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CAMBIOS


_ ¿Se han dado cuenta que nos hemos adueñado del ranchón?_ hizo notar Flavia al grupo a los pocos minutos de haberse instalado en su lugar de encuentro tras el desayuno._ Este se ha convertido en nuestro sitio habitual.

María Alejandra y Aarón miraron en torno, a los pocos estudiantes que, además de ellos, estaban salpicados sobre los bancos que rodeaban el ranchón que les servía desde meses como punto para congregarse y pasar el rato:

_ Supongo que hemos espantado a todos con nuestra presencia._ anotó la muchacha con un ligero mohín.

_ ¿Qué le pasa a Wendy?_ preguntó su novio con las espesas y oscuras cejas uniéndose sobre el puente de la nariz.

Luis Mario y Wendy se habían puesto de pie, dándose prisa para correr hacia un rincón apartado del grupo, justo fuera del ranchón. El joven masajeaba la espalda de su novia mientras ella, encorvada, hacía arcadas. Erik se estremeció y también ejecutó una:

_ No puede ser._ se lamentó._ ¿Por qué no se van un poco más lejos? No soporto ver a nadie vomitando.

_ Y yo no acabo de entender cómo es que nosotros te soportamos a ti._ le dijo Nora apoyando sus palabras con un golpe en la cabeza del joven.

_ ¿Te sientes mal Wendy?_ preguntó Denise.

Ella extendió el brazo, haciendo un gesto de calma. Esperó unos segundos para respirar con dificultad, incorporarse, y con la ayuda de su novio regresar junto a sus amigos:

_ No sé por qué le dicen náuseas matutinas si te dan casi todo el tiempo._ gimió Wendy y bebió un sorbo de agua de la botella que Luis Mario le tendía.

_ Bienvenida a los beneficios de la maternidad._ se mofó Betsy y se defendió cuando todos la miraron con desaprobación._ Es una broma, no me miren así.

Salim se unió al grupo acompañado de Brianna, Itzel y Katia. El joven había agregado al uniforme escolar esa mañana un vistoso abrigo a cuadros con enormes botones y un cinturón a juego, además de una boina tipo inglesa de terciopelo rojo y unas gafas oscuras con el marco en forma de corazón. Diogo rezongó tan solo verlo aparecer. Las chicas celebraron su atuendo y Salim se pavoneó hasta que divisó a Yolanda y corrió hasta ella para abrazarla y decirle con voz queda:

_ Por favor... Dime que seguirás siendo mi cuñis. Dame esa buena noticia.

_ Pues no lo sé. Ayer las cosas no terminaron lo que se dice bien del todo. Estoy esperando a que él aparezca para tener una conversación civilizada y definir qué pasará con nosotros.

_ Yo te diré lo que va a pasar entre ustedes._ vociferó Betsy._ Se van a reconciliar y después tendrán otra bronca, porque eso es lo que pasa con todas las parejas.

Señaló a Renzo acostado en el suelo y con la cabeza reclinada sobre su vientre:

_ ¿Sabes cuántas veces al día nos peleamos este troglodita y yo? A veces hasta cinco veces y lo mejor es lo que viene después.

_ ¿Y qué viene después?_ quiso saber Yolanda con inocente curiosidad.

_ La reconciliación._ respondió Renzo y acto seguido sacó la lengua en dirección a su novia y esta no tardó en engullirla dentro de su boca en lo que a Yolanda le resultó un beso extravagante y salvaje.

Nora dibujó una mueca en el rostro y se quejó:

_ Son unos asquerosos... ¿No pueden besarse de un modo natural? ¿Cómo personas normales?

_ Diste en el clavo, gorda._ intervino Dennis que estaba sentado en un rincón, escribiendo en un cuaderno._ Esos dos no tienen nada de normal.

_ ¿Y tú qué tanto escribes últimamente?_ le cuestionó Flavia._ ¿Estás llevando un diario o qué?

Sin levantar el rostro de su labor, Dennis respondió:

_ Empecé algo así como... una novela.

La reacción no se hizo esperar:

_ No sabía que fueras escritor._ se sorprendió Víctor.

_ Porque no lo soy._ aclaró Dennis._ Esto es solo la necesidad de plasmar ideas en papel. Lo llamo novela por decirle de alguna forma.

_ ¿Y de qué se trata?_ quiso saber Itzel.

_ Es sobre un grupo de amigos que estudian en un IPUEC.

Las emociones estallaron. Todos querían información detallada, saber si la historia se centraba en las vivencias del piquete y qué rol les había tocado desempeñar en la trama, pero Dennis alzó la mirada para observarlos y dijo crudamente:

_ No pienso adelantarles absolutamente nada. Ya se enterarán de todo cuando se las dé a leer, si es que decido hacerlo. Lo que sí les puedo asegurar, es que no me he molestado en disfrazar verdades.

_ Espero que eso te incluya a ti._ protestó Denise._ No creas que nos pintarás como unos desastres y tú te describirás como lo mejor de lo mejor.

_ No he dicho que ninguno de ustedes aparezca en mi novela.

_ Es obvio que tiene que ser sobre nosotros._ observó Katia._ ¿Sobre quién más podrías escribir?

Pero Dennis la ignoró y volvió a concentrarse en su trabajo. Mientras regresaban a las conversaciones banales y a las burlas entre ellos, Salim acarició un hombro de Yolanda que permanecía en silencio:

_ No estés triste. Si te sirve de consuelo Joel está como tú. De hecho, casi no me dejó dormir en lo que quedó de la noche. Nuestra litera está coja de una pata, y con él moviéndose en la cama de abajo, dando vueltas de aquí para allá te podrás imaginar que no hubo quien conciliara el sueño. Y estoy hablando de mí... ¿Por qué crees que me puse estas gafas hoy?_ las apartó un poco para mostrarles los párpados inferiores._ Mira las ojeras que tengo por culpa de tu Romeo.

Yolanda se encogió de brazos y suspiró:

_ Tengo miedo de que esté tan molesto conmigo que...

_ Yo no estoy molesto contigo, Yola.

Ambos se sobresaltaron ante la voz que sonó a sus espaldas y no tardaron en girarse con rapidez para encontrarse ante la figura de Joel. Yolanda contuvo la respiración. A veces olvidaba lo atractivo que era su novio,_ ¿debía seguir llamándolo así?_ y más esa mañana, con el suéter negro con cuello de tortuga que se había puesto sobre la camisa de uniforme, que dibujaba la complexión de su torso bajo la gruesa tela. Estaba algo despeinado, con aires de chico rebelde y esa seriedad que se cernía sobre su rostro.

Salim se apartó mientras Joel se aproximaba a Yolanda, que empezó a temblar como una hoja pendiendo de una débil rama a expensas del viento:

_ Yo..._ comenzó a decir él._ Estuve pensando durante el resto de la noche, y de verdad te debo una disculpa. Tenía que haberte contado a ti antes que a Valeria o quien fuera. Lo siento.

_ Yo también lo siento._ se dio prisa ella en añadir._ Creo que exageré un poco con mi reacción, y he sido un tanto paranoica con respecto a... Valeria.

Pronunciar su nombre le provocó cierta incomodidad, pero no perdió la calma ni dejó de mirarlo a los ojos:

_ ¡Acaben de darse un beso!_ chilló Grettel de repente.

Yolanda y Joel rompieron a reír, pero obedecieron inmediatamente, y por primera vez no les importaron los gritos, ni los aplausos, ni los chiflidos de sus amigos. Solo dejaron de besarse cuando oyeron a Salim, de pie sobre uno de los bancos, vociferar con desatado dramatismo:

_ ¡Y esto, señoras y señores, es lo que yo llamo una súper reconciliación estilo Hollywood!

Diogo se apartó mientras murmuraba en contra del muchacho. Itzel lo requirió:

_ Creo que tendrás que acostumbrarte a Salim y más ahora que forma parte del piquete. Te guste o no, él no va a cambiar.

_ Es que no lo soporto. De verdad. Yo creo que un hombre puede ser lo que quiera, pero debe haber un poco de respeto hacia sí mismo. No entiendo cómo los demás toleran esas pajarerías con tanta facilidad, como tampoco entiendo de dónde saca el plumífero tantas cosas: sombreros, gafas... Parece una jodía quincalla ambulante.

Itzel se rió prudentemente:

_ Tiene una tía que vive en Francia y le manda y le trae lo último en moda. Y por favor Diogo, no lo llames plumífero. Salim es mi amigo y lo quiero muchísimo. No me gusta que lo ofendan.

_ Pero si él mismo se lo busca.

_ Aún así. Él no te ha faltado al respeto...

_ Y que se atreva.

_ Sabes bien que nunca lo hará. Pero si quieres que él te respete a ti, debes empezar respetándolo tú a él.

Diogo hizo una mueca y trató de ignorar la escena de Salim en brazos de Erik. Movió negativamente la cabeza y escupió a un lado:

_ Discúlpame Itzel, pero de verdad que no puedo.

E intentó salir del ranchón, pero la llegada de Conrado detuvo su intento, interrumpiendo la celebración a causa de la reconciliación de Yolanda y Joel. El hombre los saludó cordialmente, sobre todo a su hija, aunque a Luis Mario solo le dirigió una fría mirada, y les informó que, luego del matutino deseaba reunirse con ellos y el profesor Diego allí mismo. Cuando el director se retiró se miraron con expresión interrogante:

_ Wendy... ¿Qué crees que quiera decirnos tu papá?_ preguntó Oscar.

_ No lo sé._ confesó la chica._ Pero no me gusta para nada la forma en que nos lo dijo.

_ Mejor no nos adelantemos a los acontecimientos._ aconsejó Joel besando a Yolanda en la cabeza mientras la abrazaba por la espalda._ Esperemos a que Conrado se explique. Al final, nada malo debe ser.

Yolanda había recuperado la alegría. Saber que todo volvía a ser normal entre ella y Joel era como haberle librado de un terrible peso que le oprimía no la espalda, sino el corazón. Apenas prestó atención a las informaciones de Conrado durante el matutino. Estaba más concentrada en disfrutar del calor de los brazos de Joel que la rodeaban y de reprimir los deseos de devorarlo a besos sin importarle que los demás los vieran, porque era eso lo que quería, que los vieran, principalmente Rosemary y Valeria. Que vieran que todo estaba bien entre ellos, que se querían más que nunca y que nada podría separarlos. Todos estos edulcorados y rosas pensamientos estuvieron presentes en su cabeza hasta el momento en que, finalizado el matutino, regresaron al ranchón acompañados por el profesor Diego, quien tampoco conocía la causa de aquella misteriosa reunión.

Se acomodaron en los bancos en torno a la rústica construcción, mientras el director y el maestro permanecían de pie en el centro. No pudieron disimular las expresiones de molestia cuando vieron llegar a la instructora Gema, sonriente y radiante como en una mañana de primavera:

_ ¿Qué hace esta aquí?_ susurró Nora y todos temieron que los profesores la hubieran escuchado.

