
INTERÉS
La enfermera Arleeth era popular en el pre por múltiples razones: por sus exuberantes y despampanantes glúteos, firmes como perfectas montañas redondeadas; por su capacidad comunicativa de propagar cualquier información en cuestión de segundos,_ no por gusto se había ganado el sobrenombre de "radio enfermería en acción"_; además, por su trato dulce, a veces empalagoso para con los alumnos. En ella, a la hora de atender a cualquier estudiante, eran comunes expresiones como: mi vida, mi cielo, mi chiquitico, mi santo, mi querer y otras similares. También había ganado renombre al ofertar toda clase de comestibles ligeros, en una venta clandestina que incluía dulces caseros de los más variados tipos.
Pero, encima de todo eso, entre profesoras y alumnas, Arleeth era solicitada por los servicios de manicure y pedicura. En sus días de guardia podía vérsele rodeada de chicas a la espera de cubrir sus uñas con los esmaltes de los más inimaginables tonos y era la ocasión propicia de la enfermera para sustraer toda clase de información o transmitirla. En aquellos cotilleos salían a relucir las intimidades de cualquiera, alumno o profesor, sobre todo, si no se hallaba presente. Se hablaba de las últimas conquistas amorosas, de los furtivos encuentros sexuales de una noche, quién de las chicas estaba involucrada con alguno de los profesores, quién de los varones era el más dotado,_ genitalmente hablando._ y quién era el menos; quién era una superestrella en las artes amatorias, y quién un total fiasco.
La sensual y simpática enfermera disfrutaba de su trabajo e intentaba realizarlo lo mejor posible, por ello, cuando a veces algún estudiante iba a solicitar cualquier medicamento,_ analgésicos principalmente,_ y no contaba con los mismos, trataba de buscar otras variantes, justo como en aquella tarde. Betsy se quejaba de dolores provocados por la proximidad de su período menstrual, y no había calmantes disponibles. Luego de media hora en que Arleeth no paró de chacharear ni por un segundo, refiriéndose sobre todo a cuestiones de, que si Yolanda por fin era novia de Joel, Rosemary debía estar sangrando por la herida, de lo bonito que era Fabián, el muchacho que había venido de traslado de los Camilitos y lo raro que era que no tuviera novia... Betsy estaba atormentada por el parloteo y de caminar descalza por la enfermería para aminorar, a modo de remedio tradicional sugerido por Arleeth, los dolores que aún la incomodaban, aunque no ya como antes. Por ello se calzó las sandalias y con una sonrisa fingida, le dijo a la enfermera que se sentía más aliviada.
Salió de la enfermería y dejó que la brisa del atardecer la golpeara en el rostro. Respiró profundamente. El silencio y la frescura la hicieron sentir mucho mejor. Suspiró y se dispuso a marchar hacia el dormitorio. De seguro las chicas ya estaban cenando:
_ Adiós, princesa.
El saludo, pronunciado de una manera tan seductora, la hizo voltear. Efrén, el profesor de preparación militar avanzaba con un balde de agua humeante. Vestía un suéter ligero y unos shorts que dejaban al descubierto sus pálidas y depiladas piernas. Calzaba unas simples sandalias de baño y sobre los hombros le cruzaba una toalla de gran tamaño. Al igual que la enfermera Arleeth, Efrén gozaba de popularidad en la institución, entre las chicas, para ser más exactos. Sin ser un típico galán, no podía negarse su discreto atractivo varonil, principalmente cuando vestía el uniforme verde olivo para impartir sus clases.
No eran pocas las alumnas que fantaseaban con él, y tampoco lo eran las que ya habían hecho realidad sus picantes fantasías, Betsy entre ellas. Su aventura con Efrén había sido el capricho de un mes de duración, y aunque media escuela lo sospechó y apostó a que sí tenían un amorío, solo Flavia, su mejor amiga, sabía la verdad con certeza. El romance terminó con la misma brusquedad con la que había iniciado. Betsy, propensa a ser un espíritu rebelde y desenfrenado, dejó de guardar las apariencias y comenzó a sobrepasarse, a tomarse libertades y atrevimientos, a desestimar la autoridad de Efrén, incluso en público, y cuando el joven profesor intentó reclamarle y le pidió moderar el comportamiento para bien de la relación, ella, fingiéndose ofendida, lo mandó a paseo.
