Capítulo 33. ❄
Tanner
Sentía una opresión en el pecho que no me permitía respirar bien, era una sensación asfixiante, dolorosa y molesta. Bebía agua como desesperado, pero aun así esa extraña sensación no se iba, también fui muchas más veces al baño y no prestaba atención a lo que tenía que hacer, terminar de revisar algunos documentos antes de salir de vacaciones, no me gustaba dejar nada a medias, se sentía extraño.
—Te noto un poco raro —dijo Clarisse del otro lado del escritorio. Por más que le insistí que descansara, ya que estos últimos días habían sido tan estresantes ella insistió en venir a trabajar —. ¿Tienes algo que decirme?
—No he podido dormir bien —le confesé. Me aflojé la corbata y tomé una gran bocanada de aire.
—¿Solo es eso? —alzó una ceja.
—Me preocupa el hecho de que aún no encuentran a la persona que te lastimó esa noche —bufé —. Tenemos la peor policía de toda la ciudad, en serio —golpeé la madera con las palmas de mis manos —. Dios.
—Cariño, no te estreses por cosas que no puedes controlar —sugirió. Con dos dedos apartó algunos cabellos de su flequillo, resopló moviendo algunos de ellos y sonrió. No necesitaba nada más para sentirme mejor, saber que ella estaba a mi lado me bastaba para estar bien.
—No me pidas que no me estrese porque me estreso más —ambos reímos. La oficina se inundó por su dulce risa, aquella que era como un anestésico para mi cuerpo y alma.
—¿Quieres algo de tomar o comer? No sé, tal vez estar aquí encerrado te afecta de esta manera. Llevamos días encerrados aquí sin descanso y la verdad ya estoy harta —bufó.
—Dos días más y tendrás tres semanas de vacaciones.
—¿Tres semanas? ¿No son solo dos semanas de vacaciones?
—A ti te voy a dar tres porque no recuerdo cuándo fue la última vez que tuviste vacaciones.
—No debes tener consideraciones conmigo, Russel —negué con la cabeza —. Sabes que puedo hacer esto o más.
—Sí, lo sé —abrí una carpeta, una más de las tantas que estaban apiladas a mi lado derecho —. Tan confío en ti que te podría dejar a cargo de esta empresa y sé que harías un excelente trabajo —dije sin mirarla.
Al no escuchar ni una palabra de su parte levanté la cabeza y me miraba atenta, tenía los ojos abiertos de par en par, los labios apretados y esa expresión de sorpresa enmarcada en su bonito y redondo rostro.
—¿Qué?
—¿Lo dices en serio?
—Tan en serio que si me pides que te firme un poder para hacerte cargo de esta empresa y todas las demás te lo firmo sin hacer preguntas. No puedo confiar en nadie más que en ti, estoy loco por ti —cerré la carpeta de golpe. La cabeza me empezaba a doler y los ojos me picaban. Había estado sentado en esta silla por horas y me dolía el trasero.
—Mejor vamos a descansar, me duele el trasero y esos documentos no se van a ir corriendo, mañana cuando regresemos estarán ahí esperando a ser revisados —sugirió y le tomé la palabra porque también estaba harto de tantas letras, ya ni siquiera les encontraba sentido.
—Te voy a tomar la palabra, señorita D —se puso de pie y salió de la oficina. Cuando dio el primer paso fuera mi móvil empezó a sonar, miré la pantalla y era el número del oficial que vino a tomar la declaración de Clarisse de lo que pasó aquella noche.
—Espero que tenga buenas noticias si no voy a colgar —me puse el abrigo. Miraba a Clarisse a través de la ventana y se ponía el abrigo, los guantes y cogió su bolso.
—Para eso le llamo señor Russel —habló el hombre detrás de la línea.
—Menos mal, creo que tardó mucho, ¿no crees? —inquirí.
—Señor Russel tengo muchos más casos que resolver, lo que le pasó a su secretaria no es tan...
