Capítulo 31. ❄
Clarisse
Pasamos una semana increíble en Londres, Tanner me llevó a todos los sitios conocidos y por conocer, anduvimos de aquí allá y de allá para acá. Nunca en mi vida había disfrutado tanto de estar fuera de mi ciudad, porque la verdad es que soy una ermitaña que disfruta de estar encerrada escribiendo o mirando películas, soy más de películas que de series, así que mi vida se basaba en regresar del trabajo, preparar la cena y sentarme a escribir un poco aunque estos dos años ni siquiera he podido hacerlo, el trabajo en la empresa siempre es demandante. Así que un día lo haría, no tendría más preocupaciones que ponerme a escribir y no pensar en nada más que en la trama de mi libro. Un día.
Algún día.
Pronto, Clarisse.
—No te ves tan mal, Clarisse —le dije a mi reflejo a través del espejo, mirándome de arriba abajo. Me puse un lindo vestido de color azul (o eso es lo que dijo la chica que me recomendó comprarlo), lo combine con unos zapatos del mismo color y la gargantilla que Tanner me regaló aquel día. Llevaba puesta una joya de miles de euros y me daba miedo tan solo salir al pasillo y que los demás me vieran con semejante joya colgando de mi cuello. Lo bueno de todo es que la cena sería dentro del hotel así que no iba a tener que poner un pie fuera de este, me sentía más segura así.
Acomodé mi cabello y lo peiné de tal manera que algunas ondas se marcaran cayendo sobre mis hombros desnudos. Me maquillé de manera no tan exagerada solo acentuando los rasgos y me puse un poco de perfume en el interior de las muñecas.
Estaba lista para esta cena, la más importante de toda mi vida al lado de Tanner, ya que esta noche le iba a decir todo lo que había estado ocultado por dolor y miedo, sí, miedo, tenía miedo de su reacción, de lo que me pudiera decir, puesto que él se abrió mucho antes conmigo y yo seguía guardando este secreto como si fuera lo peor que hubiese hecho en toda mi vida, pero al igual que él también fui víctima de las consecuencias, también sufrí y lloré, pero ahora aquellas heridas habían sanado, pero eso no quería decir que iba a olvidar a Jaden, que no pensara en él, porque Dios sabe lo mucho que pensaba en él y lo felices que pudimos ser juntos, pero la vida no lo quiso así, por algo no quiso que las cosas fueran así.
Iba a saber todo de mí y esperaba que no saliera corriendo o se enojara conmigo por ocultarle la verdad de mi pasado. Solo esperaba que me entendiera, quería una vida a su lado, quería tantas cosas que solo él me podía dar, que solo quería que él me diera.
Salí de la habitación y un joven con el uniforme del hotel esperaba fuera de esta, sonrió al verme salir y cerrar la puerta.
—Por aquí señorita Dawson —informó y lo seguí cuando empezó a caminar hacia el ascensor. Las puertas se abrieron y nos adentramos, estas se cerraron de nuevo y el cacharro empezó a subir, el chico me acompañó a una parte del hotel que no sabía que existía, una hermosa y gran terraza cubierta por plantas de todos los tamaños y colores, rosales y flores, hermosos tonos rosados, amarillos, naranjas, etc. —. El señor Russel la espera —señaló donde Tanner se encontraba y le agradecí con una sonrisa. Se retiró dejándonos solos.
En medio de la terraza se encontraba una mesa con dos sillas, encima de esta había algunas botanas, champán y frutas. Me acerqué a él, me miraba de arriba abajo con los ojos cargados de ilusión y pude distinguir un poco de pasión en ellos. Estiró el brazo para tomar mi mano y con gusto la puse encima de la suya.
—Te ves hermosa esta noche —sonrió. Llevó la otra mano a mi cintura para pegarme a su duro pecho. Con los dedos acarició la preciosa joya que colgaba de mi cuello.
—Tú te ves muy guapo —llevaba puesto un pantalón de vestir negro y una camisa de mangas largas de color blanco. Se veía formal y atractivo.
—Gracias por el cumplido —besó mi frente y sonreí ante su noble gesto.
—Todo se mira tan rico —apoyé la mejilla sobre su pecho.
—Todo esto es especial para ti —se apartó para jalar la silla y que tomara asiento, la empujó unos centímetros y fue del otro lado para sentarse también.
—No te hubieras molestado.
—No es ninguna molestia cuando todo esto es para ti, mi gatita —cogió mi mano, apretando mis dedos. Tenía esa hermosa sonrisa dibujada sobre los labios. Iba bien peinado, olía muy bien, lucía guapo con esa ropa.
—Eres increíble —le dije.
—Y tú eres maravillosa.
Soltó mi mano.
—Te dije que antes de irnos había algo importante que decirte de mí —cogí la servilleta, la extendí y puse sobre mis piernas.
—No tienes que decirme nada, no es necesario.
—Sí lo es, lo es para mí porque quiero que sepas mi pasado, todo de él —iba a decir algo, pero me adelanté antes de que abriera la boca —. Debes saber por qué mi madre está decepcionada de mí y no fue solo porque me fui con un hombre e interrumpí mis estudios.
—¿Ah no? —apreté los labios y sacudí la cabeza —. No puede ser tan malo, gatita.
—Y no lo es, al menos eso creo —musité.
—¿Entonces por qué te preocupas tanto? —inquirió.
—Porque puede ser que tu perspectiva sobre mí cambie —murmuré. Me mordí el interior de la mejilla.
—Nada de lo que me digas va a cambiar mi perspectiva sobre ti, absolutamente nada —suspiré.
No estoy segura.
—Mira, me enamoré, sí, me enamoré como una tonta, como si fuera una estúpida que pierde todo ante el primer idiota que se le pone en frente, y eso me pasó a mí, creí que Adam era el amor de mi vida...
—Así que su nombre es Adam —asentí —. Continúa.
Subió los codos a la mesa, con los puños a la altura de su barbilla.
—Le di todo lo que tenía sin restricciones, en ese momento estaba estudiando la universidad, tenía beca y buenas calificaciones, era la mejor de toda mi generación, pero...—me detuve unos segundos para tomar aire —, pasaron cosas —con dos dedos hice a un lado uno de los mechones de mi cabello y lo puse detrás de mi oreja —. Un día me di cuenta de que estaba embarazada, le dije a Adam y se hizo responsable, no me dio la espalda, tanto así que nos fuimos a vivir juntos. Terminé el semestre, pero ya no podía seguir estudiando —encogí un hombro —. El dinero no daba para más así que dejé de estudiar y me dediqué a Adam. Pasaron los meses y conforme los días transcurrían me iba dando cuenta que nuestra relación ya no era la misma, llegaba del trabajo enojado, todo le molestaba. Todo le molestaba de mí —corregí —. Me gritaba y empujaba, decía que no servía para nada.
Noté como apretó los puños y su mandíbula se tensó y destensó en cuestión de segundos.
—¿Te llegó a golpear? —sacudí la cabeza.
—No, nunca llegó a eso, pero ya no sentía igual, todo era diferente. El veinte de julio llovía tan fuerte, jamás en la vida había llovido así en la ciudad, ese día sentía que algo no iba bien, Adam no había regresado, era de noche y no mandó ni un mensaje avisando que iba a llegar tarde. La cena se enfrió y yo esperaba sentada en una de las sillas del comedor, cuando entró por la puerta del departamento fue directamente al closet donde empezó a sacar toda su ropa, zapatos, todo lo que tenía lo metió dentro de una maleta. Me dijo que estaba harto de mí, que ya no quería estar a mi lado, le daba asco, sentía repulsión de verme todos los días en mi estado, el sexo era malo, ya no era la misma de antes...
—Hijo de puta —masculló. Nunca le había escuchado decir una grosería hasta ahora —. Lo siento —se disculpó por interrumpir. Hizo una seña para que continuara hablando.
—Le rogué que no se fuera, le supliqué que me diera una oportunidad, me arrodillé y pedí con el alma que no me dejara, pero a él no le importó mi dolor ni que estuviera esperando un hijo suyo, se fue con una mujer que esperaba dentro de un auto fuera del edificio. Se fue —el pecho me empezó a doler. Me punzaba —. Me fui a dormir aterrada y llena de dolor, al otro día desperté y me di cuenta de que tenía el vientre duro, empecé a sangrar, pedí ayuda a alguno de los vecinos, me desmayé y cuando desperté mi madre estaba a mi lado, perdí a mi hijo esa noche y perdí al padre de mi hijo.
Tanner dejó caer la espalda contra el respaldo del sofá, soltó un bufido y se restregó el rostro con ambas manos. Sentí un nudo en la garganta que estaba a nada de desatarse.
—¿No lo has visto desde entonces? —negué.
—No, nunca se dignó en llamar para preguntar de su hijo, nunca le importamos —dejó caer sus manos a cada lado de su cuerpo —. Fue mejor así, me decepcioné tanto de él, no quiero verlo nunca, en mi vida quiero saber algo de Adam y su misera existencia —me miraba de una manera... Diferente y no lograba descifrar que estaba pensando en este momento. Tenía miedo de lo que pudiera salir de su boca, lo que sea me aterraba en demasía —. Di algo, por favor, tu silencio me aterra. Tengo miedo —admití, pasando saliva con dificultad.
—No tengo mucho que decir, ¿qué quieres que diga? —encogí un hombro.
—No sé, lo que sea está bien para mí. Si me odias lo voy a entender...
—¿Odiarte? —alzó una ceja —. ¿Por qué debería odiarte?
—Te oculté esto mientras que tú fuiste sincero desde un inicio, me dijiste lo de Mabel y tu hijo y yo...
—Tú no tenías por qué decirme nada, es doloroso para ti hablar de tu hijo...—pasó saliva. Sirvió agua en dos copas —. Ahora comprendo porque me entendías tan bien, porque se sentía como si estuvieras en mi lugar... Tú también perdiste un hijo —mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas amargas que no tardaron en resbalar por mis mejillas. Quise retener el llanto, pero este no tardó en explotar, mis hombros se sacudieron por el dolor que me empezó a quemar la garganta —. Cariño.
—Lo siento —me cubrí el rostro con ambas manos, escuché la silla arrastrarse por el suelo y Tanner no tardó en acercarse a mí.
—No te disculpes por nada —apartó las manos de mi rostro y me entregó un pañuelo —. No debes sentir pena o vergüenza por nada de lo que ha pasado.
—Pero yo tuve la culpa de todo lo que pasó. Si no hubiera...
—El hubiera no existe —jaló la silla para sentarse frente a mí. Tiró de mi silla para quedar lo más cerca que se podía, hasta que sus piernas y las mías se rozaron —. No importa lo que pasó hace años, todos cometemos errores, nadie es perfecto. Ni siquiera yo lo soy —me reí por lo que dijo.
—Qué modesto eres —rio conmigo, mostrando su bonita y perfecta dentadura.
—Ya ves, me casé con una mujer que no era en nada lo que yo me imaginaba —apartó un mechón de mi cabello —. Pero eso ya pasó, ¿sí? —asentí. Todavía tenía los ojos llorosos, cubiertos por un manto de lágrimas —. Lo que importa ahora es lo que sentimos los dos, que nos queremos y que estamos dispuestos a empezar de cero. Quiero hacer las cosas bien, contigo —me mordí el interior de la mejilla.
—Yo también quiero hacer las cosas bien, solo contigo —sonrío de nuevo. Tanner me hacía sentir bien, era atento, se preocupaba por todo lo que tenía que ver conmigo y no podía ser más lindo de lo que ya era, o tal vez sí podía serlo.
¿Puede serlo?
—Te juro que ya no siento nada por él, en el momento que cruzó la puerta y me dejó, todo el amor que sentía se murió —acunó mis manos entre las suyas.
—No me tienes que jurar nada.
—Lo tengo que hacer para que estés tranquilo...—me interrumpió.
—Estoy seguro de lo que sientes por mí, estás loquita por este hombre —se señaló de arriba abajo, lo que me hizo reír —. Niégalo.
—No puedo negar algo que es cierto —murmuré.
—Bien —puso las manos sobre mis piernas, exactamente en mis rodillas —. Entonces vamos a olvidar esto, no lo de nuestros hijos, sé que eso jamás lo podremos olvidar. Pero sí que nos rompieron el corazón, que nos dejaron. ¿Te das cuenta? —ladeó la cabeza —. A los dos nos dejaron como si no fuéramos nada, como si nuestros sentimientos no importaran...—puse mis manos en sus mejillas.
—Pero somos todo estando juntos, nos rompieron, Tanner, pero no lograron vencernos —asintió, dándome la razón —. Por eso te quiero de esta manera salvaje, loca y descontrolada.
—Yo también te quiero de una manera inexplicable —llevó una de mis manos a su pecho, justo donde latía su corazón —. No sé como expresar esto que siento por ti, es tan fuerte —no podía decir nada por qué estaba muda ante su declaración —. No lo había sentido nunca, con nadie —explicó.
—Tal vez sea por el hecho de que ahora eres más maduro, ya sabes lo que quieres de la vida.
—Sí, sé perfectamente lo que quiero y es a ti a mi lado, para siempre —tragué grueso.
—¿Para toda la vida? —alcé una ceja.
—Ya tengo más de treinta años así que no creo que viva muchos años más.
—No digas eso —subí mis manos a sus mejillas —. Te quiero ver con el cabello cubierto de canas, arrugas en los ojos, con un bastón...
