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Dos semanas sin saber nada de Samuel, dos malditas semanas.
El estado de ánimo de Guillermo no podía estar más bajo, tenía miedo, estaba asustado.
No quería que nada malo le pasara a su Samuel.
—Hola... —dijeron desde detrás.
Aquella voz hizo que el corazón de Guillermo se detuviera.
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