Capítulo 20 {1ª Parte}
El sol da la bienvenida al 3 de junio, iluminando con sus cálidos rayos la costa de Dorset y el pueblo de Broadchurch. Sus habitantes se han despertado animados, pues el tiempo presagia una buena temporada para el negocio hostelero y de turismo. Incluso con los recientes acontecimientos, están seguros de que los curiosos y turistas invadirán nuevamente el pueblo, aunque solo sea por el morbo. Al fin y al cabo, al igual que sucedió con Sandbrook en su momento, Broadchurch es ahora un sinónimo de asesinato, y la historia de Danny Latimer se ha convertido en un centro de atracción imposible de resistir.
Coraline Harper se despereza cuando siente los rayos de sol en su piel, sentándose en la cama. Intenta salir de ésta para levantarse y acicalarse un poco antes de prepararse para el trabajo, pero los brazos de Alec, que rodean su cadera, le impiden hacerlo. Desde lo sucedido en Axehampton ha estado de lo más protector y cuidadoso con ella, como si se tratara de porcelana china, capaz de resquebrajarse y romperse en miles de pedacitos solo con rozarla. No lo culpa, porque desde su perspectiva, podría haberse quedado completamente catatónica, y habría tenido que sufrir las consecuencias en su piel. Adora su preocupación, sin duda, pero no estaría de más que confiase un poco más en ella, para variar. Bueno, no es justo que diga eso, porque aún se guarda algunos secretos y la confianza que hay entre ellos es extrema, pero sabe a qué se refiere.
Alec tiene la necesidad de tenerlo casi todo bajo control, y la idea de que alguien la controle es demasiado agotadora para ella, especialmente ahora que por fin ha conseguido librarse de las cadenas de su mente. "Si ya es así conmigo en este momento, me pregunto qué nivel de protección alcanzará cuando le revele el embarazo...", no puede evitar hacer una mueca nerviosa ante la idea, aunque pronto, al contemplar la expresión tan calmada y relajada de su rostro mientras duerme, una sonrisa aparece en sus labios. "Independientemente de cómo se comporta habitualmente, sé que es un padre estupendo, que haría lo que fuera por su familia". Se inclina hacia él, besando su mejilla izquierda, la cual tiene apoyada contra su torso. Automáticamente, como esperaba que sucediera, el escocés hace una mueca molesta, que ella encuentra adorable, antes de abrir los ojos con lentos parpadeos. Al enfocar su vista parda en la mujer que ama, una sonrisa llena de amor incondicional llega a sus labios.
—Buenos días, Lina... —dice con una voz ronca, aún adormilado.
—Buenos días, Alec —ella corresponde su sonrisa, sintiendo que el corazón le late con fuerza en el pecho, pues esas sonrisas de su novio la hacen sentir mariposas en el estómago—. Cielo —intenta llamar su atención, pues ha vuelto a cerrar los ojos—, tenemos que prepararnos, y no voy a poder hacerlo si sigues sujetándome... —él parece responder con algo parecido a «me importa un bledo, estoy a gusto aquí», lo que provoca que la analista de brillantes ojos azules retenga una carcajada. Definitivamente, el ver a Alec adormilado es lo mejor de su despertar—. Bueno, si tanto quieres quedarte en la cama, siempre puedo decirle a Ellie que se encargue ella del caso...
—Ni se te ocurra —como movido por un resorte, el escocés ha sujetado la mano de su pareja, quien ya tenía el móvil en la mano, dispuesta a marcar el número de su buena amiga—. Ellie vendría a casa y empezaría a vociferar, como tantas veces antes... —añade, sentándose en la cama junto a su querida mentalista, quien sonríe tiernamente al verlo desperezarse.
—Esas veces estaban justificadas: te ingresaron en el hospital, ¿recuerdas? —él emite un gruñido molesto ante esa aseveración, de modo que Cora le da un beso en los labios para que deje de poner esa cara de pocos amigos—. Voy a ducharme, me visto y preparo el desayuno, ¿de acuerdo? —cuestiona, levantándose de la cama, dispuesta a dirigirse al aseo sin esperar respuesta.
—Sí, ya me encargo yo de despertar a Daisy —afirma el hombre de delgada complexión, antes de levantarse velozmente de la cama, siguiéndola hasta el pasillo, antes de tomarla por la cintura para hacerla girarse, propinándole un rápido pero afectuoso beso en la frente—. No tardes mucho, o me obligarás a sacarte —bromea mientras le guiña un ojo, logrando que su novata se sonroje, antes de entrar al aseo, habiéndole propinado una juguetona palmada en el hombro—. ¿Daisy? —toca la puerta de la habitación de su hija en varias ocasiones, antes de abrirla lentamente. La encuentra desperezándose en la cama—. Buenos días, «Bella Durmiente» —la saluda con una sonrisa enternecedora, rememorando las veces que la ha despertado anteriormente, cuando no era más que una pequeña niña.