—¿Con un bastón? No por favor, tampoco quiero llegar a viejo con tantos achaques —con los nudillos acarició mi mejilla —. En cambio, tú serás una mujer hermosa, más hermosa de lo que ya eres. Todavía no entiendo como es que te pudiste fijar en este hombre ocho años mayor que tú...
—Me gustaste desde el primer momento que te vi —le confesé de una vez, ya que estábamos hablando de este tema —. Fue amor casi a primera vista —mi pecho se infló por decir estas palabras —. Sentí como si fueras irreal, como si fueras solo un sueño, pero descubrí que no lo era, que eras real, más real que mi propia vida. Dos años, Tanner, pasé dos años mirándote de lejos, solo anhelando que me miraras de la misma manera que lo hacía yo, solo pedía que te dieras cuenta de mi existencia, pero tú solo pensabas en tu esposa...
—Lamento esto —ahora fui yo quien lo interrumpió.
—No tienes que lamentar amar a la mujer que estuvo contigo en tus peores momentos. Mabel te sacó de ese agujero...
—¿Pero a qué costo? Mira todo lo que está pasando ahora, se ha convertido en un problema —decía con sinceridad. Mis manos seguían sobre sus mejillas —. No sé qué quiere, que pretende con todo esto.
—Creo que sabes bien lo que quiere: a ti —abrió la boca, pero la cerró de nuevo, tal vez no encontraba las palabras correctas para expresar lo que estaba sintiendo o pensando —. Te quiere a ti porque alguien más te tiene.
—Eso, gatita, soy solo tuyo y de nadie más. No me importa lo que pasó hace años ya no siento nada por ella, no la quiero en mi vida, te quiero solo a ti.
—Ya nos hemos desviado del tema inicial, ¿no crees? —afirmó con la cabeza. Cogió la botella de champán y sirvió de esta en dos copas, me entregó una y dejó la botella en su lugar.
—No hablemos más de Mabel, está prohibido hablar de ella
—Está bien —con el pulgar me limpié debajo de los ojos para borrar el rastro que tenía de lágrimas —. No hablaremos más de ella.
—No más —suspiró —. No tiene importancia en nuestras vidas. Mejor vamos a brindar por esta nueva oportunidad que la vida nos está dando. Te juro que haré las cosas bien, no te voy a decepcionar.
—No me tienes que jurar nada, Russel, confío en ti, más de lo que debería.
Tal vez estaba mal confiar de esta manera en una persona que quizá te podía decepcionar o romper el corazón, pero me estaba arriesgando con él porque sabía que no me iba a traicionar, que le podía entregar todo mi amor sin miramientos y no me iba a arrepentir de nada. Estaba consciente de las consecuencias que iban a traer mis decisiones, pero ya no había vuelta atrás, le entregué mi corazón a Tanner Russel desde el momento en que me enamoré de él.
—Confía en mí, señorita D, solo en mí —una sonrisa de mi parte bastó para hacerle saber que estaba de acuerdo con lo que decía.
De repente se empezó a escuchar música lenta y baja, un tipo de vals que resonaba por todo el lugar, su sonrisa se ensanchó y me entregó la mano para bailar juntos.
—¿Quieres bailar conmigo? —dejé la copa encima de la mesa y acepté gustosa su petición. Nos pusimos de pie juntos y dejó su copa al lado de la mía. Quedamos en medio de aquella terraza y tomó una de mis manos para llevarla a su pecho, la suya fue a dar a mi cintura y la que quedó libre las juntamos para empezar a bailar lenta y pausadamente al ritmo bajo de la música, nos balanceamos de un lado al otro, mirándonos fijamente, extasiados por este bello momento. Estaba encantada por todo lo que estaba pasando, porque allá afuera se podía caer el mundo y no importaba, podía morir en este preciso momento y lo haría feliz.
¿En qué tanto piensas, Russel?
—¿Por qué me miras así? —Un trueno retumbó en las cuatro paredes, cimbrando los vidrios de todo el complejo —. Va a llover —miré hacia afuera desde donde se podían alcanzar a ver las luces de los edificios, nubes negras cargadas con agua cubrían la ciudad por completo.
—No puedo permitir que ella te haga algo —fruncí el ceño, algo extrañada por lo que dijo. Se sintió con algo de miedo, con dolor —. No voy a dejar que te haga daño —zanjó.
—¿A qué te refieres con eso? —nos detuvimos a medio baile. Soltó mi mano para llevarla junto a la otra a mi cintura, yo, por lo tanto, apoyé ambas sobre su pecho.
