Historia conectada a Evanescente
Advertencia: Contiene violencia, violencia sexual, pedofilia y lenguaje malsonante.
El paisaje que Yoongi contemplaba a través de la ventanilla del autobús era muy relajante. Las hojas de los árboles mostraban distintos colores debido al otoño. Los prados envueltos por el atardecer le transmitían una sensación de calma, estado que no había podido sentir en los últimos días.
Sus padres habían fallecido en un accidente de tráfico, cambiando su vida y la de su hermano por completo.
El joven se tuvo que ocupar de los preparativos del funeral, de la gente que había asistido a mostrar sus respetos y de la mudanza. Y sin embargo, lo más difícil para él no fue mantener la compostura ante los vecinos, conocidos y amigos de sus padres. Tampoco elegir el lugar del funeral, las flores o empacar las pocas cosas que les permitían llevarse.
Lo más difícil fue tratar con la desolación de Taehyung. Nadie lograba mitigar su dolor, ni siquiera Yoongi.
El mayor desvió la mirada hacia su hermano, que estaba sentado a su lado sujetando un peluche en forma de corazón. La mirada apagada, las ojeras marcadas, Taehyung no mostraba signos de mejora. Yoongi tampoco quería presionarle, apenas habían pasado cinco días desde la tragedia y lo cierto era que él se sentía igual.
Sus abuelos paternos habían asistido a uno de los tres días que duraba el funeral. Como los chicos no tenían otros parientes vivos se vieron en la obligación moral de acogerlos.
Yoongi tuvo que esperar a que concluyesen todos los rituales para trasladarse con su hermano. El pueblo no estaba lejos de la ciudad de Daegu y aun así el contacto entre sus padres y abuelos había sido prácticamente inexistente.
—Tae, nos tenemos que bajar aquí.
Ambos salieron del autobús cargando con sus maletas y mochilas. En la parada se encontraron con una mujer delgada, de cabello gris y melena corta. Era su abuela, Sangmi.
—Llegáis muy tarde— dijo visiblemente molesta, justo antes de echar a andar.
Yoongi frunció el ceño. No era culpa suya que el conductor del autobús conduciese pisando huevos. El chico iba a seguirla pero se percató de que Taehyung se había quedado quieto.
—¿Qué pasa?
—No quiero, hyung— murmuró abrazando el peluche con más fuerza —No quiero vivir con ellos.
—Es esto o vivir en un orfanato y ya te he explicado la mierda de sistema que tenemos en este país— cogió la mochila de su hermano —Muévete antes de que nos vuelva a llamar la atención.
Taehyung bajó la mirada intentando reprimir las lágrimas. El menor avanzó con la vista sobre el suelo.
El pueblo era pequeño, de apenas unos dos mil habitantes. Estaba rodeado de vegetación y las casas mostraban un aspecto antiguo pero acogedor. Taehyung no levantó la mirada cuando oyó unas voces alegres. Imaginaba que pertenecían a unos niños o adolescentes pero no tenía ánimos para socializar.
Sangmi no les preguntó cómo se encontraban ni cómo les había ido el viaje. La mujer permaneció en silencio hasta que llegaron a su hogar. Yoongi y Taehyung se descalzaron en la entrada, se quitaron los abrigos y pasaron al salón tímidamente. Allí encontraron a su abuelo sentado en el suelo, viendo la televisión.
—¡Ya era hora!— bramó Kwanghwan molesto —Llevo media hora esperando.
—Cariño, lo siento mucho. Han llegado con retraso— se dirigió a la cocina —Ahora mismo te sirvo la cena.
—Espero que el arroz de hoy esté mejor que el de ayer— se quejó, ignorando completamente la presencia de sus nietos.
Yoongi no supo qué hacer. Taehyung se mantuvo pegado a él, aún más desconcertado que su hermano.
—Dejad las maletas y sentaros— el hombre de pelo gris les dedicó una mirada severa.
Los chicos hicieron lo que les exigió.
—Aunque no me hablara con vuestro padre, no soy tan desalmado como para dejar a mis nietos en la calle— dio un golpe sobre la mesa de madera —No soy esa clase de hombre, ¿entendéis?
