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4._Malaventurado


-Pasa- le dijo Mary haciendose a un lado- Tu motocicleta esta atrás- agregó al cerrar la puerta.

Para llegar al patio posterior había que cruzar la sala y la cocina en línea recta, hasta una puerta pequeña con cristales de colores como decoración. También se podía hacer por un pequeño pasillo que había entre el muro de la casa y el que delimitaba la propiedad con la vecina. Black entró como un gato que ingresa por primera vez a una casa. Todo el lugar era estrecho. El corredor, la escalera las puertas, las ventanas. El edificio completo parecía estar compactado. De no ser porque el mobiliario era el estrictamente necesaria todo el lugar hubiera parecido saturado.

-¿Vives sola?- le preguntó Black mientras se abría la chaqueta para estar más cómodo.

-Sí- respondió Mary mientras iba a la puerta posterior seguida de él.

-¿Tu cuarto esta arriba?- le consultó con una sonrisa medio avisada.

-Sí. Es un dormitorio pequeño- respondió ella, con naturalidad, al pasar por la cocina.

Black no estuvo seguro de como interpretar esas palabras y acabó viendo el estofado sobre la estufa. Había muchas plantas ahí, en la ventana detrás del fogón. Albahaca, romero, hierva buena, tomillo. Por alguna razón eso se le hizo un poco gracioso. Quizá porque relacionaba las plantas a las personas sensibles e ingenuas o bien le agitó la memoria, no lo pensó.

-Ahi esta- le dijo Mary al abrir la puerta hacia el patio.

Una hilera de sábanas amarillas y naranjas se agitaban en el viento, junto a otras prendas, colgante de unas cuerdas sujetas a viejos postes que alguna vez sostuvieron un parron. Black vio su motocicleta, pero no cruzo el umbral. Al mirar atrás vio a Mary girando una cuchara de madera en la olla. La comida olía bien y él tenía hambre.

-¿Qué hay de la taza de té?- le preguntó girandose a ella.

-Tengo estofado- le respondió Mary- Si quieres...

Y quiso. Black dejó la puerta abierta y volvió hacia una mesa cuadrada, pequeña, en la que había una maceta con orégano. Apartó la silla haciendo un ruido irritante que hizo que Mary lo mirara. No se disculpó y se sentó allí a esperar.

-¿Cómo estaba tu casa?- le preguntó la mujer, por hacer algo de conversación.

-Sí ya lo sabes para qué preguntas- le respondió y aunque sonó rudo no fue agresivo.

-A mi me pareció solo un poco desordenada- manifestó la chica medio riendo.

-¿Desordenada? Esa turba de ignorantes destrozó todo- exclamo Black- La gente en su hambre de sedición se vuelve una bestia y no se dan cuenta de que siguen restregandose en el lodo, mordiéndose unos a otros como cerdos.

Sonó bastante resentido. Podía parecer que se debía a que esa muchedumbre saqueó su casa, pero no. Había un resentimiento más profundo y más poderoso en su voz como en su negra mirada. Mary lo percibió antes, pero en ese momento fue más evidente. Cuando él le sostuvo la mirada, ella inclinó la cabeza a un costado sin bajar la suya.

-¿Acaso crees que todas esas protestas conseguirán algo?- le cuestinó Black.

-Que les arrojen un hueso para que se queden callados el tiempo que tarden en roerlo- le respondió Mary y volvió su atención a la comida. Black la miró de la cabeza a los pies en esa oportunidad.

-Parece que tú si entiendes- le dijo aunque con un aire de superioridad. Mary lo miró de reojo.

-¿Qué hay de tu taller? No quedo algo ahí que se pudiera salvar...

-Diria que el seguro responderá por ello, pero posiblemente de las arreglen para no tener que pagar- le contestó Black- Es inútil tratar con esa gente, pero siempre hay a quien cobrar- agregó y sonó un poco oscuro, pero no obtuvo de ella ni curiosidad ni nerviosismo como solía pasar.

Unos minutos después Mary puso sobre la mesa un plato de estofado del que escapaba vapor. También un poco de pan y una botella de vino Cabernet Sauvignon a la que Mary le quitó el polvo con una servilleta. Era una cena como la que tendrías con un conocido. La presencia de esa botella, no cambió la connotación de la situación y, sin embargo, Black detectaba en ella esas señales inconscientes que daban las mujeres ante su presencia, aunque en Mary eran muy sutiles y faciles de confundir. Posiblemente la seguridad respecto a eso en Black radicaba más en su ego que en otra cosa.

Él era bastante lacónico y ella también lo era, por lo que la comida fue bastante silenciosa, sin embargo, el silencio que cayó sobre esa mesa no era incómodo sino natural, por lo que ambos pudieron disfrutar de la comida e incluso de esa esporádica compañía que ambos conseguían de vez en cuando. Cada uno por sus razones.

-Esta bueno- le dijo Black refiriéndose al estofado y buscando los esquivos ojos marrones, de la mujer, con esa beta verdosa. Ella solo le sonrió, pero fue más una mueca que otra cosa- ¿Viste las fotografías entre los libros?- le preguntó después de un rato.

Esa pregunta obtuvo toda la atención de la mujer que acababa su cena.

-Sí- respondió y él se sonrió.

-¿Qué te parecieron?- le consulto con una expresión de oscura travesura.

- Hubieron algunas que me recordaron a Helmut newton- contestó Mary borrando la sonrisa de Black que entre abrió la boca un tanto sorprendido.

-Es extraño oír ese nombre de alguien como tú- comentó él tomando la copa de vino con un gesto arrogante.

-¿Y cómo es la gente como yo?- le preguntó Mary apartando su plato vacío para despejar el espacio delante de ella y descansar allí sus brazos.

La pregunta dejó a Black callado unos momentos.

-No pareces la clase de mujer que se interesa en el lado apasionante de las cosas- le contestó dándole una mirada que la abarcó completa.

-Y tú no pareces un hombre que lea libros de filosofía- le respondió Mary cambiando su pacífica actitud, por una más desafiante.

Black esbozo esa sonrisa torcida y altanera. Ese lado de ella finalmente se asomó de nuevo. Lo vio antes con el paramédico. 

-¿Me enseñas tu cama?- le preguntó una vez vacío la copa de vino y la devolvió a la mesa con una actitud bastante sugerente.

Mary se le quedó viendo a los ojos un rato. Después se levantó en silencio y se encaminó hacia la escalera para subir al segundo piso. Black fue tras ella llegando a una habitación ordenada y que olía a incienso. Había mucha ceniza en el escritorio junto a la ventana. Una bara todavía se quemaba creando una columna de humo blanco que creaba una niebla aromática en el lugar. Era un espacio particularmente amplio en comparación al resto de la casa, ordenado y silencioso. Mary se quedó bajo el umbral. Cuando Black volteó a verla, ella veía un punto en el techo. Estaba pensando y no notó él se paró frente a ella hasta que le rodeo la cintura con un brazo, para pegarla a él. Black estiró el otro por su costado para sujetar el pomo de la puerta y cerrarla con cierta violencia. La espalda de la mujer acabó contra la madera de caoba y su rostro contra el de Black. Mary podía sentir la respiración de ese sujeto sobre su faz y su mano cayendo sobre su cadera, pero su atención estaba fija en esas pupilas que absorbían la luz en lugar de rebotarla.

Mary subió su mano hasta esa mejilla. Lo piel de Black lucia joven, pero era bastante imperfecta al verla de cerca y sobretodo al sentirla. La trigueña piel de ese sujeto hacia contraste con sus dedos que bajaron unos centímetros para reposar ahí, como un explorador que hace una pausa para admirar el paisaje. No podía ser algo superficial como creia, pensó Mary en ese momento. Había algo más que la atraía de él. Y es que su naturaleza no era vulnerable a lo vano, menos en ese aspecto. Sin embargo, su cuerpo respondía a ese contacto estrecho.

Black no tenía ninguna controversia. A él se le antojó la mujer y eso era suficiente. Saber que ella tenía el mismo deseo por él era satisfactorio, pero en el fondo había una pequeña cuota de curiosidad en su actuar, después de todo Mary no era clase de mujer que él preferiría. Daba luces de ser demasiado reservada, aunque no tímida. Era más bien cauta. No estaba esperando el primer movimiento de su parte por un juego de seducción, sino para saber a donde iba a ir a parar y Black pensó que la conduciría a un sitio totalmente desconocido para ella. Se equivocó y ese primer beso, de su parte violento, le reveló que esa mujer no tenía miedo de seguirlo a donde la llevase.

Fue totalmente desconcertante para Black descubrir que esa mujer transitaba senderos tan cercanos a los suyos. Tanto que no pudo vestirse e irse como solía hacer una vez el sexo terminaba. Se quedo en la cama, un rato, viendo el techo mientras oía el agua de la ducha caer. El vapor que escapaba de la puerta entreabierta inundó el cuarto dando a su vista la ilusión de estar en un sueño. Acabó cruzando los brazos sobre su rostro para huir de la luz de la lámpara rodeada de una funda de papel. Se sentía extraño. No insatisfecho, pero si un poco frustrado. Decidió levantarse e irse. Alcanzó a vestirse de la cintura para abajo antes de que ella saliera de la ducha y cuando lo hizo la miró como si hubiera cometido una imprudencia.

-Que te vaya bien- le dijo Mary que tenía puesta una bata que no era de baño, sino de noche y su cuerpo empapado se dibujo en la tela como una silueta susurrante.

Black se puso la camiseta rápido y sin decir nada salió del cuarto, bajo la escalera, cruzo la cocina y atravesó el patio para montar su motocicleta e irse. Ese vehículo cumplió ahí su objetivo igual que él. Ninguno tenía más nada que hacer cerca de Mary que lo vio marcharse desde la ventana de su cuarto.

-Yo no te estaba cazando- le dijo, la mujer, desde detrás del cristal.

Mary tomó su secadora de cabello y volvió al baño pensando en que una vez Black superará el golpe a su ego, volvería. O bien no. No importaba realmente, pero si tenía que escoger prefería que lo hiciera. Le gustó abrigarse en su oscuridad y no dejaba de parecerle simpático como ambos reaccionaron de manera tan opuesta a esa faceta del otro.

Black sentía que nada le estaba saliendo bien últimamente. Llegar a su casa fue un recordatorio de eso. En la mañana tuvo un desquite con la enfermera en esa misma sala, pero eso estaba lejos de considerarlo algo positivo. Fue más bien pagar una serie de favores insignificantes. Si hubiera sido un tipo supersticioso, al sentarse en su deformado sofá, hubiera dicho que lo habían maldecido porque cada acontecimiento en su vida solo podía ser obra de una mala suerte obsesionada con él. Su novia lo terminó, una turba de imbéciles saqueo su taller, destrozo la mitad de su hogar y le dio una paliza que lo mando al hospital y para colmo esa mujer, Mary...de solo pensar en ella acabó ofuscado subiendo a darse un baño para quitarse su olor de encima.   

No tenía agua caliente así que tuvo que bañarse con agua helada y uso bastante jabón para dejar de respirar el aroma de su perfume, de su piel, de su cabello y de su entrepierna. Su enojo le duró varios días. Los mismos que le tomo reparar las ventanas rotas, cambiar los muebles y tirar sus libros a la basura. Mas una vez que su morada estaba en orden, pero con menos cosas, Black acabó por olvidarse de ella. Tenía un seguro comprometido y que debía pagarle por lo sucedido a su taller. Ese asunto lo ocupó casi por completo. Era engorroso. Todo lo ponían en duda para no tener que pagarle aquella suma de dinero. Entre todas las absurdas condiciones y pruebas que le exigían para acreditar algo que era más que innegable, el agente del seguro le pidió unos testigos. Debido a su forma de ser él no tenía amigos, apenas un par de conocidos y no eran útiles para el trámite, pues no presenciaron los hechos. No vivían cerca. Black no se llevaba bien, tampoco, con los vecinos. Ellos apenas si lo veían entrar y salir de su casa. Uno estuvo dispuesto en ayudarlo porque  pasó por un asunto bastante parecido, pero no era suficiente. Necesitaba al menos una persona más que pudiera acreditar lo sucedido. Y solo un rostro pasó por su cabeza esa tarde, mientras bebía de una lata de cerveza sentado en el peldaño de la puerta de su cocina.

-Maldita sea mi suerte- se dijo y una vez terminó su bebida, tomó las llaves y fue por su motocicleta. No tenía el número de Mery por lo que su única opción era ir a verla.

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