Capítulo 35
—Este departamento quedó genial. —Simone terminó de colgar los cuadros con diseños de flores.
—Es totalmente obra mía. —Acomodé los adornos en la mesita de café.
—¿Cuándo saldrá al mercado?
—Mi abuela lo pondrá el lunes que viene.
—Se venderá rápido. Tiene buena ubicación y precio. Ojalá pudiera comprarlo.
—Me halagas.
Había comprado un departamento en la ciudad y con ayuda de un profesional que se encargaba de la obra nos pusimos a trabajar en ella. Tuvimos un problema con las cañerías y eso me puso un poco nerviosa por el presupuesto que pasaron para resolverlo, pero cuando un profesional en el área revisó todo, solo fueron algunos euros para reemplazar cañerías que estaban en mal estado. Si bien tenía un presupuesto de emergencia para algún problema que pudiera surgir, no era tan grande como el monto original de resolución.
—Gunther me ayudó a instalar los muebles del balcón. ¿Sabías que sabe bastante sobre plantas?
—¿De verdad?
—Me sorprendí también. —reí—. Me recomendó hacer una huerta con plantas que puedas utilizar después para las comidas y son de bajo cuidado.
—Interesante.
—Bueno, gracias por ayudarme a traer las cajas. —Ahora deberíamos acomodar el desastre y dejar todo limpio para las visitas guiadas.
—¿Tienes ofertas? —Ella terminó de poner algunos libros en las estanterías.
—Espero que haya compradores interesados. Tengo miedo de que al ser un toque femenino me juegue en contra.
—Siempre hay alguien interesado. —Se detuvo un momento—. Sabes, creo que Christa estaba buscando un departamento.
—Bueno, si ese es el caso, ella puede venir a verlo. Toma —hurgue en mi bolso—, dale esta tarjeta es la persona encargada de dar las visitas.
—Bien se la daré hoy. Tengo entrenamiento con ella. —Hizo una mueca.
—¿Complicada? —Fui apagando las luces mientras controlaba que todo estuviera asegurado. Tomé las cajas.
—Ahora que el club me contrató como una de las entrenadoras y coreógrafa tengo que lidiar con diferentes tipos de patinadores. Tienes los que quieren progresar y los que no.
Cerré la puerta mientras la escuchaba. Estábamos en el piso dos y no tardamos en bajar.
—Creo que está acostumbrada a un tipo de entrenamiento. Cuando le ofrecí que ella eligiera el estilo que quería para sus programas, ya sabes...—resopló—. Alguna música en particular, libro o película para usar de inspiración, ella solamente se quedó en blanco. Dejé que lo pensara para que aclarara sus ideas, no dio resultado.
—Complicado.
—Mucho y ahora tendré a Alexander como alumno, desde ya tengo el presentimiento que será alguien complicado también. No es fácil entrenar a una pareja y aún más si no se conocen.
—¿Quieres que pidamos algo para comer? —Dejé en el basurero del edificio las cajas.
Caminamos por las calles que particularmente estaban llenas de gente.
—Muero de hambre.
—Con el comentario anterior, nosotros no fuimos complicados. —Nos defendí.
—Al principio sí lo fueron y es entendible. Ahora parecen dos personas muy conectadas —se estremeció exagerando los movimientos—. A veces dan la impresión de más.
—¿Qué significa eso? —Doblamos para ir al restaurante en donde siempre pedíamos. El restaurante de la madre de Gunther. Estaba muy cerca.
—Ya sabes, esas miradas que se dan, veo mucha complicidad.
—¿Qué miradas?
—Las miradas. —Comprobó algo en su celular—. Mi tía no tiene muchos clientes hoy y el menú es delicioso.
—¿De qué miradas hablas? —La detuve antes de entrar al restaurante.
—¿Estás... enamorada de Gunther? —preguntó con duda y su pregunta me chocó.
—De qué estás hablando —tragué nerviosa. A qué venía aquella pregunta, ¿Qué estaba pasando?
—Solo pregunté sobre la comida —ella me sonrió—, creo que Gunther ayudó en la cocina, si llegamos temprano podremos conseguir una porción de su tarta de melocotón.
Asentí porque no podía pronunciar nada más. Creí escuchar aquella pregunta proveniente de Simone, pero parecía que en realidad no era de esa manera, ahora me estaba volviendo loca.
Yo no estaba enamorada de Gunther. No entendía porque Simone había insinuado algo tan descabellado horas atrás.
«No fue Simone»
—Buenos días Pedro. —Lo saludé en la entrada. Hoy no había ido con Gunther porque tenía que visitar antes al mecánico. Pedro me devolvió el saludo un poco raro, últimamente era algo común su actitud.
¿Será por lo del beso?
—Oye, quiero preguntarte algo. —Él asintió como respuesta.
Tomé el valor para preguntar y que al mismo tiempo no me tomara como una persona loca.
—¿Notas algo sobre miradas raras que nos demos con Gunther?
—Ah. —Asintió como si comprendiera de lo que estaba hablando—. Esas miradas.
No puede ser.
—¿Qué miradas?
—Las de dos personas enamoradas —sonrió con complicidad—. Guardaré el secreto de ustedes dos, solo que si quieren que siga siendo un secreto no se besen por los pasillos.
¿Qué estaba insinuando?
—Pensé que estabas en los vestuarios —Mallory me tomó por los hombros y saludó a Pedro. Recién había llegado.
—Ahora iba.
—Gunther me habló de que llegaría tarde, por lo menos él sí avisa. Entrenamiento en el gimnasio hoy, la pista estará ocupada, entrenarán más tarde en el hielo.
—Entendido. —Aunque realmente no le presté atención.
«¿Estas... enamorada de Gunther?»
No tenía sentimientos de ese tipo por Gunther. Solo era un amigo y compañero.
Aunque... Él prepara los más ricos postres, siempre tienen té de limón listo para mí, le gusta charlar conmigo, trata de protegerme siempre en la pista sobre todo en las elevaciones, es una fuente de motivación y me encanta pasar tiempo junto a él.
Debía admitir que no es feo. Sus ojos eran de un lindo color azul y su pelo que estaba largo ahora lo había recortado bastante, pero todavía podía pasar mis dedos en sus cabellos. Era considerablemente alto y siempre me abrazaba por detrás ubicando su barbilla en mi cabeza. Me encantan aquellas caricias que mayormente me daba en la cadera que podrían indicar diferentes emociones, pero siempre eran para tranquilizarme. Me hipnotiza la conexión que teníamos.
Eso no indicaba que estaba enamorada de él. No entendía de qué tipo de miradas hablaban.
—¿Estás lista? —Miré a Blas al entrar al gimnasio.
Bien, hoy el ejercicio debía ayudarme a despejar la mente. Gunther vendría dentro de dos horas, podría esperarlo.
Blas me hizo sufrir. Era mucho más severo que Simone.
Me acosté en el suelo al terminar de hacer las sentadillas. Regulé mi respiración o trataba de hacerlo, tendría seis minutos de descanso y volveríamos al ataque. Mi cuerpo me pedía a gritos agua y un descanso de muchas horas.
—Toma agua, parece que te vas a morir. —Abrí los ojos y Gunther me estaba entregando mi botella con agua.
—Eres mi salvador. —Me senté.
—Entrenamiento complicado por lo que veo. —Me dio una alegre sonrisa.
—Estoy toda sudada, soy prueba de ello. —Me señalé.
—Arriba, solo te quedan veinte minutos más.
—Eres un pésimo animador.
—Tengo galletas de limón para cuando termines. —Lo miré emocionada por aquella noticia.
—Eres el mejor. —Cambié mi actitud ante la promesa de galletas.
—No me alargues más. Ya pude perfeccionarlas y se siente más el limón.
—Esas galletas serán mi recompensa. —Levanté el puño como señal de victoria y me enfrenté a la caminadora.
Las de dos personas enamoradas. Guardaré el secreto de ustedes dos, solo que si quieren que siga siendo un secreto no se besen por los pasillos.
¿Estas... enamorada de Gunther?
—Son solo doce minutos a toda potencia, el resto son ejercicios de estiramiento y relajación. Como siempre hacemos, tú puedes. —Me regaló una cálida mirada.
Traté desesperadamente de concentrarme, pero con Gunther allí no podía. Necesitaba borrar esas palabras.
—Lo están haciendo bien. —Mallory aplaudió.
Seguí la música acompañada por Gunther. El programa corto necesitaba refacciones y nosotros estábamos muy dispuestos a hacerlas. Si bien no todas fueron de golpe, íbamos paso a paso. Los puntos que cada vez subían un poco más, en las calificaciones eran prueba de ello, eran prueba de nuestro esfuerzo.
