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Capítulo 8. Ángel

Estaba en casa de Demian mirándome al espejo de su habitación. No podía dejar de pensar en que Holly estaba en peligro, ella era tan frágil y pequeña como para soportar el tipo de agresiones a los que Lesli nos sometía a nosotros. Tanto física, como mentalmente, esa chica loca era una experta para humillaciones. No podíamos permitir que hiciera algo similar con nuestra amiga, la única en preocuparse por nosotros.

Miré mi cabello azul y mi pecho al desnudo reflejándose con la luz de la habitación sobre el espejo. Mis marcas aun eran visibles, ardían horrible y cuando hacia movimientos bruscos podía sentir como se abrían nuevamente. Podía soportarlo, me había acostumbrado al dolor, lo cual me resultaba más fácil cada vez.

Justo cuando Demian entró a su cuarto yo ya me colocaba una camisa de manga larga color azul oscuro de botones. Me arrojó mi corbata negra –aquella que le había prestado a mi amigo hace unos meses para la boda de su tía– y me la coloqué. Tomé mi chaqueta color café, haciendo juego con el color de mis zapatos.

Me miré al espejo una última vez sonriéndome a pesar de estar odiando cada centímetro de mí mismo. Sonreí para darme cuenta de que era una perfecta fachada, nadie lo vería, nadie se daba cuenta siquiera del dolor que sentía en mis extremidades o de las intensas ganas de llorar que me amenazaban a cada momento.

Nadie veía la máscara sobre este saco de mierda.

– ¿Listo? – pregunta Demian, luciendo ya arreglado. – Es algo tarde ya.

– Si, vamos. – le respondí saliendo a toda velocidad por las escaleras. Me detuve afuera de su casa en seco y me giré para encararlo. – ¿Tú crees que Holly...?

– Si. – dice secamente. – Sé que te gusta y es posible que tú a ella. Ya deja de tirar baba y camina, tu amada nos espera.

Guardé silencio analizando sus palabras y sentí mis mejillas arder, ¿tan obvio era? Tal vez hasta Holly podía notarlo, pero de ser así... ¿cómo se sentiría? ¿correspondería mis inútiles esfuerzos por estar cerca suyo?

– No te avergüences. – me dijo Demian caminando junto a mí. – Te conozco de hace años, como para saber que esa chica te tiene loco. Jamás te había visto tan expuesto.

– Es que no lo sé. – susurré apenado. – No debería abrirme tanto con nadie que acabo de conocer. Ni siquiera con ustedes soy capaz de expresarme.

– Eso si lo he notado. – guardo silencio en espera de que continúe. – ¿De qué son las marcas en tu espalda? – preguntó cuando dimos vuelta en la esquina.

Hice silencio y me limité a seguir mirando al frente, no quería hablar de eso ahora. No estaba seguro de poder mentirle, pero no deseaba explicarle el infierno que sufría en mi casa. Caminamos en silencio hasta la casa de Holly y justo cuando toqué un par de veces a la puerta, le miré.

– Tal vez hablemos de esto después. – dije a Demian, quien, comprendiendo mis palabras, asintió.

Tal vez esta era una oportunidad de hablar con alguien respecto a mi decisión de morir, tal vez podría pedir ayuda, tal vez y solo tal vez, podría reconsiderar vivir.

– Hay cosas de las cuales necesitamos hablar. – susurró justo cuando la puerta de abrió.

Observé atónito la belleza que me recibía, Holly lucía como un verdadero ángel. Un ser divino de luz que había llegado a salvarme de mi oscuridad. Se veía preciosa.

...

– Que raro. – dijo Demian mientras caminábamos hacia la casa de Giana, la amiga de Holly.

– ¿Qué? – preguntó ella.

– No hay carros y la música no es escandalosa. Tal parece que no ha llegado nadie aún. – dijo él mirando a todos lados.

– Tienes razón, es raro. – no había nadie al rededor, mínimo debería haber un par de carros.

– Tal vez es muy temprano para comenzar una fiesta. – sugirió Holly, pero yo me temía lo peor.

Justo cuando Holly tocó la puerta y de esta salió una chica envuelta en llanto, supe que no me había equivocado. Algo andaba mal. No era normal que nadie se viera cerca, o que no hubiera música en una fiesta, esto no era para nada normal y si mis sospechas eran ciertas, esto era culpa nuestra.

– ¿Qué sucedió? – preguntó Holly a su amiga.

– ¡Nadie va a venir! Todo se arruinó. – lloró ella abrazándola.

– ¿De qué hablas?

– Fue Lesli. – sentenció ella molesta. – Supo que haría una fiesta y para vengarse de ti les dijo a todos que no vinieran, los amenazó, les dijo que vendrían los raros... perdón. – dijo Giana mirándonos entonces apenada. Pero no la culpaba, sabía que todos nos llamaban así. – Tus amigos.

Tenía razón después de todo, era nuestra culpa. Nuestra presencia no solo arruinaba a quienes se acercaban a nosotros, sino también a los que estaban implicados de alguna manera. Esa chica no merecía que su cumpleaños se arruinara, Holly no merecía ser rechazada de esta manera, era mi culpa.

– ¡Esa bruja! No puede ser que también te haya metido a ti en esto. – se quejaba Holly, molesta.

– Ya no importa, nadie vendrá. Mi fiesta se arruinó. – dijo Giana volviendo a llorar.

– Tranquila, estamos nosotros aquí, no somos muchos, pero vamos a celebrar tu cumpleaños. – trató de animarle Holly.

Ellas caminaron a la sala mientras miré a Demian quien sabía perfectamente lo que pasaba por mi cabeza y pensaba lo mismo que yo. Era obvio que Lesli haría esto, no podía permitir que nosotros fuéramos a una fiesta, mucho menos después de que Holly nos defendiera. Eso la dejaría a ella mal. Tenía que reafirmarse como lo que era antes de que alguien se revelara a sus maltratos.

Era nuestra culpa el que pasara esto, era por nosotros que hasta la amiga de Holly sufría las consecuencias. ¿De verdad valíamos tanto la pena? ¿No era más sencillo abandonarnos y fingir que nada había cambiado?

– Tal vez deberíamos irnos. – le dije a Holly quien rápidamente se mostró molesta.

– ¿Y dejarla aún más sola? Nos quedaremos y la pasaremos bien, es una fiesta. No importa que los tontos de la escuela no estén aquí. – me regañó.

– Holly... – comenzó Demian seriamente. – No sigas mintiéndote, será mejor que nos vayamos.

– ¡Que no! – enserio estaba molesta.

Caminó hasta donde se encontraba el estéreo y subió el volumen de la música, se quedó quieta escuchando un momento la melodía mientras nosotros la observábamos sin entender que pretendía. Yo estaba muy confundido. ¿Por qué no se rendía?

Arrojó sus cosas a un sofá y obligó a su amiga a ponerse de pie para bailar juntas. Demian y yo intercambiamos miradas. Yo estaba enserio anonadado. Esta mujer no se rendía para nada. Era admirable su persistencia y gran corazón, no podía creerlo.

¿Cuál era su motivo de ayudar? Era un ángel. Ahí fue la primera vez que entendí que Holly era más que una simple chica. Era un bello ángel de luz que iluminaba toda la oscuridad a su alrededor. Ella no podía ser de este mundo, era demasiado bueno para ser verdad.

El sonido de la puerta retumbó y todos miramos hacia el lugar de donde provenía el sonido. La esperanza se vio reflejada en el rostro de Giana quien miró a su mejor amiga, sonriente y secando sus lágrimas con el dorso de su mano.

– ¿Llegaron más? – preguntó Giana esperanzada.

Me acerqué para abrir después de que el sonido de dos fuertes golpes se repitiera y topándome con los chicos, les indiqué que pasaran. Fue obvio que notaron mi seriedad, por lo que al entrar no disimularon su desconcierto. No había ahí nadie más que nosotros cinco, Holly y su mejor amiga.

