Capítulo 10. Lo correcto
Al llegar a casa no pude evitar el que mi mente reviviera el momento en que mi Holly lloraba por mi culpa, su cara tan angustiada. Se sentía responsable de mi futura muerte y la razón se debía a que jamás había pensado en las consecuencias de haber escrito aquellas notas. Todo comenzó como una manera estúpida de comunicar lo que sentía y al darme cuenta de que alguien leía lo que a nadie más fui capaz de decir, me sentí liberado. Un gran peso salió de mi espalda en ese entonces, pero ahora era complicado. ¿Cuánto dolor le causaría a esa linda chica que se preocupa por este saco de basura saber de mi muerte?
Me preparé para ir a mi cita con la psicóloga que desde hace unos meses me fue asignada, hoy estaríamos en el círculo de convivencia con los otros, era una actividad en la cual nunca me gustaba participar. Caminé un largo rato hasta la parada de camiones, sentándome en la banca de madera vieja que había y cuando llegó el bus, subí colocándome los audífonos para no escuchar nada ahí.
La culpa, el estrés y ansiedad, la depresión, todo. Podía sentir todo acumulándose en mi pecho, haciéndose nudos entre ellos, entretejiéndose. Para cuando me di cuenta del tiempo que había transcurrido, estaba de pie frente a la oficina de la única persona que me escuchaba atentamente y veía quien en realidad yo era. Sin máscaras, sin mentiras, sin reproches.
– Pasen. – dijo su dulce voz mientras yo entre abría un poco la puerta. Entré quitando mi abrigo para colgarlo en el perchero como siempre y suspiré quedándome en medio de la pequeña oficina rodeada por los estantes con libros y cuadros de arte extraña que siempre me daban curiosidad.
Ella levantó la mirada y al verme ladeo su rostro para examinarme, estaba analizando mi humor del día de hoy. Dejó de lado sus papeles con cuidado y se puso de pie recargándose en su escritorio para prestarme su total atención.
– Hola. – saludó cordialmente. – ¿Alex? ¿Estás bien? – preguntó preocupada cruzándose de brazos ante mi silencio.
– Si... yo... – comencé a hablar, pero mi voz tembló y preferí callar para deshacer el nudo en mi garganta. – Yo...
– ¿Qué sucedió? – pregunta ahora cautelosa, tomando posición para escucharme. – ¿Cómo te sientes?
Dio dos pasos hacia mí y yo retrocedí uno por instinto. Mis ojos se llenaron de lágrimas sin ninguna explicación ocasionando que el nudo en mi pecho se enredase más, el desasosiego me congeló, petrificando mi cuerpo ante aquella mujer analizándome con precaución, buscando ayudarme. Lo entendía, ese era su trabajo, hasta ahora, por más confianza que he tenido para hablar, sobre todo, no podía decirle que iba a morir, no podía decirle que me había cansado de todo y me iba a rendir, no cuando ella hacia tanto por hacerme ver las cosas de otras perspectivas.
Comencé a negar con la cabeza haciéndole entender que no me encontraba bien, no sabía si podría aguantar más tiempo ocultándole a ella también la verdad sobre mi futura muerte. Jamás he dado indicios de ser un suicida, le decía solo lo básico más nunca mencioné la violencia, los enfrentamientos con papá u otros. A pesar de no tener mascaras en este lugar, me había reservado en muchas ocasiones hablar de temas que sabía me traerían mayores problemas. Hablábamos sobre mí, sobre perder a mamá y mi personalidad.
– Alex, háblame. – pidió acabando con la distancia y envolviéndome en sus brazos con cuidado de no alterarme.
Las lágrimas salieron disparadas fuera de mi cuando ella me abrazó tiernamente acariciando mi cabello. Su pecho tan cálido me reconfortaba, podía recordar vagamente los abrazos que mi madre me daba y la manera en que acariciaba mi cabello, en aquel tiempo castaño. La liberación que sentí fue satisfactoria, me relajé para poder respirar y soltar todo el nudo contenido hasta ese momento.
Sin soportar más la tensión del ambiente en el lugar, me aferré de su chaqueta para abrazarle y mantenerla pegada a mí. Yo era más alto que ella, tal vez unos cuantos centímetros, ya que su rostro llegaba a mi cuello, cuando no me encorvaba, claro. Así que cuando la abracé la envolví por completo con mis brazos.
– Creo que has tenido un ataque de ansiedad otra vez. – menciona acariciando mi espalda. – Todo estará bien, cuéntame.
– Se trata de Holly. – le digo recordándole la charla que tuvimos hace unos días atrás, cuando por primera vez hablé de esa chica interesada en ser mi amiga. – La chica de mi escuela.
– ¿Qué pasa con ella? – pregunta preocupada. Lo ultimo que supo es que ella me agradaba, que yo la consideraba como lo mejor del mundo en mi vida.
– Creo que la amo. – susurro nervioso. Las palabras al salir de mi boca provocan un cosquilleo en mi pecho y después me llenan de aún más lágrimas.
Vaya que le amaba, quería protegerla, cuidarla de hasta la más mínima partícula de polvo que pudiese tocarla. Era indescriptible lo que sentía y palabras como amar, admirar, querer me resultaban tan pobres para describirlo. A pesar de lo que sentía era lo correcto, ella era buena, era un ángel. Debía ser el protector de su luz y alejar la oscuridad, incluso si era yo un peligro para su vida.
...
– ¿Entiendes lo que te digo? – pregunto desesperadamente a Adrien. Mi anterior explicación fue lo más cruda y realista posible para explicar mi temor sin revelar mis verdaderas intenciones. – Ella se está poniendo en riesgo estando cerca de nosotros. Lesli va a hacerle daño, no podemos permitirlo.
– Lo sé, pero ¿no es demasiado tarde ya? Todos la vieron con nosotros estas semanas. – se queja.
– No. Aún podemos alejarla. – aseguro mirando a los chicos sentados en la habitación de Adrien. – Debemos irnos de su vida, ¿lo entienden?
– Pero debe ser ella quien tome la decisión. – comienza Patrick dudando. Sé que para todos será difícil no verla cerca de nuestro pequeño grupo, pero debemos pensar en ella sin ser egoístas. – ¿No?
– Ella no lo hará, es demasiado buena como para dejarnos. – se queja Harry pensativo. Le veo meditar mis anteriores palabras y asiente mirándome. – Alex tiene razón.
– Debemos hacerlo nosotros. – los miro sabiendo que la idea no nos gusta para nada, a nadie en esta habitación le convence, ni siquiera a mí.
Nos habíamos encariñado tanto con esa pequeña chica que la sola idea de irnos, de privarnos de su presencia era doloroso, más para mí que para cualquiera. Ella era mi única esperanza, la luz que encendía algo en mi interior. Pero esto era por ella, ella merecía ser feliz. Merecía vivir sin el dolor de ver que alguien puede desear la muerte, incluso estando ella presente en su vida.
Después de un rato hablando sobre las posibilidades, todos llegamos a la conclusión de que era lo correcto. Demian sugirió dejar de hablarle y aunque le dolería, se rendiría y se alejaría por su cuenta. Aquello sería un reto para todos, ignorarla sería imposible para mí. N podía imaginarme como sería cada día lejos de su aroma, de sus miradas y sus dulces palabras. Pero se lo debía.
Acordamos no hablar más sobre el tema y prometimos que nos mantendríamos alejados de ella para darle el mensaje sin tener que herirla más. Me despedí aquella noche de su voz y sus ojos debajo de aquellas gafas. Me despedí sin poder dormir de su sonrisa y la sensación que me invadía al verla y escucharla cerca de mí.
Tendría que despedirme de ella para siempre.
...
– Hola chicos. ¿Pasa algo? – escuché su voz y caí al instante en sus brazos. Quería tirarme a sus pies y saludarle como todos los días.
No supe como fui tan fuerte para ignorarla en ese momento, pero seguimos haciendo aquel esfuerzo sobrehumano por callar, el plan estaba trazado y debíamos seguirlo al pie de la letra. Aquel era el momento más difícil que había vivido, estaba a punto de girarme y abrazarla para pedirle perdón por aquel mal momento, pero resistí más y más.
– ¿Chicos? – nos detuvimos para sacar las cosas de los casilleros. Yo me tardé un poco más de lo normal pues no podía concentrarme ni tomar nada con claridad, solo pensaba en el dolor impregnado en su voz. – ¿Qué ocurre?
Hasta ese momento no sabía que había dejado de respirar y contenía el aire, pero cuando cerré mi casillero, suspiré preparándome para lo siguiente. Caminamos dejándola ahí, mirándonos confundida a mitad del pasillo. Esto estaba hiriéndome más a mí que a ella. No podía soportarlo más.
Entonces sucedió. Ella jaló de mi mano para hacerme verla y sus ojos se clavaron en los míos firmemente. No podría aguantar más, ella estaba pensando que yo era lo peor en aquel segundo. Su tristeza se reflejó en mis pupilas, vi enojo y confusión en su rostro. Merecía que me gritara o peor, pero no lo haría, ella no era así.
– ¿Qué hice? ¿Por qué me ignoran? – susurró tristemente.
Algo dentro de mí se rompió entonces, tomé valor para mirarle y decir una terrible mentira, pero las palabras no salían de mí. Tenia que sonar convincente, debía alejarla lo máximo posible.
– Holly. Aléjate de nosotros. – logré hablar y vi la desilusión en sus ojos. Como grandes edificios desmoronándose con una explosión.
– ¿Qué? ¿Por qué? – estaba confundida.
– Porque así lo hemos decidido. – intervino Adrien. – No queremos que estés más con nosotros.
– Sólo... vuelve a tu vida normal, Holly. – pidió Patrick encogiéndose de hombros, todos se veían culpables. Nos era demasiado difícil continuar con esta farsa.
– No. – se mostró decidida. – No lo haré, ustedes son mis amigos.
– Ya no más. – dijo Demian jalando mi brazo para sacarme de aquella situación. Sabíamos que yo no lo soportaría ni un segundo más.
– Chicos... perdónenme si les hice algo, no fue mi intención. Pero por favor no hagan esto. – lagrimas comenzaban a nacer en sus lagrimales y cristalizaban su mirada.
El timbre sonó y tras haber pasado sólo unos segundos eternos e infernales para mí, todos comenzamos a irnos. Adrien esperó a que ella soltara mi brazo y al hacerlo retrocedí afligido, quería volver y envolverla en mis brazos diciéndole cuando le amaba. Besar sus mejillas y hacerla sonreír mucho para compensar este mal rato. Era un idiota por hacerla llorar, pero era más importante verla feliz, viva, lejos de mí.
– Por favor... – susurró derramando una lágrima. – No quiero perderlos, Alex. Son mis amigos... yo... yo no puedo dejarlos.
– Holly. Lo siento, pero no nos busques más. Se acabó, déjalo así. – dije por último sintiendo el amargo sabor de la mentira en mi boca.
Ella se quedó ahí, en medio de los pasillos siendo el centro de atención de quienes nos rodeaban, después de estar mucho tiempo juntos ahora nos veían ignorarla y aunque esperaba que ella pudiera perdonarme, sabía que irnos era lo mejor para ella. Tendría la vida normal que merecía, sería feliz algún día después de esto y así dejaría de buscar al chico suicida que planeaba una muerte solitaria.
...
"Holly... lo lamento tanto.
Jamás quise meterte en ningún lío, eres tan buena conmigo y los chicos que jamás se cruzó por mi mente que fueras tú la lectora de la evidencia que dejo para el día de mi muerte.
Lamento mucho tener que hacer esto, pero es lo mejor para ti, para los chicos y para mí.
Eres muy especial para nosotros y no pienso hacerte más daño. Perdóname por haberte hecho esto. Te involucré sin siquiera saberlo y ahora veo cómo te afecta todo este problema.
He tomado una decisión y los chicos la han aceptado. Nos alejaremos de ti por tu bien, porque es lo correcto y porque ninguno queremos que sufras más.
Tu vida se va a arruinar al igual que las nuestras. Odio ver que comienzan a tratarte como a nosotros, estas volviéndote una más y eso no está bien.
Tu eres un ángel, tú eres luz. Eres esa luz que ilumina mis días grises y no puedo permitir que te apagues con mi oscuridad.
Espero que algún día me entiendas, que algún día, comprendas que fue lo mejor que pude haber hecho por ti.
Con amor, Suicida.
P.D: Aléjate de nosotros, por favor. Vete antes de que te detenga."
Dejé la nota y salí de ahí lo antes posible para regresar con los chicos. Aquella debía ser mi despedida para Holly, sabía que era un cobarde por no verle a la cara y decírselo, pero no sería capaz. Ella sabría que era yo el escritor y esto acabaría muy mal. No estaba seguro de cuál sería su reacción al saberlo. ¿Me odiaría? ¿Se arrepentiría de haberme buscado? ¿Se decepcionaría al saber que solo se trataba de mí, alguien insignificante?
– ¿Estas bien? – me preguntaba Adrien. Asentía solo por apaciguar mis demonios, todas las dudas dentro de mí, pero ambos sabíamos que no estaba para nada bien.
No dejaba de pensar en lo doloroso que era saber que su linda voz suave no estaría más en ningún otro de mis días. Que su luz ya no me salvaría de la oscuridad y que, al morir, me llevaría en la consciencia su dolor, aquel que vi en sus ojos hace un rato. El rostro de sus lágrimas acumulándose sería mi propio infierno incluso después de la muerte porque no merecía menos que aquel terrible tormento.
Ya después de varias horas de terrible tormento y de habernos visto en el centro de atención en el comedor al rechazar los intentos desesperados de mi lindo ángel por estar con nosotros, el día terminaba al fin dejándome un mal sentimiento de desolación. Caminábamos en dirección a la salida cuando vi a Lesli a un costado siguiendo a su amiga Tara. Ambas estaban agitadas y nerviosas, un mal presentimiento surgió al ver a ambas discutir.
– Fuiste muy lejos esta vez. – escuché justo cuando estuve cerca. –¿Y si ella está mal herida? Debemos ir a verla.
– Nos culparan si nos ven cerca, no puedo dejar que nadie se entere. – decía Lesli molesta. Parecía recobrar la compostura y se tranquilizaba para hablar con su amiga en apenas murmullos.
– Cuando hable, todos lo sabrán. Ella va a decirles que la golpeamos. – lloraba Tara en extremo nerviosa.
Me detengo en seco a su lado, mirándola con miedo al rostro en busca de respuestas, ruego a Dios que no sea quien estoy pensando, porque esto sea una maldita broma o una pesadilla. No pueden hablar de ella... ella no.
– ¡Ella se lo buscó! ¡Se está metiendo conmigo por esos imbéciles! – se queja molesta. – Nadie va a creerle si habla en mi contra, solo hay que negar todo. Sólo yo tengo la evidencia de lo que pasó. – levanta su teléfono y entonces yo se lo arrebato.
Ella al principio luce molesta, pero al verme hace silencio, congelándose ante mi acción. Sin esperar veo el video que tiene pausado en su móvil y para mi desgracia la veo. Observo como Tara la sostiene mientras esa chica tan despreciable frente a mi le golpea y le hace daño. No termino de ver aquello pues es tan doloroso e inhumano que no puedo más que arrojar el teléfono al suelo con todas mis fuerzas.
Sé que todo fue grabado en el baño y deduzco que no ha pasado mucho de eso, estoy cerca de los sanitarios de mujeres según mi orientación. Sin mirar los despojos que dejé regados del teléfono de aquella mala persona, las dejo ahí, en silencio y con los nervios de punta. Corro a toda velocidad por los pasillos sintiendo mi corazón hacerse añicos ante la imagen que no deja de invadir mis pensamientos.
Mi linda Holly, llorando, herida. Todo por mi culpa.
Los chicos me siguen sin saber nada, solo corren junto conmigo hasta llegar a los baños. Pero por momentos les dejo atrás. Necesito encontrarla, según el video había sido fuertemente golpeada por Lesli y aunque deseaba volver y arrancarle la cara a aquella bruja, anhelaba más asegurarme de que mi dulce ángel estaría bien.
– HOLLY. – mi garganta quema al gritar de esa manera, pero quiero encontrarla. Necesito verla. Protegerla. – HOLLY.
Al encontrarme frente a los sanitarios de mujeres no dudé ni un segundo y azoté la puerta con violencia solo para ver una imagen horrorosa. Una linda chica de anteojos ahora en el suelo, sangrando, con lágrimas mojando sus mejillas y el labio roto me esperaba. Sin dudarlo me acerqué a ella y con cuidado la examiné.
– ¡HOLLY! – dije aliviado y aterrorizado al mismo tiempo. – Dios mío...
Sus lágrimas mojaban su cara sin parar y no pude más que acariciar sus mejillas con cuidado, tratando de ver si estaba consciente aún. Al parecer estaba por dormirse, el miedo no dejaba que mis manos estuvieran firmes. Temblaba, el horror de ver a la mujer que amaba en tales condiciones me cegó.
Quería matar a Lesli, deseaba arrancarle las manos por haberse atrevido a tocarla. Nadie podía hacerle daño a un ángel. ¿Qué clase de persona haría esto a una chica como Holly?
– Perdóname, perdóname por favor. – susurro pegando su frente con la mía. No recibo respuesta suya y eso solo me altera más. – Holly, no me hagas esto... abre los ojos.
– ¿Ella está bien? – preguntó Adrien.
No le contesto, porque ni siquiera sé si lo está. La tomo en brazos viendo a mis amigos acercarse a mí. Salimos del baño a toda velocidad, sin soltarla ni dejar que la aparten de mi lado. No sé a dónde ir, a donde llevarla. Pero Adrien menciona que hay que llevarla a la enfermería que se encuentra un tanto lejos de donde nos encontramos.
– Vas a estar bien. – le susurré al oído mientras besaba su frente al caminar con ella en brazos. No sabía que había tanta fuerza en mi hasta ese momento mis brazos antes paliduchos y delgados soportaban su peso sin esfuerzo, la adrenalina había hecho milagros conmigo. – Estoy aquí, yo te cuido.
– Suicida... – susurró entre abriendo sus ojos. No lo logró del todo, pero me causó un alivio escuchar su voz. – Me necesita... No puedo dejarlo.
Era increíble que aun estando en estas condiciones por mi culpa ella pensara en mí. Le sonreí soportando el nudo en mi garganta y la apreté más a mi pecho en un intento por consolarla, por su puesto que la necesitaba. La quería ver bien, la quería a salvo.
– Claro que te necesito, así que por favor aguanta. – besé su frente y procuré que nadie más me escuchara.
– Yo... yo... – comenzó a llorar de nuevo. Aquello me rompió el corazón. Ella no debía sufrir así.
– Descansa. – le dije al recostarla en la camilla de la enfermería. – Todo va a estar bien, preciosa. Perdóname.
Los chicos llamaban a la enfermera mientras Adrien, Demian y yo la examinábamos. Tenía aparte de los golpes, un tanto de sangre en el labio roto y la nariz. Un hilillo rojo escurría desde el interior de sus fosas nasales hasta su labio superior. Sus anteojos estaban movidos, por lo que los retiré de su lugar, guardándolos muy bien en el bolsillo de mi camisa.
Al sentare junto a ella en la silla al lado de la camilla, vi en su mano la nota que había dejado yo antes de todo este lio. Entonces supe el porqué de sus lágrimas. Entendí que no podía dejarla sola nunca más, no soportaría verle en peligro sin hacer más nada. Ella me necesitaba y yo a ella, si mi perdición sería amarla lo aceptaría. Soportaría el peor infierno con tal de verla feliz y jamás hacerla pasar por esto. Me convertiría en la peor pesadilla de quienes se atrevieran a perturbar su luz.
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