Capítulo 11. Ángel guardián
Los padres de Holly habían llegado por ella a la enfermería de la escuela después de que ella durmiera un poco. Le dieron medicamento para el dolor y nos aseguraron que estaba bien. Además de los golpes ella había tenido un colapso de estrés según la doctora, por eso se había desmayado en mis brazos.
Eso solo me hizo sentir más culpable todavía, todo esto era causado por mi culpa. Les ayudamos a sus padres a llevarla al auto y cuando estaban a punto de cerrar la puerta de su carro, les detuve. Necesitaba pedirles que no me separaran de ella. Debía cuidarla, no confiaba en nadie para asegurarse de que ella estaría segura.
– ¿Podemos ir a cuidarla esta noche, señores? – pregunté sujetando la puerta que sostenía su madre. Traté de ser lo más respetuoso posible ante mis ansias y estar tranquilo para hablar. A pesar del coraje en mi interior, logré contenerme. – Somos sus amigos y estamos muy preocupados. Por favor...
Ser sus amigos ahora me resultaba hipócrita por nuestra parte, en especial porque ese mismo día le habíamos dicho lo contrario. Pero ella era amiga de los cinco, ella se había ganado mi corazón y había descongelado los de los demás, necesitábamos enmendar nuestros errores con Holly.
– Oh, vaya... – comenzó la señora Collins. – Pues es un lindo gesto.
– ¿Cinco chicos cuidando de mi hija? No me parece correcto que... – comenzaba su padre.
– Podemos esperar en la sala si así lo prefiere. – sugirió Demian.
Los señores Collins intercambiaron miradas dudosas, yo les entendía perfectamente. Después de unos minutos donde murmuraron cosas entre ellos, nos dijeron que podríamos estar cerca de ella. Que fuéramos a su casa a verla cuando quisiéramos, siempre y cuando nuestros padres supieran donde estábamos.
Cuando ellos arrancaron el coche y partieron, vi de reojo como Lesli salía de la escuela acompañada de sus dos secuaces. Hablaban en voz baja y parecían estar en extremo nerviosas, mirando disimuladamente en nuestra dirección. El odio me cegó en aquel momento y caminé furioso hacia ella, quería gritarle e insultarla, en esos momentos no era yo. Recordar aquellas imágenes tan asquerosas de mi lindo ángel y aquella bruja en la misma imagen me revolvían el estómago, deseaba hacerle pagar muy caro por lo que había cometido.
–¿CÓMO PUDISTE HACERLE ESO? – le grité en la cara, haciendo a un lado a sus amigas sin importarme que fui un tanto brusco con ellas. – Eres una...
Las palabras se atascaban en mi garganta, todos los insultos posibles estaban ahí, implícitos en mis expresiones de ira, pero me resultó imposible proferir algún sonido despectivo, su rostro asustado y nervioso era confuso. No sabia si estaba asustada por lo que podría pasarle a partir de ahora con su padre y lo que hacer esto publico atraería a su vida escolar, o por mi expresión de furia pura contra suya.
– Déjala, no vale la pena. – me regañó Adrien tapando mi boca, pero le aparté de inmediato. – Vamos.
– Escúchame bien, bruja. – señalé en dirección a esa despreciable chica quien abrió al máximo sus ojos. – Si vuelves a acercártele o verla siquiera de mala manera, te las verás conmigo y te haré mil veces peor lo que tú le hagas. Así que ten cuidado con cómo le hablas o le miras. Eres una maldita abusiva y no te permitiré ni una cosa más. NI UNA MÁS ¿ENTIENDES?
Ella se quedó ahí en silencio, parecía no procesar lo ocurrido. Sus ojos bailaban confundidos, ignorándola, caminamos juntos saliendo lo más pronto de ahí, para llamar a nuestros padres. Caminamos a casa de Holly haciendo llamadas en nuestros móviles. Por mi parte, mi padre le restó importancia al asunto al saber que estaba con una chica y que mi primo me acompañaba, así que sin hacer una sola pregunta me colgó diciendo que no le interesaba aquello.
Adrien y yo fuimos los primeros en llegar a la casa de Holly tras separarnos de los otros. Era obvio que mi prisa por verla era exagerada, necesitaba asegurarme de que estaría bien, a pesar de que ya nos habían asegurado de que no era para nada grave.
Tuvimos una negociación con sus padres quienes aceptaron dejarnos quedar en su habitación siempre y cuando mantuviéramos la puerta abierta, fue un trato razonable. Suspiré de alivio al verla en su cama al fin, durmiendo como un ángel. Acaricié su cabello mientras las horas pasaban y tomé su mano toda la noche con el temor de que al despertar todo fuera un sueño. Ella era tan irreal.
Decidí escribirle una carta antes de que los otros llegaran y aprovechando que Adrien había ido al baño. Necesitaba disculparme y decirle que me eliminaría del camino, si ella no estaba dispuesta a alejarse de mí, debía hacerlo yo mismo. Pero esta vez sin fallos, sin malos resultados. En definitiva.
"Hola Holly, lamento tanto no haber estado para ti cuando me necesitabas.
Quiero que sepas que eres muy importante para mí, más de lo que te imaginas. Pero no puedo seguir tolerando ver cómo te preocupas por saber quién soy, afectando no sólo tu salud, sino tu integridad física al soportar el rechazo de gente como Lesli.
No puedes pasar por lo mismo que yo, que nosotros. Tu no perteneces a esta oscuridad, no cuando tu luz es lo más hermoso que he visto en este mundo.
No dejaré que te apagues, ya está decidido. Acabar con mi vida es fundamental ahora, no sólo para descansar de mis demonios, también para alejarlos de ti. Para salvarnos a los dos.
La fecha de mi muerte será pronto, he decidido esperar sólo a mi cumpleaños para hacerlo.
¿Qué mejor que el día que nací, para morir también? Lo vi como una buena idea y lo llevaré a cabo ese día. Esta decidido.
Hasta luego, mi hermoso ángel. No intentes nada más, por favor, deja que las cosas sucedan por sí solas.
Atte. Suicida. "
Debía llevarme los demonios que me atormentaban a lo más profundo del infierno con tal de que su luz no se opacara. Me llevaría el inmenso amor que le tenía y que le demostraría con tan noble acto de sacrificio.
Le amaba, más que a nada en el maldito mundo y por esa razón yo debía morir. Ella debía seguir brillando y mi oscuridad sería eliminada de su camino. Sería su ángel guardián y le cuidaría desde el otro mundo. Esperaba ir al cielo...
...
Durante la noche descansé al pie de su cama acariciando sus piernas, observando sus labios y apreciando su belleza con todo mi amor escondido por nuestro bien, latiendo en mi pecho, recordándome que estaba vivo. Velé sus sueños cuidando de que estuviera bien, que no hubiera pesadillas atormentándola. No supe en qué momento me había quedado dormido, pero no hubo problemas para eso.
Cuando la consciencia volvió a mí ya era de día, mis ojos se negaban a abrirse aun cuando veía luz entrando por la ventana por debajo de mis parpados. Escuché estando entre dormido y despierto voces reconocibles fácilmente. Mi primo y Holly hablaban en voz baja. Me alegró saber que ella estaba mejor.
Pero me alertó de inmediato escuchar que hablaban de mí, hablaban del chico suicida...
– Querer encontrar a ese chico suicida te está afectando. – le regañaba Adrien. –¿Y si no hay chico suicida? ¿y si todo esto no es verdad? Holly nos preocupas. Me preocupas.
– Voy a encontrarlo, sé que sí. – ella sonaba muy segura. Aquello no estaba bien. Sería más difícil separarme de su vida así.
– Eres imposible. Me gusta que seas así, pero a veces no es bueno desgastarse tanto por alguien. – Adrien sonaba diferente, su voz se suavizaba con ella, a diferencia del tono molesto que usaba con nosotros. Aquello me hizo prestar mayor atención.
– ¿Tu lo harías por mí? – preguntó ella e hicieron silencio unos cortos instantes.
– Sin dudarlo. – aseguró él seriamente sin dudar, como si aquello fuera demasiado obvio. ¿Acaso él también sentía amor por mi linda chica? Mis suposiciones antes sobre esto jamás se habían esfumado del todo y con este tipo de gestos, recobraban fuerza en mi imaginación.
– Entonces me entiendes, no puedo dejar de buscarlo. – dijo Holly y me regresó a la realidad.
– Eres como un ángel... – susurró mi primo. – Pequeña tomate.
Ángel.
Obvio que era un ángel, yo me había dado cuenta primero que él. Ella era única, especial. Ella era tan perfectamente imperfecta para este mundo que no la merecía. No existía la posibilidad de que fuera coincidencia haberla conocido, aquel día en el pasillo, la que nos había defendido era una luz tan hermosa e inimaginable, fuera de este mundo.
– Adrien... ¿Tu escribiste esas notas? – escuché aquella pregunta confundido. ¿Por qué ella pensaría que él era el suicida?
– Querer acabar con mi vida no está en mis planes actualmente. No ahora que tengo a alguien a quien cuidar. – dijo Adrien y entonces los celos e impotencia me invadieron. Debía obligar a mi cuerpo a despertar lo antes posible.
– Yo no necesito que me cuiden. – dijo Holly y yo le aplaudí mentalmente. Esa era mi chica.
– Yo hablaba de Alex. Pero puedo ser tu guardaespaldas también. – encendido en coraje cerré los puños sintiendo que mi cuerpo comenzaba a moverse. Debía despertar y terminar aquella conversación sin sentido.
– Ah... Estoy bien así. Creo que Alex necesita más de tus servicios.
– Ya lo creo. Hace unos días tuve que salvarlo de un perro enorme que lo perseguía por el parque. – ¿Por qué demonios debía decirle eso la chica que me gustaba? ¿Trataba de dejarme mal con ella?
Ambos se rieron en voz baja pero entonces decidí despertar, me enderecé tallando mis ojos para ver claramente y maté a mi primo con la mirada apenas le enfoqué. Ya me las pagaría después. Fue cuando me crucé con los ojos de mi linda chica que mi pecho explotó de felicidad. Ver sus ojos de nuevo eran la mejor satisfacción de la vida.
Me arrojé a ella para abrazarla y apretarla contra mí, tuve cuidado de no lastimarla y demostrarle cuanto la había extrañado. Quería pedirle perdón, quería decirle tantas cosas y a la vez nada. No me merecía estar en su presencia ahora mismo y aquí estaba ella, frente a mis ojos. Yo era un maldito egoísta por permitirme esto. Debía dejarla ir...
– Oh Holly, estaba muy asustado. No vuelvas a dormir por tanto tiempo. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
Ella sonrió ante mi gesto y me devolvió el abrazo con gusto. Se sentía tan malditamente bien estar entre sus brazos que podría morir aquí. Justo ahora. Con ella sujetándome, dándole a mi vida el equilibrio que necesitaba. Su olor, su esencia. Todo. Ella me calmaba y apaciguaba los demonios en mi cabeza, aquellos que se la pasaban torturándome cada día.
– Estoy bien. – me sonreía.
– Voy a matarla, te lo aseguro. – dije furioso. – No dejaremos que se te acerqué.
– Tranquilo, no es necesario. Todo va a mejorar, ya lo verás. – su comentario me desorientó por completo. Ella enserio creía que todo estaría bien o al menos me lo hizo creer a mí. Por unos segundos tuve aquella esperanza. Desearía que fuera verdad.
No logró cambiar mis ideas a pesar de todo, los planes estaban trazados y debíamos cumplirlos estrictamente. Poco después de nuestra charla, los otros despertaron haciéndole las mismas preguntas que yo. Ella necesitaba su espacio así que decidimos bajar y dejarla hacer sus cosas. Dejé disimuladamente la nota en un lugar donde pudiera verla mientras ellos le abrazaban y salí con mis amigos a la sala después, estando todos más relajados al verla despertar.
La madre de Holly nos preparó a todos un poco de cereal y comimos en la sala hablando de diferentes temas buscando distraernos. Mientras que yo, me perdía en los siguientes pasos que debía seguir para acabar con todo rápido. No podía perder más tiempo. No después de ver lo que había ocasionado.
...
Los días de su recuperación fueron eternos para mí, cada día al salir de la escuela dejábamos las tareas pendientes con ella para que no se retrasara en las materias. Hablar con ella era mi parte favorita del día pues ahora que no la veía como antes, me desesperaba en clases imaginándole, pensando en que si no fuera por mi culpa ella estaría ahí en su lugar de siempre. A pesar de que las cosas marchaban relativamente bien, en casa todo seguía igual.
Mi padre me insultaba e ignoraba de vez en cuando al toparnos de causalidad el poco tiempo que pasábamos ambos al mismo tiempo en aquel lugar. Gracias a Dios no estuvo mucho en casa por su trabajo, así que no me había golpeado esa semana. Eso era bueno, pues yo estaba enfocado cien por ciento en cuidar de mi Holly.
Un día regresando de mi terapia con la doctora me topé con papá en casa, no había bebido por lo que vi y estaba cenando sólo. Se encontraba en la cocina devorando un gran filete de carne. Le escuché llorar como era costumbre mirando la fotografía de mamá colocada en medio de la mesa, simulando que se encontraba ahí, frente a él. Me acerqué al comedor y le vi darme la espalda, mientras balbuceaba en voz baja mirando el retrato.
– Te extraño tanto, cariño. Me haces demasiada falta. Si pudiera regresar el tiempo, si tan solo pudiera verte una vez más. – lloraba molesto. Su voz estaba cargada de impotencia y anhelo, como cada vez que la recordaba. – No es justo que esté yo aquí sólo y sin ti. Nadie más puede llenar el vacío... nadie.
Caminé lentamente con mi mano extendida buscando su contacto, quería darle el consuelo que me hubiese gustado recibir de él cuando yo también la extrañaba. Una manera de salir de ese sufrimiento era hablar con ella, así que entendía el por qué ahora lo hacía. La psicóloga decía que aquello me ayudaría a expresarme y sacar mis muchas muestras de ansiedad.
– Prometiste que cuidar de Alex me ayudaría, pero no es así. – escupió con odio mirándola en la fotografía. – No quiero verlo, no quiero ver sus ojos porque son como los tuyos y no lo aguanto más. No quiero estar aquí con él sabiendo que no puedo con esto sin ti.
Mi pecho se encogió al saber aquello y bajé mi mano para no acercarme más, no quería ser una carga para nadie y me alegró mucho que pronto yo ya no existiría, que él no cargaría conmigo. Ya no sería un problema para él. El dolor que mi padre sentía terminaría pronto, sería feliz y podría continuar sin mí. Me hubiera gustado decírselo en aquel momento, pero no lo hice. Sería mi sorpresa, como un regalo para él.
– Cariño... te necesito. No sé qué hacer. – susurró rompiendo en llanto. Un dolor indescriptible era palpable en sus palabras y en su voz rota, él estaba sufriendo.
¿Cuántas personas más sufrirían por tu culpa Alex? Me recriminé mentalmente.
– También la extraño. – susurré colocando mi mano en su hombro buscando ayudarlo con su dolor. Quería reconfortarle de alguna manera. – Sé que no es fácil, pero te agradezco que cuides de mí, aun así.
Él se pone de pie y me mira desconcertado, es evidente que no esperaba verme tan pronto. Mi mano cae a mi costado entonces pues ya no le tocó más, se ha alejado como siempre. Le veo respirar agitadamente mientras seca con resentimiento sus lágrimas, sé que odia que lo vea siendo "débil" como él lo llama, pero no me interesa. Le amo, a pesar de todo siempre lo he perdonado y he aprendido gracias a la psicóloga y a verlo de esta manera que también es humano, también sufre por mamá como yo, solo que él no lo dice. Tal vez también de alguna extraña manera, me quiere, muy a sus modos, pero puede quererme.
– Ella también me hace mucha falta, papá. Pero te tengo a ti, eres lo único que tengo ahora. Somos familia. – le aseguro tratando de sonreírle, de darle ánimos a expresarse. Busco comunicarle por primera vez lo que siento, para llorar ambos y sanar. – Estaremos bien, sé que pronto las cosas van a cambiar y...
– Cierra la boca. – dice molesto interrumpiéndome, derrumbando todo lo que comenzaba a formarse en mi imaginación. – ¿Crees que me hace feliz saber que tengo que mantenerte? Lo hago porque no tengo opción. No quiero tener que verte. Lárgate de mi vista o no respondo, niño.
Su voz es como un cuchillo que me desgarra hasta el alma y la sonrisa que me he pintado en la cara se borra de inmediato. Sé que él está molesto y aunque no está ebrio, tal vez no quiso decir aquello. Es mi padre, muy en el fondo me ama, a su manera. Pero me ama.
– Te quiero. – le digo en apenas un murmullo bajando la mirada resignado a sus insultos. –Lo siento, lamento no ser lo que tú quieres... pero... me esfuerzo ¿sabes? Quiero que algún día te sientas orgulloso de mi.
– Eso jamás pasará. – dice amargamente. – ¡Tú no eres más que un inútil! Toda tu vida no has hecho nada más que hacer estupideces. ¿POR QUÉ NO ERES COMO ADRIEN? ¿POR QUÉ TU MADRE TUVO QUE MORIR Y NO TU?
Sus palabras dañaron en lo más profundo de mí, pero ya no había lágrimas. Sabía muy bien que tenía razón. Mis demonios me atormentaban con aquella misma pregunta toda la vida. Mi madre debía vivir y yo irme, yo debía morir, no ella. No existiría nunca la posibilidad de que me quiera, aunque sea un poco.
– Si pudiera cambiar de lugar con ella, lo haría papá. – le aseguré sinceramente. Miré directamente a sus ojos, sosteniéndole la mirada, a pesar de que aquello me aterrorizaría, pero le demostré que de verdad lo pensaba. Hubiera deseado que fuera al revés.
– Lárgate de aquí. – ordena furioso arrojando el plato de vidrio con la carne al suelo. – No quiero verte.
Me alejo con pasos lentos hasta las escaleras y le escucho gritar de coraje. Un par de cosas más se rompen y yo camino soportando las lágrimas en mis ojos hasta llegar a mi habitación dejándolo al fin solo, como tanto deseaba. Cierro la puerta y mi espalda se desliza por esta hasta caer al suelo para descansar, sentándome con las rodillas pegadas a mi pecho.
No puedo soportarlo más y me rompo. Necesito dejar de hacerme el fuerte pues no lo soy, estiro mi mano hasta mi mochila y saco la barra de chocolate que guardo en ella. Comienzo a comerlo buscando refugio en el dulce, sintiendo como el sabor se combina con mis lágrimas creando un sabor extraño y miro todo a mi alrededor buscando a Holly.
Sé que ella no está aquí, pero necesito un abrazo suyo. Necesito sentir que no estoy solo del todo y que esto pasará rápido. Solo puedo rogarle a Dios que me haga dormir por siempre sin más dolor o que me devuelva a mamá. Yo sé que él necesita la mayor cantidad de ángeles en el cielo a su lado, pero si había dejado a Holly aquí conmigo, ¿Por qué no permitirme tener a mi madre?
Si pudiera hacer a mi papá feliz una sola vez en la vida, sería regresándole a mi madre. Ellos hubieran tenido más hijos, unos que él si pudiera amar y de los cuales estuvieran orgullosos, no como yo. Ellos estarían mejor sin mí.
Mis amigos, Holly, mi padre, yo... estaríamos mejor sin Alex.
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