Capítulo 22
Cuando dejé atrás el departamento de Gunther me permití correr hacia una panadería o algún lugar donde pudiera encontrar un pastel. No llevaba mucho dinero y trataba de no tropezar con mis bolsos mientras corría. Al llegar al centro de la ciudad, donde los negocios en su gran mayoría estaban todavía abiertos, busqué con desesperación algún local. No podía haberme olvidado de una fecha tan importante, pero lo había hecho. Entré en una panadería antes de que la misma cerrará.
—Necesito un pastel. —Miré atentamente a la señora que me atendió.
—Es muy tarde, no quedan más.
Las probabilidades de encontrar un pastel a las ocho de la noche eran pocas y lo sabía.
—¿Situación importante? —preguntó de manera amistosa.
—Cumpleaños. —Al decir aquello hizo una mueca, lo sabía, era horrible haberme olvidado de eso.
—Puedo ofrecerte Cupcakes, me quedaron dos de naranja y tres de sabor a frutilla.
—Tomaré dos de frutilla —murmuré—, ¿tienes velas de cumpleaños?
—Sencillas y de color blanco.
—Servirá —respondí. Como pude saqué dos billetes y pagué de manera rápida.
Con todo listo salí del local y caminé hasta la parada de taxis para tomar uno y no caminar hasta casa. Por suerte había varios estacionados por lo que conseguir uno no fue tan difícil como esperaba, le di la dirección al conductor y esperaba que mi tío no estuviera en alguna crisis en estos momentos. Cuando el taxi estacionó enfrente de la casa pagué y bajé todo del auto.
Traté que los cupcakes no se aplastaran y abrí la puerta de casa. La escena que me recibió fue la que temía, Adal estaba sentado en el sofá, el televisor estaba prendido en el canal de siempre y en la pequeña mesa enfrente de él estaba una botella de vino. Me quedé quieta mirándolo. Él se dio cuenta de lo que pasaba porque se giró y me miró, había lágrimas que todavía descendían y sus ojos estaban hinchados y rojos.
—No tomé nada, pero quiero hacerlo para olvidar. —Estaba temblando.
Sus palabras sonaron roncas y caminé para tomar la botella. Cuando la tuve entre mis manos tiré el contenido por el drenaje de la cocina, deshaciéndome de aquello que podía provocar que tuviéramos que comenzar de nuevo. Agarré la bolsa de los cupcakes y me senté enfrente de él. La vela fue puesta en uno de ellos y estaba encendida.
—Lamento haberme olvidado de su cumpleaños. —Observé el fuego porque quería olvidar que cometí aquel error, porque no quería recordar lo sucedido. Mi cabeza estaba tan ocupada que fue mi error no pensar que era su cumpleaños.
—Pasó hace bastante tiempo y la herida no parece dejar de sangrar —murmuró y agarró el cupcake con la vela, observado atentamente y aun así pude descifrar que estaba perdido en sus recuerdos.
—Ella se encuentra bien. —Mis palabras salieron un poco ahogadas porque las ganas de llorar empezaron a surgir. Quería que viera mi apoyo y salvarlo de los malos recuerdos.
—Ese accidente no hubiera pasado si...—tragó ante sus palabras como si aquello necesitará salir de alguna manera—. Debí haber puesto más atención, las señales estaban frente a mis ojos, no fui capaz de verlas.
—No es tu culpa, las acciones y decisiones que tomaron otras personas no tienen que afectarte de esta manera.
—No debí haber trabajado tanto. Esa mañana la notaba muy rara, que idiota fui. ¿Por qué no seguí a mi instinto? —bajó la voz mientras agachaba la cabeza.
—No debes torturarte por algo que se escapa de tus manos. Ella tomó la decisión de ir borracha hasta la casa de sus padres, fue ella la que cometió el error. Tío, jamás fue tu error.
—Si fue mi error —sus palabras sonaron un poco amortiguadas.
—No lo fue —aseguré—. Ella está pagando lo que hizo, eso debe ser suficiente prueba de que digo la verdad.
—A veces extraño mi anterior vida —susurró y comprendí sus palabras porque las compartía. Extrañaba mi vida anterior, pero no volvería.
—Yo también —admití. Porque extrañaba a mis padres, dolía su pérdida. Podía entender su dolor ante la pérdida de una persona importante.
