infancia, ataviada con su característico chaleco naranja. Hace poco que ha salido de la comisaría, terminando su turno de esta noche. Ha decidido dar un paseo para despejarse la mente, pues tras tantas horas sentada, necesita estirar las piernas, y por si fuera poco, en estos momentos no le apetece llegar a casa para escuchar a su padre despotricar acerca de su trabajo. Ya tiene bastante con saber que nunca ha aprobado que se dedique a ser policía. Tuerce en una de las esquinas, internándose en un pasillo que lleva a una intersección más adelante, antes de sentir que su bolso vibra. Enarca las cejas, pues lo único que puede vibrar en su bolso es su teléfono. Tras rodar los ojos, suponiendo que será su padre mandándole un mensaje, mete la mano derecha en el bolso, sacando el teléfono. Una vez desbloquea la pantalla, contempla el nuevo correo que le ha llegado: hay un resultado coincidente con la muestra de ADN del frotis bucal que le extrajeron a Trish el lunes 30 de mayo, cuando fue a la comisaría a denunciar la agresión que sufrió.
—Oh, Dios mío... —no puede evitar que la expresión salga de su boca, pues el nombre que aparece escrito en la pantalla, confirma no solo las suposiciones de su querida amiga pelirroja, sino que podría darle la vuelta completamente a la investigación. Necesita localizar a sus compañeros lo antes posible, y por ello, empieza a acelerar el paso, caminando hacia la intersección—. ¡Ah! —exclama, pues habiendo girado a la izquierda en la intersección, se topa cara a cara con la camisa y la chaqueta que bien conoce de su lugar de trabajo—. ¡Maldita sea, Alec! —exclama, colocándose una mano en el pecho, sintiendo que el corazón le late a cien por hora, antes de contemplar que el escocés va acompañado por Coraline, quien también parece haberse pegado un buen susto, siendo sujetada por la cintura por su pareja—. ¡Cora...! ¿Qué...?
—¡Miller! —exclama el escocés en un tono lleno de reproche, desviando su mirada parda momentáneamente hacia su prometida, comprobado que se encuentra bien. La pelirroja asiente con la cabeza en silencio, dedicándole una sonrisa suave a su amiga a modo de saludo.
—Hola, Ell.
—¡Me habéis dado un susto de muerte! —exclama la castaña con el chaquetón naranja.
—¡Mira por dónde vas, haz el favor! —la amonesta él, con su tono escocés tornándose más evidente a cada palabra—. ¡Podrías haberle hecho daño! —añade sin ser demasiado consciente de ello, dejando que su sentimiento de protección con respecto a su prometida y el bebé aflore a la superficie.
—Alec, estoy bien. Sé amable.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —cuestiona la castaña, una vez se ha repuesto del susto lo suficiente como para poder hablar con normalidad, sintiendo que no le tiembla la voz.
—Ir a casa.
En cuanto escucha la respuesta por parte de Coraline, su amiga no puede evitar sonreír.
—¿De vuelta de vuestra cita...? —cuestiona Ellie con un tono pícaro en la voz, posando su mirada en ambos detectives, quienes inmediatamente se ruborizan. Esto provoca que la sonrisa de la mujer con el chaquetón naranja se intensifique, llegando a parecerse a la del Gato de Cheshire, mientras que sus cejas se elevan y arquean, realmente feliz—. ¡Oh, mira esas caras, claro que sí! —asevera, antes de que el escocés emita un gruñido molesto, al tiempo que rueda los ojos, realmente molesto por sus comentarios, pues está claro que deseaba ser discreto con este asunto.
—Cállate, Miller.
—¿Lo sabe ya? —cuestiona, apelando a su buena amiga, quien traga saliva, asintiendo lentamente ante sus palabras. En cuanto obtiene la confirmación que buscaba, la veterana inspectora da unas pocas palmadas de alegría—. ¿Y bien? ¿Cómo sienta eso de volver a ser Papá?
—Es inesperado pero emocionante, y... —responde a la pregunta antes siquiera de procesar lo que acaba de preguntarle. Cuando finalmente lo hace, cierra la boca y parpadea en varias ocasiones—. Espera... —el hombre de complexión delgada y cabello castaño está confuso, ladeando la cabeza y frunciendo el ceño, al mismo tiempo que abre y cierra la boca, como un pez—. ¿Lo sabías?