Realmente solo fue un pretexto para deshacerse de él, pues ya había puesto los ojos en otro joven. Nunca consideró la monogamia entre sus aspiraciones. Según su criterio, si los hombres podían ir de flor en flor ¿Por qué las mujeres no podían ir de arbusto en arbusto? ¿No tenían acaso los mismos derechos, hombres y mujeres? ¿No consistía en ello la liberación sexual y la emancipación femenina? ¿Por qué atarse a una sola persona cuando había un vasto océano lleno de peces para elegir?
Sin embargo, ahora miraba hacia atrás y aquella actitud suya le parecía tan distante... Renzo y ella llevaban poco tiempo de novios, no estaba segura de si ya tenían un mes, y en aquel transcurso, nadie había vuelto a interesarle. Con Renzo, sentía que no necesitaba a nadie más. A pesar de que su egocentrismo y sus caprichos a veces la sacaban de quicio, juntos se entendían de maravilla, y en lo sexual... mejor ni mencionarlo. Eran un perfecto cien en la escala de calificación, o por lo menos, para no exagerar, un noventa y ocho o noventa y nueve. Por ello, Efrén y su saludo le resultaban totalmente indiferentes en aquel momento:
_ Quítame la tiara que no me pega.
Él se detuvo junto a ella e intentó saludarla con un beso que había sido dirigido a los labios de la chica, pero terminó estampándose en una mejilla:
_ ¿Por qué eres tan malita?_ preguntó él con la voz cargada de zalamería.
_ ¿Cómo están tu esposa y tu hijo?_ preguntó Betsy, melosamente sarcástica.
Sonrió al advertir la reacción esperada e inmediata en el hombre. Efrén estaba casado con una mujer excesivamente celosa, y ambos tenían un niño de tres años que era el mayor orgullo del profesor, que no paraba de mostrar la fotografía de su vástago en la billetera y de asegurarle a cada una de sus conquistas que ya no amaba a su esposa, pero nunca mencionaba que se negaba a abandonarla para no renunciar a la buena vida que, gracias a los familiares de ella, residentes fuera del país, podía gozar y disfrutar. Betsy sabía que la sola mención de la esposa, causaba incomodidad en Efrén, y él se lo corroboró al decir:
_ Vaya, tú sí sabes cómo enfriarlo a uno.
_ Así soy yo._ asintió Betsy y se encogió de hombros para preguntar._ ¿Qué quieres, Efrén?
Volviendo a recobrar la seguridad y el interés, Efrén dejó el balde en el suelo y se aproximó a ella, que retrocedió al mismo tiempo:
_ ¿Qué pasa, princesa? No te voy a morder..._ inclinó un poco el rostro para musitar._ a menos que quieras que lo haga.
Betsy soltó una carcajada y lo empujó suavemente:
_ Por favor Efrén...
Intentó alejarse, pero él la retuvo por un brazo:
_ Fui el viernes al festival.
_ Lo sé, te vi acompañado de tu esposa. Pobrecita, necesita ponerse a dieta.
_ Dejémosla fuera de la conversación._ susurró Efrén con la mirada vidriosa.
_ Efrén, se te va a enfriar el agua del baño._ advirtió Betsy sintiéndose incómoda.
_ Te vi esa noche con ese vestidito negro que traías puesto que te quedaba súper bien. No te imaginas el calentón que cogí contigo. Y ahora te vi salir de la enfermería y de repente me vino a la mente todo lo que vivimos al principio del curso...
_ Historia antigua,_ pronunció Betsy con énfasis._ que no vale la pena recordar.
_ ¿Estás segura? Tú y yo pasamos muy buenos momentos ¿Ya lo olvidaste?