– ¿Llegamos muy temprano? – preguntó Harry confundido.

– Lesli saboteo la fiesta de la amiga de Holly. – explicó Demian dejándose caer en una silla. Parecía fastidiado con la situación y decidió no ser parte de la preocupación. Como siempre prefería mantenerse alejado de todo lo que implicara tomar decisiones.

– Esa bruja. – se quejó Patrick molesto. Entendía el enojo de todos, inclusive yo no perdonaría muy fácil a esa chica, pero ser una bruja no me lo parecía. Tal vez por que yo más que ellos la había en situaciones de debilidad, entendía que era tan humana como cualquiera, solo que lo ocultaba de otras formas.

– Lo mismo dije yo. – se cruzó de brazos Holly. Su lindo rostro se enfrió, meditando sus pensamientos mientras miraba a la nada. Odiaba verla preocuparse.

– ¿Y ahora qué? – cuestionó Adrien mirándonos. – ¿Nos quedaremos aquí?

– Es una fiesta. Vamos a bailar. – se quejó Holly. Y vaya que estaba decidida a mejorar la situación a como diera lugar, todo esto a pesar de que ninguno le ayudábamos en lo más mínimo. Ella tomó la iniciativa por completo.

– Oh no, no creas que... – comenzó Adrien seriamente. Apostaba a que trataría de irse de aquí, hasta cierto punto estaba dividido en dos. Debía seguir a mi primo, pero deseaba estar junto a Holly.

– ¡Hay pastel de chocolate! – dije al percatarme de que a lo lejos el pastel relucía con su hermoso color. La cubierta estaba adornada con chispas de chocolate blanco y la boca se me hizo agua al ver tan semejante delicia.

Fue entonces que olvidé mi preocupación, el dulce olor del chocolate me cegó y caminé por instinto por un gran pedazo. La dulzura calmaría cualquier emoción, como siempre. Al primer mordisco me relajé, ya nada parecía tan malo como antes. Limpié la comisura de mis labios y observé a los demás en sus cosas. Adrien no se veía para nada feliz.

– Demonios. – se quejó Adrien, resignado a que no podría sacarme de aquí ahora.

Después de un largo rato los chicos fueron tomando confianza y hasta comenzamos a unirnos al baile. Harry me retó a un baile, aprovechándose de que él era muy bueno y junto con Patrick competimos para seguirle los pasos. Poco después fuimos al Karaoke donde saqué mi don al máximo, sintiendo que a la que le cantaba era a Holly. Supuse que no lo había notado, debido a que estaba animando a Giana. Ya entrada la noche, comenzamos a beber, a pesar de que no lo hacía seguido, ahora me sentía más cómodo entre amigos.

Cuando la noche oscurecía más, todos pensamos en ver películas para pasar el rato. Tras peleas por la elección de algo que ver, la ganadora fue una de terror con la cual no sentí ni una pizca de terror. El monstruo que salía ahí no se comparaba con el que yo ya conocía.

Lo único que me incomodó en ese momento fue ver como Adrien tomaba lugar junto a Holly, robándome su atención la mayor parte del tiempo. Sus manos se juntaban demasiado y aquel sillón me parecía que cada vez se encogía más, me estaba volviendo loco. Ella no me miró en ningún momento durante la película, aquello me hacía sentir extraño.

– ¡ESA COSA SE MOVIÓ! – gritó Harry de forma aguda. Solo aquello me permitió mirar en otra dirección.

Sin querer les había estado observando directamente justo ahora el trance se había terminado y podría pensar con claridad. ¿Eran celos? No estaban justificados de ninguna manera, ella no me veía como yo a ella, no éramos nada más que amigos. Pero entonces ¿por qué me sentía tan desolado?

– Cierra la boca, no vi nada. – se quejó Adrien sentado junto a Holly. Mirándola de reojo con un brillo irreconocible en él.

