Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 22 {2ª Parte}

Coraline Harper está en el dormitorio que comparte con su querido escocés, preguntándose qué ropa sería la adecuada para llevar a esta cita, en la que pretende revelarle su embarazo. Está revisando su armario en busca de algo adecuado, pues aunque quiere ir ligera para no sentirse embutida en la ropa, no quiere dejar de lado la elegancia. Daisy, que está observándola desde el umbral de la puerta de la habitación, no puede evitar taparse la boca con la mano para reprimir una carcajada: es como si su querida madre acabase de rejuvenecer, retrayéndose a sus años de adolescencia, cuando debía prepararse para el baile de graduación. La ansiedad que la domina mientras pasea por la habitación, probándose prendas frente al espejo antes de descartarlas sobre la cama, es la misma que unas compañeras de las clases de defensa personal le han comentado que tuvieron ellas en su momento. Decidiendo que no piensa dejar que los esfuerzos de ambos sean en vano, se acerca al armario de su protectora y confidente, revisando sus prendas de ropa.

—Déjame sitio, Mamá —le dice, pasando las perchas de ropa de un lado a otro del armario, buscando algo que pueda combinar bien sin parecer estrafalario o desfasado—. Conociendo a mi padre como lo conozco, como mucho, irá con su atuendo habitual, despojándose únicamente de la corbata —ambas se carcajean ante sus palabras, pues ambas saben de buena tinta que tiene razón—. De modo, que tienes que vestirse lo más elegante posible, sin dejar de lado la comodidad, especialmente ahora que tu vientre está creciendo.

—Por no mencionar que el pecho comienza a dolerme —apostilla la taheña, revisando junto a su hija a efectos prácticos, las prendas—. No sé qué ponerme, Dais... Tengo mucha ropa, pero ahora mismo, con los nervios, te juro que no sabría ni conjuntar una blusa con una falda.

—Suerte que me tienes a mí, entonces —la adolescente le guiña el ojo, antes de tomar en sus manos una percha, en la cual hay un vestido de color orquídea, con una tarjeta colgando de él—. ¿Qué hay de este? —le propone a su madre, mostrándoselo—. Incluso tiene una tarjeta con algo escrito en ella...

—Déjame ver —la pelirroja de ojos celestes toma el vestido en sus manos, sujetando en su mano izquierda la percha, mientras que con la derecha voltea la tarjeta para poder leer lo que allí hay escrito. Inmediatamente, se le forma un nudo en la garganta al reconocer el estilo de caligrafía—. Es de mi madre —hace lo posible para no entrecortarse al hablar, antes de leer el contenido de la tarjeta en voz alta, para que su hija pueda escucharlo—. «He estado buscando un vestido para ti desde que Alec y tú estáis manteniendo una relación a distancia... Espero que este te guste, y puedas llevarlo en una ocasión realmente especial, como en una cita, ¡o quién sabe, en tu pedida de mano! P.S. Seguro que no podrá quitarte los ojos de encima» —la mentalista no puede evitar sonreír al leer las palabras llenas de cariño que le dedicó su madre, de manera que, quitándole la tarjeta con cuidado, lo saca de la pecha, antes de probárselo frente al espejo.

El vestido que Tara le compró hace años es de gasa, de modo que no le provocará alergia en la piel; tiene un escote en v que resalta su pecho, pero al llevar volantes lo disimula bastante, y le da un toque embellecedor muy bueno; al no tener mangas, los tirantes son comunes, pero nuevamente, los volantes ayudan a tapar los hombros, de manera que no tendrá frío aunque haya algo de brisa; la espalda, también en forma de v, lleva una cremallera para que sea sencillo retirarlo; lleva un leve corpiño, que se ciñe a la parte superior del torso, justo bajo el pecho, pero la falda, que tiene bastante vuelo, cae de manera asimétrica, llegando hasta poco más de la rodilla, de modo que su vientre queda disimulado.

Da vueltas con el vestido puesto, encontrándolo en extremo cómodo, antes de que Daisy comience a rebuscar entre sus zapatos: es consciente de que no le conviene llevar tacones en su estado, y por ello está buscando sandalias que no tengan demasiada altura. Esto enternece a la pelirroja, quien se sienta en la cama, esperando a que su nueva estilista de citas encuentre lo que está buscando. Finalmente, la muchacha rubia parece encontrar lo que estaba buscando, enseñándole el calzado que ha escogido: unas sandalias de salón de color dorado; con tacón ancho de 3cm de altura a fin de darle mayor superficie de apoyo y estabilidad; lleva una hebilla en el tobillo para sujetar el pie. Una vez se las calza, vuelve a dar vueltas frente al espejo para comprobar el efecto de los zapatos con la prenda, y Daisy comienza a aplaudir satisfecha: está claro que es una muy buena combinación.