Yoongi y Taehyung asintieron rápidamente.
—Podéis vivir en mi casa hasta que seáis mayores de edad. No os faltará un techo donde dormir ni un plato de comida caliente— tomó un trago de soju —Pero a cambio de mi hospitalidad debéis contribuir con dinero.
—Abuelo, nosotros no tenemos dinero— explicó Yoongi angustiado —Somos estudiantes.
—No, ya no— Kwanghwan negó enérgicamente con la cabeza —Yo no voy a pagar por vuestros estudios. ¿Sabéis la barbaridad que cuesta eso? ¡Ni hablar! Si queréis quedaros aquí tendréis que aportar algo. Vuestra abuela se ocupa de la casa y yo trabajo. ¿Pensáis estar de vagos?
—No, claro que no... Pero podríamos ayudar en la casa— insistió.
—¿Acaso tenéis vagina?— se llevó un palillo a la boca —Las tareas de la casa son cosas de mujeres. Vosotros debéis trabajar como hombres que sois— los señaló a ambos con el dedo —640,000,00 won al mes será suficiente. Entre los dos podéis alcanzar esa cifra sin problemas.
Yoongi apretó el puño por debajo de la mesa. ¿Cómo podía estar emparentado con semejante simio? Aunque llamarle simio sería insultar a una especie de animales mucho más inteligentes que ese sujeto machista y avaricioso que tenía delante.
—Es mucho dinero, hyung...
Yoongi percibió cómo Taehyung lo tomaba de la mano. La piel de su hermano estaba fría y el contacto le hizo sentir un pequeño escalofrío.
—En el pueblo hay sitios donde trabajar. También podéis hacerlo en la ciudad— cogió el vaso para beber y vio que no quedaba bebida —¡Soju!— gritó hacia la cocina —No os cobraré el mes de octubre pero a partir de noviembre quiero 640,000,00 won en mi mesa. Cada fin de mes, sin excepción.
Yoongi tragó saliva. ¿Cómo iba a conseguir esa cifra todos los meses? Jamás había trabajado, no tenía ninguna clase de experiencia. ¿Quién lo iba a contratar? Encima su hermano lo tenía aún más difícil. Físicamente era más pequeño que él y no aparentaba trece años.
Sangmi le llenó el vaso de soju a su marido mientras Yoongi seguía meditando la situación.
En un país como Corea del Sur, las personas sin estudios no eran bien vistas, sobre todo las que dejaban la escuela. A Yoongi no le importaba lo que pudieran decir de él pero sí le preocupaba el trato hacia su hermano.
Sus padres, Kiyong y Yoonhee, le habían dicho que como hermano mayor que era, debía proteger a Taehyung. En ese momento comprendió la importancia de aquellas palabras.
—Abuelo, te daré el dinero que pides pero por favor deja que Tae siga estudiando.
El menor se sorprendió más que el viejo de cara cuadrada y expresión tosca.
—No voy a pagarle los estudios a tu hermano— tomó otro trago y se limpió la boca con la manga de la camisa —De ninguna manera.
—Se los pagaré yo— aseguró Yoongi, conteniendo la rabia.
—Chico, para eso tendrás que trabajar muy duro. ¿Estás seguro de que el enano merece la pena?— miró a Taehyung con cierta duda.
«Mi hermano siempre merece la pena, maldita sanguijuela»
—Si tu hermano no contribuye tendrás que darme tu sueldo íntegro.
Yoongi aceptó sus exigencias de mala gana; Taehyung quiso protestar, pero no se atrevió delante de su abuelo.
Sangmi sirvió la cena, primero a Kwanghwan, luego a sus nietos y por último a sí misma. La porción del hombre era la más grande y también la más variada. A su marido le había servido un chuletón de carne de calidad poco hecho mientras que los demás tenían zancos de pollo frito para cenar.
Taehyung no se dio cuenta de ese detalle pero Yoongi sí. No pudo evitar torcer el gesto al ver el ridículo tamaño de su cuenco de arroz y el vaso de agua del grifo que lo acompañaba.
