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Capítulo 6


—Lo has hecho muy bien Darya, la verdad es que me sorprendes un montón. —Estaba sentada apoyada en la pared tratando de equilibrar mi respiración—. Tienes una buena forma, ¿Alguna vez hiciste ballet?

—Hace muchos años. —Cerré los ojos por un momento mientras tomaba un poco de agua de mi botella.

—Se nota mucho, tienes equilibrio y la postura de una bailarina.

—Gracias... supongo.

—De nada. —Simone se sentó al lado mío mientras las últimas chicas se despedían—. ¿Mañana empiezas tu trabajo?

La miré sorprendida.

—Lo siento, Gunther me contó. —Soltó una pequeña risa—. Pasamos mucho tiempo juntos.

—Entiendo. —Tapé de nuevo la botella—. Empiezo mañana muy temprano.

—Esa es la parte difícil, abandonar la cama tan temprano es como un delito.

Pero no lo era para mí, era como volver a mi vieja rutina. Levantarse temprano y estar en la pista a las siete de la mañana con los patines puestos entrando en calor, para pasar una buena parte de la mañana en el hielo.

—Soy una persona madrugadora, creo que no me costará tanto.

—Qué suerte. —Se estiró un poco—. Yo trabajo en el restaurante de la madre de Gunther y odio hacer turnos por la mañana, pero es mejor que el turno de la noche.

Ambas reímos.

—Debería darme una ducha. —Como pude me levanté del suelo.

—Ayúdame. —Estiró una mano para que la levantara—. Yo también debo hacer eso, apesto un poco. —Volvió a estirarse.

Y después de eso un silencio un poco incómodo nos rodeó. No sabía si seguiríamos hablando o si ya podía irme.

—Oye —ella habló cuando apagó el equipo de música—. ¿Te gustaría ir a comer algo para cenar? —me sorprendió aquella petición—. Eres nueva, podemos recorrer un poco la ciudad y vamos al restaurante de la madre de Gunther.

—¿Preparan Kartoffelsalat? —pregunté con esperanza.

—Si —asintió entusiasmada—, preparan uno de los mejores.

—Bien, nos vemos dentro de un rato.

—Genial, espérame en la entrada y avisaré por el pedido.

Estaba preparada en la entrada de la academia, eran las nueve de la noche y la gente pasaba a mi alrededor. La rápida ducha ayudó con el sudor y a tranquilizar mi mente, podía salir con Simone y no desequilibrarme, solo era salir a comer a algún lugar y pasear. No recuerdo la última vez que hice algo parecido con alguien que no fuera Flor, pero necesitaba hacerlo y Simone me generaba la confianza necesaria para poder aceptar su oferta de ir junto a ella.

—Vamos. —Simone me agarró del brazo y juntas emprendimos nuestro camino—. ¿Conoces algo de aquí?

—Solo los alrededores.

—Arreglaremos eso.

Caminamos juntas y ella jamás soltó mi brazo, me mostró diferentes tiendas de comida mientras me recomendaba algunas en específico y asegurando que la comida era espectacular. Caminamos bastante, el flujo de personas jamás aminoró, las calles estaban llenas y eso era raro porque estos últimos años vivir en un pueblo chico y volver a una ciudad era un cambio que era brusco, pero me encantaba.

—¿Cuánta gente hay aquí?

—Aproximadamente veinte mil, es una ciudad pequeña. Cuando hay época de turismo la ciudad se llena demasiado, es abrumador, aunque eso ayuda mucho a la comunidad que en estos últimos años ha crecido un montón.

No era tan grande como pensaba, pero venía de un pueblo de doscientos habitantes por lo que el cambio me seguía pareciendo abrumador en ese sentido.

—Bueno, el crecimiento es maravilloso —aseguré.

—¡Cuidado! —Ella me ayudó a esquivar a una motocicleta cuando cruzábamos la calle—. La gente está demasiado ansiosa por volver a casa, odio cuando no se fijan si hay personas y andan apurados.

Asentí a lo que dijo. Las tiendas de todo tipo relucían con sus vidrieras, algunas inclusive tenían fila de personas esperando para entrar.

—¿El vino es algo importante?