—¡Ahora a por la prenda de abrigo! —exclama, revisando nuevamente el armario—. Con un vestido de ese color lo mejor en esta situación es un abrigo que cubra el vestido, a fin de que estés cómoda y cálida, pero también para que el efecto al quitártelo sea mayor... —musita más para sí misma que para su madre, quien la observa con evidente disfrute: le encanta que Daisy esté encontrando relajante la idea de ayudarla a prepararse para la cita. En otras circunstancias, le habría encantado tener la ayuda de su madre, pero Daisy compensa con creces esa carencia—. ¡Además, tenemos que asegurarnos de que dejas a Papá embobado, como dijo la abuela Tara! —añade en un tono divertido, sujetando una gabardina negra, con solapas típicas, cuello en v, botones sobresalientes y cinturón ancho—. ¿He dicho algo malo? —cuestiona mientras borra su sonrisa, habiéndose percatado de la mirada apenada que le dirige la mujer con ojos celestes.

—No... Es solo que a ella le habría encantado escucharte decir eso —Cora desvía el tema de conversación, tomando la gabardina en sus manos, antes de colocársela, dando vueltas nuevamente frente al espejo—. ¿Qué opinas? ¿Desatada...? —deja la gabardina abierta, girándose hacia la estudiante—. ¿O atada...? —cierra la gabardina, atando los botones y el cinturón del torso.

—Atada, sin duda —afirma la muchacha de cabello rubio, antes de teclear en su teléfono móvil—. Y Nadia opina lo mismo —añade, enseñándole el mensaje que ha recibido, pues ha utilizado su teléfono móvil para enviarle unas fotografías a su hermana acerca del atuendo actual.


Viernes, 3 de junio de 2017

14:00 Nadia: Estamos llegando a Broadchurch.

¿Por qué no venís a comer a casa? Teniendo en cuenta la hora... 14:00

14:00 Nadia: ¿Seguro? No queremos molestar.

No hay problema, 14:00

14:05 Nadia: ¿Nos mandas la dirección?

14:05 Nadia: Así no tienes que venir a buscarnos.

Claro. Ahora os la mando. 14:05

Localización adjunta. 14:05

Soy Daisy. 👋🏻 19:45

19:45 Nadia: ¡Hola Daisy! 👋🏻

Estoy ayudando a Mamá a elegir ropa. 19:45

Y necesito una segunda opinión. 😅 19:45

19:45 Aidan: ¿Para la cita?

Sí. 19:45

Mamá está preguntando qué quedará mejor... 19:45

¿Qué le digo? 19:45

Imagen adjunta. 19:45

Imagen adjunta. 19:45

¿Desatada o atada? 🤔 19:45

Creo que queda mejor atada... 19:45

19:45 Aidan: Nadia, este es tu departamento... 😓

19:45 Nadia: Atada, sin duda. 😏

19:45 Nadia: ¿Has elegido tú el conjunto?

Sí, aunque el vestido lo eligió Tara. 19:45

19:45 Aidan: Tenéis muy buen gusto, sin duda.

19:45 Nadia: Eres una gran asesora.

19:45 Nadia: La próxima vez te pediré ayuda a ti. 😉

19:45 Aidan: Dile que está preciosa, de parte de los dos.😘


Cora no puede evitar sonreír al leer los mensajes que sus hermanos han enviado, sintiéndose apoyada y acompañada por ellos. Se pregunta cómo habrán adivinado que tiene una cita con su novio, pero teniendo en cuenta cómo se han despedido, no hay que ser demasiado avispado para conectar ambos hechos. Era evidente que al conectar una hora concreta y la palabra «noche», iban a averiguar tarde o temprano que se trataba de una cena romántica.

Daisy bloquea la pantalla del smartphone de su madre antes de hacer un gesto hacia el aseo.

—Bueno, ahora queda la parte más divertida: decidir cómo vamos a peinarte y maquillarte...

