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Capítulo 22 {1ª Parte}

Alec Hardy traga saliva nada más escuchar las palabras de Nadia, antes de intercambiar una nueva mirada con su querida Lina, quien se encoge de hombros con resignación: es lo justo, al fin y al cabo sus hermanos les han desvelado cómo acabaron casándose con sus parejas... Exhalando un hondo suspiro, el escocés es quien comienza a relatar el camino que han recorrido hasta estar actualmente como pareja.

—Debido al caso de Sandbrook, vine a Broadchurch con la esperanza de empezar de cero, y la entonces Comisaria Jenkinson, que llevaba el departamento de investigaciones criminales, me ofreció el puesto de inspector el cual acepté, a pesar de, sin yo saberlo, habérselo prometido a otra persona...

—A nuestra amiga Ellie, Ellie Miller, para ser más exactos —apostilla Cora tras beber algo de agua—. Si os la encontráis por el pueblo, seguro que os parece entrañable —añade con un tono apreciativo, pues adora a su amiga de cabello castaño—. Todos los que hasta ese momento trabajábamos bajo sus órdenes, incluyéndome a mí, tuvimos que trabajar durante una semana entera con este taciturno inspector —acaricia la mejilla de su pareja con afecto—, antes de que Ellie volviera de sus vacaciones y descubriera la encerrona.

—Imagino que no pudo poner la otra mejilla... —comenta Aidan, terminándose el soufflé.

—Es una forma de decirlo —se carcajea Alec, bebiendo algo de agua, rememorando aquel día.

—Estaba lívida —confirma la pelirroja, antes de suspirar—. Desgraciadamente, tuvo lugar un homicidio en la playa, por lo que Ellie y yo nos desplazamos hasta allí, donde me presenté oficialmente a mi superior —rememora los hechos de aquel día, casi pudiendo verlos tan claramente como a sus hermanos. Hace lo posible por no mencionar el nombre de Danny, con el fin de no desenterrar viejas heridas—. Yo apenas llevaba tres meses en Broadchurch, y a mis 28 años, a pesar de haberme leído todo el reglamento, voy y me salto el protocolo y la cadena de mando... —todos se carcajean debido al tono mortificado en sus palabras—. Quería morirme allí mismo, os lo aseguro. Pensaba que mi jefe, aquí presente, iba a despedirme con efecto inmediato...

—Pero no lo hice, porque esta brillante inspectora, en aquel momento una oficial, me demostró que tenía grandes capacidades analíticas y mentales, de modo que decidí velar por ella, dándole otra oportunidad —intercede Alec con una sonrisa cariñosa, desviando sus ojos hacia su novia, quien reciproca dicha sonrisa—. Me convertí en su supervisor, por llamarlo de alguna forma, y entonces empecé a notar en ella un comportamiento y reacciones que me hicieron sospechar que sufría de TEPT...

—Y por mi parte, al pasar tiempo con él , analizando datos del caso y compartiendo opiniones, también empecé a sospechar que sufría de una dolencia cardíaca.

—Vaya par —se sorprende Nadia—: no pudisteis resistir el analizaros mutuamente.

—Somos detectives: está en nuestros genes —apostilla Hardy con un tono divertido—. Comenzamos a relacionarnos de una manera más estrecha, y pronto, decidimos cuidarnos mutuamente, guardando el secreto de cada uno hasta terminar con el caso... Y así lo hicimos, ¿verdad. Lina? —cuestiona el hombre con cabello y vello facial castaño, colocando una mano en la espalda de su pareja, quien asiente lentamente. Alec omite las partes claves del caso, pues teniendo en cuenta que los gemelos han estado en comunicación constate con Tara, y una de ellas trabaja en la prensa, es evidente que están al tanto de cómo fue la investigación—. Después nos encargamos de resolver el caso de Sandbrook.

—Y allí fue donde conocí a Mamá —apostilla Daisy, interviniendo en la conversación—. Tuvieron que ir a Sandbrook en busca de información, y mientras cenaba con Papá en un restaurante, Mamá apareció por allí con algunos amigos —la aludida asiente, pues la adolescente está en lo cierto—. Empezamos a hablar cuando me acerqué a la barra, y desde el primer momento me pareció alguien extraordinario —Cora sonríe tiernamente al escucharla—. Pero eso no fue lo que me sorprendió, sino que tras analizar a unos hombres que acababan de acercarse a la barra, ¡dejo a uno de ellos fuera de combate con una llave!

—Vaya, hermana, no sabía que te gustasen las artes marciales.

—En mi defensa, Aidan, diré que ese hombre me había provocado, y tenía que defenderme no solo a mí, sino a Daisy, que estaba conmigo —la pelirroja termina su soufflé en este momento, antes de proceder a resumir su historia de amor con Alec—. A medida que avanzaba el caso de Sandbrook, me percaté de que me había enamorado de mi querido escocés, pero pensé que sería mejor no hablar de ello, a fin de no destrozar nuestra amistad, en caso de que no sintiera lo mismo...

—En mi caso ocurrió algo parecido—afirma Alec, terminándose su propio soufflé—. En el transcurso de la investigación, la amistad y la admiración que sentía por Lina comenzaron a cambiar, comenzando a atraerme románticamente. Empecé a enamorarme de ella, decidiendo confesarle lo que sentía, pero en el último momento fui cobarde y me retracté.

—Por fortuna, Mamá y Ellie ayudaron a que mi testarudez se impusiera a mi lógica, por lo que lo intercepté antes de que se marchase de Broadchurch —añade la taheña de piel de alabastro antes de compartir un cariñoso beso con su jefe y protector—. Y el resto como se dice, es historia.

—Una historia de amor digna de ser contada —aprueba Nadia con un tono suave, antes de ayudar a su hermana a recoger la mesa—. Déjame que te ayude con esto: es lo mínimo que puedo hacer tras una comida tan exquisita —añade, advirtiendo que Cora no parece muy dispuesta a dejarla colaborar.

Las últimas palabras dichas por su hermana, no pueden evitar provocar un leve flashback en la pelirroja de ojos celestes, quien por unos instantes, rememora su cena en casa de los Miller. Ella misma dijo unas similares palabras antes de aquel primer ataque de ansiedad causado por el TEPT en todo su tiempo viviendo en Broadchurch. Es indudable que son familia. Tras negar con la cabeza, deshaciéndose de esos pensamientos, responde al ofrecimiento de Nadia.

—De acuerdo —afirma, dejando que le entregue los platos vacíos de la mesa, así como los vasos y cubiertos, colocándolos en el lavaplatos. También la ayuda a guardar las botellas de vino y té helado, antes de rellenar la jarra de agua para meterla en la nevera—. Gracias.

—Un placer —sonríe Nadia, antes de volver a sentarse en la mesa, junto a su hermano.

—¿Estás preparando té? —inquiere Aidan, a quien le ha llegado el olor a las fosas nasales, recibiendo un gesto afirmativo por parte de su hermana mayor—. Earl Grey... —identifica rápidamente, antes de levantarse de la mesa—. Por favor, permíteme: puedo encargarme de servirlo. Vosotros ya habéis hecho mucho por nosotros —le ruega, y la mujer de treinta y dos años no tiene más remedio que ceder ante su mirada, reconociendo ese brillo como aquel que ella solía poner para que su padre hiciera su voluntad—. Yo lo llevo a la mesa, no te preocupes.

—Gracias, Aidan —sentencia el Inspector Hardy, agradeciendo el hecho de que los gemelos intenten cuidar a Lina. Asimismo, ha comprobado que son extremadamente afables y generosos, sin ningún tipo de mal fondo. Al recibir el té que le tiende Aidan, contempla que está preparado a la perfección, aunque, como él ha dicho, teniendo una mujer anglo-egipcia, ha aprendido ciertas habilidades de ella. Una de esas habilidades, indudablemente, es la de preparar té.

