Capítulo 10
Gunther se mantuvo toda la clase un poco lejos de mí. Entre todos seguimos las reglas de Simone e intentamos probar esta nueva dinámica propuesta para esta clase. No había sido aburrida como pensé e increíblemente todos pudimos conectarnos con un ritmo de música un poco más lento de la habitualmente utilizada.
No perdí de vista a Gunther en toda la clase y en ciertas ocasiones era atrapada por él. Avergonzada traté de evitarlo, pero era tan tentador mirar sus movimientos. Es un buen bailarín y es capaz de adaptarse con bastante facilidad a los diferentes tiempos en la música.
—¡Los quiero en parejas! —Simone gritó mientras apagaba la música y se centraba en elegir una nueva canción. Cuando sus palabras fueron dichas Gunther estaba al lado mío en un santiamén.
—Hola compañera —su voz sonó baja y un poco seductora.
—¿Qué haces aquí? ¿estás siguiéndome? —me atreví a preguntar.
—Solo tomo una clase más para estar en forma, además mi prima da la clase. —Una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—¡Gunther! —lo regañé.
—Está bien. —Levantó los brazos en modo de paz—. Solo quiero que me conozcas y conocerte.
—Olvida esa loca idea que se te metió en la cabeza. —Lo señalé.
—Jamás. —Sus palabras sonaron como una promesa. No lo hagas Gunther, no me hagas encariñarme contigo.
—Hay alguien ahí afuera que es mejor para el papel de compañera en la pista, la encontrarás, pero esa persona no soy yo. —Traté de persuadirlo.
—Supongo que todavía falta mucho esfuerzo de mi parte para convencerte.
—¡Gunther! —hablé enojada y luego lo golpeé.
—¡Ay qué dolor! —murmuró sobándose el brazo.
—Lo lamento —susurré, mi intención no era golpearlo tan fuerte.
Cuando soltó una risita, supe que jugaba conmigo y esta vez sí lo golpeé con fuerza.
—¿Todo en orden? —Simone preguntó, mirando rápidamente a su primo.
—Todo perfecto —respondió Gunther.
—Comencemos. —Ella gritó llamando la atención de todos.
—¿Quieres ir por un café? —Gunther me estaba esperando cuando salí de la academia.
—No —respondí tajante y luego suavicé mi tono mirándolo—. Creo que prefiero el té.
—Comprendo. —Ambos caminábamos a la par—. Ya lo tengo anotado aquí. —Señaló su cabeza.
No me negué ante aquel gesto por parte suya y tampoco intenté salir de aquella pequeña reunión, no tenía nada que hacer y prefería quedarme un rato dando vueltas antes de volver a la casa de mi tío.
—Me gusta bastante el té de limón, ¿Qué te gusta? —me animé a preguntar.
Me miró por algunos segundos antes de responder.
—Chocolate caliente —suspiró—, pero no suelo tomarlo con frecuencia. ¿Bocadillo favorito?
—Tengo muchos —murmuré pensando en algo que amara con locura—, creo que en este último tiempo elegiría Banana Loaf Cake.
—Buena elección, mi favorito es sin dudarlo dos veces el Muffin de choco chips. Especialmente los míos porque siempre me salen exquisitos, suaves y esponjosos. —Hizo una expresión de orgullo.
—Interesante elección —respondí tratando de imaginarlo en la cocina—, ¿se te da bien la cocina?
—No. —Soltó una risita. Ambos de alguna manera nos habíamos acercado un poco más y caminábamos un poco juntos—. Debo admitir que solo se me da bien la pastelería. Mi madre lo intentó bastante antes de que me fuera a vivir solo, pero solo se hacer algunos sencillos platillos y ella trata de que no me muera de hambre trayendo comida o a veces pido algo de algún restaurante.
—En mi caso creo que sé un poco más —deduje—, pero jamás intenté hacer algo por mi cuenta relacionado a la pastelería.
—Bueno, mi padre ayudaba en el restaurante y su especialidad era la pastelería es a lo que presté bastante atención —suspiró y me tomó de la mano antes de cruzar la calle—. Trabajé para el restaurante de mi madre y todavía lo hago, pero solo en temporada alta cuando los turistas llegan, ella suele pedir refuerzos porque se satura.
—Espero con ansias poder ver todo esto con mucha más gente.