—Cuando traigas dinero a mi casa tendrás más comida— Kwanghwan masticó la carne ruidosamente. Un líquido se le deslizó por la comisura de los labios —El que aporta come mejor.
Yoongi apretó los palillos irritado. ¿Acaso así había tratado a su padre? ¿Así lo había criado y por eso no tenían contacto? El joven comió con desgana, oyendo los comentarios xenófobos y racistas que hacía el viejo al escuchar las noticias sobre inmigración en la televisión.
Taehyung intentó reprimir las lágrimas mientras ingería los alimentos con la cabeza agachada. No quería estar allí, no quería vivir con esa gente desconocida, solo deseaba volver a ver a sus padres; esos padres que siempre habían sido cariñosos con él y que ahora, por su culpa, estaban muertos.
—Voy a tomar un baño— Kwanghwan eructó delante de todos para sorpresa de sus nietos.
—Ahora mismo te lo preparo— Sangmi dejó de cenar inmediatamente y se levantó de la mesa.
A Yoongi le costó tragar el arroz del asco que le hacía sentir ese hombre. ¿Quién era Sangmi? ¿Su esposa o su sirvienta?
Taehyung no advirtió ese comportamiento, se había aislado en su mente.
—Estáis en la edad de salir con chicas y en el pueblo hay algunas muy lindas— se hurgó entre los dientes con un palillo —No os voy a decir que no liguéis con ellas porque yo también he tenido vuestra edad y sé lo que os apetece hacer— rió mostrando su sucia dentadura —Pero no dejéis a ninguna preñada. No acogeré a nadie más.
Yoongi tuvo que contener las ganas de poner los ojos en blanco; a él le gustaban los hombres así que no tenía que preocuparse por dejar a alguno embarazado.
Taehyung desvió la mirada hacia la maleta, donde había dejado su peluche favorito. El chico no escuchó el comentario del viejo, solo quería abrazar a Tata.
Después de irse a tomar un baño, Sangmi recogió la mesa del salón. Yoongi y Taehyung quisieron ayudarla pero la mujer no les dejó.
—Si os ve se va a molestar— aseguró —Sé que mi hijo os ha educado de otra forma pero en esta casa no podéis hacer lo que queráis. Debéis seguir las normas del abuelo, ¿comprendéis?
Yoongi y Taehyung no entendían las normas de ese Señor pero asintieron sin discutir. No era su casa, eso les estaba quedando claro y por lo tanto debían adaptarse a las reglas de ese hogar.
—Desayunamos a las seis de la mañana. Yo como a las doce, vuestro abuelo come en el trabajo. Si estáis aquí podéis comer conmigo— Sangmi empezó a fregar los cacharros —La cena es a las cinco y media. A las diez de la noche debéis estar en la cama, a menos que no podáis por temas de trabajo. ¿Entendido?
—Sí— contestaron los dos al unísono.
—A vuestro abuelo no le gusta que gente extraña pise su casa así que no podéis traer a nadie— explicó con la mirada en el fregadero —Los animales tampoco están permitidos. No vamos a acoger a perros o gatos abandonados.
Taehyung bajó la mirada disgustado; Yoongi se preguntó si al menos tenían permitido respirar.
—Sé que no queréis estar aquí pero así son las cosas ahora— Sangmi se secó las manos y los miró a ambos —Cuanto antes os acostumbréis, más fácil será para todos.
Los jóvenes siguieron a su abuela por el pasillo. La casa de planta baja no era muy grande, tenía una entrada de tamaño normal, un salón mediano, una cocina pequeña y dos dormitorios. El diseño interior era bastante tradicional.
—¿Es la habitación de papá?— preguntó Taehyung al ver el cuarto.
—No, es una habitación de invitados. Antes vivíamos en la gran ciudad pero cuando Kiyong se fue a vivir con vuestra madre, nos mudamos a este pueblo.
—¿Por qué nunca habéis venido a visitarnos?— quiso saber Yoongi —¿Por qué no teníamos ninguna clase de contacto?
Sangmi le miró cómo si hubiese estado esperando esa pregunta.