Gema dirigió una ojeada a Diego de la misma manera en que se mira un insecto desagradable que debe ser pisoteado y aplastado, en cambio, Diego, sin perder el aplomo y su porte digno, la ignoró olímpicamente, actitud que hizo que Gema dejara de sonreír por un momento, mortificada por la poca atención prestada. Conrado carraspeó aparatosamente y trató de sonar autoritario y formal:

_ Bueno, la razón por la que los he reunido es porque luego de consultar un poco y valorar algunos puntos, se ha tomado una decisión...

Fue el único momento en que Diego pareció perder toda su enigmática actitud y empezó a mostrar interés en las palabras del director:

_ No ha sido fácil tomar esta medida, pero créanme que se ha pensando solo en lo que es mejor para todos, principalmente para la escuela.

_ ¿Puede ir directo al asunto, señor director?

Ante la interrupción del profesor Diego, Conrado pareció perder el hilo de lo que estaba diciendo. Los chicos rieron por lo bajo, excepto Dennis, Betsy, Joel y Yolanda, quienes estaban tan inquietos y preocupados como su profesor guía. Tampoco Wendy y Luis Mario se mofaron y aguardaron ansiosos lo que fuera que el hombre deseaba comunicarles. Sus mayores temores les aseguraban que no serían buenas noticias:

_ Lo que quería... quiero... decirles... es que... desde hoy, los ensayos y todo lo concerniente a su grupo de baile, será atendido por la instructora Gema aquí presente.

Gema sonrió con satisfacción. Era justamente esa la reacción que quería provocar. Era así como quería verlos: mortificados, furiosos, desesperados. Sin embargo, Diego permanecía impávido, como una estatua de mármol clavada en el suelo del ranchón, desprovista de toda expresión facial que indicara algún estado de ánimo. Pero los chicos salieron al ataque inmediatamente:

_ ¡NO!_ vociferaron casi al unísono.

_ ¡De ninguna manera!_ se negó rotundamente Erik.

_ Nosotros estamos muy bien con el profesor Diego._ puntualizó Katia.

_ Olvídese que no vamos a trabajar con esa._ dijo Betsy y señaló a la instructora.

_ Compórtese alumna,_ la regañó Conrado._ está hablando de una profesora de la escuela.

_ ¡Oh! Disculpe usted señor director._ agregó Betsy con la ironía en cada palabra._ Repito: Olvídese, que no vamos a trabajar con la instructora de arte Gema aquí presente.

_ ¿Puede siquiera explicarnos porqué ha tomado esa decisión?_ se adelantó Itzel haciendo uso de su cargo como principal representante de los derechos de los estudiantes.

Conrado intentó hacerles ver que, siendo Diego un profesor con tantas responsabilidades en cuanto a sus clases correspondientes a una asignatura priorizada, solo quería aligerarle la carga de trabajo, y ya que Gema era la instructora de arte graduada, específicamente de danza, lo más lógico era que fuera ella quien asumiera la batuta en lo referente a la guía de un grupo artístico. Pero aquella explicación no calmó el exaltado ánimo de los chicos:

_ ¿Por qué su hija está embarazada y soy yo la que tiene deseos de vomitar?_ inquirió Betsy despóticamente._ Porque todo lo que ha dicho solo me revuelve el estómago y me provoca ganas de ir al baño. Y perdóneme la franqueza.

_ Esa es la explicación más absurda que puede darnos._ intervino Dennis._ Si el profesor Diego no tuviera tiempo o se sintiera asfixiado por exceso de trabajo no habría aceptado ayudarnos desde el primer momento.

_ Es muy rico hacerse cargo ahora de un trabajo ya hecho y premiado._ agregó Nora mientras lanzaba una mirada terrible a Gema._ Sobre todo cuando desde un inicio le pedimos ayuda a la profesora Gema y ella se negó a brindarla. Ahora quiere recibir un mérito que no es suyo.

Los muchachos emitieron comentarios a favor de las palabras de Nora. Conrado intentó calmarlos alzando los brazos:

_ Nadie quiere negar el mérito de Diego. El trabajo, el crédito, seguirán siendo suyo. Gema solo los representará a él y a ustedes en lo adelante.

_ No necesitamos representantes._ gruñó Joel y todos lo imitaron.

Conrado frunció los labios. Definitivamente aquello se estaba yendo de sus manos. Buscó algo de apoyo en Diego, pero el hombre continuaba de pie, sin moverse, con las manos tras la espalda y la mirada clavada en el suelo. Tampoco podía pedirle a Gema que interviniera. Bastante la detestaban los muchachos. Si ella tomaba la palabra de seguro empeoraría todo. Tenía dos opciones: o cancelaba la idea y dejaba las cosas como estaban, o hacía valer su autoridad, y nada lo complacía más en la vida que hacer valer su autoridad a como diera lugar. Endureció el rostro y rugió:

_ ¡Bueno, ya basta! ¡La decisión se tomó! ¡Les guste o no así serán las cosas desde ahora! ¡Trabajarán con Gema, que para eso es la instructora de arte de aquí!

_ ¡Esto es una mierda!_ no se pudo contener Luis Mario.

Antes que Conrado pudiera regañarlo, Diego reaccionó finalmente:

_ Sin faltas de respeto, Luis Mario.

Inmediatamente se hizo el silencio. Los chicos miraron a su querido profesor, esperando que este se enfrentara al director y lo pusiera en su lugar. Sin embargo, Diego se acercó a Conrado y solicitó con voz calmada:

_ ¿Usted cree que podamos tener una plática en su oficina sin la presencia de los muchachos? De esta forma no llegaremos a ninguna parte y creo que este asunto está tomando cierta tensión que me parece innecesaria. Solo usted, Gema y yo. Por favor...

Conrado asintió y se alejó. Gema lo siguió, no sin antes dirigirles una mirada de triunfo a los muchachos:

_ Puta..._ masculló Luis Mario apretando los puños, con las venas del cuello alteradas y Wendy intentó calmarlo.

_ Te apoyo._ chirrió Salim despojándose del abrigo._ ¡Santa Laura Paussini! Ya hasta me dio calor.

_ Intentaré arreglar esto._ prometió el profesor Diego mirándolos a todos._ Por ahora quédense aquí ensayando como si todo estuviera normal. Los que tienen clases ahora vayan para sus aulas.

Joel, Salim, Brianna, Katia e Itzel se retiraron junto con el profesor, y los otros, por más que intentaron no pudieron concentrarse en un ensayo bien ejecutado y solo lograron dedicarse a despotricar sobre Gema y su sucia estrategia:

_ ¡Es una maldita perra!_ gruñía Betsy._ El mundo será un lugar mejor cuando esa asquerosa se muera.

_ Por favor Betsy no digas eso._ suplicó María Alejandra con un estremecimiento.

_ Mari, tú y Aaroncito son unos santos,_ empezó a aclararle la chica._ pero yo estoy ahora mismo que me lleva el mismísimo diablo.

_ En serio que Gema ahora sí sacó las garras de verdad._ opinó Flavia._ Esto es casi parecido a cuando quiso que botaran a Luis Mario de la escuela.

Compartían la misma preocupación y el mismo temor. Sin la presencia del profesor Diego, no veían un futuro para el piquete. Era cierto que él se había incorporado cuando ya el grupo llevaba meses consolidado, pero su integración había fortalecido los lazos, además de haber dejado de ser el temido profesor para convertirse en un gran amigo y líder.

Yolanda sintió miedo. Miedo de perder todo aquello que la había hecho olvidar dolores y pérdidas del pasado. Miedo de que aquella familia que conformaban, más que ser un simple grupo de baile, se destruyera a causa del simple capricho de Gema, porque, por más que intentara desechar la idea, el rostro de Gema reflejaba la satisfacción, el triunfo de quien ve materializada una añorada venganza. Grettel se le aproximó con ojos llorosos y la abrazó:

_ ¿Crees que el profe Diego consiga arreglar este problema, Yola?_ quiso saber María Alejandra.

Yolanda alzó los hombros y Luis Mario fue quien respondió, dirigiendo sus palabras hacia Aarón y su novia:

_ Mejor empiecen a rezarle al Dios de ustedes, porque vamos a necesitar un auténtico milagro.

Víctor se acercó a Grettel e intentó consolarla, pero cuando sus ojos repararon en Lilí, que atravesaba la plaza escolar, una sonrisa nerviosa floreció tenuemente en sus labios, sobre todo, cuando la muchacha le obsequió un cauto saludo; sonrisa que no duró mucho y se vio interrumpida por un repentino ataque de tos, al percatarse que Lilí se dirigía justamente hacia el ranchón y recibió una bienvenida poco grata de parte de Nora:

_ ¡Si vienes a fastidiar créeme que te aplastaré la cabeza como la serpiente venenosa que eres! ¡Estás advertida!

Lilí se detuvo en seco y a pesar que esperaba tal recibimiento, no imaginó uno tan violento. Grettel se separó de su novio y se unió al ataque:

_ ¡Debes estar feliz! Por eso estás aquí... Para reírle la gracia a la otra víbora. Pero no crean que ninguna se va a salir con la suya.

_ ¿Pueden explicarme de qué están hablando ustedes?_ preguntó Lilí llevándose una mano al pecho con exagerada sorpresa y sonriendo al verlos tan afectados.

Denise avanzó unos pasos:

_ Eres tan mala actriz como mala bailarina. No finjas, que sabes perfectamente a lo que nos referimos.

Víctor se adelantó entonces y se colocó en medio, entre los chicos y Lilí:

_ Oigan, la muchacha no les ha dicho nada y ya se la quieren comer.

Antes que Grettel pudiera responderle a su novio, Yolanda avanzó unos pasos. Lilí retrocedió automáticamente:

_ No seas ingenuo Víctor. Ella no está aquí por gusto... Habla Lilí, dinos a qué viniste a no ser que sea para seguir el juego de tu amiguita Gema.

Lilí se cruzó de brazos mientras torcía la boca:

_ Pues fíjate que no, Yolanda. No tengo ni idea de todas las boberías que están diciendo. Y si Gema les hizo algo, conmigo no se la cojan. Yo solo vine a traerle un aviso a ella.

Y señaló hacia María Alejandra:

_ ¿A mí?_ se sorprendió enormemente la muchacha.

_ Si. Hay un hombre y una mujer que están en la entrada preguntando por ti.

_ ¿Y quiénes son?

Lilí alzó los hombros con despreocupación:

_ Ni idea. Yo solo vine a traerte el recado. Y ya me voy.

Pero antes lanzó una apasionada mirada a Víctor, y le dijo con una sonrisa:

_ Gracias por defenderme, mi héroe.

Mientras se alejaba riendo, Yolanda y Nora tuvieron que retener a Grettel para que no fuera tras ella a golpearla, para luego enfrentarse a su novio y propinarle toda clase de insultos por defender a Lilí y compartir sonrisitas. María Alejandra no salía de su estupor, preguntándose quienes podrían haber ido a verla a la escuela:

_ No te demores más y ve a averiguarlo._ la impulsó Aarón.

Ella asintió y se dio prisa en encaminarse hacia el portón de entrada. Tardó unos segundos en divisar a las personas que estaban localizándola. Sentados sobre una armazón de hierro oxidada que había al otro lado del alambrado, bajo un arbusto donde a veces los alumnos solían acomodarse para conversar y pasar el rato. Tal y como le había dicho Lilí, eran un hombre y una mujer. Pasaban de los cincuenta años. Él era robusto, con el rostro duro y curtido. Vestía una camisa de mangas largas blanca, con corbata marrón y unos pantalones oscuros con los zapatos lustrados, aunque ya cubiertos por el polvo del camino que seguramente habían desandado. La mujer, de facciones más suaves aunque sufridas, tenía una larguísima cabellera negra recogida en una cola que le rozaba la cintura y vestía una blusa verde botella y una falda plisada de color marrón con estampados floreados en tonos ocres. De equipaje, solo llevaban una mochila el hombre y una gran jaba de guano la mujer.

Al verla aparecer se pusieron de pie y María Alejandra supo inmediatamente quienes eran, pero no comprendía porqué la habían enviado a llamar. Se sintió nerviosa, pero sonrió y se detuvo junto a ellos con la más afable de sus expresiones:

_ Buenos días._ saludó.

_ Buenos días..._ intentó adelantarse la mujer, pero el hombre la retuvo por un brazo y tomó la palabra con un tono de voz tan lúgubre, que María Alejandra sintió un ligero temblor a lo largo de su espina dorsal.

_ ¿Tú eres María Alejandra?_ preguntó sin ninguna ceremonia y sus ojos se clavaron en el pequeño crucifijo de madera que la joven llevaba siempre al cuello, pendiendo de un delgado cordoncillo.

María Alejandra asintió de forma mecánica y se encomendó a los cielos para lo que estuviese a punto de acontecer:

_ Ella es mi esposa Déborah, y mi nombre es Abrahán. Somos...

_ Sé quienes son._ interrumpió la chica con el tono más amable que pudo emplear._ Los padres de Aarón. Es un placer poder conocerlos al fin.

_ También para nosotros..._ intentó hablar la mujer, pero su marido alzó una mano y ella enmudeció.

_ Me gustaría poder decir lo mismo, jovencita, pero no puedo mentir. Aarón nos ha hablado muchísimo de ti y hemos estado esperando pacientemente a que te lleve de visita a nuestra casa para poder conocerte y... dialogar.

Aquella palabra sonó de una manera tan desagradable y poco creíble, que María Alejandra empezó a sentir dificultades para respirar. Intentó controlarse y mantener la sonrisa cordial en el rostro, aunque los músculos faciales empezaban a dolerle por tanto esfuerzo:

_ Ya que Aarón no ha tenido la delicadeza de presentarte como su novia, hemos tenido a bien venir a conocerte nosotros y compartirte algunos... criterios.

Tenía la rara sensación de estar siendo atacada de manera muy sutil. Abrahán la envolvía con sus ojos profundos y helados y María Alejandra se sentía expuesta, desnuda al escrutinio más violento que hubiese experimentado en su vida. Pero por más grosero que pudiese resultarle su suegro quería mantener la calma, permanecer pasiva ante las agresiones, como correspondía a una auténtica cristiana. Si él no era capaz de reflejar la fe que se gloriaba en profesar, ella sí lo haría. Tragó en seco y con voz casi temblorosa, intentó sonar alegre:

_ Pues... Aquí me tienen. Yo... me alegro mucho de que por fin nos podamos conocer. Aarón no me había llevado antes a la casa porque...

_ Porque sabe perfectamente que no aprobamos el noviazgo de ustedes._ sentenció Abrahán.

María Alejandra sintió que las piernas se le doblaban y que la garganta se le cerraba. Trató de aspirar una bocanada de aire y, sobre todo, mantener la actitud cordial en el rostro:

_ Vaya... Va usted directo al grano.

_ Me gustan las cosas claras y me parece que en este momento, lo mejor es que todo quede transparente entre nosotros... No dudo que tú seas una buena muchachita. Aarón no ha hecho más que hablarnos de tus virtudes, tus cualidades. Dice que eres... católica.

Percibió el tono seco de rechazo e irguió la cabeza para que él advirtiera que ella se sentía orgullosa de su fe, de su iglesia. Si el hombre lo notó o no, ni siquiera interesó, pues continuó hablando:

_ Es bueno que la juventud se acerque a Dios en estos tiempos. Las señales del fin no pueden ser más claras. El Juicio del mundo está próximo. Y sin importar a qué denominación acudan, los jóvenes deben buscar a Dios.

Miró a su esposa por unos segundos y luego arremetió nuevamente contra María Alejandra con mayor brío:

_ No tengo nada en contra de los católicos. Conozco algunos que son personas muy decentes... El punto es que..._ suspiró._ Mi esposa y yo nos hemos esforzado por darle a nuestro hijo la mejor de las enseñanzas. Durante todos estos años, Aarón siempre fue un chico obediente y fiel a Dios y a la fe Adventista. Hasta que tú apareciste en su vida.

Finalmente allí estaba la acusación. Los ojos de María Alejandra se llenaron de lágrimas. Por un momento creyó advertir un intento de parte de su suegra por intervenir, pero la mujer nunca se atrevió a decir nada, siquiera moverse. Permaneció enmudecida, con la mirada clavada en el suelo mientras su esposo continuaba lanzando dardos afilados en forma de palabras:

_ Aarón ya no se interesa por las cosas de nuestra iglesia. Nos enfrenta, baila y canta con música mundana... ¡Mi hijo está a punto de perderse y me atrevo a decir que tú tienes la culpa!... Ustedes los católicos con su forma libertina de vivir la fe, con todos sus ritos sin sentido, sus Biblias erróneas, su idolatría..._ e inmediatamente recitó._ No te harás ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. Éxodo capítulo 20, versículos del 4 al 6.

María Alejandra cerró los ojos. No sabía por cuanto tiempo podría soportar aquella embestida. No sabía si alejarse corriendo o dejarse caer al suelo, sin fuerzas y con el rostro empapado por las lágrimas. Y aquel hombre que no se callaba:

_ ¡La iglesia católica será la culpable de que millones de personas se pierdan a causa de sus falsas doctrinas! ¡El Papa de Roma es la bestia del Apocalipsis! ¡El sábado es el verdadero día de reposo y no el domingo!_ y volvió a recitar otro pasaje bíblico con la autoridad de un predicador desde su púlpito, totalmente fuera de sí._ ¡Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó. Éxodo capítulo 20, versículos 8 al 11! Nuestro hijo necesita una buena novia que profese su misma fe, no una católica que lo conduzca a la perdición.

_ ¿Mamá? ¿Papá?

Casi respiró con alivio cuando escuchó la voz de Aarón a su espalda. El joven contemplaba a sus progenitores sin creer que realmente estaban allí. La mujer se adelantó sonriente hacia su hijo y lo abrazó y besó, ofreciéndole la jaba con suministros que le habían traído. Aarón apenas pudo responder al saludo y concentrarse en el nervioso parloteo de su madre:

_ ¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no me avisaron que habían venido?

Miró a María Alejandra y luego al rostro convulso de su padre y entonces comprendió. María Alejandra intentó enjugarse las lágrimas con la manga de la camisa de trabajo, pero Aarón la tomó por los hombros:

_ ¿Estás llorando? ¿Por qué? ¡Dime!

Y como una fiera enfurecida se dirigió a sus padres:

_ ¿Qué fue lo que le hicieron? ¿Por qué María Alejandra está así?

_ No fue nada Aarón, no te preocupes._ intentó calmarlo la muchacha.

_ Solo le dijimos la verdad._ respondió Abrahán alzando el rostro, retador.

_ ¿La verdad? ¿Cuál? ¿La tuya? ¿Una verdad que juzga y lastima, que hace daño a los demás? ¿Esa es tu verdad, papá?

_ No me hables de esa manera, jovencito._ imperó Abrahán abriendo mucho los ojos._ Soy tu padre, me debes respeto y no tienes derecho a...

_ No papá, eres tú quien no tiene derecho de venir hasta mi escuela sin yo saberlo siquiera e insultar a mi novia... ¿Qué les pasa? ¿Qué clase de personas son ustedes? O mejor aún ¿Qué clase de cristianos son?

María Alejandra tiró de su brazo:

_ Aarón, por favor basta. No les hables así a tus padres.

_ No María Alejandra. Son ellos los que no debieron hablarte de la forma en que seguramente lo hicieron. O por lo menos mi papá, porque de seguro, mi mamá no se atrevió a decir absolutamente nada, como siempre. Se quedó callada mientras él te insultaba.

_ ¡Yo no la insulté!_ bramó el hombre.

_ Ah, entonces María Alejandra lloraba de la emoción de haber conocido a sus suegros ¿Verdad?

Movió la cabeza en forma negativa, apretando los labios, reprimiendo todos los reproches que deseaba hacerles, pero recordando el consejo que le había dado el profesor Diego el día antes: ser paciente y prudente. Sería mucho mejor guardar silencio. Tomó a su novia de la mano y dijo con firmeza:

_ No voy a olvidar esto que le han hecho a María Alejandra hoy. Pueden culparme a mí, pedirme cuentas a mí, atacarme a mí, pero ella no tiene culpa de nada. Y si ese es el proceder de ustedes, el proceder de un adventista del séptimo día... Entonces no se imaginan cuán decepcionado estoy de serlo.

Y sin decir nada más tiró de su novia y ambos se alejaron, dejando al hombre y a la mujer dándole voces. Abrahán dio una patada a la cerca y Déborah miró con desolación la cesta abarrotada de comida que su hijo había abandonado entre sus manos, sin mirar siquiera su contenido.

Mientras se alejaba, casi arrastrando a la chica que avanzaba a trompicones, Aarón sentía el escozor provocado por las lágrimas que pujaban por emerger. No podía creer que sus padres se hubiesen atrevido a venir a la escuela solo para insultar a María Alejandra. Era demasiado para él. Se sentía tan dolido, tan decepcionado, tan avergonzado:

_ Aarón...

Escuchar la voz de María Alejandra lo hizo volver a la realidad, y volteándose hacia ella la tomó entre sus brazos y la besó frenéticamente en los labios, abrazándola luego con tanta fuerza que le arrancó un quejido:

_ Perdóname por esto que pasó... Yo no sabía... No tenía ni idea que ellos... Ellos no tenían ningún derecho...

María Alejandra le acarició el rostro e intentó sonreír para infundirle ánimos:

_ Está bien. Yo sé que no es culpa tuya. Ahora cálmate. No quiero verte así, alterado como estás.

Aarón la miró directo a los ojos, y supo que nada en el mundo haría que abandonara a esa muchacha. Estaba enamorado de ella sin importarle las diferencias que, según sus padres, se interponían entre ambos. Su amor por ella, era más fuerte que cualquier discrepancia existente. La besó en la frente y tomándola otra vez de la mano, caminaron juntos de regreso al ranchón donde sus amigos aguardaban.

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Diego hizo un supremo esfuerzo por controlarse cuando entró a la oficina de Conrado y se acomodó en una de las horrendas butacas frente al buró del director. Contuvo la respiración y los deseos de estrangular a Gema, que se arrellanó junto a él, sin dejar de mirarlo con gozo triunfal contenido a medias. Inició una cuenta mental regresiva desde mil a cero, estrategia que ponía en práctica solo en situaciones extremas, cuando quería ejecutar acciones extremas.

Contar no estaba funcionando, sobre todo teniendo a Conrado enfrente. Como casi todos sus colegas, compartía el criterio de que aquel hombre desempeñaba su función administrativa de forma pésima. Su incapacidad de liderazgo era más que conocida y debatida, además de su carencia de iniciativa y tacto, su pobre elocuencia al expresarse, su ausencia de personalidad, dejándose influenciar y manipular fácilmente por mentes mucho más preparadas,_ aunque a veces también por otras menos,_ o más habilidosas, como en aquel caso por el cual se habían reunido.

En tres años que llevaba digiriendo la institución, Diego trató de rememorar alguna decisión de Conrado que hubiese resultado beneficiosa. Ninguna. Todo se reducía a cumplir con las disposiciones venidas de niveles más altos, algunas, buenas, otras, no tanto. Hacer valer lo establecido, sin un margen a la creatividad, a construir una identidad propia en una escuela con alumnos, profesores y empleados capaces de pensar y ofrecer líneas de trabajo y convivencia más dinámicas que podrían mejorar la labor educativa, o por lo menos, romper la viciada filosofía del cumplimiento.

Pero Conrado, con sus aires de suficiencia que solo denotaba mediocridad, era incapaz de dialogar o escuchar. Sabía que el hombre detestaba sentirse opacado por personas más cualificadas que él, o mejor preparadas intelectualmente. Estaba al tanto del respeto que el director le profesaba, casi proporcional a la aversión que, paradójicamente, también sentía hacia él. Y es que Diego, a pesar de ser tan joven, en edad y años de experiencia en el magisterio, se comportaba como un auténtico maestro con usanza. Era un profesional respetable en todo el amplio sentido de la expresión. Sabía hablar y hacerse escuchar, y sus acciones siempre iban acordes a su manera de pensar, sin segundas intenciones o deseos de impresionar.

Conrado se dispuso a tomar la palabra finalmente pero el joven se le adelantó:

_ Antes de que diga cualquier cosa, señor director, permítame señalarle que dejar caer esa noticia atómica fue un error ¿No podía haber convocado antes esta reunión para hablarme de sus planes? ¿Tiene idea de cómo están ahora esos muchachos en el ranchón?

_ Tienes razón Diego, y te pido disculpas por eso.

_ Me parece que es un poco tarde para disculpas, Conrado, y de nada servirán puesto que ya la decisión está tomada ¿No es cierto?

Diego contuvo la respiración y los deseos de tomar a Gema por la nuca y estrellarle la cabeza contra el buró de Conrado. Cada vez estaba más convencido de que aquella absurda e intempestiva decisión del director había tenido su origen en la maquiavélica mente de la instructora de arte:

_ No acabo de entender todavía el porqué de este fallo. Si pudiera, por favor, señor director, explicarme las causas que han impulsado este proceder.

_ Diego, como bien debes saber, Marieta es la profesora de Español de los alumnos de doce grado...

_ Eso ya lo sé._ cortó el joven con el rostro pétreo.

_ Y debes saber también que ella está presentando problemas de salud y tendrá que ser sometida a cirugía.

_ Conrado, perdóneme pero ¿usted cree que puede ir directo a la parte que de verdad tiene interés para mí? No dilate ni dé más vueltas, diga lo que tiene que decir y punto.

Conrado, con los ojos velados por la sorpresa de la interrupción, parpadeó repetidas veces y se estrujó las manos tratando de retomar sus palabras:

_ La cuestión es que, ya que Marieta no podrá seguir trabajando por lo menos hasta el próximo curso, hemos decidido proponerte que te encargues de...

_ ¿Es una broma?

Conrado se quedó con la boca abierta y la frase cortada, suspendida en su cerebro, mientras Gema disimulaba el sobresalto que le había provocado la pregunta de Diego al ponerse de pie:

_ Me quiere despojar del trabajo con el grupo de baile, que deje mi labor con primer año y que asuma la responsabilidad de atender un grado terminal. Y espera que acepte todas estas disposiciones con una sonrisa de satisfacción.

_ Creemos que eres la persona más capacitada para atender a doce grado.

_ Me halaga que hayan pensado en mí, en serio. Y no crea que la idea me disgusta. Pero esa no es la cuestión.

_ Diego, por favor..._ intentó decirle Conrado.

El joven profesor alzó una mano. Cerró los ojos, respiró profundamente y comenzó a contar mentalmente: novecientos noventa y nueve, novecientos noventa y ocho, novecientos noventa y siete...

_ Supongamos que yo digo que sí, que acepto la oferta que me está haciendo... Yo puedo atender las tres cosas. Puedo equilibrar perfectamente mi tiempo y todos salimos ganando.

_ Eso sería abusivo y exigirte demasiado, Diego. No puedo pedirte que atiendas a décimo y a doce grado y que lleves además el grupo de baile. No es justo para ti atiborrarte de tanta responsabilidad.

_ Además,_ intervino Gema con autosuficiencia._ la instructora de danza en esta escuela soy yo.

Diego ya no se pudo contener y se volteó hacia ella:

_ Gema, por favor... Intento no odiarte. Solo Dios sabe cuánto me esfuerzo porque me caigas bien... ¡Quiero que me caigas bien! Pero tú te empeñas en hacer y decir cosas que provocan que cada segundo te desprecie más y más.

Sorprendida ante aquella revelación, Gema se cruzó de brazos. No sabía si reír o sentirse insultada:

_ Vaya, hasta que por fin dices lo que piensas de mi persona.

_ No Gema, te he dicho lo que despiertas en mí. Decir lo que opino de ti me haría usar términos extremadamente fuertes que no quiero emplear. Además, un gesto vale más que mil palabras, y en ese sentido siempre he sido bastante claro en lo que a ti respecta. Si no te habías dado cuenta, es tu problema. No tengo la culpa de tu incapacidad e idiotez.

Antes que Gema pudiera decir algo en su defensa, poniéndose de pie violentamente, Conrado intervino a tiempo:

_ Por favor, no vamos a perder la calma. Resolvamos esto lo más pacíficamente posible. Necesito que los dos se tranquilicen y se sienten.

Gema y Diego se midieron y el joven supo entonces que no había nada por lo que luchar. La decisión de Conrado prevalecería y él solo terminaría perdiendo los estribos y haciendo algo de lo que acabaría por arrepentirse. Lo percibió en cuanto Gema volvió a tomar asiento y la vio dirigirle un guiño cómplice al director que, sin poder evitarlo, lució una idiota sonrisa y se relamió con discreción. Por supuesto que ya no quedaba espacio para las dudas. Todo no había sido más que un macabro plan de Gema que había funcionado perfectamente, y la manera en que Conrado se había dejado convencer pues no podía ser más obvia. El cuanto el hombre le indicó con amabilidad que ocupara nuevamente el asiento, Diego sacudió la cabeza con suavidad:

_ ¿Saben qué? No vale la pena.

_ ¿Diego?_ preguntó Conrado sin comprender.

_ Perdóneme Conrado, pero no pienso caer en el juego de ustedes, menos, si ha sido planeado por esta..._ se contuvo para no decir el epíteto que realmente quería emplear._ señorita. Ya ustedes previeron todo, pero se tardaron en compartirme sus planes, así que, siendo este un país libre donde uno puede o no aceptar las propuestas, vengan de quien sea, aquí tienen mis respuestas a las proposiciones: NO VOY A DEJAR MIS GRUPOS DE DÉCIMO Y NO PIENSO TOMAR LA RESPONSABILIDAD DE ATENDER A DUODÉCIMO GRADO.

Ante las miradas estupefactas de Gema y Conrado, contuvo la sonrisa que estuvo a punto de florecer en sus labios y agregó:

_ Lo lamento mucho, pero así son las cosas. Espero que encuentren a otro profesor de Español que asuma la responsabilidad. Y en cuanto a lo del piquete de baile..._ se giró hacia Gema._ Felicitaciones, desde hoy eres la responsable del grupo que representará al municipio en el festival provincial. Un trabajo casi perfecto, aunque suene poco modesto de mi parte.

Miró a Conrado y le dijo con seriedad:

_ Solo acepté atender a esos muchachos, cuando la instructora de danza de la escuela se negó a apoyarlos el día que ellos le suplicaron que los ayudara a preparar una coreografía. Nadie sabe para quién trabaja. Ahora, si no tienen nada más que decirme, por mi parte, no tengo nada más que escuchar. Con permiso.

Se encaminó a la salida. Conrado se dio prisa en decirle:

_ Por favor Diego, piensa en la propuesta de trabajar con doce grado.

_ Conrado, no haga que le pierda el poco respeto que me queda hacia usted como mi superior. No hay nada qué pensar._ respondió Diego sobre la marcha y sin volverse.

En cuanto entró a la cátedra de Humanidades descargó un fuerte golpe sobre su mesa de trabajo. Los profesores de Historia estaban sentados preparando clases y levantaron los ojos asustados y sorprendidos. Diego les pidió una disculpa y tomó asiento mientras sentía las sienes latir con violencia, al ritmo de su corazón, y las manos le temblaban ligeramente. No podía creer que Conrado fuera tan imbécil como para dejarse manipular por la zorra calenturienta que era Gema ¿Es que no se daba cuenta de todo el bien que el piquete de los chicos propiciaba? Y no solo porque fuera atendido por él, o por los premios obtenidos, sino por el impacto en chicos tan conflictivos como Luis Mario, o con problemas familiares como Wendy, su propia hija, o la estrecha interrelación entre alumnos aventajados académicamente con otros que no lo eran tanto.

Pero una vez más Conrado había optado por tomar la peor de las decisiones, sin medir las consecuencias que acarrearía. Intentó no pensar en el desvergonzado rostro de Gema sonriendo triunfal, sabiendo que había obtenido la victoria de su estrategia y trató de buscar un modo de darles la noticia a los chicos. Ya suponía la decepción en sus rostros y aquella imagen le provocó un agujero en el corazón.

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