[02]
Yoongi entró en el hotel con los nervios a flor de piel. Durante el trayecto en coche apenas había hablado y aunque Hyungsik se mostró bastante simpático con él, la vocecita de su cabeza no paraba de advertirle de su comportamiento temerario.
Yoongi sabía el riesgo al que se estaba exponiendo. No era un chico ingenuo, veía las noticias y estaba al tanto de lo que ocurría en el mundo. ¿Pero qué opciones le quedaban? ¿Confesarlo todo y ver cómo el monstruo de su abuelo los ponía de patitas en la calle? ¿Vivir debajo de un puente hasta que la policía los encontrase y los metiesen en distintos orfanatos u hogares de acogida?
Yoongi no iba a dejar que Taehyung pasase por algo así y mucho menos el día de su cumpleaños. Entraría en esa habitación y haría lo que hiciese falta para conseguir el dinero. Quería una vida tranquila para su hermano, no causarle más problemas.
Hyungsik le tocó suavemente el hombro, lo que sobresaltó un poco al menor. Yoongi le siguió hasta el ascensor, percatándose a su paso de la mirada del recepcionista. El hombre de mediana edad no parecía sorprendido, incómodo o asqueado. Probablemente porque llevaba años viendo escenas similares y ya solo le causaban indiferencia.
Yoongi aguardó nervioso a que el ascensor llegase a la séptima planta. Su inquietud no fue disminuyendo por el pasillo ni al entrar en el dormitorio, al contrario; en cuanto pisaron la habitación sintió su corazón a punto de estallar.
—¿Todavía quieres hacerlo?— Hyungsik le miró a los ojos, consciente del dilema que estaba teniendo.
—¿Cómo sé que tienes el dinero?— Yoongi no apartó la mirada, intentaba mostrarse duro —¿Cómo sé que no intentas estafarme?
El joven de cabello castaño sonrió por su expresión; era como ver a un gatito recién nacido intentando parecer peligroso.
—No lo sabes, al igual que yo no sé si has venido a robarme— se quitó el abrigo y lo colgó dentro del armario —Me temo que ambos tendremos que arriesgarnos y confiar el uno en el otro.
—No soy un ladrón— Yoongi se sintió ofendido —Trabajo muy duro para salir adelante.
—Estoy seguro de eso— Hyungsik se había fijado en sus manos —Mira, esto es sencillo. Tú me das lo que quiero y yo te doy lo que necesitas— se sentó sobre la cama —Pero si no estás de acuerdo puedes irte— señaló la puerta —Nadie te obliga a estar aquí.
Yoongi bajó la mirada. En realidad sí estaba en ese lugar por obligación. Quizá no por su parte, al fin y al cabo no le había llevado allí a punta de pistola, pero la vida lo había obligado a dar aquel paso para proteger a su hermano.
El menor se desabrochó el abrigo lentamente. Hyungsik no apartó la mirada de él.
—Date una ducha— pidió amablemente, tomando el abrigo de sus manos para colgarlo al lado del suyo.
El menor obedeció y entró en el cuarto de baño.
—Solo es sexo— se recostó contra la puerta —Puedes hacerlo. Debes hacerlo— respiró profundamente —Tae te necesita.
Yoongi se quitó la ropa mirando a su alrededor. El cuarto de baño era bonito, no tenía lujos extravagantes pero se notaba que era un hotel de buena calidad. La ducha acristalada le recordó a la de un amigo.
—Amigos— murmuró abriendo el grifo. Desde la muerte de sus padres no había vuelto a ver a ninguno. De un día para otro dejaron de hablarle.
Yoongi no pudo disfrutar de la presión del agua, que era infinitamente mayor a la que tenían sus abuelos en casa. Tampoco logró sonreír cuando su vista se desvió hacia la ventana y notó cómo estaba nevando.
A Taehyung le encantaba la nieve y más cuando caía en su cumpleaños. Quizá podría volver a tiempo, quizá si cuajaba lo suficiente podrían hacer un muñeco de nieve por la mañana.
Yoongi apretó el puño con fuerza. Si quería regresar con su hermano tenía que conseguir el dinero.
El chico se secó el pelo con una toalla y se vistió con un albornoz blanco. Abrir la puerta y volver al dormitorio le costó mucho valor. Hyungsik seguía sobre la cama, aunque ya no llevaba la chaqueta del traje ni la corbata.
Yoongi dio unos pasos hacia él, consciente de cómo crecía su nerviosismo.
—¿Quieres beber algo? En el mueble bar hay de todo. Toma lo que te apetezca, corre por mi cuenta.
El menor se acercó un poco intimidado. Aunque Hyungsik le trataba con bastante amabilidad, no dejaba de ser un desconocido.
Yoongi abrió el mueble bar sediento. Hasta ese momento no se había percatado de lo seca que tenía la garganta. Una botella de tequila se cruzó en su campo de visión. Nunca había probado alcohol pero tampoco se había acostado con alguien y mucho menos por dinero, así que le pareció el momento idóneo para tomar un trago.
—¿Puedo?
—Por supuesto.
Yoongi notó cómo su mirada amable había cambiado. Hyungsik le observaba con deseo, lo que apresuró sus ganas de tomar el tequila.
—¿Cuántos años tienes?
—Veinte.
El menor tosió tras el primer trago; su garganta quemaba tanto que creyó que moriría abrasado, pero lejos de apartar la botella siguió bebiendo. Con el tercer trago le cogió hasta el gusto.
—Oye— le quitó la botella —Creo que no estás acostumbrado a beber alcohol.
Aunque Yoongi aseguró que sí lo estaba, su forma de tambalearse desveló todo lo contrario. El chico apenas fue consciente de cómo le quitó la bata de baño. Tampoco percibió el fuerte olor a colonia cuando su rostro cayó sobre la almohada.
«Si los muertos pueden ver a los vivos, por favor, que mis padres no estén mirando» fue el único pensamiento que cruzó su mente antes de entregarse a Hyungsik.
Yoongi despertó solo en la habitación. Se encontraba algo fatigado y mareado, también le dolía la cabeza. Al sentarse al borde de la cama notó un dolor punzante entre las nalgas.
—Mierda— resopló consciente de quién lo había causado.
El hermano de Taehyung se levantó con cuidado. Al lado de la mesilla detectó un sobre junto a una tarjeta. Yoongi sacó los billetes del interior y suspiró aliviado. Hyungsik no le había engañado, allí estaba la cantidad exacta que había perdido hacía apenas unas horas.
—Menos mal— el joven miró hacia el reloj, eran las diez y cuarto de la noche —¡Joder, es muy tarde!
Yoongi iba a vestirse inmediatamente pero se paró abruptamente al notarse pegajoso. Nunca había tenido sexo hasta ese día pero no era tonto y sabía perfectamente a qué se debía. Aunque tenía el tiempo justo para ir a un supermercado, comprar una tarta y regresar al pueblo, primero quiso darse una ducha.
El chico se posicionó debajo del cabezal y abrió el grifo. Cuando iba a trabajar, que era de lunes a sábados y a veces hasta los domingos, solía ducharse en tres minutos. Por una parte lo hacía para no perder tiempo y por otra parte porque intuía que su abuelo le llamaría la atención si gastaba demasiada agua.
Cada vez que se duchaba oía la voz del viejo exigiendo su desayuno. Cada vez que intentaba relajarse bajo el agua no podía. Yoongi deseaba con todo el alma llegar a la mayoría de edad y salir de aquella casa.
El joven miró hacia la ventana mientras se enjabonaba el cabello. Vivir en un hotel debía ser genial. Allí al menos reinaba el silencio.
—Para eso se necesita mucho dinero y yo no tengo donde caerme muerto— murmuró resignado.
Yoongi se quedó bajo el agua durante diez minutos; durante ese tiempo no pensó en nada, solo mantuvo la mente en blanco.
Cuando salió de la ducha tomó una toalla. Había un espejo de cuerpo entero justo enfrente de él. Yoongi recorrió cada centímetro de su piel con sentimientos encontrados. Quizá debería sentirse mal por lo que había hecho, quizá debería sentirse sucio y avergonzado pero no era el caso. Probablemente porque todavía no lo había asimilado, aunque en el fondo de su corazón deseaba haber tenido una primera vez diferente.
El chico se secó el pelo antes de ponerse la ropa. Cuando regresó al dormitorio y vio la cama, se le cruzaron imágenes de lo que había sucedido con Hyungsik por la mente. Yoongi intentó olvidarse de aquello, no tenía tiempo para ponerse a llorar, hacía semanas que había dejado de ser un niño.
Por un momento pensó en llevarse todo lo que contenía el mueble bar pero desistió de la idea; él no era un ladrón y ya se había vendido aquella noche, no necesitaba sumar otro delito a su historial.
Yoongi guardó el dinero en el sobre y se lo metió en el calzado. Dadas las circunstancias ya no se fiaba ni de su sombra. El chico se puso el abrigo y la bufanda, luego cogió la bolsa con el regalo para Taehyung y caminó hacia la puerta. Antes de abrirla recordó la tarjeta que había sobre la mesilla.
El chico retrocedió.
—Park Hyungsik— leyó en voz alta. Debajo del nombre había un número de teléfono. Yoongi miró el lado opuesto de la tarjeta. "Espero volver a verte" vio escrito con tinta de bolígrafo. El joven la tiró en el cubo de basura, luego se dirigió a la salida. Antes de cruzar la puerta resopló muy fuerte.
«¿Y si me veo en otro aprieto? ¿Y si sucede algo en el futuro?»
Yoongi dudó; no pretendía convertirse en prostituto, tampoco pensaba volver a ver a ese tipo, no obstante salió del hotel con la tarjeta de Hyungsik en el bolsillo.
El supermercado no estaba lejos. En el pueblo los comercios cerraban muy temprano pero en la ciudad siempre se podía recurrir a los establecimientos de veinticuatro horas.
El mayor de los Min se dirigió inmediatamente a por la tarta. Había poca variedad en el supermercado y por desgracia no tenían la de fresa y nata que tanto le gustaba a su hermano. Yoongi compró una de limón y merengue. Desconocía a qué sabía el merengue pero aquella tarta italiana se veía muy apetitosa.
El autobús tardó veinte minutos en llegar, un tiempo que se le hizo eterno. La nieve no había cuajado del todo aunque seguía cayendo parcialmente. Yoongi agradeció lo alta que tenía el conductor la calefacción.
El chico se quedó de pie todo el trayecto. Sentarse le dolía y además tenía la sensación de que todo el mundo le miraba. Era una sensación extraña, como si aquellas personas que le acompañaban pudieran ver a través de él. Yoongi sabía que se debía a sus propios remordimientos que, aunque intentaba oprimirlos, comenzaban a surgir con fuerza.
¿Qué diría su madre si supiera lo que había hecho? ¿Su padre estaría avergonzado de él? ¿Y qué pensaría Taehyung?
A las doce menos cuarto llegó a casa de los Kim. Quedaban quince minutos para que terminase el cumpleaños de Taehyung y su abuelo lo estaba esperando con intenciones de cobrar.
—Llegas tarde— dijo desde el salón —¿Tienes mi dinero?
Yoongi ni siquiera se había descalzado y ya le estaba exigiendo el pago.
—Lo tengo en la habitación— contestó con la mayor calma que pudo —Ahora te lo llevo.
El chico solo quería ver a Taehyung, lo único que deseaba era pasar los últimos minutos de su cumpleaños con él, pero tenía que llevarle el dinero o empezarían las amenazas.
Yoongi encontró a su hermano acostado en el futón, de espaldas hacia la puerta.
—Tae— el mayor no recibió ninguna respuesta —Voy a pagarle al abuelo y ahora mismo vuelvo— Yoongi dejó las bolsas en un rincón, tapadas por su abrigo.
No le llevó ni dos minutos entregarle el dinero a Kwanghwan; el hombre se fue satisfecho a la cama tras recibir, lo que según él era suyo.
Yoongi regresó a la habitación con platos y cubiertos. Taehyung seguía en la misma posición, lo que le indicó que estaba enfadado con él.
—Lo siento mucho, Tae— el chico dejó la cubertería en el suelo —He tenido que trabajar más de lo esperado pero ya estoy aquí— sacó la tarta de la bolsa —Todavía es tu cumpleaños. ¿No quieres comer tarta?
Yoongi vio cómo Taehyung se movió un poco.
—¿Has probado el merengue?— cortó varios trozos —Tiene buena pinta, ¿no crees?
El menor se giró lentamente, tenía los ojos rojos.
«Ha estado llorando... Seguro que se ha sentido muy solo» Yoongi se mordió el labio inferior.
—¿A qué sabe el marengue?— preguntó en voz baja.
—Merengue— le corrigió sonriente —No lo sé. ¿Quieres averiguarlo?— alzó el plato.
Taehyung se sentó igual que un perrito tentado por una golosina. Después de meditarlo por poco tiempo tomó el plato con ambas manos. El menor metió el dedo en lo que parecía una nube blanca muy esponjosa y se lo llevó a la boca.
—Mmmm— sus ojos se agrandaron —Está buenísimo.
—¿En serio? ¿Debería probarlo?
—Sí, hyung, pruébalo— contestó tras darle un buen mordisco a la tarta —Está riquísima.
Yoongi sonrió aliviado. Los enfados de su hermano no solían durar mucho y si le dabas dulces duraban incluso menos. El mayor probó la tarta, la mezcla entre limón y merengue era realmente buena.
—Te he traído un regalo— se levantó del suelo.
Taehyung se sorprendió un poco. No esperaba comer tarta, de hecho creyó que Yoongi no llegaría a tiempo para celebrarlo pero mucho menos pensó recibir un regalo.
—Hyung, no tenías que...
—Tenía y quería— le cortó —Feliz cumpleaños, Tae. Espero que te guste.
Taehyung aceptó el regalo agradecido pero también un poco apenado. Sabía lo duro que tenía que trabajar para sacarlo adelante.
—Ábrelo— pidió Yoongi al ver cómo dudaba —No me hagas esperar.
Taehyung siempre tenía la costumbre de romper el papel de regalo pero en esa ocasión lo abrió sin hacerlo añicos. Quizá lo podrían reutilizar.
Los ojos del menor brillaron al encontrarse con el rostro de Tata.
—¡Un cojín!— el chico se levantó emocionado —¡Es un cojín de Tata!— le miró impresionado —Se lo pedí a Mamá hace meses para mi cumpleaños. ¿Cómo lo sabías?
—Te encanta ese corazón con patas y te encantan los cojines— sonrió orgulloso —Dos y dos son cuatro. No hay más.
—Muchas gracias, hyung— lo abrazó con ímpetu.
Yoongi rodeó el cuerpo del menor. Taehyung era un chico muy noble, alguien que apartaba caracoles del camino para que nadie los pisara y hablaba con sus peluches por las noches de cómo le había ido el día. Yoongi sabía que tarde o temprano se convertiría en un hombre hecho y derecho, pero hasta entonces deseaba proteger esa inocencia tan pura.
—Te quiero— le miró a los ojos —Eres el mejor hermano del universo.
Yoongi desvió la mirada. ¿Seguiría pensando igual si supiese lo bajo que había caído esa noche?
—También te he comprado unos auriculares— carraspeó —Los tuyos se caen a pedazos.
Taehyung torció la boca avergonzado. En un momento dado creyó que su hermano lo había abandonado. Las horas pasaban y él no llegaba, causándole una gran ansiedad. El menor se sintió herido y abrumado, ahora sin embargo deseaba no haber pensado mal de él.
—Debes estar cansado, hyung. ¿Nos tumbamos y probamos los auriculares?
—Me parece un buen plan.
Taehyung terminó el tercer trozo de tarta antes de recoger todo. Yoongi quería ayudarle pero el menor no le dejó mover ni un dedo. Después de lavarse los dientes se metió en el futón con el cojín de Tata.
Yoongi se acomodó a su lado, cansado pero feliz por la sonrisa deslumbrante que veía en el rostro de su hermano. Taehyung le comentó que había creado una nueva lista de reproducción y que quería escucharla con él. Las primeras canciones fueron bastante alegres, lo que llevó al menor a cantar cada una de ellas.
Yoongi se sintió contento al escucharle con tanta energía. Cuando empezó a sonar una de sus baladas favoritas se desvaneció su sonrisa.
La voz de la mujer que oía a través del auricular le transportó a esa habitación de hotel de Daegu. Le hizo recordar el olor, los jadeos y el sudor. Le hizo pensar en las palabras que había dicho Hyungsik durante el acto, su mirada y el peso de su cuerpo contra el suyo. Le hizo comprender que aunque había tomado la decisión correcta para salvar a su hermano y esa conclusión era firme para él, vender su virginidad le dejaría una cicatriz de por vida.
Aquella voz suave le llevó a dejar fluir las lágrimas que no pudo soltar en la ducha, le llevó a sollozar como un niño, asustando a Taehyung de sobremanera.
—¿Qué pasa, hyung? ¿Por qué estás llorando?
Pero el menor no obtuvo ninguna respuesta, solo sintió cómo se abrazaba a él, buscando desesperadamente algo de consuelo. Y el chico se lo dio, lo abrazó con todas sus fuerzas mientras el mayor se desahogaba entre sus brazos.
Taehyung jamás supo por qué se derrumbó de esa manera. El llanto que escuchó aquella noche no se volvió a repetir nunca más.
Yoongi se prometió a sí mismo no volver a ver a Hyungsik. En su empeño por ser un buen hermano y no darle un mal ejemplo a Taehyung, se vio obligado a traspasar sus propios límites.
Dada su corta edad y la nula formación profesional, la mayoría de trabajos que conseguía se basaban en la fuerza física. Yoongi no era ningún musculitos pero se las ingeniaba para conseguir los empleos y sobrevivir al trabajo duro.
Taehyung sufría con el ritmo de vida que llevaba. Solo descansaba dos domingos al mes y no dormía más de cinco horas al día. En los últimos catorce meses colapsó en cinco ocasiones pero no se dejó llevar al hospital ni una sola vez.
Cuando se trataba de Taehyung no escatimaba en gastos. Si su hermano tenía que ir al dentista porque le dolía una muela era el primero en acompañarlo, pero si el que tenía dolencias era él, se aguantaba y esperaba a curarse por sí solo.
Taehyung había tenido muchas discusiones con Yoongi por ese motivo.
Escuchar a su hermano llegar de madrugada y no entrar en el dormitorio porque se había quedado dormido en la entrada del agotamiento, le causaba tanto dolor como ver sus manos y pies plagados de heridas.
Taehyung le había suplicado que le dejase trabajar, incluso se había saltado su negativa para pedir empleo en una tienda de la ciudad; pero Yoongi lo descubrió a los dos días y le echó una bronca legendaria.
—¡Tienes la oportunidad de ser alguien en la vida y decides mandarlo a tomar por culo!— le había gritado colérico —¿Es que quieres acabar como yo? ¡Haciendo cualquier trabajo de mierda y cobrando una miseria! ¡Tu trabajo es estudiar! ¡Que mamá y papá tengan al menos un hijo del que se sientan orgullosos!
Taehyung quiso decirle que nunca se sentirían orgullosos del hijo que les quitó la vida pero no lo hizo. Solo lloró, consciente de que el daño que le estaba causando a Yoongi era irreparable.
Y aunque el menor temía que en el fondo lo odiase, Yoongi no lo hacía; solo estaba agotado física y mentalmente.
Cuando lograba apartar algo de dinero siempre sucedía algún imprevisto y los pocos ahorros que tenía se esfumaban como el humo. A veces no podía darle a Taehyung lo que necesitaba porque no tenía de dónde sacarlo. Y eso le carcomía por dentro, le hacía sentir como un inútil, un fracasado que no podía sobrevivir sin venderse por dinero.
Encima tenía que lidiar con gente que se aprovechaba de él. Le aseguraban que recibiría una cantidad y cuando hacía el trabajo y llegaba la hora de cobrar, le daban menos de lo acordado.
En una ocasión estuvo a punto de agredir a un tipo por pagarle menos de la mitad. Si no lo hizo fue por Taehyung; ¿qué sería de él si lo encerraban en un reformatorio? El menor siempre estaba en la mente de Yoongi. Todo lo que hacía lo hacía por su hermano y aunque a veces era duro con él, sobre todo en temas de trabajo, no lo era porque lo odiase, como temía el menor, sino porque quería que se convirtiese en alguien respetable y para eso debía estudiar mucho.
Y en eso Taehyung siempre le obedecía. El menor no tenía vida social, se pasaba los meses estudiando día y noche, hasta que un día conoció a una vecina del pueblo con la que empezó a quedar. Yoongi lo dejó pasar porque no tenía amigos y porque le prometió que sus notas no se verían afectadas por aquella amistad.
Los padres de la chica tenían un centro de masajes en la ciudad. Taehyung les pidió consejo para ayudar a su hermano con los dolores musculares que le afectaban a diario. Su amiga sin embargo hizo algo mejor por él; le sugirió a su padre que le diese una clase intensiva a Taehyung y gracias a eso, el menor pudo ayudar a Yoongi durante años.
Una tarde de domingo, cuando Yoongi estaba tumbado en el suelo y su hermano se encontraba encima de él, poniendo en práctica lo que había aprendido, Taehyung decidió confesarle lo que sentía por su amiga.
—Hyung...— balbuceó nervioso —Lo siento mucho... Hay una chica que me gusta...
—¿Por qué lo sientes?— preguntó algo confuso.
—Porque soy hetero.
Yoongi estaba tan relajado que su cerebro tardó en procesar lo que su hermano estaba tratando de decir. El mayor se giró un poco, lo suficiente para poder mirarle a los ojos.
—¿Y qué con eso?
—Solo que... Espero que no estés decepcionado porque no soy como tú.
Yoongi no supo si reír a carcajadas o abrazarlo efusivamente. Al final hizo ambas cosas a la vez.
—¡Serás tonto!— le dio un leve golpe en la cabeza —Da igual lo que seas, Tae, lo que importa es que la persona que elijas te quiera, te respete, te cuide y te valore. ¿Entiendes?
—Entiendo— contestó sonrojado —¿Entonces no estás decepcionado...?
—Para nada— negó rotundamente; en realidad estaba aliviado. Ser homosexual era difícil y más en un país tan arraigado a lo tradicional como Corea del Sur. Le alegraba saber que su hermano no tendría que pasar por la clase de situaciones que pasaba él.
El romance con aquella muchacha nunca surgió pero Taehyung siempre recordaría su relación de amistad con gran afecto.
En marzo, unos días antes del decimoséptimo cumpleaños de Yoongi, Taehyung tuvo que ser ingresado por culpa de una infección que afectó a su sistema respiratorio. El mayor no tenía dinero para hacerse cargo de los gastos del hospital y como su abuelo era legalmente el tutor de Taehyung, se vio obligado a abonar la cuota.
Yoongi se sintió muy agobiado con toda la situación. La salud de su hermano le tenía muy preocupado y aunque los médicos creían que se recuperaría, el menor no mostraba mejora.
Taehyung era lo único que le quedaba, su única familia. ¿Qué haría sin su hermano? Él era su razón de vivir. Si se iba con sus padres, ¿qué sentido tendría seguir con vida? El cansancio y la desesperación le llevaron a pensar en cosas muy negativas.
Kwanghwan tampoco fue indulgente con él. A pesar de la condición de Taehyung le dejó bien claro que el pago del hospital no era una donación y que quería su dinero de vuelta.
Después de dejar a su hermano con Sangmi, Yoongi se acercó a la sala de espera de la planta. El chico necesitaba estirar las piernas y respirar un poco. Había pedido permiso en el trabajo para estar con Taehyung y eso significaba menos ingresos.
¿Cómo sería capaz de pagar lo del hospital y lo que exigía el viejo de golpe? Yoongi se quedó parado delante de la máquina de café, incapaz de gastar unas pocas monedas en una simple bebida.
«¿Cómo puedo cuidar de Tae si apenas puedo cuidar de mí mismo?»
El chico tomó asiento sobre una de las sillas de la sala. Por muchas horas extras que hiciese, el dinero no le alcanzaba para todo. El cobro impuesto por Kwanghwan se llevaba el sueldo íntegro de la tienda. Con lo que sacaba de otros trabajos tenía que vestir y calzar a Taehyung, comprarle material para la escuela, pagarle el transporte público, llevarlo al dentista, al peluquero y si se enfermaba adquirir medicinas que no eran nada baratas.
Yoongi no gastaba ni un solo won en él. Seguía vistiendo la misma ropa desde que salió de su casa de Daegu y se cortaba el pelo él mismo con el fin de ahorrar dinero. La mayoría de veces caminaba para no coger el autobús y el único dinero que intentaba ahorrar para sí mismo era para sacarse el carnet de conducir y así tener más posibilidades en el mercado laboral.
Pero lo poco que había ahorrado lo había tenido que gastar en cosas más importantes.
El chico sacó la tarjeta de Hyungsik de su cartera. Habían pasado quince meses desde aquel día y se había prometido no recurrir nunca más a él. Y sin embargo ahí estaba, en aquella sala de espera solitaria, con lágrimas en los ojos, a punto de ahogarse en su propia desesperación.
—Quizá ni se acuerde de mí— murmuró mientras marcaba el número con dedos temblorosos.
Yoongi pensó en colgar, lo pensó varias veces pero no lo hizo. Quería ser un buen ejemplo para su hermano, quería ser un chico del que se pudiera sentir orgulloso pero había vuelto a tocar fondo. Después de tanto esfuerzo, de tanta lucha y entrega, se había visto otra vez en la misma situación.
La voz de Hyungsik le sobresaltó tanto que le llevó a levantarse del asiento.
—Sí, eh— carraspeó —Soy Yoongi... Probablemente no te acuerdes de mí...
—Me acuerdo de ti— pronunció con esa calma tan suya —Ha pasado un tiempo pero nunca me olvidaría de un chico como tú.
Yoongi guardó silencio. No supo cómo sentirse al respecto.
—¿Cómo está tu hermano? ¿Pudiste celebrar su cumpleaños con él?
—¿Te acuerdas de eso...?— dijo sin poder ocultar su sorpresa.
—Me acuerdo de todo lo que me contaste— el largo silencio que siguió acompañado de su respiración agitada le hizo pensar que algo no iba bien —Yoongi, ¿qué ocurre?
—¿Podemos vernos? ¿Ahora?
—No estoy en Daegu, de hecho vivo en Seúl— contestó para sorpresa del menor —En cuatro semanas volveré a tu ciudad. ¿Puedes esperar?
—Mi hermano está en el hospital... Yo...
—Dime la cantidad que necesitas.
Yoongi bajó la mirada muy avergonzado. ¿Qué era peor? ¿Deberle dinero a Hyungsik o a Kwanghwan? El menor no lo sabía pero prefería arriesgarse con él.
—Quizá sea demasiado...
—Yoongi, envíame un mensaje con la cantidad y te la haré llegar. No te preocupes y cuida de tu hermano. ¿De acuerdo?
Hyungsik siempre sonaba amable. Siempre transmitía una sensación de absoluta calma. Yoongi aceptó su propuesta y colgó con el corazón en un puño. Había vuelto a caer en la misma telaraña. Había vuelto a hacer lo mismo y lo más triste de todo no era su debilidad, sino el alivio que sintió al saber que podía contar con alguien. Aunque eso exigiera un pago carnal, Hyungsik no le había rechazado, ni engañado, ni traicionado. Su soledad era tan grande que a pesar de saber que no era un buen samaritano, se conformaba con eso.
—¿Quieres?— Yoongi alzó la vista; una muchacha de pelo negro le ofreció un chocolate caliente —Parece que necesitas uno.
El chico dudó pero la joven se lo entregó de tal forma que no le dio opción a rechazarlo.
—El chocolate de máquina no es gran cosa pero calienta el estómago— se sentó a su lado —¿Quién es?— señaló la foto de su pantalla de móvil.
—Es mi hermano. Los médicos dicen que se pondrá bien pero no puedo dejar de preocuparme.
—Te entiendo— miró hacia la puerta —Da igual lo que digan, es imposible no angustiarse.
—¿Y tú a quién has venido a ver?
—A mi novia— contestó con mucha naturalidad —La he traído a Daegu a que conozca a mis abuelos— le dio un sorbo al chocolate —La pobre se ha caído por las escaleras pero no es grave.
—Me alegro de que no sea grave— se guardó el móvil en el bolsillo del pantalón —Por cierto, me llamo Min Yoongi.
—Moon Byulyi— le dio la mano —Perdona, me he criado en Nueva York. No puedo evitar dar la mano.
Yoongi sonrió; eso explicaba su soltura a la hora de hablar de su novia. El chico miró hacia la entrada de la sala y vio a Sangmi.
—¿Tae está bien?— se asustó por su presencia.
—Sí, está bien pero pregunta por ti.
Yoongi resopló aliviado.
—Gracias por el chocolate— se giró hacia Byulyi.
—Descuida. Espero que tu hermano se recupere pronto— se levantó de la silla —Y no te agobies demasiado. El mundo puede parecer un sitio muy frío pero cuando sale el sol, todo mejora.
—Lo recordaré— estrechó la mano de la muchacha —Que se mejore tu novia.
Byulyi asintió. Cuando Yoongi salió de la sala, una joven de cabello rubio entró a los pocos segundos.
—Byul, me han dado el alta— alzó unos papeles y los agitó en el aire —¿Por qué tardabas tanto?— hizo un puchero.
—Estaba hablando con un chico— tiró el vaso de plástico en la papelera.
—¿El que iba corriendo por el pasillo?— vio cómo asentía —Parecía angustiado. ¿Está bien?
—Cuando su hermano mejore, lo estará— Byulyi rodeó la cintura de la muchacha —¿Cómo te encuentras?
—Bien— sonrió alegre —Con ganas de volver a casa.
—Entonces volvamos a Nueva York, Yongsun— la besó en los labios —Volvamos a casa.
Yoongi encontró a Taehyung tumbado sobre la cama, con la misma actitud apática de los últimos días. El menor se alzó en cuanto su hermano pisó la habitación.
—Hyung...
—¿Qué pasa?— se acercó a él —¿Te encuentras mal?— le puso la mano sobre la frente.
—No— negó con la cabeza —He tenido una pesadilla...
Yoongi suspiró de alivio. A Taehyung no le gustaban los hospitales y solía tener pesadillas con bastante frecuencia. Si no hubiera estado tan agobiado no lo habría dejado con Sangmi.
—¿Quieres contármela?
Taehyung le hizo un hueco y Yoongi se tumbó a su lado. El menor se acurrucó sobre el pecho de su hermano y le relató cómo había tenido que huir de un fuego abrasador que engullía toda la ciudad de Daegu. A pesar del esfuerzo por escapar de aquellas ráfagas violentas, Taehyung no logró dar con el camino y pereció entre las llamas.
Yoongi le calmó contándole que él también había soñado varias veces con su propia muerte y que no se trataba de un sueño premonitorio, sino de las consecuencias de estar sometido a tanta presión.
Las palabras y las caricias de su hermano lograron calmar a Taehyung. Yoongi cogió el libro que tenía en la mesilla y continuó leyéndole las aventuras de Hércules Poirot hasta que el menor se volvió a quedar dormido.
El chico dejó la novela en su sitio y abrazó a Taehyung estrechamente, prometiéndose a sí mismo que lograría enviarlo a la universidad y que lo protegería de cualquier situación, por muy difícil que fuese.
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