– Se terminó el pastel. – dije tratando de llamar la atención de Holly, quien parecía asustada en verdad por la película. Abandoné la charola del ahora inexistente pastel y los miré con una sonrisa la cual ella me devolvió.

– Pero si yo no he comido. – dijo Patrick molesto.

– Te tardaste, lechuga. Mejor tu come saludable, déjales el postre a los grandes. – me reí.

– ¡Te dije que se había movido! – gritó Harry abrazando a Giana

– Mi héroe. – dijo ella riendo. me contuve de hacer otro comentario pues les prestaba mayor atención a las manos de mi primo, acercándose al cabello de Holly, haciéndolo a un lado para hablarle al oído.

Vi como Adrien susurraba algo a Holly y después le colocaba su chaqueta. Ella le sonrió como respuesta y yo sonreí ante su gesto tan tiernamente dulce. Pero entonces mi sonrisa se esfumo al ver que no fui el dueño de ese gesto. Adrien y ella se miraron fijamente a los ojos por un buen tiempo.

Después de un rato ella fue a la cocina y aproveché para mirar a mi primo con mi mejor rostro amenazador y así darle una advertencia. Me senté junto a él donde antes había estado la pequeña chica, para hablar en susurros sin que los otros lo notaran. El lugar estaba impregnado con su aroma, me permití inhalar su perfume unos instantes antes de comenzar a hablar con Adrien.

– ¿Podrías ser menos evidente Alex? – preguntó apenas audible. Así que él sabía que me estaba carcomiendo por dentro verlo con ella. ¿Por qué lo hacía entonces?

– ¿Qué planeas? – le pregunté molesto. – ¿Acaso ella te gusta?

– No planeo nada, ella tenía frio. – se encogió de hombros.

– Pude darle yo mi chaqueta. – me quejé.

– Pero fui yo. – le restó importancia. – No es nada.

– Adrien yo... – comencé mirándole seriamente.

– Ya lo sé. – me mira a los ojos, cortándome de tajo. – ¿Crees que no es evidente?

¿Enserio era tan obvio? Todos parecían saberlo mucho antes de que yo comenzara a aceptarlo. Eso era peligroso, no debía dejarme avanzar más dentro de esta nueva emoción, estaba desconcentrándome y llevándome a hacer cosas que antes ni hubiera imaginado. Aun así, todos parecían aceptarlo, ¿Holly lo aceptaría? ¿Aceptaría mi amor por ella?

Analicé el rostro de mi primo que miraba siempre al frente, tranquilo y con semblante relajado. Sabía que decía la verdad, él desde el primer momento la había rechazado y no tenía por qué cambiar ahora, solo había sido amable. Debía agradecerle que la cuide cuando yo no pueda hacerlo. Si mi decisión era morir... necesitaba que alguien cuidara de ella tras mi ausencia.

– Esta bien. – dije sin ganas de que otro se diera cuenta. Me arrastré hasta el otro extremo del sillón y continuamos con la película.

Tal vez yo era el paranoico y este sentimiento que comenzaba a surgir estaba haciendo estragos con mi mente. Tal vez y solo tal vez, me estaba aferrando demasiado a que Holly debía ser mi luz y de nadie más. Tal vez esta chica me hacía tanto bien que tenía miedo a perderla. ¿Sería suficiente su amor para mantenerme con vida?

...

Los chicos se habían despedido uno a uno dejándonos a Adrien y a mí con la tarea de entregar el regalo a la amiga de Holly. Todos me culparon pues la idea de un regalo fue mía, pero no quería ser yo quien la viera a la cara para dárselo en persona. No estaba acostumbrado a hablar con otros, mucho menos chicas.

– Hazlo tú. – pedí cuando vi que ahora solo nos quedábamos él y yo.

– Fue tu idea. – se quejó Adrien impaciente.

– Pero yo... – comencé nervioso, pero entonces nos percatamos de que Holly nos miraba.