Una vez todos en la mesa tienen una bebida y algo de postre, siendo Daisy la única que decide tomar un pastelito de manzana para acompañar su té, Coraline cambia su expresión a una seria, y tras tomar un sorbo de su propio té, aparta la taza a un lado. No es que no quiera beberlo, pero con el tiempo, el embarazo le está cambiando el gusto, y el té no le resulta tan sabroso como una tila. Además, la teína no le conviene al bebé. Entrelaza las manos sobre la mesa, pues a pesar de la conversación tan agradable que han mantenido hace algunos minutos, ha llegado la hora de tratar el asunto por el cual se han reunido.

—Me temo que no podemos seguir ignorando la razón por la que nos hemos reunido hoy: como sabéis, después de la muerte de Papá, Tara se encargó de cuidarnos a todos —empieza, y los Hardy sienten que una leve tensión se instala en el ambiente, tragando saliva. Los gemelos asienten ante las palabras de su hermana, manteniéndose en silencio—. Se aseguró de que no nos faltase de nada, incluso hasta sus últimos momentos... De ahí que los tres figuremos en su testamento como beneficiarios de la herencia —coloca una pequeña carpeta sobre la mesa, la cual está encuadernada con cuero—. Este es el testamento de mi madre, Tara, revisado hace algunos días por el testamentario debido a unas modificaciones hechas por mi parte —Aidan y Nadia intercambian una mirada entre preocupada y nerviosa, pues sienten como si acabasen de echarles un jarrón de agua fría encima. Han dejado las tazas de té en los platillos, sin apenas haber bebido. Casi parece que no respiran—. Por favor, permíteme continuar —le pide a la muchacha de cabello trigueño, quien parece querer hablar—. Soy consciente, porque me lo habéis dejado claro desde el primer momento en el que establecimos contacto, de que estaríais dispuestos a renunciar a la parte de la herencia que os corresponde en caso de yo desearlo... —Aidan toma la mano derecha de su hermana en su izquierda, escuchando las palabras de la taheña, intentando dilucidar qué es lo que se propone—. Pero no es eso lo que yo deseo —añade la analista de ojos cerúleos, abriendo la carpeta, dejando a la vista el testamento revisado, en el cual se han añadido varias anotaciones—. Hablé con el testamentario acerca de modificar la cantidad de la herencia que mi madre dispuso para nosotros, teniendo en cuenta que se me permite hacerlo por las circunstancias especiales en las que nos encontramos... —pasa algunas de las hojas hasta llegar a la última, en la cual están escritos los nuevos porcentajes—. Después de todo, sois mis hermanos, mi familia, y tras conoceros y entablar esta bonita relación con vosotros, no quiero dejaros en la estacada —Aidan y Nadia sienten que se les humedecen los ojos ante sus palabras—. La reunión de hoy no tenía como único propósito el conoceros, sino que es la manera de honrar a las personas que nos han traído al mundo y nos han criado: nuestros padres —hace lo posible porque sus palabras no se entrecorten al hablar—. Porque Tara fue tan madre mía como vuestra... —musita, antes de dar la vuelta a la carpeta, dejando que sus hermanos puedan leer lo estipulado en la última hoja, al tiempo que consigue controlar su tono de voz, sintiendo cómo Alec coloca una mano en su hombro, apoyando completamente la decisión que haya tomado—. He pensado que lo siguiente sería más apropiado —apoya su dedo índice en el párrafo que establece las cifras—: 50% para vosotros, y 50% para mí —los ojos de sus hermanos se abren con pasmo al igual que sus bocas, posando sus orbes turquesa en ella, incapaces de procesar lo que les está ofreciendo—. Podéis dividir 40% entre vosotros, dejando ese 10% a repartir con vuestros cónyuges o futuros hijos —asevera, habiendo pensado en ello de manera precisa, a fin de que el reparto sea ecuánime—. Además de esto, he hablado con el testamentario acerca de la casa que mi madre y yo ocupábamos en Broadchurch, y teniendo en cuenta que estaba pensando en venderla debido a que ahora vivo con Alec y Daisy, he hecho otra modificación en el testamento —les revela, antes de señalar un segundo párrafo, bajo el que estipula la cantidad de la herencia a repartir entre los tres—. «La vivienda unifamiliar de dos pisos, cohabitada por su hija, la Sra. Harper y ella misma, hasta la muerte de la titular de la vivienda, será cedida sin gasto económico alguno por la beneficiaria de dicho inmueble, a los Sras. Taylor-Harper, con el propósito de disponer de esta vivienda para uso personal. Asimismo, la Sra. Harper ha hecho la concesión a los Sras. Taylor-Harper de modificar la vivienda para convertirla en un apartamento de dos pisos, a fin de instalar a su familia y futura progenie, convirtiéndose el chalé en una vivienda multifamiliar» —recita de memoria la brillante inspectora de policía, al mismo tiempo en el que sus hermanos leen dicho párrafo. Cuando terminan de leer dicho párrafo, ambos han palidecido, y la contemplan con los ojos abiertos como platos, incapaces de emitir sonido alguno—. Lo que el testamentario no ha incluido a petición mía, puesto que será un acuerdo tácito entre nosotros, es que yo me encargaré de llevarme las pertenencias de mi madre, dejando el resto de los objetos de la vivienda en vuestra posesión, para que dispongáis de ellos como queráis, ya sea vendiéndolos o conservándolos... —toma aliento tras unos segundos, finalmente contemplando las reacciones de sus hermanos menores—. Ahora, la pregunta que me queda por haceros es la siguiente: ¿aceptáis estos términos? ¿O preferís negociarlo?