—Pues claro que sí, so merluzo: he sido madre en dos ocasiones, como para no darme cuenta...
—¿Alguien más lo sabe? —cuestiona el Inspector Hardy, girándose hacia su prometida, quien está haciendo un esfuerzo considerable por no perder la compostura y carcajearse ante el comentario de Ellie. Cuando escucha su pregunta, la joven se muerde el labio inferior, nerviosa.
—Daisy...
—¿¡Daisy!? —Alec parece horrorizado—. Mi propia hija se ha enterado antes que yo... ¿¡Pero cómo es posible!? —se escandaliza, tapándose media cara con la mano derecha, realmente avergonzado porque haya sido así.
—Tranquilo, hombre —intenta calmarlo Ellie con una sonrisa compasiva, al mismo tiempo que advierte cómo Coraline besa a su querido escocés en la mejilla, pidiéndole disculpas implícitamente por no habérselo dicho antes—. Cora intentó mantenerlo en secreto todo lo que le fue posible, porque quería decírtelo cuando no tuviéramos tanto trabajo encima, pero para bien o para mal, parece que Daisy y yo estábamos muy atentas... Y la obligamos a decírnoslo —le explica con un tono sereno, antes de guiñarle un ojo con una sonrisa—. Lo importante ahora, es que habrá un pequeño Hardy por aquí muy pronto —el comentario consigue arrancar una sonrisa a los futuros padres, quienes intercambian una mirada llena de cariño—. Bueno, ¿y cómo ha ido la cita? ¿Se ha portado? —insiste, provocando que, de nueva cuenta, Alec ruede los ojos, hastiado por su insistencia—. ¿Te ha llevado a un sitio bueno, con buena comida y ambiente?
—En realidad, ha hecho más que eso... —comenta Coraline antes de desenlazar su mano del brazo de su prometido, enseñándole el anillo a su amiga, quien inmediatamente toma su mano, observando el anillo de pedida. Tiene los ojos desorbitados y la boca abierta de par en par por la sorpresa—. Hemos hablado de ello en el camino, y queríamos que fueras la primera en saberlo.
—¡No me jodas! —Ellie no puede evitar soltar un improperio—. ¿¡Te ha pedido matrimonio!?
—¡Miller, no digas esas cosas frente al bebé!
—¡Como si tu no dijeras palabrotas, Alec! —le rebate la castaña—. ¿Y queríais que fuera la primera en saberlo? —se sorprende, sintiéndose halagada—. Oh, muchas gracias... —ambos se mantienen en silencio, aliviados de que Ellie haya apreciado el gesto—. ¡Vaya, Alec, no pierdes el tiempo! —exclama tras unos segundos, sonriendo de oreja a oreja, llena de orgullo y felicidad por el brillante futuro que se abre ante sus amigos.
—Oh, cállate, Miller...
—No sé si voy a arrepentirme de esto, pero... —comienza a decir, sintiendo que un leve cosquilleo nervioso recorre su cuerpo, antes de atraer a sus dos amigos hacia ella, brindándoles un cariñoso abrazo—. ¡Felicidades!
Alec, sorprendido por esta muestra de afecto por parte de la castaña, no sabe cómo reaccionar, frunciendo el ceño y parpadeando en varias ocasiones hasta procesar que Ellie lo está abrazando. ¡Sí, abrazando! Es la primera vez que lo hace, y reconoce que es agradable, dejando que una sonrisa aparezca en su rostro. Pero se jura a sí mismo que su amiga nunca se lo oirá admitir en voz alta. Con algo de inseguridad, corresponde el abrazo. Cora por su parte, corresponde el abrazo al momento, sonriendo con dulzura, percatándose de que Ellie, a pesar de que sigue sintiendo aversión por las muestras de afecto hacia los hombres, derivado de las acciones de Joe, poco a poco está considerando demostrar su afecto y amistad hacia Alec.
Cuando rompen el abrazo, Ellie da una palmada en el aire.
—¡Madre mía: he ganado la porra! —vitorea, carcajeándose en alto, sorprendiendo a los prometidos, quienes intercambian una mirada, pues están confusos por sus palabras—. Oh, hace tiempo todos los del departamento organizamos una porra sobre si terminaríais casándoos —les explica rápidamente, y el Inspector Hardy, que hasta hace unos segundos estaba sonriendo levemente, hace una mueca de desagrado, cruzándose de brazos.