—Ni se le ocurra decirlo —lo amenacé —. Ni se le ocurra —repetí.
—El caso es que ya encontramos al sujeto que atacó a su secretaria, buscamos en su departamento y encontramos sus pertenencias. La señorita Dawson tiene que venir a reconocerlo.
—¿Es en serio? Ella no puede recordar lo que pasó esa noche y usted quiere que lo reconozca —me reí con sorna —. Usted no es muy inteligente, eh.
—No le voy a permitir...
—No —lo detuve antes de que dijera nada —. Yo no le voy a permitir que la exponga de esta manera, ella no ha recordado nada y usted pretende que reconozca a un sujeto que nada más vio una vez y no sabemos si ya la había drogado o no —me burlé.
—Señor Russel, entienda que es importante para el caso. Tal vez la señorita Dawson lo reconoce y con eso se resolverá esto de una vez por todas.
—Sí porque ustedes no son muy eficientes que digamos.
—¿Me va a seguir insultando...? —lo interrumpí.
—Ya, voy a hablar con la señorita Dawson y estaremos ahí en algunos minutos.
—Aquí los esperamos, señor Russel —colgué en el momento que Clarisse entró a mi oficina con el ceño fruncido.
—¿Pasa algo?
Que bien me conoces, cariño.
—Llamó el oficial que fue al departamento, después de lo que pasó lo del otro día —me aclaré la garganta. Su rostro cambió por completo, podía sentir la bruma de inseguridad y temor atenazar su frágil cuerpo —. Hey —me acerqué a ella —. Todo va a salir bien, yo voy a estar contigo en todo momento, ¿sí? —asintió, no muy convencida. Agachó la cabeza, escondiendo su rostro —. Cariño —puse mis manos en sus mejillas.
—¿Y qué voy a hacer en ese lugar? No recuerdo nada de lo que pasó esa noche y dudo mucho que ahora mismo pueda recordar algo, todo es tan oscuro y...—siseé.
—Solo tienes que reconocerlo, tal vez lo viste antes de que te drogaron —negó sutilmente con la cabeza —. No te voy a dejar.
—¿Lo prometes?
—Lo juro —zanjé —. No te voy a dejar en ningún momento. No me voy a apartar de tu lado —soltó un suspiro y se limpió debajo de los ojos.
—Está bien, vamos antes de que me arrepienta —acomodó la correa de su bolso sobre su hombro. Me quedé de pie mirándola, armándose de valor, dejando los miedos de lado y enfrentando esto como la guerrera que era —. Mueve ese culo, Russel —giró para salir de la oficina y yo no pude hacer más coger mis cosas y seguirla hasta el ascensor. A esta hora de la noche no había nadie en la empresa, salvo las personas encargadas de la limpieza y los de seguridad, así que íbamos solos en el ascensor. Salimos del edificio y uno de los de seguridad ya tenía mi auto estacionado frente a este con la puerta del copiloto abierta.
—Gracias, Ramírez —el hombre me sonrió y después lo hizo con Clarisse que fue mucho más amable que yo, pero ella siempre era amable con todos.
—¡Tanner! —retuve el aliento unos segundos y me detuve de golpe al escuchar esa voz particular, solté un bufido y me giré en el preciso momento que Mabel se acercaba a nosotros —. ¿Por qué me has estado evitando todo este tiempo? ¿Dónde demonios te metiste estos días? ¿Qué es todo esto? —se detuvo frente a mí. Se notaba ligeramente molesta, o tal vez estaba llena de rabia. Le echó una mirada de reojo a Clarisse.
De nuevo me giré hacia ella.
—Entra al auto —le pedí. Sostuve la puerta y permití que entrara mientras no dejaba de mirar a Mabel que seguía atrás sin la intención de irse. Cuando estaba dentro le puse el cinturón —. Quédate aquí —afianzó su agarre en mi mano.