—¿E-estás... C-completamente segura de e-esto? —Nadia es la primera en romper el silencio en el que ha quedado la estancia, aun intentando procesar que su hermana mayor haya sido tan generosa como lo fue Tara en su día. Le tiembla la voz al hablar—. Es tu herencia, tu casa... Tus recuerdos y vivencias con Tara —intenta razonar, tragando saliva, pues aún espera que alguien la zarandee y le diga que todo es un sueño—. Y nosotros solo...

—Sois mis hermanos —Cora la interrumpe con una sonrisa cálida y familiar, provocando que los ojos de los gemelos, que ya estaban vidriosos, se nublen completamente por las lágrimas, comenzando a caer estas por sus mejillas—. Desde el momento en el que supe de vuestra existencia, juré que cuidaría de vosotros, porque tras todo lo que hemos pasado, aunque no hayamos compartido las mismas vivencias, somos familia... Y como tal, debemos estar cerca los unos de los otros, ya que no nos queda nadie más.

—Eres demasiado generosa, Cora... No sé cómo podremos retribuir semejante amabilidad por tu parte, hermana —Aidan tiene un nudo en la garganta, pero incluso a él, que es una persona de naturaleza introvertida, le cuesta controlar sus emociones—. ¿Qué piensas, Nadi? —apela a su hermana gemela y ambos intercambian una mirada silenciosa, asintiendo a los pocos segundos—. Aceptamos tus términos, Cora, pero queremos poner una condición...

—¿Qué clase de condición?

—En caso de aceptar todo aquello que nos ofreces: la herencia, la casa... —comienza el reverendo, antes de que su hermana gemela interceda, para así, terminar su frase.

—...Queremos trasladarnos a vivir a Broadchurch —la petición de su hermana de cabello trigueño sorprende momentáneamente a la analista, quien sonríe a los pocos momentos al comprender que, al igual que ella, Nadia y Aidan son dos personas que llevan mucho tiempo solas. Han estado buscando una conexión perdida desde hace tiempo, y la han encontrado en ella—. Queremos que nuestras familias formen parte de tu vida, y que tu familia y tú forméis parte de nuestras vidas.

