Capítulo 14
—¿Cómo va todo? —La voz de Flor sonó a través de mis auriculares. La sesión se había atrasado un poco y como debía despertarme más temprano de lo normal acostarse antes era fundamental, por lo que hablar con ella mientras cocinaba era una forma de ahorrar tiempo.
—Va bien —respondí—. Es la tercera semana y si bien no va rápido como pensé estoy dentro de la pista cinco días a la semana. No hemos hecho tanto avance como me gustaría, pero logramos un equilibrio estos últimos días.
—Poco a poco —habló con un tono tranquilizador—, ¿Cómo es el ambiente?
—Genial, cuento con bastante apoyo de Pedro y Simone. Nuestro entrenador todavía no nos indica que empecemos con nada, solo recorremos junto Gunther la pista, aunque en las últimas dos clases en la última hora nos dio patrones simples para hacer.
—Creo que tal vez los haga conectarse un poco más esta semana que es la última del mes y empiecen un poco más fuerte el siguiente.
—Pienso que tal vez vaya por ese camino. También para que pueda adaptarme, las botas de los patines ya me lastimaron bastante, pero ya me empiezo a acostumbrar.
—Y con la otra parte, ¿Cómo vamos con eso?
—Bien, tenemos clases con Simone cuatro días a la semana, más el gimnasio dentro del club tenemos algunas horas diarias allí y otras adicciones como ballet junto a la tía de Gunther dos días seguidos.
—Todo empieza a tener su rumbo. Solo no te dediques solo a practicar y trabajar, equilibrate teniendo un tiempo para las cosas que te gustan. —Corté los champiñones después de haberlos lavado mientras escuchaba a Flor darme algunos consejos de cómo relajarme y que no hubiera tanto estrés.
—Entiendo, creo que podría hacer algo el viernes por la noche —pensé—, podría pedir comida para llevar mientras doy alguna vuelta por el centro mirando más tranquila las tiendas.
—Lleva a alguien —dijo. Lo razoné por unos minutos mientras ponía aceite a la sartén para cocinar las tiras de carne.
—Simone puede estar disponible—contesté tiempo después mientras miraba que la comida que estaba en las dos sartenes no se me quemara.
—Bueno, eso me parece un plan en curso, manda un mensaje para ver cómo te fue con eso —sonreí ante eso—. Creo que le falta algo —hablé después de preparar mi comida.
—¿Qué cocinaste? —inquirió.
—Era algo que solía preparar mamá —respondí—. Tengo carne salteada con brócoli, champiñones y pimientos. Le puse un poco de sal, aceite de oliva y ajo para condimentar —pensé con detenimiento aquella receta—, lo tengo.
Coloqué cuatro cucharadas de salsa de soja más semillas de sésamo.
—Ahora quedó mejor —sonreí. Si bien no era tan parecido al de mamá, el sabor se asemejaba.
Corté la llamada un tiempo después. Preparado los platos me dirigí hacia el cuarto de Adal, en los últimos días había cambiado de ubicación y ahora pasaba todo el tiempo en su habitación. Era la misma rutina, diferente lugar.
—Aquí tienes —le tendí el plato. Se encontraba mirando las noticias en un pequeño y viejo televisor.
—Gracias, huele rico —respondió desviando la vista del televisor y centrándose en la comida.
—No hay problema —miré su habitación, aunque pareciera un poco raro la mantenía limpia, en realidad todo estaba más limpio.
—¿Vas a pagarme? —me detuve en el marco de la puerta porque esa pregunta se me hizo rara.
—¿Disculpa? —no entendía de lo que estaba hablando.
—Por volver —se llevó un bocado de comida—, lo cobraré diciéndote desde ya que no me invites nunca a uno de tus shows. Toda esa gente, es demasiado para mí.
—Solo habrá uno solo —lo enfrenté—, será en navidad.
—Ah—me miró y notaba ahora con más claridad cómo estaba perdido—. Cuando dejes de mentir sobre eso a ti misma entenderás lo que veo.
—Ahora eres filósofo —suspiré—, busca un trabajo Adal.
—Llegarás lejos —soltó esas palabras antes de que pudiera cerrar la puerta—. Espero que no me llames para apoyarte porque no lo haré, ya no soy sentimental para andar apoyándote.
—Jamás te lo pedí —cerré la puerta con fuerza y fui hacia mi habitación.
Dejé el plato con comida en la mesa de luz. Sentada en la cama observe a través de la ventana.
Espero que no me llames para apoyarte porque no lo haré.
Esa simple frase logró llegarme: no habría nadie más para poder acudir. ¿Quién estaría allí para mí?
Para estar junto a mí en la pista y en la vida.
¿Cómo hacen las personas cuando pierden a un ser querido para seguir adelante?
Tomé mi dolor al respecto de sus muertes y traté de superarlo lo mejor posible, pero parece que los resultados están tardando en llegar. Demasiado tiempo queriendo seguir adelante y boicoteándome en el proceso, como consecuencia no lograba sanar.
Ya no me queda nadie a quien acudir. No me gusta estar sola, pasé demasiado tiempo en la soledad ¿Cómo puedo revertir eso? ¿Cómo?
—No podré Darya —escuché la respuesta de Simone. Ambas estábamos sudadas después de un ajetreado entrenamiento—, la semana que viene puedo. En la noche es cena familiar y no puedo cancelar.
—Lo entiendo —no quería interrumpir sus planes—, nos organizamos después.
—Lo lamento —sonrió—, te prometo que la próxima vez nos organizaremos mejor —lo último lo dijo más en forma de despedida.
Bajé el tramo de las escaleras hacia los vestuarios, por lo menos el agua caliente aquí si salía. En el transcurso de mi vida había estado en varios gimnasios o escuelas de baile y en un gran porcentaje era sólo agua fría. Hice una mueca cuando pisé el último escalón, el dolor estaba presente en todo mi cuerpo era algo a lo cual estaba acostumbrada pero que aun así no dejaba de molestarme.
Después de veinte minutos ya estaba lista. Mis nudos en el cabello fueron lo que más costó en desenredarlos para poder salir y volver a casa. Hoy el entrenamiento fue más leve debido al dolor por todo mi cuerpo, las clases de todo tipo, las horas en la pista más el gimnasio, entre otros aspectos lograron que mi cuerpo doliera todo el tiempo. Era demasiada sobrecarga.
—¿Nos vamos? —sentí una presencia a mi costado y salté por el susto.
—¡Gunther! —lo golpeé por asustarme.
—Pensé que querías compañía —argumentó.
—Eso no te da derecho a asustarme de esa manera —comenté.
—Soy un ladrón atractivo, admítelo. —Chasqueó la lengua con suavidad.
—Eres guapo Gunther —contesté mientras trataba de tranquilizarme.
—Gracias —sonrió orgulloso.
Y en esa acción fue cuando caí en lo que dije, lo había admitido de alguna manera. Me puse levemente colorada y gracias a Dios no hizo algún comentario que hiciera que profundizará aún más.
—Lo que quiero decir...—me trabé intentando explicar mi punto para salvar la situación—, tú me dijiste que admitiera...
—Ya lo admitiste no hay vuelta atrás —empezó a caminar y por inercia lo seguí.
—¡Gunther!
—¡Darya! —respondió—, ¿Por qué nos volvemos a saludar?
—Gunther —lo golpeé de nuevo.
—Entiendo —se sobo el brazo—, cenaremos en el restaurante de mamá, hay un plato especial que quiero que pruebes.
Tomé su mano cuando él me la ofreció. En estas semanas el contacto con su cuerpo estuvo presente casi todos los días por lo que la unión con su mano se me hizo familiar y cálida. No era rara y si bien al principio fue incómodo en este punto ya lo había superado.
—La tarea de ser nuevos compañeros consiste en conocernos y dado que tenemos unos veinte minutos hasta que lleguemos al restaurante quiero que comencemos ahora.
—Bueno—acepté dudosa sin saber muy bien qué más decir, ¿acaso necesitábamos que nos conociéramos aún más?
—¿Cuál es tu color favorito?
—¿Azul? —respondí.
—¿Azul? —copió mis palabras—, ¿realmente es tu color favorito?
—Me gusta, pero en pequeños detalles.
—El mío es el azul marino —hizo una pausa—, tenemos eso en común
—¿Género de música que te gusté para usar en la pista? —pregunté.
—Música romántica —me apretó la mano en un gesto que noté enseguida.
—Música clásica.
—Lo supuse —murmuró en un tono juguetón—, ¿A dónde te gustaría llegar?
—Creo quiero mejorar para estar bien —dije con un toque de vergüenza porque esas palabras salieron sin que pudiera procesarlas realmente.
—Yo solo quiero salir de aquí —contestó—, anheló crecer.
—Romper esa barrera —comprendí sus palabras.
—Exacto. ¿Cómo fue estar en los Juegos Olímpicos?
—Creo...—intenté trabar los recuerdos negativos—, fue una experiencia que nunca volveré a sentir, pero en su momento fue todo. El esfuerzo que hice por estar allí, todo el trabajo sudor y lágrimas que dediqué por uno de mis momentos más importantes.
—Algún día estaremos allí —aseguró.
—Algún día estarás allí y te apoyaré de alguna manera —corregí.
—Claro —respondió y sus últimas palabras me aturdieron porque no sabía cómo tomarlas—, estaremos allí.
—Ve más rápido Darya —escuché la corrección. Solo que mi cuerpo no cooperaba conmigo, además Gunther y Edrick no estaban por ningún lugar, por lo que estaba junto a los demás chicos y el entrenador que se pasaba todo el tiempo gritando una vez que Edrick desaparecía.
Toda la hora repasando un patrón fácil en el hielo que siempre salía mal.
Mal. Mal. Mal.
Frustrada después de mi turno en el hielo salí del mismo para cambiarme y deshacerme de aquellos patines. ¿Dónde estaba Gunther?
No podía quejarme sobre que no viniera al entrenamiento, pero avisarme no dañaba a nadie.
—¿Sabes algo de Gunther? —fui hasta la entrada para preguntar a Pedro.
—Estuvo con Edrick la última hora en su oficina. —Noté que su voz salió extraña.
Asentí y fui a la oficina. Caminé por los pasillos hasta llegar a mi destino y me sorprendí con lo que encontré. Una discusión que se escuchaba por todo el pasillo, la puerta estaba cerrada pero la misma era tan fuerte que podía identificarla con claridad.
—Debe interesarte Gunther es nuestra única oportunidad —una voz de mujer se hizo presente.
—Cálmense ambos —diferencié la voz de Edrick que parecía que quería calmar la situación.
—Ernestine —la voz de Gunther sonaba enojada—, no quiero saber nada sobre esa propuesta.
—Es nuestra oportunidad y vendrá el día de la exhibición de fin de año —espetó indignada.
—Tengo una compañera—respondió Gunther.
—Déjala, no será la primera vez que lo haces —insistió.
—No lo haré.
—Es la oportunidad que buscábamos para salir de aquí y competir en un nivel más alto. —Había una suave amenaza en aquellas palabras.
¡Gracias por leer!
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