La asesora de la policía se despoja de la gabardina para seguir a la adolescente al aseo de la primera planta, a fin de que sea más fácil para la jovencita de ojos azules el peinarla y maquillar. Mientras caminan, con Daisy llevándola de la mano en una actitud emocionada, la mujer con piel de alabastro se carcajea, pues decide ponerse totalmente en sus manos y que sea lo que el destino decida. Se sienta en una silla que la jovencita coloca frente al espejo, antes de contemplar que abre la caja de maquillaje.

—Empecemos con la sombra de ojos —propone, pues teniendo en cuenta la piel de alabastro de la mujer de treinta y dos años, no necesita una base para realzar sus rasgos. La jovencita escoge realizar una sombra de ojos ahumada, de color marrón natural. Esto resaltará sus ojos y combinará con su atuendo, pero al mismo tiempo será discreto—. Cierra los ojos —le pide, y su querida madre hace lo que le pide, cerrando sus orbes azules, permitiéndole aplicarle el maquillaje—. Ahora el delineador... —empieza a aplicar el delineador de color negro una vez acaba de aplicar la sombra de ojos. Se decide por aplicar el delineador únicamente en la zona de la pestaña superior, a fin de que quede lo más natural posible—. Perfecto... Ahora la máscara de pestañas —decide utilizar el color negro para que combine a la perfección con el delineador—. Listo, ya puedes abrir los ojos —le indica, y la pelirroja sigue sus indicaciones, arqueando una de sus cejas.

—¿Cómo me veo? —cuestiona, curiosa por el resultado, ante lo cual, Daisy se coloca frente a ella, impidiendo que se mire en el espejo.

—¡No, no! ¡Todavía no hemos terminado! —al escucharla, la pelirroja se ríe por dentro: es consciente de que puede verse en el espejo con solo inclinarse hacia la izquierda o la derecha, pero decide seguirle la corriente a la jovencita—. Ahora el pintalabios... ¿Rojo, coral, o granate oscuro? —pregunta, sujetando en sus manos tres barras de labios.

—¿Coral...? —la pelirroja no tiene muy claro si combinará bien, pero dado su atuendo, puede que sea la mejor opción: un maquillaje lo más natural posible siempre es una buena idea.

—Coral entonces —afirma la estudiante, antes de sujetar la barra de labios, comenzando a aplicarla con cuidado—. Bastante irónico que hayas elegido esta, teniendo en cuenta tu nombre, Mamá... —Daisy no se resiste a bromear, logrando hacer reír internamente a la adulta, quien espera pacientemente a que termine—. Bueno, esto ya está —se aleja brevemente, antes de apartarse, dejando a la taheña el ver el resultado en el espejo—. Estás fantástica —la halaga, antes de colocarse a su espalda, sujetando en sus manos el cepillo de pelo—. Ahora... ¿Qué peinado podría ser adecuado...? —se pregunta en voz alta, antes de mirar concienzudamente el rostro de su madre—. Creo que si lo rizamos un poco, dejando que las ondas de tu cabello sean más notorias, y lo llevas con un semirrecogido, con una corona en trenza sujeto en la parte trasera, estarías genial —propone, y contempla cómo la mujer con piel de alabastro, ataviada con el vestido de color orquídea asiente lentamente, dejando que haga lo que crea mejor. Finalmente, se decide a rizarle el pelo con un rizador, antes de recoger dos mechones a los laterales del rostro, realizando una trenza con cada uno, antes de juntarlos en la parte posterior de la cabeza. Sujeta ambas trenzas entre ellas mediante una goma delgada y discreta de color transparente—. ¡Listo! —se aleja de ella, dejándola levantarse del taburete, contemplándose en el espejo del aseo—. Con esto, seguro que Papá termina babeando incluso antes de que llegue el postre... —se carcajea la adolescente, contagiando a Cora en el proceso, antes de darle un abrazo.

La taheña lo corresponde con una sonrisa.

—Gracias por ayudarme esta noche, Dais... Eres la mejor estilista que podría haber pedido.

—Será mejor que te prepares para salir —la anima, saliendo juntas del aseo, antes de que la analista del comportamiento tome su bolso en sus manos, dispuesta a meter la cartera y su teléfono móvil en él—. Sería mejor que llegases un minuto tarde... Es lo que se considera más apropiado en una cita.