Escuché la canción con precisión tratando que la letra no me afectara, ¿nos lastimaremos con las cosas que quisiéramos decir?, ¿nos lastimaría si dijera estas sensaciones que no sé cómo explicar?
Cómo podía destruir lo que construimos con sentimientos que ni yo misma entiendo. No podría poner todo en riesgo. No por un beso. Quizás sea mejor así, sin sentimientos complicados entre medio.
Gunther me llevaba de forma armónica con la música por toda la pista. Me sostuvo fuerte cuando cambiamos de dirección y sentí su seguridad en la mano que estaba ubicada en mi cintura. La velocidad era buena, mucho mejor en cada entrenamiento. Después de nuestro pequeño accidente volver era la única opción así que tuvimos que dejar los miedos atrás y seguir adelante si queríamos estar en las competencias.
La danza en parejas era un baile en el hielo con complicadas variaciones y un despliegue de elementos tanto técnicos como artísticos puestos en escena. Era una disciplina en donde siempre estabas con tu compañero, eran pocas las veces en donde permanecemos separados.
Sentí como íbamos para atrás y como las cuchillas cortan el hielo y salpicamos un poco de agua en el proceso. Miré sus ojos, interpretamos la esencia de la canción casi a la perfección.
Wow. Aquel color azul en su mirada era hermoso. Después sentí el hielo en mi trasero, golpe duro, de vuelta a la realidad.
—¿Te encuentras bien? —Gunther logró esquivarme y no cayó conmigo.
—Mi cuchilla se trabó en el hielo. —Me sonrojé cuando me ayudó a levantarme. Era por la vergüenza de haberme caído, solo por eso.
—¿De verdad te encuentras bien? —Sentí sus manos en mi trasero ayudando a quitar el hielo.
—Si. —Di por terminada aquella ayuda sacando sus manos suavemente—. Solo necesito un descanso.
Me deslicé por el hielo hasta la salida de la pista.
—Mi error. Iré al baño. —Tomé mis protectores y se los puse a mis cuchillas.
—Claro. —Mallory no añadió nada más.
Traté de regular mi respiración y no avergonzarme más de lo necesario. Cerré la puerta de uno de los baños individuales y me quedé allí.
No estaba prestando atención realmente a lo sucedido. Solo sentía la música y a Gunther.
¿Qué eran esos sentimientos?
No podía realmente estar enamorada de él, eso arruinaría todo. Dentro de dos semanas tendríamos nuestra primera competencia fuerte en Canadá junto a muchas parejas, transmitida para todo el público en el mundo. Por televisión, con entrevistas y muchas personas.
No podía ponernos esa presión. No podía hacerlo.
Antes de salir me lavé las manos. La imagen que me devolvía el espejo era de alguien despeinado. Aplaqué aquel desastre que se había salido del peinado con agua y salí del baño tratando de concentrarme en volver al entrenamiento.
—¿Te encuentras bien Darya? —Gunther estaba apoyado en la pared. Me asusté de encontrarlo.
—Claro —respondí.
—Estas rara estas últimas semanas. Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?
—Lo sé. —Pero cómo podía confesar algo que no entendía.
—Solo quiero que sepas eso, siempre.
Me desplacé yendo hacia la pista después de haberle respondido con un asentimiento.
—Darya. —Me agarró la mano para que me detuviera y así lo hice—. ¿Son los nervios de la competencia?
—Gunther...—Me encanta el color de tus ojos, quise que aquellas palabras salieran.
Él estaba esperando que dijera algo más, pero las palabras no salían.
«Arriésgate»
Mi mano con rapidez rodeó su nuca y lo empujé hacia abajo. Tenía acceso a mi perdición, presioné mis labios contra los de él en un beso suave e inocente. Sentí de nuevo aquel cosquilleo en mi estómago, era algo diferente a la primera vez.
El contacto fue separado por parte de él a los pocos segundos, pero no dejé que se escapara reteniéndolo y presionando de nuevo. Aquel beso fue suave al principio transformándose rápidamente en ardiente y embriagador. Besarlo provocaba un adormecimiento en mi mente, solo se trataba de nosotros. Era nuestro momento.
Sentí como sus manos recorrieron mi cuerpo atrayéndome hacia él. Haciendo que no pudiera separarme, aunque eso no estaba en mis planes. Solo quería quedarme ahí. Juntos.
¡Gracias por leer!
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