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Capítulo 4. ❄

Clarisse

Antes de salir de la cama le llamé a Didi para platicarle lo que pasó en la noche, ya que por la tarde pudimos hablar y le mandé algunas fotos y vídeos de como era el lugar donde nos estábamos hospedando, pero lo último que pasó con Tanner ya no lo supo. Ni siquiera podía hablar bien después de lo que me dijo, no lo creía y me era imposible que él me hubiera dicho algo así. Todavía me sentía en las nubes, como si nada fuera real.

Saliste con tu pijama de vaca y él te dijo que tus horribles gafas se le hacen sexis —dijo Didi detrás de la línea —. ¿Qué más necesitas entender, Issy?

—¿Por qué? —me senté sobre el colchón.

¿Por qué qué? —preguntó de nuevo —. ¿Te es imposible creer que alguien como Tanner Russel se fije en ti?

—Sí —cogí un mechón de mi cabello para enredarlo en mi dedo —. La verdad es que sí, Didi, para alguien como yo es imposible creer que alguien como él se pueda fijar en... mí—me mordí el labio.

No te menosprecies tanto, no deberías tener tan bajas expectativas de ti misma —suspiró —. ¿Quieres que te dé una patada en el trasero? No, ¿verdad?

—Pues no, no quiero eso.

Entonces levántate de esa cama, péinate un poco y ve a desayunar con ese bombón, deja de tener miedo al que dirán o lo que piensen las personas de ti. Eres hermosa, Issy, hermosa en toda la extensión de la palabra.

—¿Qué haría sin ti, Didi? —se rio detrás de la línea.

Pues ahora mismo estarías aquí y no allá, así de simple —me puse de pie para mirar a través del gran ventanal hacia la playa donde había pocas personas, pues todavía era temprano.

—Haré lo que me dices. Te adoro.

Y yo a ti, Issy, pásatelo bien y pórtate mal —colgó antes de que me arrepintiera e hiciera todo lo contrario. Dejé el móvil encima de la cama, me puse mis gafas y me miré en el espejo para acomodar mis cabellos que parecían un nido de pájaros. Me deshice la trenza, lo cepillé y la hice de nuevo acomodándola de lado.

Al abrir la puerta me encontré con Matthew que tenía la mano levantada, apenas iba a tocar cuando yo abrí. Nos quedamos pasmados mirándonos durante interminables segundos en los que nadie dijo nada, hasta que sonreímos nerviosos.

—Buenos días, Clarisse.

—Buenos días, Matthew —metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de color caqui.

—¿Después de la reunión harás algo?

—No creo, ¿por qué la pregunta? —miró a ambos lados como si tuviera miedo de que alguien nos viera.

—¿Podemos ir a tomar algo? No sé, aunque sea agua —reímos de nuevo —. ¿Sí?

—Está bien, pero nada que tenga alcohol —levantó la mano en señal de promesa.

—Lo prometo, iremos a cenar. Sé de un lugar muy bueno que está a unas calles, podemos ir caminando para que conozcas —asentí —. ¿A las siete está bien?

—A las siete me parece perfecto —le sonreí y de igual manera lo hizo él.

—Entonces nos vemos a esa hora —con la mano señaló el pasillo para que pasara primero —. Por cierto, me gusta tu pijama, Clarisse.

—¿En serio? Mi amiga dice que parece de señora, siempre se burla de mi ropa.

—No entiendo por qué —íbamos uno al lado del otro. Al llegar al comedor un grupo de personas iban y venían, el señor Nicolas junto a Tanner esperaban sentados en el comedor, el primero ni siquiera reparó en nosotros, pero el señor Russel levantó la mirada hacia nosotros, primero me miró a mí y después miró a Matthew, a este último lo aniquiló con la mirada, casi lo mata de no ser porque una de las chicas le preguntó no sé qué cosa a Tanner llamando toda su atención.

—No sé, solo le gusta molestar —cada uno fue a un extremo de la mesa, para mi buena —o mala— suerte me tocó sentarme al lado de Tanner. Aunque creo que fue más un poco el universo jugando conmigo, un poco, solo para saber que quien movía los hilos de mi vida no era yo sino alguien más.

—¿Cómo durmió, señorita D? ¿Todo bien?

