
Capítulo 4
Después de una ducha rápida, logré que mi corazón latiera normal. La emoción de dos horas haciendo ejercicio incorporando algunos pasos de baile fue algo que pensé que jamás podría volver a sentir.
Las alumnas de Simone eran pocas y en total éramos seis haciendo que la clase fuera más personalizada, la música y los movimientos me hicieron recordar mis entrenamientos, cuando nos juntábamos con nuestro preparador físico y al final de la clase ponía una canción para que la interpretáramos a nuestro gusto.
La música de hoy fue movida y divertida. Logré interactuar un poco con mis compañeras, pero me mantuve al margen todo el tiempo, siendo un poco seca al respecto algo que todavía no lograba controlar. Festejé internamente cuando me calmé lo suficiente para evitar un indicio de ataque de pánico antes de comenzar la clase.
Festejos internos ante mis luchas.
Era un poco tarde cuando me fui de la academia, debía tomar el bus que me dejaría solo una cuadra de la casa en la que vivo actualmente. La academia estaba un poco alejada de mi hogar temporal y era demasiado tarde para caminar hasta allí, por lo que el bus era de gran ayuda.
—¡Buenas noches! —escuché el grito de Simone y me di vuelta para devolverle un poco tensa el saludo. Ella iba acompañada por aquel chico rubio que había sido gentil al mostrarme el lugar, él estaba enfocado en su celular por lo que no me prestó mucha atención.
Me ubiqué en la parada tiempo después, las tiendas a mi alrededor todavía estaban abiertas, y algunas personas paraban para apreciar las vidrieras. No había salido a explorar completamente la ciudad y era algo que estaba en mi lista de pendientes junto con el punto de conseguir trabajo.
—Llegué —anuncié en la puerta luego de haberme sacado las zapatillas.
Mi tío estaba durmiendo en el sofá con la televisión encendida. Agarré de uno de los muebles una manta lo suficientemente gruesa para poder taparlo, en las noches el frío era un poco abrumador y proseguí a apagar el televisor.
En la cocina puse a calentar agua un té de limón siempre me ayudaba a dormir mejor. Miré de nuevo a Adal, estaba cada vez peor, más botellas de vino estaban a su alrededor y como novedad también cerveza. Agarré algunas botellas y latas tirándolas en el cesto de la basura, un poco de orden ayudaba con el ambiente. Volví a la cocina esperando que el agua se calentara.
—Es uno de los vestidos más hermosos que te has probado. —Mi madre me miró a través del espejo.
—Me halagas mamá, ¿expresa lo que quiero contar?
—Claro que lo hace. —Sonrió—, hermosos colores oscuros combinados a la perfección para mi linda vampira, el brillo es perfecto, no es demasiado exagerado como he visto en otros vestidos.
Reí ante aquello.
Después de unos ajustes, la modista nos indicó que estaría listo para la otra semana.
—Me encanta tu nuevo programa. —Caminamos hacia el auto—, tu padre quiere ir a la práctica de hoy, sigue molesto porque yo vi primero tu programa libre.
Conociendo a mamá seguro que alardeó de eso y molestar a papá era uno de sus pasatiempos favoritos.
La tetera emitió un sonido haciéndome estremecer, los recuerdos estaban allí cada vez más frecuentes, no podía deshacerme de ellos por más que quisiera. Preparé mi té un poco más enojada de lo que pretendía, y me dirigí hacia mi dormitorio. Dejé la taza en mi mesa de luz y procedí a ponerme mi piyama, priorizando mi rutina de la crema corporal.
Revisé mis redes sociales, cuando estuve en la cama, tomé de a sorbos mi té que mantenía su calor. Con mi cuenta falsa, miré de nuevo los perfiles de mis ex compañeros, trataba de no hacerlo, pero la tentación siempre me vencía. Me detuve en una noticia que daba una de los perfiles que seguía, siempre era de confianza.
Christa Berlusconi, la patinadora rusa, el día de hoy presenta un nuevo programa corto que promete ser una sensación. Todos estamos de acuerdo en que todavía necesita algunos ajustes, pero sus saltos siguen siendo de calidad. Se encuentra en segundo lugar, detrás de su compañera rusa, por solo dos puntos de diferencia.
Dos puntos de diferencia era poco y mucho al mismo tiempo. Ella lograría quedar en el podio si no tenía ningún fallo mañana en su programa largo. Si bien tenía su triple Axel, no sería competencia para los cuádruples de las demás competidoras.
Los cuádruples, siempre pensé que podría lograr hacer alguno, pero nunca alcancé la altura apropiada para girar cuatro veces. Recuerdo que en un entrenamiento antes de la competencia oficial Christa había intentado hacerlo, lo había hecho porque las cámaras la enfocaron en un momento, se cayó y casi no pudo competir ese día, jamás la vi volver a intentarlo. Eran demasiado difíciles para realizar y admiraba quienes lo hacían.
Seguí bajando por las publicaciones y la misma página publicó algo que casi hace que mi corazón se detenga.
Patinadores que eran excepcionales en el hielo que por diferentes razones no pudimos disfrutar más de ellos. En los siguientes apartados profundizaré sobre estos patinadores.
Aiko Nakamura.
Miguel Martínez.
Dmitriy Kozlov.
Darya Neumann.
Resoplé ante aquello, habían pasado seis años y todavía rondaban imágenes mías por internet. Allí estaba yo con la pose final de mi programa, me encontraba con mi vestido de tonos morados, dándole a los jueces una mirada divertida, y en mi mirada había alegría porque todos los saltos aterrizaron perfectamente, las piruetas habían salido en eje y la secuencia de pasos de alto nivel había transcurrido con total naturalidad. Recordaba esa competencia y las vallas de división con la publicidad me ayudaban a ubicarme temporalmente.
Había ganado ese día, y al final junto a mi familia fuimos por pollo frito. Todos reíamos en el auto mientras cantábamos una canción pegadiza que sonaba en la radio, éramos felices.
Darya Neumann la patinadora alemana estrella, después de aquel incidente jamás volvimos a saber nada de ella. Considerada una de las promesas del patinaje artístico, candidata al oro en los juegos olímpicos con solo dieciséis años, múltiples títulos obtenidos y entre ellos campeona del mundo.
Personalmente para este humilde escritor, ella era una de mis patinadoras favoritas. Lo tenía todo, sus saltos, piruetas, secuencia de pasos, las transiciones. Si bien en la actualidad hay varias patinadoras que se adaptan a este perfil de características, ella me hacía sentir algo con sus programas que pocas veces sucede actualmente.
La cuestión es que nadie supo más nada de ella, lo cual es una lástima. No la hemos visto por varios años, ni siquiera en una pista de hielo siendo consultora o ayudando a entrenar patinadores. Ojalá pudiéramos seguir disfrutando más de su patinaje, interpretando aquellos bellos programas que en ciertas ocasiones me hacían llorar, como el de Romeo y Julieta que sigue siendo uno de mis programas favoritos.
Preguntas:
¿En dónde estás Darya? ¿Vieron alguno de sus programas? ¿La extrañan? ¿La conocen? ¿Programa favorito?
Leí todo muy atentamente, asimilando cada palabra, intentando contener las lágrimas.
¿En dónde estás Darya?
Estoy en Alemania, en casa.
¿Vieron alguno de sus programas?
Siempre y en ocasiones todavía siento el hielo, la música, los aplausos.
¿La extrañan?
Si, extraño a esa Darya. Trato todo el tiempo de volver a ser ella, pero no puedo.
¿La conocen?
Ya no.
¿Programa favorito?
The vampires. Porque amo la historia de alguna manera me conecta con mis padres.
Sonreí ante aquello y lloré con la publicación. La publicación fue subida hace una hora. Me limpie las lágrimas que me impedían ver bien.
2134 me gusta. 1035 comentarios.
Toqué con mi mano temblorosa para ver aquellos comentarios.
CB: ¡Amo esta publicación!
A: Jamás me gustó. Era frígida, siempre queriendo ser la mejor.
CF: Fue una buena competidora, pero Christa era algo más sensacional que ella.
PB: ¿alguien sabe algo de ella?
Ffff: ¿Estaría en la pista ahora mismo si estuviera recuperada?
AR: No está en la pista porque es débil mentalmente.
E: desearía volver a verla. Era su fan, no entiendo porque desapareció y jamás volvió.
Apagué mi celular y me acomodé mejor en la cama, las sábanas más las frazadas ayudaban con el frío, estaba calentita. Entonces me permití llorar en aquel refugio, silenciosamente. Y recordé todo o parte de ello.
Recordé a mis padres, que ya no estaban.
Recordé a mi familia, que se deshizo rápidamente y no hubo nadie al cual aferrarse.
Mis errores. La sangre, el hospital, el accidente, los gritos.
Recuerdo la pista que estuvo para mí todo el día. Los programas, las competencias, los premios, las caídas, los abrazos, las personas alentándome, los peluches de leones, los récords superados. La música en la que me perdía cuando llevaba los patines puestos, la emoción de saber que estaba brindándole a las personas lo mejor de mí.
Recuerdo el hielo, hielo y más hielo. El sonido de las cuchillas cuando lo cortaban.
Esa versión de mi misma que era feliz, hasta que dejé de serlo. Cuando la puerta se cerró, cuando me contaron lo sucedido, nunca más volví a ser ella.
Desearía volver a ser ella.
Ahora hacia esa rutina, con muchos puntos y actividades más en el transcurso del día.
Me había acomodado a mi vida de nuevo, sin embargo, sentía que no era así. Era como un fantasma, ya no era yo misma, ahora solo era una imitación de mi vida "anterior", una imitación falsa. Las semanas habían pasado, pero estaba estancada.
Un ruido de platos cayendo me hizo levantarme de inmediato. Buena manera de comenzar el día.
—¡Aquí estás! —gritó—, ¿puedes creer que no hay vino?
Lo creía. Y se lo expresé con la mirada, por lo que él me respondió un resoplido.
—Eres una ingrata —habló fuerte, algunas gotas de saliva tocaron mi piel—, te doy un techo para que puedas dormir y vivir. ¿Así es como me pagaras?
Busqué una escoba y un recogedor para juntar las dos tazas que yacían rotas en el suelo. Después lo enfrenté.
—Me das un lugar para dormir. Yo te ofrezco dinero que sé que ya no tienes, pagó la comida, el alcohol que consumes, las cuentas de los servicios como: la luz. Soy la que limpia y te deja un plato con comida para que después lo calientes y puedas comerlo, lavo la ropa, y fundamentalmente intento buscar un trabajo para poder seguir haciendo lo anterior, porque demandas demasiado dinero por si no te quedó claro. —Empecé a barrer empujándolo para que no se incrustara ningún trozo de vidrio—. Sé que te duele, pero debes seguir adelante.
—¿Me das un consejo? — soltó una risa un poco ahogada—. Niña estás en la misma situación en la que me encuentro ahora.
—¡No es verdad!
—Pretendes vivir, haces una fantasía de tu vida anterior —me enfrentó—. Jamás volverán, Darya y debes entender eso.
—¡No es verdad! —grité más fuerte esta vez.
—Esa vida que tenías —me agarró fuertemente para que dejara de barrer—, no volverá y debes aprender que no puedes seguir con normalidad como si nada hubiese pasado. No eres normal Darya si piensas que toda esa felicidad volverá.
Esa felicidad no volverá. Sus palabras retumbaron en mi mente.
«Ellos no volverán»
Dejé las cosas de golpe y me alejé de él. Me asfixiaba, las paredes empezaban a cerrarse.
¿Dónde se encontraba el aire que no llegaba a mis pulmones?
Como pude tomé mi abrigo negro, me coloqué las zapatillas rápido y con esa velocidad me fui de la casa. Corrí con rapidez huyendo de los gritos de Adal que con el tiempo dejaron de escucharse. Las calles poco a poco eran más transitadas, lo que me hacía correr más rápido, intentando huir de esa casa, de los recuerdos que se hacían más persistentes.
Mi respiración empezaba a entrecortarse, frené junto a un banco de lo que parecía una plaza y traté de que mi respiración pudiera volver a la normalidad.
Por favor. Por favor. Por favor, quiero que todo acabe.
Hice los ejercicios que Flor me había enseñado para tratar de recomponerme. Mi respiración parecía no querer cooperar conmigo.
—Lo lamento tanto Darya. —Ella trató de acercarse—, lamento no habértelo dicho antes.
—¿Cuándo pretendías decírmelo? —pregunté con lágrimas en los ojos—. Te aprovechaste de mí.
—No.
—Lo hiciste —grité mientras trataba de cambiarme—, jamás te perdonaré esto. Desde ahora te encuentras muerta para mí.
—¿Te encuentras bien? —una voz me despertó de aquel recuerdo. Un hombre un poco mayor estaba parado frente a mí.
Tomé aquella oportunidad y me aferré a él para volver—. Si, ya me encuentro mejor.
—Bien, me preocupé por usted cuando empezó a llorar —Me entregó un pañuelo descartable—. Soy Pedro —se presentó y como pude le devolví el saludo.
Pasaron unos minutos en donde volvía a la normalidad junto a mi respiración.
—Por un momento pensé que venías a la entrevista de trabajo y te pusiste nerviosa. —Sonrió—. Luego vi tus lágrimas y supe que no era por eso.
—¿Trabajo?
—Si, en la pista. —Se detuvo un momento y señaló atrás—. Origin club, pista de hielo entre otras cosas, entrenan a el equipo de Hockey y a un grupo reducido de patinadores. La entrevista de trabajo era para obtener un empleado que se encargara los fines de semanas del mantenimiento y entrega de los patines, para aquellos que pagan para usar la pista la cual se abre para uso público los sábados por la noche y todo el domingo. Por ahora.
Lo miré y luego al edificio. Hacía bastante tiempo que no entraba en una pista, trataba de alejarme de ella lo más posible. Ahora había terminado enfrente de una de ellas.
Miré hacia el cielo, ¿esto era alguna clase de señal de mal gusto?
—Estoy en búsqueda de un trabajo, ¿crees que me dejaran tener alguna posibilidad? —dudé al hacer esa pregunta.
—Bueno. —Pensó un poco—, tendría que consultarlo. Ven conmigo te enseñaré el baño para que puedas arreglarte mientras pregunto.
Ambos caminamos hacia la instalación, cuando él entró y luego me señaló para que hiciera lo mismo, dudé porque esto era muy real.
«Puedes hacerlo»
Con un poco de duda lo seguí. El cambio de temperatura no fue tan brusco, pero sentí el frío.
—Ahora están los muchachos entrenando para un partido importante. El jefe debe encontrarse junto al entrenador.
Vi la pista desde lejos, solo fue una pequeña mirada, sin embargo, el frío y el hielo hicieron que mi piel se erizara.
—El baño se encuentra allí. —Señaló una puerta un poco alejada pero que tenía el cartel de identificación—, ¿Cuál es tu nombre?
Dudé de nuevo—. Darya Weber.
Asintió.
Como pude fui hacia el baño, al abrir la puerta alguien salía de uno de los cubículos. Velozmente disimulé y entré en uno de ellos esquivando a la chica que lucía cansada y molesta.
—¡Maldito! —escuché como el agua corría del grifo—, solo debe seguirme y estar en sintonía conmigo y no puede hacer solo eso.
Un portazo es lo que oí después.
Abrí la puerta del cubículo y me enfrenté al espejo, estaba en piyamas con un par de zapatillas blancas más un abrigo negro demasiado grande debí confundirlo al salir con prisa de la casa. Eso no era una buena impresión.
Bien, ahora debía salir de aquí antes de que me vieran, no podían verme con esta ropa. Al abrir la puerta y mirar por los pasillos, comprobé que no había nadie. Troté hacia la puerta.
—¡Darya! — escuché la voz de Pedro antes de que pudiera abrir la puerta.
Me giré y Pedro se encontraba junto a un señor alto y rubio, vestido de manera elegante.
«Esta es una señal sumamente mala»
¡Gracias por leer! ¡Besos!
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