_ No pierdo mi tiempo leyendo periódicos viejos. Cuando paso página, si puedo, hasta la arranco. Ahora tengo un libro nuevo y me encanta leerlo todo el tiempo.
Se esmeró en sonar lo suficientemente convincente para que él la dejara en paz, pero Efrén se carcajeó:
_ ¿No estarás hablando del pedante ese de Renzo?
_ De él mismo, y te pido que lo respetes. Renzo no tiene nada que envidiarle a ningún otro hombre con el que yo haya estado. Está completo y no le falta ni le sobra nada. Y no es algo que pueda decir de otros...
Quiso que la frase sonara tan hiriente como se había esforzado en proferirla. Efrén cruzó los brazos sobre el pecho y observó detenidamente a Betsy con una mirada cínica que era característica en él:
_ Vaya, y yo que pensé que te gustaría rememorar el pasado y compartir esta noche, con el frío que hace...
_ Yo ya tengo una colcha humana que me quita el frío. Si ese es tu problema deberías traer a tu mujercita._ lo interrumpió ella y golpeó el balde con un pie._ y te recomiendo que te apures en ir a bañarte, porque se te va a enfriar el agua y puede que algunas cositas se te reduzcan más de la cuenta.
Cuando quiso alejarse, la invitación de Efrén la forzó a detener:
_ Si quieres puedes venir conmigo y restregarme la espalda, y enjabonarme ciertas cosas que, en vez de reducirse, van a crecer bastante.
Por un momento Betsy pensó en regresar y ponerlo en su sitio diciéndole un montón de insultos por ser tan atrevido y arrogante, pero solo se limitó a sonreír, sin siquiera voltear la cabeza:
_ Con esas ideas, yo que tú dejaría que el agua se enfriara. Adiós, profesor.
Mientras la observaba marchar y desaparecer en la entrada del primer dormitorio, a la mente de Efrén acudieron en tropel toda suerte de imágenes, como reproducidas por un cinematógrafo antiguo. Eran recuerdos de meses anteriores, cuando Betsy y él se dejaban arrastrar por sus más ardientes deseos y daban rienda suelta a las más atrevidas y desenfrenadas fantasías sexuales que pudiera cruzarles a ambos por el cerebro. Efrén jamás imaginó que una chica de solo dieciséis años fuera a hacerle disfrutar tanto del sexo ¿Dónde? ¿Cómo y con quién, aquella chiquilla había adquirido tanta experiencia? ¿Cómo era posible que ni su esposa, con unos cuantos años de diferencia, hiciera muchas de las locuras de las que Betsy era capaz de realizar?
Hacía varios meses desde el affaire vivido, y Efrén había tenido otras tantas aventuras, muchas de ellas, estudiantes de la escuela. Pero ninguna como Betsy. Nadie le había hecho delirar como ella. Efrén se mordió el labio inferior. Si, de cualquier manera, Betsy tendría que ser suya de nuevo.
******************
Yolanda aminoró la marcha en su trayecto hacia el dormitorio de Joel. De pie, ante el albergue número cinco correspondiente a las chicas de duodécimo grado, el muchacho estaba conversando con Valeria. Algo dentro de su pecho, proveniente desde el estómago, se contrajo y le produjo dolor. Tensó las mandíbulas y crispó los puños alrededor de la bolsa donde llevaba los tupperwares. Cada vez que veía a Valeria revoloteando alrededor de su novio, una oleada de furia la invadía, aumentando su rechazo por la chica. Por más que Joel se empeñara en negarlo, ella estaba más que convencida: Valeria estaba descaradamente enamorada del muchacho. Solo había que mirarla en aquel mismo instante, bebiéndoselo con los ojos, escuchándolo hablar, como hechizada, cual serpiente ante la melodiosa flauta del encantador.