—Buenos días... —la adolescente rubia aún está adormilada.
—Hora de levantarse: vístete y baja a la cocina para desayunar.
—Sí, sí, ahora mismo... —da un bostezo—. ...Voy.
—Bien —Alec asiente, antes de escuchar unos rápidos pasos que van en su dirección, sintiendo a los pocos segundos que unos cálidos y cariñosos brazos rodean su torso, dándole un abrazo. No puede evitar sonreír al recibir el abrazo de Daisy, de modo que lo corresponde con suavidad, acariciando su cabello, que tan largo se ha vuelto—. ¿A qué viene esto, Dais? —se extraña momentáneamente, pues si algo ha heredado de él su hija, es una cierta reticencia a las muestras espontáneas de afecto, aunque si Cora lo oyese decir esto lo rebatiría al momento.
—Solo quería abrazarte —responde la joven estudiante con una voz suave, utilizando el mismo tono que siempre usa para conseguir enternecer a su padre—. Te quiero, Papá —sabe que lo habrá pillado desprevenido con esta muestra de afecto y estas palabras, pero al fin y al cabo, su madre va a cumplir con su parte, y va a hablar con él acerca del embarazo, probablemente esta noche, de manera que ella tiene que hacer lo propio acerca del asunto de las fotografías.
—Yo también te quiero, cielo —el Inspector Hardy besa su frente, antes de romper el abrazo, comenzando a caminar hacia su dormitorio, pasando por el pasillo—. ¡Como no estés lista en cinco minutos, tiro tus peluches a la basura! —exclama, habiendo llegado al dormitorio, comenzando a cambiar su pijama por la ropa de trabajo, escuchando claramente cómo Daisy empieza a moverse rápidamente por su cuarto, luchando por vestirse los antes posible.
Coraline cierra el grifo del agua caliente antes de salir de la ducha. Toma una toalla y comienza a secar su cuerpo, antes de que sus ojos celestes se enfoquen en el espejo frente a ella. Empieza a girarse, contemplándose lateralmente, antes de trazar el contorno de su vientre con la mano derecha, sintiendo cómo empieza a abultarse de forma visible. Es el testimonio inequívoco de que su bebé está ahí. "Dentro de poco necesitaré usar ropa más holgada que no me oprima el vientre o el pecho", reflexiona para sus adentros, antes de colocarse la ropa interior y envolver su cuerpo en la toalla, saliendo del baño.
Camina con pasos rápidos al dormitorio, pasando frente al de su hija, a quien ve haciendo cabriolas para ponerse los calcetines a toda velocidad. Habiendo escuchado la exclamación de su novio, con su acento escocés vibrando por el pasillo, no puede evitar reírse. "Desde luego, Alec es un padrazo... Incluso ha empezado a pasar más tiempo en casa, con Daisy, y se esfuerza en no hablar de trabajo en su presencia", lo halaga mentalmente, llegando al dormitorio, contemplando que está anudándose la corbata al cuello. Ella rápidamente empieza a vestirse también, asegurándose de colocarse primero la camisa de faena, a fin de ocultar su algo abultado vientre. Cuando se han vestido, la analista del comportamiento es la primera en descender a la planta baja, donde comienza a preparar el desayuno: huevos fritos con bacon para Daisy y unas tortitas para Alec y ella.
Una vez están todos reunidos a la mesa, desayunando, la pelirroja con piel de alabastro recibe unos mensajes por parte de su hermana Nadia, quien parece estar nuevamente activa esta mañana.
Viernes, 3 de junio de 2017
07:55 Nadia: ¡Buenos días, Cora! 👋🏻
Buenos días, Nadia. 👋🏻 07:55
Espero que hayas dormido bien. 07:55
07:55 Nadia: Como un bebé, la verdad. 😋
07:55 Nadia: Por cierto, acabo de escuchar tu audio.
07:55 Nadia: ¡Como esperaba, eres increíble! 😲
No merezco tantos halagos... 07:55
Pero los agradezco mucho. 07:55
Alec, quien está sentado junto a ella, tomándose el café que se ha preparado, desvía momentáneamente la mirada parda al smartphone de la analista, cuando ésta le enseña los mensajes. No puede evitar que una sonrisa haga acto de presencia en su rostro, pues sin duda alguna, Nadia y Aidan son hermanos de Lina, a juzgar por sus reacciones. La misma pelirroja tiene la tendencia a maravillarse con cada nuevo descubrimiento, y la forma de expresarse es muy similar.