Si se refiere a lo que dijo anoche, pues no, pero tampoco se lo voy a decir.

—Me tomé unas pastillas para dormir que muy convenientemente Didi puso en mi maleta —cogí una servilleta que puse sobre mis piernas. Tanner no me quitaba la mirada de encima, como si tuviera monos en el rostro.

¿Los tengo, los tengo?

—¿Y usted? —pregunté trémula.

—Bien también, gracias por preguntar.

—Este día tenemos muchas cosas que hacer, ¿por dónde empezamos? —preguntó el señor Nicolas, a lo que los tres lo volteamos a ver.

—Lo primero que vamos a hacer es ir a la cita con los socios, es un lugar cerca de aquí, podríamos ir caminando, pero con el calor que hace creo que mejor rentamos un auto para trasladarnos sin ningún problema.

—Yo creo que sí, aquí parece el infierno. Estoy sudando como pollo en el horno —Tanner frunció el ceño.

—¿Tú como sabes...? Olvídalo —movió la mano restándole importancia a lo que dijo su primo.

—¿Y después? —preguntó su tío. De nuevo lo miramos.

—Pues cada quien puede hacer lo que sea, ir a donde quieran —aquello lo dijo por Matthew, quien entendió perfectamente la indirecta.

—Yo ya tengo planes así que no me preocupo —para Tanner no era raro que su primo ya tuviera a donde ir, ya que era conocido por ser más sociable que él.

—No tarden, ya que nos vamos a las once —asentimos ante la orden de Tanner y desayunamos juntos. Al terminar me fui a dar una ducha y esta vez seguí el consejo de Didi y me puse un vestido de tela delgada que dejaba mis hombros al descubierto, lo acompañé con unas sandalias y mi ya conocido cabello trenzado junto con mis gafas.

Subimos al auto que nos iba a llevar a la zona donde sería la construcción de los edificios, junto a los socios de las empresas Russel. Era un lugar extenso, cerca de la playa rodeado por el mar y más edificios.

Al bajar del auto sentí la arena caliente rozar los dedos de mis pies, el aire frío contrastaba con el calor que se podía sentir y ver, la arena era casi blanca y a esa hora de la mañana ya había personas en la playa, al igual que algunos vendedores ambulantes. Esperaba poder soportar el calor infernal que se vivía a esas horas, ya que el día anterior no me fue muy bien y sentía que me desmayaba. Nos encontramos con los encargados de las obras que se iban a realizar en este sitio.

—Buenos días —saludaron ellos con una genuina sonrisa en los labios. Nos saludaron a todos y cada uno. Entre ellos había algunas mujeres que llevaban vestidos muy bonitos y coloridos de la región.

—Buenos días —saludó Tanner llevando sus manos detrás de su espalda.

—Nos alegra mucho que estén aquí y puedan ver por ustedes mismos lo que queremos hacer en este lugar.

Tanner solo había visto las maquetas en 3D de lo que sería el complejo arquitectónico porque en ningún momento se había visto con los socios mexicanos, solo le explicaron lo básico, lo que tenía que saber y ya, pero no era lo mismo estar aquí y ver con tus propios ojos el lugar.

—Como se pueden dar cuenta el terreno es muy grande y queda cerca del centro de la ciudad y lo más importante, la playa —empezó uno de ellos. Me imagino que era el socio mayoritario, ya que el porte y la manera en la que hablaba me lo daba a entender. Trabajar tantos años con Tanner Russel me enseñó tantas cosas del mundo de los negocios.

Empezamos a caminar por el terreno que eran varias hectáreas donde solo había arbustos y algunos árboles pequeños. Hablaban de lo que sería el complejo de edificios, una plaza y no sé qué cosas más. Me perdí en el momento que empecé a sentir calor y la cabeza caliente, mis mejillas ardían dado el intenso sol que teníamos arriba de la cabeza. Vi que Tanner se apartó para ir con un señor que vendía todo tipo de prendas, compró algo y regresó conmigo para ponerme en la cabeza una especie de gorro de paja con el que el calor no se sentía tanto.