—¿Alec? ¿Daisy? —la pelirroja de ojos cerúleos apela a su novio y su hija, quienes se han mantenido silenciosos en todo momento, observando cómo se desenvolvían los acontecimientos.

—Yo estaré conforme con lo que tú decidas, querida —asevera el escocés de cabello castaño en un tono factual, sonriéndole con cariño, contemplando que su hija hace lo propio, asintiendo en silencio, antes de gesticular con los pulgares arriba que está totalmente a favor de esta idea.

—¡Me encantaría tener unos tíos así de guais! —exclama Daisy sin evitarlo, lo que provoca que los gemelos, que apenas están pudiendo enjugarse las lágrimas, sonrían de oreja a oreja, sintiéndose realmente dichosos de tener la oportunidad de formar parte de una familia completa.

—Está claro que no hay más que decir al respecto —el inspector de policía se encoge de hombros tras escuchar a su hija, antes de asentir, pensativo—. Además, con Nadia y Aidan por aquí, algo me dice que las cenas de Navidad serán mucho más divertidas —apostilla con un tono bromista, antes de dar un trago a su té, el cual ha ido consumiendo mientras su querida novata exponía los cambios hechos al testamento.

Coraline Harper guarda el testamento tras recoger las firmas de sus hermanos en un papel que dictamina que están de acuerdos con lo modificado en el testamento, además de con la cesión de la vivienda. Una vez hecho esto, guarda ese papel junto con el testamento modificado, fundiéndose en un abrazo con sus hermanos menores, sintiendo que finalmente, ahora son parte de la misma familia. Con el asunto del testamento fuera de la mesa, la charla animada continúa, compartiendo anécdotas familiares de la niñez, logrando carcajearse entre todos. En un momento dado, el alojamiento de los gemelos sale en la conversación, de modo que la pelirroja hace una sugerencia.

—Dependiendo de cuánto tiempo os quedéis por aquí, ¿por qué no os instaláis provisionalmente en la casa? Así podréis planificar vuestra mudanza y las obras a realizar para acomodar a vuestras familias.

—Me parece una buena idea —afirma Aidan, quien para ese momento se ha sentado en el sofá, junto a su gemela y a su hermana mayor, quedando él en medio de las dos féminas—. Podremos descansar en un lugar agradable y seguro, aunque solo vayamos a quedarnos hasta el domingo, pues era nuestro plan inicial... —revela que en un inicio pensaban quedarse únicamente el fin de semana, para causar cuantos menos problemas posibles—. Y como has dicho, nos da la oportunidad de hablar con tranquilidad con Rick y Rose acerca del cambio de circunstancias, además de ofrecerles el cambio de situación y trabajo que nos has comentado en la comida...

—Decidido está pues —añade Nadia, antes de mirar el reloj de su muñeca—. Vaya, ¿ya son las 16:45? Sí que pasa rápido el tiempo cuando estás en buena compañía —hace un cumplido, ganándose unas sonrisas amables por parte de Coraline y Daisy, mientras que Alec inmediatamente se apresura en tomar en sus manos su abrigo y bloc de notas—. Parece que tienes que ir urgentemente a algún sitio... ¿La comisaría?

—En efecto —afirma el escoces, colocándose el abrigo, percibiendo por la periferia de la visión que los tres Harper se le acercan, además de su hija— Lo siento, pero he dejado a Miller a cargo del trabajo y... —empieza a excusarse, pero Daisy lo interrumpe, dándole un beso en la mejilla con una sonrisa cariñosa—. Tengo que ir a la comisaría antes de que nuestra amiga venga a casa y me lleve a rastras.