—Deberías preguntarles si están de camino —sugiere el inspector de la policía de Wessex, contemplado que Daisy también parece muy interesada en el viaje de sus posibles tíos—. Nos ayudará a planificarnos el día.
Coraline asiente al momento, pues está de acuerdo con sus palabras. Si se mantiene en una comunicación algo constante con Nadia, planificando la hora de llegada aproximadamente, podrán especular cuanto tiempo invertir en el trabajo, antes de salir temprano, a fin de atender sus cuestiones personales. Rápidamente, teclea la pregunta a su hermana, esperando su respuesta.
¿Ya estáis en camino? 07:55
07:55 Nadia: Casi.
07:55 Nadia: Estoy vestida y preparada, pero... 😕
07:55 Nadia: Acabo de despertar a Aidan al escuchar el audio. 😰
07:55 Nadia: Y creo que he invocado al mismísimo Lucifer... 😈
¿Y eso? 07:55
07:55 Nadia: Tras despertar ha mirado su reloj... 🕢
07:55 Nadia: Y ahora está persiguiéndome por la habitación con una Biblia... ✝
07:55 Nadia: Mientras grita: «¡Que la ira del Cielo caiga sobre ti!»
07:55 Nadia: ¡Prefiero que se vuelva sonámbulo a esto! 😭
Madre mía, creo que estás en un buen lío. 😅 07:55
¡Mucha suerte! 07:55
07:55 Nadia: Gracias. 😘
07:55 Nadia: En cuanto estemos en camino, vuelvo a escribirte.
07:55 Nadia: ¡Ahora mismo, mi prioridad es salvar mi vida! 😵
Nada más leer las respuestas por parte de Nadia, tanto Alec, Daisy como Coraline estallan en una carcajada: sin duda alguna, la llegada de los gemelos va a ser algo histórico. Queda claro que su sentido del humor les va a alegrar el día. "Bueno, mientras no imponga esa liturgia en mi casa, no tengo problema", piensa el hombre con cabello y vello facial castaño con ironía, pues según los mensajes de texto, Aidan parece ser bastante religioso. Le da un nuevo sorbo al café, contemplando que su querida pareja hace lo propio con su tila.
Daisy por su parte termina su desayuno, antes de recoger su plato, metiéndolo en el lavaplatos. Sin que sea advertido por sus padres, la adolescente recibe mensajes en su teléfono móvil, en los cuales algunos chicos del instituto le hacen comentarios sugerentes a la par que malintencionados. "Esto está escapándoseme de las manos... Han conseguido mi número y no dejan de acosarme con estos comentarios", piensa de manera desesperada la joven de ojos azules, luchando por retener las lágrimas que amenazan con caer de sus ojos. "Tengo ganas de irme de aquí, escapar de esto, pero al mismo tiempo quiero quedarme con ellos porque estoy muy a gusto... Esta situación me está asfixiando", exhala un hondo suspiro tras abrir el grifo del fregadero con la excusa de llenarse un vaso de agua, el cual ingiere a los pocos segundos, cerrando los ojos. "No puedo llorar ahora y empañarles el día a Papá y a Mamá... Llevan mucho esperando esta oportunidad", se recuerda, obligándose a mantener una actitud despreocupada a la par que alegre, aunque sabe perfectamente que su apreciada analista captará al momento que algo malo le sucede.
Una vez terminan de desayunar, recogiendo los platos y la mesa, los detectives se despiden de la adolescente de cabello rubio, quien al igual que el día anterior, insiste en ir por su cuenta a sus clases. La pelirroja advierte que hay un ligero cambio en su comportamiento desde hace dos días, al insistir tanto en ir por su cuenta a las clases, y ahora, después de terminarse el desayuno, es evidente que está manteniendo una expresión despreocupada por el bien de ambos.
Esto la hace preocuparse es evidente que le pasa algo.
—¿Va todo bien, Dais? —inquiere en un tono preocupado, aprovechando que su pareja ha salido de la vivienda para arrancar el coche—. Te noto algo callada estos días, cielo —la adolescente desvía sus ojos arriba a la derecha, lo que le indica que está accediendo a su imaginación, y maquinando una excusa o media verdad—. Si quieres que te acompañe a la academia, puedo decirle a tu padre que...
—No, por favor, Mamá —la joven Hardy la interrumpe al momento con una voz nerviosa, negando con la cabeza—. Solo tengo muchas cosas en la cabeza sobre las que pensar, ¿entiendes?