—Mi marido quería que vuestro padre se casara con la hija de su mejor amigo. Kiyong accedió a cambio de que le dejase estudiar en la universidad. Allí conoció a Yoonhee y se enamoró de ella. Mi hijo quiso que su padre cancelase la unión pero no lo hizo, se negó y le exigió mantener su palabra. La boda siguió en pie, sin embargo a un solo mes de iniciarse, apareció Kiyong con vuestra madre. Yoonhee estaba embarazada de ti, Yoongi.
El mayor de los Min no supo qué decir. Estaba tan sorprendido como Taehyung.
—Ese día hubo una pelea muy fuerte entre mi marido y mi hijo. Kwanghwan no le perdonó la falta de respeto hacia él y la familia de su amigo, ni tampoco lo que hizo posteriormente.
—¿Qué hizo?— preguntó Taehyung.
—Vuestro padre renegó de su apellido Kim y aceptó el de su mujer, Min. Eso fue una traición imperdonable.
Yoongi sabía que las mujeres coreanas, a diferencia de muchas occidentales, mantenían su apellido aún después de casarse. Que su padre hubiese aceptado el apellido de su esposa era más que una declaración de guerra; era una manera muy directa de decirle que para él estaba muerto.
«Eso debió dolerle más que una patada en los huevos. Bien hecho, papá»
—Vosotros no tenéis la culpa de lo que sucedió pero por favor, no toquéis el tema. Sigue siendo algo muy frustrante y doloroso para vuestro abuelo.
—No lo mencionaremos— Yoongi se mostró amable aunque sabía que Sangmi no le había contado toda la verdad y que probablemente nunca lo haría. A pesar de intuir que su abuelo le había hecho la vida imposible a su padre, Yoongi no quiso conocer más detalles.
La mujer se retiró y Taehyung cerró la puerta.
—Siempre creí que ambos se apellidaban Min y que era una bonita coincidencia— murmuró el menor con lágrimas en los ojos —Papá debió querer mucho a mamá.
—Y ella a él— le apretó el hombro —Vamos a ordenar esto.
El cuarto de estilo tradicional era muy pequeño. No había camas ni tampoco cómodas, solo un armario de madera y una librería cogiendo polvo. Ambos estaban acostumbrados a dormir en camas y a tener su propio espacio, pero hasta ese pequeño detalle había cambiado.
El mayor empezó a sacar la ropa de las maletas y a colocarla dentro del armario. Taehyung se ocupó de desplegar el futón sin estorbar a su hermano. Ninguno dijo nada durante ese rato, no podían dejar de pensar en el pasado de sus padres.
Después de ponerse la ropa de dormir, ambos se acostaron dentro de la colcha. Ni siquiera eran las siete de la tarde pero no tenían ganas de ir al salón a hablar con sus parientes.
—Solo tenemos que aguantar unos años. En cuanto sea mayor de edad volveremos a Daegu.
—Hyung, no quiero que dejes de estudiar por mí— se abrazó al peluche —Podemos trabajar los dos.
—Tae, necesito que seas fuerte— se giró hacia él —Necesito que estudies mucho para que en un futuro seas una persona culta e independiente.
—Pero... ¿Y tus sueños? Si dejas de estudiar...
—Mis sueños ya no importan— le cortó —Lo que importa es que salgamos adelante.
Taehyung se mordió el labio inferior. Si no hubiera ido a esa estúpida fiesta ahora estarían en casa con sus padres. Si les hubiera hecho caso, nada habría pasado. El menor no pudo contener las lágrimas ante tal sentimiento de culpa.
—Lo siento...— sollozó —Lo siento mucho, hyung... Lo siento de verdad...
Yoongi no logró consolarlo, ni siquiera pudo abrazarlo. El dolor que tuvo que reprimir durante los últimos días le golpeó de lleno al oír el llanto de su hermano. Las lágrimas brotaron de sus ojos sin piedad, trayendo consigo muchos recuerdos a su mente. El joven se encogió, apretando el rostro contra la almohada.
Taehyung se percató de que estaba llorando, a pesar de sus propias lágrimas oyó la pena y el dolor de su hermano. El menor soltó a Tata y abrazó a Yoongi por la espalda, escondiendo el rostro entre su piel.