—Oh, sabes que a Ellie le encantaría eso, cielo —se carcajea la mujer de treinta y dos años antes de besar sus labios a modo de despedida—. ¿Quizás Aidan y Nadia podrían acercarte, ya que van a pasar por la comisaría para llegar a la casa? —sugiere, y sus hermanos asienten al momento con sonrisas idénticas, dispuestos a hacer lo que sea por ayudar a su hermana y su pareja, a quien, incluso con poco tiempo, han empezado a tomar aprecio.

—No hay problema —asevera la periodista con una sonrisa—. Además, así me podré hacer una idea de la estructura del pueblo, ya que una vez me mude y empiece a trabajar aquí con Maggie Radcliffe, necesitaré saber dónde encontraros.

—Nadia... —Alec apela a ella con un tono de advertencia, al mismo tiempo que su pareja.

La muchacha de veintiocho años no puede evitar carcajearse, pues los ha hecho caer.

—Lo siento, era broma, era broma... No voy a pediros que rompáis la confidencialidad de la policía. Solo necesitaré que me deis la poca información divulgable de la que dispongáis para poder informar verazmente al público... —clarifica tras recoger su abrigo, al igual que su hermano.

—¿Por qué quieres informar sobre lo que está pasando, Nadi? —inquiere Cora, utilizando por vez primera el apelativo cariñoso de la mujer de cabello trigueño, lo que provoca que ésta sonría de manera fugaz, sintiendo que conecta más con su hermana mayor.

—Este caso de agresión está llamando mucho la atención, bueno, al menos a mí, y quiero informar sobre ello —asevera en un tono determinado—. No podemos permitir que un agresor sexual en serie vague a sus anchas por el pueblo, especialmente si podemos hacer algo por detenerlo... Buscaré información por mi parte: puede que encuentre algo relevante que pueda ayudar.

—Si lo haces, ten cuidado —advierte su gemelo, entrecerrando los ojos: no es la primera vez que Nadia se involucra más de lo que sería considerado sensato en una investigación, y está seguro de que ésta no será la última.

Espera que esta vez sea más consciente del peligro que corre al buscar respuestas por su cuenta.

—Tranquilo, Dan —intenta aplacar sus temores, pues su gemelo la conoce demasiado para su propio bien—. Prometo no meter las narices donde no me llaman: solo conseguiré información de forma honesta y legal.

—Venga, Bonnie y Clyde, os indico el camino —dice el Inspector Hardy en un momento dado, interrumpiendo la conversación entre los jóvenes, quienes suprimen una carcajada. El escocés comienza a caminar hacia el exterior de la vivienda, habiéndose despedido ya de sus chicas, y a los pocos segundos, escucha cómo los hermanos de su querida Lina lo siguen—. Nos vemos esta noche a las 20:30, Lina —le recuerda, y la pelirroja asiente con una sonrisa llena de amor incondicional, contemplando cómo se sube al coche de sus hermanos.


El trayecto desde su casa a la comisaría de policía es bastante tranquilo, con el motor del coche siendo uno de los pocos sonidos que se escuchan. En momentos puntuales, Nadia conversa con él acerca de su hermana y su trabajo, siendo un tema que él no encuentra nada incómodo. Sin embargo, advierte por la periferia de su visión que el joven pastor anglicano no deja de observarlo.

—¿A qué viene esa mirada, Aidan? —cuestiona, habiéndose sentado en el asiento del copiloto a fin de darle indicaciones sobre cómo llegar a la comisaría—. ¿Tengo algo en la cara?

—Bueno, no puedo decir que sepa analizar a las personas como mi querida Cora, pero... Soy bastante observador para algunas cosas —responde el pastor en un tono confidente, pisando el freno para detenerse en un semáforo, respetando las regulaciones de tráfico—. Te estaba mirando así porque, a juzgar por tus palabras, me ha dado por pensar si vais a tener una cita esta noche...

—¿Y si así fuera? —al momento, la actitud del detective se torna defensiva, no comprendiendo a santo de qué, el hermano de la mujer que ama hace ese comentario—. ¿Hay algún problema?