—Ya veo... —es evidente, por la forma en la que desvía los ojos a los lados, que está ansiosa y oculta información—. Podemos hablar de ello... —empieza a sugerir antes de negar con la cabeza: si Daisy está sufriendo y está haciendo lo posible por no hablar de ello, está claro que tiene que tomar cartas en el asunto—. No. Vamos a hablar de ello después de recogerte de las clases de defensa personal, ¿entendido?
—Pe-pero...
—Nada de peros —rebate la pelirroja con un tono firme, colocando sus manos en sus caderas, antes de suspirar: no quiere adoptar una actitud dominante con ella, pero sus emociones la supeditan en momentos así—. Cielo, no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que hay algo que te aflige de esta manera —la adolescente agacha el rostro, comprendiendo que está preocupada por ella—. Recuerda: no estás sola en esto... —posa sus manos en los hombros de la adolescente, a quien inmediatamente siente temblar ligeramente, lo que provoca que tense la mandíbula al momento—. Dais... Qué ha pasado —esta vez no está formulando una pregunta, sino que está dándole una orden que debe obedecer. Los planes que la muchacha pudiera tener para evitar empañarle el día a su madre, salen volando por los aires en este preciso momento—. No es normal que tiembles así —le asegura, haciéndola mirarla a los ojos al sujetarla por el mentón—. Que. Ha. Pasado — recalca cada palabra, y contempla cómo los hermosos ojos azules de su hija se llenan de lágrimas saladas. "Como tenga algo que ver con esos chavales que la acosan, no habrá lugar ni yerma en la que puedan esconderse, porque los encontraré y los castigaré", piensa para sí misma la analista del comportamiento con cierto grado calculador.
—Lo-los chicos del instituto... —Daisy hace lo posible por controlar su llanto, pues sintiéndose arropada por sus palabras y acciones, desea sincerarse con ella—. Algunos de ellos han conseguido mi teléfono, y no dejan de enviarme mensajes —le enseña la pantalla de su teléfono móvil, con la mentalista de piel de alabastro apuntando dichos números de teléfono en su memoria: está claro que tiene que contrastar esos números con la tutora de su hija, para dar con los culpables—. Me han estado acosando desde hace dos días, incluso de camino a mi clase de defensa personal... —las lágrimas comienzan a brotar, cayendo por sus mejillas—. Empiezo a sentir que no puedo más con esto: quiero huir.
—Cielo... —inmediatamente, la envuelve en sus brazos, estrechándola contra su seno, dejando que se desahogue, sollozando. "Los mato... Voy a encontrarlos y voy a rebanarles las malditas entrepiernas para que no puedan pensar nada más que en un profundo dolor, que no es comparable al que le han provocado a mi Daisy...", piensa con malicia e ira a partes iguales, antes de acariciar el cabello de su pequeña—. Pero Dais, antes de decidir nada, tienes que hablar con tu padre... Hay que buscar la manera de parar todo esto, sin tomar medidas drásticas.
—Mañana —asevera la adolescente, alejándose un poco para poder mirarla a los ojos. Quiere que vea que está diciéndole la verdad en este momento. Nada más contemplar la determinación en sus ojos, la mujer de treinta y dos años asiente lentamente—. Mañana se lo voy a contar todo, te lo prometo, pero... No se lo digas hoy.
—Está bien —concede la analista tras suspirar pesadamente: puede esperar hasta mañana.
—La profesora de la clase va a venir para acompañarme —le confía, enseñándole de nueva cuenta el teléfono, donde pueden verse las conversaciones entre la maestra y ella, habiéndole confiado la razón del inicio de sus clases—. Así que no tienes que preocuparte: no iré sola.
—Entendido —dice Coraline con un tono más sereno, antes de brindarle un abrazo lleno de cariño a su querida muchacha, quien lo corresponde al momento con una sonrisa más animada. Está agradecida de poder contar con ella—. Te quiero mucho, Dais.
—Y yo a ti, Mamá.
Una vez rompen el abrazo, la muchacha se despide de Coraline y su padre, una vez los ve a ambos dentro del coche, haciéndoles un gesto con la mano en el momento en el que el vehículo desaparca. Cuando está segura de que ya se han marchado, se sienta en el sofá con un suspiro agotado. Se queda allí, con la mochila en el suelo, esperando la llegada de su maestra.