En esa habitación pequeña y solitaria, ambos comprendieron que solo se tenían el uno al otro.
Los primeros días en el pueblo pasaron más rápido de lo esperado. Taehyung volvió a retomar las clases a pesar de no querer regresar a la escuela. Ni él ni su hermano disponían de dinero para cambiarlo de colegio y tampoco era recomendable a mitad de curso. Como la matrícula estaba pagada, el menor no tuvo más remedio que asistir.
—El año que viene irás a uno público— le prometió Yoongi —Solo tienes que aguantar hasta febrero.
Taehyung no se relacionó con nadie a su vuelta. No quería tener ninguna clase de contacto con la gente de la fiesta y tampoco se sentía cómodo con sus compañeros, que lo miraban con pena y a veces hasta con burla.
El menor se prometió a sí mismo estudiar sin descanso, llegar a la universidad y graduarse por Yoongi. Quería compensar a su hermano por todo el daño que había causado, porque si de algo estaba seguro, era que la muerte de sus padres había sido culpa suya.
Yoongi dejó la escuela el mismo día que acompañó a Taehyung a clase. Su abuelo le comunicó esa mañana que el banco se había quedado con la casa de sus padres y que no quedaba nada de la herencia.
El chico intentó que Kwanghwan le adelantase un poco de dinero y juró que se lo pagaría con su primer sueldo, pero el hombre se negó rotundamente.
—¿Piensas que soy un banco?— dijo con voz áspera y expresión hosca —Ya estoy siendo muy generoso dejándote vivir en mi casa. No seas maleducado.
Y ahí se acabó la conversación.
Yoongi comprendió enseguida que no podía contar con ellos. Kwanghwan mandaba en esa casa y era un tipo avaricioso. Sangmi resultó menos antipática que él pero nunca le contradecía, solo obedecía las órdenes de su marido sin rechistar.
Yoongi recorrió todos los pueblos de los alrededores y logró conseguir un trabajo a tiempo parcial. Durante la semana repartía publicidad y hacía algunos encargos que consistían en podar el jardín o pintar el garaje de algún vecino.
En noviembre recibió su primer sueldo pero de aquel dinero no quedó ni un solo won para él o Taehyung. Yoongi advirtió que debía trabajar aún más horas y tomó otro trabajo en una tienda del pueblo, donde repartían a domicilio.
Taehyung pasaba la mayor parte del tiempo solo. Su hermano salía de casa a las siete de la mañana y a veces no volvía hasta las nueve de la noche. El menor mataba las horas estudiando. Cuando necesitaba despejarse solía dar algún paseo por el pueblo, ver películas u observar a su abuela cocinando.
Taehyung intentó acercarse a ella, dado que iban a vivir juntos pensó que sería bueno crear una relación, pero Sangmi siempre se mantuvo distante. Hasta que en una ocasión le dijo;
—Te pareces demasiado a tu madre... Solo tengamos un trato cordial.
El menor sabía que su padre le había puesto el nombre de Taehyung en honor a su suegro, un hombre valiente e íntegro que murió rescatando a unos niños de ahogarse en el mar. Taehyung no tenía muchos recuerdos de su abuelo materno pero sí recordaba a su abuela Mihee con mucho cariño. La familia de su madre siempre fue afectuosa mientras que la de su padre era todo lo contrario.
Desde ese día, el joven dejó de buscar la atención de Sangmi.
Con el invierno llegó el cumpleaños de Taehyung; el primero sin sus padres.
Yoongi se recostó sobre el marco de la puerta. El menor estaba sentado en el suelo del dormitorio, estudiando para su próximo examen.
—Lo siento, Tae... Sé que es domingo pero no puedo tomarme el día libre.
—No importa, hyung— respondió con actitud apática —De todas formas no hay nada que celebrar...
Yoongi se acercó y se sentó en cuclillas delante de él.
—¿Qué dices? Es el día en que nació mi hermanito, por supuesto que lo vamos a celebrar— sonrió ampliamente —Te prometo que pasaremos la noche juntos.
Taehyung asintió a pesar de la tristeza.
—Espérame— le revolvió el cabello antes de salir de la habitación.
Las horas pasaron a cuentagotas para ambos hermanos. Taehyung solo abandonó el dormitorio durante la comida. El chico no quería ver a sus abuelos y mucho menos conversar con ellos. A Kwanghwan le gustaba hablar sobre política o mejor dicho, le gustaba quejarse de los extranjeros que venían a Corea.
El joven no podía soportar los comentarios racistas que salían constantemente de su boca pero tampoco tenía permitido llamarle la atención. Kwanghwan no era la clase de persona que toleraba otras opiniones y menos en su propia casa.
El menor no estaba de humor para aguantarlo en una fecha como ese, por eso se aisló en su dormitorio.
A pesar de lo ocupado que estaba, Yoongi no dejó de pensar en su hermano. Quería pasar su cumpleaños con él pero por desgracia no podía. Ganar dinero era la prioridad, ganar dinero era la manera de proteger a Taehyung.
El chico resopló satisfecho cuando terminó su turno y comprobó el sobre. Lo mejor de aquel duro día de trabajo fue recibir el sueldo. Como mañana era fin de año y su jefe se iba de viaje, la tienda se mantendría cerrada.
Yoongi sonrió. Había logrado ganar 832.000,00 won en todo el mes, 192.000,00 won más que el anterior. Ahora sí podía comprarle una tarta y algún regalo a su hermano y celebrarlo con él hasta tarde.
El joven de cabello negro se abrigó bien y salió al exterior. Eran las seis de la tarde y ya había oscurecido. Yoongi odiaba el invierno, sobre todo desde que trabajaba en la calle.
El chico decidió tomar el autobús e ir a Daegu. Las tiendas de los pueblos estaban bien pero prefería regalarle a Taehyung algo del centro. Allí había mucha más variedad y también cerraban más tarde.
El mayor de los Min sonrió durante todo el trayecto. Estaba orgulloso de sí mismo por haber logrado su objetivo y también estaba contento por poderle comprar algo a su hermano.
En cuanto se bajó del autobús se dirigió hacia la primera tienda. Allí compró un cojín de Tata, el personaje favorito de Taehyung y unos auriculares nuevos. Los que usaba el menor estaban tan desgastados que solo podía oír por el lado izquierdo.
Yoongi no pudo evitar pararse al lado de la tienda de música. El piano eléctrico del escaparate le llamó inmediatamente la atención. Yoongi sintió un leve cosquilleo en los dedos; hacía tiempo que no tocaba un piano y probablemente nunca más lo volvería a hacer.
—No importa— bajó la mirada hacia sus manos callosas —Ya no servís para tocar música.
A pesar de sus propias palabras, no pudo evitar sentir una profunda tristeza. El joven prosiguió su camino distraído. Estaba tan apagado y ensimismado que tropezó con un hombre.
—Lo siento— se disculpó rápidamente. El desconocido hizo un leve movimiento con la mano, como quitándole importancia y siguió su camino.
Yoongi resopló; luego entró en una pastelería. La dependienta, una joven de piel tostada y cabello rubio le saludó amablemente.
—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarte?
—Quería una tarta de fresa y nata para mi hermano. Como esa— Yoongi señaló una de las que tenía detrás del mostrador —Hoy es su cumpleaños.
—Esa es una gran elección. Seguro que le va a encantar— sonrió cordialmente —Ahora mismo te la preparo.
Yoongi esperó pacientemente a que la muchacha terminase de envolverla. A Taehyung le encantaban las fresas, sobre todo en las tartas. El chico miró el reloj; todavía era temprano, todavía podía comprar Tteokbokki y coger el próximo autobús.
—¿Algo más?— preguntó la joven.
—No, eso es todo— Yoongi se quedó estático al no dar con su cartera. El chico metió las manos en todos los bolsillos del abrigo, hasta en los de su pantalón pero no pudo encontrarla —No está.
—¿Qué sucede?
—Mi cartera no está— dijo con voz ahogada —¿Por qué no está? ¿La he perdido?— Yoongi miró a la dependienta asustado —Seguro que se me ha caído. Por favor, guarde el pastel. Volveré a por él.