– Nosotros también nos vamos. – dijo Adrien acercándose a la cumpleañera.

– Está bien, nos vemos mañana. – sonrió Holly. Era obvio que debíamos irnos, tal vez ellas querrían estar a solas. Mientras tanto tomé valor y busqué los ojos de aquella hermosa chica en busca de paz.

– ¿Irás a tu casa? – pregunté tímidamente, tratando de no sonar interesado. No quería ser tan evidente con ella y asustarle.

– Si, en unos minutos más. No te preocupes. – su voz fue dulce y tranquila, pero aun así creía que debía quedarme y asegurarme de que llegara sana y salva a casa.

– Buenas noches y felicidades Giana. – se despidió Adrien jalándome un poco del hombro para hacerme avanzar hasta las chicas.

– Hasta mañana chicos. – se despidieron de ambos.

Sin más remedio me acerqué a Giana y con timidez entendí el regalo para ella. Bajé la mirada evitando cualquier contacto visual y ella pareció sorprendida por el obsequio. Sintiendo los nervios en mi estomago me obligue a explicarle que era aquello que sostenía cautelosamente entre sus manos.

– Los cinco nos dividimos el dinero para comprarte algo. Esperamos que te gusten. – dije entregándoselo, soltándolo.

– Gracias, Alex. – dijo ella sonriéndome. Fue una sonrisa dulce y sincera, aquello me hizo sentir extraño. No eran como las de Holly, pero logró hacerme levantar un poco la vista y devolverle la sonrisa sincera.

– Feliz cumpleaños. – dijo Adrien seriamente. – Hasta mañana tómate.

Adrien entonces me arrastró hasta la puerta y logré ver de reojo como Holly y su amiga sonreían y hablaban bien sobre nosotros. Por primera vez una conversación que nos involucraba no era hostil y discriminatoria. Aquello se sentía extrañamente satisfactorio.

Cuando por fin salimos, suspiré relajándome y miré la puerta con unas inmensas ganas de volver y estar junto a ella un poco más. Me resultaba increíble el cómo su presencia era necesaria en mi vida ahora. Esto estaba mal, pero no me importaba dejarme llevar estando con ella.

– Alex, vamos. – me llamó Adrien. – Mi tío va a molestarse si no llegas temprano.

– Espera. – pedí pensativo.

– ¿Qué piensas? – preguntó curioso y algo desesperado por irse.

– Ella es un ángel. – susurré sin dejar de mirar la puerta, pensando que del otro lado de esta estaba la mujer de mis sueños. Aquella luz que alumbra el cielo oscuro como relámpago en una tormenta. – Ella es...

– Lo sé. – me corta de tajo Adrien. – Es hermosa. Pero entierra los pies en el suelo, ella no merece esto, Alex.

Claro que lo sabía, ella no pertenecía al grupo de los marginados como nosotros. Ella era alegría, apostaba a que yo no era el único que podía ver como relucía su personalidad y hermoso corazón. Yo era todo lo contrario a ella, yo no sabía ser feliz, ese término era una palabra que no conocí hasta el día en que la encontré.

– ¿No la merecemos? – pregunto sabiendo muy bien la respuesta. – Pero...

– No es lo mejor para ella. – dijo Adrien molesto. Mirándome con paciencia. – No creo que seamos lo mejor para nadie en particular.

– ¿Siempre será así? – pregunté ahora mirándolo. – No es nuestra culpa que el mundo nos dé la espalda.

– Pero así es ahora. – suspira Adrien. – Solo nos queda disfrutar de esto mientras dure, mientras que ella no se dé cuenta de que debe alejarse de nosotros.

Disfrutarlo mientras dure. Él tenía razón, aunque el dolor quemaba mi pecho ante la idea, tenía razón. Yo no merecía a Holly, mi vida era una desgracia y yo no la arrastraría a mi lado así, eso implicaría hacerla miserable también. Ella merecía lo mejor del mundo, merecía ser feliz y que alguien la aprecie y cuide como yo desearía hacerlo. Por ahora solo tenía en mis manos el tiempo que me quedaba de vida para disfrutarlo a su lado.

