Capítulo 35. ❄
Clarisse
La noche terminó conmigo descalza cantando a todo pulmón en el auto de Tanner, un poco ebria y con ganas de seguir bebiendo. La cena estuvo bien, todo bien, la rifa se llevó a cabo como cada año y también como cada año no gané nada, pero esta vez Didi se ganó una cafetera de esas costosas y con mil botones a los que no les entiendes nada. Bueno, al menos una de las dos ganó algo, ¿no? Pero no solo se trataba de eso, de ganar algo, sino de pasar un último día en la empresa, llevándonos bien, pasando un buen rato, olvidándonos de todo y de todos. Y eso hice, después de unos tragos le tomé gusto a la bebida y después de algunas horas el tequila no sabía tan mal.
Hunter y Angel se quedaron un poco más de lo que usualmente se llegaban a quedar, me dio mucho gusto conocer a una mujer como ella, es una guerrera de la vida, tuvo muchos obstáculos en su camino, pero supo salir adelante, ahora estaba terminando sus estudios, tenía un negocio y un novio que todas las mujeres volteaban a ver.
Al final salimos de la empresa cuando no quedaba nadie, habíamos bailado toda la noche, bebimos y me divertí, me divertí como no lo había hecho en años y eso estaba bien para mí. Estábamos a nada de que se terminara el año, solo días para empezar un ciclo nuevo con muchos planes y propósitos que la verdad dudaba mucho cumplir todos, pero daría lo mejor de mí.
—¡Esta noche estuvo tan bien! —bajé un poco el vidrio de la ventanilla para dejar entrar el aire frío y fresco de la madrugada. Miré a Tanner, venía sin su saco, con el moño a medio poner y la camisa abierta de un botón, su cabello era un desastre, también había bebido un poco menos que yo por eso iba más cuerdo y menos alocado.
—Creo que el alcohol ayudó mucho —cerré los ojos dejando caer la espalda contra el asiento —. Estás más desinhibida...
—Y caliente también —abrí los ojos para voltear a verlo, vi como pasó saliva y sus manos se asieron al volante con fuerza —. Hablo en serio. Creo que el alcohol saca lo peor de mí.
—¿Y qué es lo peor de ti?
—Bueno...—me mordí una esquina del labio —. En este momento solo puedo pensar en bajarte los pantalones y follarte con mi boca —ni siquiera me volteó a ver, pero supe que estaba nervioso y excitado, así como lo estaba yo.
—¿Y qué te detiene? —una sonrisa altiva se dibujó en mis labios.
—¿Ahora mismo?, esos pantalones —señalé.
—No voy a poner resistencia —musitó.
—Ese es mi hombre —me quité el cinturón y me acerqué lo más que pude para llevar mis manos a la hebilla. Me deshice de esta y continué con la bragueta que bajé lentamente hasta alcanzar a ver la tela de sus calzoncillos que esta noche eran grises, me ayudó para bajarle el pantalón y los calzoncillos y así dejar libre su pene, que no dudé ni un segundo en llevar a mi boca y empezar a chupar.
—Dios, Clarisse —lo escuché gemir.
—¿No te gusta?
—Continúa mujer —dijo y sonreí.
La posición era un poco incómoda, pero eso no fue impedimento para mí y buscar la manera en la que esto fuera lo más placentero para él, porque en serio quería tenerlo en mi boca. Tanner era esa clase de hombres que se ducha diario, se baña bien y huele de maravilla, así que no era raro que todo en él supiera bien, hasta su pene. Así que cada que le hacía un oral era como tocar el cielo, tenerlo en mi boca, chupar su glande y pasar mi lengua por aquella zona rosada, con mi otra mano masturbarlo hasta el punto de que gimiera sin restricciones. Me gustaba escucharlo jadear y maldecir, me encantaba ver sus muecas, cuando cerraba los ojos y abría la boca en busca de aire, su pecho subiendo y bajando por la excitación.
Se detuvo en un semáforo y aproveché esos preciados minutos para intensificar los movimientos de mi mano alrededor de su falo, lo metía a mi boca, desesperada, buscando un orgasmo que no estaba lejos de llegar, sus manos sobre el volante lo apretaban con ímpetu, su cuerpo se estremecía, sus caderas oscilaban al mismo tiempo que mi mano no dejaba de masturbarlo y mi boca follarlo.
—Carajo, carajo —arrancó de golpe lo que provocó que me pegara con el volante en la cabeza, pero no pasó a mayores —. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien — continué con mi tarea, la cual ya no estaba lejos de terminar.