Yoongi no esperó a escuchar una respuesta, salió de la pastelería rápidamente en busca de su cartera. El chico recorrió todo el camino de vuelta, mirando el suelo cuidadosamente, preguntando en la tienda donde había comprado e incluso yendo otra vez al servicio que había usado.
Pero no encontró nada.
—¿Qué voy a hacer?— el pánico fue aumentando con el paso de los minutos —¿Por qué he tenido que guardar el sobre dentro de la cartera?— se lamentó una y otra vez.
Yoongi no comprendía cómo la había perdido. Era un chico muy cuidadoso, ¿cómo había sucedido? En ese instante se le cruzó aquel hombre por la mente.
—El tipo con el que choqué— murmuró para sí mismo, en medio de un río de gente —¿Me robó la cartera?
Yoongi se mordió el labio con rabia. Si aquel desconocido le había robado, entonces estaba bien jodido. Era menor de edad, por lo que no podría poner una denuncia en la comisaría e ir con su abuelo quedaba descartado. El viejo no podía saber que había perdido más de la mitad del dinero. Lo que guardaba en casa de los Kim era el sueldo de los trabajos que había realizado para sus vecinos. El pago fuerte estaba en ese sobre.
Alguien lo empujó y Yoongi cayó al suelo. Allí, arrodillado sobre el asfalto, fue plenamente consciente de lo que significaba regresar con las manos vacías.
Su abuelo había sido claro; no estaban en su casa y si no le pagaba todos los meses, los echaría a la calle.
—¡Eh, imbécil!— un hombre con traje chocó contra él —¡No estés estorbando!
Yoongi ni siquiera fue consciente de los insultos de ese individuo, la desesperación se estaba apoderando de él. El joven se levantó del suelo y echó a correr entre la multitud. No sabía hacia dónde corría ni tampoco le importaba, solo necesitaba salir de aquella masa de gente.
Yoongi se paró en un parque. Hacía mucho frío y el aire gélido le causó daño en la garganta. El chico se agarró el pecho, intentando regular su respiración agitada. Debía buscar una solución, debía encontrar alguna excusa creíble. Decirle la verdad no serviría de nada. Kwanghwan no era la clase de persona que comprendía una situación como esa.
Yoongi pensó en decirle que su jefe le había congelado el sueldo durante un mes por problemas económicos pero dado que se conocían, la mentira podría ser descubierta antes de dos días.
El chico se sentó sobre un banco, ignorando lo frío que estaba. Mientras intentaba encontrar una solución desvió la mirada hacia la bolsa. Al ver el cojín pensó en Taehyung. Los ojos se le llenaron de lágrimas. ¿Por qué no había tenido más cuidado? ¿Por qué no había estado atento? Taehyung era su responsabilidad y le había fallado. Justo el día de su cumpleaños le había fallado.
Yoongi se vino abajo. El joven escondió el rostro entre sus manos y lloró de rabia. Allí aguardó durante minutos, en aquel parque apartado, deseando que lo alcanzase un rayo y se acabase su miserable existencia. Pero por mucho que desease morir, y lo deseó, no ocurrió nada.
La gente seguía paseando por las calles, comprando, riendo, comiendo e ignorando a aquel chaval que les observaba lloroso desde la lejanía. Yoongi se limpió las lágrimas y se quedó inmóvil por más de veinte minutos. Hasta que alguien tomó asiento a su lado.
—¿Estás bien?— le preguntó en un tono calmado.
—No— se oyó decir —No puedo volver— su voz tembló por el frío pero también por miedo.
—¿Por qué no puedes volver?
Yoongi le contó todo lo que había sucedido. Le habló sobre la muerte de sus padres, sobre lo aprovechado que era su abuelo y también le habló sobre Taehyung y que este le esperaba para celebrar su cumpleaños.
El chico no supo por qué le abrió su corazón a un extraño. Quizá porque era un adulto y tenía la esperanza de que lo ayudase o quizá porque la desesperación lo había engullido del todo; o ambas. Pero aquel joven no le interrumpió en ningún momento y tampoco se mostró desinteresado. Eso le animó a seguir hablando.
