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Capítulo 32. ❄

Clarisse

Regresar a casa después de todo no se sintió tan mal, habíamos pasado una semana increíble en Londres, pero era hora de enfrentarnos a nuestra realidad, una donde yo seguía siendo la secretaria de Tanner Russel y nada de eso iba a cambiar, por ahora. Estaba segura de que el día que le dijera todo a sus tíos las cosas cambiarían, ya no me iban a ver con los mismos ojos, sería diferente y lo único que quería es que la relación que existía entre nosotros no se fuera al carajo. Eran hermosas personas a las que les cogí mucho cariño y esperaba que me siguieran apreciando tal y como era.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Didi detrás de mí. Me miraba al espejo, buscando un lindo vestido que ponerme para la cena que había por el cumpleaños de Tanner —. Yo estaría nerviosa —la miré de reojo con ganas de matarla.

—No ayudas mucho —me quejé molesta.

Le platiqué a Didi todo lo que pasó estando en Londres, no se me escapó ni un detalle, quería estar enterada de todo lo que hicimos juntos. Estaba al tanto del más mínimo gesto y palabra que Tanner expresó estando allá, estaba emocionada y preocupada también por el dichoso plan que tenía Tanner, dijo que las cosas podían salir mal, que Mabel se podía enterar de todo y hacernos la vida imposible (más de lo que ya nos la estaba haciendo). Pero ahora yo solo podía confiar en Tanner y que todo lo que dijo iba a salir bien, era un hombre inteligente y él más que nadie conocía a Mabel, vivió con ella tantos años, estuvo a su lado tanto tiempo, más del que yo estuve con Adam, así que creía en él, confiaba en que todo iba a salir bien. Confiaba en él más que en nadie en esta vida al igual que en Didi, era mi mejor amiga, la única persona que me conocía y sabía cuáles eran mis sueños y más grandes aspiraciones.

—Lo siento —se puso de pie y se quedó detrás de mí. Puso sus manos sobre mis hombros —. Lo que quiero decir es que te va a presentar con sus tíos como su novia, ¡su novia, Issy! Dios, nunca pensé que esto podía pasar, todavía recuerdo el día que llegaste al departamento y me dijiste que habías conocido al hombre más guapo, atractivo y sexy de todo el mundo. Estabas sonrojada, feliz y jamás te había visto sonreír de esa manera, ni siquiera cuando el tarupido de Adam te pidió ser tu novia —apretó mis hombros.

—Me deslumbró su belleza —le dije.

—Sí y su inteligencia también. Fue amor a primera vista —la miré a los ojos a través del espejo.

—No me culpes por eso, Tanner tiene algo que me atrajo a él desde el principio. Es como un imán —me mordí el labio —. No me puedo resistir a él.

—Eso es tan cursi —musitó —. Pero así eres tú y eso no va a cambiar nunca —ambas reímos.

—¿Me vas a ayudar o vas a seguir burlándote de mí? —pregunté seria.

—Ya, vamos saca toda la ropa bonita que te compró tu hombre y elijamos un bonito atuendo para mañana —se dirigió al closet para sacar toda la ropa que tenía y que apenas Tanner me había comprado días atrás. Acababa de llegar y ya estaba planeando que ropa usar para la cena en la casa de los Russel.

Mañana.

—Es mañana —musité, dándome cuenta de que era el día siguiente, que todos iban a saber la relación que existía entre Tanner y yo, pero ya no había vuelta atrás, era ahora o nunca. Además, algún día lo iban a saber, ¿no? Se iba a saber todo y que mejor que fuera ahora y no después —. ¡Es mañana maldita sea! Didi, mañana —me giré hacia ella de golpe y tomé la ropa entre mis manos.

—Calma, Issy, calma. No es tan malo como te imaginas, le agradas a los tíos de Tanner, cada vez que la señora Russel va a la oficina (que es cada mil años), te mira con una enorme y bonita sonrisa en los labios, eres su favorita y ya te dijo que quiere que entre tú y su niño exista algo —sacudí la cabeza.

