Capitulo 5. ¿Lesli Triste?
"Hola extraño lector.
Tengo una mala noticia para ti, las cartas están por terminar, espero lo entiendas.
Las cosas han empeorado, mi casa cada vez se vuelve más difícil de soportar y sólo me motiva a continuar lo más rápido posible con mi plan.
Me siento tan vacío que no puedo llenarlo con nada, nadie me mira para saber si estoy bien, a veces creo que soy invisible... pero bueno, es mejor así.
Mis amigos no tienen ni la menor sospecha y eso me aterra, no sé cómo van a reaccionar.
Tengo miedo, ¿es ridículo no? No puedo dejar de pensar que muy pronto ya no voy a existir en este mundo. Que mi cuerpo y mi alma se separaran y por un momento pienso en que eso está bien. Ya no sufriré más, ya no tengo que preocuparme por lo que sucede a mi alrededor.
La poca cordura que me queda me dice que esto está mal, pero al demonio con eso, nadie puede decirme como estar mejor si no saben lo que vivo.
Si estas leyendo esto, te agradezco que aún sigas preocupándote por el desenlace. Lo tendrás muy pronto.
Gracias por leer, querido extraño.
Atte. Chico Suicida.
P.D. La siguiente nota la dejaré mañana en el mismo lugar de biblioteca."
Dejé la hoja de libreta en la clase de Biología y caminé a mi siguiente clase a toda prisa. El ensayo debía haber comenzado en la clase de música, donde ya debían esperarme los chicos y donde me toparía con las miradas de asco que me dedicaban los amigos de Lesli.
Caminé como siempre con la mirada baja, estaba concentrado en la formulación de mi plan de suicidio. ¿Cuándo lo haría? Estaba decido a adelantarlo, pero no estaba seguro de que día podría ser. Planear tu muerte es más complicado de lo que pensé.
– ¡Alex! – escuché que me llamaban, al girarme, vi al entrenador del equipo de futbol acercándose junto al director. – Te estaba buscando muchacho.
El terror que me recorrió fue abrasador, sentí mi cuerpo congelarse. Sus pasos los acercaban rápidamente a mí, inmóvil, mirándolos sin pestañear, pues pensaba que me dirían algo malo que había cometido un error. Entonces pensé lo peor.
–¿A mí? – pregunté confundido. A mí nunca me habían llamado de dirección o ningún maestro había hablado conmigo más de lo necesario.
– Si. Estábamos hablando de la nueva división en el equipo, nos quedaremos con los de mayor potencial para representar nuestra escuela. – asegura el director mirándome. – El entrenador me comentaba que te ve entre los mejores.
– ¿Mejores? ¿Yo? – digo cauteloso. Esto debía ser un error, ¿hablaban enserio?
– Quiero que te unas al equipo con mis chicos. – sonríe el entrenador. – Dame tu respuesta cuando lo pienses, considéralo. Pronto tendremos entrenamientos para el equipo.
Caminaron volviendo a su plática dejándome atrás, después de darme una palmada amistosa en la espalda. No entendía lo que había pasado, pero estaba seguro de que era un error. ¿Yo? ¿Bueno en algo?
...
– ¡Más alto! – pedía la señorita Kim observándonos cantar.
Todos estábamos formados como siempre, Patrick estaba junto a mí, ambos éramos de los principales por nuestra voz suave. Comencé a cantar "All of my life" como me lo había pedido mi maestra, con mis compañeros observándome y eso me ponía en extremo ansioso. Me consideraba bueno, pero eso no disminuía mi inseguridad, porque si lo fuera, lo dirían ¿verdad?
Cerré los ojos pensando en otras cosas para evitar fallar en las notas, para no mirarlos e imaginar un mejor escenario y sentirme más confiado. Al final me siguieron con el coro y, por último, Lesli y yo terminamos la canción al unísono, su voz era preciosa, había que admitirlo.
– Muy bien, terminamos por hoy chicos. – apremiaba mi maestra dando pequeños aplausos y saliendo del grupo junto a algunos chicos.
Todos se dispersaron rápidamente, yo esperé a que la mayoría se retirara para ir por mis cosas y colgarme mi mochila. Mis amigos en cambio, tomaron rápido sus mochilas y me esperaban, guardando sus cosas.
– Nos adelantaremos a la cafetería. – aseguró Patrick mirándome. – No tardes.
– Iré por Holly. – le aseguré guardando el guion de la canción. – Los veremos allá.