—Pero...
—Quédate aquí, por favor —soltó mi mano y cerré la puerta —. ¿Qué quieres? —la enfrenté —. ¿Qué demonios buscas aquí?
—¿Por qué no quieres verme?
—Todavía preguntas por qué —me burlé. Era increíble su descaro —. No lo puedo creer —me reí con sorna.
—Esa maldita p...—di un paso en el momento que levantó el dedo en dirección a Clarisse.
—Cuidado con lo que vas a decir, mucho cuidado en como te diriges a ella. Ella no es como tú —esta vez fui yo quien la señaló a ella de manera despectiva —. Tú te fuiste, tú pediste el divorcio, tú fuiste la que destruyó todo y ahora vienes aquí para verme. ¿Qué pretendes, Mabel? Que sea el mismo pendejo de hace cinco años que hacía todo lo que tú decías, ¿eso quieres? Pues no, ya no. Ese Tanner idiota que estaba perdidamente enamorado de ti se murió el maldito día que cruzaste la puerta y te fuiste con toda tu ropa y zapatos.
Pretendía decir algo, pero antes de que abriera la boca te detuve.
—Y sí, estoy saliendo con alguien, alguien mejor que tú —su mirada se intercalaba entre Clarisse y yo, seguía dentro del auto mirando su móvil, escuchando lo que tenía que decirle a Mabel.
—Es ella, ¿cierto? Es ella —no le quitaba la mirada de encima a Clarisse —. ¡Maldita sea, Tanner! ¿Por qué me haces esto?
—¡Cierra la maldita boca! Lárgate antes de que llame a los de seguridad —le di la espalda sin detenerme a escuchar, abrí la puerta del auto y arranqué antes de que hiciera una locura. La vi por última vez a través del espejo retrovisor y solté un suspiro.
—¿Qué fue todo eso? —preguntó Clarisse. Se notaba nerviosa y preocupada.
—Ella lo sabe, Clarisse —musité con miedo. Mis dedos se asieron al volante, mis nudillos se pusieron blancos por la presión ejercida.
—¿Ella sabe qué?
—Sabe de ti, lo sabe —golpeé el volante con una mano.
—Calma, Tanner, ¡vamos a chocar! —frené en seco antes de estamparnos contra un letrero de alto —. Dios —se llevó una mano al pecho.
—Lo siento, ¿estás bien? —buscaba cualquier indicio de que no se haya lastimado cuando frené de esta manera.
—Estoy bien, no te preocupes, pero no debes perder el control así, menos por ella —cogió una botella para beber agua.
—Lo siento —recargué la espalda contra el asiento y tomé una gran bocanada de aire. Mi cabeza era un caos en este momento y lo único que quería es que Mabel se fuera de una vez por todas. Me estaba complicando la vida, tanto que temía por la vida de Clarisse —. Lo siento.
—No pasa nada —puso una mano en mi brazo —. Ella no sabe nada y lo que sea que cree saber no importa, la vamos a sacar de nuestras vidas.
—Tengo miedo —pasé saliva —. Tengo miedo de que te haga daño, que todo se salga de control.
—Tanner —su dulce voz era un calmante para el caos que había dentro de mí —. Tranquilo, ahora vamos con la policía y terminemos con esto de una vez por todas.
Le sonreí y encendí el auto para salir de la cuneta. Cuando llegamos a la estación de policía ya estaba un poco más tranquilo, no menos preocupado pero sí más tranquilo. Entramos juntos al lugar que a estas horas no estaba tan lleno, pero sí había algunas personas sentadas en las sillas con las manos esposadas y con un policía vigilando que no se fueran a escapar. Clarisse miró de reojo el lugar, su cuerpo se estremeció y buscó mi mano para enlazar nuestros dedos.
—Tranquila.
—¿Ahora eres tú quien me pide a mí que me calme? —sonreí un poco.
—Bueno sí —encogí un hombro.
—Señor Tanner, señorita Dawson —el oficial que fue aquel día al departamento salió de un pasillo con una carpeta en las manos —. Por aquí por favor —nos hizo una seña para seguirlo por el mismo pasillo por donde apareció y después entró en una de las tantas puertas que había a cada lado. Era un espacio pequeño, poco iluminado con un gran vidrio grueso y reforzado que nos permitía ver lo que estaba detrás.
—Pensé que no iban a venir —el oficial (que por cierto era muy déspota) se sentó en la esquina de una mesa, un hombre esperaba sentado detrás con una computadora frente a él.
—¿Y por qué no tendríamos que venir? —le pregunté. Clarisse estaba aferrada a mi brazo, temblaba de los pies a la cabeza.
—Pensé que habían olvidado el tema —me reí por su estúpido comentario.
—¿Cómo voy a olvidar que alguien lastimó a mi novia aquella noche? Eso no se olvida, oficial —chasqueó la lengua —. ¿Puedo saber cómo encontraron a esta persona?
—Revisamos los vídeos de seguridad dentro del bar y fuera de este, después de una minuciosa investigación, dimos con él.
—Le dije que cualquier cosa que supiera me avisara y no lo hizo —señalé.
—¿De qué iba a servir que lo supiera? ¿Habría cambiado algo?—bufé y miré hacia otro lado.
—Terminemos con esto de una vez —dejé un beso en el cabello de Clarisse —. ¿Estás bien? ¿Quieres que continuemos?
—Sí, estoy bien —musitó. Una pequeña sonrisa adornó sus labios.
—Tráiganlos —el oficial apretó un botón al lado del vidrio y este se encendió, lo soltó y este se apagó —. Tiene que decirnos si reconoce a alguno de ellos, si lo vio aquella noche o ya lo había visto antes, si se cruzaron en alguna parte del bar o fuera de este —se dirigió a Clarisse —. ¿Entendido?
—Sí —respondió ella.
Observé el cristal y como del otro lado desfilaban un grupo de hombres que se detuvieron uno al lado del otro. Clarisse se tensó a mi lado cuando uno de los sujetos apareció y se puso bajo el número ocho, detrás de él lo hizo otro para quedar a su lado. En ese momento supe que era él, fue él quien la drogó esa noche, fue él quien la lastimó y quiso llegar a más pero...
—¿Señorita, reconoce a alguno de ellos? —preguntó el oficial. La miró esperando una respuesta de su parte.
—Es el número ocho —su voz salió baja y trémula. Empezó a temblar de los pies a la cabeza —. Es él, el número ocho.
Dio un paso cerca quedando cerca del cristal.
—El número ocho estaba con ese chico, el que bailó con Diane esa noche, nos quedamos solos mientras ellos dos bajaban a bailar, no era muy amable que digamos —musitó —. Bebí un poco mientras él se quedaba sentado mirándome...raro, después de eso no recuerdo nada, absolutamente nada hasta que Tanner llegó a ese sucio callejón, tampoco sé como llegué ahí —suspiró.
Clarisse regresó a mi lado y volvió a repetir lo que dijo segundos atrás.
—Es el número ocho —dijo seria.
—¿Eso sería todo? —le pregunté al hombre. Sin decir nada le entregó su bolso, lo revisó asegurándose que todo estaba dentro.
Clarisse le agradeció con una sonrisa.
—Lo vamos a procesar y cuando sea necesario será llamada a declarar. Tal vez no sea la única vez que este tipo haya hecho esto —Clarisse miró de reojo al sujeto una última vez.
—Estaré pendiente a su llamada —le dije —. ¿Es todo? —alcé una ceja —. Vamos.
Ambos salimos de la estación y entramos al auto, nos quedamos frente al edificio dentro de este unos minutos antes de llevarla a su casa.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? ¿Un café o un té por ejemplo? —el silencio reinaba dentro del auto, solo el ruido del exterior nos acompañaba —. Di algo, por favor.