Bajó su mano derecha para coger mi cabeza e intensificar los movimientos de mi lengua. Tenía los testículos duros, su pene erecto y duro, venoso y mojado por mi saliva que empapaba todo a su paso.
—Así, por favor, así —pidió. Hice lo que me pidió y en segundos se descargó en mi boca, su semen salió disparado, no sabía mal y se sentía caliente en mi boca. Cuando terminó yo misma me incorporé, justo en ese momento un auto iba pasando a nuestro lado, el copiloto me miró con los ojos abiertos de par en par, le dijo algo al conductor, Tanner y yo nos miramos y este arrancó para alejarnos de ellos.
—¿Te gustó? —pasó saliva y asintió —. ¿Cuánto te gustó? —pregunté con un tono de voz seductor.
—Demasiado, quiero más —le ayudé a subirse los calzoncillos junto con los pantalones. Abrí mi mano para abarcar todo su paquete y apretar sus testículos y pene en el proceso —. No hagas eso —tragó grueso —. Por favor —estaba nervioso.
—¿Por qué no? Sé que te gusta y mucho, te gusta que te toque.
—Por eso precisamente, solo quiero arrancarte ese vestido y follarte de una manera salvaje y poco sana —me miró de reojo.
—¿Y por qué no lo haces? —alcé una ceja. Soltó una risita nerviosa y miró a su lado izquierdo solo unos segundos, después su mirada se quedó fija en la carretera —. Yo también quiero que me folles con la boca.
No sé de donde sacaba tanta fuerza de voluntad porque si yo hubiera sido él me detenía y lo follaba ahí mismo, pero esa era la diferencia entre él y yo, jamás me iba a exponer de esta manera, jamás iba a permitir que alguien nos viera y eso, precisamente eso es lo que me hacía amarlo así como lo amaba.
—No te voy a follar en un auto, tú mereces más que esto —musitó y sonreí ante sus palabras. Apoyé la cabeza en su hombro y solté un suspiro.
Por eso te amo, Tanner Russel.
—Voy a esperar que lleguemos al departamento.
—Sabia decisión —dijo.
Cuando llegamos a la puerta de su departamento tenía su lengua metida en mi garganta y sus manos tocando lo que se podía tocar por encima de la tela de mi vestido. Nos detuvimos a un lado de la puerta, subió mi pierna a la altura de sus caderas para enredarlas, metió una mano dentro del escote y masajeó mis senos sin pudor.
—No me hagas sufrir más —le pedí. En sus labios se estiró una sonrisa ladina, abrió la puerta sin apartarse, ya que estábamos dentro cerró con el pie y fuimos directamente a su habitación. Empujó la puerta y me llevó a uno de los sofás que había dentro de la pieza.
Se sentó en el sofá mientras que yo me quedaba de pie, sus manos ascendieron por mis costillas y fueron a dar a mi espalda, su mirada era intensa y demandaba toda mi atención. Bajó el zíper con los dedos y dejó caer mi vestido a mis pies con un sonido seco, sin decir nada se quitó los zapatos, continuo con los pantalones y los calzoncillos dejando libre su pene erecto.
—Móntame —ordenó. Hice el amago de quitarme la tanga, pero chistó antes de hablar —. Déjate la tanga —obedecí y lo monté con mis piernas a cada lado de sus muslos, cogió su pene acercándolo a mi entrada, mis manos fueron a dar a sus hombros, me dejé caer lenta y dolorosamente sobre su pene, mis paredes tibias y húmedas se abrían a su paso, al tamaño de su erección. Cerré los ojos apretándolos con fuerza —. Eres tan pequeña y estrecha —murmuró sobre mis labios —. Tu cuerpo es frágil, tus senos caben perfectamente en mi boca, mi pene se acopla a tu cavidad.
—Dime más —lo miraba a los ojos, quería verlo mientras decía todas estas palabras.
—Me gustas demasiado —sus manos viajaron a mi trasero, sus manos se abrieron para coger mis nalgas y apretarlas —. Tu cuerpo, tu piel, me gusta cuando estás caliente. Me gusta cuando gimes y tus mejillas se ponen rojas, me gusta verte dormir en mis brazos.
Mis caderas se movían en círculos sobre su pene, me sostenía con una mano en su hombro y la otra se deslizaba dentro de la tela de su camisa, aparté un botón y enterré mi cabeza en su cuello para chupar su piel.
—Me gusta follarte toda la noche, gatita, me gusta darte nalgadas y profanar tu cuerpo. Dios. Tu cuerpo es un templo que quiero venerar cada día —sus dedos se enterraron en la piel de mis nalgas —. Te quiero tanto —murmuró.
Mi lengua se paseaba por su cuello, bajé a su clavícula y subí dejando un camino de besos hasta llegar a su barbilla, mordisqueé esta unos segundos y terminé en sus labios que devoré con ímpetu y deseo. Estaba caliente y loca por él, podría estar así toda la noche, follarlo y dejar que me follara, me gustaba tenerlo dentro, cuando se corría en mi interior, cuando se ponía salvaje y me tomaba a la fuerza, cuando me hacía suplicar más y más por él.
—Yo también te quiero, Tanner —subí mis manos a sus mejillas para acunarlas —. Te quiero para siempre en mi vida —gemí cuando una punzada atravesó mi útero.
—¿Estás bien? —asentí y me mordí el labio.
—Estoy bien —rodeé su cuello con mis brazos apresándolo contra mi cuerpo. Enterró su cabeza en mi cuello sin dejar de mover las caderas, lo sentía duro y erecto —. Estoy más que bien —gemí de nuevo.
—¿Te gusta? —asentí.
—Me encanta.
Nuestros movimientos eran más lentos, sacaba su pene dejando dentro solo la punta, enterraba sus dedos en mi piel, mordía mis pezones y metía mis senos a su boca. El calor abrazaba mi cuerpo, la excitación y el placer hacían mella dentro de mí. Sus gemidos, mis jadeos, la lujuria y la pasión danzando a nuestro alrededor. Me embistió sin piedad, salió de nuevo y volvió a embestir maldiciendo al mismo tiempo que se corría en mi interior, no tardé en explotar y cerrar los ojos fuertemente. Tanner soltó su agarre en mis caderas dejando salir un suspiro, su respiración caliente acarició mi piel, enredé mis dedos en su cabello dejando que el orgasmo tocara cada fibra de mi débil cuerpo.
—Nunca me voy a cansar de esto —murmuró, nos separamos y dejó un beso sobre mis labios —. Hay algo que debo decirte.
—¿Qué es? —sonrió y negó con la cabeza.
—Para decirte esto te voy a invitar a cenar, ¿te parece? Yo cocino.
—¿En serio? —deslicé mis manos por su cuello, mis dedos en su nuca jugaban con sus cabellos.
—Sí —apartó el cabello de mi rostro —. Es importante para mí.
—Si es importante para ti es importante para mí también —había una especie de brillo en su mirada, un sentimiento que no podía descifrar. No estaba claro para mí.
—No podía esperar menos de ti, amor —con sus brazos rodeó mi cuerpo apretando con cuidado.
—¿No me vas a decir de qué se trata?
—Si te lo digo ya no será sorpresa —respondió.
—¿Una pista? —sacudió la cabeza en negación —. ¿Nada de nada?
—Nada de nada, tendrás que esperar hasta mañana para eso —apartó algunos cabellos de mis mejillas —. Sé que te va a gustar.
—Todo lo que tú haces me gusta —tenía los ojos clavados en ese par de impresionantes luceros.
—¿De qué estamos hablando? —preguntó divertido.
—Del sexo —respondí, besé sus labios sin dejar de mirarlo a los ojos —. Todo lo que tú haces me gusta —bajé mis manos apresando las suyas, diciéndole que me podía tocar.
Me gusta cuando me tocas así.
—¿Así que te gusta el sexo?
—Solo contigo, solo si tú me follas —se mojó los labios. Podía sentir de nuevo su miembro duro entre mis piernas.
—Creo que voy a tomar algo, ¿no tienes sed?
—Anda ve, pero no te vas a salvar de esta —me bajé y me senté en el sofá. Tenía mi sexo húmedo por su semen que tendría que limpiar después de ir al baño.
—¿Y quién dijo que me quiero salvar de esta? —cogió los calzoncillos para ponérselos. Mis ojos se quedaron en su bonito y redondo trasero, que cada que podía tocaba de más. Salió de la habitación dejándome sola.
Amaba estos momentos después del sexo, cuando terminaba cansada, con el pecho agitado y las piernas débiles, cuando mi cuerpo pedía más, pero ya no quería seguir porque sabía que no éramos de un solo round, no nosotros éramos como dos animales en celo que no podían estar cerca porque el caos y la destrucción se desataban. Éramos como un tornado de pasión y lujuria.
Y eso, eso es lo que más amaba de esta relación, el deseo que había entre los dos, la pasión, el calor que emanaba de nuestros cuerpos. No podía pedir más, con Tanner lo tenía todo, romance y pasión que es lo que uno más anhela en su pareja.
Tanner
El día estaba nevado, una espesa alfombra de color blanco adornaba las calles y las aceras. La nieve se agolpaba en las esquinas, sobre las copas de los árboles que estaban a nada de ceder, los autos cubiertos de blanco y si las cosas seguían así iban a tener que cerrar las calles para que no hubiera accidentes. Clarisse fue a su casa por ropa para quedarse esta semana conmigo, quería estar a su lado y tal vez era egoísta de mi parte, pero no quería compartirla con nadie más.
Compré todo lo necesario para que si llegaban a cerrar los supermercados no tuviéramos que ir corriendo a comprar nada, había comida para todo un mes. Preparé la cena para que cuando llegara todo estuviera listo, quería sorprenderla, cocinar para ella, decirle lo que sentía y que desde este momento no la iba a dejar ir, ya no me iba a negar la posibilidad de estar a su lado.
Escuché que tocaron el timbre, pero se me hizo raro que fuera Clarisse, ya que le había entregado un juego de llaves, de todos modos abrí sin preguntar, pero me arrepentí en ese segundo cuando, sin pedir permiso Mabel entró al departamento.
Venía empapada de nieve, parece que se hubiera metido debajo de esta, puesto que hasta las cejas las tenía congeladas.
—No te voy a preguntar que haces aquí porque la verdad no me importa —me crucé de brazos, dejando la puerta abierta —. Vete.
—Tanner...—empezó a quitarse los guantes —. Tenemos que hablar.
—¿De qué tenemos qué hablar? ¿De nuestro matrimonio? Ese se terminó hace años —ahora se quitó el abrigo y las botas.
—Sé que fui una tonta —con cada palabra que decía se deshacía de una prenda y si seguía así iba a quedar desnuda y no la quería desnuda en mi departamento, Clarisse podía llegar en cualquier momento —. Sé que cometí errores y hoy estoy pagando las consecuencias.
—¿Qué demonios haces? —di un paso cuando se quitó la blusa y el pantalón, quedando solo en ropa interior —. Vístete.
—Antes te gustaba verme desnuda, ¿ya no? —sonrió con esa burla que tanto la caracterizaba.
—Antes te amaba ahora no —terminé con la distancia para levantar la ropa y ponerla en sus manos —. Lárgate, no te quiero aquí, no quiero verte.
—Yo te amo.
—Yo no te amo.
—Podemos intentarlo —hundió las cejas —. Podemos darnos una oportunidad.
—Estoy con alguien —una de sus manos ascendió a mi nuca —. La quiero mucho y tú ya no formas parte de mi vida, te dejé atrás hace tanto.
—Tanner —di un paso atrás cuando vi sus intenciones, pero no me soltó de la nuca —. Por favor, te amo, te amo tanto.
No sé qué pasó, no sé como es que me di cuenta, pero una voz dentro de mi cabeza me dijo "Voltea idiota, tienes que voltear", y precisamente en ese momento, en ese maldito momento Clarisse estaba saliendo del ascensor, se detuvo de golpe, noté la maleta en su mano derecha y su mirada, su mirada me lo dijo todo.
—Clarisse —soltó la maleta, se quitó el gorro que protegía su cabeza del frío y estaba cubierto de nieve.
—¿Qué es esto? ¿Qué hace ella aquí? —me giré hacia ella.
—¿Tú qué crees que hago aquí, querida?
—Cállate —le dije, molesto. Dejé la ropa de Mabel sobre el sofá, di un paso para salir y explicarle las cosas, pero ella dio un paso atrás —. Te puedo explicar todo —levanté una mano —. Solo déjame hablar.
—No me vayas a decir que no es lo que pienso porque tu exesposa está desnuda frente a ti. ¿Esta es la sorpresa que me ibas a dar? —murmuró rota. Mabel apoyó ambas manos en mis hombros, pero la aparté rápidamente, Clarisse dio la vuelta cogiendo la maleta y caminó hacia el ascensor.
—Deja que te explique.
—¿¡Qué me vas a explicar!? —cogí su brazo para darle media vuelta —. ¡Está casi desnuda!
—¡Es una trampa! Te dije que haría lo que fuera para que desconfíes de mí, te dije que no debías creer nada de lo que ella diga —murmuré —. ¿Qué está haciendo? —miró sobre mi hombro, en dirección a Mabel.
—Está cruzada de brazos, tiene una sonrisa burlona sobre los labios.
—Por favor, mi vida, no te vayas así —le supliqué —. Te dije que tenía un plan —frunció el ceño.
—¿Es este? —preguntó.
—No te puedo decir mucho, solo sígueme la corriente, ¿sí? —asintió no muy convencida —. ¿Confías en mí?
—Sabes que sí —le sonreí.
—Lo siento —murmuré —. ¡Entonces vete! No te puedo convencer de que no pasó nada, no me crees, ¿qué puedo hacer para que me creas? Di lo que sea —murmuré sin soltar su brazo.
—Eres un imbécil —su voz salió temblorosa. Se zafó de mi agarre —. Eres un poco hombre —tenía los ojos cristalinos —. Te odio, ¿lo sabes? Te odio tanto —giró para entrar al ascensor.
—Perdóname, cariño —se mordió el labio y lo último que alcancé a ver fueron un par de lágrimas rodando por sus mejillas. En ese momento me sentí tan mal por estar alejándola de esta manera, pero era la única forma para que Mabel me creyera, que pensara que había ganado y que esto se había terminado.
Me di la vuelta y entré al departamento. Se supone que esta noche le iba a decir lo que sentía por ella, pero todo se complicó, la oportunidad se dio y no la iba a desaprovechar.
—¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? —cogí su ropa de nuevo —. Se fue, no quiere saber nada de mí. Lo planeaste todo, ¿verdad? Sabías que no estaba y que no iba a tardar en llegar. Siempre eres así, siempre se tiene que hacer todo lo que tú quieres, no te importa lastimar a los demás —tenía esa maldita sonrisa dibujada en los labios, se la quería borrar, pero yo no era como ella, nunca podría ser tan vil como ella.
—Esa mujer no es para ti...
—Ponte la ropa y lárgate de mi departamento —señalé la puerta —. No te quiero ver aquí.
—Ella no es para ti, no es nada, no es nadie, solo una secretaria sin gracia y simplona —apreté los puños —. Nunca será lo suficiente para ti.
—¡Cállate! —me fui contra ella cogiendo su cuello con una mano, rodeándolo con mis dedos y arrojándola contra el sofá —. Cierra la maldita boca si no quieres que me olvide que eres mujer y te debo respeto. Clarisse es mucha más mujer que tú, nunca serás como ella, no le llegas ni a los talones.
Aquella sonrisa de suficiencia se borró de sus labios. Me puse de pie, agarré su brazo y la ropa, la arrastré hasta la puerta.
—En mi maldita vida te quiero ver de nuevo —le arrojé la ropa y la cogió antes de que cayera al suelo. Cerré la puerta de golpe recargando la espalda contra la madera —. Te odio, te odio tanto. ¿Por qué no te quedaste en Londres? ¿Por qué tenías que joder mi vida así?
Sollocé con dolor. Sentía una opresión en el pecho que me impedía respirar bien. Todo estaba saliendo mal, muy mal.
Busqué mi móvil y marqué el número de Clarisse, ella no tardó en responder lo que fue un alivio para mí.
—¿Qué quieres? —estaba molesta. Yo también lo estaría si las cosas hubieran sido diferentes.
—No me hables así, por favor.
—¿Y cómo quieres que te hable? No entiendo nada, estoy confundida y molesta contigo.
—Entiendo que estés molesta y te voy a explicar todo. ¿Dónde estás?
—Voy a mi departamento —sollozó —. ¿A dónde quieres que vaya a estas horas?
—Sí, lo sé —me dejé caer en el sofá pasando una mano por mi cabello —. Disculpa —el pecho me dolía —. Espérame ahí, llego en media hora, me tengo que asegurar que Mabel se haya ido y que no ande por ahí.
—Tanner...
—Amor, no pasó nada, te lo juro —no dijo nada —. No podría tocar a otra mujer que no seas tú —de nuevo se quedó callada —. Llego en media hora, ¿sí?
—Está bien —suspiró.
—¿Me vas a abrir la puerta?
—Eso depende...
—Soy un tonto y no te merezco.
—Sí eres un tonto, pero así te quiero.
—Y yo también te quiero, cariño, te quiero tanto.
Te amo, te amo.
—Te espero.
—No tardo.
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