Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

16. Inicio del descanso (2)

Hola de nuevo... solo para aclarar que ambos capítulos empiezan igual, pero tienen finales diferentes. Disfrútalo. Gracias por todo. 

Caminé en silencio escuchando el mundo a mi alrededor. Me sentía en extremo decepcionado conmigo mismo por no poder luchar por lo que deseaba. La intensa voz en mi cabeza maldiciendo y diciéndome que soy un estúpido por no arriesgarme a tener una vida buena y feliz al lado de Holly dentro de mi pequeña eternidad, me atormentaba incansablemente.

Las inseguridades y miedos se adentran en lo más recóndito de mi ser y es difícil entender que hacer cuando no estoy seguro de lo que soy digno o no en esta vida. Si no logran entenderme es porque no han pasado por lo mismo que yo y eso está bien. No se lo deseo a nadie, ni siquiera a la peor de las personas que he conocido.

Pero vivir toda una vida creyendo que soy lo peor de este mundo, un idiota que no vale nada y que merece todo lo malo que le suceda, no me deja otra opción más que creerles a las personas que lo dicen, que me repiten una y mil veces que soy una vergüenza. No siento el derecho a ser feliz o a tener una vida buena, aunque es lo que más deseo en el mundo. Sólo un poco de paz. De amor.

La soledad, mi vieja amiga, me embriaga cuando al llegar a casa me detengo frente a la puerta y por primera vez deseo quedarme aquí en donde específicamente comenzó mi infierno. Mi mano temblorosa abre la perilla de la puerta y la realidad choca conmigo al ver a mi padre ebrio frente a la televisión sosteniendo en ambas manos un par de cervezas.

Entro con cuidado y cierro con seguro tras de mí. Trato de pasar desapercibido, pero no lo logró pues al verme se gira por completo para arrojarme el envase ya vacío de su mano derecha. Este choca contra la pared frente a mí y los vidrios resbalan en mis piernas al caer. No me hacen nada, pero logra asustarme en sobremanera, a pesar de que luzco neutro en esos momentos de guerra en mi interior.

Le miro de reojo acercándose mientras bufa por el alcohol y observo su rostro molesto, ya sin fuerzas o ánimos para intentar huir. No tengo ganas de pelear o intentar defenderme. Al examinarme de pies a cabeza, veo la repulsión en sus ojos y el odio que tiene contra mí. No entiendo cuándo comenzó a sentir eso por mí, pero han pasado años desde la última sonrisa que le vi. Me toma de la chaqueta y estampa mi cuerpo contra la pared de la sala. Sostengo sus manos para tener un poco de distancia entre él y yo, pero eso no le importa en lo absoluto. Se acerca otro poco hasta que su cuerpo se pega al mío lo suficiente como para intimidarme.

– ¿Dónde estabas? – grita molesto y no me deja ni siquiera contestar cuando ya ha dado un golpe en mi estómago que saca todo el aire de mi cuerpo.

Me desplomo sobre sus brazos en un intento por doblarme y obtener algo de aire. Al no querer tocarme, da un paso hacia atrás y me hace caer al suelo de lleno junto a los vidrios de la cerveza rota. Siento que me sofoco, pero aun así intento hablar, estoy por contestarle lo que me cuestiona.

– Yo estaba-ba en el cumpleaños de Adrien. – jadeo intentando respirar.

Al mencionar esto, mira el reloj de la pared frente a nosotros y asiente entendiendo que lo que digo puede ser verdad, aceptando mi respuesta como válida. Se aleja de mi para recoger la otra cerveza a la mitad que comenzaba a derramarse sobre la alfombra. Da un par de tragos y me observa levantarme sin deshacerse de esa expresión dura y de superioridad que siempre suele tener al tratarse de mí.

Entonces me doy cuenta de los pequeños cortes en mis brazos y manos, estos arden un poco, combinándose con el alcohol derramado. En mi rostro siento pequeños rasguños, supongo que también me he lastimado con los cristales, pero no le doy más importancia. Ya con mejor ritmo en mi respiración, me pongo de pie sosteniendo mi estómago adolorido y sintiendo el ardor en mis costillas lastimadas latiendo por el dolor.

Trato de caminar hacia las escaleras para huir de esto, anhelando la soledad en mi habitación y el encuentro con las pastillas que he escondido, pero por alguna razón él me alcanza sin decir nada. Me toma del cabello con fuerza y jala de éste hacia atrás. El miedo me consume y trato de soltarme de su agarre, pero ejerce demasiada fuerza en mi cabello. Siento su respiración en mi oreja, oliendo su apestoso aliento a borracho y un frío recorre toda la espalda cuando lo escucho hablar.

– ¿Sabes qué día es hoy, mariquita? – pregunta con una risa seca y fría sin ninguna pisca de humor.

Jala de mi hasta atrás haciendo que caiga de nuevo sobre mi espalda y golpee mi cabeza contra el suelo y los cristales rotos. Las lágrimas se arremolinan en mis ojos, pero me niego a dejarlas salir. No quiero darle esa satisfacción nunca más. Sujeto con fuerza mis costados adoloridos y le miro a los ojos, parecen envueltos en llamas de odio. Apuesto a que quiere matarme y justo hoy, en estos momentos, lo deseo. Deseo que lo haga y me libere al fin de este dolor.

Se posiciona sobre mí con todo su peso y propina el primer golpe en mi mejilla la cual se adormece y me aturde, dando vueltas todo dentro de mi cabeza. Siento el líquido sabor metálico en mi boca y la siento escurrir por mis labios. Mi cabeza da vueltas y me cuesta enfocarlo a pesar de tenerlo muy cerca de mi campo de visión.

– Tu maldito cumpleaños y el aniversario de mi esposa al morir. Todo por tu maldita culpa. – replica él sujetando con fuerza mi cuello, pero sin presionar o dejarme sin aliento. – Ella no merecía morir.

– Papá... – trato de hablar, pero vuelve a dar un golpe en mi mejilla. Esto hace que sienta el líquido derramarse por toda mi boca y logro mancharle las manos que me sujetan, lo que hace que me suelte y se limpie con la camisa que lleva puesta.

Me suelta, pero no se aleja, sino que sigue mirándome con asco, con repulsión. Como si tuviera frente a él una gran pila de basura maloliente. A pesar de eso veo en sus ojos el dolor de la pérdida, ese dolor que muchas veces he encontrado cuando llora por mamá.

– Ella enfermó después de ti, ella murió en tu cumpleaños porque fuiste tu su muerte. – se queja ebrio y comienza a balbucear cosas incoherentes. – Tú la mataste.

Da otro golpe y después otros sin descanso, pero esta vez en mi estómago, logrando revolverlo por completo. Las costillas arden y crujen, mi cabeza da vueltas y todo duele. Por momentos pienso que estoy a punto de morir y no hago más que esperarlo, esperar a que todo se detenga. Pero él se aleja lloriqueando hasta beber su cerveza por completo, dejándome ahí en ese infierno de dolores indescriptibles.

– Yo no quise esto. Lo lamento. – digo quedándome quieto en el suelo, recuperando aire. – No sabes lo que daría porque ella estuviera aquí y yo haberme ido. Lamento ser el culpable de todo lo malo que te ha pasado, pero yo no lo pedí.

Miro la hora en el reloj de la pared frente a mí y suspiro cansado, agotado de todo. El dolor me impide moverme, por lo que no lo hago más, sólo dejó que todo fluya y al estar fastidiado de lo que sucede decido sacar todo lo que siento antes de irme. Decido disculparme y hacerle saber que me odio igual o más de lo que él me odia a mí.

– Yo no quise esto. Ya no lo soporto más. – comienzo a llorar desconsoladamente como un bebé asustado. – No sabes las ganas que tengo de morir y liberarte de todo esto, así que termina conmigo y haznos el favor a los dos.

Lo veo mirarme sin ninguna expresión, confundido por mis palabras y se queda congelado observándome a unos pasos de mi cuerpo inerte. Mis palabras lo han descolocado y puedo percibir un cambio en el ambiente que ocasiona mayor confianza para abrirme y hablar sobre lo que tanto tiempo he callado.

– Yo jamás te voy a odiar. Eres mi padre, los amo mucho a ambos. Ella me hace mucha falta también. No puedo seguir fingiendo que estoy bien, ya estoy muy cansado, papá. – respiro de apoco para evitar el dolor en mis costados. Duele incluso respirar, Duele seguir viviendo. – Jamás podré ser feliz, jamás pude vivir en paz. Jamás podré ser algo mejor porque no lo soy. No soy nada. Sólo doy asco, pena y vergüenza. Perdóname papá. Perdóname...

Lo veo caminar hasta su sofá y subir el volumen de lo que sea que este viendo en la televisión. Decide ignorarme por completo y entonces entendí que ni siquiera valía la pena liberarme de este dolor interno. Me merecía esto, merecía su indiferencia.

– Lárgate de mi vista. – dice fríamente.

A como pude, tomé la fuerza suficiente y me puse con mucha dificultad de pie, tomándome mi tiempo para sentir el soporte en mis extremidades y caminar con cuidado por las escaleras. Una vez llegando a estas, sujeto la barandilla y me impulso escalón por escalón hasta llegar a arriba. Cada movimiento es un dolor profundo y siento mi cuerpo doblegarse muchas veces por las secuelas de cada musculo agarrotado.

Siento el dolor consumiendo cada fibra de mi ser y caigo de rodillas apenas abro la puerta de mi habitación, sin más fuerzas para nada. El llanto me embarga descargando mi furia, tristeza y dolor corporal. No hago nada más que llorar y limpiar los rastros de sangre en mi barbilla que comienza a escurrirse manchando la alfombra. Arrastro con las pocas fuerzas que me quedan mi cuerpo hasta la cama, donde está mi mochila con cosas de la escuela.

Busco en su interior una hoja en blanco y pluma para escribir mi última nota, la observo unos segundos y con un impulso más, llego hasta arriba de la cama y recargo mi cuerpo suavemente contra la almohada para descansar. Se siente en extremo doloroso, pero al menos un poco más cómodo para escribir.

Mi mano comenzó a escribir sobre el papel en blanco y no pude dejar de pensar en que por fin todo acabaría. Continúe llorando de alivio y dolor, quería que todo acabará de una buena vez.

"Holly, mi querida y pequeño ángel, has hecho de mis últimos días algo maravilloso. Te convertiste en alguien muy importante para mí en tan poco tiempo.

No sé cómo agradecerte todo lo que hiciste y sé qué harás con los chicos y conmigo. Te ganaste nuestros corazones sin siquiera darte cuenta, cambiando el mundo para todos.

Perdóname por todo. Perdona si mis decisiones no son las correctas o te he lastimado con ellas. Jamás fue mi intención lastimarte, pero vivir me lastimaba a mí. No espero que lo entiendas, sólo que me perdones.

Ya no podía sentirme vivo y eso no estaba bien. Tu cambiaste mucho mi vida en poco tiempo, pero por más que te esforzaras, al volver a casa, todo era lo mismo.

Volvía a donde empezaba, así una y otra y otra vez.

Me diste el mejor regalo de cumpleaños, no necesitaba pedirte nada más porque tú eres mi todo. Eres el calor en mi corazón frío, eres la luz que necesitaba ver, eres mi ángel.

Ahora, cuando leas esto, sé que yo ya no estaré, que tal vez estés molesta conmigo por irme sin despedirme.

Pero espero que comprendas que fue la mejor opción que tuve, yo ya no podía seguir sufriendo más.

Leí tu carta.

Sé que era para Adrien, pero no pude evitarlo. Todo lo que decías, lo que prometías, ese mundo perfecto que mencionabas no existe, o al menos no para mí.

Sólo te pediré un favor, Holly. Nunca dejes de irradiar esa luz, esa linda, pequeña y brillosa luz. Muchos encontrarán el camino gracias a ella, lo sé y espero que sea así.

Sé que, si hubieran sido circunstancias diferentes, si yo hubiera hablado contigo antes, o las cosas hubieran cambiado, éste no sería el final de nuestra historia.

¿Recuerdas lo que hablamos del amor? Tú me dijiste que las personas cambiaban para ser mejores para las personas que amaban.

Lo intenté, te juro que intenté cambiar y olvidar mis demonios, pero me resultaba imposible. Yo quería ser bueno para ti, quería ser capaz de amarte sin problemas, pero tu mereces algo mejor que yo.
No estés triste por mí, te lo pido de todo corazón. Estaré muy bien, tal vez tu no querías esto, pero ahora ya no hay dolor, no habrá más sufrimiento y sólo me queda darte las gracias por enseñarme lo que es el amor. Por dejarme ser muy feliz y sentirme amado de alguna forma.

Yo sé que tú también me amabas, podía sentirlo. Espero verte algún día de nuevo y amarte en ese lugar lleno de paz y tranquilidad. Pero por lo pronto, me toca cuidarte desde donde este, para ser tu ángel como tú lo eres para mí.

Cuídate mucho y se feliz. Te quiero mucho, nunca lo olvides.

Nos veremos algún día, querida lectora. Por siempre y para siempre, tu suicida.

Alex."

Sonreí al terminar e imaginar que este era al fin, el final de mi infierno. Mi mano temblorosa llegó hasta tomar una barra de chocolate escondida debajo de mi almohada. Junto a esta, estaban las pastillas que había tomado del baño, las cuales eran para mi padre. Esas con las que decidí acabaría mi vida.

Sabía y había investigado la cantidad que necesitaría para mi suicidio, por eso guardé un frasco entero para mí. Mordí la barra de chocolate que se mezcló con la aun existente sangre dentro de mi boca, creando una combinación dulzona y metálica.

Un dulce y amargo chocolate que se mezcló con todo en mi boca y me tranquilizó un poco para lo que estaba por consumir. Mi última comida y lo único que me permitía disfrutar, tragué a duras penas todo y miré el frasco, intentando abrirlo con las manos agarrotadas. Imágenes que recorrían mi mente parecían una película mostrándome al inicio todo el dolor y frustración por la que había vívido. Comencé a ingerir entonces las pastillas, una tras otra tragándolas con ayuda de la saliva y sangre en mi boca. Eran pequeñas y accesibles para mi garganta.

Comencé con un par y tras cada mal pensamiento recordado, aumentaba la dosis esperando que se acelerará el proceso de mi muerte lo más rápido posible. No podía esperar más.

"Es un fenómeno" "Maldito raro" "Mariquita" "Eres un imbécil bueno para nada"

Cuando estaba por terminármelas, sentí mi cuerpo más ligero. Ya no sentía el dolor, ya no había nada que sentir. Mi cuerpo flotaba. Yo me sentía recostado en una nube suave y fresca. Lo único que dolía ahora eran mis pensamientos, se me adormecieron las manos, en la cual tenía las pastillas y la carta, dejando que se volvieran puños sin poder controlar mis extremidades.

Me coloqué en posición fetal sintiendo algo extraño en mi estómago antes revuelto, cerré mis ojos después de ver la fotografía de mis padres conmigo en brazos y esa fue la imagen que conservé para ahuyentar los demonios que estaban en mi cabeza mostrándome la mierda de vida que tuve hasta ese momento. Después algo cambió, no podía sentir nada a mi alrededor, pero escuché una voz a lo lejos. Una voz llamándome al inicio con desesperación y después con pánico.

– ¡ALEX! ¡ALEX! – creí que estaba muriendo y esto era una transición normal al delirar, pero era real. Estaba escuchando a Holly.

Mi mente comenzó entonces a transformar lo malo en cosas buenas. Automáticamente mis recuerdos fueron imágenes con mis amigos, los partidos de fútbol donde anoté varios goles, las noches de videojuegos, la tarde de películas. Las risas, los abrazos, las miradas cómplices con los chicos.

Los extrañaría mucho. Extrañaría las ocurrencias de Patrick, los comentarios inesperados de Harry. La seriedad de Demian y la protección de Adrien. Extrañaría nuestro mejor día en la fiesta con Gina. Extrañaría a Holly. Sus abrazos y la sonrisa radiante que tenía al vernos.

– Alex... – la escuche más cerca ahora.

Estaba casi seguro de que era real, pero en mis sueños felices Holly no debería estar llorando. Este no sería el último recuerdo que me llevaría de ella, sino uno donde ella fuera feliz y el cómo me veía tiernamente, tan diferente a todos. Sin lástima, sin asco.

Con amor.

Estaba casi seguro que de ser diferente, de haber tomado mejores decisiones, ella me pudo haber amado de alguna manera como yo a ella. Lo hubiese dado todo por Holly, lo intenté, pero no fue suficiente. Lamentaba tanto no poder hacer más, pero ella merecía lo mejor del mundo y eso no era yo.

Sentí de repente unas caricias en mi cabello, delicadas y suaves. Sabía que era ella y no lograba comprender como había llegado aquí. ¿Sería parte de morir? Estaba casi seguro de que mi subconsciente intentaba que este proceso fuera más aceptable, trayendo a mi memoria su presencia. Ahora no me sentía solo, me reconfortaba tener su recuerdo de todas las formas posibles existentes.

– Alex, estoy aquí. – asegura acariciando mi mejilla.

Ella estaba aquí...

Quise abrir mis ojos, pero ya no podía. Mis fuerzas se iban apagando por completo y mi cuerpo no respondía. El sueño y cansancio eran tal que confundía la realidad con los sueños, casi recuerdos, que inundaban mi cabeza buscando confundir el dolor con felicidad y tranquilidad. Muchos entendían morir con dolor y sufrimiento pero en este momento no había nada de eso, no había absolutamente nada de nada.

– No. Alex... abre-abre los ojos.

No podía.

– ¡ALEX! ¡DESPIERTA POR FAVOR! – gritó desesperada. – Tienes que despertar, te encontré, estoy aquí. No estás sólo, no me dejes Alex. ALEX POR FAVOR NO ME DEJES.

– ¡Llamen a una ambulancia! – escuché a mi primo gritar.

– Alex, por favor. Quédate conmigo. – sentí a Holly muy cerca de mí y me sentí feliz. Estaba en un momento de tranquilidad y paz que tanto había deseado. Sumado a eso, mi linda Holly estaba aquí, dándome ese toque de felicidad al escuchar una última vez su voz.

De repente mi corazón comenzó a fallar. Sentí que bajaba su volumen, podía percibir que cada latido le costaba más. Se sobre exigía demasiado y cada latido era una última fuerza de mi órgano por mantenerme vivo. En cambio, mi consciencia seguía aquí, pero comenzaba a perder el hilo de todo. Estaba sucediendo al fin.

– ¡ALEX! ¡ALEX DESPIERTA! ¡ALEX...!

...

Cuando vuelvo a abrir los ojos un sentimiento extraño me llena el pecho. Sé que sigo vivo porque puedo sentir mi corazón acelerado ante las nuevas sensaciones. El sueño en el que estuve fue demasiado profundo y ahora que puedo percibir mi alrededor todo es diferente, me siento un poco adolorido y confundido.

Entonces miro en donde me encuentro. Es una habitación de tonos claros y hay aparatos extraños junto a mí, tienen una gran gama de botones que desconozco para que sirvan. Mi cuerpo se siente agarrotado y estoy algo aturdido. Soy capaz de ver entonces a Holly sentada en un asiento frente a mi cama, parece estar perdida en sus pensamientos mientras se encuentra en una posición incómoda.

– ¿Holly? – mi voz era extraña, no podía reconocerla. Mi garganta estaba demasiado seca.

– Estoy aquí. – se acercó rápidamente más a mí y entonces vi su linda carita preocupada. – Aquí estoy.

Por mi rostro se dibujó una sonrisa al verla, creí que jamás podría contemplarla de nuevo. Se vería tan hermosa como siempre, con los ojos llorosos detrás de sus anteojos y la punta de su nariz un poco roja. Supe entonces que había estado llorando, como en mis sueños.

– ¿Estoy en el cielo? – pregunté al sentir como su mano recorría mi mejilla, llevando una cálida y satisfactoria sensación a mis sentidos.

– Estás aquí conmigo. Todo va a estar bien. – es entonces que su rostro se llena de lágrimas que consiguen desubicarme.

No entiendo porque llora ahora. Miro a mi alrededor en busca de alguna señal y entonces la realidad llega a mi entendimiento como un balde de agua helada, sacudiendo los últimos sucesos en mi memoria. Los recuerdos se iluminan en mi consciencia y entonces entiendo todo. Yo intenté suicidarme. Al parecer fallé.

– Fui un idiota, lo lamento. Perdóname. – intento pedirle una disculpa y que de verdad entienda mis razones. Pero sé que de todas maneras fue algo egoísta y estúpido de mi parte.

– Estás bien ahora. No importa nada más.

– Yo... yo quería ser bueno para ti. Quise cambiar para demostrarte que te amo y lo arruiné. Ya no podía más te lo juro, me sentía muy mal. No podía con la idea de seguir viviendo así. – las emociones colisionaban dentro de mí. ¿Cómo podría explicarle todo lo que había pasado por mi cabeza cuando tomé esas pastillas?

– Lo sé Alex, pero todo va a cambiar. Todo va a cambiar a partir de ahora y estaremos bien. No te dejaré sólo, estoy aquí. – su seguridad me daba esperanzas. Tal vez sea cierto y esto sea lo correcto. Lo tomaría como una señal de la vida, como otra oportunidad para reivindicarme, hacer las cosas de formas diferentes.

– Yo... lo lamento. No quería hacerte daño con mis decisiones.

– Sólo no vuelvas a intentar dejarme. No puedo soportar perderte. Todos hemos estado muy preocupados por ti. Gracias a Dios llegamos a tiempo, no sé qué hubiera pasado si no...

Imagino por un instante lo que hubiese pasado de ser así y vuelve a mí el dolor que sentía en aquellos momentos. Quiero creer que fue lo mejor, que es una señal el seguir vivo. Pero dentro de mi tengo una gran confusión. ¿Está es una señal para vivir? ¿o es que acaso ni morir puedo hacer bien?

– Gracias. – suspiro cerrando los ojos. No puedo llorar estando ella aquí. Debo ser fuerte. – Gracias por estar aquí...

– Te amo. – aquellas dos palabras son confusas entonces. Mi mente no procesa lo que ha dicho sino hasta que entiendo que es Holly quien me lo dice a mí. Abro mis ojos cerciorándome de que no hay nadie más en la habitación y la miro de par en par.

Me siento en una mejor posición sobre la camilla para mirarle directo a los ojos y la veo sonrojarse. Espero que no esté bromeando porque eso me rompería el corazón una vez más.

– Tu... tu dijiste... ¿dijiste que me amas? – pregunto cauteloso.

– Te amo, Alex. – repite sonriéndome y siento entonces que me derrito por dentro. Las mariposas son pterodáctilos que golpean en mi interior. Todo se mueve dentro mío y mi corazón se acelera demostrándolo en el monitor conectado a mí.

– Definitivamente me morí y estoy en el cielo ¿verdad? – trato de disimular mis nervios, pero la sonrisa en mi rostro no disimula la gran energía que me llena al saber que fui correspondido, que Holly me amaba.

Ella me abraza y me siento en el cielo. Sonrío tranquilo y por primera vez siento que todo lo demás no importa. Si la tengo a ella, vale la pena seguir viviendo un infierno. Con sólo esas palabras hace que me alegre de seguir con vida y entiendo lo que dicen sobre estar enamorado. Las palabras y textos sobre amor, las canciones y poemas decían la verdad. Todo se nubla y los problemas ya no existen.

Existe ella, mi Holly.

Mi vida parece un poco menos miserable y los colores lo pintan todo. Lo había logrado, había conseguido ganarme su amor y eso era lo importante.

...

Han pasado ya unos meses, estamos a punto de hacer un viaje papá y yo en unas vacaciones a la playa. Ya tengo toda la ropa guardada y las maletas hechas.

Acabo de bañarme y miro al espejo empañado, limpiándolo con el dorso de mi mano para observar el cómo mi rostro está limpio de cualquier rastro de cicatrices o moretones desde hace un par de meses. Salgo a mi habitación, viéndome en el espejo de cuerpo completo y ante la seguridad de mi cuarto, me desnudo mirando mi reflejo de pies a cabeza.

Mi piel sigue igual de paliducha que siempre, pero al menos he ganado unos kilos de más ante las exigencias culinarias de mi novia. Amo llamarla así. Ella se ha encargado de alimentarme y yo dejo que me consienta de vez en cuando. He aprendido junto a ella un par de recetas deliciosas, saludables según recomendó el doctor.

Ya no hay dolor en mi cuerpo y eso es extraño. Ya me había acostumbrado a sentir cierta incomodidad diariamente. Ahora que mi padre ha cambiado hasta cierto punto, ni siquiera se me acerca para más de lo necesario, suele sacarme la vuelta, cuando vuelve del trabajo solo se despide para ir a dormir e incluso he escuchado como se asoma a mi habitación en las madrugadas. Le agradezco que haya colocado distancia, ya que no ha sido sencillo tampoco para mí.

Cuando la policía me preguntó sobre las marcas de mi cuerpo, negué cualquier cosa que se hubiese dicho respecto a violencia por parte de mi padre. Inventé excusas sobre patinar y caerme, así como el de causarme muchos de aquellos moretones a propósito, a ellos les encajó en el perfil de un suicida, por lo que no preguntaron más. No quería que le hicieran nada a mi padre por mi culpa. Sentía que iba a odiarme más si le apresaban por mi declaración.

Me coloqué un pantalón de mezclilla y mientras buscaba una camisa en el armario, escuché unos pasos por el corredor hasta detenerse frente a mi habitación. Dos pequeños golpes se escucharon y me acerqué a abrirle mirándolo con nerviosismo. Estaba de pie con la mirada baja y en sus ojos había ojeras pronunciadas junto a sus arrugas.

– ¿Puedo pasar? – pregunta mirándome cauteloso. Yo sin poder hacer nada más, asiento dejándolo entrar.

– ¿Pasa algo? – pregunto curioso. Esta es la primera vez que me pide hablar, así como el que él esté en mi habitación de esta manera.

– Si. Yo... desde que despertaste no había podido hablar contigo como se debe. – dice mirando siempre al suelo y se sienta en la esquina de mí cama.

Coloco la camisa que tengo en mis manos por sobre mi cabeza para vestirme y le miro atento, esperando a que continúe mientras yo busco sus ojos. Él parece avergonzado, evita a toda costa mi mirada y en cambio juega con sus dedos. Sus manos se entrelazan entre si, mirándolas en vez de verme al rostro.

– Cuando vi cómo te sacaban en la ambulancia yo... creí que... – hace silencio y cierra los ojos con fuerza. – Esa noche en la sala de esperas fue de las peores de mi vida. La primera fue cuando tu madre murió. Y ahora... pensé que también iba a perderte.

– Papá. No hay que hablar de esto, está bien. – le digo al ver lo difícil que es para él hacer esto.

– No. No está bien. – dice ahora mirándome directamente a los ojos. Su mirada es serena, pero puedo observar cómo sus ojos están rojizos. – Creí que te había matado, Alex.

– Yo tomé esas pastillas. Tu no me las diste. – digo tratando de calmarlo.

– Tu cuerpo estaba lleno de golpes. Tus marcas fueron hechas por mí. Dijeron que te habían dado morfina por las costillas rotas. – sus lágrimas se desbordan entonces y aquella actitud serena se va al carajo. – Jamás me había sentido tan miserable en la vida como en el momento que te vi conectado a esas máquinas. ¡Le prometí a tu madre cuidarte y mira lo que te hice!

– Papá basta. – pido acercándome a él, con el corazón estrujándose en mi interior.

Se levanta de golpe de la cama y por acto reflejo yo retrocedo inmediatamente. Mi movimiento involuntario hace que él se sienta peor y no puedo evitarlo. Bufa sonriendo con amargura y mira sus manos unos minutos. Sé que le ha dolido esta reacción de mi parte, sabe que aun le tengo miedo, que estoy alerta a cualquier momento en que se desencadene una agresión hacia mí, a pesar de que no me ha tocado desde que volví del hospital.

– ¿Qué clase de padre muele a golpes a su único hijo? Esa chica... tu novia. Me hizo ver lo idiota que fui y no supe que hacer. Ni siquiera tuve el valor de verte todo este tiempo a la cara. Necesito que me perdones, hijo. – dice secando sus lágrimas con el dorso de su mano para analizarme. – Te prometo que seré mejor, entenderé si no quieres hablar conmigo o si prefieres que me aleje. Pero me gustaría que me dieras la oportunidad de ser el padre que no tuviste todos estos años.

– Papá yo no te odio. – le sonrío aguantando el llanto lo más que puedo, permitiéndome ser fuerte. – Estaremos juntos en esto.

– Lamento haberte hecho tanto daño. – dice nuevamente bajando su mirada al suelo. – No sé cómo remediar tanto mal.

– Empecemos paso a paso, ¿está bien? – digo acercándome hasta ponerme de cuclillas frente a él.

– Alex... – dice mirándome a los ojos. – Tienes los ojos de tu madre. – sonríe y acaricia mi mejilla hasta la barbilla. – Dios... la extraño tanto. Ella sabría qué hacer.

– Yo también la extraño papá. – suspiro comenzando a llorar sin consuelo. Me siento extremadamente feliz de haber dado este paso.

Sin soportarlo más, me arrojó a su pecho y le abrazo escondiéndome en su camisa. Sus brazos rodean mi cuello y acaricia mi cabello, escucho como él también ha comenzado a sollozar junto conmigo y juntos pasamos un buen rato en esta posición. Hablamos un poco más sobre cuánto lo sentimos y me sorprendo de que las horas se nos hayan ido volando.

Me ayuda a bajar las maletas al primer piso y cuando subimos al auto, seguimos una charla normal sobre cosas tan comunes como el clima, el marcador de los equipos de futbol y sobre mis amigos. Algo que hace años era imposible, hoy era realidad.

– Espera, le avisaré a Holly que ya nos vamos. – envío un mensaje a mi novia, diciéndole lo feliz que soy justo ahora, prometiéndole que le contaría al volver.

– Me agrada. Tiene muchos pantalones. – dice papá mirándome de reojo. – Logró empujarme para entrar a casa.

– ¿Qué? – pregunto en medio de una sonrisa. –¿Eso hizo?

– Es de las que vale la pena. – se encoge de hombros. – Es fuerte y decidida.

– Si... lo es. – suspiro alegre.

Por primera vez puedo sentir que las cosas van bien. Miro un futuro cuando antes no podía. Siento cosas más positivas de las que jamás experimenté y todo encaja perfectamente en donde debe de estar. Todo se siente tan irreal que me obligo a pellizcarme y cerciorarme de que esto existe y soy yo el que lo vive.

Los chicos y yo teníamos una vida mejor, yo había conseguido el amor de mi linda chica y Lesli, aunque al igual que mi padre, no sabía cómo acercarse, lo hizo. Se sentía mejor después de todo. Conservé mis dudas un tiempo sobre si era lo mejor, pero a veces está bien darse una oportunidad más, aunque todo se vea perdido.

A veces es necesario abrir una página nueva y dejar la que sigue en blanco para escribir nuevas historias. Nosotros decidimos cual va a ser nuestro final. Yo decidí vivir mi segunda oportunidad, la vida da señales y nosotros debemos aprender a escucharlas. Perdonar a quienes nos han hecho daño y continuar.

Entendí que siempre existirían momentos malos y buenos, que de eso se trata la vida. Nada dura para siempre, ni lo bueno ni lo malo, por lo que debemos aprender a disfrutar cada uno, pues permite que atesores lo bueno que existe a tu alrededor. Es de eso que se trataba la vida, de buenos momentos que le daban sentido a quienes somos y quienes deseamos ser. Encontré la paz que buscaba en vida, encontré el amor, la esperanza y las ganas de vivir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro