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Capítulo 21

—Amo tu comida —dijo al terminar el último bocado del pastel de limón.

—Esas palabras son música para mis oídos. —Me gustan sus halagos.

—¡Gracias por esta tarde! —expresó alegre—, necesitaba un tiempo fuera de la pista. Descansar un poco.

—No hay problema —dije, arrugando la nariz. Una breve carcajada salió de su boca.

—Eres el mejor, Gunther.

Hubo un breve momento de tensión cuando hablamos de aquella patinadora y saqué otro tema para desviar la conversación. Ella se relajó y estuvo más a gusto hablando conmigo. Conversamos un rato sobre la coreografía y cuando nos dispusimos a preparar las galletas su actitud cambió con rapidez al mirar su celular, parecía sumamente arrepentida de algo. Darya se fue con la excusa de que tenía cosas importantes que hacer antes de ir a su casa. Me ofrecí llevarla, rechazó mi oferta con educación y se fue caminando.

—Gunther abre la puerta. —Escuché como Simone golpeaba la puerta y después unos ladridos que me hicieron temblar.

—Aleja a esa bestia y luego te dejaré entrar —hablé desde el otro lado de la puerta con las tazas que habíamos usado en la mano.

—¡Gunther! —espetó indignada.

—No lo permitiré de nuevo —dije de forma tranquila—. La última vez ensució todo y no ayudaste a limpiar.

—Traigo la cena —protestó.

—No me convences todavía —aseguré. Quería a ese perro fuera de mi departamento.

Escuché como refunfuñaba mientras bajaba por la escalera. Antes de que viniera traté de acomodar todo lo mejor posible. Debía limpiar lo que utilizamos para merendar junto a Darya y prender el horno para que se fuera calentando. El timbre sonó varias veces unos minutos después, ella no se detendría hasta que la atendiera.

—¡Deja de tocarlo! —Abrí la puerta exasperado por su actitud. Otra vez actuaba como una niña.

—Te lo mereces por echar a mi hijo.

—Tu hijo no es bienvenido en mi casa —afirmé.

—¡Si alguna vez tienes un hijo tampoco será bienvenido en la mía! —me advirtió y me quedé mudo ante aquello.

—No lo dices enserio, ¿verdad?

—Ten por seguro que no será recibido en mi casa.

—Ya me ofendí —admití—. ¿Qué preparó mi madre?

—Toma. —Me entregó una fuente blanca—. Solo debemos dejar que se cocine y estará listo.

—¿Qué es? —Entramos a la cocina.

—Langostinos.

—¿Son las sobras del restaurante? —pregunté mientras comprobaba el horno.

—Sip.

—¿Cómo los acompañamos? —Ella abrió la heladera chequeando lo que tenía.

—Siempre tienes un poco de cada cosa. —Siguió investigando.

—No soy como tú —la molesté—, que vienes aquí a pedirme comida y no vas al supermercado.

—Solo fue una vez —se defendió.

—Esta semana —contraataqué.

—No sé qué podemos hacer. —Cambió de tema.

—Nos llenaremos mucho si preparamos una guarnición. —Miré la cacerola—. Podríamos agregarle un poco más de ajo, perejil y aceite. Para mojar el pan con la salsa que se hará al cocinarlo.

—Por eso me gusta venir a comer contigo.

—Es porque no sabes nada de cocina —afirmé—, y te sientes sola.

—Ya no me molestes. —Trató de hacer una cara de tristeza, pero no le funcionó.

—Eso no funciona desde hace dos años.

Bufó con negación.

Coloqué los langostinos en el horno y calculé que en unos veinte minutos estarían listos.

—¿Tienes un poco de cerveza? —Abrió de nuevo la heladera y sacó una botella—. Siempre tienes de estas disponibles. —Antes de cerrar la puerta de la heladera se quedó estupefacta.

—¿Qué sucede?

—¿Desde cuándo te gusta la tarta de limón? —Cerró la puerta de la heladera y me miró de forma curiosa.

—Desde siempre —Me defendí.

—Odias el limón.

—No lo odio —la interrumpí—. Ahora estoy tratando de que me agrade, es bueno incorporar nuevos ingredientes a mis recetas.

—¡Pero siempre lo odiaste en la pastelería!

—No recuerdo eso.

—Hiciste tarta que no me llamaste para probar. —Pensó un momento y un destello de sorpresa cruzó su rostro—. ¿Alguien más estuvo aquí?

—Darya pasó un tiempo en el departamento. —Puse los langostinos en el horno y tomé la hora para chequear que no se pasara el tiempo de cocción.

—Ah.

La miré porque no entendía qué le sucedía. Estaba callada y no era una típica respuesta por su parte, siempre eran elaboradas con muchos puntos para reflexionar. Le gusta hablar, así es ella.

—Te veo rara, ¿Qué te pasa?

—Nada. —Negó con la cabeza.

—No puedes esconderme nada —hablé—, prometiste que jamás nos ocultaríamos nada.

—Cuando tenía nueve años.

—Sigue estando vigente aquella promesa —concluí.

—Está bien lo diré, pero no te enojes. —Notaba que estaba preocupada por seguir hablando.

—Oye, no me preocupes. —Me acerqué para quedar enfrente de ella. Pocas veces era la que dudaba.

—No quiero verte destrozado de nuevo —soltó rápido.

Me paralice en mi lugar y traté de que aquellas palabras no me dolieran, que los recuerdos que había guardado con tanto cuidado no salieran a la luz. No podía atacarme de nuevo y menos con aquellos recuerdos, eran el pasado y me gustaba que estuvieran en ese sitio.

—Ella es alguien importante, lo entiendo. —Se movió hasta la sala de estar y me miró con aquella expresión que me traía tantos recuerdos—. Darya es importante en el mundo del patinaje, Edrick nos contó a mí y a Pedro.

—Lo sé, se lo comenté a Darya en un entrenamiento y ella accedió a que lo supieran.

—Pero cuando la investigué supe lo que le pasó —continuó—, ella está en un momento complicado.

—¿Cuál es el problema? —traté de no sonar brusco. Sabía que Darya traía una carga extra y la acepté. No me molestaba, sin embargo, sí me preocupaba.

—No quiero que estén juntos porque eso solo traerá dolor. Es solo que...—Dejó la frase a medio terminar y deslizó los ojos hacia abajo. Ya no podía mirarme.

—Estamos juntos. —Le recordé, éramos compañeros.

—No quiero que pasen esa barrera de amistad —aclaró en voz baja—, por ahora.

—¿Qué?

—No están listos para pasar esa barrera. Puedo notarlo en ambos. Tienen cosas que resolver.

—¿De qué hablas Simone? —pregunté confuso. Ella lograba marearme siempre.

—Lo veo Gunther cuando estás junto a ella, pero quise ocultar que tenía razón esta vez. —Suspiró profundamente—. No quiero que pase lo mismo, no quiero que vuelvas a estar como cuando te dejó Amalia.

Su nombre después de tanto tiempo de haber estado oculto y que nadie se atreviera a nombrarlo volvía a torturarme otra vez. Habíamos pactado no nombrarla más y que las cosas quedaran en el pasado. Pero claro que eso no pasaría, fui iluso de pensar que esa parte quedaría enterrada.

—Eso jamás volverá a suceder, Simone.

Estaba empezando a molestarme porque no quería recordar eso otra vez. Estaba feliz después de pasar un tiempo agradable con Darya y ella ahora salía con eso de nuevo, me niego a que vuelva a pasar. Quiero concentrarme en lo que tengo con Darya y no pensar en Amalia. Ella quedó en el pasado, el dolor está presente, pero eso no me impide avanzar. Creo.

—No quiero que estés mal. —Intentó acercarse de nuevo, negué con un gesto y ella se detuvo.

—¿Cómo puedes atreverte a nombrarla?

—Lo hago para que recapacites y no vuelvas a obsesionarte con alguien.

—Jamás me obsesioné con Amalia —gruñí cuando pronuncié aquel nombre en voz alta.

—Hiciste algo peor Gunther. —Me miró tratando de que yo hiciera lo mismo, aparté la mirada cuando sabía que sus siguientes palabras me derrumbarían—. Le entregaste tu corazón y todavía el mismo no ha sanado lo suficiente. La amaste y ella se fue. Si pasa lo mismo con Darya y ella se va, sé que te derrumbarás.

—Mi corazón está en perfecto estado. —Me defendí de su acusación.

—No quise decir nada en estos años y tampoco cuando viví aquí —empezó de nuevo a hablar—. Los cuadros de los dibujos de paisajes que son de ella, siguen colgados en tu pared.

No supe qué responder ante aquella acusación. Tenía razón, era lo único que no podía tirar a la basura. Tal vez ahora debía hacerlo.

—Dices que lo superaste, no lo hiciste Gunther.

Me quedé mirando el suelo mientras ella hablaba y reafirmaba sus puntos de vista. Por supuesto que tenía razón, siempre la tuvo.

—Darya es una buena persona que está sufriendo y tú eres otra hermosa persona que está sufriendo también. Son buenos juntos y nadie puede negar eso. Solo que no están listos.

—¿Por qué salió esta conversación?

—Lo siento cuando están juntos, ¿sabes? —sonrió.

—¿Qué cosa? —Traté de comprender sus palabras.

—Veo una conexión más profunda de lo que ustedes notan. Veo protección, amistad, sonrisas o gestos que parecen íntimos entre ustedes y que lo notas a simple vista, pero tratas de disimularlo para no ponerlos incómodos. —Frenó un poco al decir lo último como si tratara de hacerme entender algo—. Creo que veo florecer algo que va a ser maravilloso, solo que no quiero verte llorar de nuevo Gunther.

—Somos profesionales, Simone. —Traté de hacerle ver la realidad—. Además, nuestra relación termina el día de la presentación.

—Pensé que seguiría y formalizarían la pareja.

—Darya nos hizo firmar un contrato donde especificaba que ella solo estaría disponible este tiempo, no más que eso. Esa era su condición, una manera de atarse y no fallarnos.

—¿Aun así te permitiste sentir algo por ella? —preguntó desconcertada.

—No siento nada por ella.

Suspiró y me preparé atentamente a sus palabras que me dolería, lo veía venir.

—Es que lo veo Gunther. Esa dedicación y complicidad en cada lugar que están juntos, cómo se complementan y la conexión que hay entre ustedes, como si estuvieran predestinados a estar juntos.

Me quedé callado, procesando sus palabras, dándoles un significado. No sentía nada por ella, no de esa manera, ¿verdad?

—No quiero que ninguno salga lastimado, porque son importantes para mí. Solo ve con cuidado y protege a tu corazón. —Se acercó y me puso una mano en el pecho—. Es que no puedo verte llorar de nuevo, no quiero que te encierres y bloquees a los demás. No quiero que la historia se repita.

—Creo que la comida ya está lista. —

Miré hacia mi reloj confirmando la hora, me acerqué a la pared y tomé los cuadros. Entré a la cocina y los tiré a la basura, abrí el horno como pude y un poco tembloroso traté de no quemarme mientras sacaba el recipiente con los langostinos. Olía genial como toda la comida de mamá. Sentí a Simone a mi alrededor, preparando todo para comer.

—No volverá a pasar, lo prometo. —Simone me miró significativamente, ahora solo debía cumplir esa promesa, no saldría herido esta vez.

No dejaría que me lastimaran, pero a diferencia de lo que pensaba Simone, Darya jamás me lastimaría y no tenía razón para hacerlo. Somos buenos en la pista, muy comprometidos y rápidos para agarrar el ritmo. Nos faltaba mucho para preparar una coreografía compleja, pero nos divertíamos con la actual. Hacía tiempo que no tenía esa sensación de comodidad en la pista, siempre era tensión y más tensión. No negaba que no había ciertos momentos donde eso pasaba, pero a comparación de compañeras anteriores era mucho menos.


¡Gracias por leer! 

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