—Lo tendré en cuenta —responde la mujer con ojos celestes, antes de vestirse con la gabardina, atándose los botones y el cinturón, colgándose el bolso del hombro izquierdo—. Son las 20:10... —recalca, revisando su reloj de muñeca mientras bajan las escaleras hasta la planta baja—. El restaurante no está muy lejos de la casa, pero iré andando... Al fin y al cabo, Alec también va a ir directamente allí tras terminar la jornada en la comisaría —le comenta a la estudiante de instituto, quien asiente en silencio, pues ese comportamiento es típico de su padre—. Bueno, deséame suerte...

—Buena suerte, Mamá —la adolescente acompaña a su madre hasta la puerta principal, despidiéndose de ella allí con un último abrazo, antes de observarla caminar con pasos firmes y resueltos hacia el lugar de la cita. Sonríe para sus adentros tras cerrar la puerta de casa, deseando que esta noche sea especial y magnífica para los dos.


Aproximadamente a las 20:15, Alec sale de su despacho, colocándose la chaqueta del trabajo sobre la camisa blanca y la corbata, habiéndose percatado de la hora. Por fortuna, ha recibido buenas noticias, de modo que, su día laboral termina con un buen sabor de boca antes de dirigirse al restaurante. Comprueba que todo esté impoluto y en su lugar, antes de comunicarles a Harford y Ellie lo que acaba de recibir en su correo electrónico. Éstas, que no están muy acostumbradas a ver al escocés de buen humor, lo observan con atención.

—Acabamos de recibir la autorización para vigilar a nuestro amigo Aaron Mayford —las informa mientras se coloca bien el cuello de la camisa—. Harford, tú y Steve iréis a su casa hasta que organicemos un equipo de vigilancia: en este momento sois lo mejor que tenemos... Le he pedido a Anna —hace un gesto hacia una de sus sargentos, que está trabajando de manera concentrada en su terminal—, que busque y recopile información sobre él.

—¿Por algún motivo en concreto, señor? —quiere saber la joven oficial negra, girándose en su asiento para posar sus ojos pardos en su jefe.

—Ah... No me cae bien —tanto Ellie como Katie contienen una carcajada ante su expresión molesta y desaprobatoria—. Y en nuestra última visita estoy seguro de que lo hemos ofendido, así que quiero saber qué hace y a dónde va.

—Vale —Katie automáticamente se levanta de su sitio, tomando en sus manos su chaqueta antes de ponérsela: esta noche va a ser bastante larga, a juzgar por su tarea de vigilar a un agresor sexual convicto—. Si obtengo alguna información relevante, me aseguraré de comunicársela —sus superiores asienten, antes de verla desaparecer por el pasillo, en busca de Steve, a quien seguramente encuentre en la cafetería, tomando unos dónuts.

Inmediatamente tras la marcha de su oficial a cargo, el Inspector Hardy comienza a observar todo a su alrededor con un gesto nervioso. Coloca las manos en las caderas y pasea de un lado a otro. Ellie, que lo observa con una mirada divertida, no puede evitar comparar su conducta con la de un pez fuera del agua. Está nervioso, y eso no es lo habitual en él. De pronto, la castaña recuerda cómo lo pilló en su despacho el otro día, escondiendo algo con rapidez, y tomando en cuenta las palabras de Cora ayer, sobre revelarle el embarazo, una sonrisa pícara aparece en su rostro: ¡estos dos van a tener una cena romántica! ¡Por eso está tan nervioso su amigo! No puede evitar pensar que desearía estar presente, solo para poder grabar a Alec trastabillando con sus palabras para halagar a su querida compañera y amiga por su atuendo... Sería digno de verse. Pero consigue mantener a raya su instinto de reírse en su cara, manteniendo una expresión confusa en el rostro.

—Bueno, me voy, Miller... Deberías hacer lo mismo —le aconseja con nerviosismo, casi atropellándose en sus propias palabras de lo rápido que habla—. Descansa un poco, tómate un respiro —le aconseja, haciendo amago de marcharse de la zona, antes de que la voz de Ellie lo detenga en seco.

—¿Estás bien? —inquiere, aunque sabe perfectamente lo que sucede—. Te noto raro: te marchas después de tan solo 12 horas de trabajo... ¿Tienes planes? —ante sus palabras, la veterana inspectora disfruta de la expresión culpable de su amigo: lo ha pillado in fraganti, aunque intente negarlo. Lo ve palidecer rápidamente.

—No, en absoluto... —responde demasiado rápido, indicando que está mintiendo.