—Dijiste que ella me quiere a mí.
—Creí que no íbamos a hablar de ella —musité.
—Sí, lo sé, pero esto es importante, ¿sabes? Si queremos sacarla de nuestras vidas tenemos que hacer algo, ¿no crees? En serio quiero una vida a tu lado para siempre, pero no voy a estar tranquilo hasta saber que estás a salvo, que no te hará nada.
—¿Y cuál es tu plan, genio? —Hice a un lado el cabello que caía sobre su frente revelando la exótica belleza que escondía debajo de estos.
—¿Qué es lo que quiere?
—A ti, cariño, solo a ti. No te quiere ver cerca de nadie.
—Y eso le vamos a dar —mi corazón se detuvo un segundo.
—No —di un paso atrás, separándonos —. No le podemos dar lo que ella quiere.
—Hará lo que sea, lo que sea con tal de vernos separados, lo sabes, ¿verdad? La conozco, Clarisse, viví con ella tantos años y sé de lo que es capaz con tal de obtener lo que quiere. No voy a dejar que te haga daño, eso jamás. Primero me matan antes de...
—No digas eso —me acerqué a él para coger sus manos —. No hablemos de muerte o separaciones, por favor —en mi garganta se formó un nudo.
—No hablaré de muertes, pero tenemos que hacer algo, no me voy a quedar con los brazos cruzados y lo sabes.
—Eres persistente —sonrió, tierno.
—Y eso te gusta de mí, lo sabes —dejó un toquecito en la punta de mi nariz con su dedo —. Así que sabes que no me voy a cruzar de brazos para ver como arruina nuestra vida, como se sale con la suya, la quiero lejos de tu vida, no quiero que te toque un cabello porque te juro que me voy a olvidar que fue mi esposa, que la llegué a amar tanto que hubiera dado mi vida por ella. Pero ya no —apretó los ojos con fuerza —. Ahora tú eres mi prioridad.
Tomó mis manos entre las suyas, las llevó a la altura de sus labios y besó mis nudillos.
—¿Entonces cuál es el plan? —pregunté.
—Le daremos lo que quiere. Solo confía en mí, cariño, no te pido más —asentí ante sus palabras.
Haría lo que me pidiera con tal de sacar a Mabel de nuestras vidas, para que se fuera lejos, para que ya no estuviera molestando con querer regresar con Tanner. No sé qué parte de todo esto no entendía. A veces me daba un poco de lástima.
****
Miraba a través de la ventana, llevaba las sábanas aferradas a mi cuerpo, ancladas a mis hombros desnudos, la ciudad era impresionante desde aquí, se podía ver todo desde esta habitación. Era nuestro último día en este lugar, lo que vinimos a hacer estaba terminado, Russel cerró un gran trato, uno millonario que le iba a traer gloria a su familia y más poder del que ya tenían en toda la ciudad y más allá.
Tanner dormía plácidamente en la cama, solo las sábanas cubriendo su trasero solamente, piernas y torso al descubierto, cabello alborotado, boca abajo, exhausto al igual que yo. Debo confesar que se repitió lo mismo que la otra noche, después de cenar y bailar bajamos para hacer el amor como dos desesperados, como si fuéramos animales hambrientos de placer y sexo, como si nos hubieran privado de este por tanto tiempo que estando cerca no podíamos pensar en nada más, solo en estar metidos bajo las sábanas, tocándonos y besándonos hambrientos.
—¿Qué tanto miras? —su voz se escuchó adormilada detrás de mí. Giré la cabeza y se restregaba los ojos con la palma de una mano. Bostezó y sonrió al verme observarlo.
—La ciudad, es hermosa —apoyé el hombro en el marco de la ventana —. Voy a extrañar Londres —admití con un dejo de tristeza en la voz —. Pero tenemos que regresar.
—Vamos a volver cariño —buscaba sus calzoncillos en el suelo —. Todas las veces que tú quieras, iremos a donde sea que me pidas —se acercó y se quedó detrás de mí abrazando mi cintura con sus brazos, rodeando mi cuerpo para atraerme a él —. Te daré el mundo si quieres.
Solo necesito una cosa de ti.
—Solo necesito algo de ti, nada más una cosa —me giré para quedar cara a cara.
—¿Qué es lo que quieres de mí, Clarisse? —levanté la barbilla para apreciarlo mejor, su boca, sus ojos, cejas, todo en él era perfecto.
—Solo quiero tu amor, Tanner, no pido más que eso. No quiero más que eso
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