13
Aparco el coche enfrente de un restaurante tomo mi bolso del asiento del copiloto guardo el teléfono y las llaves del auto para empezar mi excursión.
Entro en una tienda de ropa me compro una chamarra de color rosa palo esta preciosa, vestidos camerino, calcetas de dibujos de caricaturas me encantan que sean así, compro unos chalecos de mezclilla, esta tienda tiene mucha de mi agrado, pago en esa tienda y la cajera tiene una sonrisa por todo lo que he comprado. Sigo caminando con las bolsas.
Entro en otra tienda que está a dos locales de la que acabo de salir. Venden todo tipo de ropa para vaqueros, cinturones, hebillas, sombreros, botas, botines, hay mucho de donde escoger. Lo primero que compro para mi nueva vida como ranchera son blusas con y sin mangas cuadriculadas, tres cinturones, se ven de rancho y se ven coquetos para las damas, compro dos pares de botines, negro y café con tacón mínimo de ocho centímetros. Termino mis compras por hoy, camino hasta el carro y pongo todas las bolsas en la cajuela. Cuando termino, camino por un momento más en los alrededores y encuentro el parque en donde permanecí un buen rato en la madrugada anterior.
Me siento en una de las bancas, parejas caminan agarradas de la mano, otras simplemente se sientan en la orilla de una fuente, que no me había fijado que había una, claro que cuando estuve aquí, era de madrugada, y no visualizaba bien lo que había a mí alrededor. Pasa un señor que vende algodones de azúcar y compro uno de color azul. Me encantan los algodones de azúcar, tenía mucho tiempo que no comía uno.
Mi paladar está súper feliz de probar algo tan duce como esto, en lo que terminaba, pasa frente a mí una pareja, joven, ella debe de tener unos dieciocho años y el a lo mucho unos veinte años.
La joven camina lejos para permanecer alejada del joven. Mientras que el muchacho le grita por el camino.
—Andrea ¿A dónde crees que vas? No he terminado de hablar.
—Yo no tengo nada que decir, tus celos estúpidos están acabando conmigo, date cuenta que entre nosotros ya no hay amor, deja de buscarme, ya es el tercer trabajo que pierdo por tus malditos escándalos. Acepta de una maldita vez que fuiste tú quien acabo con lo que teníamos por tu actitud absurda.
¡Woooow! Me encanto lo que le dijo la muchacha que ahora sé que se llama Andrea, pocas son las mujeres que se defienden de los maltratos infundidos por su pareja. Las agresiones dadas en los matrimonios, la mayoría de las veces empiezan en el noviazgo. Se ve que llevan bastante tiempo en una relación. Los espectadores entre ellos yo, nos quedamos mirando la escena.
Pero el ex novio al ver que todos lo miramos a él, se abalanza hacia Andrea para golpearla, le da un puñetazo que manda a la joven al duro y frío concreto de la banqueta. Ahora se sienta sobre de ella y con las dos manos presiona su cuello, ella con la poca fuerza que tiene pide ayuda pero ninguno de los presentes hace nada por detenerlo.
Mi enojo crece aún más cuando veo todo eso, le ruego a dios que no se me haya olvidado mis clases de todas las defensas personales que he tomado cuando tenía mucho tiempo libre. Me sujeto bien el bolso, y corro hasta donde está el desquiciado golpeador. El me mira cuando lo tomo del brazo y antes de que me aparte de un golpe yo le doy el mismo golpe que le ha dado el a la joven. Me mira con un cabreo inmenso y una parte de mí se siente totalmente pequeña, más de lo que ya soy, doy gracias al cielo por haberme puesto sandalias y no botas.
—Y a ti ¿Quién coño te ha metido?, esto no es asunto tuyo —vine a por mí con toda su rabia por frustrarle sus planes, yo retrocedo a medida que avanza a mí.
—No tienes que tratarla de esa manera tan ruin y salvaje — mi tono es totalmente seguro, pero no me siento de esa manera. Las venas de la cara las tiene hinchadas que parecen que se le van a reventar de tanto enojo que siente. Pienso en las muchas formas en la que este hombre alto, fornido, vigoroso puede hacerme sentir dolor. Yo soy una mujer de estatura promedio, pero nunca me ha gustado que maltraten a nuestro género.
—Eso a ti no te incumbe, deja de ser metiche y preocúpate por tu asunto, las mujeres deben de estar en la casa, limpiando, no trabajando para provocar a los hombres.
Tiene arrugada la frente, sus manos están hechas un puño, todas las venas de su cuerpo o al menos las que puedo ver están a punto de reventar o eso es lo que parece, se ve que trabaja su cuerpo desde muy temprana edad. Como pueden los hombres seguir con una mentalidad tan machista, claro que en pleno siglo XXI todavía siguen habiendo matrimonios arreglados, mujeres que aún no pueden votar, mujeres que no pueden salir de sus países a menos que las acompañe un hombre de la familia, mujeres que no pueden vestir a como en realidad le gustan por la reacción de la sociedad.
—Me incumbe porque soy mujer, y me encumbre porque hombres como tu siguen pensando que solo servimos para planchar, lavar, cuidar de los hijos y esperar a nuestros esposo como reyes mientras que ustedes, siguen teniendo pensamientos machistas, viven en la edad de la caverna, donde solo ustedes pueden salir, trabajar, ver las personas que quieran.
Ahora es a mí a quien quiere pegar, ojala con una runa pudiera hacerme invisible a la mujer que yace en el suelo y a mí para poder irnos de aquí, claro que solo pasa en los libros de Casandra Clare. Me toma del cuello con fuerza. Le doy una patada en las pelotas con toda mi fuerza, según me dijeron mis instructores la fuerza se vuelve mucho más grande cuando visualizas a la persona de la que te quieres defender o simplemente por sobrevivir. Me suelta le doy un gancho que impacta en su estómago y le doy un rodillazo en la cara. No sé cuánto tiempo se quedara anestesiado así que me acerco hacia Andrea que todavía yace en el suelo inconsciente, alguien ha llamado a una ambulancia y doy gracias al dios por esa alma caritativa.
Llegamos al hospital y de inmediato se llevan a la muchacha para revisarla. Llamo a mi hermano para informarle donde estoy, le digo que no le diga nada a nuestros padres y que venga para que valla por mi coche.
En media hora llega mi hermano, y me revisa como si buscara algún moretón o rasguños.
—Hermanita estás loca ¿Por qué coño lo hiciste?
—Lo hice porque ese energúmeno ya la estaba asfixiando en público y nadie hacia nada ¿Qué hubieras preferido si yo estuviera en esa situación? ¿Habrías dejado que ese desquiciado me matara mientras que todos miraban como quedaba mi cuerpo tirado como si fuera cualquier cosa?
—Por supuesto que no Artemisa, pero te arriesgaste demasiado, piensa en nuestros padres. No estarían nada contentos de ver como su hija que acaba de volver al nido, se fuera pero a un ataúd por ayudar a una desconocida. ¡Ay! Hermanita no llevas ni una semana aquí y ya estas causando problemas, ahora dime ¿Dónde aprendiste a defenderte?
—Yo no busco problemas, tenía mucho tiempo libre así que me inscribí con varios instructores, hace tiempo, he aprendido muchas cosas y ahora que me acuerdo, quiero hablar contigo sobre una cosa pero no aquí.
Dos horas después, nos avisa el doctor que Andrea ya ha despertado y podemos pasar si lo deseamos, nos dice en que habitación esta. Jorge ¿Me acompañas? No quiero ir sola.
Al entrar encontramos a una mujer sentada en la cama, con los ojos vidriosos, tiene las marcas de asfixia en el cuello, y donde ha recibido el golpe lo tiene hinchado, mañana sin duda tendrá una gran sombra con tono morado y verde en su populo derecho.
Su cabellera la tiene a la altura de los hombros, es de color negros, sus ojos son de color café y sus tés es morena clara, tiene un cuerpo menudo. Se limpia las lágrimas en cuanto nos ve.
—Hola Andrea soy Artemisa — es lo primero que digo porque no sé qué otra cosa agregar.
—Ho... hola, me han dicho que una mujer me ha ayudado y supongo que eres tú.
—Así es, soy yo Artemisa Díaz Gonzales y él es Jorge mi hermano — digo señalando a mi hermano que permanece a mi lado al pie de la cama, tiene las mano en los bolsillos del pantalón y la mira fijamente. La voz de la joven es un poco baja en estos momentos.
—Gracias por ayudarme, no tengo como pagárselo —dice intentando contener las lágrimas que amenazan con salir de nuevo.
—Por favor no me hables de usted, hasta podríamos ser hermanas, háblame de tu ¿De acuerdo?
—Está bien, Artemisa.
—He escuchado antes, que no tienes trabajo ¿Tienes alguna carrera u oficio?
—No tengo carrera, mi madre no pueden pagármela, pero soy costurera, también hago mis propios diseños, pero en un pueblo como este, no les veo futuro alguno.
—Creo que se cómo ayudarte —saco de mi bolso una pequeña libreta y un lapicero anoto mi número de teléfono y le entrego el papel —este es mi número de teléfono, si necesitas alguna otra cosa cuentas conmigo ¿Quieres que llame algún familiar?
—Si por favor.
La violencia dentro del matrimonio casi siempre empieza en el noviazgo, pensamos que algún día cambiaran que somos nosotras quienes provocamos los golpes. Pero no es así, no debemos dejar que nos maltraten de ningún tipo. Dejen sus comentarios y sus voto y compartan la historia para que seamos mas lectores.
Este es mi twitter CeciliaOvando.
Cualquier duda sobre cuando publicare las contesto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro