Capítulo 9. ❄
Clarisse
Me sentía mucho mejor que el día anterior, lo que quería decir que iba a ir con Tanner a la dichosa fiesta de Marcos, el socio mexicano con el que había tenido comunicación desde hace meses. El hombre era agradable, lo poco que lo llegué a conocer me caía bien, hablaba perfectamente el inglés y aunque yo entendía algunas palabras en castellano no era lo mismo.
Ese día no pude hablar con Didi como me hubiera gustado, estaba ocupada haciéndose cargo de mi trabajo, pero dijo que estaba bien, que ya cuando regresara se las iba a cobrar todas y no esperaba menos de ella, para ser sincera. Busqué entre toda mi ropa algo decente que ponerme, un vestido fresco porque aquí hasta en la noche hacía calor. Dejé mi cabello suelto y me arreglé un poco el flequillo cortándolo unos centímetros porque ya se me metía a los ojos. Usé un maquillaje suave que solo acentuaba mis facciones y un poco de labial rojo que combinaba con mi vestido y mis tacones. Tomé en cuenta algunos consejos de Didi, ya que para combinar soy pésima.
Escuché dos golpecitos en la madera justo en el momento que me terminaba de ponerme los tacones.
—Adelante —la puerta se abrió lentamente revelando a la persona que había tocado segundos atrás y era Matthew, con esa encantadora sonrisa que no se borraba con nada. Sonrió más al verme, quedándose bajo el umbral de la puerta.
—Clarisse, te ves realmente hermosa —le sonreí en agradecimiento y me erguí para sentarme sobre el colchón.
—Tú también te ves muy guapo, Matthew —no dijo nada ante mi comentario, solo mantuvo aquella sonrisa en sus labios.
—¿Nos vamos? Tanner espera afuera y ya sabes como es —dijo esto con un poco de hastío enmarcado en la voz.
—Vamos —cogí un pequeño bolso que Didi me sugirió usar donde solo llevaba papel de baño, por si las dudas, labial y un espejo. No sé ni para qué lo llevaba, pero ahí iba también.
Matthew abrió la puerta y se hizo a un lado para que pudiera pasar, me siguió por el pasillo hasta la puerta principal donde el señor Nicolas y Tanner esperaban, el primero dentro de la camioneta y el segundo dando vueltas de un lado al otro. Al verme salir se detuvo de golpe, la sorpresa estaba enmarcada en su bonito rostro. Me sorprendí el verlo acercarse a mí con una mano en alto, cogió la mía sin pedir permiso dejando un casto beso en mi dorso.
—Señorita D, se ve fabulosa esta noche —detrás escuché un resoplido y Matthew pasó a nuestro lado para subir a la camioneta junto a su padre.
—Gracias señor Russel, usted se ve muy guapo —abrió los ojos un poco. Quizá sorprendido de que yo le haya dicho algo así cuando usualmente me limitaba a decirle que se veía elegante y nada más. Pero verlo así, sin traje y con una camisa blanca junto a unos pantalones de mezclilla era raro para mí, ya que estaba acostumbrada verlo trajeado y con zapatos de vestir.
—Me halaga —apretó mi mano y dejó que llegara hasta él para llevarme hacia la camioneta donde me ayudó a subir y cerró para él subir en la parte delantera.
—Buenas noches, señor Russel —Nicolas se giró hacia mí y sonrió.
—Buenas noches, Clarisse, te ves encantadora.
—Usted también se ve muy bien.
—Nada más que te escuche mi madre —le dijo Matthew a su padre.
—Tu madre sabe que es cierto, ella también aprecia a Clarisse —dijo mirándome —. Dime que no es una mujer hermosa —sentí la mirada de Tanner y tuve que mirar el espejo retrovisor para encontrarme con su dura mirada.
—Lo es, por eso siempre se lo digo —Tanner desvío la mirada y le indicó al chofer que ya podía arrancar.
Me sentía en una jaula donde era observada por dos pares de ojos que se intercalaban para examinarme, primero era Tanner y cuando este dejaba de mirar lo hacía Matthew a quien tenía a un lado y por alguna extraña razón me hacía sentir nerviosa e intimidada. Ya habíamos estado así de cerca muchas veces y jamás me llegué a sentir de este modo, pero ahora no entendía qué estaba pasando conmigo. Quizá solo me estaba volviendo paranoica y veía cosas donde no las había.
El sitio donde se realizó la fiesta era un gran restaurante que Marcos alquiló para esta noche, o eso fue lo que Matthew me dijo cuando íbamos en la camioneta. Cuando esta se detuvo frente al lugar se podía escuchar la música que provenía de adentro, personas entraban y salían, había un grupito de hombres que fumaban alejados de la puerta principal, reían a carcajadas y se veían felices.