—Es una de las mayores actividades de aquí, se le ofrece al turista recorridos en los procesos de producción en las bodegas y los negocios que venden siempre están llenos.

—Mmm... no me gusta el vino.

Ella frenó de golpe haciendo que casi tropezara, pero su brazo todavía seguía enganchado con el mío.

—Debes estar bromeando, ¿Una copa?

—El vino junto al vodka son mis bebidas menos preferidas.

—Bueno...no sé qué decir. —Reanudamos la caminata—. Creo que hay una tienda de bebidas más atrás, allí venden algunos refrescos a base de frutas y son ricas, lo tendré en cuenta para futuras reuniones.

Aprecié el gesto, pensé que se lo tomaría un poco mal.

—¡Oh! —frenó de golpe de nuevo, una señora que iba junto a su perro gruñó cuando pasó a nuestro lado—. Nuevos diseños de la señora Blanca.

Observé aquella pequeña vidriera, había algunos maniquíes en los cuales tenían trajes para patinadores. Había uno en específico que era el más llamativo, era negro y con un toque sensual, las mangas ayudaban a todo el conjunto.

—Lago de los cisnes. —Señalé al negro.

—Lo más probable. Blanca hace hermosos trajes, algunas personas vienen desde Berlín para que ella les diseñe o haga el paquete completo, diseño más el traje hecho por ella. Tiene cupos y por lo que sé están todos llenos.

—Es impresionante. —Ambas mirábamos los trajes embobadas, tenían una sutileza con los detalles lo que provocaba que no fuera abrumador.

—Algún día podríamos ir hacia el ferry e ir al castillo feudal. Solo abre los fines de semana, podemos acomodarnos con los horarios. Debes ir es uno de nuestros puntos más espectaculares.

—Me encantaría ir, solo lo vi por fotos.

Caminamos de nuevo unas dos cuadras más, era todo tan tradicional en su arquitectura que hacía que pareciera que estuvieras en un cuento antiguo.

—Aquí llegamos. —Ambas nos separamos para poder entrar al restaurante, el cambio fue brusco, los olores a comida hicieron que mi estómago gruñera.

—¡SIMONE! —Una voz de un hombre gritó—, tu pedido se encuentra listo.

Ella se acercó y agarró la bolsa con comida, habló algunas palabras que no podía entender y fue hasta la heladera sacando dos refrescos de manzana.

—¿Te parece que comamos junto al río?

Afirmé con un movimiento breve de mi cabeza. El hecho de que no nos quedáramos en el restaurante me tranquilizó un poco. Ambas salimos, ella llevaba la bolsa con comida y en mi caso me había ofrecido llevar las bebidas.

—Solo es un poco más abajo.

Así fue, el inmenso río separaba la ciudad y podía ver hacia el otro lado. La ciudad allí también estaba despierta, los autos pasaban por el puente y desde aquí podía ver el castillo que se ubicaba en la cima de una montaña.

—Sentémonos. —Seguí sus movimientos mientras ambas nos colocamos en uno de los bancos de piedra.

—Es precioso. —Agarré la bandeja que me ofrecía junto a un par de cubiertos de plástico, la bandeja estaba caliente y el olor a Kartoffelsalat se hacía presente.

—Amo venir aquí, ver esta inmensa y hermosa vista. Me alegro de no haberme equivocado contigo —habló luego de llevarse un bocado de comida a la boca. Ella tenía una especie de carne con algún puré en su plato—. No todos ven esta vista, la mayoría se centra en sus celulares.

—Bueno, gracias por la invitación. No he podido salir a recorrer y esto ayuda un montón para conocer la ciudad.

—En esta parte de la ciudad encontrarás la parte moderna con un toque antiguo, desde aquí podemos ir a todos lados, cuando cruzas el puente te encuentras con la parte tradicional pura. Debo llevarte a comer pretzel.

Sonreí porque hacía bastante tiempo que no comía un pretzel, igual que el Kartoffelsalat, comidas que las recordaba comer en mi infancia. Al llevarme un bocado de Kartoffelsalat, los sabores explotaron: papa junto a la cebolla, un toque de pepino, mayonesa más un tipo de salchicha que sabía demasiado bien. No era como lo preparaba mi mamá, pero su sabor era riquísimo.

—¿Cuántos años tienes? —Me animé a comenzar una conversación.

—Diecinueve años, los cumplo el cinco de diciembre.

—Eres joven. —La miré sorprendida—. Tengo veintiuno.

—No eres tan vieja, tu edad es cercana a la de Gunther. Él tiene veintitrés años recién cumplidos. Perdón, siempre lo nombro, es como mi hermano. —Soltó una pequeña risa.

—Lo entiendo.

—No tengo hermanos, soy hija única igual que él, nuestras madres son inseparables por lo que nosotros también lo somos desde siempre.

—Yo también soy hija única. —Sonreí ante la coincidencia.

—¿Y tus padres? —Me miró—. ¿Vives con ellos?

—No, vivo con mi tío.

—Oh... ¿decidiste separarte de ellos?

—No...—Tragué antes de contestar—. Ellos murieron hace años.

—Lo lamento. —Cerró los ojos y después colocó una mano en mi hombro—, no debí preguntar.

—No hay problema, sucedió hace tiempo. Es que no suelo comentar mucho sobre el tema.

—Lo entiendo un poco o eso creo. Mi tío murió cuando era joven, sé que no es lo mismo, pero creo comprender.

—Es una pérdida que todavía no logro procesar —enfatice mis palabras con un movimiento de mi mano, me había puesto tensa ante el tema—. Lamento lo de tu tío.

—Tenía ocho años, no lo recuerdo mucho, solo viene a mi cabeza como todos sufrimos por su pérdida.

Después de eso ninguna de las dos habló. Veíamos hacia el río y como él mismo reflejaba al castillo haciendo que la experiencia sea más asombrosa.

La comida estuvo bien, era sabrosa y de alguna manera me conectó con mi pasado. Cuando mamá solía prepararlo era porque tenía tiempo, ella junto a papá siempre estaban ocupados debido al trabajo. No puedo dejar de pensar en aquellas cenas familiares, los tres juntos, ya que por la noche era el único momento en donde podíamos estar realmente juntos, mi entrenamiento y la escuela demandaban tiempo, el trabajo como abogados de mis padres mucho más. Aquella tradición nunca era rota, excepto por algunas irregularidades con los horarios, y cocinábamos entre los tres o pedíamos comida de algún restaurante.

Ahora estar junto a alguien en esa misma situación, solo compartiendo ese momento, lograba revolver sentimientos en mi interior. No recuerdo la última vez que compartí algo parecido a esta noche junto a Simone, hacía demasiado tiempo que estaba sola, lo de hoy fue un agradable cambio.

Miré atentamente el agua, la iluminación no arruinaba la vista y si prestas atención veías como la luna se reflejaba en el agua que se movía suavemente. Observé aquella imagen mientras nos tomábamos un tiempo para comer.

—Christa Berlusconi. —Mi entrenadora me habló directamente después de que mi padre se fuera de la práctica—. Es tu mayor rival. En las últimas competencias sus saltos mejoraron y creo que está intentando el triple Axel. Debemos mejorar tus transiciones y coreografía para poder marcar la diferencia. Ella sigue siendo una amenaza, pero todavía logras ganarle por varios puntos, no quiero que tenga alguna sorpresa en la competencia del mes que viene, por lo que practicaremos en mejorar.

—Entendido.

—Ella es la única que debes vencer, los rusos últimamente se han vuelto más importantes junto a la patinadora estadounidense que parece que quiere hacerles la vida imposible a ambas, pero que no llega a nada, no podemos descartarla.

En las temporadas pasadas venía liderando en las competencias hasta que Christa apareció de la nada, las estadísticas y la gente en general hablaba de esta nueva rivalidad entre nosotras con tan solo trece años. No quería que fuera mi rival porque de alguna manera ella era simpática las pocas veces que nos cruzábamos. Todo el mundo parecía preocupado por ella y esos conflictos que inventaban sobre nosotras lograba que hubiera una tensión en las competencias.

—La venceremos, quédate tranquila, ella siempre estará detrás de ti.

Le sonreí tensamente y le indiqué que pusiera la música para que pudiera enfrentarme al mundo de Romeo y Julieta.

Un mes después, gané y ella quedó segunda. Y como había dicho mi entrenadora, ella jamás logró vencerme, bueno excepto por una sola vez.

—Edrick quiere que te muestre todas las instalaciones. — Junto a Pedro comenzamos a recorrer la planta baja—. No quiero que te pierdas por lo que te pasaré un mapa del lugar, siempre hago eso con las nuevas incorporaciones, el club es muy grande y suelen perderse bastantes personas al principio.

—¿Me lo pasará por correo? —pregunté.

—Si, en la planilla que luego te haré llenar pondrás tus datos y comenzaré a hacer los papeles, como los del seguro y todo eso.

—Comprendo. Entonces, ¿Qué deportes se practica?

—No hay mucha información del club. —Ambos paramos en una de las entradas que daban a la pista de hielo—. El club se especializa en tres deportes, natación, hockey sobre hielo y patinaje sobre hielo. Natación es lo que más ingresos genera junto a diferentes torneos que se hacen aquí, el equipo de hockey es de los tres deportes el más reconocido a nivel competencia, tenemos un grupo decente de chicos. En el patinaje son solo cuatro chicas y dos chicos a nivel individual y Gunther en parejas, es el deporte que menos interés genera a las personas, pero se sigue dando porque tenemos algunas alianzas haciendo que los precios sean accesibles.

—¿Nivel de competencia?

—En los tres deportes nadie ha logrado destacarse ni llegar a competencias importantes, aunque en los últimos años el equipo de hockey pudo pasar esa barrera y avanzó un poco en ese sentido.

—Bueno, me alegro por ustedes. Sé lo difícil que es mantener un club de estas características.

—Se hace lo que se puede y si bien quisiéramos que a todos le fuera mucho mejor a nivel competencia los últimos años hemos mejorado en ese aspecto. —Ambos avanzamos un poco más y terminamos en una especie de puesto en donde había un mueble en donde se dividían los patines. La entrada al hielo era directa logrando que eso me preocupara un poco menos—. Tú solo te encargas de confirmar la entrada en la computadora. —Señaló la misma que se ubicaba en el escritorio, enfrente del mueble—. Aparece en la computadora una vez que se entregue al cliente, yo las doy en el ingreso. Cuando estén por entrar a la pista solo debes tocar el botón que sale al lado de la entrada y la misma empezará a contar el tiempo que las personas deben permanecer en la pista.

—Entiendo. —Él me mostraba un ejemplo mientras me explicaba.

—Las entradas tienen una hora específica, las personas ingresan por grupos. No suelen ser más de doce personas en los mismos por lo cual no se te complicará. Solo esta es tu tarea, tienes un compañero en la pista que se encarga allí de mantener el control, él te ayudará con lo que necesites, sabe hacer ambas tareas.

—¿Cuánto suele durar los grupos en la pista?

—Solo veinticinco minutos. —Apagó la computadora y levantó una parte del mostrador para que ambos saliéramos de esa parte—. Se dan diez minutos para que las personas salgan y dejen los patines y entra el nuevo grupo.

—¿Hora de apertura? —indagué.

—Dos de la tarde hasta las diez. —Me miró.

Bueno, es una hora considerablemente buena.

—Los domingos es todo el día o bueno casi. Desde las nueve de la mañana hasta las doce, se vuelve a abrir a las dos y se cierra a las diez. Se les da un corte para comer, y tienes pequeños tiempos que acuerdas con tu compañero para ir al baño.

Levanté mi pulgar diciendo que lo había entendido y él sonrió ante eso.

—Tu compañero es uno de los chicos del equipo. Benjamín es un buen chico que te ayudará en lo que necesites. Ahora llevaremos a afilar algunos pares de patines y te mostraré el registro de los mismos para que lleves el control.

Fue una mañana un poco agitada en donde anduvimos por todos lados junto a Pedro, él me mostró el lugar en donde debía llevar a afilar las cuchillas, los registros de la información para ir al día y solo pensaba cómo rayos iba a estar todo el tiempo al lado de una pista y no tentarme a entrar en la misma solo por algunos minutos. 


¡Gracias por leer! 


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