—Pero...¿y si el señor Nicolas no me quiere para su sobrino? —alzó una ceja.

—¿Qué dices? —se carcajeó y terminó por sacar la ropa que tenía dentro del closet junto a los zapatos y la poca joyería que tenía, pero ahora contaba con una hermosa gargantilla de miles y cientos de euros —. Ambos te aman, Issy, los dos te quieren como una hija, serán los más felices por la gran noticia.

—Eso espero —musité.

Solo esperaba que todo saliera bien, que ellos no me odiaran y llegaran a pensar que estaba con Tanner por su dinero o el gran poder que tenía en la ciudad, eso estaba lejos de la realidad, lo amaba por lo que era, por su inteligencia, por todo lo que representaba en mi vida.

—Mañana vamos a ir a esa cena, vamos a comer mucho y tú vas a estar bien —dijo, buscando algo entre la ropa —. ¿De acuerdo?

—Sí, mamá —ambas reímos.

****

Estaba nerviosa y con ganas de vomitar. Didi venía a mi lado, preferí llegar con ella y alcanzar a Tanner en casa de sus tíos, me sentía segura al lado de mi amiga, sabía que no me iba a dejar caer si es que me desmayaba por la emoción y los nervios. Nunca hice esto, con Adam todo fue diferente, nunca me presentó con su madre de manera oficial, solo le dijo que tenía novia y que no se metiera, esas fueron las palabras que usó con su propia madre, ¿qué me podía esperar entonces? Al final todo terminó como debía terminar, él se fue y yo encontré un buen hombre que sí me quería tal y como soy.

—Vaya —bajamos del taxi cuando el sol casi se metía, todavía había destellos naranjas pintando el cielo, algunos más oscuros que otros, las nubes parecían algodones de azúcar con sabor a naranja —. Esta casa es hermosa —Didi apretó mi mano, giré la cabeza para verla y tenía una bonita sonrisa dibuja en los labios.

Lucía hermosa con ese vestido azul, tacones, los pendientes, el maquillaje y todo. Me pregunté como es que no tenía novio, como es que nadie se había dado cuenta de lo hermosa que ella es, la inteligencia que poseía y lo valiosa que era como persona y como amiga. Sé que salió con algunos hombres, pero nunca fue nada formal, solo algo pasajero, nunca llevó a nadie a nuestro departamento, pero ella me decía con quién salía y lo que había pasado, así que sí, le gustaban los hombres y mucho, pero nunca se comprometió con nadie.

—¿Por qué me miras así? —frunció el ceño.

—No es nada —sonrió y me devolvió la sonrisa. Empujamos la reja pequeña y nos adentramos a la propiedad que estaba iluminada desde el jardín hasta la casa. Me sostuve de Didi para no caer, ya que sentía las piernas débiles, como si estas me fueran a fallar en cualquier momento.

—Todo va a estar bien, amiga —palmeó mi mano y juntas llegamos a la puerta, antes de tocar la madera con los nudillos esta se abrió de par en par revelando a la persona que abrió.

—¡Clarisse, Diane! —expresó Margot, feliz y con una copa de vino en la mano —. Pasen, pasen —nos saludó a cada una con un beso en la mejilla y cerró la puerta detrás de sí —. ¡Ya están aquí!

Nos llevó a la sala donde esperaban su hijo, su esposo y su adorable y sexy sobrino. Tanner fue el primero en ponerse de pie y llegar a mí.

—Estás aquí, pensé que no ibas a venir —sonrió. Puso ambas manos sobre mis hombros y dejó un casto beso en mis labios.

—No me podía perder esto —miró a Didi a mi lado y la saludó.

—Diane, que bueno que viniste —se saludaron con un beso en la mejilla.

—No me podía perder esto —repitió lo mismo que dije y los tres reímos por lo bajo.

—Me alegra que estés aquí, ambas —aclaró. Nos invitó a pasar a la sala. Saludamos a Matthew y Nicolas, los dos nos recibieron con una bonita sonrisa en los labios y palabras agradables.

—Tanner nos dijo que todo salió bien en Londres —habló el señor Nicolas —. Sabía que mi niño iba a cerrar ese trato.

Cuando hablaba de Tanner lo hacía de tal manera, estaba orgulloso de él y lo consideraba un hijo más, no había distinciones entre su hijo de sangre y el niño que llegó roto a su casa porque perdió a sus padres.

—Me hubiera gustado que tu madre esté aquí —musitó a mi lado.

—No digas cosas de las que tal vez te puedas arrepentir —palmeé su mano y me sonrió.

—Nick, cariño —habló Margot —. No hablemos de negocios, estamos aquí porque es el cumpleaños de Tanner y dijo que nos iba a dar una noticia importante —los cuatro nos miraron, clavando sus ojos en nosotros. Miré a Matt más segundos de los que me gustaría admitir y este solo levantó la copa. Él ya sabía de qué iba todo esto y aun así no me sentía bien por él.

Me hubiera gustado que se diera una oportunidad para estar con alguien más y que no se hubiese quedado estancado en esa "relación" que tenía con Hannah, estaba aferrado a ella, a todo lo que pasó hace años, me gustaría verlo feliz, haciendo su vida como lo hacen los demás pero...Bueno, Matthew no era como los demás, ¿o sí? De todos modos quería que fuera feliz, aun si su felicidad no dependía de estar al lado de una mujer.

—Aunque creo saber de qué van las cosas —musitó Nicolas —. A mí no me engañan —quise soltar la mano de Tanner, pero él se aferró a ella como si fuera un ancla —. Se nota desde lejos, todo el amor...

¿Él dijo amor?

Miré a Tanner y tenía las mejillas sonrojadas. Estaba sonrojado, nunca en mi vida lo vi ponerse rojo con nada, con nadie y ahora parecía un adolescente hormonal. Era tan adorable y me gustaba verlo así.

—Cariño, déjalos en paz, no los pongas nerviosos.

Miré una de mis rodillas que subía y bajaba, porque sí, estaba nerviosa, muy nerviosa.

—Eres tan adorable cuando estás nerviosa —dijo Didi a mi lado. La miré de reojo y casi le pellizco el brazo, pero no quería parecer una chiquilla de diez años.

—No me hagas enojar —le dije seria.

Me dio un empujón con el hombro y choqué a propósito contra el cuerpo de Tanner.

—Lo siento, lo siento —me disculpé.

—Clarisse, cariño —habló Margot —. ¿Me puedes acompañar a la cocina? —asentí y me puse de pie para ir con ella.

—Ahora regreso —le dije a Didi quien solo asintió con la cabeza y se llevó la copa a los labios.

—Vamos —Margot iba a mi lado, se enganchó de mi brazo y entramos a la cocina —. ¿Sabes? Estoy feliz, muy feliz —se detuvo de golpe entrando a la cocina.

—¿Por qué? —me miraba de una manera extraña.

—¿Crees que no sé lo que pasa entre tú y Tanner? Se nota desde lejos que se gustan y más que eso.

¿Más que eso?

¿A qué se refiere con eso?

—No...yo no...

—Cariño, no mientas, lo noté en la cena que hubo en esta casa por el cumpleaños de mi esposo ya lo notaba y no estoy molesta —aclaró —. Al contrario, estoy feliz de que seas tú la chica de la que mi niño se enamoró —tomó mis manos entre las suyas. Lo hizo de una manera cálida y amorosa —. Pero...—su mirada cambió por completo.

—¿Pero?

—Me preocupa Mabel —escupió su nombre como si este fuera veneno en su boca, de manera despectiva —. Ella es...Puede ser muy molesta cuando se lo propone y no quiero que te haga daño, no quiero que te lastime.