Aproximadamente a las 09:20, el coche azul brillante de la mujer con piel de alabastro y ojos cerúleos estaciona en el exterior de la vivienda de los Atwood. Los tres agentes han quedado allí con Cath, a fin de que ésta pueda corroborar los movimientos de su amiga Trish en la fiesta. Mientras más datos tengan, más precisamente podrán determinar quién estuvo dónde, con quién, y durante cuánto tiempo. Alec, quien ha conducido el vehículo hasta allí, apaga el motor con un gesto algo cansado, aunque no deja de lado ese brillo en sus ojos, deseoso de que llegue la cena de esta noche. Ellie por su parte, bosteza tras unos segundos, sentada en el asiento del copiloto, antes de frotarse el entrecejo: este caso la está agotando, y por las caras llenas de cansancio de sus amigos, está claro que ellos tampoco lo están pasando bien. Cora, que va en la parte trasera del automóvil, se suelta el cinturón, antes de suspirar con pesadez: aún está dándole vueltas a lo que la joven Hardy le ha contado, y no puede evitar sentir unas ganas casi incontrolables de localizar a cada adolescente del maldito instituto, confiscarles el móvil, borrar la foto de Daisy, y pegarles una paliza hasta en el carné de identidad. Cierra los ojos, obligándose a dejar de lado sus vivencias y sentimientos personales, a fin de enfocarse en el trabajo: le ha prometido a la muchacha que dejará que ella se encargue de hablar con Alec sobre este asunto.
—Con suerte, Cath Atwood confirmará los recuerdos de Trish sobre la fiesta —comenta la Inspectora Miller, soltándose el cinturón de seguridad, antes de posar sus ojos pardos en su jefe, quien hace lo propio—. ¿Habéis dormido bien? —cuestiona, pues teniendo en cuenta lo sucedido ayer, le extrañaría que así fuera.
—No —niega el escocés rápidamente, mientras que su pareja se encoge de hombros—. ¿Tú?
—He soñado que estaba en Axehampton, tumbada al lado de la cascada.
Los ojos de Alec, aunque imperceptibles para la mayoría, se abren ligeramente con pasmo y horror a partes iguales: ya es bastante que este dichoso caso esté afectándolos a Lina y a él, como para que ahora lo empiece a hacer con Ellie. "Joder, al menos uno de nosotros tiene que mantenerse cuerdo...", se dice irónicamente, antes de carraspear, pues aunque no se encuentra muy cómodo en este papel, va a intentar ser un jefe amable y comprensivo.
—Vaya... Quizá hoy deberías irte a casa antes —sugiere, y puede entrever por el espejo retrovisor, que Lina esboza una sonrisa divertida a la par que tierna, claramente disfrutando del intento que está haciendo por ser más abierto y cercano con su compañera y amiga.
—Bueno... —Ellie se sorprende, inclinando ligeramente la cabeza hacia la izquierda, al mismo tiempo que abre los ojos como platos por unos segundos: ¿en serio el idiota de su jefe acaba de decir eso? "Sí que lo ha ablandado Cora", piensa con ironía, resistiendo el impulso de carcajearse por la situación atípica entre ellos. No quiere ni pensar en cómo se va a ablandar cuando sepa lo del bebé—. ¿Estás intentando hacer de jefe comprensivo?
—Sí —afirma el con vehemencia, ante lo cual, Ellie hace una mueca reflexiva—. ¿Qué tal?
—Fatal —se carcajea la castaña consiguiendo que la pelirroja, quien a duras penas ha conseguido resistirlo, empiece a reír por lo bajo, tapándose la boca—. Pero como amigo comprensivo, te doy un diez —añade, apeándose del coche junto a sus compañeros, antes de comenzar a caminar hacia la vivienda de los Atwood.
Cath Atwood los recibe con una sonrisa de oreja a oreja, ataviada únicamente con un blusón rosa chicle, unos vaqueros y unas zapatillas blancas de andar por casa. Tras invitarlos a entrar, camina hasta la cocina, donde está preparándose un smoothie, una bebida que consiste básicamente en zumo de frutas mezclado con leche y hielo. Ha abierto las ventanas, dejando que la luz natural de este día soleado inunde las estancias, además de la cálida y ligera brisa que corre por el ambiente. Sin duda, el verano toca a su puerta. Tomando en sus manos la jarra que contiene el smoothie de frutas del bosque, a juzgar por el color, vierte éste en un pequeño termo portátil.