Joel disertaba acerca de su preocupación por los venideros ensayos con motivo del festival provincial y la intensa temporada que se les encimaba a los estudiantes de último año, amén de los futuros repasos para exámenes de admisión a la universidad y de la presión que sus padres empezaban a ejercer sobre él. Consideraba que la carga le resultaría difícil y no estaba seguro de poder compartir equilibradamente su tiempo. De hecho, no le había comentado nada a Yolanda, pero el domingo, sus padres se sentaron a platicar con él y le sugirieron que ya debía enfocarse más en los estudios y dejar a un lado los ensayos, el baile y cualquier otra distracción. Ya tendría tiempo para todo eso una vez que concluyera los exámenes de ingreso y hubiese alcanzado la carrera anhelada.
Valeria se mostró partidaria de la posición de los padres del joven y le aconsejó priorizar intereses. A la hora de colocar ensayos y estudios sobre una balanza, evidentemente, la segunda opción pesaba más:
_ Pero me duele dejar el piquete de baile._ confesó Joel con pesar._ Esa es mi válvula de escape. Cuando estoy atormentado por tanto estudio o preocupaciones, es allí donde me relajo, me distraigo. Intenté hacérselo entender a mis padres este fin de semana. Ahí están mis amigos, mi novia... ¿Cómo le digo a Yolanda que no podré seguir bailando?
Valeria disimuló el dolor que le había provocado la sola inclusión de Yolanda en la plática. A veces olvidaba que Joel tenía novia, una novia que ella nunca imaginó ver surgir luego del rompimiento con la odiosa Rosemary. Jamás le agradó la relación de Joel con Rosemary. En su criterio, no tenían nada que ver uno con el otro. Joel era alguien distinguido, Rosemary, solo una vulgar chica del montón que se daba aires de una grandeza que no poseía y de la cual no gozaría jamás.
Y allí estaba ella, la mejor amiga de él, escuchando siempre sus lamentos acerca del mal carácter de Rosemary, de sus excentricidades, de sus escenas de celos, del acaparamiento hacia su persona... Y cuando finalmente el noviazgo llegó a su fin, Valeria aguardó con ferviente esperanza a que Joel se diera cuenta que era ella quien en verdad le convenía, que solo ella podría hacerle feliz. Luego de la separación, Joel tuvo varios escarceos amorosos con dos o tres alumnas, pero todo muy pasajero, sin compromisos, sin ningún interés de parte de él...
Pero el curso anterior llegó a su fin y uno nuevo había iniciado, y Yolanda había venido de traslado de la escuela de ballet, y Joel se había enloquecido totalmente por ella, mucho más que con Rosemary, y ella... ella había tenido que tragarse de nuevo su secreto amor por el joven, disfrazándolo de fiel y devota amistad.
Llevaba tres años enamorada de Joel, un sentimiento surgido casi al segundo de haberlo visto por primera vez, a pesar que durante mucho tiempo intentó convencerse de lo contrario. Ella, tan competitiva, tan extremadamente controladora y responsable, no podía aceptar que un muchacho le hiciera la emulación en inteligencia. Pero todo eso terminó cuando empezó a conocerlo y descubrir la persona con la que lidiaba. Él no era como el resto de los varones de la escuela. Había algo diferente en su persona, y no se trataba solo de su innegable atractivo físico, no. Joel era amable, atento, cortés, inteligente, respetuoso, lleno de detalles, el novio ideal con el que solo podría soñar y resignarse a permanecer en la zona de amistad mientras lo observaba con tristeza, deleitarse en los brazos de otra.
Quiso replicar, pero descubrió a Yolanda que avanzaba como en cámara lenta hacia ellos, sin dejar de mirar a la pareja que charlaba tranquilamente:
_ Creo que tu novia te busca._ señaló Valeria con un gesto discreto.
Joel giró la cabeza y sonrió. Estaba consciente que en aquel momento Yolanda debía estar ardiendo de celos de verlo en compañía de Valeria. Su novia estaba obsesionada con la idea de que su mejor amiga en realidad estaba enamorada de él... ¡Menudo disparate! Se despidió de Valeria y salió al encuentro de Yolanda. Al igual que ella, llevaba consigo una bolsa con varios tupperwares de comida:
_ Hola..._ la saludó a la vez que le rozaba los labios con los suyos.
