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𝑎𝑑𝑑𝑖𝑐𝑡𝑖𝑜𝑛𝑠

"Mejorar es un acto de amor"

Observaba fijamente la pared frente a él, era un lindo color beige, quedaba a tono con algunos adornos y cuadros del lugar, tal vez podría convencer a Shoko para pintar la habitación de ambos en ese tono, se estiró en su asiento, sería lindo.

El sonido de la puerta abriéndose a su lado provocó que volteara a buscarla, y en efecto ahí estaba, cruzando el umbral y buscándolo igualmente con la mirada; se puso de pie mientras ella se acercaba y tomaba su mano, estaba temblando.

—¿Nos vamos? —Preguntó él.

—Sí, ya no tengo nada más que hacer aquí —respondió bajando su mirada.

Ambos caminaron hasta el auto del pelinegro y subieron en este. El camino a casa fue bastante silencioso, algo raro en ellos, ya que siempre solían charlar sobre su día o los planes que tenían para la semana; a pesar de ello, en esa ocasión no intercambiaron palabra alguna. Shoko se veía sumida en sus pensamientos y Suguru no quería interrumpirla, ella necesitaba tiempo para sí misma.

Al entrar al departamento, la castaña se dirigió rápidamente en dirección al refrigerador, de este sacó una botella de agua y se sentó en la barra de la cocina mientras bebía el fresco líquido.

—¿Quieres que prepare algo para comer? —Cuestionó Suguru mientras se quitaba su abrigo.

—No tengo apetito —susurró para después llevarse nuevamente la botella a la boca y beber su contenido, casi vaciándola de una sola vez.

Geto asintió, a decir verdad, él tampoco tenía hambre, ni siquiera sabía cómo se encontraba exactamente. Tenía una charla pendiente con ella, pero no hallaba el momento indicado, tampoco sabía si sería buena idea hablarlo en aquella semana, realmente se sentía perdido.

El sollozo de su prometida captó su atención rápidamente, volteó a verla alarmado; se cubría el rostro con sus manos mientras dejaba que las lágrimas cayeran sobre la mesada de la barra. Se acercó lentamente a ella, tomó asiento a un lado y le acarició la espalda con su mano, suavemente de arriba hacia abajo, buscando darle algo de consuelo.

Shoko elevó la cabeza y lo observó con ojos rojos por el llanto.

—Lo siento tanto —dijo en un quejido—. Todo es mi culpa, soy un total fracaso —habló entre lloriqueos.

Él la abrazó con vigor, suplicando por poder mermar su dolor y quitar todos sus males, pero sabía que esta lucha era exclusivamente de ella, era la única que podría decidir si ganaba o perdía y, aunque todo fuera su decisión, él estaba dispuesto a estar allí para su amada, y darle todo su apoyo, porque era lo que ella más necesitaba.

—Realmente pensé que lo había superado —se lamentó mientras su cuerpo temblaba—. Me siento tan… avergonzada por lo que hice.

Las palabras parecían no poder salir de su boca, no sabía exactamente que decir, porque él también se sentía dolido por lo que había sucedido.

Sus ojos comenzaron a picar por las lágrimas.

—Cariño, el doctor dijo… —Comenzó hablando con un hilo de voz—. Él dijo que tendrías recaídas y que era más normal de lo que creíamos.

—Perdóname, Suguru —rogó mientras lo miraba fijamente.

—Todo está bien —tranquilizó—, tú sigue esforzándote —animó acariciando su rostro—. Confío en ti.

Y fue entonces que ella rompió en llanto.

Shoko era una alcohólica, hacían menos de cuatro meses que había comenzado un tratamiento de rehabilitación después de haber tocado fondo y casi terminar su relación con Suguru. Él había sido comprensivo hasta cierto punto, ella prometía una y mil veces cambiar, juraba dejar de beber, sin embargo, seguía haciéndolo. Su prometido cansado de falsas promesas y mentiras, se tomó el atrevimiento de internarla en una clínica de rehabilitación, con el total apoyo de sus suegros, después de que la joven llegara extremadamente ebria a su hogar y se desmayara en la puerta de entrada.

Al principio se enojó con él y lo odió por ello; sin embargo, después de algunas sesiones de terapia, se replanteó varias cosas y no le quedó más remedio que disculparse con él, además de agradecerle por tomar aquella decisión, puesto que sabía que sola no podría lograrlo.

Suguru le dio su apoyo incondicional todo el tiempo, la llevaba a charlas de grupo, al psicólogo y psiquiatra, cuando sufría de ansiedad hacia cualquier cosa para ayudarla y no dudaba en ir a buscarla si ella sentía que tendría una recaída.

No obstante, la noche anterior él se encontraba trabajando mientras que ella hacía algunas compras para la cena, todo iba relativamente bien hasta que pasó frente a un bar donde solía merodear anteriormente, gran error, puesto qué sin saber exactamente por qué lo hizo, terminó dentro de aquel bar bebiendo y derrochando dinero.

Una vez ebria se contactó con su prometido totalmente arrepentida, y este salió disparado a su encuentro, ella aún recordaba su cara de decepción cuando la vio caminar tambaleante en dirección al coche, además de la frustración en sus palabras cuando le preguntaba qué había ocurrido exactamente para que ella tomara la decisión de volver a beber.

A la mañana siguiente no fue capaz de verlo a la cara, le dolía haberlo decepcionado de aquella forma y simplemente le pidió que la llevara al centro de rehabilitación para hablar con su psicólogo, lo cual Suguru aceptó con gusto.

No estaba enojado, simplemente se sentía herido y un poco decepcionado de que ella no lo llamara al sentir la tentación de consumir alcohol; sin embargo, no se lo haría saber, al menos no en aquel momento, él seguiría apoyándola siempre que ella lo permitiese, porque la amaba más que a nada en el mundo, y quería que estuviera bien, porque su futura esposa se merecía un futuro brillante con él a su lado, lejos de cualquier tipo de adicción y dolor.

Se fundieron en un abrazo plagado de emociones, momentáneamente ella era un completo caos, pero Suguru estaba dispuesto a lidiar con ello y traer algo de paz a su fuerte tormenta. Él estaba seguro de que todo mejoraría.

•••

Uno de los one shots más personales :)

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