𝑏𝑒𝑔𝑖𝑛𝑛𝑖𝑛𝑔𝑠
"A ti te veo en todos mis planes,
incluso en los que creí que no invitaría a nadie"
Era la décima vez en el día que se quedaba abstraída viendo algún objeto y rememorando tiempos pasados, se reprendió a ella misma, si seguía así nunca terminaría de empacar y se haría demasiado tarde, además estaba segura de que Geto la regañaría. Dejó el portarretrato a un lado en una caja con otros materiales delicados y siguió empacando demás objetos personales, estaba contenta, le quedaba poco y nada por guardar y ya por fin podría irse con su amor.
Cuando finalmente dio por terminada su labor, se decidió por dar un último vistazo a sus cosas, la ropa estaba perfectamente acomodada en bolsas dentro de dos grandes cajas, al igual que sus objetos; todo ordenado, listo y empacado. Algo hizo clic en su cabeza, no todo estaba listo, negó con la cabeza, ¿cómo podía llegar a olvidar lo más importante, lo que había estado preparando toda su vida para este momento?
Gateó hasta su armario y buscó en uno de los estantes más bajos, tomó entre sus manos una especie de baúl y lo arrastró hacia ella, lo abrió emocionada; dentro de este se encontraban tres pares de vasos, platos, cubiertos, además de tazones y demás utensilios de cocina; todos en perfecto estado, sonrió. Desde los catorce años, siempre que tenía la oportunidad y dinero, compraba algo con la ilusión de algún día mudarse sola a su propia casa. Por fin sus sueños se estaban realizando. Cerró el baúl y lo dejó al lado de las otras cajas.
Se puso de pie y tomó su celular de encima de la cama y le texteó a Suguru.
Ieiri Shoko:
Terminé de empacar mis cosas
Suguru Geto:
Okay amor, en cinco minutos estaré allí <3
Una sonrisa estúpida se formó en su rostro.
—Vaya, ese muchacho sí que te tiene enamorada.
Shoko volteó al oír la voz de su madre.
—No por nada me comprometí con él —respondió mientras dejaba su móvil a un lado.
La mayor veía con nostalgia y melancolía su habitación casi vacía. Ya no se encontraban los pósteres de bandas de rock que le encantaban a su hija, tampoco libros o elementos en las estanterías, ya no era el cuarto de su bebé.
—¿Realmente te tienes que ir? —Preguntó mientras la observaba con lágrimas en sus ojos.
—Sabías que algún día esto pasaría —respondió.
—Realmente siento todo lo que sufriste aquí, estaba tan cegada, nunca hubiera elegido que mi pequeña pasara por tanta… —Su voz se cortó para después comenzar a sollozar.
—Mierda —terminó su frase—. Mamá, no diré que no es tu culpa, porque yo si te culpo, pero también te perdono, además, no fui la única que sufrió —se acercó a ella—, tú ya hiciste tus elecciones y tu vida, ahora es mi momento de elegir —la estrechó entre sus brazos mientras ella temblaba.
—Lo siento tanto.
—Ya todo está bien —susurró a la vez que acariciaba su espalda.
—Realmente espero que seas feliz.
—Estoy segura de que lo seré, también quiero que tú seas feliz.
—Soy feliz desde la primera vez que te vi entre mis brazos siendo una pequeña bebé, lo demás ya está olvidado para mí— su madre habló mientras sonreía.
Fue entonces que su padrastro apareció frente a la puerta de la que algún día fue su habitación.
—Suguru está aquí —avisó mientras se sentía apenado por interrumpir el momento de las dos féminas, las cuales se separaron en ese momento.
Shoko corrió en dirección a la sala de estar, donde seguramente él se encontraba, sonrió al verlo de pie esperándola con una cálida sonrisa en el rostro. Al encontrarse con su cuerpo lo abrazó sin dudarlo, para después levantar su cabeza y depositar un tierno beso en sus labios.
—Hola amor —saludó él.
—Hola —dijo ella sonrojada al ser llamada de esa forma.
A pesar de que llevaban años saliendo y meses comprometidos, seguía sintiéndose avergonzada cuando él la llamaba con apodos cariñosos.
—Qué asco.
Aún abrazados, ambos voltearon a ver al dueño de aquella voz. Shoko se sorprendió al no haberse dado cuenta de la presencia de su hermanito menor.
—¿Y tu qué enano? ¿No estabas jugando con tu novia la vecina? —Cuestionó la joven.
—¡Que ella no es mi novia! —Dijo molesto y con el ceño fruncido el pequeño de cinco años—. Vine porque oí el auto de Geto y quería saludarlo.
Ambos rieron.
—¿Todo listo? —Preguntó Suguru al separarse de ella.
La castaña asintió.
—Las cajas están en la habitación —respondió.
—Un gusto verte, muchacho —saludó su madre llegando al lugar.
—El gusto es mío, señora —dijo él con una sonrisa.
—Los ayudo a llevar las cajas —se ofreció el esposo de su madre.
Ella asintió y los tres se dirigieron a su antigua habitación.
Suguru cargó en sus brazos el baúl, ya que era lo más pesado, su padrastro se encargó de las cajas de ropa, y ella de las cajas con objetos personales; los tres ubicaron estas cosas en la baulera y los asientos traseros del auto del pelinegro.
—¿Nos vamos? —Preguntó Ieiri emocionada.
—Si es lo que deseas —contestó sonriendo.
Se tomaron de la mano y caminaron hasta donde los mayores y el pequeño niño los esperaban para una triste despedida.
—Espero nos visiten pronto —habló la madre de Shoko a la vez que los observaba con añoranza.
—Sin duda lo haremos —garantizó el joven.
—Cuídense mucho —pidió el mayor.
—Estaremos bien —aseguró ella.
La despedida se alargó más de lo pensado, habían estado más de media hora, aproximadamente, prometiendo que todo estaría bien, y que si algo pasaba, no dudarían en llamarlos. Cuando finalmente dieron por terminada esta despedida, Shoko miró a la pareja de su mamá, él asintió, sabía que la comprendería, y confiaba en aquel hombre para que cuidara e hiciera feliz a su madre.
Geto abrió la puerta del acompañante para ella y se dirigió a su sitio de conductor, un último vistazo a su familia la hizo sonreír, su progenitora lloraba mientras tenía en brazos a su hermanito y su padrastro la abrazaba mientras los despedía con la mano. Ellos estarían bien.
Su madre se había embarazado a los dieciséis años, sus abuelos la obligaron a casarse con su padre, tuvieron un matrimonio del asco, él era adicto a las apuestas y al alcohol, endeudando a su madre hasta el cuello, además que tenían una hija a la cual criar; su infancia no fue la mejor de todas, había gritos y peleas por doquier, noches en las que ni siquiera podía dormir a causa del miedo ante los insultos recíprocos de sus padres. A pesar de esto, nunca se divorciaron.
Su padre fue asesinado cuando ella tenía trece años a causa de sus deudas a gente peligrosa; dos años después su madre volvió a casarse y tuvo un hijo junto a su nueva pareja.
Shoko nunca desarrolló una buena relación con su padrastro, no era que lo odiaba, simplemente nunca pasaron el suficiente tiempo juntos, aunque palabras de afecto provenientes de él nunca le faltaron, era un buen hombre, estaba seguro de que haría feliz a su mamá, y que a su hermanito nunca le faltaría amor con ellos.
Observó a Suguru conducir, sus ojos brillaban de felicidad y una boba sonrisa contagiosa se marcaba en su rostro. Después de años siendo infeliz, su madre finalmente obtuvo una nueva vida, su nuevo comienzo acompañado de su pareja e hijo, y este era el suyo propio, viajando por la carretera en dirección a su nuevo hogar con el hombre que más amaba, este era su nuevo comienzo y la puerta hacia una nueva vida, y realmente estaba más que satisfecha si todo era junto a Geto.
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