𝑐𝑜𝑛𝑓𝑒𝑠𝑠𝑖𝑜𝑛𝑠
“Porque todo lo bueno empieza
con un poco de miedo”
Salió del baño en suite con un lento caminar, observó a Utahime, quien la miraba expectante mientras dejaba encima de la mesa de noche, el objeto que tenía en manos.
—No puedo creerlo —dijo sentándose sobre la cama y colocando las palmas de sus manos sobre su cara en busca de alivio alguno.
—¿Le dirás? —preguntó la pelinegra sin saber exactamente qué decir en aquellos momentos.
—Claro que si —hizo una pausa—, solamente que no sé cuándo y cómo decírselo.
—Pienso que lo mejor sería hacerlo cuánto antes posible —dijo su Iori colocándose a su lado y acariciando su hombro en un intento de reconfortarla—, sabes que algo como esto no puede pasar tanto tiempo desapercibido.
—Crees que él… ¿Se enoje conmigo? —levantó su cabeza para mirarla.
—Suguru te ama, Shoko —la abrazó—, él no se enojaría por esto.
—Teníamos otros planes, esto solo complica las cosas —se lamentó.
—Entonces crearán nuevos planes, no hables de esto como si fuera lo peor que te haya pasado.
La castaña sonrió.
—Supongo que es hora de irme a casa —dijo poniéndose de pie.
—Te acompaño a la puerta —Utahime tomó su mano y se encaminaron a la salida de su departamento.
Ambas se despidieron con un cariñoso abrazo, prometiendo volver a verse la semana próxima o cuánto antes posible. Shoko caminó pocos metros hasta encontrar su coche estacionado, al cual subió y dirigió a su hogar. El recorrido de vuelta fue extrañamente rápido, para su gusto, no había alcanzado siquiera en procesar todo lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos.
Bajó unas cuantas bolsas de compras, que había hecho antes de decidir visitar a su mejor amiga, y se adentró a su vivienda. Sentía su cuerpo demasiado cansado, incluso más de lo normal; suspiró al recordar lo que habían hablado con Utahime, estaba tan preocupada y nerviosa, aquellos pensamientos no paraban de rondar en su cabeza.
Observó el reloj de la sala, su esposo llegaría en unos pocos minutos del trabajo, lo mejor sería comenzar a cocinar, de seguro volvería hambriento. Lavó sus manos, recogió su cabello en una coleta baja y puso manos a la obra para preparar la cena.
A Shoko siempre le agradó cocinar y más aún cuando alguien halagaba su comida, Suguru solía hacerlo constantemente, por lo cual ella disfrutaba cocinar para él y oír sus cumplidos, no mentiría, realmente alimentaba su ego.
Sin embargo, esta vez no le estaba gustando tanto hacerlo, los olores a los que normalmente estaba acostumbrada, eran realmente fuertes para su agrado últimamente, pero ahora le revolvió el estómago y no pudo evitar salir disparada en dirección al baño para vomitar lo poco que había comido en la tarde.
El agrio sabor en su boca la descompuso aún más, provocando nuevas arcadas, haciendo doler su garganta y abdomen, se estaba poniendo demasiado nerviosa y la tensión en su cuerpo no hacía más que empeorarlo todo.
Fue entonces que sintió como alguien sostenía su cabello y acariciaba su espalda en busca de aplacar sus emociones.
—Tranquila, amor.
La voz de su esposo la tomó por sorpresa, pero también ayudo a que sus nervios se esfumaran. Él estaba allí, inclinado a su lado, ayudándola y tranquilizándola con dulces palabras, quiso llorar. Demonios, ¿desde cuándo era tan sensible?
Después de quedarse sin fuerzas para seguir vomitando, levantó su cabeza para mirar al pelinegro. Este tenía una expresión de preocupación acentuada en su rostro, pero le demostraba una tierna sonrisa con tal de no ponerla aún más nerviosa.
—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó mientras la ayudaba a ponerse de pie.
—Me siento mejor —asintió acercándose al lavabo para enjuagar su boca, buscando eliminar cualquier rastro de aquel asqueroso y agrio líquido.
Suguru tiró de la cadena del retrete y se volvió hacia ella.
—¿Comiste algo que te hizo mal? —cuestionó el pelinegro inquieto.
—«Solo hazlo, díselo» —ella negó con la cabeza, intentando, a la vez, ahuyentar sus pensamientos que la abrumaban.
Geto la observó lavarse los dientes, mientras pensaba en que podía estar causando el malestar a su esposa, fue entonces que extrañamente algo hizo clic en su cabeza con rapidez. Abrió sus ojos sorprendido al considerarlo posible.
—Shoko… Tu menstruación tampoco ha llegado.
Ella cerró los ojos buscando todo el valor que podría llegar a tener.
—Tengo que confesarte algo —dijo en voz baja, pero suficiente para que Suguru pudiera oírla.
—¿Acaso tú…?
—Estoy embarazada —declaró interrumpiendo lo que él diría.
El pelinegro quedó en shock tras la revelación, mirándola sin creer aún sus palabras a pesar de haberlo supuesto anteriormente.
—¿Qué tan segura estás? —Preguntó. Realmente no quería hacerse falsas ilusiones.
—Hoy a la tarde me hice tres pruebas de embarazo, las cuales dieron positivas —dijo nerviosa, jugueteando con sus dedos—, mi periodo retrasado, acidez gástrica, entre otras cosas —enumeró viéndolo a los ojos, esperando cualquier clase de contestación.
Se encontraba boquiabierto, las palabras no salían de su garganta, aunque buscara y rebuscara algo en su mente ahora en blanco. El pecho de Shoko dolió ante la leve sospecha que su esposo odiara aquella posibilidad de tener un bebé.
—Entiendo si estás enojado, después de todo nunca planeamos tener hijos —dijo deshaciendo su coleta baja y remplazándola por una cola de caballo alta, con la idea de aplacar el calor que estaba sintiendo en aquellos momentos—, pero esto no es solo culpa mía, ambos nos descuidamos.
—Shoko… yo no —intentó explicarse con dificultad—… No estoy enojado —habló con un hilo de voz.
—¿Entonces por qué no dices nada? —cuestionó molestándose por su silencio.
—Es solo que… Estoy tan feliz —confesó y su voz pareció quebrarse. Lágrimas rebalsaban de sus ojos negros y antes de que su esposa pudiera decir algo, él la abrazó—. Esta noticia me ha hecho tan feliz, te amo Shoko, y a pesar de que esto nunca estuvo en nuestros planes para ahora, siempre tuve la fantasía de tener una familia contigo, con la mujer que me hace feliz las veinticuatro horas del día todos los días.
Ahora era su turno de estar en shock ante sus palabras. Ella había dejado que el miedo y los nervios la cegaran por completo, haciéndole olvidar de la clase de hombre que era su marido, creándose falsas y dolorosas ilusiones que no hacían más que atemorizarla y sembrar dudas e inseguridades en su mente.
—Estaba tan asustada sobre lo que pensarías —dijo en un susurro—, jamás debí dudar —comenzó a sollozar entre sus brazos—. Soy una tonta.
Él se carcajeó con felicidad sin atreverse a soltarla, Shoko parecía estar más sentimental de lo normal, seguramente se debía a su embarazo, o eso creía, de igual forma le gustaba. La sintió relajarse y la estrechó aún más contra su cuerpo.
Ellos estarían bien, de eso estaba más que seguro.
•••
Pidoperdon por tardarme tanto en actualizar:)
Tuve bloqueo y no pude terminar la week,
pero prometo que finalizará antes que acabe el mes :D
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