Aprovecharía cada segundo.

– Ayúdame esta noche. – pedí mirándole a los ojos.

– ¿Qué harás? – preguntó él, ahora cauteloso.

– Tengo que decirle que la amo. – susurré apretando mis puños con nerviosismo.

– Bien. Diré que te quedaste a dormir conmigo. – se aleja rápidamente y me deja ahí, confundido y con una decisión por tomar. ¿Lanzarme a su disposición o rendirme y dejar de ilusionarme con esto? Creía que sería sencillo, pero ahora no podía organizar mis ideas.

Tenía que decirle, tenía que sacar esto. Era necesario saber que significaba todo este revoltijo dentro de mí y conocer sus verdaderos sentimientos. Esperé unos largos minutos donde lo pensé muy bien, estaba decidido.

Me senté frente a aquella casa a esperar, discutiendo conmigo mismo. Debía decidir pensando en el bien de ella y no solo el mío, porque yo estaba seguro que ella me haría feliz, pero yo a ella le traería problemas. La vi salir y abrigarse con la enorme chaqueta de Adrien, entonces todo me cayó como agua helada sobre los hombros. ¿Y si yo no le gustaba?

– Holly. – la llamé y ocasioné que saltara de miedo. Demonios, no quería eso. ¿Se molestaría?

– Me asustaste. – dijo y me coloqué frente a ella. No pude contener mi sonrisa al verla de nuevo. Me tranquilizó ver que no estaba molesta.

– Lo siento. – le sonreí más tranquilo.

– ¿Qué haces aquí? Yo ya te hacía en tu casa. ¿Dónde está Adrien?

– Bueno, él se fue a casa. Pero sabía que estarías sola, así que me quedé para esperarte y acompañarte a tu casa. – no mentía, ciertamente quería asegurarme de que ella estaría bien. Me molestaba hasta cierto punto que me preguntara por mi primo, pero deseaba entender que era mera cortesía, después de todo también era su amigo.

– Que lindo. – dijo empujándome divertida. – Pero no quiero que tengas problemas por llegar tan tarde.

Se preocupaba por mí. Oh dios, esto se sentía tan bien. Era un cálido sentimiento de atención que embargaba a mi pobre y pequeño corazón. Este tipo de gestos, a pesar de no ser explícitos ni directos, me hacían pensar que ella de verdad podría sentir lo mismo que yo.

– Ya llamé a casa, no hay problema. – mentí.

– ¿Seguro?

– Sip. – asentí sintiéndome mal por mentirle, pero no deseaba que me obligara a ir a casa sin una respuesta.

– Bien, vayamos a casa rápido, muero de frío. – se estremeció cubriéndose con aquella chaqueta que le quedaba ligeramente holgada.

– Esa es la chaqueta de Adrien... – comencé mirando como se aferraba a ella.

– Si, me la prestó cuando tuve algo de frío. ¿Tú tienes frío? – preguntó, pero yo estaba encendido en celos. Yo debí haber sido quien le diera su chaqueta y así ella pensara en mi cada vez que la oliera. Las llamas de mi ser comenzaban a consumirme.

– No. – contesté seriamente, no quería actuar así con ella, pero el coraje incrementaba. Nunca había sentido esto y era imposible contenerlo.

– ¿Todo bien? – preguntó al darse cuenta de mi cambio tan repentino

– Si. – mentí. Incapaz de pensar claramente.

– Dime ¿qué ocurre? – tomó mi mano y mi mente se puso en blanco. Ella me estaba tocando. – ¿Que te molesta?

Su piel era tan suave, tan cálida a pesar del frio. Su suavidad era exquisita y su hermoso rostro interesado en mi me removió las entrañas, me dio una satisfacción enorme ver ese brillo en sus ojos.

– Nada. – traté de sonreírle. – Sólo quiero llegar pronto a tu casa, no me gusta que estés en la calle a estas horas.