—Todos en el pueblo se están poniendo nerviosos con lo que está pasando, pero no vamos a dejar que ese cabronazo nos diga cómo debemos vivir, así que... —termina de introducir la mezcla en el termo, cerrándolo, antes de dejar la jarra en la fregadera—. Ted, del trabajo, y yo, vamos a organizar un partido de fútbol en la playa dentro de tres horas, sobre las 12:00, para que la gente vuelva a sonreír, al menos un poco —los investigadores intercambian una mirada algo suspicaz, pues a su modo de ver, si bien la finalidad es que la gente lo pase bien, eso no soslaya el hecho de que haya un agresor sexual en serie suelto por Broadchurch. Deberían ser cuidadosos—. He llamado a toda la gente que conozco, y les he dicho que avisen a los demás, de modo que, iremos haciendo los equipos según vaya llegando la gente. También haremos una eliminatoria —asevera, antes de empezar a recoger las ollas y cazuelas que están dispersas por las encimeras, pues se ha dedicado la mayor parte de la mañana a preparar aperitivos para el partido—. Deberían venir con sus parejas, hijos, o lo que sea.
—¿Y la gente va a ir? —cuestiona Coraline, habiéndose cruzado de brazos.
—Sí —afirma Cath con rapidez, como si la pregunta fuera una tontería—. Se trata de divertirnos, ¿sabe? —empieza a meter los aperitivos en unas neveras portátiles, una vez ha terminado de guardar las ollas y cazuelas en los armarios—. De lo contrario, él ganará, sea quien sea, y no vamos a consentirlo —añade con una determinación voraz—. Ah, le he pedido a Leah y a algunos chavales del pueblo que vengan también, ya saben, por si acaso... —solo quiere que la pobre adolescente pueda pasar un momento despreocupado, al igual que Trish, si decide hacer acto de presencia. No pueden recluirse en casa durante la duración de la investigación, y está segura de que ambas lo saben. Si esto las anima un poco, habrá conseguido su objetivo—. Lo siento, continúen: pregúntenme lo que sea.
"Esta actitud despreocupada suya, no me parece muy tranquilizante: Trish fue agredida incluso estando rodeada de gente... ¿Qué le hace pensar que no va a volver a suceder? Que la gente se reúna no es una buena idea, aunque seguro que Alec piensa que es una buena oportunidad para observar a los sospechosos", la de piel de alabastro toma en consideración sus pensamientos, antes de suspirar pesadamente, intercambiando una mirada incrédula con su buena amiga. Parece que ella también se ha quedado patidifusa con la actitud de Cath, y no es de extrañar.
"Ahora entiendo cuando su marido nos dijo que no le gusta la palabra «no»... Madre mía, como para llevarle la contraria", reflexiona la mujer trajeada de cabello castaño y rizado, antes de dar una mirada a su jefe y buen amigo, quien parece tan desconcertado como ellas, aunque pronto recupera la compostura.
—Ah... —Alec carraspea por unos breves instantes, luchando por recuperar su profesionalidad, antes de sacar su bloc de notas—. ¿A qué hora llegó a la Casa Axehampton la noche de la fiesta?
—Pasadas las 18:00, y Jim prometió estar por ahí gran parte de la tarde —sonríe, rememorando que lo vio por la fiesta, charlando, riendo y bebiendo como si sus asuntos matrimoniales no fueran más que un sueño.
—¿Y a qué hora empezó a llegar la gente? —inquiere la analista del comportamiento, quien en el mismo instante en el que pronuncia esas palabras, advierte cómo Cath tuerce la boca en un gesto molesto: esto no pinta bien.
—Sobre las 19:30, lo que me molestó, porque yo dije a las 20:00 —responde Cath, rascándose la nuca, dejando claro que la puntualidad es algo que valora en exceso—. ¿Quién se presenta antes de tiempo a algo así? No tiene ningún sentido: no es como ir a la casa de alguien —expresa su desacuerdo, obviando por completo el hecho de que quizás, algunas personas prefirieron llegar antes para poder felicitarla o dejarle regalos, incluso alguno podría haber ido antes para conseguir sitio en el aparcamiento.
—¿Y dónde estuvo mientras llegaba la gente? —quiere saber Ellie, quien empieza a encontrar ciertamente molesta la actitud llena de soberbia con la que Cath se está comportando, dejando de lado cualquier consideración hacia sus invitados. "Ni que fuera la Reina de Saba, con todos los demás teniendo que bailarle el agua", piensa sarcásticamente, habiéndose cruzado de brazos.
—Pues estuve en la zona principal, ya sabe, en la de la biblioteca, donde iba a tocar la banda.
—¿Podría enseñárnoslo en este plano? —pide la pelirroja de ojos celestes, sacando el susodicho de su bolso, el cual lleva colgado atravesando su pecho, desdoblándolo sobre la encimera de la cocina. Inmediatamente, Cath se lava las manos con servilletas, antes de tocarlo.