—Oh, vale —esta vez, la castaña de cabello rizado no puede contener una sonrisa, dejando que ocupe la mayor parte de su rostro. Escucha claramente cómo algunos de sus compañeros detienen sus charlas para prestar atención a su conversación. Evidentemente, están interesados acerca de los planes que pueda tener el inspector, especialmente si están relacionados con la mentalista—. Pasa buena noche, haciendo lo que no vas a hacer... —le desea con un tono juguetón, antes de contemplar cómo su jefe y buen amigo sale a pasos rápidos de su lugar de trabajo, escuchándose cómo se cierra la puerta a su espalda a los pocos segundos. Una vez se ha asegurado de que el escocés se ha marchado, Ellie intercambia una carcajada con sus compañeros de trabajo—. ¡Que alguien traiga la pizarra con las apuestas y la porra! —todos vitorean ante sus palabras, emocionados por la posibilidad de que dos compañeros suyos terminen por contraer matrimonio, aunque la mayor apuesta la ha hecho la propia inspectora de ojos pardos, pues conoce muy bien a sus amigos, y confía en que su instinto acertará con el presentimiento acerca de esta noche.


Daisy Hardy está revisando unas tareas que su tutora le ha mandado, antes de tomar su teléfono móvil en sus manos. Nuevamente, ha recibido más mensajes de los chicos que la acosan. Da igual las veces que bloquee el número: siempre encuentran la forma de contactar con ella nuevamente. Es asqueroso. Bloquea la pantalla del smartphone, dejándolo boca-abajo en la mesa de la cocina tras ponerlo en silencio. Ahora ya no puede concentrarse en las tareas, de modo que se muerde el labio con frustración. Cuando pensaba que la noche iba a estar bien tras despedirse de su madre, ahora tiene que intentar no pensar en los malditos mensajes... En ese preciso momento, un toque en la puerta principal de la casa llama su atención. Por un ínfimo instante se sobresalta, temiendo que se trate de alguno de los chicos. Gira cautelosamente la cabeza, antes de levantarse de la silla, caminando hacia la puerta, la cual abre a los pocos segundos. Frente a ella se encuentra Chloe Latimer. La ha visto en el instituto, además de en las clases de defensa personal.

—Hola.

—Hola —la saluda la hija del inspector.

—Soy Chloe Latimer —se presenta la hermana de Danny con un tono suave, intentando no amedrentarla en la medida de lo posible—. ¿Están tu padre o Cora en casa?

—Lo siento, no están aquí: han salido —los excusa—. ¿Quieres que les deje un mensaje, o...?

—Bien: porque vengo a verte a ti.

—¿A mí? —Daisy está confusa y no entiende por qué motivo querría hacerlo.

—Sí —Chloe gira momentáneamente su rostro hacia la playa—. He intentado hablar contigo durante el partido, pero había demasiada gente y te has marchado muy rápido... Quería acercarme a ti en las clases de defensa personal, pero tampoco me ha sido posible: no quería complicar la situación al hablar en un lugar tan público, rodeadas de gente, especialmente porque no sabemos quién podría estar escuchando —argumenta, antes de bajar el tono, casi susurrando—. Sé lo que te ha pasado —Daisy palidece al escucharla, e intenta inventarse una excusa, pero nada más abre la boca para rebatir, su compañera la interrumpe—. No me digas que no sabes de qué te hablo, porque sí lo sabes, Daisy... —la jovencita agacha el rostro, avergonzada de que el rumor se haya extendido tan rápido: solo espera que su padre no se entere por otra persona que no sea ella—. Sé que eres nueva, que estás intentando encajar, pero has tenido la mala suerte de encontrarte con el grupo equivocado de personas del campus... —rápidamente resume lo sucedido, y la adolescente rubia, que tanto se le parece en el color de los ojos, asiente en silencio—. Créeme, sé cómo te sientes: yo pasé por lo mismo, y es duro hacerlo si no tienes apoyo... Y he pensado que igual te vendría bien una amiga —ofrece, y la muchacha que tiene delante sonríe amigablemente, asintiendo a los pocos segundos.

—Sí, es posible —la deja pasar al interior de su casa, antes de cerrar la puerta corredera.

Ahora que cuenta con el apoyo, no solo de su madre y su profesora de defensa personal, sino también de Chloe, la adolescente que estudia en el instituto se siente más segura. No significa que vaya a dejar de desear huir, pero al menos ha encontrado personas en quienes puede apoyarse para intentar hacer frente a ese dilema. Sin embargo, cada vez empieza a resultar más insostenible, y la idea de abandonar el pueblo cada vez empieza a resultarle más atractiva.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro