30
—Te quiero —dijo Guillermo, sentándose en la cama de Samuel—. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué no me cuentas?
Y entonces Samuel le contó todo. Le abrió su corazón, contándole todo el sufrimiento por el que había tenido que pasar desde pequeño.
Guillermo se acercó a él y lo abrazó con fuerza.
Samuel lloró en el cuello de Guillermo. Por alguna extraña razón, se sentía seguro en ese lugar. Se sentía seguro con Guillermo, nada podía salir mal si él estaba para protegerlo.
Samuel lo amaba. Había aprendido a amarlo.
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