—Quiero volver a ser feliz, ¿Cómo puedo hacer eso después de que ella se fue?
No quería llorar, pero me lo estaba poniendo difícil. Mirando la situación y observando como él lloraba silenciosamente mientras liberaba un poco las emociones de alguna manera me vi reflejada ante el momento que estábamos viviendo.
El dolor de la pérdida de alguien a quien amas siempre duele y pocas veces se supera, duele demasiado y mi tío no solo perdió su hermana, sino que dos meses después un accidente automovilístico en donde su esposa y su hija iban viajando para visitar a los padres de la misma destruye la vida de todos los integrantes de esta familia. Solo recuerdo que estaba destrozada y aquella llamada aumentó el dolor.
—La odio.
—Lo sé.
Después de susurrar la canción de cumpleaños ambos apagamos la vela y nos comimos cada uno un cupcake. Estaban bien, esponjosos y el sabor era rico, aunque no podía compararlos con los de Gunther porque nadie hacía algo parecido, esos cupcake estaban a otro nivel.
—Hoy recibí una llamada por parte de su familia. —Me había sentado al lado suyo y escuché con atención aquellas palabras.
—¿Temprano?
—Llamaron a casa y como no tengo a nadie pensé que era alguien importante que estaba intentando contactar contigo. —Lo miré sorprendida—. Nunca llamaron y ahora quieren que los perdone por lo que pasó, pero no puedo hacerlo, sigo herido con sus palabras y no logro olvidar.
Los padres de Laura, ex esposa de mi tío, lo culparon de lo que pasó y defendieron a su hija hasta la muerte. Lo llamaron mentiroso por no apoyar a su esposa y abandonarla en ese momento, las pruebas le dieron la razón a mi tío y ella está en la cárcel.
—Les dije educadamente que podían meter sus palabras bonitas y de disculpa por el culo, corté la llamada después de eso.
—¿Fuiste a verla?
—No está aquí —respondió—. Iré cuando me encuentre listo.
Ambos nos quedamos hasta tarde mirando la televisión, después él se despidió y se fue a dormir. Me quedé un poco más en el sillón tapada con una manta tratando de no torturarme por haber olvidado el cumpleaños de mi prima Agna.
Solo tenía dos años cuando aquel accidente terminó con su vida. Su madre iba de visita a la casa de sus padres cuando en el camino se despistó provocando un gran accidente en la autopista.
Al principio todo apuntaba a un accidente, después las pistas principales se inclinaron a un descuido por parte de Laura, y al final los resultados marcaron que había ingerido un gran porcentaje de alcohol, ella iba a alta velocidad según algunas cámaras de seguridad y terminó provocando un accidente. Ese día mató a su propia hija y a una conductora que chocó de frente, la condenaron a veintidós años de prisión.
Según lo que escuché a escondidas de mis abuelos, Adal solo fue dos veces a visitarla a prisión, la primera buscando explicaciones, la segunda cuando le dijo ciertas cosas a la cara y le pidió el divorcio. Jamás volvió a verla.
Recuerdo que fui a su funeral, solo éramos cinco en total incluyendo a Adal. Flor estuvo acompañándome siempre y ver a mi tío llorando frente a la tumba de su hija fue el toque final que hizo que quisiera irme de ese lugar.
Apagué el televisor y me preparé para ir a dormir, por la mañana debía ir al entrenamiento en la pista y Gunther vendría temprano para llevarme. Fui al baño haciendo lo mismo de cada noche.
Salí del baño después de haberme cepillado los dientes y la luz en la habitación de mi tío me llamó la atención. Al abrir la puerta, él estaba dormido abrazando un pequeño cuadro. Entré y lentamente traté de sacárselo para que pudiera dormir más a gusto, unos movimientos cuidadosos y aquella foto me paralizó. Agna estaba vestida con un disfraz de elefante mientras sonreía para la cámara y una Adal más feliz la sostenía mientras reía.
Dejé el cuadro en la pequeña mesa con la lámpara que iluminaba la habitación y en el mismo había otro cuadro con una foto de todos en navidad cuando pudimos juntarnos. Laura que estaba en una punta de la foto fue recortada dejando solo a los demás.
Tragué cuando observé a mis padres. Dejé ambos cuadros y apagué la luz.