—Gracias —le dije tímida a lo que solo me sonrió y regresó con los demás. Matthew nos echó una mirada curiosa, pero no dijo nada y no tenía por qué decir nada, no era raro que Tanner tuviera este tipo de gestos conmigo o con cualquier persona de la empresa.

Tanner

—¿Se siente bien, señorita D? —me acerqué a ella cuando se alejó de los demás para ponerse bajo la sombra de una pequeña construcción. Ya pasaban de las dos de la tarde y el calor era mucho más fuerte.

Le entregué una botella de agua, la cogió para beberla de golpe.

—Estoy bien, señor Russel. Es solo que hace mucho calor —le di la razón por que era cierto. Ella no se veía bien, pero si le decía que regresara a la villa se iba a negar en hacerlo, así que lo mejor que podía hacer era que no estuviera bajo los inclementes rayos del sol y mantenerse hidratada.

—Le iba a decir que regrese a la villa y descanse, pero sé lo que me va a decir —sonrió y cerró la botella con agua —. Entonces quédese aquí y no se exponga al sol.

—Lo haré —me alejé para seguir conversando con los socios mexicanos. Explicaban todo lo que tenían pensando para este gran proyecto que incluía darle trabajo a muchas de las personas que vivían en esta área. Nicolas hacía todo tipo de preguntas y lo que me gustaba de él es que era buen negociador, Matthew no se quedaba atrás, pero su padre le ganaba por mucho.

—¿Está bien? —preguntó Nicolas, refiriéndose a Clarisse.

—Dice que sí —ambos miramos a Clarisse que seguía escondida en la sombra.

—Pues no se ve bien —musitó.

—Ya sé, espero que no se enferme —Nicolas palmeó mi hombro.

—¿Tienen alguna duda? —preguntó el sujeto encargado de todo este proyecto. Vinieron topógrafos, arquitectos y ambientalistas, querían que estuviéramos bien informados de que todo lo que se estaba haciendo aquí era legal y que todos los papeles estaban en regla.

—Me gustaría revisar los papeles detalladamente antes de firmar algo —hablé. Todas las miradas se dirigieron a mí, incluso Nicolas y Matthew.

—Se los puedo enviar al hotel donde se están hospedando —dijo el hombre a lo que asentí —. Le voy a decir a mi secretaria que se comunique con la suya para ver eso.

—Gracias —el hombre miró el reloj que llevaba en la muñeca izquierda.

—Los invitamos a comer, ya es tarde y hace hambre —iba a decir que no, pero se me adelantó —. No acepto un no como respuesta. Los vamos a llevar a uno de los mejores restaurantes de toda la zona —miré de reojo a Clarisse que seguía en el lugar donde la dejé.

—¿Quieres ir, Nicolas? —mi tío miró a su hijo que le asintió con la cabeza.

—Vamos, quiero probar el tequila —ambos se rieron.

—Entonces vamos —caminamos hacia donde estaban las camionetas y autos. Clarisse se acercó a mí.

—¿Ya nos vamos?

—Vamos a comer —miré las dudas en sus luceros —. ¿No quiere ir, señorita D?

—No es eso, pensé que íbamos a regresar a la villa —acomodé el sombrero que protegía su cabeza y rostro del sol.

—Si no quiere ir está bien, no se preocupe. Pero me gustaría que vaya con nosotros —me miró con un poco de dudas, todavía.

—Está bien, señor Russel, vamos.

El día de hoy no traía puesta esa ropa de señora con la que la había visto estos dos años, en su lugar llevaba puesto un lindo vestido de tela delgada que dejaba al descubierto sus hombros, unas sandalias que me permitían ver sus pequeños piecitos, los cuales tenía bien cuidados y con las uñas de un sutil tono rosado. Su cabello seguía trenzado, pero se veía mucho mejor que con esa ropa que no sé de donde salió, tal vez se la robó a su abuela.

Seguimos la camioneta de los socios y llegamos al centro de la ciudad que era mucho más colorido que Sayulita, las calles también estaban empedradas y le daban este toque de pueblo junto con sus habitantes. Entramos a un restaurante donde había pocas personas, me imagino que al ser tan temprano y con la temperatura todos salían ya por la noche. Pudimos conversar un poco más acerca del proyecto, la secretaria de Marcos llegó para ponerse de acuerdo con Clarisse. Estuvimos un buen rato ahí hasta que decidimos que era hora de regresar a la villa.

