Capítulo 9. Todo a donde pertenece
Subimos a su habitación después de haber hablado otro poco en la sala. Me sentía en extremo nervioso, quería decirle que la amaba y que acababa de darme cuenta de que quería estar el resto de mi existencia cuidándola y haciéndola feliz. Pero no podía decir cosas coherentes cuando ella me miraba así, con tanta ternura.
Sus padres no habían llegado aún, tal vez era el universo dándome la oportunidad de decirle tantas cosas y yo no la podía aprovecharlo, había algo en mi que me o impedía.
Me senté en su cama mirando como se desmaquillaba frente al espejo de su pared. Tomé un peluche de osito que había en su cama y lo envidié. Él la tenía todas las noches recostada junto suyo. La ha visto soñar y despertar cada día. Como quisiera ser su oso de peluche.
La observé mirarse frente al espejo por un buen rato, haciendo caras graciosas cuando se untaba crema. Tomé el peluche y comencé a arrojarlo y atraparlo mientras pensaba en como comenzar. No podía dejar pasar una oportunidad así.
– ¿Tú le tienes miedo a algo Holly? – pregunté mirando su techo.
– Si, a muchas cosas. – caminó al baño y se encerró para cambiarse.
– ¿Como a qué? – pregunté ahora curioso ante aquella respuesta.
– Pues... me dan miedo las cucarachas, las mariposas grandes y los payasos. – contestó desde el baño. – ¿Y tú?
– Ammm... – ¿debía ser honesto? no sabía que diría al conocer esa parte de mí. – Me da miedo la oscuridad, los espacios cerrados y... bueno, las arañas. – soné muy patético y me arrepentí apenas lo dije.
– ¿Le temes a las arañas? – salió abriendo la puerta para mirarme, ya cambiada con su pijama. Estaba bellísima incluso en aquella ropa grande y holgada.
– ¡Oye! Tú le temes a las cucarachas y nadie te dice nada. Al menos yo les temo a cosas que pueden matarme. Esas cosas son letales. – era una buena justificación ¿no?
– ¡No es verdad! – sonrió.
– ¡Que sí! – le devolví el gesto.
Ella se sentó frente a mí en la cama, sonriendo enormemente tras nuestra conversación. Miré fijamente el oso de peluche y recordé entonces como un relámpago un miedo más. Algo que comenzó a acelerarme el corazón y humedecer mis ojos. Aquello a lo que más le temía.
– Hay algo más... Algo a lo que le tengo más miedo. – confesé. Mirando al oso entre mis manos.
– ¿Qué es? – preguntó cautelosa. Veía el genuino interés por saberlo.
– Perder a las personas que amo. Tengo miedo a estar sólo. – dije mirándole a los ojos. Mostrándole mi alma, mis más genuinos sentimientos.
– No lo estarás jamás. – tomó mi mano y sonrió dándome ánimos. Aquello me llenó de una sensación cálida y vi su hermosura tan cerca de mí, sintiendo que contemplaba una obra de arte.
– Eres demasiado buena. – susurré sin pensarlo. – No me dejes sólo, Holly. – tenía miedo a perderla, no quería que me dejara solo nunca más. Mis manos me quemaban por tocarle las mejillas, mis labios deseaban los suyos. Mi corazón se detenía cuando la contemplaba sonreír.
– Nunca, Alex. Siempre estaré para cuando me necesites. – acarició mi cabello y mi corazón explotó en ternura. Mi estómago parecía estar lleno de mariposas revoloteando por todas partes y me dio un escalofrió que erizó los vellos de mis brazos.
Sin pensarlo tanto tomé el valor de recostarme sobre sus piernas, disfrutando de su caricia en mi cabello. Suspiré tranquilo, en completa paz. No había dolor, no sentía más que felicidad. Los movimientos de sus dedos enredándose en mi azulado cabello me relajaban hasta el punto de sentir como los parpados me pesaban de apoco, cada vez más.
– ¿Lo prometes? ¿Con el corazón? – pregunté esperanzado en que esto fuera real. Me temía estar fantaseando, que todo fuera producto de mi imaginación.
– Lo prometo, con el corazón. – escuché que decía. Mis ojos se cerraron por completo ante el cansancio acumulado desde hace semanas y comencé a sentirme relajado. La paz y tranquilidad eran tantos... que me resulta difícil explicarlo.
Esto era extraño. Hace tiempo que no duermo bien, nunca duermo más de dos o tres horas debido al temor de que mi padre haga algo contra mí, pues estos últimos meses el coraje que me tiene ha aumentado a niveles preocupantes hasta tal punto de hacerme temer por mi vida. Pero justo ahora, entre los brazos de Holly me sentía tan relajado que sentía que mi cuerpo era tan ligero y que podía flotar.
– ¿Puedo quedarme a dormir? – pregunté preocupado de que tuviera que marcharme, ella no estaba obligada a dejarme quedar y mucho menos al estar los dos solos. Por lo que rogué al cielo escuchar un sí. – No quiero estar sólo.
No quería estar solo en mi casa con aquel monstruo llamado padre, tenía miedo de que me hiciera daño. Tenía ganas de sentirme tranquilo un poco más, ya que era rara la ocasión en que me podía relajar. Quería estar junto a ella y decirle que la amaba, pero no debía arruinar el momento. El sueño comenzaba a vencerme rápidamente, dejándome llevar entre sus caricias a Morfeo.
– Está bien, si no hay problema, puedes quedarte. – continúo acariciando mi cabello. Sus dedos se sumergían en mi melena azul y acariciaban mi cabeza.
Hacia movimientos circulares y un suave meneo a mi cabello mientras yo me dejaba perder en la inconsciencia disfrutando del gesto que me adormilaba más. Ella tenía total poder sobre mi en este instante, desearía morir de esta manera, entre sus brazos, sintiéndome tan relajado y en una paz total invadiéndolo todo dentro de mí.
– Gracias, Holly. – suspiré. Gracias por todo, debí haber dicho. Gracias por estar aquí, gracias por quererme. Por existir. Pero no lo hice, el sueño ganó ante mi indecisión.
– De nada, Alex. Descansa. – escuché como apagaba la luz de la lámpara que nos iluminaba y aunque todo estaba en oscuridad, yo tenía mi luz. Yo tenía a mi Holly.
...
Desperté por el ruido de una puerta, aturdido, asustado y desorientado miré hacia la entrada donde vi entrar a una Holly despeinada y en pijama. Su cabello iba en todas direcciones y había incluso marcas de la almohada en su mejilla.
– Buenos días. – sonrió entregándome un vaso de leche con chocolate y un par de galletas. – Perdona que te despierte, pero debemos ir a la escuela en unas horas.
– Si... – doy un trago a mi vaso y comienzo a asimilar lo ocurrido.
Dormí con Holly.
Eso hizo que mirara fijamente a la chica frente a mí y sonreí feliz. Había dos razones entre tantos sentimientos, pero predominaba la paz que ella me transmitía y la alegría de haber descansado después de tanto tiempo. Dejé de preocuparme por las consecuencias de no haber llegado a casa y disfruté del recuerdo de anoche, de sus caricias y sus dulces palabras.
Jamás había dormido tan tranquilo en toda mi vida, envuelto en sus caricias, sintiendo el calor de su cuerpo, tan relajado. El insomnio que he sufrido desde los siete años venció ante su encanto. Por una noche dejé de pensar en mamá y comencé a vivir mi vida. Los demonios de mi mente fueron ahuyentados con su luz.
No me sentí solo por primera vez.
Ella me dejó terminar el desayuno y salí corriendo a casa para cambiarme. Agradecí no ver el carro de papá en la entrada cuando llegué a aquel lugar. Me dediqué a darme un baño rápido pues ya era tarde y cuando salí, envuelto en una toalla a la cintura y secando mi azulado cabello con otra toalla, observé parado frente a mí a mi padre.
– ¿Papá? – mi corazón se detuvo justo cuando vi que tenía en la mano una lata de cerveza. – ¿Qué haces... aquí?
– No fui al trabajo. – dice molesto. – Solo llevé el auto al mecánico.
Veo como da un último sorbo a su lata y da un paso hacia mí levemente, tambaleándose. Yo retrocedo por auto reflejo, pero choco con la pared en mi espalda, sintiéndome acorralado e indefenso. Ríe por lo bajo, burlándose de mi miedo hacia él y arroja su lata por las escaleras.
– Esa lata, debiste ser tu. – dice amargamente, lo que me ocasiona escalofríos de solo pensarlo. Mi respiración se acelera al sentir el peligro cerca, me pongo alerta a cualquier señal de posible agresión.
– Debo ir a la escuela. – rompo el silencio, sujetando con fuerza la toalla en mi cintura. Intento caminar hacia mi habitación, pero me sujeta del brazo y azota mi cuerpo contra la puerta de baño.
– ¿Dónde estuviste anoche? – pregunta molesto, respirando grotescamente.
– Con...
– Ni te molestes en mentir, Harold me dijo que no estuviste ahí. – dice desabrochando su cinturón. Todo mi sistema grita en alerta para lo que viene.
– Yo... – comencé a trabarme por los nervios. Sentí un fuerte impacto en mi costado derecho y luego otro en mi estómago.
– Dime, imbécil, ¿dónde estabas?
Vuelve a golpear mi costado y en mi costilla, provocando un escozor en mis ojos, pero soporto sorprendentemente las ganas de llorar. Trato de respirar, pero los impactos son tan constantes que me tambaleo y caigo al suelo del pasillo de madera.
Mi toalla se zafa entonces y quedo desnudo ante mi padre, expuesto mientras trato desesperadamente de obtener aire. El dolor en mi espalda me reclama al momento de que mi piel desnuda toca el suelo. Este es frio y debido al agua que pude chorrear, me es difícil mantenerme quieto.
Veo como se acerca a mi para golpearme de nuevo y un intenso coraje me llena de repente. La impotencia se vuelve un potente sentimiento de furia que emerge desde lo más recóndito de mi ser, jamás me enojo por algo, suelo ocultar cualquier sentimiento en general, sintiendo que no merecía expresar lo más mínimo nada de mí. Pero ahora contemplando la figura de mi padre, agrediéndome sin justificación, estallo en cólera.
– ¡Con una chica! ¿Okey? Su nombre es Holly... ella... ella me gusta. – digo nervioso, molesto y a la defensiva. Comienzo a temblar y cuando consigo respirar pausadamente, le veo dudar ante mi coraje.
– ¿Una chica? – pregunta receloso.
– Si. Es... es muy hermosa. – admito tratando de cubrirme con la toalla, ocultando mi debilucho y blancuzco cuerpo.
– Ja'. – le escucho reír sin ganas. – Pues que de algo te sirva eso que tienes entre las piernas. Úsalo. Sirve para algo o para alguien.
Sin más, tras mirarme con desprecio, baja a la cocina y se prepara algo de comer. Yo me detengo unos segundos para recuperarme y al ponerme de pie maldigo el no ser tan fuerte. El no poder enfrentarle como merece. El sentir que tiene razón sobre mí. Si tan solo pudiera defenderme, si pudiera demostrarle que todo lo que creen de mi es mentira y que soy capaz de hacer todo lo que hace mi primo, al que tanto adula por ser tan "masculino". Pero sé que no lo haré, todo siempre sale mal y aunque haga lo que haga nunca será suficiente para él.
Todo lo que era sobre mí, era sinónimo de vergüenza, fracaso, un error.
...
Ya no puedo más.
Me siento muy infeliz, esta vida no es más que sufrimiento y maltratos sin fin.
Las marcas en mi cuerpo son cada vez más evidentes y no lo puedo ocultar más.
Duelen.
Mi padre ha hecho de mi cuerpo un manojo de moretones y cortadas que yo jamás quise en él.
Me odio. Odio verme en el espejo todos los días y deseo acabar con esto de una buena vez.
Extraño los días en los que todo era muy diferente, en los que podía sonreír y descansar. Gozar de los pequeños momentos de mi vida y ser como cualquier otro chico.
Pero no lo soy. Nadie me ve como algo común, las chicas en mi escuela me tratan como un bicho raro, como si fuera un alienígena de otro planeta o como si tuviera alguna enfermedad contagiosa.
No quiero ser una víctima, jamás he querido sentirme como una, pero por más que me esfuerzo en cambiarlo, parece empeorar cada vez que lo hago.
Lamento que tengas que leer esto con mi horrible letra, pero justo ahora no me encuentro bien. Apenas llegué a casa encontré a papá esperándome para desahogarse de un mal día.
Yo tuve que pagar las consecuencias de que en su trabajo le haya ido mal.
Yo no pedí ser su hijo, no pedí ser así. ¿Por qué todo el mundo se empeña en agredirme a causa del cómo me ven, si ni siquiera saben lo que pasa día con día?
Sólo hay una chica que se preocupa por mi sinceramente y tengo miedo de herirla con mis decisiones. Sé que ella estará mucho mejor sin mí, creo que comienza a sospechar, pero tal vez sea un error mío.
Es un ángel que me da luz entre tanta oscuridad y no pienso desaprovechar ni un sólo momento de su compañía.
Ojalá tu tengas a una persona igual, que no te sientas tan infeliz como yo y que algún día, si llegas a saber quién soy. Vayas a mi velorio. Ahí nos conoceremos.
Hasta luego, querido lector. Gracias por seguir leyendo.
Atte. Suicida.
Cuando terminé de escribir me sentí un poco menos miserable, después de todo alguien estaba leyéndome, alguien estaba escuchando mis gritos desesperados de ayuda.
Al no haber dejado la nota en clase de matemáticas pensé en mi lector. ¿La habrá buscado? ¿pensará que habré muerto? Le dejaría el mensaje en la siguiente que tuviera. Llegar tarde no fue opción propia, tuve que esperar a sentirme mejor, no deseaba llegar a la escuela y que todos me vieran mal. Debía mantenerme oculto y con la máscara falsa sobre mi verdadera esencia. Nadie debía notarlo, mucho menos mis amigos.
Caminé a toda velocidad hacia la cafetería buscando a los chicos y a Holly, pues deberían estar allá, según nuestro mismo horario. Vi como a mitad del pasillo Holly estaba de pie, tan hermosa como siempre, resaltando entre todo el gentío. Había algo en su mirada que me resultó extraño, por lo que siguiendo con la observación de su alrededor vi a mi primo junto a ella. Adrien parecía desesperado y molesto, al parecer estaban en una discusión, mirando ambos hacia una persona en común. Verla tan cerca de mi linda chica me congelo la sangre, el rostro de Lesli era de una furia a punto de explotar contra ellos, pero su total atención estaba sobre la linda chica de anteojos.
Esa mirada de odio y desprecio que dirigió hacia mi muchas veces estaba posada sobre mi pequeño ángel. El coraje y un sentimiento nuevo de adrenalina me invadió, moviéndome rápidamente hacia todos ellos. No permitiría que ella sufriera el mínimo gesto despreciable de aquella chica odiosa, no le correspondía lidiar con nuestro destino, el suyo debía ser bueno y de eso me encargaría yo.
Me acerqué a ellos, furioso, con toda la intención de reclamarle por lo que había hecho anteriormente con Holly, aunque esto solo fue mirarla con desprecio. Si alguna vez pensé que había algo bueno en Lesli, no me importaba en este momento. No permitiría que ella ni nadie pusiera un dedo sobre mi hermoso ángel.
El miedo irracional de ver a Holly en mi lugar y ser agredida era mi pesadilla. Ella no podía estar sumergida en la oscuridad del dolor, en la frialdad de las miradas enjuiciantes ni mucho menos que le tocaran un solo cabello.
– ¡Suéltala! – me coloqué cerca de ella, interponiéndome entre Lesli y Holly. – Déjala tranquila, vieja loca.
– ¡¿Cómo me llamaste?! – gritó Lesli furiosa. Sabía que me había ganado su total enojo, pero prefería acaparar yo todo ese odio y que la dejase tranquila a ella.
Estampó su mano contra mi mejilla y le permití verme con el odio en sus ojos. No iba a protestar, porque lo que estaba haciendo era para sacar a Holly de esto. Cuando vi que su mano se elevaba para volver a impactarse en mi rostro, noté como Holly furiosa le empujaba lejos de nosotros y su bebida empapaba su ropa.
Me quedé mudo, no sabía qué hacer. Dos emociones explosivas estallaron en mi pecho al saber que mi pequeña había hecho eso para ayudarme. Como siempre lo hacía, intentaba salvarnos. Algo cálido recorrió mi pecho y me hizo mirarla con todo el amor que sentía por ella.
Y la segunda emoción fue miedo, miedo a que Lesli reaccionara contra ella.
– ¡Maldita! – se quejó Lesli mirando su atuendo. – ¡Me las vas a pagar, cuatro ojos!
– Vámonos ya. – dijo Adrien, para después, ambos tomar a Holly de las manos, obligándola a caminar. Había que sacarla de ahí, debíamos protegerla a toda costa. Todo se estaba complicando.
– ¿En qué estabas pensando? Debiste haberte ido rápido, ¿por qué te quedaste ahí siendo insultada? – le regañé una vez que estuvimos lejos de aquella escena.
– Yo... en eso estaba. – parecía enserio confundida. Asustada.
– ¿Estás bien, tomate? – preguntó Adrien una vez que llegamos a la cafetería.
– Si, eso creo. Ella va a matarme después de eso, ¿verdad? – dijo mirando perdidamente su mano.
– No dejaré que se te acerqué. – Acaricié con mi mano la suya y entrelacé nuestros dedos. Su suave piel provocaba un cosquilleo al contacto con la mía, me hacía sentir seguro.
Adrien miro mi gesto y parecía incómodo viéndonos de esta manera. Aquello llamó mi atención, Él sabía de mis sentimientos hacia ella. Debería hablar en otro momento sobre esto con mi primo, pues tenia ligeras sospechas de que me había mentido antes respecto a lo que aseguraba no sentir.
– Vayamos a la mesa con los chicos. – dijo él, caminando hasta la mesa con los otros.
– Iré a comprar nuestros almuerzos. Ve a sentarte Holly, ¿quieres algo de comer? – pregunté a ella.
– No, gracias. – contestó aun aturdida, caminando a la mesa.
Caminé aun así hasta la barra y ordené dos charolas con comida. Esperé a que me lo entregaran cuando vi como Tara, amiga de Lesli se me acercaba.
– Lesli quiere verte rarito. – dijo ella mirándome como si fuera superior a mí de alguna forma. – Antes de la siguiente clase.
– ¿Por qué? – pregunté curioso.
– No lo sé, solo hago lo que dijo. Ella fue a cambiarse, te esperará en el salón de música. – se alejaba. – Si puedes dile a tu amiguita que se vuelva invisible, porque Lesli va a matarla.
– Más le vale que la deje en paz. – sentencié.
Ella caminó desapareciendo justo cuando las charolas llegaban a mí. Las tomé con cuidado y me encaminé a la mesa ignorando el mal sabor de boca que me dejaba saber que Lesli buscaría venganza. Era de esperarse, pero de esta forma me resultaba imposible mantenerla oculta de aquella chica tan enojada.
Vi a mis amigos ya comenzando a comer y hablar entre ellos, pero mi atención se fijó en mi pequeña de anteojos, aun aturdida, confundida y asustada. Quise consolarla, abrazarla y asegurarle que las cosas estarían bien, pero no había palabras suficientes en mi boca.
Tomé una silla y me interpuse entre Patrick y Holly, seguía desconfiando de sus intenciones con ella. Sabía que era exagerado y tóxico querer acaparar su atención, pero era inevitable. Entendía que estaba mal comportarme así, pero su presencia era tan reconfortante que ya me resultaba imposible imaginar una vida sin ella. ¿La podría seguir amando incluso en la muerte?
Ella era hermosa, era lista y amigable, era la mujer de mis sueños y no podía evitar sentir celos de que otros la mirasen como yo lo hacía. Esta era una posibilidad que existía si yo me fuera, ella tendría que seguir sin mí. Ella merecía ser feliz, merecía una buena vida.
Le di la charola a Adrien y la otra la enfrenté con Holly, ella miró sorprendida la enorme porción de comida y después sus lindos ojos me miraron con duda. ¿Pensaría que quería engordarla? ¿Sería demasiado obvio ahora que la amaba?
– Come. – pedí sonriéndole, había un panqueque de chocolate, el cual había escogido para mí. Le acerqué a ella la comida y sugerí con mi mirada que probara el panqueque, pensando que podría gustarle mucho.
– Pero tú amas el chocolate. – dijo confundida.
– Te quiero más a ti. – aseguré casi de forma involuntaria y para evitar mi vergüenza, estampé el panqueque sobre su boca, obligándola a comer. Los nervios se habían apoderado de mí y no supe cómo reaccionar. Ella causaba tanto en mí.
...
Comenzaba a desesperarme al no verla salir. ¿Las mujeres tardaban tanto en el baño? Holly había ido "rápido" a este antes de ir caminando a casa. El miedo de que algo malo hubiera pasado me recorría los huesos.
– Deberíamos ir a ver. – digo mirando a mis amigos, sintiéndome más ansioso cada minuto. – Ya tardó mucho.
– Si, es exagerado. – dijo Patrick pensativo.
– No podemos entrar al baño de niñas. – se quejó Demian.
– Yo lo haré. – dijo Harry burlón.
Sin esperar más, caminamos en conjunto hasta los baños y observamos como salían varias chicas de este sin ser nuestra amiga. Esperamos alrededor de unos eternos segundos, pero hubo un instante en el que no entró ni salió absolutamente nadie. Esto me daba muy mala espina, estaba rogándole a Dios por que ella no estuviera necesitándome ahí dentro, aunque me debía entre entrar o esperar un poco más.
– Tal vez fue a algún otro. – sugiere Adrien. – Demian y Harry, vayan a la planta alta. Patrick y yo buscaremos en el de gimnasio. Quédate aquí Alex, por si sale.
Todos asentimos entendiendo nuestro papel para ayudar y cuando ellos se dispersaron, me concentré en esperar. Miré fijamente entonces la puerta, no podía evitar desesperarme más conforme avanzaba el tiempo. Tras la espera eterna, mis ojos enfocaron el rostro de una chica saliendo del baño. La reconocí de inmediato, era Lesli. Vestía unos pantalones oscuros y un suéter delgado sobre la camisa que se había mancado debido a la bebida que Holly derramó sobre ella.
Tomando valor de enfrentarla, más preocupado por saber si mi lindo ángel estaba dentro con aquel ser de oscuridad, me atreví a mirarle a la cara. Ella entonces se detuvo, sin ninguna expresión frente a mí.
– ¿Holly estaba ahí? – pregunto seriamente.
– Tu amiguita está en la dirección de mi papi. – asegura mirándome con indiferencia.
– Déjala tranquila, Lesli. – advertí. – Si quieres desquitarte con alguien hazlo conmigo, pero déjala a ella en paz...
– ¿Tanto así piensas protegerla? – cuestiona curiosa. – ¿Por qué? ¿Te gusta?
– Eso no te importa. – aseguro. No pienso darle lo que quiere, no va a hacerme sentir mal con cualquier comentario despectivo.
– ¿Ahora eres malo conmigo porque traté mal a esa? – se burla. Le resta importancia y de verdad no veo arrepentimiento en sus ojos, aquel me decepciona enormemente.
– De ahora en adelante, no dejaré que ella sufra lo mismo que yo. – aseguré molesto. – Ya no te tengo miedo, Lesli. Voy a cuidarla con mi vida. Aun si eso implica vivir un infierno.
– Eres tan estúpido. – se quejó ella. Comencé a caminar, ignorándola. – No puedes hacer nada para evitarme.
– Solo te advierto una cosa. – digo seriamente. Me giro y la encaro observando cómo se cruza de brazos sonriéndome con burla. – Si llegas a tocarle un cabello, te arrastraré conmigo al averno. Aquí de los dos, tu pierdes más.
Su sonrisa se borró entonces congelándola y la dejé ahí de pie, sin decir nada más. Caminando a toda velocidad hasta llegar a la oficina del director. Lesli antes no me arecía tan mala, pero al ver el riesgo que era para la única persona que me importaba, decidí tratarla con indiferencia, sin importarme más allá de lo necesario. Ella me demostraba con sus acciones que no lo lamentaba, no se arrepentía de hacernos la vida de cuadritos.
La puerta de la dirección estaba entreabierta y se escuchaba la voz de Holly dentro. Al asomarme vi como el director leía unos papeles y prestaba más atención a su monitor que a la chica hablando frente a él. Eso al parecer, enfurecía a mi pequeña de anteojos. Su rostro parecía acalorado pues sus mejillas se encendían en enojo.
Justo cuando estaba a punto de dar un paso para entrar y sacarla de ahí, ella habló firmemente.
– Hay un caso que quiero tratar con usted. Tal vez pueda ayudarme a acabar con esto más rápido. – dijo ella nerviosa.
– ¿Qué cosa? – la ignoraba completamente con otras cosas.
– Hace unas semanas encontré una nota debajo de mi banco en donde un alumno de esta escuela, estaba planeando suicidarse. – justo en ese momento los chicos habían llegado junto a mí. No supe que hacer ni que decir, me quedé helado al saber que mi Holly era la lectora de esas cartas. Pude haber imaginado a cualquier otra persona, pero no a ella. – Al principio creí que era una broma, pero después... supe que era real y traté de encontrarlo.
Saber que era mi niña Holly la que estaba al tanto de mis planes y que eso le afectaba tanto, me hizo sentir nauseas. Las fuerzas se fueron de mi cuerpo y entonces entendí todo. Comprendí el afán por ayudar y ser amable siempre, el de preocuparse por nosotros y buscar estar presente. Estaba buscándome, estaba tratando de ayudarme sin saber quien era el verdadero rostro detrás de las cartas.
Furiosa por no recibir la correspondiente atención, arrancó los papeles de la mano del director y los arrojó provocando que se desparramaran por el suelo. Los papeles volaron por todos lados, consiguiendo al fin que el director la mirara directamente.
– ¿Qué te sucede? – la regañó el hombre.
– ¿Qué me sucede? ¡Le diré que me sucede! ¡Hace semanas estoy buscando al chico que planea suicidarse! Está dejando cartas porque necesita ayuda, necesita que alguien lo salve y le ayude a ver que esa no es la mejor solución. – su voz se iba apagando tras el nudo en su garganta, un tremendo malestar me invadió al darme cuenta de que esto la estaba afectando. ¿Sabría que era yo el chico de las notas?
– ¿Cómo saber que no es mentira? – preguntó el director. Le entendía, todos solían tomar estos temas a la ligera, lamentablemente no se le daba importancia a algo así. Pero pensar que lo verían como una manera de llamar la atención llegaba a desilusionarme. – Puede ser una broma de esos chiquillos. A su edad siempre están deseando matarse.
– ¡No lo es! Sé que es verdad, porque cada vez estoy más cerca de él, lo puedo sentir. – dice señalando su pecho. Instantáneamente llevé mi mano a mi corazón, sintiéndome conectado con ella, sintiendo que estábamos unidos por algo más fuerte que cualquier amistad. – Necesito que me ayude, debo encontrarlo, debemos evitar esa tragedia.
– ¿Qué quieres qué haga yo? – preguntó el hombre, cruzándose de brazos.
– Primero que nada, haga entender a Lesli lo mal que está haciendo en molestar a toda la escuela, insultando y humillando. – mi mente voló hacia un sin fin de posibilidades de que esto acabara mal. Nos estábamos metiendo con alguien que no le importaba nada, años y años de agresiones no iban a desaparecer solo por un regaño de su padre. – Después, ayúdeme a encontrar a ese chico, haga conferencias, traiga a personal capacitado, ¡yo que se! ¡Haga lo que tenga que hacer y sea buen director!
Se notaba en sus palabras que estaba desesperada y que quería ayudarme a como diera lugar, sus ojos lloraban a más no poder y su linda cara comenzaba a ponerse rojiza. Las lagrimas le inundaron las mejillas, se le veía impotente, molesta, pero sobre todo desilusionada.
– ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? Es gasto tras gasto, locuras una tras otra. Señorita Holly, no puedo gastar nuestros recursos por una suposición, ¿Qué sucederá si llega a ser mentira todo esto?
¿Eso significaba mi muerte para él? Un gasto. Un caso perdido. ¿Yo era entonces algo sin remedio? No se que esperaba en realidad, sabia que no era importante para nadie, mucho menos para un hombre a cargo de cientos de chicos como yo, sanos, normales y buenos para vivir una vida feliz.
– ¿Y si no lo es? ¿y si yo le decía la verdad y usted permitió que un alumno muriera? – estaba furiosa en verdad, levantó su mano y en esta pude observar mi carta. Me maldije a mí mismo por comenzar con eso, con ese juego previo a mi muerte que dejaría evidencias de mi horrenda vida, jamás fue mi intención herirla con mis palabras, solo quería irme en paz. – Tengo evidencia.
– Lo lamentó. Puede retirarse. – el director parecía fastidiado del tema. Lo dio por terminado y eso parecía destrozar a mi pequeño ángel. No había otro culpable más que yo.
Su rostro deshecho en llanto le miró con coraje y a la vez tristeza contenida. Ver su impotencia me hizo sentir terriblemente mal. Junto a mí, los chicos miraban la escena atónitos, entendiendo todo de apoco. No comprendían del todo lo ocurrido y no era fácil de explicarles.
– Yo voy a salvarlo. No lo dejaré sólo, yo si lo voy a ayudar. – prometió ella. Mis ojos se clavaron en su rostro y suspiré. Aun sin saber quién era este miserable chico, ella ya estaba dispuesta a ayudarme a vivir.
Ella decepcionada y con nariz roja, caminó a la puerta con la mirada baja y nosotros retrocedimos por instinto. Dio un fuerte portazo a la puerta del director y nos miró asustada. Ella no sabía que la habíamos visto. Yo no sabía cómo actuar o que hacer después de lo que había escuchado, después de recibir la noticia de que Holly era quien leía mis notas. Mis ojos estaban clavados con miedo y angustia sobre su rostro sorprendido y afligido por la falta de apoyo del director, debía sentirse mal, pero eso estaba mal. Ella no debía sufrir por mis decisiones, esto no era parte del plan.
Patrick se me adelantó cuando no pude moverme de mi lugar, le abrazó envolviendo su delicado cuerpo e intentó calmarla al percatarse de su llanto. Yo en cambio no pude decir nada que fuera coherente, en mi mente no paraba de dar vueltas la idea de que pasaría cuando yo terminara con mi vida, ¿Holly sufriría? Verla en este estado me respondía a aquella pregunta. Esto era injusto, era mi culpa y ahora no podía evitar sentirme con la responsabilidad de herirla o no, cambiando mis ideas respecto a morir.
– Te esperábamos, pero nos preocupamos porque no volvías. – explicó Patrick tomando su mano con cariño. Parecía en aquel momento tan frágil y débil ante nosotros, cuando siempre fue lo contrario.
– Lo siento. – se disculpó. Miró a todos con preocupación y se detuvo al final en mí.
– Vamos a casa, Holly. – le dije tratando de ocultar mi nerviosismo. Ella asintió resignada y por un momento dejé que el silencio aclarara las ideas de todos. Sobre todo, las mías.
Estaba más que decidido a salvarla de todo este problema, estaba dispuesto a darle una salida directa de la situación. Holly no pertenecía a mi mundo. No merecía sufrir por mi culpa, debíamos regresar a donde pertenecíamos y escondernos, para que ella siguiera brillando. Cada quien en el lugar al que pertenecía.
Ella era luz, pertenecía a lo más alto, lo más hermoso y perfecto, mientras que nosotros nos refundiremos en lo más profundo de las tinieblas. Porque ese era el equilibrio de la vida, esa era mi realidad y por más dolor que pudiera ocasionar, ella debía volver a brillar lejos de nosotros.
Debía terminar con lo que comencé de una buena vez.
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