—Claro —afirma, contemplando el plano—. Pues estuvimos aquí —señala la zona de la biblioteca, donde la banda estuvo tocando, animando el ambiente—; Y la gente entraba y salía por esta puerta de aquí —señala una puerta perteneciente a una estancia junto a la zona principal, la cual no es la que Trish usó para acceder a la edificación, pues ella utilizó aquella al otro lado del plano—; Y la comida la prepararon aquí —señala las cocinas con el dedo índice, confirmando el recorrido que Trish recordó el día anterior, pues al haber accedido por la otra puerta, para llegar hasta el salón principal debía recorrer un largo pasillo, pasando por las cocinas.
—¿Conocía a todos los invitados? —quiere saber Hardy, pues es importante que les proporcione la información que necesitan. Si hubo alguien a quien no conociera, es primordial que lo diga, puesto que podría ser el agresor.
—Sí, sí, más o menos —confirma Cath mientras asiente, posando sus ojos en el taciturno inspector—. Había un par de socios de Jim, ya sabe, proveedores a los que creo que solo he visto una vez...
—¿Presenció la pelea entre Jim y Ed Burnett? —cuestiona la analista del comportamiento, atenta a cada cambio en su expresión o lenguaje no-verbal. Los ojos de la anfitriona se mantienen fijos en su rostro, antes de responder rápidamente.
—No, no, no la vi —niega con la cabeza, hablando con un tono sereno de voz, lo que indica que efectivamente, dice la verdad—. Estaba en la cocina cuando pasó, de modo que alguien fue corriendo para avisarme, pero para cuando llegué se había acabado, y Ed se había marchado.
—¿Y cuándo empezó a trabajar para Ed Burnett aproximadamente?
—Hace cuatro años, Inspectora Harper —responde Cath tras hacer memoria velozmente, antes de soltar una risotada irónica—. Y llevan discutiendo por eso desde entonces. Jim odia que trabaje allí... Pero no tendría que hacerlo si su maldito taller fuera mejor —se cruza de brazos entonces, habiendo casi escupido las últimas palabras, dejando evidente que su matrimonio dista mucho de ser dichoso.
—¿Podría decirnos qué hizo durante la noche? —interviene Ellie, algo sorprendida por sus palabras referentes a su marido, pues ha deshecho por completo las impresiones que tenía respecto a ellos: de puertas a fuera son el idílico matrimonio inglés, pero de puertas adentro...
—Sí —Cath desvía los ojos arriba a la izquierda, accediendo a su memoria a largo plazo, por lo que Coraline sonríe disimuladamente al contemplar que finalmente, uno de sus testigos coopera—. No me moví mucho del salón, la verdad... Bebí bastante: champán sobre todo, porque creo que le dieron la orden a los camareros de que mi copa estuviera siempre llena. Estuve en la puerta de entrada, recibiendo a la gente, aceptando regalos...
—¿Y vio mucho a Trish Winterman aquella noche? —indaga Miller, pues esta información es vital para recomponer el resto de las piezas que faltan de la memoria de la superviviente. Tienen que hacer cuadrar sus vivencias con los testimonios de otros invitados a la fiesta, con el fin de que la versión de lo sucedido aquella noche sea incuestionable.
—Claro que sí: pasé bastante tiempo con ella al principio, y luego estuvo un rato con unas chicas del trabajo.
—¿Sabe si tuvo problemas con alguien?
—Verá, Inspectora Miller, lo cierto es que hubo algo de tensión entre ella e Ian, su exmarido, pero era algo esperable, porque al fin y al cabo, decidió ir con su novia, Sarah, a pesar de que le aconsejé que no lo hiciera —empieza a desvelar que pudo haber cierto grado de animadversión entre los dos excónyuges, de modo que Ian Winterman empieza a subir puestos en la escala de sospechosos de Alec Hardy—. Pero no me hizo caso, y a Trish no le gustó nada.
—¿Y Trish y Sarah hablaron?
—No, por Dios, no: Trish intentó evitarla —esto descarta por completo que tuviera un encontronazo con su exmarido, sin contar el que ocurrió fuera de la Casa Axehampton. También descarta que discutiera con la pareja de Ian—. Yo fui educada, pero nada más —deja constancia en sus palabras y comportamiento, un leve descenso en sus comisuras, acerca de la opinión nada favorable que le merece esa mujer—. De hecho, vi a Sarah y a Ian en plena bronca unos minutos más tarde, y por suerte, ella se marchó poco después.
—¿Y habló con alguien más?