Todo fue muy ameno y no se sintió como si fuera una reunión de negocios, era reconfortante trabajar con personas así, que te explicaban las cosas con lujo de detalle, te enseñaban un poco de la historia de su ciudad y te decían a donde ir o qué lugares conocer. Me había planteado si invertir en este proyecto, pero ahora estaba viendo las cosas más claras que antes, solo tenía que revisar los papeles con lujo de detalle y hablar con Nicolas, pero por lo que vi él también quería invertir en este lugar.

Llegamos a la villa y lo primero que hizo Clarisse fue ir a su habitación, dijo que tenía mucho calor y sentía la ropa pegada al cuerpo. La entendía mejor que nadie, yo también fui a darme un baño antes de ir a cenar. Pasamos casi toda la tarde con los mexicanos así que al salir de mi habitación el sol se había metido para dar paso a la luna que se veía como una uña en el vasto firmamento, algunas estrellas también pintaban el cielo.

Fui a la habitación de Clarisse para preguntarle si estaba bien, ya que no le vi en lo que restó de la tarde, pero antes de tocar a su puerta esta se abrió dejando ver a una Clarisse totalmente diferente, una mujer hermosa sin gafas, con unos jeans y una blusa que se ajustaba a su delgada anatomía no como las que solía usar en el trabajo. Su cabello estaba suelto y caía en sus hombros en perfectas ondas castañas, llevaba poco maquillaje lo que la hacía verse aún más bonita.

—Señorita D, qué bonita se ve esta noche —sus mejillas se sonrojaron, pasó un mechón de su cabello detrás de su oreja.

—Gracias señor Russel.

—¿Va a salir? —pregunté. Me hice a un lado para que cerrara la puerta.

—Su primo me invitó a cenar —fruncí el ceño —. Vamos aquí cerca.

—Así que va a cenar con Matthew —casi escupo su nombre junto con toda la bilis acumulada.

—Sí, ¿hay algún problema? ¿No puedo ir?

—Claro que puede ir...

Aunque lo mejor sería que no vaya.

—Ah, pensé que estaba prohibido salir a cenar, juntos —aclaró.

—No, para nada —apoyé la mano en la pared, un poco más arriba del rostro de Clarisse.

Claro que hay un problema y uno muy grande.

—Me alegra saber que no está molesto —musitó, trémula. Se veía tan pequeña y frágil que quería meterla en una cajita para que nadie la tocara, menos el gilipollas de Matthew.

Molesto no es nada, Clarisse. Estoy que me lleva la....

—¿Yo molesto? Para nada, señorita D, ideas suyas —en sus labios se dibujó una bonita sonrisa.

—Entonces me voy, Matthew debe estar esperando —dio un paso, pero antes de que se alejara de mí cogí su delgada muñeca con mi mano derecha.

—Espere —miró mi mano en su muñeca, pero no me aparté —. Si necesita algo, lo que sea no dude en llamar, ¿sí? —asintió, un poco asustada por mi repentino cambio de humor.

—Lo voy a tener en cuenta, señor Russel —su voz salió bajita y con pena.

—Lo que sea, señorita D.

—Gracias por preocuparse por mí, pero todo va a salir bien —solté su muñeca para que se pudiera ir con el imbécil de Matthew.

Todo por usted, señorita D.

Se alejó para salir de la casa, me imagino que Matthew esperaba fuera porque en ningún momento lo vi por ahí.

—Maldita sea, maldita sea —me quejé apoyando la frente contra la pared.

Estaba a nada de salir e ir detrás de ella, ver a donde iba con el imbécil de mi primo y asegurarme de que no le haría nada.

—Yo confío en ella...

Pero no en él.

Apoyé la espalda contra la pared y solté un gran suspiro.

—No, no puedo hacerle esto a Clarisse, a ella no —me quedé observando el pasillo por donde se fue Clarisse y como si otra persona se hubiera metido en mi cuerpo me separé de la pared y fui a mi habitación por unos zapatos decentes. Salí de la casa con la intención de encontrar a Clarisse y Matthew y comprobar que estaba bien, que el idiota de mi primo no le hizo nada. 

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