—No lo hará —no me escuchaba tan convencida como me hubiera gustado —. Ella no me hará nada.

—Clarisse —su mano ascendió a mi mejilla y dejó una suave caricia en mi mejilla, subió a mis cejas y continuo en mi cabello —. No la conoces, puede ser muy molesta y no se va a rendir hasta conseguir lo que quiere.

—Tener a Tanner con ella —terminé —. Eso es lo que Mabel quiere —para mi desgracia asintió. El pecho me empezó a doler.

—No te digo esto para que tengas miedo o salgas huyendo de aquí, estoy más que segura que Tanner te va a cuidar, que no va a dejar que te haga daño, pero debes tener cuidado con ella, no te confíes de nada de lo que te diga —asentí. Pasé saliva con dificultad. Ahora estaba más preocupada que antes.

—Dios —me llevé una mano al pecho.

—Clarisse —fui hacia la mesa para sentarme en uno de los taburetes. Mi respiración era irregular y mi pecho se sentía agitado como si hubiera corrido miles de kilómetros —. ¿Quieres agua?

—Por favor —sirvió agua en un vaso y regresó a mi lado —. No me puede decir estas cosas y fingir que voy a estar bien —le dije. Llevé el vaso a mis labios para darle un sorbo, un largo sorbo para refrescar mi garganta.

—Te digo esto para que estés prevenida —se sentó a mi lado cogiendo una de mis manos —. Hará lo que sea con tal de que desconfíes de él, no va a medir las consecuencias de sus actos.

—Tanner sabe qué hacer.

—Él siempre sabe qué hacer y me alegra que esta vez no cayó en sus "encantos" —hizo a un lado un mechón de mi cabello —. Pero a veces puede ser tan inocente —sonreí porque tenía razón —. Tiene treinta y dos años ya —suspiró —, pero sigue siendo el niño temeroso y roto que llegó a esta casa después de que sus padres murieron. Tiene miedo, cariño, tiene miedo de que lo dejes, tiene miedo de perderte también.

—No lo voy a dejar, nunca lo haré.

—Pero no puedes controlar a Mabel, a ella no —musitó —. Ahora creo que quien debería estar en el psiquiátrico es ella y no Hannah —sonrió al decir su nombre —. Me hubiera gustado una vida diferente para ella, que sea feliz con mi niño —me miraba de manera atenta, con ilusión en sus luceros —. Él la ama, la ama mucho.

—¿Por qué Matt no ha hecho su vida? ¿Por qué sigue aferrado al pasado? —pregunté, trémula. Tal vez no me iba a decir nada, o tal vez sí.

—Porque el pasado es lo único que lo mantiene con vida y me duele decirlo, pero mi niño no quiere continuar, no quiere dejar a Hannah, siente que debe cuidarla por todo lo que hizo años atrás, por no poder parar, por no poner un límite a...—se detuvo de golpe —, no tengo decirlo, ya debes saber a qué me refiero —asentí, estaba más que enterada de todo lo que pasó entre ellos tres

—Lo sé —ahora fui yo quien cogió su mano —. No tiene que decirlo, sé perfectamente lo que pasó hace años.

—Entonces debes entender lo difícil que fue para todos. Yo también quiero que la vida de Matty sea diferente, pero lo quiere así y como su madre debo aceptar lo que decida aunque no esté convencida de ello —apreté los labios. No sabía que más decir —. No tienes que decir nada, solo te pido que hagas feliz a Tanner, ha sufrido mucho también y merece todo esto —puso su mano en mi brazo, apretando un poco.

Se puso de pie rápidamente, miré detrás de ella y Tanner estaba bajo el umbral de la puerta, sonrió al verme y entró a la cocina.

—Los dejo —Margot pasó al lado de su sobrino.

—¿De qué tanto hablan? —ocupó el lugar de su tía. Cogió el vaso con un poco de agua y lo llevó a sus labios, sin dejar de mirarme.

—Cosas de chicas —me limité a responder.