—Es impresionante, al principio te abruma un poco, después te acostumbras. —Disimuladamente observé como nuestras manos seguían juntas mientras caminábamos—. La nieve es un gran impulsor para que la gente venga.
—Me encanta la nieve, sin embargo, llega a abrumarme cuando tienes que convivir bastante con ella. —Era una de las razones por la cual me alejé de Rusia.
No respondió después de eso, solo apretó nuestras manos. Caminamos un par de cuadras hasta que llegamos al restaurante de su madre, él entró y yo esperé afuera. Algunos minutos después él salió con nuestro pedido.
—Pagaste de nuevo —murmuré mirando lo que había comprado.
—No es ningún problema. —Me entregó mi té de limón—. Solo sé que a partir de ahora la deuda conmigo aumenta.
Sonreí ante sus palabras y caminamos hasta llegar al río, que por suerte quedaba cerca.
—¿Por qué no crees que serás una buena compañera? —me preguntó.
—Solo debo averiguar cómo seguir adelante —respondí—. No soy una persona psicológicamente apta para volver a la pista de hielo.
«Por ahora»
—Lo eres para mí —susurró—. Ahora solo me toca convencerte.
A nuestro alrededor no había nadie, solo una breve brisa nos acompañaba junto al atardecer. Mis ojos hicieron contacto con los suyos un hermoso color azul me recibía.
«Convénceme Gunther»
Lo haré. Esa sensación recibí al mirar sus ojos y no lo dudaba.
Es como si ambos de alguna manera nos conectamos, el resto no importaba solo éramos nosotros, juntos. Aunque no era tiempo de estar juntos realmente, algo me decía que pronto lo sería, como si de alguna manera eso estaba predestinado a suceder. Y fue cuando lo imaginé realmente: allí junto a él, ambos en la pista abrazados porque nuestro programa había salido a la perfección, el público nos aplaudía, las notas nos favorecen al final y la medalla colgaba de nuestro cuello. Pero lo más importante de todo fue que me imaginé de alguna manera junto a él en la pista, dando lo mejor de nosotros mismos.
—Siempre estaré aquí para ti —habló Gunther al final del programa.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Parecía un sueño, algo que era demasiado lejano para ser verdad.
«Podría dejar de serlo si aceptas su propuesta»
—Aquí el frío ya empieza a disminuir —interrumpí el silencio—, eso me alegra. Es un poco reconfortante ya que en Rusia suele ser considerablemente frío.
—Este verano no fue tan caluroso como otros años —admitió—, y puedo asegurarte que el invierno no es tan frío como en Rusia. Ahora que lo dices me parecía que eras de allí tienes un toque a la hora de hablar.
—Trato de disimularlo lo más que puedo, hablar alemán es como volver a mi anterior vida, fue bastante tiempo el no hablarlo. —Tomé un poco de té.
—Solo pude aprender a hablar inglés, alemán y tengo un poco de base al respecto del francés, aunque siendo sincero no se me da hablarlo. —Tomó un sorbo de su chocolate mientras me miraba.
—Bueno yo también se inglés, alemán y un poco de italiano debido a mi padre. —Traté de aguantarme la risa porque esos recuerdos eran realmente divertidos—. Decidió tomar clases de italiano después de que mamá lo retó para que hiciera algo nuevo, él se lo tomó como un reto personal y logró hacerlo bastante bien.
—¿Y tus padres? —susurró.
—Murieron hace bastante tiempo, en un accidente automovilístico, perdieron el control y no sobrevivieron, ese día había hielo en la autopista. —Hice una mueca porque todo volvió a ser frío, ya no había recuerdos divertidos.
—Lo lamento. —Parecía sincero con sus palabras.
Solté un suspiro ante sus palabras y a las mías también. Un poco sorprendida me encontraba cuando brevemente describí lo que sucedió porque eso nunca suele pasar, solo me limito a decir que ellos están muertos y listo, el tema se termina. Las personas no dicen más y el tema se da por acabado.
—Apuesto todo a que fueron buenos padres —sus palabras me sacaron de mis pensamientos.
—Lo fueron —aseguré—, ambos eran abogados y mamá solía molestar a papá todo el tiempo, ellos se ponían retos entre sí, se molestaban y divertían juntos. Fueron una linda pareja que se amaba y éramos felices de alguna manera los tres.
—¿Vivían en Alemania?
—Siempre lo hicimos y después me fui con mis abuelos maternos, ellos junto a mi tío es lo único que me queda de familia. Por parte de mi papá no hay nadie, mis abuelos murieron un poco jóvenes y no tenía hermanos era hijo único.
—Tengo en total tres primos, dos de ellos están en Estados Unidos viviendo juntos, son dos chicos increíbles y solemos juntarnos en navidad. Ellos viven allí porque estudian y trabajan en el área de la mecánica y la conducción, uno de ellos está en la Fórmula 3. Obtuvieron una oportunidad y no la desaprovecharon. Sus padres viven en Alemania un poco lejos de aquí, son parte de la familia por el lado de mi padre. Del lado de mi madre tengo a Simone que es más como una hermana.
—Supuse desde siempre que tenían un vínculo más especial. —Ellos tenían una relación particularmente interesante.
—Ella vive al lado mío y tiene un perro insoportable. —Se estremeció.
—¡Gunther!
—Es un chiguagua que muerde apenas me ve y ladra bastante ciertos días a la semana por la noche. —Le dio un trago a su bebida—. Tengo el derecho de enojarme con esa bestia, parece adorable —se detuvo—, créeme no lo es.
—Supongo que no tienes mascotas. —Tener una mascota era todo un desafío.
—Cuando era más chico tenía un pastor alemán, murió de cáncer.
—Lo siento tanto. —Se veía en su mirada que era importante para él.
—Éramos los mejores amigos y me dolió cuando se fue. Mi madre me vino a buscar a la escuela y me contó la noticia, ambos fuimos a despedirlo en el veterinario. Lloré meses por él y nunca más pude vincularme con otro animal me cuesta mucho tener una nueva mascota, créeme lo intenté.
—Nunca tuve una mascota —pronuncié un poco triste—. Vivíamos en un departamento en el cual no se permitían y estábamos un poco ocupados para prestarle realmente atención, siempre quise un gato blanco.
—No sabría decirte cómo sería la convivencia, nunca se me cruzó por la cabeza tener un gato. ¿Por qué blanco? —estaba realmente interesado en la conversación.
—Porque se ven adorables —admití. Los gatos siempre fueron más atractivos para mí que los perros para tener como mascota.
—Es un color bastante difícil de mantener, te recomiendo el gris. —Parecía bastante convencido de sus palabras mientras me miraba de forma seria.
—Pues, yo quiero uno blanco. —Intenté molestarlo.
—Gris.
—Blanco.
—Gris —repitió de nuevo.
—Blanco.
—Está bien —detuvo la conversación—. Será marrón y lo llamaremos Chocolate.
Rodeé los ojos porque quería salirse con la suya.
—Será mi gato Gunther —lo regañé.
—Mmm... tal vez —me devolvió una sonrisa un poco divertida—. También podríamos ponerle chispas.
—¡Gunther! — lo golpeé en el brazo.
—¡Oye! —emitió un dramático sonido de dolor—, ya no me maltrates más. Si va a ser de esta manera la relación debo prepararme psicológicamente. —Lo último lo dijo más para él mismo—. Te llevaré a casa —habló un tiempo después—. Tengo trabajo que hacer.
—¿De qué trabajas? —pregunté mientras volvíamos por el mismo camino. Esta vez estuvimos juntos desde el principio, ya no había tensión.
—Aunque parezca que no trabajo, lo hago. —Soltó una risita adorable—. Hice un curso de marketing digital por tres años y me dedico a eso. Trabajo desde casa y lo hago para varias empresas o negocios de la ciudad, me gusta hacerlo.
—Yo no estudie nada. —Porque estaba lamentándome y tratando de sanar, aunque siempre soñé con hacerlo—. Cuando era chica me concentré en el hielo y cuando ya no pudiera hacerlo quería estudiar abogacía como mis padres, siendo un poco sincera —intenté ser lo más franca posible—, no quería hacerlo. Mi idea era estudiar algo relacionado al diseño, pero tenía miedo de que fuera difícil la salida laboral.
—Estudiar algo siempre tiene sus ventajas y desventajas. No debes preocuparte por eso, solo haz lo que te gusta, si funciona eso está bien y si no lo hace hay muchas carreras o no esperándote.
—Excelente pensamiento. —Lo aplaudía por aquello—. Lástima que es difícil ponerlo en práctica.
—Eso siempre sucede y admito que también sucedió conmigo. Tenía miedo que el ser patinador no funcionara y busqué un plan de respaldo que me permitiera pagar las cuentas —suspiró—. Solo quiero que mi sueño pueda seguir de pie, como tú me dijiste Darya, no quiero rendirme. No puedo hacerlo con eso porque al final sigue y es mi sueño.
—Solo patinar, escuchar al hielo, exigirte y dar lo mejor, hacer que el público conecte contigo, patinar y demostrarles a todos al final que pudiste —expresé entendiendo lo que sentía Gunther.
—Eso es todo, en el hielo me siento feliz. —Tiró en un cesto de basura su vaso que ya no contenía chocolate caliente.
Lo miré por un rato mientras ambos volvíamos a nuestras casas. Reproduciendo la convención sin parar, tratando de descifrar mis sentimientos.
En el hielo me sentía feliz.
En el hielo me sentí enojada.
En el hielo me sentí un tiempo después ansiosa.
Ya no pude estar en el hielo porque mis sentimientos eran de dolor.
Mis sentimientos cambiaron a miedo.
Miedo y más miedo.
Solo quiero volver al punto uno. Quiero volver a sentir felicidad.
—¿Cómo te has sentido los últimos días? —Estaba sentada en la cama escuchando y charlando con Flor.
—Hay una propuesta que no sé qué hacer con ella. —Cerré los ojos y me acosté en la cama porque no podía dejar de pensar en eso. Era despertarme y repetirlo en mi cabeza e irme a dormir con la misma sensación.
—¿De trabajo? —se escuchaba feliz.
—No lo sé.
—Cuéntame un poco más, háblame del contexto de la propuesta. —Su voz se tornó un poco más profesional.
—Gunther quiere que sea su compañera en la pista, él hace danza sobre hielo —hablé rápido soltando la bomba.
Silencio eso fue lo que recibí. Tenía miedo de que me dijera que estaba mal, que yo jamás podría volver a la pista y que dejara de fantasear con poder volver a hacerlo. Como siempre sentí por parte de todos.
—No estás preparada y dudas sobre la propuesta. —Era como si leyera mis pensamientos.
—Es que no me atrevo a hacerlo, pero quiero hacerlo solo para probar. Él necesita a alguien para que sea solo su compañera por un tiempo y presenten un programa para navidad, arman una pista y la gente se junta para pasarlo bien. Su compañera lo dejó y me ofreció ser parte de su equipo.
—¿Solo por un tiempo fue la propuesta? —preguntó dudosa como si no me creyera.
—Yo solo quiero volver, aunque sea por un tiempo corto. —Intenté convencerla de que no era tan descabellado.
—No lo veo como una mala idea, creo que te hará bien estar acompañada. —Se escuchaban ruidos parecía que estuviera anotando—. Sabes que tienes que resolver algo, solo hazlo y estarás lista.
Ante aquellas palabras sentí alivio porque estaba acompañada y a la vez aprecié aquel miedo que estaba presente y me acompañaba siempre, porque no quería totalmente enfrentar aquella situación. Sería real y estuve evitando exactamente por eso.
—¿Qué hizo Gunther para que te sintieras segura y la propuesta rondara por tu cabeza? —averiguó curiosa.
—No sé cómo explicarlo —mis palabras salieron entrecortadas—, creo que es la conexión.
—¿Conexión?
—Si —suspiré—, es la conexión. Él me genera la suficiente confianza para que en este momento tenga la fortaleza de creer que puedo hacerlo, sonará raro, pero me hace pensar que puedo volver a sentir en la pista, que es donde fui feliz.
—No es raro Darya.
—Lo sé. —Una sonrisa apareció en mi rostro. Tal vez podía volver, podía estar de nuevo en el hielo, estaba decidida a intentarlo.
Cuando colgué la llamada una hora después. Fue cuando comprendí que tenía que tomar mi segunda decisión importante. Abrí el navegador y compré el boleto de avión para el jueves. Después de chequear todo adquirí el boleto de autobús que me llevaría hasta el aeropuerto.
Berlín me esperaba.
Mis padres me esperaban.
¡Gracias por leer!
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