Tanner abrió la puerta y cogió mi mano para juntos entrar al lugar donde fuimos recibidos con un hermoso adorno de flores que pusieron en uno de los costados de mi cabeza, a Tanner le dieron un collar de flores que recibió gustoso, nos entregaron un vaso con algún tipo de bebida de color rojo que olía un poco a alcohol. El lugar estaba repleto de personas a las que jamás había visto, solo a unas cuantas que estuvieron presentes el día de la reunión en la playa, pero de ahí en fuera todos eran desconocidos para mí y yo para ellos. A pesar de que no nos habíamos visto todos eran muy amables, te saludaban sin importar nada y te invitaban algo de comer como si fuéramos de la misma familia. Llegamos hasta donde se encontraba Marcos, acompañado de una hermosa mujer de piel canela y cabello negro largo y lacio.
—¡Tanner! —lo recibió gustoso extendiendo los brazos para abrazarse de manera efusiva —. Pensé que no ibas a venir —se separaron y fue mi turno de saludarnos. Pero conmigo fue menos efusivo, más caballeroso, ya que me tomó de la mano dejando un beso en el dorso de esta —. Señorita Dawson —sonrió —. Les presento a mi esposa —señaló a la bonita mujer que esperaba a su lado, ella nos regaló una sonrisa y un cordial apretón de manos —. Cariño, ellos son el señor Tanner Russel y su asistente, la señorita Clarisse Dawson.
—Es un gusto —dijo Tanner.
—El gusto es mío. Clarisse —le sonreí como agradecimiento.
—Me alegra saber que han venido y espero se la pasen bien. Esta fiesta es para ustedes y lo que sea que necesiten me avisan, lo que sea —repitió.
—Muchas gracias, Marcos —Tanner miró su entorno, fascinado por todos los colores y la música en vivo que resonaba por todo el lugar —. No tenías que hacerlo pero gracias.
—Es un placer, Tanner, somos socios y quiero que te lleves una buena impresión de todos nosotros.
—Así será, Marcos —ambos levantaron el vaso que sostenían para brindar —. Vamos a dar una vuelta, mi tío y Matthew andan por ahí no deben tardar en venir a verte.
—Ahora los busco —musitó Marcos.
Se despidieron con una seña y giramos para ir a dar una vuelta por ahí. Todo estaba lleno de papeles de todos los colores que colgaban del techo, había una gran mesa con diferentes platillos, bebidas y golosinas.
—Gracias por traerme, no pensé que todo fuera tan llamativo, lleno de vida y color —le dije a Tanner a mi lado.
—Gracias a usted por venir —nos detuvimos frente al barandal desde donde se veía la playa y el mar —. Todo es más ameno cuando está a mi lado, señorita D —sentí mis mejillas calentarse y no me podía ver, pero estaba segura de que me miraba como uno de esos payasitos con las mejillas todas coloradas y el resto pálido como vampiro.
Mal momento para ser una pálida desabrida.
—Yo... Solo cumplo con mi trabajo —musité, apenada. Mis dedos repiqueteaban sobre el cristal del vaso. Sacudió la cabeza en negación lo que me hizo fruncir el ceño, extrañada de su respuesta —. ¿No?
—No solo es trabajo. Estamos aquí para olvidarnos de todo y de todos, solo seamos usted y yo —pidió cogiendo mi mano con tanta delicadeza que temía me fuera a romper en cualquier momento —. ¿Prometido? —miré a todos lados.
—Prometido —levanté la mano en señal de promesa, pero antes de hacer otro movimiento la cogió para llevarla a su pecho.
—No me creería si le digo que esta noche se ve espectacular, todos los días se ve hermosa, pero hoy...—me sorprendí ante tales palabras —, hoy es diferente.
—¿Diferente en qué? —pregunté con curiosidad.
—No sé —admitió para mi mala suerte. Pensé que iba a decir otra cosa —. Tal vez estoy loco, pero esta noche será diferente, yo sé lo que digo.
—Le voy a creer entonces —sonrió.
—Siempre confié en mí, señorita D, siempre —acortó la poca distancia que nos separaba. Su rostro estaba a escasos centímetros del mío y ya me sentía colapsar, las piernas me querían fallar, pero me negué a caer de rodillas y hacer el ridículo frente a él.
Eso sí que no. Jamás en la vida.
Sus labios rozaban peligrosamente los míos, estábamos a nada de besarnos por primera vez, de probarlo, saber como se sentía ser besada por Tanner Russel y poder presumir que tuve la dicha de meter mi lengua en su boca, que uno de mis tantos sueños se hicieran realidad, pero tengo tan mala suerte que fuimos interrumpidos por el señor Nicolas, y creo que no fue su intención porque se veía apenado y nervioso.