—Bueno, nos vamos, Miller.
—No, esperad, esperad —Ellie al momento recuerda lo que acaba de llegar a su teléfono móvil, impidiéndoles caminar más de dos pasos lejos de ella—. Mirad: esto acaba de llegar —le entrega su teléfono móvil al hombre trajeado, quien suspira pesadamente, antes de posar sus ojos en la pantalla—. Son los resultados del frotis bucal de Trish Winterman... Y hay coincidencia con uno de nuestros hombres, como Cora dedujo —en cuanto esas palabras salen de su boca, los futuros padres intercambian una mirada, pues la única hipótesis que ha barajado la analista, y que coincide con los resultados del frotis bucal, solo puede ser una—. Vayamos a por mi coche —sugiere, comenzando a caminar por el mismo callejón por el que ha venido, advirtiendo que sus amigos la siguen a los pocos segundos.
—Lina...
—Estoy embarazada, no inválida, Alec —le espeta la pelirroja, aún sujetando su mano en la suya, antes de seguir a Ellie, quien camina de regreso hacia la comisaría de policía—. Aún no estoy disponible para pedir la baja, de modo que vas a tener que soportar que siga acompañándote.
—Está bien —el hombre con cabello y vello facial castaño asiente al momento, pues sabe que es mejor no llevarle la contraria a su prometida, especialmente ahora, que está embarazada. A pesar de que no está muy de acuerdo con que se exponga a sabiendas de que hay un agresor sexual suelto, prefiere tenerla consigo y a salvo, que sola en algún lugar desconocido. Además, tiene razón: de momento solo están interrogando a sospechosos, un trabajo nada estresante y agotador.
—Tranquilo, Alec —le dice Ellie cuando llegan al aparcamiento de la comisaría, ingresando al interior de su coche—. Yo me encargo de cuidar de ella: tengo más experiencia en esto al fin y al cabo —su amigo asiente con agradecimiento, mientras que la pelirroja, que se ha sentado en la parte posterior del vehículo, frunce el ceño y rueda los ojos, pues no soporta que la traten como a una niña.
El coche de la Inspectora Miller arranca entonces, resonando su motor en la silenciosa y oscura noche, antes de desaparcar. Conduce con celeridad por las calles de Broadchurch, pues deben llegar al lugar de trabajo del sospechoso al que ahora deben dar prioridad por el resultado del frotis bucal. Por suerte, saben perfectamente dónde trabaja y qué horario tiene, gracias a su mujer.
Jim Atwood está sentado en una silla, frente a los Inspectores Hardy y Miller, en la sala de interrogatorios número 1 de la comisaría de policía de Broadchurch. Después de llegar a su taller, lo han acompañado hasta comisaría, puesto que deben interrogarlo como principal sospechoso del ataque que sufrió Trish Winterman el sábado 28 de mayo, en la fiesta del 50 cumpleaños de su mujer. Como es costumbre, la pelirroja de ojos cerúleos se ha quedado sentada en la sala de observación, contemplando cómo se desarrollan los acontecimientos al otro lado del cristal que la separa de su prometido y su buena amiga. Ve como Alec se cruza de brazos, en una actitud cansada y acusatoria, y sabe que el juego está a punto de comenzar.
—Los resultados de la muestra de ADN que le extrajimos, coinciden con la muestra que le tomamos a Trish Winterman después de que denunciara la violación.
—No puede ser, se han equivocado.
—Ambas coinciden, Jim —asevera Alec con un tono factual.
—No, no puede ser.
"A juzgar por cómo cierra los puños y aprieta los dientes, está realmente molesto. Molesto por la idea de que lo consideremos sospechoso. Pero es interesante: no niega que pueda haber una muestra de ADN suya en Trish Winterman, pero sí está negando abiertamente que sea debido a la agresión sexual que sufrió, lo que me hace pensar, que mi hipótesis es correcta: sí que mantuvo relaciones sexuales con Trish ese día, pero no en el momento de la agresión, de modo que, redoble de tambores... Aquí tenemos a nuestro amante diurno", analiza rápidamente la pelirroja con piel de alabastro, habiéndose servido una taza de tila en la sala de observación, antes de anotar las reacciones y respuestas que va advirtiendo en Jim Atwood.
—¿Y cómo lo explica? —inquiere Ellie, quien también se ha cruzado de brazos, rechazando por completo al hombre frente a ella, aunque su reacción está motivada especialmente por sus vivencias personales, de modo que, el que sea ligeramente propensa a realizar juicios rápidos, es consecuencia de Joe. "Por Dios, no puede en serio hacernos pensar que es un error, cuando estas pruebas son exactas al 100%. Nada va a cambiar porque se niegue a admitirlo, las pruebas están ahí... No vamos a dejar de presionar hasta que nos diga la verdad. Como Joe debió hacerlo cuando atacó de esa manera a Cora", la castaña cierra los ojos por unos segundos, esforzándose por evitar que sus prejuicios personales se interpongan en la investigación, de modo que toma aire para calmarse.
—Es un error.
—Entonces, usted no atacó a Trish Winterman la noche de la fiesta de Cath... —dice Ellie.
"En el caso de Ellie, su filosofía ha pasado de ser, «es inocente hasta que se demuestre lo contrario» a «es culpable hasta que se demuestre lo contrario», y la verdad, aunque no comparto esta opinión, no la culpo... Después de lo sucedido en el juicio con Joe, no me extraña que considere malicioso a cualquier hombre que se comporte de manera mínimamente sospechosa, y especialmente en este caso, donde una mujer ha sido agredida...", reflexiona para sus adentros la analista del comportamiento, sintiendo lástima por su amiga, a quien los actos de su exmarido aún han continuado marcando incluso a día de hoy. "Sé que este caso la está afectando, aunque no quiera admitirlo... La afecta de una manera distinta a como lo hace con Alec y conmigo: para ella, este caso la hace ver desde otra perspectiva lo que Joe me hizo cuando era una adolescente, y el tener que enfrentarse a ello nuevamente la está torturando... Por no hablar de las evidentes similitudes en apariencia entre Trish y yo, que no ayudan a que Ellie pueda ser objetiva".
—¿Creen que violé a una mujer en la fiesta de cumpleaños de mi esposa? —Jim habla con ironía, rodado los ojos y elevando las cejas, antes de dejar escapar una risotada, pues no puede creer que realmente estén preguntándole eso.
—¿Lo hizo?
—No, inspector, qué va —Jim suspira con pesadez, pues este interrogatorio parece que va a alargarse bastante a menos que les diga lo que quieren oír, pero no puede hacerlo—. Ella... —se interrumpe antes de hablar de más, rememorando que prometió mantener el secreto.
—¿Ella...? ¿Qué? —Ellie cuestiona, incitándolo a hablar más, pero Jim desvía los ojos a la mesa, avergonzado de que la provocación por parte de los inspectores lo haya hecho perder la calma, y haya cometido un desliz—. Solo queremos la verdad, Jim, y tarde o temprano, acabaremos descubriéndola —le asegura con un tono factual, inclinándose hacia delante, aunque aún mantiene los brazos cruzados bajo el pecho—. Si no la atacó, ¿por qué hay rastros de su ADN en su muestra?
"A juzgar por cómo se relame los labios, cerrando los ojos en contemplación mientras asiente lentamente, está sopesando las opciones: o nos dice la verdad, y desvela el secreto que tan arduamente está ocultando, o esquiva la pregunta y nos miente, en cuyo caso será considerado sospechoso por omisión y obstrucción a la justicia... Ah, y ahora toma aliento, desviando los ojos hacia las ventanas de la sala: está preparándose para hablar, lo que me indica que va a optar por decirnos la verdad", analiza la Inspectora Harper, tomando un sorbo de la tila.
Viendo que su testigo suspira pesadamente antes de hundir la cabeza en las manos, Ellie y Alec intercambian una rápida mirada: parece que la hipótesis de su brillante novata estaba acertada, ya que se resiste con tanto ímpetu a hablar de ello, por miedo a las consecuencias. A ambos les sobreviene el pensamiento de que esta es la misma actitud que notaron en Mark Latimer cuando se esforzaba por esconder su aventura con Becca Fisher.
A los pocos segundos, cuando por fin parece haber asumido las eventuales consecuencias que podrían acarrear sus palabras, Jim Atwood carraspea, antes de tragar saliva de manera incómoda.
—El sábado por la mañana, el día de la fiesta, Trish y yo nos acostamos.