—No, ninguno en absoluto —niega el joven de veintiocho años, arrancando nuevamente el coche cuando el semáforo se vuelve verde, antes de torcer en una intersección que el escocés le indica con la mano derecha—. Apreciamos mucho a Cora, y nos alegramos mucho de que haya encontrado una vida feliz a tu lado, especialmente después de lo que Tara nos contó... Imagino que no habrá sido fácil para ninguno.

—No, estás en lo cierto... No ha sido fácil ayudarla a superar ese trauma.

—Y por eso, por lo mucho que la has ayudado y apoyado cuando no tenía a nadie más, como hermanos suyos queríamos desearte mucha suerte esta noche... Espero que no lo encuentres impertinente por nuestra parte, porque apenas nos conocemos —desea, y contempla cómo el escocés parece reflexivo por unos segundos, antes de negar con la cabeza, indicando que no le ha molestado esa asunción—. Por otro lado, comprendería que sintieras algunos nervios, ya que, tanto mi hermana como yo hemos estado en tu misma situación.

—Sí, prepararse para una cita importante es estresante para ambas partes.

—Así que, si nos permites un consejo...

El hombre con vello facial castaño asiente en silencio.

—...Sé tú mismo y todo irá bien —Nadia termina la frase por su hermano con un tono suave.

—Estoy seguro casi al 100% de que nuestra hermana está enamorada hasta las trancas de ti, de modo que aprovecha el momento si se te presenta la oportunidad —no dice nada más tras guiñarle un ojo, deteniendo el Land Rover frente a la comisaría de policía, habiendo seguido las indicaciones de las señales y las señales no-verbales del Inspector Hardy—. Bueno, ya hemos llegado, Alec... Que tengas una buena noche.

—Igualmente, y gracias.

El hombre trajeado de delgada complexión se despide de los gemelos, caminando hacia la comisaría de policía, subiendo las escaleras, alzando el rostro, contemplando a Ellie Miller en el balcón de la comisaría. Está claro que lo ha visto ajarse del Land Rover, que ahora conduce hacia el pueblo, donde está ubicada la casa de Tara Williams. Una vez pasa el control de identidad interior, el escocés de cabello castaño sube las escaleras interiores, llegando al primer piso. Una vez allí, se encuentra a Ellie esperándolo con una mirada llena de curiosidad.

—¿Y bien? ¿Cómo son? —no puede aguantarse más las ganas, y la pregunta que ha estado deseando hacerle desde el momento en el que lo ha visto bajar del coche de los gemelos, sale de sus labios rápidamente—. ¿Se parecen algo a Cora?

—Calma tus inquietudes, Ellie —la amonesta su jefe en un tono sereno, y la castaña se muerde el labio inferior, algo avergonzada porque su entusiasmo la haya dominado hasta tal punto—. La comida ha sido muy amena, y por lo que he podido comprobar, son dos jovencitos muy curiosos, amables, inteligentes... Y sí, se parecen bastante a Cora en cuanto a su personalidad y gestos —responde a sus preguntas una a una, contemplando la satisfacción que recorre las facciones de su amiga—. Aidan es un pastor, mientras que Nadia trabaja como periodista —la informa acerca de sus ocupaciones, sorprendiendo ligeramente a la castaña—. Podríamos decir que sus trabajos se complementan ligeramente: él ayuda a las personas desde un punto de vista religioso, mientras que ella lo hace mediante sus noticias.

—¿Qué hay de la herencia? Imagino que habrá sido un tema difícil de tratar para Cora...

—Ha decidido repartir la herencia en partes iguales entre sus hermanos y ella, además de cederles el piso que Tara le heredó para que sus familias y ellos puedan mudarse aquí en un futuro, cuando realicen las obras para convertirlo en dos apartamentos, uno sobre el otro.

—¡Vaya con Cora! —Ellie se maravilla al momento con su forma de actuar—. Sin duda, es hija de Tara. No creo que muchas personas hubieran hecho ni la mitad por sus hermanos, no digamos medio-hermanos...

—Sí, aunque empiezo a pensar que Lina no solo ha organizado la comida para conocerlos en persona, sino para comprobar si sus impresiones sobre ellos eran acertadas, o si escondían algo...

—¿Te refieres a intenciones ocultas?

—Exacto —afirma el de ojos pardos con un tono factual—. Y por cómo ha resultado la comida y la resolución de la herencia, podemos estar tranquilos: no parecen esconder nada turbio tras ellos... No le harán daño —asegura, pues ambos estaban preocupados por el hecho de que estos jóvenes desconocidos pudieran provocarle problemas a su querida pelirroja—. De hecho más bien diría que están dispuestos a defenderla a capa y espada de cualquier cosa o persona que decida hacerle daño...

—Pues ya sabes a lo que atenerte... —bromea la mujer con el cabello rizado, riéndose.

—Sí, muy graciosa, Miller... —el Inspector Hardy decide dar por cerrado este tema, carraspeando, pues según su reloj de muñeca, aún faltan unas horas para las 20:30, que es cuando ha reservado la mesa en el restaurante. Debe trabajar arduo unas pocas horas en la comisaría si quiere salir antes del trabajo para llegar a tiempo—. Bueno, ¿qué tenemos por aquí? ¿Alguna novedad en mi ausencia?

—He estado comparando coartadas con Katie, y hemos conseguido deshacernos de muchos de los nombres de la lista —comienza a informarlo—. Por otro lado, hemos enviado la petición para vigilar a Aaron Mayford, pero estamos esperando confirmación por parte de Ava Stone.

—Bien hecho —la alaba, antes de entrar a su despacho, sentándose en la silla frente a su escritorio—. ¿Qué hay de la novia de Leo Humphries? ¿Has conseguido contactar con ella?

—No, pero he hablado con su madre —responde la madre de Tom con un tono ligeramente orgulloso, entregándole una pequeña nota adhesiva—. Me ha dado la dirección del puesto de helados en el que trabaja a media jornada: podemos ir allí mañana para hablar con ella y ver si confirma o desmiente la coartada de su novio.

—Estupendo —Alec asiente con determinación—. ¿Qué piensas? ¿Crees que la confirmará o la desmentirá? —le pregunta con un tono curioso, cruzándose de brazos sobre el pecho—. Personalmente, creo que la confirmará, pero no porque haya sucedido realmente, sino que, como anotó Lina en sus notas sobre el análisis de Leo Humphries, es un ególatra y un narcisista manipulador.

—Sí, pienso lo mismo —afirma Ellie con un tono molesto—. Ese chulito de las narices desde luego se cree que tiene el mundo a sus pies, y se merece que se lo pongan todo en bandeja de plata. No creo que conozca siquiera el concepto de trabajo duro... —despotrica, pues el joven de veintitrés años no le ha caído bien desde el primer momento—. Tendrías que haber escuchado cómo le ha hablado a Cora en la playa, cuando recogía la portería... —siente un escalofrío nuevamente, y no solo por el hecho de que la mirada parda de su jefe se haya tornado afilada y completamente iracunda—. Ha sido... Extraño y aterrador —deja constancia de sus opiniones, antes de encogerse de hombros—. Bueno, voy a ver si entre Katie y yo conseguimos descartar a algunos sospechosos más... Con suerte, tendremos noticias, o bien del permiso para vigilar a Mayford, del análisis forense del bate, o del rastreo de la dirección IP de la persona que le envió los mensajes anónimos a Trish —añade, antes de salir del despacho de su jefe, ocupando su asiento en su mesa, frente a la de Katie Harford, quien está trabajando a destajo para cumplir con las ordenes que su superiora de cabello cobrizo le ha dado.

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