—Con Ed, obviamente —Cath responde a la pregunta de la Inspectora Harper tras suspirar pesadamente, dejando claro que hay algo en el comportamiento de su jefe que no acaba de gustarle—. O mejor dicho, Ed habló con ella —deja escapar una sonrisa divertida—. De haber podido, Ed se habría pasado toda la noche hablando con Trish. Se acercó a mí sobre las 21h para que la rescatara —tanto el hombre trajeado de delgada complexión como su protegida apuntan estos datos en sus blocs de notas—. Ed no es muy sociable, ¿saben? Se pega a una o dos personas y cree que con eso es suficiente... —niega con la cabeza de manera algo reprobatoria, antes de continuar rememorando con quién pudo haber hablado la noche de su fiesta—. Martin Skittles, del pub, y otros tantos... —su mirada pronto se desvía al suelo, apoderándose de ella una melancolía profunda—. Jim, obviamente...
—¿Podría describirnos cómo es su matrimonio?
—¿Es relevante?
—Me temo que aún no lo sé —rebate Cora, quien ha advertido la ligera actitud defensiva que ha demostrado la mujer de cabello rubio y ojos pardos. Cuando habla lo hace con una sonrisa amigable, instándola a cooperar—. Por eso mismo me veo en la obligación de preguntárselo.
—Pues creo que lo describiría como «sin amor», Inspectora Harper.
"La mirada que me dirige está llena de lástima, melancolía y rabia. Siente lástima por sus actuales circunstancias, porque no es feliz en este matrimonio. Por las fotos de la entrada, se casaron jóvenes, pero el matrimonio poco a poco demostró no estar equilibrado: ambos querían cosas distintas en momentos distintos. Todo empezó a desmoronarse con la primera infidelidad. El hecho de que el dedo anular, que lleva la alianza, esté bronceado salvo en una pequeña porción de la piel, me hace pensar que se lo quita a menudo. Eso quiere decir que las infidelidades por parte de Jim han continuado, y, gracias a este dato, mi hipótesis acerca de la identidad del hombre con el que Trish se acostó la mañana de la fiesta, cobra fuerza. Debido a las infidelidades continuas, Jim duerme en el cuarto de invitados, a juzgar por el hecho de que la habitación de arriba, cuya puerta ha sido visible al entrar, tiene un cerrojo. Cath tiene la llave colgada al cuello. Llevan años siendo infelices, y Cath ya se ha resignado", piensa para sus adentros, analizándola de arriba-abajo en un simple y rápido vistazo.
—¿Podría explicárnoslo mejor?
—No, creo que eso lo resume bastante bien —Cath deja escapar una sonrisa irónica ante la pregunta de la mujer con cabello y ojos castaños, negándose a profundizar más en su explicación, pues a su modo de ver, el término que ha usado da las explicaciones pertinentes.
—¿Puede contarnos algo más sobre la fiesta?
—Sí —Cath parece rememorar algo a juzgar por cómo abre los ojos momentáneamente—. En aquel momento ni siquiera le di importancia, pero... No sé dónde estuvo Jim al final de la noche.
—¿Cómo que «al final de la noche»? —inquiere Alec tras recibir la respuesta a su primera pregunta por parte de la anfitriona de la casa, arqueando una de sus cejas por la confusión: ese término es muy poco conciso, y necesitan datos concretos.
—Desde las 23.30 hasta la 01:30 —la cajera de Farm Shop, compañera de Trish realiza la aclaración que el detective de taciturna expresión le pide—. No pude encontrarlo por ningún lado, y eso que lo busqué de manera concienzuda: no estaba en el salón principal, y tampoco por los alrededores.
—¿Dónde cree que pudo estar? —si lo que ha advertido es cierto, el escocés es consciente de que Cath conoce bien los escarceos amorosos de su marido, y conociéndolo tan bien como lo hace, será capaz de darles algo de información al respecto.
—No lo sé, a eso me refiero: pregúntenselo.
Alec asiente en silencio, antes de despedirse de la mujer del mecánico. Mientras camina hacia el coche de Lina, seguido por sus compañeras, no puede evitar pensar en la conversación que han mantenido con la rubia. "No ha dudado ni un solo instante en usar a su marido como chivo expiatorio, lo que deja claro en qué punto de quiebre se encuentra su relación de pareja. El hecho de que Jim Atwood no tenga coartada para las horas en las que se cometió el delito no es una buena señal... Para él", piensa mientras busca las llaves del vehículo en los bolsillos de su chaqueta. "Si la hipótesis de Lina es cierta, y empieza a parecer que así es, si algo pasó entre Trish y Jim, quizás una negativa a continuar la aventura, podría haberle dado un móvil para la agresión". Debe obligarse a descartar estos pensamientos para concentrarse en su trabajo: volver a la comisaría para obtener una orden para vigilar a Aaron Mayford, comprobación de coartadas extensiva, esperar los resultados forenses del bate de criquet, además de la llamada del servicio telefónico de Trish acerca de los mensajes anónimos.
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