"No soy una experta, y no quiero censurar a Trish por buscar algo de diversión, pero hasta yo sé que hay una regla no escrita en el código de la amistad femenina que no ve con buenos ojos que una amiga se acueste con el marido de otra...", piensa para sus adentros la prometida del Inspector Hardy, antes de suspirar pesadamente: este hombre le recuerda mucho a Mark Latimer, cuando estuvieron investigándolo por la muerte de Danny. Pero en este caso, Jim parece un adultero habitual.
—La mañana del 50 cumpleaños de su mujer... —recalca Ellie, quien siente cómo la sangre le arde: sí, es cierto que Trish estaba separada de su marido en ese momento, pero Atwood técnicamente sigue casado, de modo que, moralmente, es completamente injustificable.
—Ella estaba trabajando... En el primer turno.
—Claro...
"No puedo culpar a Ellie por condenar enérgicamente sus acciones, y tampoco a Alec, a juzgar por cómo está mirándolo, con tanta desaprobación e ira: ambos han vivido de manera muy distinta que sus cónyuges los engañen, al fin y al cabo. Joe fingió ser alguien que no era con ella, y se enamoró de un menor de edad, antes de asesinarlo; Tess cometió adulterio con un compañero de trabajo, perdiendo una prueba fundamental para el caso en el que estaban trabajando, antes de permitir que él cargase con las culpas. Y ambos los engañaron delante de sus narices...", Coraline no puede evitar analizar a su prometido y su amiga, sintiéndose algo culpable por exponer mentalmente sus peores momentos de esa manera tan resumida, pero cree que es necesario hacerlo si quiere cuidar de ellos. Después de todo, sus reacciones esta noche están siendo algo más viscerales, teniendo en cuenta las noticias que han recibido por su parte, acerca de su matrimonio y embarazo.
—¿Era la primera vez que Trish y usted se acostaban? —quiere saber Alec, quien consigue mantener bajo control sus emociones más intensas, como la ira y el asco, al tener que hacer frente a un hombre capaz de engañar a su mujer. Decide concentrarse en el caso, intentando relajarse al pensar en la hermosa sorpresa que ha recibido por parte de su prometida.
—Sí —afirma Jim al momento, suspirando con resignación: ahora que el secreto ha salido a la luz, no tiene sentido negar lo evidente—. Solo fue sexo, porque Cath y yo... No nos... —no termina la frase, dejando implícito el hecho de que su mujer y él no se acuestan desde hace mucho tiempo, provocando una reacción molesta en los detectives, quienes lo contemplan con miradas llenas de reproche—. Miren, lo que digo es que... Yo no ataqué a Trish —se defiende con un tono factual, antes de exponer sus argumentos—. ¿Por qué hacerlo? —inquiere de manera retórica—. Si hubiese querido acostarme con ella, lo habría hecho... Y ya lo hice.
Ante sus palabras, Ellie pone los ojos en blanco, encontrando repulsivo en extremo que sea capaz de expresar con tanto orgullo cómo se acostó con la mejor amiga de su mujer. Parece que esté fanfarroneando, como un cazador que ha cazado una pieza. "¿Qué quiere? ¿Qué le demos un premio por solo haberse acostado una vez con ella? ¿Por no haber aprovechado antes su oportunidad?", piensa con sarcasmo la veterana agente de policía, suspirando pesadamente: definitivamente, es como revivir una vez más el interrogatorio de Mark Latimer, y no tiene por qué ser algo bueno. Alec por su parte, hace lo posible por mantener una expresión neutral en el rostro, aunque sus ojos pardos esconden tras ellos multitud de emociones y acusaciones.
"Una gran defensa: «yo tengo lo que quiero y cuando quiero»... ¿Acaso no se da cuenta de lo infantil y narcisista que suena? Si juntamos su comportamiento con la horas que pasó sin coartada, no pinta muy bien para el Sr. Atwood... Ah, a juzgar por lo ligeramente pálido que se ha puesto, por cómo le suda la frente, por como parpadea rápidamente, y por cómo sus pupilas se han dilatado, está claro que Cath Atwood no es consciente de este hecho", analiza tras unos segundos, tomando otro sorbo de la tila, antes de anotar en su bloc electrónico cómo reacciona el testigo ante distintas preguntas, así como lo que puede captar en sus respuestas y comportamiento.
—No pueden decírselo a Cath —ruega entonces el mecánico—. No sé lo que haría.
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