—Cosas de chicas —repitió —. ¿Y puedo saber de qué? —negué con la cabeza apretando los labios.

—Nop.

—¿No? ¿Por qué no? —ladeó la cabeza. Me miraba curioso.

Me di cuenta de que Margot tenía razón, Tanner seguía siendo aquel niño roto y solo, el que perdió a sus padres, el adolescente que se perdió en el mundo de las drogas y la destrucción, el chico que se enamoró perdidamente de una rubia con piernas largas y rostro de ángel. Tal vez tenía treinta y dos años, pero era un niño todavía.

—¿Por qué me miras así? —preguntó.

—No puedo creer que estamos aquí —respondí —. En este preciso momento, en este lugar.

—Es un sueño, ¿no? —afirmé.

—Lo es y no quiero despertar —pasó su pulgar sobre mi dorso.

—Tengo algo que darte.

—Yo también.

—¿En serio?

—Sí.

—Bueno, te veo en el pasillo en cinco minutos, ¿está bien?

—Está bien señor Russel —salimos juntos de la cocina y fuimos a la sala donde todos platicaban amenamente. Didi y Matthew estaban sentados en el mismo sofá, hablaban de tal manera que parecía que se conocían desde tiempo atrás.

Didi me miró, también la miré extrañada y no hizo más que sonreír.

—Después te digo —movió los labios. Saqué las mancuernillas de mi bolso y me dirigí al pasillo donde Tanner esperaba, al verme llevó las manos detrás de la espalda y puso esa carita de inocencia que no le creía en nada. Porque de inocente no tenía nada.

Tanner

—¿Empiezas tú o yo? —preguntó. Sostenía una bolsita entre las manos, era pequeña y de color negra con letras doradas.

—Empieza tú —dio un paso más cerca, quedó frente a mí, metió la mano a la bolsita y sacó una pequeña caja con las mismas letras que tenía la bolsa.

—Toma —abrió la caja frente a mis ojos —. Sé que ya tienes mancuernillas, pero...—se mordió el labio.

—Estas tienen mis iniciales y me las regalaste tú —le dije. Asintió con pena.

Me gusta cuando te sonrojas de esta manera. Solo quiero morderte las mejillas.

—No sabía que más comprarte, digo, lo tienes todo, dinero, ropa y zapatos —encogió un hombro —. Eres dueño de media ciudad.

—Pero no soy nadie si no estás conmigo —expresé sincero.

—Eres tan dulce, y no tenías que comprarme nada —saqué las manos detrás de mi espalda y le mostré lo que había mandado a hacer especialmente para ella —. ¿¡En serio!? —se llevó las manos a la boca —. ¡Dios mío! —cogió el pequeño peluche, idéntico al que encontré en su cama aquel día —. Tanner...—sus ojos se llenaron de lágrimas, pasaba la punta de los dedos por cada detalle que tenía el peluche, el moño, los ojos, las letras con las iniciales en el trasero.

—Lo vi ese día en tu cama y me pude imaginar que es importante para ti —asintió. Su labio temblaba, a nada de querer llorar —. No llores —la abracé a mi cuerpo rodeando sus brazos, la apreté con delicadeza y dejé un beso en su frente —. No era esa mi intención.

—Ese peluche me lo regaló mi madre en uno de mis cumpleaños, fue algo sencillo, pero me llegó al corazón, lo adoré desde el primer segundo que lo vi —sollozó con dolor —. Extraño tanto a mi madre.

—Cariño —dejé algunos besos en su frente, sus mejillas y labios. Puse dos dedos bajo su barbilla para que me mirara con atención —. Ahora me tienes a mí, ¿sí? Nunca más estarás sola, siempre voy a estar a tu lado.

—No me dejes, por favor —se aferraba a mis ropas con los dedos enredados en la tela.

—Nunca, nunca te voy a dejar —sonrió con lágrimas en los ojos, limpié debajo de sus ojos para quitar algunas lágrimas que perlaban en su piel.

—Gracias —me abrazó con fuerza y apoyó la cabeza en mi pecho. La escuché soltar un suspiro —. Gracias por todo —nos quedamos unos segundos abrazados, escuchando a los demás en la sala, sus risas, algunas palabras que apenas podíamos entender —. Lo arruino todo, ¿cierto?

—¿Qué? —me separé de ella y la miré con el ceño fruncido —. No, ¿por qué dices eso?

—Porque soy patética, sentimental y...

—Shhh —puse un dedo sobre sus labios —. No digas eso, no vuelvas a decir que eres patética o sentimental —deslicé mi dedo por su labio hasta llegar a su barbilla y después a su clavícula —. Eres la mujer más encantadora y sexy que he visto en toda mi vida.

—Pero mi ropa no es nada sexy y parezco una vagabunda muchas de las veces.

—Bueno, eres la vagabunda más sexy que he visto en toda mi vida.

—¡Oye! —le di un puñetazo en el brazo que ni cosquillas le hizo —. No me digas esas cosas —frunció el ceño.

—Ya —deslicé mi mano por su cuello hasta llegar a su nuca, con cuidado la atraje a mi cuerpo, sus senos apretados a mi torso, una de mis manos en su cintura —. Lo que dije es cierto, eres sexy debajo de esa ropa de señora.

—Te gusta mi ropa de señora —dijo con voz altiva.

—Y no sabes cuanto —hice un repaso rápido de sus labios. Tenía los ojos más hermosos que he visto en toda mi vida, con algunos destellos verdes en sus pupilas, sus labios eran delgados y tenía un hermoso lunar justo debajo de la comisura izquierda de su boca. Dejé un beso sobre este, se estremeció y rio divertida.

—Me haces cosquillas —me aparté para dejar un beso en su mejilla.

—¿Qué parte de tu cuerpo no tiene cosquillas?

—No sé —se encogió de hombros.

—Lo podemos averiguar —hice el amago de tocar su estómago pero se apartó, dio un salto unos pasos atrás como si fuera un grillo —. ¿Cómo hiciste eso?

—No me gustan las cosquillas, si me tocas me empiezo a retorcer como gusano y suelto patadas —levantó un dedo, amenazante —. Suelto patadas —repitió.

—Que bueno que me adviertes eso, así no te haré cosquillas —suspiró —. El día que vivamos juntos lo voy a tener presente.

—Hablas muy en serio cuando hablas de planes a futuro...

—¡Tanner, Clarisse! —salimos del pasillo para unirnos a los demás —. Creo que ya es hora, ¿no? No dicen nada y tengo curiosidad —Matthew se acercó para entregarnos dos copas con champán.

—Cariño...—interrumpió Nicolas.

—Vamos, Nick, tú también quieres saber que se trae Tanner entre manos —dijo con un tono de voz entre divertido y curioso —. Aunque creo que eso ya lo sabemos —nos miró de reojo.

—Quiero darles las gracias por esto —los miré a cuatro. En este momento estaba tan feliz que no me importaba que Matthew estuviera aquí —. Gracias por todo lo que hacen por mí —pasé saliva —. Desde hace tiempo Clarisse y yo hemos estado saliendo —puse una mano en su cintura para atraerla a mí, lo más cerca que pudiéramos estar —. Me di cuenta de que es una hermosa mujer y no solo por fuera, también lo es por dentro, es amable e inteligente, es graciosa y me hace sentir bien conmigo. Hace tanto que no sentía esto por nadie, esta manera en la que me siento estando a su lado.

Giré la cabeza para observar a Clarisse y como lo sospechaba tenía las mejillas de color rojo carmín, evitaba mirar al frente, un poco apenada, ya que siempre solía pasar desapercibida, pero esta noche no, ella era el centro de atención.

—No voy a alargar más esto, solo les quiero decir que estamos juntos, somos novios y me gustaría, más adelante, ser su esposo —la boca de Margot y Nicolas se abrió un poco —. Esta vez quiero hacer las cosas bien, porque en serio, en serio quiero a Clarisse.

Se tejió un largo silencio en la sala, miré a Nicolas y después a Margot, evité a mirar a Matthew, pero este tenía su mirada clavada en Clarisse y yo, no sé si me quería matar o solo golpearme, pero tenía intenciones de hacer algo y quería salir de aquí antes de que hablara.

—Soy muy feliz —la primera en hablar fue Margot —. No sabes lo feliz que me haces con esta gran noticia. Creo que ustedes dos son tal para cual, ella me gusta para ti, sé que serás feliz a su lado —se quedó callada para ceder el turno a su esposo.

—Yo te dije que Clarisse es la mujer para ti —dijo sincero —. Y me haces muy feliz con esto —nos miró a los dos —. Haz feliz a Clarisse y si le llegas a romper el corazón te las vas a ver conmigo —me amenazó.

—¿No se supone que deberían apoyarme a mí? —fruncí el ceño mirando a Nicolas.

—No en este caso, ella es muy valiosa y debes cuidarla, cuídala mucho —me advirtió.

—Lo haré —dije sincero —. La voy a cuidar con mi vida —la acerqué para dejar un beso en su sien.

—Entonces salud por esta maravillosa noticia —levantamos las copas y brindamos por esta noche.

Margot se acercó para felicitarnos, abrazó a Clarisse con tanta fuerza y dejó un beso en su mejilla, le dijo algunas palabras de aliento y mi chica sonrió ante ellas.

—Felicidades, mi niño —llegó a mí con los ojos llorosos —. Te felicito por tomar esta decisión y sé que si se llegan a casar un día serás el hombre más feliz sobre la faz de la tierra, sé que solo ella te puede hacer feliz —sonreí. Palmeó mi mejilla y se apartó.

—Lo sabía —fue lo primero que dijo Nicolas —. Sabía que existía algo entre ustedes desde el viaje a México, y no me equivoqué —Clarisse hablaba con Diane.

—Siempre tienes razón en todo —le dije.

—Y tampoco me equivoco cuando te digo que si decides casarte serás feliz a su lado —puso una mano en mi mejilla —. Ahora debes pensar que vas a hacer con...ella —se refería a Mabel —. Debes ser más inteligente que ella, hijo.

—Lo sé —solo sonrió y se apartó para dejarle espacio a Diane.

—Señor Russel —tenía esa sonrisa que me decía que tenía un par de palabras para mí y no eran precisamente amables.

—Diane.

—Solo le voy a decir una cosa, si usted lastima a mi amiga me voy a olvidar de que es mi jefe y le haré pagar si la lastima. Clarisse es muy valiosa, como amiga y persona, cuídela y todo va a salir bien —sonrió y se apartó.

Me sorprendió cuando Matthew quedó frente a mí, suspiró y levantó la mano hecha puño para dejar un golpecito en mi brazo.

—Creo que ya todos te dijeron las mismas palabras, no sé qué más decir.

—Algo que los demás no hayan dicho —sugerí.

—Ojalá que seas feliz con ella y cómo dijo mi padre, cuídala, más ahora que ya sabes quién está aquí. Sabes que puede ser algo...molesta —se aclaró la garganta —. Y mucho más —ambos reímos. Era la primera vez en años que me reía con él.

—Gracias, Matt.

—Solo quiero que seas feliz, Tanner.

—Yo también quiero que seas feliz, Matty.

Palmeó mi brazo y se alejó con una sonrisa en los labios.

Si bien era cierto que la relación con Matty era mala y estaba rota desde hace años lo quería, lo quería como a un hermano y quería lo mejor para él, anhelaba que fuera feliz con alguien que lo amara con la misma intensidad que llegó a amar a Hannah, solo esperaba que fuera realmente feliz y que esa bruma de dolor y pena abandonara su rostro, que empezara de nuevo así como lo estaba haciendo yo.

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