_ Vamos a comer._ soltó ella de un modo simple, aunque tajante.
Joel no se sorprendió. Por supuesto que ya lo sabía. Estaba disgustada... ¡Por favor! Valeria y él solo estaban conversando acerca de los deberes escolares, y a la vista pública. Prefirió no opinar y hacerse el desentendido. Así evitaría una discusión que no deseaba sostener. Se dirigieron en silencio al ranchón, caminando muy juntos. Se acomodaron en un banco y dispusieron los tupperwares rebosantes de comida deliciosa:
_ Mamá te mandó un pozuelo de comida._ dijo Yolanda sin alterar un solo músculo del rostro. Su voz era tan fría como la brisa nocturna._ Y eso que le dije que no hacía falta, pero ella se empeñó en que sí.
_ Mi mamá también te mandó uno a ti._ sonrió Joel y le extendió un tupperware de los que llevaba consigo.
Yolanda ignoró el gesto y se encogió de hombros:
_ ¿Entonces qué harás? ¿Vas a comerte la que te mandó mi mamá o la que trajiste de tu casa? Decídete.
Joel frunció el entrecejo y resopló antes de decir:
_ Bien, he tratado de ignorar tu mala actitud, pero ya veo que la rabieta te va para largo.
El comentario tomó desprevenida a Yolanda que, como tomada en falta, suavizó el semblante y fingió una sobreactuada sorpresa:
_ ¿Mala actitud? ¿Rabieta? ¿Yo?... Para nada._ y bajó los ojos, sintiéndose incómoda con aquella situación.
Joel le tomó dulcemente la barbilla y la obligó a mirarle:
_ Yolanda, sé que estás molesta porque me viste hablando con Valeria... Por favor, ya para con esa idea de que ella está enamorada de mí... Ya para con esos celos que no tienen fundamento. Aun cuando tuvieras razón y Valeria sintiera algo por mí, nunca me ha dado señales.
Yolanda se apartó bruscamente y se encogió de hombros. Se sentía malhumorada y sobre todo, avergonzada. No podía evitarlo. Sentía celos de Valeria y todo sería mucho más fácil si Joel cortara cualquier tipo de contacto con la muchacha. En el fondo, no era más que la inseguridad de una novia principiante con temor de que su novio pudiera fijarse en otra chica mucho más bonita, más inteligente, más experimentada, más...
Sintió los brazos de Joel cerrándose alrededor suyo, como un cálido abrigo que la defendía del frío y de sus temores infundados. La voz del muchacho fue como una caricia en sus oídos:
_ Entiende que yo estoy contigo, y no me interesa nadie más. Pero tienes que acabar de creerlo y empezar a confiar en mí.
Se atrevió a sonreír, a medias. Ladeó el rostro y se topó con la boca de él, que en el acto cubrió la suya. El beso fue electrizante y alejó todos los miedos, todas las dudas. Si. Joel estaba con ella. No había nada que temer. Las desconfianzas solo minaban la relación y había que desestimarlas. Se separaron y el joven se frotó las manos:
_ Y comamos antes que se enfríen más estas delicias... Voy a dejar la mía para almorzar mañana y me voy a comer hoy la que mi suegra me mandó.
_ Entonces yo haré lo mismo._ sonrió Yolanda, sobre todo porque, al otro día, Nora y Grettel serían quienes darían buena cuenta de los alimentos. Era mejor disfrutar del detalle de la mamá de su novio.
Comieron tranquilamente, y durante el resto de la noche no volvieron a discutir ni a enojarse. A la hora de ir a dormir se despidieron con un apasionado beso.
Desde la plaza escolar, mientras se dirigía a su dormitorio luego de varias horas de estudio, Valeria los divisó, y por un momento tuvo la sensación de que su corazón enamorado se desgarraba ante la visión de la pareja.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro