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Prólogo

Jungkook.

Min Yoongi, mejor conocido como Suga, la estrella más grande en Corea continúa rompiendo récords.

¿Qué haríamos sin Suga y sus letras que conmueven al mundo?

El ídolo de toda una generación.

Estupideces. Puras estupideces.

Con una mano, sostuve el control remoto y presioné el botón de apagado. Pronto la imagen del ídolo en la TV se convirtió en negro y la sala de espera se fundió en silencio.

Si supieran lo que realmente eres, Min, ¿te seguirían idolatrando? Si supieran lo que yo sé, ¿aún te guardarían en un altar?

Claro que no.

De la oficina salió el mismo hombre que me había recibido el día de la entrevista. Alto, de piel morena y bien trajeado como todos los que había visto pasearse de aquí para allá en el interior de la empresa.

No era para menos, Dream Entertainment estaba en el puesto número uno de las principales agencias de entretenimiento en Corea y presentía que era su deber conservar su estatus.

El representante de Suga, cuyo nombre recordaba como Namjoon, marcó pasos con sus zapatos lustrados y brillantes hacia mí y por su sonrisa, presentía que tenía buenas noticias.

–Felicitaciones, Jungkook. El trabajo es tuyo.

Fue involuntario no devolverle la sonrisa por la felicidad que sacudió a mi pecho.

Lo había logrado, estaba dentro.

La fase uno de mi plan había sido concretada.

–Muchas gracias por la oportunidad, señor Kim.

Acompañé mi agradecimiento con una reverencia y Namjoon me miró a través de sus lentes con una expresión radiante para después guiarme a la oficina del señor Min.

Mi objetivo.

Me moví con pasos lentos, sintiendo el peso de cada segundo y emoción en mi cuerpo. Lo sentía antes de verlo. A través de esa puerta se encontraba el objeto de mi odio y deseo, la cizaña disfrazada de trigo, la causa de todos mis males.

Min Yoongi.

Traté de mantener la serenidad, sin embargo, la misma se fue al demonio cuando Namjoon abrió la puerta y el hombre estuvo frente a mis ojos. Mi corazón se paralizó junto con cada sistema de mi cuerpo.

Allí estaba él, de espaldas a mí, hablando por teléfono y su voz, grave y rasposa, me pareció más intimidante que en las entrevistas y programas de variedades donde solía verlo; en los cuales mostraba aquel lado perfecto, dócil y brillante, ocultando su verdadero ser.

Ese que yo me encargaría de mostrar a la gente que lo adoraba, a sus fans, al mundo.

Lo primero que noté fue su baja estatura, la cual debido a que se encorvaba disminuía unos cuantos centímetros y lo siguiente fue su vestimenta enteramente negra. El aroma a la colonia que creía era la misma que actualmente promocionaba en comerciales, invadió mi sentido del olfato. Podía definirlo como seductor y hechizante.

Namjoon llamó su atención repetidas veces sin obtener éxito alguno hasta que después del quinto intento, sucedió. Min por fin volteó hacía ambos y por su expresión, supe que lo que diría a continuación no sería grato, sin embargo, cualquier rastro de enojo fue disipado al verme.

Cuando sus ojos se encontraron con los míos, no importó nada más, era como si nuestro alrededor se hubiera difuminado por unos segundos.

Nuestro primer encuentro después de tantos años, pero claro, él no me reconoció. En ese tiempo, era demasiado insignificante como para obtener su atención, no obstante, me había encargado de que esta nueva versión de mi imagen cumpliera con los estándares de Yoongi y creía, por la manera en que me observaba, había funcionado.

Él estaba frente a mí, tan cerca que con avanzar un paso podía tocarlo. Podía hacerle daño de muchas formas, el odio que sentía por este sujeto me llenaba de sentimientos indeseables y daba lugar a la imaginación.

Apreté un puño a mi costado e hice mi mejor esfuerzo por controlarme, pero tenía tantas cosas que gritarle, tantos golpes que deseaba darle.

No hice nada de esto, mi cuerpo no se dejó llevar por un impulso porque mayores eran mis deseos de venganza.

–Un placer, señor Min –Sonreí e hice una reverencia.

Min me evaluó de arriba abajo con una ceja alzada, su mirada daba la impresión de querer encontrar hasta el más mínimo detalle en mi figura que le resultara repudiable, no obstante, al no hallar nada, optó por formar una mueca.

–Espero que sepas donde estás parado –Su voz era una advertencia– .No por tener una carita bonita, podrás hacer lo que se te dé la gana.

–Entendido, señor.

Asentí hacía él y tragué en seco. Min daba un aire intimidante, sin duda eran sus ojos, pequeños y de color negro, que te envolvían en una profunda mirada. Y su presencia era tan imponente que si fuera posible cortaría cabezas con sólo moverse.

–Quiero obediencia absoluta, nunca aceptaré un no por respuesta, ¿está claro?

Aquello no era una pregunta, era una amenaza muy mal disfrazada.

–Señor Min, le prometo que daré lo mejor de mí –aseguré.

–No quiero lo mejor, lo quiero todo.

–Entonces, daré todo de mí por complacerlo. Lo prometo, haré que no se arrepienta de haberme elegido.

Mis palabras eran desafiantes, provocativas y dejaban en evidencia que apesar de que Min podía generar miedo, él era quien debía temerme.

Porque sería yo quien le daría fin al imperio de Min Yoongi.

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