—Parece que no estás pasando por un buen momento— dijo el desconocido de pelo castaño —¿Cuántos años tienes?
—Quince.
—¿Sabes?— pasó el brazo por sus hombros —Yo puedo ayudarte— le sonrió y la mirada de Yoongi se iluminó —Puedo darte el dinero esta misma noche.
—¿De verdad?— la esperanza regresó de golpe.
—Sí— asintió con la cabeza —Solo tienes que darme algo a cambio— se inclinó un poco para acercarse a su oído —Solo tienes que venir conmigo a un hotel, ya sabes, a pasar el rato. Después te daré el dinero que necesitas.
La expresión de Yoongi cambió bruscamente.
—Estaré en aquel coche— señaló hacia un deportivo negro —Te doy diez minutos. Piénsalo.
Yoongi no supo cómo reaccionar. No supo si el calor que le entró fue de rabia o vergüenza. Tampoco supo por qué no se levantó y le dio una patada en los genitales. Eso es justo lo que hubiera hecho hace unas horas. Eso es justo lo que hubiera hecho si no se lo estuviese planteando.
Yoongi miró hacia el cojín. Taehyung le estaba esperando, a pesar de lo doloroso que estaba siendo ese día para su hermano, Yoongi estaba convencido de que el menor le estaba esperando.
—¿Qué hago?— murmuró observando su propio vaho —No puedo estar pensando en hacerlo...— desvió la mirada hacia el vehículo.
«Ese tipo tiene entre veinte y veinticinco años de edad, es un puto pedófilo»
—Y quizá hasta un asesino— se contestó a sí mismo.
«Razón de más para salir corriendo»
—¿Y a dónde voy? ¿A esa casa para ver cómo nos echa el día de su cumpleaños?— apretó el puño —Esa garrapata está deseando deshacerse de nosotros.
«¿Y si no vuelves? ¿Y si mueres en ese hotel?»
—Entonces Tae tendrá una buena excusa— sonrió con tristeza —El viejo no lo echará si no cobra porque me han matado.
«Esto no es una broma»
Yoongi se levantó del banco y fue caminando hacia el vehículo.
«No eres esa clase de chico. Date la vuelta. Busca otra solución»
La puerta del coche se abrió en cuanto se acercó.
Yoongi dudó.
«Si das un paso como ese no hay vuelta atrás. Tu vida cambiará por completo»
—Y si no lo doy cambiará igualmente y también la de Tae— susurró —No hay otro camino.
Yoongi entró a pesar de sus propias advertencias. El joven tomó asiento en la parte del copiloto.
—Has tardado nueve minutos. Pensé que me iría sin ti— dijo sin ocultar su satisfacción —¿Cómo te llamas?
El menor no quiso contestar. Se mantuvo quieto, sujetando la bolsa con el regalo para Taehyung.
—Parece que no quieres decírmelo— observó cómo tiritaba. La calefacción estaba alta así que dedujo que se debía al miedo —No te voy a hacer daño.
Yoongi desvió lentamente la mirada hacia sus ojos; eran muy oscuros.
—Nadie te obliga a estar aquí. Si no quieres hacer esto, puedes bajar del coche.
El menor lo pensó pero ¿cómo resolvería lo del dinero?
—Yoongi— agarró el cinturón —Me llamo Yoongi.
—Yo soy Hyungsik— sonrió y puso el vehículo en marcha.
«Ya sabes el nombre de tu asesino, pedazo de imbécil. Ahora te va a violar, descuartizar y tirar en un descampado»
El hermano de Taehyung tragó saliva. Fuera un asesino o no, ya no había vuelta atrás.
Si estás aquí es porque lees Evanescente. Si lees Evanescente esta historia existe por y para ti. Sin tu apoyo solo seguiría siendo una idea en mi cabeza. Gracias a ti ha dejado de ser un simple pensamiento; gracias a ti ha cobrado vida. Espero que disfrutes de este viaje al pasado de los hermanos Min. Cada uno de los seis capítulos de Sui Géneris están escritos con cariño y dedicación. Ojalá esta historia te guste tanto como me ha gustado a mí crearla.
Un millón de gracias,
Spring 🌸
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