– Estoy contigo. Estaré bien. – fue una respuesta tan simple y adorable que mi mente no podía procesarlo.

– Ja' confías mucho en mí, ¿no? – salió de mis labios sin poder creer que ella confiaba enserio en mí.

– Si. Confío en ti. – aseguró.

Observé la sinceridad en sus ojos y recordé lo que hablaba con mi primo. Ella no merecía sufrir como yo, no era como nosotros. Ella era un ángel. Le sonreí con tristeza y froté mis manos para calentarlas en busa de meditar mis palabras.

Negué con la cabeza sin poder creer que alguien confiaba en mí. Era demasiada responsabilidad para una persona buena para nada como yo, no sabía cómo actuar en aquel momento, ella estaba declarándome su confianza y lo único en lo que pensaba era que la defraudaría muy pronto.

– No lo hagas. – dije en voz baja mirando mis manos pálidas y huesudas.

– ¿Hacer qué? – preguntó cautelosa.

– Confiar en mí. – miré sus ojos. Era hermosa aun con tan poca luz.

Estábamos frente a su casa, las luces iluminaban nuestro alrededor mientras ella me miraba. Ambos sin despegar la vista. El camino hasta aquí me pareció tan breve que tuve que cerciorarme de en donde estábamos, mirando alrededor.

– ¿Por qué ...? – comenzó pensativa, pero al acercarme a ella guardó silencio.

– No quiero que te hagas ilusiones equivocadas sobre mí, Holly. No soy lo que tú crees. – necesitaba advertirle, necesitaba que escuchara lo que tenía que decir.

– ¿De qué hablas? – parecía enserio no entender lo que le decía.

– No soy bueno. Ni siquiera pretendo serlo. – un mechón rebelde se escapó de su peinado para caer en su mejilla. La retiré y miré su hermoso rubor pintándole el rostro de colores rosados y cálidos. – No quiero que confíes en mi porque no quiero decepcionarte a ti también.

– No lo harás. – me dio nuevamente rastros de su confianza.

Hubo un silencio largo, sin llegar a ser incomodo, hasta que escuché como sus dientes castañeteaban provocando un movimiento extraño en sus labios. Le pedí sin mencionar nada que entrara a su casa y ella se apresuró a sacar las llaves. ¿Estaba nerviosa? ¿era buena o mala señal?

– ¿Mamá? ¿Papá? – ella gritó sin tanta fuerza, pero nadie respondió.

La observé caminar hasta su cocina. Su cabello se movía como telas de seda de un lado a otro y sus curvas comenzaban a despertar en mí una adrenalina repentina antes no conocida por mí. Era tan hermosa. Su piel lucía tan suave y sus ojos al mirarme cuando giró causaron un ataque en mi pecho. Mi corazón no resistiría más si ella seguía mirándome así.

– No están. – dijo apenada.

– Oh, bueno... creo que debo irme entonces. – comencé, pero me detuve. ¿Por qué no llevarlo más allá? ¿sería correcto decirle? Necesitaba decirle cuando la amaba. – ¿Puedo hacerte una pregunta? – atiné a decir cuando una interrogante asaltó en mi consciencia. Una pregunta que llevaba haciéndome desde que la vi en aquel pasillo defendiéndonos.

– Si... – me miro a los ojos. De nuevo mi pecho ardía en adrenalina.

– ¿Por qué te acercaste a nosotros, Holly? ¿Qué te hizo hablarnos ese día? – pregunté seriamente, de verdad interesado en saber la verdad.

– Yo sólo... quería conocerlos más.

– ¿Por qué? – insistí. Necesitaba algo concreto.

Necesitaba saber lo que ella sentía, conocer su propósito. No podía confesarme sin antes estar seguro. Debía cerciorarme de que era seguro exponerme y decirle quien era y que deseaba. Que era ella mi única esperanza, mi única luz.

– No lo sé. Sólo sé que son muy diferentes a lo que todos dicen y... eso está mal.

– ¿Crees que puedes cambiar eso? – eso era lo que me daba a entender y era absurdo. Ese tipo de cosas no cambian de un día a otro. No podía creer que aquella era su verdadera intención.

– Si. – dijo segura de sí. Aquello me molestó de verdad. No por ella, sino por la idea de que se iba a decepcionar al conocerme. ¿Quién era yo? Nada. Y ella parecía no saberlo.

– No es así. – me quejé. – Eso sólo va a involucrarte más y Lesli te hará daño, además de que todos dirán lo mismo que nos dicen a nosotros o tal vez cosas peores. – aquello era mi peor miedo. Holly en mis zapatos un día sufriría más de lo que ha hecho estas últimas semanas.

– ¿A quién le importa Lesli? ¿A quién le interesa lo que digan los demás? ¡Son unos tontos! – parecía enojada conmigo. Esperaba que entendiera la gravedad de mis palabras, pero le disminuía importancia.

– ¡A mí me importa! – estaba enserio confundido, alterado y nervioso. ¿Por qué no veía el peligro en lo que decía? ¿no podía ver que estaba arruinándose a ella misma tratando de ayudarnos? – Maldita sea, no entiendes.

– ¿No entiendo qué? – ¿Enserio no lo veía? Aquello comenzó a desesperarme. ¿Cómo pedirle que abriera los ojos? ¿Cómo decirle que debía alejarse? Aun así... no quería que se fuera.

– ¡Nada! No entiendes nada. – comencé caminando de un lado a otro en un intento por organizar mis ideas. – No puedes seguir con esto. Te estas poniendo en riesgo, primero lo del baño y ¿después qué? – no quería ni imaginar que podrían hacerle o que tan mal podrían hacerla sentir.

– No me interesa lo que quiera hacerme esa loca, la evitaré lo más que pueda hasta tener una solución. – aquello sonó a que lo haría. Era absurdo. Esa no era la respuesta.

– ¿Y luego qué? ¿Te esconderás siempre? ¿Serás una de nosotros? Yo no quiero eso para ti. – enserio no quería. Ella no merecía eso, ella era un maldito ángel lleno de luz y bondad. Ella debía sonreír siempre, eso merecía.

– ¿Por qué no? Ustedes lo han sabido llevar muy bien. – se encogió de hombros, restándole importancia. Era obvio que no tenía ni idea de lo que hablaba. Ella no conocía lo que implicaba.

– ¡No Holly! No quiero eso para ti, no quiero verte igual. – la tomé de los hombros y le supliqué con la mirada que hiciera lo correcto.

– Tranquilo. Todo se va a solucionar, lo sé. – apenas dijo aquello me preocupé más. Ella no sabía que se estaba hundiendo. Ella no lo veía porque quería sacarnos a nosotros también.

– A veces siento que es un sueño. – decido comenzar a expresar lo que siento. Necesito sacarlo de mí. – Que eres un ángel que nos mandó para salvarnos. – tomé su mano, delicada y suave. La coloqué en mi mejilla y disfruté de su calor. – No quiero que te suceda nada por nuestra culpa. – tenía miedo. Miedo de hacerle daño, de arrastrarla al dolor y oscuridad.

– No va a pasarme nada, Alex. – susurró y supe entonces que enserio la amaba. No había otra explicación para algo tan fuerte.

Era completamente suyo. Era suyo y eso me llenó de calidez. La amaba y por fin podía aceptarlo, aun cuando el miedo me consumía sin saber el futuro que me deparaba la vida a partir de este momento. Pero si de algo estaba completamente seguro, era de que ella debía seguir brillando, ella debía ser luz.

– No dejaré que nada malo te suceda. Voy a protegerte hasta de mi sombra. Te quiero, Holly.

Le abracé con fuerza y suspiré al sentir su cuerpo junto al mío. La protegería, la salvaría de ser como yo. Mi única razón sería hacerla feliz.

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