Escuché como tocaban bocina desde afuera, aunque la misma no fuera la de siempre. Abroché mi abrigo y tomé mi bolso antes de salir. Abrí la puerta y Gunther salía de su auto haciendo un gesto de felicidad con sus brazos.
—Mira lo que me dieron. —Se acercó hasta el porche mientras se acomodaba el gorro negro de lana.
—¿Por qué no me contaste antes? —lo abracé como forma de saludo.
—Me lo dieron ayer por la mañana y lo llevé a limpiar, quería darte una sorpresa, ahora ya no pasaremos frío. —Tomó uno de mis bolsos—. Además, funciona la calefacción.
Volví adentro y me despedí rápidamente de mi tío chequeando que todo estuviera bien, salí cerrando todo y entré al auto. Era un auto clásico para dos personas, con el techo que se podía desplazar, era de color rojo que relucía y le funcionaba la calefacción. Estaba contenta por Gunther porque todo el esfuerzo que invirtió se reflejaba en el auto.
—Estoy feliz por ti, ¿tus primos te ayudaron?
—Sí, lograron mandar la mayor parte de las piezas que necesitaba para funcionar, hay otras que son demasiado caras, aunque estoy ahorrando por ellas.
—¿Invertiste bastante dinero? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Lo había hecho, esas piezas que necesitaba no se conseguían con facilidad.
—Demasiado, pero vale el esfuerzo. Es algo de familia, cuando mi padre me lo regaló estaba muy feliz.
Aumentó levemente la calefacción y emprendió camino hasta el club. Podía ver como Gunther amaba ese auto porque pasó una gran parte del recorrido hablando sobre todos los beneficios que tenía y sobre cómo debía seguir ahorrando para mejorarlo aún más.
—Tenemos solo una semana para practicar y pulir la coreografía —dijo.
—Estoy nerviosa.
—Quería preguntarte una cosa. —Frenó en un semáforo.
—Dime. —Me giré para mirarlo curiosa.
—Edrick me propuso que no solo hagamos la coreografía el veinticuatro, también podríamos hacerla el veinticinco por la tarde, hay dos lugares disponibles para participar.
Se suponía que solo lo haríamos el veinticuatro una vez y me despediría de todo aquello. Pero la mirada de Gunther en ese momento me convenció de hacerlo una vez más, además aquello no le hacía mal a nadie. Podría alargar un poco mi felicidad y Gunther parecía contento al darme la noticia.
—Está bien.
—¿De verdad?
—Acepto —dije en un tono feliz.
—¿Tienes planes para navidad?
—La pasaré con mi tío.
—Mi madre te invitó a cenar, estaremos nosotros dos más Simone.
—Lo pensaré. ¿Qué le podría regalar a tu madre? —Si consideraba ir, no podía llegar con las manos vacías, necesitaba un buen regalo.
—Una buena botella de vino.
—Lo suponía. —Rodeé los ojos ante su respuesta y escuché una pequeña risita que provenía de él.
Regalos. Tenía una lista más larga que años anteriores en cuanto a regalos.
Sonreí ante aquello, la lista era más larga, ya no eran tres personas. Ahora había más en aquella lista que siempre consideré importante. Navidad siempre me gustó, era un tiempo en familia, desenvolver los regalos, comer un poco más, pasarlo bien.
Los recuerdos llegaron de esas navidades donde las pasaba con mis padres y por primera vez me permití recordar esos tiempos y de manera fluida me encontraba contándole anécdotas a Gunther sobre las navidades anteriores.
Cuando a mamá se le quemó la comida y tuvimos que pedir pizza. Una de las navidades las pasamos comiendo comida china en New York por el trabajo de mis padres. Recuerdo cuando mi padre se sorprendió al abrir uno de sus regalos, eran seis libros sobre: ¿Cómo aprender a hablar más fluido italiano? Estuvo feliz durante las siguientes semanas y todos los días le dedicaba, aunque sea una hora para leerlo.
Recuerdo una navidad cuando me regalaron mis primeros patines. Cuando horneamos galletas junto a mamá y estaban un poco feas, aun así, mi padre se las comió y terminó al día siguiente con dolor de estómago. Fueron recuerdos felices, por primera vez después de tanto tiempo.
¡Gracias por leer!
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