Asintieron y caminaron rápidamente para irse. Decidí aguardar a que la bola de gente en la puerta disminuyera y esperé detrás de ellos a poder pasar.
– ¿Te dejaron solo? – escuché una voz detrás de mí que me hizo erizarme. – Es extraño ¿no? Pretender ser normales.
Lesli estaba ahí, a un paso detrás de mí. Mirándome despectivamente, sonriendo con amargura. A lo lejos vi a la maestra entrar de nuevo por sus cosas, quise pedir ayuda, quise huir junto con ella con la intención de decirle que renunciaría a los ensayos. Pedirle que buscara a alguien que me supliera después de mi muerte.
– ¿De qué hablas? – la miré confundido. Sus palabras no fueron procesadas por mí. – Yo no pretendo nada.
– Te gusta esa tonta, ¿no es cierto? – dice secamente acomodando su bolso. – Quieres ser normal para gustarle. Es demasiado obvio, tú y esos raros.
– Yo no... – traté de mentir, pero no podía. ¿Acaso me gustaba Holly? No lo había pensado hasta ahora.
– Pero déjame decirte que no eres normal y nunca podrás serlo. – se acercó más a mí y retrocedí, sintiéndome intimidado. – Eres un bicho raro, todos te miraran de esa manera. Eres un inútil, ¿Crees que le podrías gustar? ¿Quién podría amarte?
No dije nada, sus palabras se clavaban en mi pecho como puñales, latigazos en la piel que abrían mi cuerpo. Me encogí un poco ante cada mirada de las otras personas que eran testigos de aquel momento, en su mayoría sus amigas. Sus miradas de aprobación a lo que ella decía, las de aquellos incomodos de vernos, los murmullos.
– ¿Para eso querías nacer, bichito raro? – preguntó empujándome solo un poco. – Tu no perteneces aquí.
Yo no deseaba vivir más, quería decírselo. Decirle que dentro de poco tendría la satisfacción de no verme nunca jamás. A pesar del dolor que sentía con el rechazo injustificado que tenía conmigo, entendía lo que decía. No necesitaba recordármelo, yo lo sentía cada segundo de mi existencia, mi padre y los demás, se encargaban de recordármelo.
Dio un último empujón a mi pecho y tropecé contra las bancas, caí sentado, mirándola a los ojos directamente. El brillo que había en ellos era parecido al mío, era capaz de reconocerlo, ¿Sería acaso mi reflejo? ¿Por qué ella estaría triste? Me miraba con tanta frialdad que congelaba mi pecho.
¿Cómo podía haber tanto odio en una persona?
...
En los pasillos acompañé a Holly para que guardara sus cosas en el casillero, mientras le contaba de la propuesta del entrenador, de la cual no estaba muy seguro que fuera lo correcto. No me creía capaz de ser bueno en eso a pesar de que me gustaba y estar en el equipo ya no permitiría acabar con mi vida lo más rápido posible. No tenía caso empezar algo que no podría terminar.
– Eso está genial, Alex. – sonrió Holly animándome. – Dime que aceptaste.
– Aún no lo hago. – admito rascándome la nuca con nerviosismo. En realidad, ver que cree en mi hace que comience a sentir que puedo lograrlo. Si ella confía en mí, no podía defraudarla. – ¿Crees que es buena idea?
– ¡Claro! Es muy muuuuy buena idea. – dijo animada. Ella era demasiado optimista. ¿Confiaba tanto en mí?
– Bueno es que, se supone que los del equipo son populares, además, no creo que los otros chicos me quieran jugando con ellos. – digo encogiéndose de hombros. Yo no pertenecía a ese tipo de grupos estaba más que claro.
– ¡Pues que se aguanten! – me regañó, molesta por mi falta de ánimos al respecto. – Cuando te conozcan te van a adorar.
– No exageres Holly. – sonrío ante su ternura y la obligo a caminar. ¿Adorarme? Eso jamás pasaría ni en un millón de años.
Yo no era nadie especial. Era uno más entre billones de personas.
– Sé que lo harán. – me aseguró y yo no pude evitar rodar los ojos. Sonreí feliz, me alegraba mucho hablar con ella y ver que, a pesar de todo, aun había alguien que confiaba en lo que era capaz de hacer.
A pesar de que ni siquiera yo estaba seguro de ser capaz de hacer cualquier cosa.
...
Corrí a toda velocidad con los chocolates en la bolsa, buscando que no se cayera ninguno al suelo. Aquello sería horrible, imperdonable, algo terrible. Tenía que regresar a la cafetería junto a mis amigos y mi linda Holly. La culpa de que tardara la tenían los surtidores de las máquinas por no rellenar semanalmente esas cosas, tenía que ir a la sala de maestros, el único lugar donde nunca se terminaban.
Corrí en los pasillos vacíos hasta llegar a la cafetería, pero justo a un pasillo de llegar, vi a Lesli de reojo. Estaba en su casillero, recargada mirando a la nada, la cara colorada y su cabello despeinado. Parecía estar mal, no era normal que se dejara ver de aquella manera.
Tocaba su estómago con molestia y sin saber por qué, me frené en medio del pasillo y la miré detenidamente. No debería hacerlo, era una clara sentencia de muerte que ella se molestara y me golpeara o comenzara a insultar, pero ella parecía necesitar ayuda.
Un miedo comenzó a recorrerme, la idea de que se abalanzara sobre mí me aterraba. Pero no se veía agresiva, más bien estaba triste. Sobaba su estómago con brusquedad, parecía molesta, a pesar de que había lagrimas ya secas sobre sus mejillas. Al acercarme más fui consciente de que sus ojos contenían más lagrimas aún.
– ¿Tengo que ser tan fea? ¡No puede ser, odio las manzanas!
No se daba cuenta de mi presencia pues me daba la espalda sin saberlo, cerró fuertemente su casillero y pude ver que en su otra mano descansaba una manzana. Tomó una botella de agua que estaba a sus pies, la cual no había visto hasta ese momento y al caminar hacia mí me vio, sorprendiéndose completamente. Ambos nos congelamos, yo por el miedo que me causaba la posibilidad de que ella me agrediera y ella, ante la sorpresa de verme frente suyo, mirándola en aquella situación.
– ¿Qué haces aquí? – se quejó molesta. Sus cejas se unieron casi por completo, sus labios formaron una línea perfecta y sus manos sujetaron la manzana y la botella con fuerza. Podía distinguir en su rostro la vergüenza, el coraje y la tristeza, todos mezclados al mismo tiempo.
No pude contestar. Me quedé hipnotizado con las lágrimas en sus mejillas, cosa que no había visto hasta acercarme más a ella. Dudé unos momentos, ¿Qué podría decir? Ella y yo no hablábamos y las pocas veces que lo habíamos hecho terminaba mal para mí.
– ¿Estas bien? – me salió de los labios sin siquiera poderlo evitar. Ella no se veía para nada bien.
– Si, no seas idiota. – dijo secando sus lágrimas bruscamente. Al parecer odiaba que la haya visto en aquel momento.
– Estas llorando... – digo mirando directo a sus ojos. Unos grandes, lindos y tristes ojos. El odio que me había mostrado anteriormente, no estaba más, en cambio había aparecido u brillo melancólico que reconocía perfectamente. Yo lo veía cada día al verme al espejo.
– Me sudan los ojos. – se burla tratando de caminar más rápido para pasar por un lado mío e irse.
– Esta bien llorar a veces. – susurro justo cuando está pasando junto a mí. – Es bueno hacerlo. – Bajo la cabeza y estoy por caminar, siguiendo con mi camino, pero entonces ella me toma del brazo con fuerza. Me detengo esperando lo peor, insultos, una bofetada, lo que fuese, así que me quedé muy quieto.
– No. – dice ella, fríamente. – No está bien llorar, llorar es de débiles y si los demás ven que lo eres te comerán vivo y se aprovecharán de eso para acabar contigo.
– Me... ¿comerán vivo? – no entendía a lo que se refería.
– No literalmente. – dice fastidiada. No suelta su agarre de mi brazo y sigue mirándome fijamente. – Pero toma el consejo si te sirve. No seas débil, porque te pisarán, harán lo que quieran contigo.
– Esta bien.
Ella aún seguía deteniéndome sin decir nada. Los segundos fueron eternos para ambos, sin despegarnos la mirada el uno al otro. No podía entender por qué me decía aquello, ¿era un consejo? ¿lo decía porque eso hacia ella conmigo? ¿con qué objetivo?
– No eres fea. – susurré bajando la mirada ante su intensa revisión. Me ponía de los nervios sentir su vista sobre mi cuerpo flacucho y blancuzco. – De verdad, no me pareces en lo más mínimo fea.
– No me hagas caso. – le resta importancia soltándome. Se sacude la mano contra sus jeans mirando al pasillo, rompiendo la conexión que teníamos en ese momento. – No todo lo que digo es verdad... soy hermosa. Eso lo sé y lo saben todos. Nm
Asiento dándole la razón y extiendo una barra de chocolate para que la tome. Ella la mira confundida y dudando, extiende su mano hacia la mía, mirando en todo momento mis movimientos. Tal vez duda del por qué lo hago, ni siquiera yo sé porque, pero el chocolate siempre me ha hecho sentir mejor, por lo que esto debe ayudarle ahora que no se ve del todo feliz.
– La manzana es muy rica también, pero a mí me encanta más el chocolate. – sonrío dándole una de mis barras.
Ella la toma con cautela y extrañada la mira. Sus ojos van y vienen de mí y a barra de chocolate, es demasiado desconfiada. Espero su rechazo, tal vez un insulto, aunque después de nuestra conversación anterior me ha sorprendido, sigo esperando a que diga o haga algo contra mí.
– ¿Tiene veneno? – pregunta preocupada. Me toma desprevenido y sin poder evitarlo contengo la risa sin mucho éxito.
Estallo en carcajadas y niego con la cabeza en busca de calmarme. Ella lo abre, lo mira minuciosamente y troza un pequeño pedazo para después ponerlo en mis labios, incitándome a comerlo. Aquello sin que yo pueda parar de reír, la miro tratando de infundirle confianza y tranquilidad sobre que mi obsequio es sincero y sin malicia.
– Pruébalo. – ordena.
Feliz le doy un mordisco desde su mano y lo saboreo por completo, su sabor es dulce, cremoso y tiene almendras. Ella parece satisfecha después de verme tragarlo y aquella cara de tristeza que le acompañaba cambia, ahora sonríe sutilmente y me acompaña en la risa que le he contagiado ante su tan ridícula suposición de yo podía envenenarla con un dulce.
– De nada. – le digo caminando a la cafetería, dejándola ahí con aquella sonrisa. Esperando haber hecho algo bueno y que esto mejorase nuestra relación.
Era ridículo imaginarlo, pero conservaba la esperanza de que, si las personas me conocían de verdad, de si se tomaban unos minutos para conocerme dejarían de atacarnos sin sentido mis amigos y a mí. Tal vez eso le pasaba a ella, le juzgaban por sus actos, sin conocer por que los hacía. Yo no la entendía, pero me gustaría conocerla y entender el origen.
Tal vez Lesli no era tan mala.
...
– ¡Chicos! Vayamos a una fiesta. – dice Holly y todos la miramos desconcertados.
– ¿Qué? – dijimos todos al unísono.
Una fiesta estaba fuera de nuestra experiencia, nunca asistimos a una, al menos a una de personas desconocidas. Siempre eran las de nosotros mismos y no había otros más que nuestras familias. Ir a aquel lugar que ella sugería implicaba dejarnos ver ante los de la escuela, ante personas que nos juzgarían, que nos herirían con sus rechazos y desprecios constates. No era para nada agradable imaginarlo siquiera.
Sabía que ella no tenía conocimiento de esto, era obvio que ella era alguien normal, que seguramente había asistido miles de veces a varias de esas fiestas, pero nosotros no. ¿Cómo explicarle? ¿Cómo advertirle que no podía salir nada bueno de esto?
– Si, vayamos a una fiesta. Mi mejor amiga cumple años, yo iré, podemos ir los seis y divertirnos.
– Estás loca. – se quejó Adrien molesto.
– Es una pésima idea. – aseguro Demian cruzándose de brazos. Él era el que menos socializaba, le entendía.
– No creo que sea lo mejor... – comenzó Patrick mirándola preocupado.
– No me agrada la idea. – negó con la cabeza Harry. Estaba decidido a no ir.
– Holly... – comencé yo preocupado por buscar las palabras correctas para convencerla. No estaba seguro de que fuera una buena idea y tenía que decírselo. – No creo que...
– ¡Oh vamos! – se quejó haciendo un tierno puchero. – ¿Dejarán que vaya yo sola?
¿Sola?
Mi cabeza creó las peores películas de terror con ella como protagonista y los peores escenarios me carcomían en la preocupación. Todos los escenarios posibles donde me imaginaba que ella fuese sola no acababan bien. En cambio, si iba yo, podría cuidarla. Ella estaría conmigo toda la noche y bailaríamos. Podría tomar su mano y protegerla de todo el mundo. Seria hermoso verla siendo feliz, verla aún más que las pocas horas de la escuela me permitían.
– Pueden robarme o emborracharme. ¿Dejarán que me pierda sola e indefensa en una calle oscura? – por supuesto que no la dejaría ir sola. Ella tenía razón, podría ser peligroso.
– Oh vamos, eso es chantaje. – se quejó Demian.
– Yo iré contigo. – dije rápidamente. Aprovecharía esta oportunidad.
– Yo también. – dijo Patrick después de mí.
Demonios él iría...
– Pues habrá chicas lindas... así que también voy. – dijo Harry.
Y otro...
– No puede ser. – se quejó Adrien. – Tengo que cuidar de mi primo así que... también voy.
¿Él también? No era justo que se escudara en que iría a cuidarme a mí, no necesitaba de sus cuidados. Esto solo arruinaría mis planes, nos alejaría a Holly y a mí.
Todos miramos a Demian, era el único que faltaba y parecía odiarnos a todos nosotros por ponernos de acuerdo con la lida e inocente chiquilla que le miraba expectante por su respuesta. Él estaba más que molesto, decidió ignorarnos, mirando su plato casi sin probar.
– Yo no. – sentenció molesto.
–Vamos gruñón. Acompáñanos. – ¿cómo podría resistirse a la cara de ángel y hermosa sonrisa de esta pequeña chica?
Era imposible decirle que no.
Si ella me pidiera algo de aquella forma, le daría todo lo que poseo, sería capaz de matar incluso por esa linda carita. Sería su esclavo de por vida si ella me lo pidiera. Me rendiría a sus deseos, con solo una palabra. ¿Quién podría resistirse a ella?
– No. – dijo fríamente.
Vaya, él podía resistirse.
– Vamos Demian. – dijimos todos mirándolo. Era divertido verlo molesto.
– No podemos dejar a nuestra pequeña Holly sola. – dijo Harry guiñando un ojo a la chica. No era nuestra, me molestó que la mirara de aquella forma. Harry me sacaba muy fácil de mis casillas cuando se dirigía de aquella forma a mi lindo ángel.
– No me interesa. – se quejó mi amigo de cabello platinado.
– Podrás comer todo el pastel que quieras. – sonrió Holly. Pero aparte de desear estar junto a ella, la mención del postre, solo me hizo desear ir ya a la fiesta y comer pastel de chocolate.
– No van a dejarme tranquilo ¿cierto? – nos miró secamente. Todos negamos al mismo tiempo y él solo sonrió resignado. – Iré, pero sólo por un rato.
– Yeiii – sonrió Holly.
De repente me di cuenta de que estaba demasiado distraído observándola, estaba sumergido en mis fantasías, en su sonrisa y en los momentos que deseaba estar junto suyo por lo que restara de mi existencia. No había planeado ya nada sobre mi muerte y eso era un error. Estaba olvidándome de mis planes, de los objetivos que tenía establecidos incluso antes de que ella apareciera en mi vida.
Desde que conocí a Holly, mis planes de suicidio han quedado en segundo plano y no han sido actualizados ni siquiera planeados de forma estratégica como antes. La idea original ahora se veía borrosa, no había nada en concreto y aunque mi vida seguía siendo un asco y nada había mejorado, existía un punto de luz y esperanza que tiraban de mí buscando darme más tiempo de vida.
Era como estar sumergido en el fondo del mar, ahogándome en una oscuridad helada y profunda y de repente alguien tirara de mi hacia la superficie con fuerza, rápidamente obligándome a respirar. Esa era Holly. Era un respiro.
Pero no podía permitir que su encanto acabara con mis planes, debía recordar el dolor y sufrimiento diario en mi casa, el acoso en la escuela, el dolor en general. Todo aquello que me había llevado a pensar que no existir era mucho mejor, que era la mejor solución el que yo me extinguiera y de esta forma mejorar un poco la vida de los demás.
Lo siento, pero no había vuelta atrás. Le debía un buen final al lector de mis ultimas notas, quien sea que fuese, tal vez estaba buscándome. Lamentaba que fuera así, porque no lo lograría, no quería que nadie más se burlara de mí, que me insultara por mis decisiones, no deseaba más atención. Me iría en silencio, sin hablar, sin protestar, sin que nadie lo sospeche.
Tal vez morir sería divertido... tal vez era la única opción. La única que yo había encontrado para acabar con el dolor y repulsión que causaba mi existencia.
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