—Tanner —se aclaró la garganta. Estaba desconcertada, sorprendida y un poco molesta —. Algunas personas quieren hablar contigo —me miró con pena, como diciendo «Lo siento, lo siento tanto». Pero el sentirlo no iba a arreglar nada cuando perdí la maravillosa oportunidad de poder besarlo por primera vez.
Maldita sea.
—Ahora regreso —informó Tanner yendo con el señor Nicolas, dejándome sola y a la deriva, tal vez no tanto así pero sí con las ganas de un beso suyo. Solo pedía eso, no más, no quería nada más que un beso de su parte para terminar con esta maldita obsesión que rozaba lo insano. ¿Es que acaso la vida siempre iba a ser una perra conmigo? ¿Es que acaso merecía todo lo malo que me pasó? Tal vez sí, tal vez no. Pero estar cerca de él no ayudaba en nada. Me tenía que conformar con escribir en mis notas una posible escena de mi libro donde la protagonista se masturba pensando en el hombre de sus sueños, ya que a la pobre, como a mí ni siquiera nos había besado un gato.
—Clarisse. ¿Estás bien? —parpadeé y giré la cabeza en dirección a Matthew que esperaba paciente a mi lado —. ¿Te sientes mal?
—No, ¿por qué? —le pregunté mirándolo por completo.
—Es que llevo varios minutos aquí y parece que estás en otro lugar.
Sí, pensando en Tanner y como me voy a auto complacer esta noche.
¿Lo haría? Claro que sí, ese hombre me dejó más caliente que el sol en pleno verano. Además del hecho de que había dejado mi succionador de clítoris en casa y ahora tendría que usar mis dedos para quitarme este maldito estrés.
—Estoy bien, solo estaba pensando —sin esperar más me llevé el vaso a los labios para darle un largo sorbo. Lo que fuera esta bebida sabía rica y tenía el toque justo de alcohol que tanto me gustaba —. Quiero más —Matthew sonrió y cogió el vaso.
—Yo te lo traigo —no tardó en irse y regresar con un vaso más de esa bebida y un plato con algunos aperitivos de los que me explicó su nombre. Obviamente, era comida típica de la zona y la verdad todo sabía rico, no tenía esa sabor exagerado al picante y todo me supo bien.
Tanner ya no apareció, así que me quedé junto a Matthew que se quedó a mi lado toda la noche. Ya ni siquiera me molestaba pensar en lo que estaba haciendo Tanner o con quien estaba, era bien sabido que es un coqueto así que me dio un poco igual cuando el alcohol se empezó a pronunciar en mi sistema, provocando que me sintiera más relajada y feliz. No paraba de comer y beber, reía junto a Matthew que contaba unos pésimos chistes, pero al menos hacía el intento. Me invitó a bailar y acepté gustosa, ya que no se me daba bien, pero que demonios importaba en este momento donde la pena no existía para mí y era feliz, aunque fuera por culpa del alcohol, pero lo era y eso nadie lo iba a poder cambiar. Tal vez el día de mañana me iba a arrepentir, pero hoy no, esta noche era mía y tenía que disfrutar sí o sí, la realidad de por sí ya era cruda como para no aprovechar estos momentos.
Tanner
Clarisse se veía demasiado feliz y desinhibida como para ser la misma mujer seria y retraída que conocí hace dos años. Se me hizo raro que entrara a la pista a bailar junto a Matthew, saltaba de un lado al otro, reía y se movía sin pena por todo el lugar. Cogió a Matthew de las manos y ambos empezaron a bailar pegados cuando una canción de salsa resonó por todo el lugar, eran el centro de atención de todas las personas que bailaban a su lado, sorprendidas de que dos norteamericanos se movieran de esta manera.
—No sabía que Clarisse bailara de esta manera —dijo Nicolas a mi lado.
—Ni yo —espeté. Le di un sorbo a mi vaso sin dejar de mirarlos. Matthew aprovechaba cualquier momento para tocarla, para acariciar sus hombros desnudos y bajar a su cintura para atraerla a su cuerpo. De vez en cuando rozaban sus labios a propósito, suspiraban uno cerca del otro. Matthew la tocaba de una manera dulce y calmada cuando yo hubiera hecho todo lo contrario. No era precisamente un tipo delicado y tranquilo, me gustaba ser más rudo y brusco, pero Clarisse se merecía todo lo contrario.
Pero no podía, no podía pensar en tocarla de una manera delicada y tierna cuando la quería tomar con fuerza y apretar su delgado cuerpo a la pared, coger su cabello y enredarlo en mi mano para tirar su cabeza hacia atrás y penetrarla duramente, abrir sus piernas y acariciar cada centímetro de su piel con mi lengua.
¿Qué demonios me pasa?
—Voy al baño —le informé a Nicolas en el momento que Clarisse bailaba mucho más pegada al cuerpo de Matthew, quien estaba feliz de tenerla tan cerca.
Pensar en ella de esa manera me ponía mal.
—Aquí te espero —dejé el vaso encima de la mesa y me encaminé hacia los baños donde no había personas. Era un largo pasillo que se dividía en dos para el baño de los hombres y el de las mujeres.
Cuando salí del baño me encontré con Clarisse en el pasillo. Tenía esos grandes ojos que te provocan la necesidad de querer abrazarla y no soltarla jamás. Al verme hizo el amago de pasar a mi lado, pero enredé mis dedos en su brazo y la llevé lejos de la entrada, a otro pasillo donde había unas puertas que decían No entrar. Con delicadeza la empujé contra la pared.
—¿Qué hace? —preguntó mirando mi mano en su brazo.
—¿Qué hace usted? —le pregunté, molesto. Acerqué mi nariz a sus labios olisqueando todo a mi paso y bajé a su cuello —. ¿Está ebria? —me aparté para notar lo molesta que estaba en este momento.
—¿Y eso le importa? —se quiso zafar de mi agarre, pero no me aparté ni un centímetro —. No es nadie para decirme lo que tengo o no que hacer.
—Usted y yo sabemos que eso no es del todo cierto...—iba a negar con la cabeza, pero me adelanté —. ¿Cree que no me doy cuenta de como me mira? ¿Cree que soy tonto? No lo soy —aparté su cabello don dos dedos para dejar a la vista su delgado cuello y clavícula —. Yo le gusto y no lo niegue —la punta de mi nariz rozó el lado izquierdo de su cuello, lo hice de una manera lenta y pausada, alargando más el momento —. Me doy cuenta de como me mira, puedo notar cada fantasía en sus bonitos ojos —subí a su mandíbula —. Hay perversión, pasión y deseo —musité cerca de sus labios —. Pero también hay inocencia, dulzura y algo más que no logro distinguir —ligeramente abrí la boca para atrapar el lóbulo de su oreja, el cual lamí unos segundos y chupé provocando que gimiera bajito.
—No-no sé de qué habla —mentía. Las reacciones de su cuerpo con mi cercanía me decían que mentía y no se le daba bien.
—Yo creo que sí sabe —atrapé su mano llevándola a mi entrepierna —. ¿Lo siente? —estaba duro y erecto por ella —. Estoy así por usted. Usted tiene la culpa de que me encuentre en este estado tan deplorable —la miré a los ojos. Había un brillo en ellos que me produjo unas inmensas ganas de querer follarla.
—Se-señor Russel —murmuró. Se mojó los labios provocándome mucho más, si es que eso se podía porque yo ya sentía las bolas duras y me dolían.
—Señorita D, deje de fingir. Yo le gusto y usted me gusta.
—Usted es mi jefe —dijo trémula, la voz le temblaba —. No puedo... No puedo ni imaginar que algo se pueda dar entre usted y yo —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Por qué no? —se mordió el labio y en lo único que yo podía pensar era en el hecho de ver mi pene dentro de esa boquita.
—¿Usted es ciego? ¿Es que acaso no me ha visto?
—Lo que yo veo ahora mismo es una hermosa mujer a la que quiero follar —confesé.
—Ahora el ebrio es otro —rodó los ojos.
—Recuerdo esa noche, señorita D. Recuerdo todo lo que le dije y todo es cierto. Usted me atrae de una manera descomunal e insana. En estos días no he dejado de pensar en usted, quiero tenerla para mí nada más. No la quiero compartir con nadie, mucho menos con el imbécil de Matthew.
—Vamos con lo mismo —dijo hastiada. Lo arruiné todo al mencionar al idiota de mi primo.
—¿Quiere saber que quiero ahora mismo? —subí mi mano a la altura de su boca. Deslicé mi pulgar por sus labios —. Quiero que me la chupe —sus ojos se abrieron grandes ante mi confesión.
—¿Qué?
—Dígame que iba a hacer esta noche cuando regresáramos a la casa —apoyé mi frente contra la suya —. Dígalo. La quiero escuchar. Hable, por favor.
—Es algo sucio —sus mejillas tomaron un tono rojizo que me gustó en demasía.
¿Así te miras, Clarisse cuando terminas de follar?
—Lo quiero escuchar —con mi brazo rodeando su cintura la atraje a mi cuerpo que esperaba ansioso su calor.
—Me iba a-a masturbar pensando en usted —apretó los labios y con ello los míos se estamparon en su boca, abrió ligeramente para que pudiera chupar su labio inferior y soltarlo después.
—¿Quiere que le ayude? —pregunté y asintió con pena.
—Es lo que más deseo, señor Russel —admitió para mi buena suerte.
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