—No puedo creer que no haya sido la única a la que le hicieron esto —musitó —. Yo...
—¿Te hubiera gustado ser la única? —inquirí.
—Sí y no —giró la cabeza para verme —. Me hubiera gustado ser la única para que nadie más pasara por esto, pero al saber que no soy la única cabe la posibilidad de que ese poco hombre vaya a prisión.
—Eso es bueno, tener más testimonios para que lo manden a prisión —cogí su mano —. ¿Cómo te sientes con eso? Digo, han pasado semanas y no hemos hablado de eso, me siento estúpido —sonrió.
—Me siento bien, me sentía bien casi lo olvido pero ahora...
—¿Ahora qué? ¿Ya no te sientes bien?
—Sí, bueno...es complicado —cerró los ojos.
—No entiendo, ¿qué es complicado?
Realmente soy un idiota que no sabe como tratar a una mujer.
—Todo, lo de...sabes a quién me refiero, no quiero decir su nombre, Tanner —espetó —. Estoy bien porque lo detuvieron, pero esta sensación de pesar no se quiere ir —puso una mano hecha puño en su pecho —. ¿Qué vamos a hacer?
—Lo que te dije, eso haremos —dije seguro.
—¿Y estás seguro de que eso va a funcionar? Digo, Mabel parece una desquiciada —solté una carcajada y ella sonrió —. ¿Por qué te casaste con ella? ¿Seguro que no estabas drogado?
—Lo juro por mi madre —respondí.
—Es malo jurar en vano —levantó un dedo —. Y más si juras por tu madre, quien por cierto ya no está aquí.
—Lo juro, no estaba drogado —sostuve su mano con ímpetu.
—Bien, entonces era amor —asentí sin ánimos —. Eso es peor.
—Por desgracia sí —ambos soltamos un suspiro melancólico —. El amor me cegó, me convirtió en un tonto, un títere nada más.
—Oye, todos nos cegamos ante el amor, pero eso no nos hace tontos ni nada parecido —puso una mano en mi mejilla —. Contigo me siento invencible, Tanner, siento que puedo con todo, siento que nada me puede detener —aquellas palabras se sentían como magia para mí.
—¿Así te hago sentir? —ladeé la cabeza para sentir mucho más su toque.
—Me haces sentir así y más —voz dulce y llena de paz, no podía pedir nada más. En este momento era el hombre más afortunado de todo el mundo.
Me quedé en silencio, sin saber qué decir. ¿Qué se dice en estos casos? Hacía tanto que no me sentía de esta manera y tal vez todo se estaba dando muy rápido, pero con Clarisse todo era diferente, todo se sentía como un sueño y temía despertar, que todo fuera mentira, me volvería loco si eso pasara.
—Cuando me miras así me siento cohibida —tenía las mejillas rojas, teñidas de un bonito color carmín. Se veía tan adorable y dulce.
—No deberías sentirte así, conmigo estás segura, yo te adoro así como eres, me encantas.
Cada día estoy más enamorado de ti, gatita.
—¿En serio?
—Nunca te mentiría.
—Te creo —hizo a un lado un mechón de su cabello —. Creo que es hora de irme, tenemos mucho trabajo —suspiró, cansada.
—Valdrá la pena —sonreí —. Te juro que cada día de trabajo valdrá la pena.
—Lo sé, lo sé —me acerqué para dejar un casto beso sobre sus labios.
—Te acompaño a tu departamento —iba a decir algo, pero no dejé que hablara —. Dije que te voy a acompañar a tu departamento, señorita D.
—Está bien jefe.
Clarisse
Llegamos a la puerta del departamento, me entregó el bolso, lo puso sobre mi hombro y dejó un último beso en mis labios.
—Gracias señor Russel.
—De nada señorita D. Recuerde que esta semana es la cena que se celebra cada año —apretó mis mejillas con sus dedos.
—No olvido eso, todo tiene que salir perfecto, así como a usted le gusta.
—Sé que harás un buen trabajo, estos dos últimos años tú y Diane se han encargado de la cena y todo ha salido bien. Este año será igual.
—Tenemos todo bajo control.
—No sé qué voy a hacer el día que dejes la empresa —di un paso y cogí el cuello de su camisa.
—¿Crees que te voy a dejar? Estás loquito —le di un piquito como beso y me aparté después —. Nunca te vas a poder deshacer de mí, Russel —le di la espalda para abrir la puerta.
—¿Eso es una amenaza? Porque no me da miedo —dijo.
—Más que una amenaza es una advertencia —aseguré con un dedo en alto.
—Que bueno que me lo adviertes —le sonreí antes de entrar al departamento.
—Hasta mañana, Russel —metió las manos en los bolsillos de su abrigo.
—Hasta mañana, señorita D.
Me dijo adiós con la mano, dio la vuelta y lo seguí con la mirada hasta que desapareció detrás de las puertas del ascensor.
—Ay sí, señorita D —escuché a Didi cuando cerré la puerta —. Par de románticos —arrugó la nariz.
—¿Celosa? —entornó los ojos.
—¿Celosa yo? ¿Por qué debería estar celosa? —dejé el bolso sobre la mesita al lado de la puerta y me quité el abrigo, ya que aquí dentro estaba cálido y no hacía frío como allá afuera.
—Pues no sé —encogí un hombro —. Tal vez...
—Tal vez nada —me interrumpió —. No digas bobadas. Mejor dime por qué llegas tan tarde —estaba cenando cereal.
—Pasaron tantas cosas —me dejé caer a su lado soltando un largo y tedioso suspiro —. Para empezar Mabel apareció en la empresa, le reclamó a Tanner que no ha estado estos días y creo que ya sabe que yo soy la "zorra" que se acuesta con su "esposo" —dibujé comillas con mis dedos —. Después fuimos a la estación de policía —dejó el tazón con cereal encima de la mesita —. Me pidieron ir a reconocer al sujeto de aquella noche, ¿no adivinas quién es?
—Ni idea, dime.
—El amigo del chico con el que bajaste a bailar —sus ojos se abrieron grandes, estaba sorprendida.
—¡No! —movía la cabeza afirmando lo que dije —. ¡Dios mío! ¿Y qué más pasó?
—Pues el oficial dijo que se va a abrir una investigación porque tal parece que no fui la única —ahora sus cejas se hundieron.
—Qué hijo de...su mamacita.
—¿Lo puedes creer?
—Pues lo creo porque me lo estás diciendo si no no —se quedó mirando el suelo de la sala fijamente.
—¿En qué piensas?
—En muchas cosas —me miró —. No sé, todo lo que te ha pasado, lo que te está pasando.
—¿Qué con eso?
—Estás salada, amiga, más salada que el mar.
—Tonta —le di un golpe en el brazo.
—¡Auch! —se sobó el brazo donde le pegué —. ¡Se me va a caer el brazo! —expresó con dolor.
—No exageres —me puse de pie.
—¿A dónde vas? —seguía sobándose el área adolorida.
—Voy a darme una ducha con agua caliente y me voy a poner mi pijama...
—Tu pijama de abuelita —cogió el tazón de nuevo.
—Pero está calentita y es acogedora.
—No sé como eso se le hace sexy a Tanner —metió la cuchara al plato, la sacó y se la llevó a la boca negando con la cabeza.
—Tanner me quiere tal y como soy —comenté.
—Sí, los dos son unos cursis.
La ignoré y fui a mi habitación para darme un baño y después cenar. Este día había sido de locos, primero, Mabel y posteriormente tener que ir a reconocer al sujeto que me agredió aquella noche. Por un día quería dormir todo el día y no saber nada de nadie.
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